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Tema: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

  1. #1
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    Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    Seminario de formación Madrid 7 febrero

    Sábado 7 de febrero de 2015

    19:00

    Seminario de formación

    Podemos:
    ¿populismo o marxismo?

    Intervendrán los profesores:

    • Miguel Ayuso (Universidad de Comillas, Madrid)
    • José Díaz Nieva (Universidad Santo Tomás, Santiago de Chile)
    • José Miguel Gambra (Universidad Complutense de Madrid)


    Fundación Francisco Elías de Tejada
    C/. José Abascal (ant. General Sanjurjo), 38, bajo izquierda
    (Metro Alonso Cano o Gregorio Marañón, L-7; Iglesia, L-1)
    Más información: correo electrónico



    Círculo Cultural Antonio Molle Lazo

  2. #2
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    Re: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    El 7 de febrero de 2015, José Miguel Gambra intervino en el seminario de formación del Circulo Cultural Antonio Molle Lazo para hablar de “Podemos”. Presentamos hoy la primera parte de esa intervención, cuya longitud nos obliga a dividirla en sucesivas entregas . . .

    El marxismo de Podemos: un experimento espartaquista (I)





    La pervivencia del marxismo


    Algunos han calificado el fenómeno “Podemos” como producto transitorio de la televisión que, atenta sólo a los índices de audiencia, ha dado una fama inmerecida a un grupo de jovenzanos, cuyo prestigio, como el de cualquier “famoso”, debería difuminarse en cuanto los medios se cansaran de prestarles atención. Es bien posible también que no se trate sino de una estrategia de las derechas, para provocar un miedo que redundaría electoralmente en su beneficio. Sea cual sea la causa del prestigio adquirido por “Podemos”, quienes previeron su olvido se han equivocado: “Podemos” ha entrado en la política, sin que las derechas hayan salido beneficiadas, sino todo lo contrario. Los votos, dentro del régimen que padecemos, substancializan por cuatro años lo que sea, por absurdo que sea. No sin razón Juan Manuel de Prada se quejaba de la política degenerada por la televisión y su exclusiva atención a los pronósticos de audiencia. Y es que, hoy en día más que nunca, es peligrosísimo jugar a la vez con la política y los medios de comunicación. En El bosque animado, y en otros muchos sitios, Fernández Flores dijo que las moscas carecen por completo de memoria, hasta el punto de olvidar su propia identidad. Una mosca topa con un cristal, se da una vuelta y, olvidado el trastazo, casi instantáneamente vuelve a darse otro contra el mismo cristal y así, sin recordar ni siquiera si ella es la que se ha dado el golpe o es otra la que lo ha sufrido, vuelve a la carga indefinidamente. Las generaciones recientes, y no tan recientes, cada vez se parecen más a las moscas. Su cabeza no retiene nada que no sea inmediato. Tienen, como la materia de Leibniz, una mens momentanea seu carens recordatione, incapaz de de retrotraerse más allá de lo que se les presenta actualmente.



    Hoy las nuevas tecnologías, las pantallas reducidas de los teléfonos, y otros trastos, han logrado sustituir la facultad humana de la memoria porla memoria de esos aparatos; y la visión de la realidad, la verdadera experiencia, se ha visto suplantada por la realidad virtual. Los chicos, y no tan chicos, ni saben ni les importa lo que puedan enseñarles sus mayores, ni lo que puedan decir los libros. Se conforman con beber ávidamente las opiniones de cualquiera, con tal de que queden plasmadas en twitter o en cualquier otra red.



    Así se explica el olvido del horror marxista. Los poderes de este mundo, a una con los medios de comunicación y en contra de lo que racionalmente cabía esperar tras la caída de la URSS, han corrido un tupido velo sobre sus atrocidades. En la mente de las recientes generaciones se mantiene incólume el terror del llamado holocausto nazi. Todavía hoy, no hay día en que los medios no cuenten algo que mantenga viva la memoria de los seis millones de judíos que -según dicen- fueron ejecutados en Alemania por ese régimen nefasto. Pero eso no es nada en comparación a los cien millones de depurados por los regímenes comunistas de todas las latitudes.





    Sea que el común de periodistas no tenga por comparable el asesinato de judíos con el decampesinos rusos o cubanos, con el de oficiales polacos, con el de viejos chinos o jóvenes venezolanos; sea que el imperio haya preferido mantener vivo el temor irreal al nazismo y no a los peligros reales, con los cuales cabe negociar, el caso es que se ha hecho olvidar el olor a muerte que acompaña a los regímenes marxistas sin excepción alguna. Y si se ha perdido la memoria de sus consecuencias, más todavía se desconoce la podredumbre teórica esencialmente abocada a ese resultado.

    Con las últimas elecciones, “Podemos” ha saltado del mundo virtual a la realidad política española. Y, en esa realidad, lo que cuenta no son los discursos, ni los programas; ni las promesas, ni las esperanzas e ilusiones, sino lo que está en la cabeza de los jefes de partido. Porque, al fin y al cabo, el sistema democrático entrega un poder omnímodo a unos hombres concretos, que llevan a efecto lo que tienen en su personal caletre, sin limitación externa alguna. Por eso me parece conveniente exponer, con sus propias palabras, lo que, teórica y tácticamente, mantienen la tetrarquía de “Podemos”. Para dar a conocer la diversidad de estratos que contiene su discurso, me veré obligado a vencer el hastío y a presentar las doctrinas y estrategias de ese marxismo, que otrora todos creímos felizmente olvidado, pero que, de hecho, hoy sirve inspiración a la cúpula de “Podemos”. Después demostraré que los propios mandamases de ese partido se han declarado repetidamente marxistas, para presentar finalmente las fuentes que inspiran su táctica, en orden a implantar la dictadura del proletariado, y la manera en que la están usando.


    El marxismo de Podemos: un experimento espartaquista (I) « Comunión Tradicionalista

  3. #3
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    Re: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    El marxismo de Podemos (II): el credo comunista


    El marxismo, una dogmática monista


    Marx, nacido en 1818, vivió en un mundo dominado por las ideas ilustradas causantes de la Revolución Francesa que había conmovido todo el orden social, político y económico de lo que fuera la Cristiandad. El pensamiento de aquella época, de una parte, daba por sentado el carácter progresivo, o la evolución perfectiva, de la historia humana. De otra, creía firmemente en la capacidad racional del hombre para desentrañar científicamente los secretos de la historia y explicar, tanto los acontecimientos de épocas pasadas, como los avatares futuros, que conducirán a la sociedad hacia su luminosa perfección futura.

    Heredera de una serie de sistemas filosóficos de gran repercusión política, la obra de Marx pretende superarlos a todos gracias a su insistencia en la prioridad de la acción sobre la teoría. El fundamento último de su pensamiento se halla en la doctrina del materialismo dialéctico, según el cual la aparente complejidad de lo real se reduce a lo que llaman experiencia sensible, es decir al contacto activo del hombre con la naturaleza. No existe realmente nada más que esa relación de hombre con el mundo material. Al principio, el hombre se enfrenta a la naturaleza, la conoce y desea satisfacer sus necesidades con lo que ella ofrece, pero la capta como algo hostil y contrapuesto a él mismo. Esa relación, que en principio es de oposición, es superada por el hombre gracias a su acción, o trabajo, del que resulta, por primera vez, lo que los marxistas llaman una mediación, o síntesis de contrarios, cuando alcanza los frutos de su trabajo. Desde el hombre primitivo, que ve la naturaleza como un objeto arisco y peligroso, hasta el hombre moderno, todo el obrar humano consiste en operar dialécticamente sobre la naturaleza para satisfacer sus necesidades, de modo que una y otra se integren de manera progresiva.

    La relación del hombre y la naturaleza no es, pues, estática, sino evolutiva. La cooperación entre los hombre se hace necesaria, surge la distribución del trabajo y la distribución de los frutos obtenidos. Y, sólo sobre eso, se va constituyendo a lo largo de la historia el aparentemente inextricable conjunto de relaciones sociales, políticas e ideológicas que ofrece la vida humana de los tiempos modernos. La teoría central de Marx, llamada materialismo histórico, tiene precisamente la pretensión de desentrañar esa maraña de relaciones sociales, descubrir su esencia y describir la ley “científica” que rige la historia de toda la humanidad.



    La estructura de cualquier sociedad sólo se entiende si se recurre a tres niveles de explicación que, empezando por lo más fundamental, son las fuerzas productivas, el modo de producción y la superestructura ideológica. Las fuerzas productivas de que dispone cada sociedad (riquezas naturales, conocimientos técnicos y división social del trabajo) determinan su organización, o modo de producción: “el molino a brazo engendra la sociedad feudal, el molino a vapor la sociedad burguesa o industrial”. Aquí es donde aparece lo más conocido de la teoría marxista de la sociedad, que se caracteriza por incluir esencialmente la lucha en toda organización social y por poner la armonía y la paz sólo al final de la historia, en la hipotética sociedad en que culminará la historia. Mientras llega ese momento, el modo de producción de la sociedad consta invariablemente de dos clases principales en eterna contradicción, una dominante y otra sometida. Estas clases se enfrentan hasta que una revolución violenta acaba con la oposición; luego, una nueva clase dominante, por acumulación de riquezas, produce una nueva clase sometida, que hará una nueva revolución, en cuanto alcance conciencia de la miseria en que vive y de su propio poder. La sociedad feudal de siervos y señores fue superada por la revolución burguesa; y la burguesía, causante del modo de producción capitalista, engendra el proletariado destinado necesariamente a acabar con ella y a tomar las riendas de la sociedad, hasta llegar, a través de la dictadura del proletariado, a la vida armónica del hombre en consonancia con la naturaleza.



    Sin embargo, el camino que describe Marx hasta ese logro final exige destruir, por medio de la violencia revolucionaria, un tercer nivel de acontecimientos, que surgen junto al modo de producción en toda sociedad. Se trata de lo que llaman superestructura ideológica, que está constituida por el conjunto de ilusiones, o engaños, creados por la clase dominante, para detener la superación del enfrentamiento de clases y congelar así el curso necesario de la historia. Esa superestructura engloba las instituciones jurídicas y políticas, como el Estado; las filosofías especulativas, que engañosamente se conforman con buscar la verdad sin cambiar el mundo con la acción; y la religión, que traslada las contradicciones reales (es decir, las económicas) a otro mundo, para producir resignación en la clase oprimida. Esos engaños, siempre favorables a los intereses de la clase dominante, se llaman alienaciones porque tratan de perpetuar la separación, o enajenación, de la clase obrera respecto de los frutos de su trabajo, y de mantener la división de clases que, al final, desaparecerá cuando la revolución haya acabado con todas ellas. Esta concepción marxista del universo es monista, en cuanto entiende que toda la realidad se reduce a uno solo de sus aspectos: la materia entendida como relación productiva del hombre sobre la naturaleza y las relaciones económicas que de ahí surgen; y declara intrínsecamente falseadas todas las demás realidades humanas, como las relaciones sociales, desde la familia al Estado; como todas las especulaciones ideológicas que exponen concepciones éticas, o valorativas; como todos los mundos ajenos al mundo material que describen las religiones. Y el marxismo no se conforma con denunciar la falsedad que, según él, se da en todo esto, sino que exige su destrucción práctica por medio de la violencia revolucionaria.



    Es, por otro lado, una concepción del mundo historicista, cientificista y determinista, porque cree ofrecer las leyes inexorables de la historia, que llevan desde la primitiva oposición entre el hombre y la naturaleza, hasta su definitiva supresión en el mundo futuro, donde desaparecerán las alienaciones, la familia, es Estado, las ideología y las religiones para dar paso a una humanidad feliz, que disfrutará armónicamente de la naturaleza sometida a su dominio. Pero hasta ese momento, el marxismo concibe el desarrollo histórico como un enfrentamiento maniqueo entre la clase dominante, que encarna el mal, y la clase sometida, de cuya acción depende por completo el repetido proceso revolucionario que llevará hasta la felicidad última -desde luego sólo terrena- y encarna, por tanto, la totalidad de lo que podría llamarse el bien. A pesar de que los marxistas se llenan la boca hablado de ética, no reconocen más obligación “moral” que la de fomentar la fuerza de la clase oprimida en aras de la revolución, aunque eso suponga todo tipo de violencia y de falsedad. En breve sacaremos a la luz el engaño deliberado, consentido y sistemático que suponen las distintas tácticas usadas por los marxistas para subir al poder y, en especial, la táctica de “Podemos”.

    El marxismo de Podemos (II): el credo comunista « Comunión Tradicionalista

  4. #4
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    Re: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    El marxismo de Podemos (III): tácticas para sojuzgar masas


    Rosa Luxemburgo

    Fe marxista, estrategia a largo plazo y táctica de corto alcance.

    En conjunto, los marxistas mantienen la concepción del mundo que hemos visto como un meollo doctrinal indiscutido. Su función ha sido comparada por algunos autores a la de una fe religiosa, semejante a lo que los musulmanes llaman el Islam. Sin embargo, una cosa es la fe en el proceso determinista de la historia, que necesariamente abocará a una sociedad comunista, y otra es la manera de concebir la actividad del proletariado que acelerará la llegada de esa sociedad sin clases.
    Todos los marxistas, revisionistas incluidos, entienden que la estrategia a largo plazo, para alcanzar ese fin, exige que el proletariado se haga con el poder político. Pero hay que distinguir la estrategia de la táctica a corto plazo, que debe seguirse en cada una de las sociedades, con su diferente grado de desarrollo económico y social. Marx predijo la inminente realización de la revolución proletaria en las sociedades avanzadas, en lo cual estaba evidentemente equivocado, como el tiempo se ha encargado de demostrar. De ahí que, desde muy temprano, se produjeran profundas disensiones entre los autores y dirigentes marxistas en lo que se refiere a la táctica a seguir en orden a que el partido alcance el poder, según las cambiantes circunstancias sociales y políticas. Esas divergencias se han puesto de manifiesto, especialmente, a lo largo de las cuatro internacionales comunistas, que asociaron, durante amplias etapas, a dirigentes marxistas de distintos países en orden a una acción común.


    Eduardo Bernstein



    Para entender la táctica de ·Podemos”, hay que situarse en las discrepancias prácticas que se produjeron en la Alemania de entreguerras. Allí se enfrentaron dos concepciones tácticas, que dominaron respectivamente la segunda y la tercera internacional. De una parte estaban la socialdemocracia, inspirada por Kautsky y Bernstein, que era el partido gobernante, originariamente marxista, pero que había introducido revisiones muy importantes, incluso en el meollo doctrinal del marxismo. Su táctica consistía en cooperar con la democracia favoreciendo a los trabajadores, a la espera de que el sistema capitalista se destruyera a sí mismo y la burguesía, en virtud de su propia inercia decadente, acabara por transferir pacíficamente el poder al partido de los trabajadores. De ahí su oposición a la lucha revolucionaria violenta que, a su modo de ver, podría detener el proceso científicamente necesario hacia el socialismo.




    Frente a esa socialdemocracia, tácticamente pacífica y democrática, que dominaba la segunda internacional (llamada por ello socialista), se sitúa la táctica de la tercera internacional, fundada por Lenin y Trotski en 1919, para extender el comunismo más allá de la Unión Soviética. Esa táctica, pensada para la sociedad semifeudal de Rusia, consistía en dar preeminencia a la minoría de vanguardia, constituida por el partido bolchevique, para mantener transitoriamente la superestructura estatal en forma de dictadura. La dictadura del proletariado, dominada exclusivamente por los bolcheviques, tenía la misión de dirigir las masas, incultas y alienadas por la costumbre, para que adquirieran conciencia de clase y llegaran a cooperar en la formación del estado comunista. La acción de semejante estado debía exigir, según Lenin, una disciplina sin remisión, que incluía la represión violenta de los propios trabajadores, para que las masas se adhieran a la vanguardia dictatorial.

    Ninguna de estas tácticas le parece admisible al partido espartaquista, fundado por Rosa de Luxemburgo junto a Karl Liebknecht, que, a diferencia de los anteriores, nunca llegó al poder; pero tiene especial importancia para nuestro asunto. La cuestión que se plantea Rosa de Luxemburgo es la misma que preocupaba a Lenin: los que, según la doctrina marxista, están llamados a realizar la revolución, es decir, los proletarios, no por estar en las mismas condiciones económicas tienen conciencia de clase, ni captan su propio potencial revolucionario. Al contrario, precisamente los más aplastados por el Capital y el Estado son los más incapaces de concebir la lucha de clases. La pregunta que entonces se plantea desde la dogmática marxista es cómo desarrollar esa conciencia de clase en el proletariado. Para Rosa de Luxemburgo constituye un error la táctica socialdemócrata de sentarse a esperar que el desarrollo histórico de las condiciones objetivas (es decir, las circunstancias materiales y el modo de producción) produzcan, por sí solas, dicha conciencia, cuando el capitalismo agonice definitivamente. Porque, sin la acción del proletariado, la socialdemocracia conduce al conservadurismo y a la detención del proceso revolucionario. Tampoco admite con Lenin que sea una minoría, rigurosamente disciplinada dentro de un partido, la que empuje al proletariado a la revolución.



    Contra ambas cosas Luxemburgo mantiene que las condiciones objetivas, o económicas, conducen a explosiones revolucionarias espontáneas que, aun siendo a menudo parciales, pueden conducir a que el proletariado adquiera “la conciencia de sus intereses y de sus obligaciones históricas”. En la jerga escolástica del marxismo, Rosa lo expresa así: “el inconsciente precede a la conciencia y la lógica del proceso histórico objetivo precede a la lógica subjetiva de sus protagonistas”. Lo cual no quiere decir sino que los cambios económicos llevan por sí solos a la toma de conciencia de clase que es, según el marxismo más ortodoxo, la condición imprescindible para la revolución.

    De acuerdo con esta idea de la espontaneidad de las acciones revolucionarias, que supone un movimiento vivo de las masas, Rosa de Luxemburgo limita el papel del partido a una intervención posterior a ese movimiento, cuya finalidad consiste en darle permanencia y encauzar su espontaneidad hacia el fin estratégico que, como sabemos, es la toma del poder. Pero el partido debe respetar la espontaneidad del movimiento y dejarle que, en la acción, y a través de sus errores, vaya adquiriendo la sabiduría práctica de la revolución, que es mucho más fecunda que cualquier decisión infalible del Comité Central del Partido.

    La razón por la que insisto en presentar, por someramente que sea, el pensamiento de Rosa de Luxemburgo es bien sencilla: “Podemos” es un partido ideológicamente marxista y tácticamente espartaquista, es decir seguidor del pensamiento de Rosa de Luxemburgo, autora de las Cartas de Espartaco. Eso es lo que trataré de mostrar en breve.


    El marxismo de Podemos (III): tácticas para sojuzgar masas « Comunión Tradicionalista

  5. #5
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    Re: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    El marxismo de Podemos (IV). Rosa de Luxemburgo: la inspiración

    La cúpula de Podemos




    Los medios de comunicación, centrados en la el partido “Podemos “y sus declaraciones como tal, dudan sobre la manera en que debe encuadrarse ese movimiento. Parece claro que es de izquierdas, cosa que Pablo Iglesias reconoce como inclinación personal, que no afecta al partido. Pero, dentro de eso, no parece haberse descubierto la etiqueta que lo encuadre adecuadamente: ha sido calificado de utópico, de populista, de formación basada en un fuerte liderazgo; de partido antisistema e, incluso, se ha asimilado a la socialdemocracia; también se han señalado como sus inspiradores a Gramsci, a Lenin, a Chaves etc.




    Si queremos hacernos una idea de lo que representa este movimiento, a lo que debemos dirigirnos no es a sus programas o a sus declaraciones públicas como partido que, como siempre sucede, ocultan los propósitos de quienes lo dirigen. En la política partidista, todo eso son alharacas de la universalmente engañosa propaganda. En las elecciones, se entrega el poder a personas que siempre hacen lo que tienen en la cabeza; y, no lo dudemos, para conocer el grupo cerrado que domina “Podemos”, sin permitir intromisiones, lo que importa es mirar cómo piensan sus componentes.

    Por tanto, dentro de la infinidad de documentos generados en Internet por “Podemos”, distinguiremos los escritos doctrinales y tácticos, publicados por su cúpula antes de que esa formación pasara a la acción política, y las manifestaciones públicas confeccionados con posterioridad, donde la doctrina y la táctica quedan enmascaradas con el fin de captar voluntades y votos.

    “Podemos”: marxismo duro con táctica suave

    Para mostrar que la cúpula de podemos está formada por marxistas que se adhieren sin vacilación a lo que he llamado meollo doctrinal del marxismo, basta citar un par de datos:




    1) Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, que ocupa, este último, el tercer o cuarto de la cúpula, recibieron el “Premio Libertador del Pensamiento Crítico 2010” (dotado con ciento cincuenta mil dólares) que les concedió el gobierno de Venezuela por un libro titulado El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx. Su finalidad, según sus autores, parte del “análisis que hace Marx del capitalismo (que sigue siendo lo más clarificador que se ha escrito para entender las leyes fundamentales que rigen la sociedad capitalista, que es la nuestra) y la filosofía práctica de la tradición ilustrada” y “poner todo ese bagaje a la altura de nuestro tiempo para que nos ayude a comprender y a transformar el mundo que nos ha tocado en suerte y que, por cierto, se caracteriza por el control progresivamente creciente de poderes salvajes”. “El libro -dicen- se lo hemos dedicado a los y las comunistas, porque seguimos convencidos de que tenían razón en lo esencial: en luchar heroicamente contra el capitalismo para impedir que el mundo se convirtiera en lo que hoy se ha convertido” (Entrevista a Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, ganadores del premio Libertador del Pensamiento Crítico 2010 - Anticapitalistas).




    2) Juan Carlos Monedero, escribió en 2006, el libro Empresas de Producción Social. Instrumento para el Socialismo del siglo XXI», que fue editado por una editorial para la propaganda del Gobierno de Hugo Chávez. En él, según una recensión periodística, pone como modelos la Revolución de Lenin, que, según el autor, «trajo consigo una explosión democratizadora en todo el mundo» y a Cuba que «pese a todos los intentos de estigmatizarla, permanece como estandarte de la dignidad del continente latinoamericano en pos de la construcción de nuestra
    América» (Podemos - Monedero esgrime la Rusia de Lenin y Cuba como referentes - ABC.es).
    Errejón


    3) Pablo Iglesias, hablando para los suyos declaró que tienen razón quienes comprenden “que el materialismo histórico es la clave para entender el desarrollo de los procesos sociales” (https://www.youtube.com/watch?v=1v430q8Ns7A).

    Estas publicaciones no parecen dejar lugar a duda alguna. Pero si alguien todavía las tuviera, basta consultar los escritos tácticos de los dirigentes de “Podemos” para ver que todo el horizonte que dan por descontado es el de la necesaria lucha de clases y del necesario protagonismo del proletariado en orden al progreso revolucionario.

    Espartaquismo a la “Podemos”

    Entre esos escritos, resulta especialmente ilustrativo uno que recoge la intervención de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón (los otros dos elementos de la cúpula de Podemos) en un congreso en Manchester de 2005 sobre movimientos sociales alternativos. El documento, en inglés, se enmarca en una publicación con pretensiones académicas, pero se inscribe exclusivamente dentro del análisis escolástico del marxismo. El título sirve por sí mismo para situar la intención que persigue: Los Nuevos Espartaquistas. El pensamiento de Rosa Luxemburgo para entender el Movimiento Global, donde “movimiento global” se refiere a las movilizaciones internacionales que se han producido en la última década contra el capitalismo neoliberal.




    El texto empieza por una exposición apologética de la táctica que, dentro de la ortodoxia marxista, propone Rosa de Luxemburgo. Luego su aplicación a los llamados movimientos antiglobalización, o antisistema, que se plasmaron desde 1994 a 2005 en Chiapas, Seattle, Madrid y Génova, entre otros lugares. La presentación del pensamiento de Luxemburgo carece de originalidad. Se puede hallar en cualquier manual sobre la evolución del marxismo e, incluso, en cualquier enciclopedia. En cambio, la propuesta de aplicación a los movimientos antisistema tiene el interés retroactivo de presentar la táctica que, casi diez años después, seguirá “Podemos” cuando se ponga al frente del llamado movimiento del 15 M.

    Antes que nada, el artículo sitúa la obra de Luxemburgo dentro de la estrategia común del marxismo, que persigue acomodar el orden político a la a situación económica. Su fin es, pues suprimir la llamada alienación política que el hecho de que los mecanismos estatales estén en manos de los capitalistas (clase opresora) y no en las de los trabajadores (clase oprimida). Luego destaca el carácter revolucionario de la táctica propuesta por Luxemburgo, que se opone, tanto al reformismo socialdemócrata, como a la inoperancia del marxismo especulativo y retórico. Después habla de la teoría de Luxemburgo sobre la necesaria espontaneidad de la revolución, cuyas manifestaciones “no tienen que ser convocadas”, ni “se deciden en las cúpulas de las organizaciones de las masas ni en los comités centrales de las vanguardias”. Nada, en suma que no sepamos.

    Lo que, por el contrario, sí merece atención es el párrafo siguiente, donde Iglesias y Errejón describen su manera de entender la función táctica de las vanguardias revolucionarias, pues esa es la función que la cúpula de “Podemos” se asignará a sí misma, cuando forme su partido y se pongan a la cabeza del movimiento del 15 de marzo:

    El papel de las vanguardias, que son sólo los núcleos duros de los más conscientes de los trabajadores y los intelectuales próximos a ellos, no consiste en predecir los brotes, sino más bien en comprenderlos y explicarlos en relación con las condiciones actuales del capitalismo, y en ser un estímulo de radicalización que participa como la facción más avanzada en cada lucha. La vanguardia ha de descubrir las principales contradicciones del sistema capitalista y proponer recursos que apunten directamente a ellas. Instrucciones tácticas que deben tener la estrategia revolucionaria como hoja de ruta, y ser tan firmes como las condiciones lo hagan posible -que no es fácil de interpretar-, yendo siempre al límite, pero sin romper el vínculo necesario con los deseos y rencores actuales de las masas: un paso por delante de las masas, pero sólo uno (Lenin ).

    En breve, las vanguardias tienen que apropiarse de los brotes de insatisfacción, o de lucha (como ellos dicen), interpretarlos y encauzarlos, cuidando amorosamente de que las masas sigan creyendo que la vanguardia no hace sino recoger sus propias reivindicaciones. Esta táctica -prosiguen Iglesias y Errejón- difiere mucho leninista, que confiere a las vanguardias profesionales un poder completo para dirigir las masas y sustituirlas en la dirección de la revolución, sometiéndolas a una disciplina férrea y a las depuraciones consiguientes: “Luxemburgo en ese sentido formuló el internacionalmente famoso eslogan: la liberación de los trabajadores será producto de ellos mismos o no será”. Basados en estas palabras, los autores del artículo entienden que la táctica espartaquista proclama la libertad y la democracia en el seno de la clase trabajadora: La libre expresión de las masas y su control sobre la política y el proceso económico es lo que salva a la revolución de la corrupción, la burocracia y la dictadura burguesa. La libertad para todo el mundo es lo que asegura el proletariado pueda ser guiado por la vanguardia sin ser dominado por ella.
    Pero, entiéndase esa proclama en su dimensión verdadera. Porque, en contra de lo que pudiera parecer, en ella no se sostiene, en modo alguno, un régimen democrático; ni se exime de la represión a los enemigos de la revolución (es decir la clase dominante y la de intelectuales o religiosos causantes de las alienaciones). Tampoco supone una concepción moralizadora, sino que sólo propugna el medio táctico más eficaz para la aceleración de la historia hacia la sociedad comunista. Los autores del escrito lo dicen claramente cuando, al final, asumen la siguiente conclusión inspirada en las propuestas tácticas de Luxemburgo:

    Con Rosa podemos caminar el camino de la democracia como una herramienta emancipadora, de la libertad, como un ejercicio cotidiano y permanente. El objetivo no justifica los medios. La represión debe limitarse a la vieja clase de los explotadores. La democracia y la socialización del poder son inseparables del triunfo de la revolución, y ello debido a la eficacia y a razones históricas más que las abstracciones morales.

    El marxismo de Podemos (IV). Rosa de Luxemburgo: la inspiración « Comunión Tradicionalista

  6. #6
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    Re: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    El marxismo de Podemos (V): el espartaquismo con máscara



    Argucias electorales

    Los capitostes de “Podemos” hallarán en la rebelión de los indignados del 15 de marzo de 2011 la ocasión soñada para aplicar su táctica de inspiración espartaquista. Como dice Monedero, el 15 M “es lo mejor que le ha pasado a la democracia en los últimos años”. No sé si habrá sido lo mejor para la democracia, pero sí está claro que ha sido lo mejor para los tetrarcas de “Podemos”. Tres años después crearán el partido que logrará unificar esa sublevación y dirigirla hacia un régimen que, en su mente, se identifica, sin la más mínima duda, con el comunismo.

    En los días de la rebelión de los indignados, los distintos partidos de izquierdas se personaron en sus manifestaciones y acampadas, por ver si podían ponerse a la cabeza del movimiento. No cosecharon sino abucheos y pitadas. ¿Por qué “Podemos” ha logrado un éxito rotundo, donde rotundo fue el fracaso de los otros partidos. La respuesta se halla en su manera de aplicar la táctica de Rosa de Luxemburgo.



    Las rebeliones espontáneas, es decir, no debidas a la existencia de un partido, grupo o persona que las haya convocado, son, por definición, negativas. Se hacen contra algo, no a favor de algo. La de los indignados arremetía contra la penuria económica, los desahucios, la usura, la prepotencia de Europa, las grandes finanzas y, en general, contra el bipartidismo imperante, que había permitido todo eso. No era pues extraño que rechazaran las propuestas de liderazgo que les ofrecieron los partidos existentes. Pero, al mismo tiempo, no era fácil saber lo que positivamente defendían los sublevados.

    Los pasos tácticos para el “empoderamiento”. El uso técnico de las falacias.

    Inspirados de cerca por estos hechos y, de lejos, por Rosa de Luxemburgo, los de “Podemos” excogitaron una táctica consistente en lograr la unidad de las protestas, atendiendo, en su programa y sus discursos, sólo a lo negativo y callando, o relativizando, el designio marxista que está en la cabeza de todos sus jefes. A tal efecto efectuarán una serie de operaciones de engañoso enmascaramiento:
    1) Recolectarán quejas y protestas comunes y se presentarán, no como un partido comparable a los otros, sino como simples adalides de esas protestas, como defensores de la democracia, la dignidad, los derechos, la honradez, y demás. Y, como esas quejas son frecuentemente sensatas y comúnmente admitidas, concluirán que la mayoría de la gente está con ellos:

    Los que quieren que nos movamos en ese eje izquierda-derecha que sitúa la derecha en el PP y la izquierda en el PSOE (…) está asumiendo un eje parlamentario que no es verdad respecto a lo que está pasando. Nosotros pensamos que el eje fundamental es dictadura-democracia. Porque dicen que las decisiones se tienen que tomar en Bruselas y en el Banco Central, en el FMI o constructores que sobornan a políticos en A o en B, y luego estamos los que defendemos los derechos sociales y asociamos la democracia al poder de la gente, a los derechos humanos, a la decencia y al ejercicio de esos derechos. Si logramos que ese eje se imponga en el sentido común de la gente, puede pasar cualquier cosa en estas elecciones y no renunciamos a nada (…). Nosotros creemos que eso es una estafa, que la mayor parte de los ciudadanos está de acuerdo
    con nosotros en que hay que echar a esta casta de mangantes. Y si logramos que la gente se empodere y el mensaje crezca, por qué no les vamos a echar, claro que sí.



    Este discurso de Iglesias digo que es engañoso, porque comete el sofisma que los lógicos llaman falacia del consecuente. Supuesto que una cosa conlleve, o implique, otra, es correcto concluir que cuando se da la primera se da la segunda; pero es incorrecto creer que se da lo primero cuando se da lo segundo. Como la lluvia implica que se moje el suelo, si vemos llover, concluiremos correctamente que el suelo de la calle estará mojado. Pero, si vemos mojado el suelo, de ello no se puede concluir que haya llovido, pues cabe que esté mojado porque lo han regado, fregado o por cualquier otra razón.

    Lo mismo ocurre con lo que dice Iglesias: supuesto que, si se es marxista entonces se rechazan los sobornos (lo cual es mucho suponer), como la mayoría rechaza los sobornos, concluye que la mayoría está con ellos, con los marxistas. Lo cual es perfectamente falaz, pues muchos rechazan los sobornos por razones de honradez cristiana, o natural, sin estar para nada con el marxismo.

    2) Se declararán vanguardias del movimiento ciudadano, en el sentido espartaquista de la palabra. Lo cual conlleva, primero, que su función se reducirá a la de ser un instrumento útil y prescindible, que encauce y canalice las propuestas de lo que Iglesias y Errejónen 2005 llamaban“masas proletarias” y, ahora, llaman “gente”, y lograr lo que antes llamaban “revolución” y, ahora, “empoderamiento”:

    El 15-M es irrepresentable -dice Iglesias-; cualquiera que diga que representa a los movimientos se equivoca. En todo caso, nosotros estamos representados por el 15-M. Que haya mucha gente que se identificara con aquel requerimiento popular de más democracia, que pueda entender que nosotros somos un instrumento útil, será maravilloso. Pero devolvemos la pregunta: no hay ningún problema que se vaya a solucionar simplemente por votar Podemos o votar Pablo Iglesias, la clave es que la gente tiene que empoderarse. Ese es el mensaje fundamental que queremos lanzar.




    Iglesias, colmo de la hipocresía, será capaz de declarar sin ruborizarse que el papel del partido es transitorio, que también lo es su liderazgo y que está dispuesto a desdibujar su propia personalidad para seguir los dictados del pueblo:


    El hecho de que alguien como yo haya tenido que dar un paso así [asumir el liderazgo] es la demostración de la debilidad de la sociedad civil. Ojalá llegáramos a niveles de organización tan amplios del pueblo que hicieran completamente irrelevante qué persona lee el comunicado o qué persona toma la palabra.
    3) Como, de otra parte, las vanguardias tienen que obtener resultados, declararán que la función de “Podemos” consistirá también en evitar la anarquía y dar eficacia práctica al movimiento para producir un cambio en España.:

    Yo no he sido libertario nunca -declara Iglesias- (…) El desafío que tenemos es asumir que hay que estar organizados y que, al mismo tiempo, tiene que existir la discusión y la participación democrática en la toma de decisiones, pero nosotros estamos aquí para ser eficaces. Es decir, Podemos tiene que ser un instrumento fundamental para el cambio en España y no sólo para la deliberación y el debate interno.


    4) Lo que no dirán es la clase de cambio que producirán con efectividad. Al contrario, declararán hasta el aburrimiento que su ideología personal no afecta a su función que instrumental, pues lo importante es lo que decida el pueblo:

    Ahora bien, y aunque es obvio que yo soy de izquierdas, nos circunscribimos demasiado a esta dicotomía izquierda-derecha. Es un juego de trileros, lo importante no es eso sino la gente, el pueblo. Y el pueblo tiene claro que hay que regenerar todo el sistema.



    Gracias a una burda falacia, la cúpula marxista de “Podemos”, por un lado, se declara a sí misma obediente voz del pueblo y, por otro, vanguardia que ha de dirigirlo para dar eficacia al movimiento. Como es consciente del engaño que supone pretenderse a la vez obediente y dirigente, enuncia, a modo de gran descubrimiento, una tontería absurda, como lo hace Monedero cuando dice que podemos demostrará que es posible “mandar obedeciendo”. Dígalo Monedero con la seguridad que quiera; eso, según las leyes milenarias de la lógica, es enteramente imposible. Como imposible es que, (tomadas las palabras en el mismo sentido) uno sea padre e hijo de otro o que un número sea mayor y menor que otro.

    ¡Qué triste la capacidad de ofuscación humana! Los mismos que confiaron en la sonrisa de los bancos, para luego verse por ellos desahuciados, esos mismos confían hoy en “Podemos”, y se verán, no ya sin techo, sino sin comida ni libertad. Aun viendo lo que pasa en Venezuela. Quien desea ser engañado, lo consigue. Lo saben los ilusionistas de “Podemos”. En seguida lo veremos.

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  7. #7
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    El marxismo de Podemos (VI): el espartaquismo sin máscara

    Cuadro de Marisela Rumberg



    También los peces rojos mueren por la boca

    Si lo que dicen los de “Podemos” en los últimos tiempos no fuera producto de un maquillaje deliberadamente falsario, el programa de “Podemos” sería completamente utópico. Podría producir revueltas peligrosas, pero poco duraderas. Sin embargo, Iglesias y los suyos, tienen una idea muy clara de lo que persiguen y del cambio al que debe conducir su aparentemente humilde papel de instrumento de la gente. Para convencerse es de gran utilidad un video colgado en youtube:

    https://www.youtube.com/watch?v=1v430q8Ns7A

    Se trata de una charla probablemente dada a unos universitarios de su cuerda, donde expone sin máscaras la verdadera táctica de “Podemos”. Allí declara que “la política no tiene que ver con tener razón, sino con tener éxito”. Según él, no hay que tratar de convencer a sus posibles electores de las ideas marxistas, porque no son capaces de comprender su lenguaje. Para tener éxito, lo que hay que hacer es utilizar lo que dice la gente y convertirlo en “agregadores”, es decir en herramientas para lograr “la unidad popular”. Vale la pena leer lo que dice en esa charla para hacerse una idea de su forma mendaz de unir a “la gente”:

    Por eso hay que hablar de unidad popular y por eso hay que ser humilde. Y por eso hay que hablar con gente que, a lo mejor no le gusta tu lenguaje y a lo mejor no se identifica con los términos con que tú explicas las cosas. Y eso ¿que revela?: pues una derrota de muchos años. Y es que perder siempre implica eso. Perder significa siempre que el sentido común de la gente es diferente. Eso no es cosa nueva. Eso lo han sabido los revolucionarios toda la vida. Y la clave es conseguir que el sentido común de la gente vaya en una dirección de cambio. César Rendueles, que es más listo que el hambre, dice que la mayor parte de la gente está contra el capitalismo y no lo sabe. La mayoría de la gente defiende el feminismo sin haber leído a Judith Butler ni a Simone de Beauvoir. Cuando ves a un padre fregando lo platos o jugando con sus hija o a un abuelo enseñando a sus nietos que los juguetes se comparten, ahí hay más de transformación social que en todas las banderas rojas que quieras llevar a una manifestación. Y, o entendemos eso, que esas cosas se pueden convertir en agregadores o se seguirán riendo de nosotros.

    De nuevo, aquí Iglesias comete el sofisma del consecuente, cuyo engaño es de todos sabido. Y probablemente Iglesias sabe que, aunque el marxismo predique que se compartan los bienes, no porque un abuelo enseñe a compartir es por ello marxista. Puede hacerlo, por ejemplo, porque es un buen católico. Pero Iglesias aparenta no saberlo, pues ha descubierto que el sofisma en cuestión es de gran eficacia como “agregador”, es decir como método para hacer creer a la gente que defienden lo mismo, cuando en realidad no es así. La táctica de “podemos” consiste en recolectar descontentos y rencores, propuestas y anhelos que no contradigan los presupuestos marxistas. Luego, meten todo ello en su programa y engarzan largas parrafadas defendiéndolo como exigencias éticas, sin decir ni palabra del marxismo. Una vez que por este procedimiento han dado la impresión de defender lo que la gente piensa (aunque esa gente quiera defender cosas muy dispares entre sí), piden el voto para su formación. Y si llegan al poder, establecerán la dictadura del proletariado, declarando que no hacen sino cumplir su programa. Habrán cometido un sofisma del consecuente de proporciones monstruosas, pero habrán tenido éxito; y eso es lo que cuenta para un marxista, como dice Iglesias.



    Sus seguidores dirán, unos: “yo me oponía a los desahucios, pero no quería el comunismo”; otros: “yo odiaba el capitalismo, pero no deseaba la represión ideológica ni las expropiaciones” y, otros más, “yo quería que prohibieran los toros (porque hasta eso lo han metido en su programa), pero nada de todo esto”, etc. Y “Podemos”, consciente de que una vez votados, vale eso de “Santa Rita, Rita, el voto que se da, no se quita”, hará oídos sordos y se perpetuará en el poder, dominando los medios de comunicación, reformando la Constitución y, por si acaso, también la policía y el ejército.

    Conclusión

    Los párrafos finales de la charla táctica en cuestión, nos darán idea de lo que nos espera con “podemos” en el poder:



    Había un compañero que hablaba de los soviets allá en 1905 … aquel calvo con una mancha en la cabeza [Lenin], que era una mente prodigiosa, prodigiosa, lo que entendió fue el análisis concreto de la situación concreta. En un momento de guerra en el que el poder estaba por los suelos en Rusia, dijo una cosa supersencilla, una cosa muy sencilla a todos los rusos, fueran soldados, fueran campesinos o fueran trabajadores: les dijo “paz y pan”. Y cuando dijo “paz y pan”, que era lo que quería todo el mundo, que acabara la guerra y poder comer, entonces, un montón de rusos, que no tenían ni idea de si eran de izquierda o eran de derechas, que básicamente tenían hambre, dijeron: “pues va a tener razón el calvo este”. Y al calvo le fue muy bien. No le dijo “materialismo dialéctico” al pueblo de su país, le dijo “paz y pan”.

    A Lenin le fue muy bien con los rusos, pero ¿cómo les fue a los rusos con Lenin?



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  8. #8
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    Re: Seminario de formación: Podemos: ¿populismo o marxismo?

    IGLESIAS, KHALEESI Y ROSA LUXEMBURGO

    JUAN MANUEL DE PRADA





    CON la autoridad –refrendada por Twitter– que nos da ser uno de los mayores expertos mundiales en la serie Juego de tronos, escribíamos hace un año en este mismo periódico que, en una traslación de los avatares de la serie a la política nacional, Pablo Iglesias sin duda encarnaría a Khaleesi. El propio Iglesias nos lo confiesa ahora, aunque sea de manera tácita (porque es propio de las almas privilegiadas cultivar la virtud de la modestia), cuando explica las razones por las que regaló un pack de Juego de tronos a Felipe VI: «En Poniente, como en nuestro país, hay un viejo mundo que se desmorona. Los intereses cruzados de las distintas familias han sumido a los reinos en la miseria, la violencia y la tristeza. (…) Los políticos del viejo orden se atrincheran en sus despachos como el rey Joffrey en su Trono de Hierro, o juegan como Meñique con mentiras y triquiñuelas. Mientras, Khaleesi avanza con el convencimiento de que la fuerza es la de la gente, la de los esclavos que no luchan por su reina sino por su propia libertad».


    Pero, ¿qué representa Khaleesi en el imaginario político de Pablo Iglesias? Sin duda, el espartaquismo de Rosa Luxemburgo. En «El marxismo de Podemos: un experimento espartaquista», el más clarividente análisis que hasta la fecha se ha escrito sobre Podemos, José Miguel Gambra desentraña con rigor doctrinal, vastos conocimientos de ciencia política y la exactitud apabullante de los argumentos lógicos la filiación ideológica de Pablo Iglesias, así como los métodos empleados por su partido en la conquista del poder, que son los mismos preconizados por Rosa Luxemburgo. Frente a los socialdemócratas de la época (partidarios de cooperar con la democracia, a la espera de que el capitalismo fracasase por su propia inercia y la burguesía se ahogase en su vómito decadente) y a los leninistas (que querían que una minoría de vanguardia condujese a las masas, mediante una disciplina feroz, a la dictadura del proletariado), Luxemburgo planteaba una tercera vía, consistente en aprovechar estallidos populares espontáneos, para encauzarlos hacia un fin estratégico que, por supuesto, es la conquista del poder. Así, Pablo Iglesias, más listo que el hambre, aconseja a sus seguidores en una charla íntima (pero sus seguidores, menos listos, lo colgaron en el yutú): «Por eso hay que hablar de unidad popular y por eso hay que ser humilde. Por eso hay que hablar con gente a la que, a lo mejor, no le gusta tu lenguaje y a lo mejor no se identifica con los términos con que tú explicas las cosas. (…) La clave es conseguir que el sentido común de la gente vaya en una dirección de cambio. (…) O entendemos eso, que esas cosas se pueden convertir en agregadores, o se seguirán riendo de nosotros».


    Queda así perfectamente explicada la estrategia de Pablo Iglesias, que es la misma de Rosa Luxemburgo y la Khaleesi en Juego de tronos. Aprovechar los nobles anhelos, y también la rabia y el descontento de mucha buena gente contra un sistema opresor que rechaza por diversas razones (por repulsa natural ante la injusticia, o por adhesión al Evangelio, por ejemplo) como agregadores de la causa marxista, disfrazada de exigencia ética hasta que se logre la conquista del poder. Mientras tanto, las masas engañadas piensan ingenuamente, como los secuaces de Khaleesi, que «la fuerza es la de la gente, la de los esclavos que no luchan por su reina sino por su propia libertad».


    «¡Qué triste la capacidad de ofuscación humana!», escribe melancólicamente Gambra. Y es que las masas, esclavizadas por la usura internacional y animalizadas por los derechos de bragueta, se obnubilan ante la fúlgida melena de Khaleesi, olvidando que detrás de ella vienen sus dragones, dispuestos a imponer un reinado de fuego.







    Histórico Opinión - ABC.es - lunes 20 de abril de 2015

  9. #9
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