Carta de Franco a Manuel Senante

Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco




Palacio de El Pardo, 6 de abril de 1955.

Señor Don Manuel Senante.


Mi estimado y distinguido señor:

Recibí la carta que en la fecha del centenario de la muerte del Rey tradicionalista D. Carlos me dirigís, con motivo de la alusión que hice al grupo de integristas en que, al parecer, figuráis, y a la que por vuestro recto historial y consideración personal que me merecéis no quiero dejar sin respuesta, tanto más si con ella puedo aclarar hechos que ya son parte de la historia.

El que por la responsabilidad política que asumo me vea obligado, de tarde en tarde, a aclarar posiciones que destruyan las especulaciones que fuera del país se hacen sobre supuestas o reales pequeñas disidencias, no quiere decir que pretenda herir o no guarde la máxima consideración y respeto a las opiniones ajenas, por equivocadas que éstas puedan considerarse.

Siempre he guardado al tradicionalismo en general el cariño y la gratitud que merece por la gran asistencia y sacrificios que nos ofrecieron en nuestra Cruzada y por haber conservado a través de un siglo sin contaminación ideales y doctrinas tan esenciales para la vida de la Patria: la integridad de los principios católicos que define nuestra Santa Iglesia y el repudio del liberalismo, que tantas desdichas acumuló; pero para ganar la guerra, como para ganar la paz y asegurar el futuro, era y es indispensable la unidad política de los españoles, con supresión de los partidos, los particularismos y las facciones. Así lo solicité en hora solemne y muchos son los tradicionalistas que, escuchando mi llamada, se integraron en el Movimiento, posponiendo lo particular a lo esencial, y a cuya lealtad y adhesión he correspondido siempre, sirviendo en todo cuanto es posible y dentro de la unidad de los españoles a la realización de su ideario.

Por todo ello me es muy agradable compartir su recuerdo y rendirle homenaje a aquel buen tradicionalista y español, Don Juan Olazábal, muerto alevosamente en la cárcel de Bilbao y a quien considero como uno de nuestros gloriosos mártires; aunque desconozco en sus detalles la parte que haya podido tener en la gestación de nuestro Movimiento. Generalmente conocemos la parte en que hemos sido actores, pero por la enorme extensión del territorio y la acumulación de acontecimientos posteriores, otra gran parte ha quedado ignorada. ¡Cuántos héroes y mártires habrán quedado sin el debido relieve entre la pléyade de nuestros caídos!

Esta circunstancia de la dispersión de los acontecimientos hace que podamos ignorar la parte que en la Cruzada haya podido tener el albacea testamentario de Don Alfonso Carlos, Príncipe Don Francisco Javier de Borbón, ni referencia sobre las armas que me dice adquirió en Bélgica, con las que nunca contamos y que en todo caso habrán constituido una pequeñísima aportación para el armamento de un Ejército. Así, conociendo la decisión favorable de Don Alfonso Carlos para la unión de los tradicionalistas al Alzamiento, desconozco, sin embargo, en muchos detalles la parte que en él tomaron los distintos miembros de la Tradición.

He tenido, sin embargo, por mi puesto al frente del Alzamiento, conocimiento de otros hechos que pudieron tener gravísima trascendencia para la suerte de la guerra, que tal vez le hayan a usted ocultado o los conozca parcialmente. Se trata de la gravísima situación que en vísperas del Alzamiento creó el Sr. Fal Conde con sus exigencias, al querer condicionar en su última hora, cuando el Movimiento ya no podía contenerse, la cooperación de los tradicionalistas a que el General Mola se comprometiese a aceptar como uno de sus fines el de instaurar la Monarquía que él patrocinaba. Al negarse el General terminantemente a ello, Fal partió para Estoril a ver a Sanjurjo con análoga pretensión. La situación del General Mola podía haber llegado a ser desesperada si lanzado el Movimiento la gente de Navarra no le hubiera respondido. Mas enterados los Jefes tradicionalistas de Navarra de su estado de ánimo, le visitaron para anunciarle que estuviera tranquilo, que los tradicionalistas de Navarra se unirían por sí al Alzamiento por Dios y por España. Así lo escuché de labios del General Mola en mi primer encuentro con él en Burgos.

Con esto no hacía más que confirmar su actitud de meses antes, cuando la gravedad de la situación política hacía vislumbrar un derrumbamiento, en que por conducto de mi hermano político, el tradicionalista Don Alfonso Jaraiz, le pedí, dando por hecha la asistencia de los tradicionalistas frente a una hecatombe, que me pusiese en un mapa el número de hombres con que podíamos contar en las provincias y en las capitales para unirse al Ejército en caso de emergencia, a lo que se negó terminantemente condicionándolo a que se fuese por un Rey de su gusto.

No es extraño, pues, que desbordado por el entusiasta espíritu de la Comunión, tuviera que seguirles a la Cruzada, aunque llevando a ella su consecuente espíritu de disidencia.

Si en consideración al tradicionalismo y en holocausto de la unidad hemos callado estas miserias y equivocaciones del que fue su Jefe, he creído conveniente exponérselas por vuestra rectitud y buena fe, suponiendo que en una buena parte las desconoceréis.

Con la expresión de mi consideración personal, le saluda atentamente,

[No aparece firma o está prácticamente borrada en esta copia de la carta]