Entrevista a Franco que da origen al debate
Fuente: El noble final de la escisión dinástica. Francisco Melgar. Conde de Melgar. Cuadernos de Política e Historia. Madrid. 1964. Páginas 201 – 203.
DECLARACIONES DEL GENERALÍSIMO FRANCO TRAS SU SEGUNDA ENTREVISTA CON DON JUAN
(“Arriba”, domingo 27 de febrero 1955.)
(En relación con el tema estudiado en este libro, el Generalísimo dijo lo siguiente:)
– ¿Hubo, en realidad, crisis de las personas en el reinado de Don Alfonso XIII y de su Augusta Madre?
– Creo que todos vamos estando en España conformes en que lo que en él hubo fue crisis de todo un sistema. Frente a las campañas de difamación que vinieron haciéndose contra las personas para destruir la Monarquía y los vicios y defectos del propio sistema, poco podían el patriotismo y la buena voluntad de las personas. De todas aquellas calumnias con que se intentó minar su prestigio nada se pudo demostrar en los cinco años de República.
– ¡Qué actualidad tan grande tendría que Vuestra Excelencia, que vivió intensamente la vida de España en aquella etapa, quisiera, con su autoridad, decirnos en esta fecha algo de su juicio personal sobre Don Alfonso XIII!
– Lo haré con mucho gusto, pues juzgo sería una injusticia que las generaciones que no le conocieron, aceptando tópicos revolucionarios, pretendiesen cargar sobre su figura o la de su Augusta Madre, aquellos males que bajo sus reinados la Patria sufrió y que no estaba en sus manos el evitar.
El haber nacido bajo el signo de la Monarquía constitucional y parlamentaria, convertida de hecho en una República coronada, con la irresponsabilidad legal de los monarcas, fatalmente les tenía que llevar a presidir los acontecimientos a que los sistemas demoliberales conducen. Educado, como tantos príncipes para esa misión, a prescindir de su voluntad y ser sujeto pasivo e irresponsable en los acontecimientos, sus buenas cualidades forzosamente habían de perderse en los mares revueltos de los egoísmos, de las concupiscencias y de las pasiones de los partidos.
Si al hombre más destacado de su época le hubieran colocado a los dieciséis años a presidir los destinos de la nación ¿cuántos errores y ligerezas hubiera cometido? Sin embargo, en Don Alfonso XIII brillaron la prudencia y el buen sentido y nada importante puede en ese orden reprochársele. El mismo suceso que sirvió de argumento a los viejos políticos despechados para destronarle: el haber aceptado el hecho de la dictadura del general Primo de Rivera, otorgándole su confianza, constituyó el acto más popular y los años más fecundos de su reinado.
Los que sin implicaciones políticas ni cortesanas le conocimos y lealmente le servimos, somos testigos de excepción de sus virtudes y grandes afanes, malogrados por la ineficacia de todo un sistema.
– Dos cosas hay, sin embargo, que los españoles no aciertan a comprender: la separación de Primo de Rivera y el abandono y salida de la nación del último monarca. ¿Cómo pueden explicarse?
– Esos actos forman parte de todo un proceso político encadenado. La honda crisis del régimen político, constitucional y parlamentario, y su incapacidad para gobernar, hicieron necesaria la dictadura. El propio general anunció su llegada como un paréntesis dentro de aquel régimen, y así acabó siendo. Ni unos ni otros se apercibieron de que la dictadura no podía ser un paréntesis, sino un puente que había de conducirnos a otro sistema que, devolviéndole a la institución monárquica su virtualidad y liberándola de sus muchos defectos, hiciese posible el progreso y el buen gobierno de la nación. Al no haberlo acometido a su tiempo hizo que cuando se intentó le faltasen al general el ambiente y los apoyos para realizarlo; su estado de salud, la vacilante asistencia del Ejército y su dimisión, permitieron que las intrigas y ambiciones de los viejos políticos, con apariencias de servir a la opinión pública, abriesen las puertas a la revolución.
No creo sea aventurado decir que en cada momento Don Alfonso XIII intentó servir a la opinión pública a través de las agrupaciones políticas que el país le ofrecía, sacrificando su opinión personal.
Su marcha fue la última consecuencia de todo aquel sistema… A Don Alfonso XIII le tocó ser la víctima.
– Una última pregunta mi General: V.E. conoce cómo se especula fuera de las fronteras… con la disidencia tradicionalista de los partidarios de un príncipe francés. ¿Querría decirnos S.E. algo que salga al paso de estas especulaciones?
– Aunque tengan poca importancia, no me parece mal el desvirtuarlas con nuestra aclaración, pues aunque debe preocuparnos poco lo que se diga fuera de las fronteras, que si no especula con esto, en su eterna mala fe especulará con otra cosa, creo, sin embargo, tiene un especial interés para los de dentro… Respecto a esos tradicionalistas a que la Prensa extranjera alude, y que nos presentan como seguidores de un príncipe extranjero, no pasan de ser la especulación de un diminuto grupo de integristas, apartados desde la primera hora del Movimiento, sin eco en la nación. Lo que interesa de verdad a los miembros que pertenecieron a la vieja Comunión son el contenido y las esencias de esa Monarquía, por la que lucharon en tres guerras y que mantuvieron con fidelidad durante más de un siglo, y que están encarnados hoy en nuestro Movimiento, como así reconoció en nuestra Cruzada, en carta que me dirigió el propio príncipe francés a que hoy aluden.
Marcadores