Este también tiene sus (muchos) bemoles (como por ejemplo el uso de anglicismos innecesarios) pero algo se puede rescatar.
Mito: En Estados Unidos los hombres no son machistas, ni homofóbicos…
febrero 3, 2007 in Sexismo
Hace algunos años participé de una conferencia en Nueva York. Fui con un grupo de mi universidad. Antes de llegar al hotel de N.Y., nuestro profesor ya había escogido nuestros cuartos.
Cuando mi roomate boricua y yo llegamos al cuarto, nos dimos cuenta de que sólo había una cama king. Pensamos que era extraño ya que cuando se reservaron los cuartos se dijo que eran cuartos donde irían múltiples personas. No obstante, cuando nos dijeron que eso era lo único que quedaba (claro, pa’ los browns…), nos resignamos.
Por la noche, cuando nos tocó el tostón de decidir cómo dormíamos, simplemente tiramos una línea de almohadas en el medio de la cama y cada quién cogió su lado. Así dormimos 10 días completos y a nadie se le cayó un canto.
Uno de los días que estaba en comité, le comenté a una de mis compañeras norteamericanas sobre nuestros sleeping arrangements y ella me dijo:
– Oh, really? The guys on our group would never do something like that.
– O.k. So…where are they sleeping? – pregunté yo.
– Um… well one is sleeping on the bed, the other in the closet, and the other in the tub and they switch everyday.
– You’ve got to be kidding.
– No, I swear.
– But why?
– Well, they’re afraid they’re going to touch each other in their sleep.
Era, simplemente, increíble. Cómo por no estar en la misma cama con otro hombre (una cama KING que uno se pierde en eso), prefirieron dormir en el closet y en la bañera.
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Conozco varias mujeres puertorriqueñas que han realizado su sueño más preciado: mezclar su sangre con la de un hermoso gringo blanco de ojos claros. Sin embargo, estas mismas compañeras que tan deseosas estaban de casarse con un estadounidense, no tenían planes de cambiarse su apellido.
Me imagino que aquell@s de ustedes que adoran a Estados Unidos saben que aquí la identidad de la mujer desaparece a la hora del matrimonio. Ella pasa de tener el apellido del padre (solamente) a tener el del marido (solamente). En todos los documentos oficiales se ven como Fulanita Smith y pa’l carajo si alguna vez se llamaron Fulanita Frontera González Urraca.
La cuestión es que estas mujeres, ninguna de ellas quería cambiarse el apellido. Ellas querían mantener esa parte de su identidad intacta porque, al fin y al cabo, ellas no son propiedad de sus maridos, sino que han entrado de forma voluntaria e independiente a este pacto. No obstante, mi admiración inicial por su determinación de mantener su apellido materno y paterno, se va esfumando poco a poco. Todas las chicas que conozco que se han casado con americanos terminan cambiándose el nombre si no completa, parcialmente.
¿Por qué? ¿Por qué ninguna mantiene su promesa inicial? ¿Por qué ninguna le dice a su marido-to-be lo que nos dicen a nosotros acá en la intimidad boricua? Todas empiezan…pero ninguna termina. ¿Y cuál es el golpe mágico que dan los caballeros andantes de ojos claros? “Es que eso del apellido es muy importante para ellos. Es como ‘honrarlos.’”
Discúlpenme un segundo en lo que vomito.
Okay… es que de momento me desperté y creía que estábamos de vuelta en el siglo 16. ———————————————————-
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