Jesús María Ferrando Valls: carta de adhesión a S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón

2 diciembre, 2016


Con motivo de la calamitosa declaración emitida por la llamada C.T.C. a la que, en estas páginas, contestó recientemente la Secretaría Política de la Comunión Tradicionalista, Jesús Ferrando, haciendo honor a su vieja estirpe de carlista valenciano, ha remitido la carta que con el mayor gusto publicamos a continuación. Todo un ejemplo.






A primeros de este mes, con motivo de la celebración el 4 de noviembre de la festividad de la Dinastía legitima, se publicó en la revista Ahora Información un artículo titulado «En el día de la Dinastía Carlista, declaración de la Comunión Tradicionalista Carlista ante la cuestión dinástica». En él se afirmaba que la Comunión Tradicionalista Carlista carece de un Rey a su cabeza y hacía referencia a dos príncipes carlistas, D. Carlos Javier y D. Sixto, no reconociendo a ninguno de los dos como sucesores de la Dinastía legitima. Al primero por sus palabras y a D. Sixto por sus actos, cito literalmente.

En relación a D. Carlos Javier, no voy a comentar nada por haber quedado perfectamente aclarado en la nota publicada por la Secretaría Política de la Comunión Tradicionalista todo lo relacionado a este respecto.

Tal vez sólo llamar la atención sobre con qué facilidad determinadas personas, dirigentes de una determinada organización política como pretende ser la CTC, en nombre de no sé qué poder, se otorgan la capacidad de determinar quién debe ostentar la titularidad de la corona de nuestra Patria.

Yo no voy a cometer tal osadía, entre otras cosas porque por más que me empeñe, mis insignificantes capacidades tienen una incidencia nula en tan regia cuestión. Ya puedo dedicar todos mis esfuerzos encadenando opiniones más o menos reflexivas, argumentaciones igualmente razonadas, frases bien estructuradas, que por más que me esfuerce siempre terminaré chocando con el muro de la realidad construido con el hecho objetivo de que D. Sixto es el Abanderado de la Tradición por deseo explicito de D. Javier y custodio por tanto del los derechos legítimos de la Corona.

Ya ha sido también muy bien explicado por la Secretaria Política de la Comunión Tradicionalista que D. Sixto realizó todos los esfuerzos por encontrar en sus sobrinos D. Carlos Javier y D. Jaime, los cinco principios que avalan la legitimidad postulados por el Rey D. Alfonso Carlos.

Es por eso que D. Sixto, en su esfuerzo estéril de transmitir el testigo de la legitimidad dinástica a sus sobrinos, mantiene la observancia con su filial y lealísima responsabilidad de custodiar los principios de la tradición hispánica.

D. Sixto se mantiene firme en su puesto como Regente, frente a los que con actitudes derrotistas afirman que en D. Sixto no hay futuro arguyendo motivos de edad, salud o falta de descendencia.

Frente a la incertidumbre del futuro, la certeza que en la persona de S.A.R. existe un presente cimentado en la verdad, en la no claudicación de los principios de siempre del carlismo: nuestro glorioso cuatrilema Dios, Patria, Fueros y Rey.

Esta afirmación la hago porque he recibido de Dios la gracia inmerecida de haber podido conocer y conversar con D. Sixto durante amplios y especialísimos momentos, y os quiero compartir a todos con el mayor de mis entusiasmos que he conocido a una grandísima personalidad que entre otras muchas virtudes goza de las de ser sabio, ecuánime y conciliador.

He sido testigo presencial del acogimiento que S.A.R. ha dispensado a tantos carlistas como se le han acercado, sea cual sea su procedencia, dispensándoles un trato con verdadero afecto paternal y ejerciendo en su regia persona la verdadera unidad que tanto anhela el carlismo bienintencionado.

Esa unidad que surge de lo que verdaderamente somos los carlistas, unidad al sentirnos capitaneados por aquel que es el receptor por voluntad de nuestro queridísimo Rey Javier I de todos los principios comunes que unen con lazos del ideal.

Un ideal que D. Sixto lleva custodiando más de 40 años, pese a la feroz persecución de los enemigos de la Causa, llámense revolucionarios, liberales o aquéllos que lo abandonaron aun llamándose carlistas por miedo a ser acusados de no servir a lo políticamente correcto, o por respetos humanos han mirado hacia otro lado renegando de quien sostiene con brazo firme la bandera de la Tradición.

Hasta la fecha jamás me había manifestado por escrito en ningún medio, ni en las redes sociales de las que no soy usuario, refiriéndome a este asunto. Siempre que he querido tratar asuntos de relevancia sobre el carlismo he procurado hacerlo en los foros destinados a este fin, siempre en persona dando la cara y manifestando pública o privadamente lo que pienso en relación a estos menesteres del carlismo. Es por eso que en las altas instancias de la CTC se me ha calificado como persona incómoda, cuando siempre desde el respeto pero sí con la vehemencia que requieren la verdad y la justicia he defendido los principios de la Comunión Tradicionalista, organización a la que pertenezco desde que tengo uso de razón.

La voluntad de Dios quiso que naciera en el seno de una familia carlista, hecho al que estaré eternamente agradecido, por haber puesto en mi camino tanta gente buena.

Ya mi tatarabuelo y mi bisabuelo lucharon en las guerras carlistas, mi abuelo sufrió la persecución durante la guerra civil por ser tradicionalista. Mi tío Rafael, hermano mayor de mi padre, luchó en el Tercio de Requetés de San Miguel hasta el final de la Cruzada.

Finalizada la guerra civil toda mi familia se mantuvo leal al Rey Javier, recibiendo tanto mi abuela como mi abuelo, la distinción de Dama y Caballero de la Legitimidad Proscrita. Más tarde la recibiría mi tío Rafael, también de la mano de D. Javier.

Mis nueve tíos estuvieron siempre al servicio de la Comunión Tradicionalista, siempre en los puestos donde la misma los requería, unos con más visibilidad política y otros desde donde la Causa les exigía su más discreta acción.

Mi tío Rafael mientras vivió D. Javier fue jefe regional de la Comunión Tradicionalista y miembro del Consejo de D. Javier, al cual visitaba tantas veces así lo requería el Rey desde su exilio a Francia. Fueron varias las ocasiones que vinieron distintos miembros de la Familia Real a Valencia, teniendo el grandísimo honor por parte de mi familia de recibir su visita en casa de mis abuelos. Honor que pude sentir personalmente después de tantos años al recibir en Valencia a S.A.R. D. Sixto el pasado 17 de abril.

Tras la defección de D. Carlos Hugo, fue mi padre el que asumió la responsabilidad política de la Comunión Tradicionalista en Valencia, así como la jefatura del Requeté en Valencia nombrado por D. José Arturo Márquez de Prado a instancias de D. Sixto.

Recuerdo pese a mi corta edad y coincidiendo con la muerte de Franco, la gran preocupación de mi abuelo Federico junto a mi padre en relación a las posturas ideológicas que iba tomando el príncipe D. Carlos Hugo en la dirección del denominado socialismo autogestionario.

Estas mutaciones ideológicas produjeron una triste división en mi familia, alineándose algunos de mis tíos con D. Carlos Hugo y mi padre junto a otros hermanos con D. Sixto, tras la desautorización de D. Javier hacia D. Carlos Hugo, a la vez que descargaba todo el peso de la custodia de la Tradición hispánica en D. Sixto como Regente y Abanderado de la Tradición.

Luego vinieron los acontecimientos de Montejurra 76, de grandísima factura política y mediática, donde los desgraciados acontecimientos marcados por una oscura versión oficial de los hechos, sirvieron de excusa provocada para consolidar los planes del actual sistema.

Sólo D. Sixto junto a un puñado de leales supieron hacer frente a esa maléfica conspiración aun a costa de su reputación, hacienda e integridad física.

Acordémonos de nuestro queridísimo José María Arrizabalaga fiel a D. Sixto. Cómo a manos de los que compartían ideas con los que quisieron enterrar el carlismo en el viejo monte, fue cobardemente asesinado.

Nadie en su sano juicio puede poner en riesgo lo que hoy llamaríamos su área de confort, su profesión, su patrimonio, su reputación, su familia, sus círculos de amigos, su libertad, su vida en definitiva. Si no fuese por convicciones que traspasan lo trascendente, los hombres cabales toman decisiones y realizan acciones que ante la incomprensible mirada de propios y ajenos les impulsan a llevar hasta las últimas consecuencias lo que reza en las ordenanzas del Requeté «jamás harás pactos en sacrificio del Ideal».

La Historia pondrá las cosas en su lugar, los que ahora se escandalizan de la determinación de D. Sixto, se les llena la boca de odas, recreándose en su alardeada sapiencia recitando las gloriosas gestas españolas forjadas a cruz y espada.

¡Qué contradicción!

Yo estoy orgulloso de servir a mi Señor.

¡Viva D. Sixto!


Fdo. Jesús María Ferrando Valls



Fuente: COMUNIÓN TRADICIONALISTA