De nuevo: ¿Quién es usted, Sr.Putin?
Esta pregunta, planteada al principio de la carrera de Putin, fue formulada durante la transmutación del lenguaje político de la Rusia contemporánea del modernismo al postmodernismo. El modernismo clásico de la Ilustración ve a Putin más como un ser humano, una personalidad con características particulares, y menos como un político. En el posmodernismo, una personalidad es un espacio vacío, fragmentos de un discurso en un contexto lingüístico. La imagen de Vladimir Putin no se deriva del conocimiento acerca de él o de un análisis de sus acciones, sino a partir de juegos de lenguaje.
Cuando personas que conocen bien a nuestro Presidente escuchan lo que se dice de Putin en Occidente, se caen de sus sillas. Esto sucede porque el Putin que Occidente ha imaginado no existe. Hay informaciones y juegos de lenguaje sobre Putin creándose tanto en Rusia como en Europa, y
la fea imagen que Occidente está dando de él no tiene nada que ver con nuestro Presidente. Los occidentales ven a Putin como un "enano político" sin ninguna ideología, un protegido de los círculos más reaccionarios y de los servicios secretos más terribles; una persona sin ningún futuro político y sin ningún respeto por la democracia. Nosotros, por el contrario, tratamos con otro Putin. Él es un producto de nuestro estilo más oficioso, ceremonial.
Putin no existe simplemente como una persona. [...] [L]a la construcción del imperio euroasiático [se realizará] con Putin como un instrumento de su creación. Si Putin fue o no elegido en los pasillos secretos de los servicios secretos rusos para poner en práctica esta hazaña de la construcción del imperio, es algo que sigue siendo un misterio. Esto no puede ser refutado o confirmado.
El proyecto "Vladimir Putin y el Imperio euroasiáico" es no sólo el pasado, el presente y el futuro. Un visionario actúa en un espacio donde el pasado y el futuro coexisten.
Lo que Putin y su entorno piensen sobre esta sorprendente y atractiva imagen de un personaje histórico es menos importante que la forma en que entendemos la esencia y los contextos del proyecto imperial dentro del cual son posibles tales transformaciones. Como dijo una vez el romántico alemán Novalis, aprendemos más acerca de la esencia de la antigüedad de los cuentos de hadas que de las crónicas históricas detalladas. Sólo personas totalmente ineptas y mentalmente deficientes, como el temprano Ludwig Wittgenstein o los positivistas, pueden argumentar que un investigador necesita hechos atómicos. No hay tales hechos: han sido buscados por personas más dedicadas que estos filisteos contemporáneos rusos, de hecho, por mentes más penetrantes y agudas.
Putin como una persona real, simplemente no existe, y la versión propuesta por Jean Parvulesco merece contemplarse seriamente, porque intelectual, estilística y visualmente gira en torno a la metafísica misma de nuestro Gran Espacio y de nuestro gran pueblo. Por eso es por lo que
"Putin como el constructor del gran imperio euroasiático" es la comprensión más correcta y realista de su misión, mientras que toda la basura diseminada tanto en su contra como a su favor, pronto se pudrirá.
Putin como el constructor de imperios sobrevivirá, incluso si él mismo rechaza esta imagen. Constituirá todavía el retrato de nuestra época, no sólo de Putin en sí mismo, sino de Rusia.
El Imperio euroasiático se integra inevitablemente en el dogmático curso de las cosas. Esto es entendido por Robert Gates y Geoffrey Hosking, así como por toda la élite occidental que domina el mundo contemporáneo.
El imperio euroasiático fue, es y siempre será, y Putin está obviamente relacionado.
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