Revista FUERZA NUEVA, nº154, 20-Dic-1969
Desfalangizar
Los acontecimientos del llamado “Mayo rojo” de París nos probaron, por si no tuviésemos bastantes ejemplos en nuestra propia historia de España, cómo actúan los regímenes conservadores. Algunos sectores de obreros y estudiantes, cada grupo con sus inquietudes, reivindicaciones y sectarismos, se lanzaron a una revolución (con minúscula) que acabó teniendo un carácter político marcado, una orientación que fácilmente pudo reconocerse: puños en alto, banderas rojas, firmas de “intelectuales”, gritos de libertad, etc. ¿Eran acaso comunistas los manifestantes del “Mayo rojo” parisino? A mí entender, la mayoría no lo eran. Lo que ocurrió, como en todas partes del mundo vino ocurriendo, es que la minoría política comunista, como todo núcleo activista, es la que se encargó de politizar y dar color a esos sectores franceses, a los que faltaba una mística revolucionaria que el régimen del general De Gaulle no había ofrecido nunca.
Pero es entonces cuando hacen su aparición las derechas francesas. Mas nada de enfrentar a los comunistas otra ideología que fuese capaz de arrastrar a la juventud disconforme. Simplemente convocaron un “frente anticomunista” que, a mí particularmente, me suena a algo tan insípido como aquella C.E.D.A. española de antes de la guerra. Resultado: dominación sólo temporal por parte del Gobierno francés y… ¡hasta la próxima!
La derecha española, esa misma que ahora (1969) comienza a pedir desde los periódicos capitalistas la “desfalangización” del Movimiento, hizo igual hasta 1936, pero a partir de este momento fue más lista, pues supo rodearse de una mística revolucionaria auténtica, como es la falangista. El pueblo no creyó seguir a los viejos poderes mil veces fracasados, sino a una nueva teoría revolucionaria, juvenil y social. ¿Será tan ingenuo el capitalismo español para considerar ahora que el falangismo ya está exprimido? ¿O será que quieren colocarnos de nuevo, colocándose ellos mismos, los “prohombres” de la política rancia de antes de la guerra?
“Desfalangizar” el Movimiento Nacional, además de injusto, de difícil consecución y de arriesgadas consecuencias, políticamente hablando, sería un fracaso, ya que los conservadores españoles sólo pueden oponer al comunismo una postura negativa, “anti”. El conservadurismo español no tiene ni ha tenido nunca programa social y por tanto no tiene futuro. Por otra parte, “desfalangizar” el Movimiento sería entregar todas las bazas a los que quieren llevar el falangismo hacia el socialismo, dejando al Movimiento huérfano del ala que promueve más inquietudes sociales. Y esto sería, para los conservadores y capitalistas, más peligroso que para nadie, porque a larga triunfará lo innovador, lo socialmente revolucionario, llámese falangista, socialista, justicialista o comunista, sobre las telarañas de la política arcaica y egoísta.
¿Qué revolución de todas estas y otras parecidas triunfará en el mundo? Es difícil adivinarlo, pero lo que sí está claro es que, al menos en España, la doctrina social del Movimiento, que todos sabemos de dónde ha sido recogida, ha frenado ideológicamente al comunismo y a todos los partidos de izquierda, todo ello a base de logros sociales. Y también está claro que la juventud no se detendrá y que a esa juventud hay que ofrecerle un programa social auténtico, dejando definitivamente a un lado los “frentes anticomunistas” al estilo francés, que únicamente son soluciones de urgencia. Basta recordar al respecto aquel aviso que en ocasión polémica a lo vivo, lanzó José Antonio: “… ¿Qué nos dicen las derechas en sus manifiestos electorales? Si el rencor es la consigna del frente revolucionario, simplemente el terror es la consigna del frente contrarrevolucionario… Todo son gritos: “Que se hunde esto, que se hunde lo otro”. El grito que se da al rebaño en la proximidad del lobo para que se apiñe cobarde. Pero una nación no es un rebaño: es un quehacer en la Historia”.
En España, todo lo que venga, tiene que venir como consecuencia de los ideales del 18 de julio, fecha en la que se unieron todos los buenos españoles, tanto requetés, monárquicos, falangistas, como simples militantes de organizaciones católicas. La unidad esas fuerzas, tanto entonces como ahora (1969) es la única garantía de continuidad del prestigio español. ¿Por qué están dispersándose y no se agrupan todas ellas para lograr formar un frente único? Estamos con Ramiro Ledesma Ramos cuando decía: “Resumimos así el panorama de los últimos cien años: Fracaso de la España tradicional, fracaso de la España subversiva (ambos en sus luchas del siglo XIX), fracaso de la Restauración (Monarquía Constitucional), fracaso de la dictadura militar de Primo de Rivera, fracaso de la República. Vamos a ver cómo sobre esa gran pirámide de fracasos se puede edificar un formidable éxito histórico, duradero y rotundo”.
Por eso, a mí todo aquel que trata de dividir, y que conste que reconozco que el Movimiento Nacional es plural, me huele a egoísta y a traidor. Porque es indudable que la unión de todas estas fuerzas son los cimientos en los que hay que edificar el “éxito histórico duradero y rotundo” del que nos hablaba Ramiro Ledesma. El ambiente para lograr ese éxito, del que disfrutarán todos los españoles, está preparado por estos treinta años de paz, progreso y unión. Los españoles estamos prestos. La atmósfera cargada. Toca hablar ya, no a los “desfalangizadores” ni escisionistas que buscan el reenganche, sino a los auténticos hombres de 18 de julio.
J. M. de Larrañaga
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