Revista FUERZA NUEVA, nº 157, 10-Ene-1970
LOS NOSTÁLGICOS
El día 4 de diciembre (1969), en el diario “Ya”, publicó Rafael Narbona un artículo que tituló “Los nostálgicos”. Los nostálgicos son los falangistas que todavía no han muerto. El articulista aclara que no es falangista. No hacía falta ninguna que lo aclarara. (…)
Además, el señor Narbona escribe en un diario que tampoco es falangista y que pertenece al grupo que en los primeros años de la Falange, antes de la guerra del 36, informó lo menos que pudo sobre las vicisitudes del movimiento joseantoniano, deformando, siempre que tuvo ocasión, la doctrina política de la Falange. Cosa que, a pesar de sus esfuerzos, no han podido olvidar los falangistas que todavía viven.
No sé si por ignorancia o por mala intención -no quisiera creer esto último-, el articulista sienta toda una serie de afirmaciones en las que juega con medias verdades. A veces, ni con medias siquiera. Y aunque comprendo que en un breve artículo no podía sintetizar tantas cosas como en él amontona, creo que no es honesto jugar tan irresponsablemente con cosas tan serias.
Por eso quiero hacer algunas puntualizaciones a los errores de mayor bulto.
• Punto primero. Dice el señor Narbona que “en una España extremista, con el extremismo irreductible de las derechas y las izquierdas, la Falange intentó ser fundamentalmente el equilibrio que nivelara los platillos de la justicia social y humana.”
La verdad es que eso de nivelar los platillos de la justicia social no fue más que uno de los varios intentos fundamentales que la Falange propugnó. Uno más, no el único ni el primero. Los gritos y las consignas de la Falange no se limitaron a la justicia social. Para demostrarlo, ahí están: “Por Dios, España y su Revolución Nacional-sindicalista”, “Por la patria, el pan y la justicia”, “España, una, grande y libre”, “Por el Imperio hacia Dios”. Y otros más. Reducir el movimiento lanzado por José Antonio a una lucha por la justicia social es deformarlo esencialmente.
• Punto segundo. El articulista sienta que “José Antonio en modo alguno se propuso imponer el monopolio de su doctrina”.
¡Cómo que no se propuso imponerlo? No se propuse imponerlo por la fuerza, sino por la convicción, por la dialéctica. Pero afirmó que, si era necesario, se recurriría a la dialéctica de los puños y de las pistolas. Por eso, él no pretendía formar un partido más, sino un Movimiento que arrastrará a toda España. ¿Cosa imposible de conseguir? Puede ser, pero ese fue su empeño.
• Punto tercero. Continúa diciendo el señor Narbona que “el hecho de que al hacer su defensa ante el pueblo muchas personas sencillas lloraron, pensando que se condenaba injustamente a un hombre cuyos esenciales motivos humanos coincidían con los ideales de la revolución, demuestran que él estaba más cerca de la izquierda que de la derecha”.
Esta afirmación es absolutamente falsa. Una cosa es que José Antonio no se considerara alineado en la derecha y otra muy distinta que estuviera más cerca de la izquierda que de la derecha. La guerra se planteó, en términos generales, entre la izquierda y la derecha, empleando la terminología de aquel tiempo. Pues bien, para nadie es ya un secreto que José Antonio, para esa guerra, se alineó, con todas sus consecuencias entre las derechas. Sus consignas desde la prisión de Alicante no dejan lugar a dudas y su testamento, tampoco. Si él estaba más cerca de la izquierda, ¿por qué no inclinó a sus camaradas del lado de la izquierda en la hora de la verdad? De hecho, en aquella coyuntura a ningún falangista se le hubiera ocurrido formar en las filas del ejército de la izquierda. Hubiera sido monstruoso. Y entonces ¿por qué se lanza esa afirmación?
• Punto cuarto. Escribe el señor Narbona: “José Antonio no hubiera sido un nostálgico; no se hubiera detenido en el camino, cautivado por el canto del ruiseñor. Su misma inquietud hubiera alertado sus ideas, proyectándolas con aquella clarividencia que le caracterizaba, hacia el futuro”.
Muy bonito, eso del canto de ruiseñor. Y muy certero, el elogio a la clarividencia que le caracterizaba. Lo malo es que eso lo dice el articulista para alabar a José Antonio, que ya murió, y de paso meterse con los falangistas que no han muerto. Conocemos el truco. Cuando conviene, se silencia a José Antonio, para no mentar la soga en casa del ahorcado; y cuando conviene, se le ensalza, pero ¡ah!, para decir que qué lástima que los falangistas no sean como él. Lo dicho, conocemos el truco.
• Punto quinto. Continúa el señor Narbona escribiendo que eso que hubiera hecho José Antonio “no han podido o no han sabido hacerlo los que le han seguido; se han estancado; se les ha parado la mente en el año 36, sin comprender que el mundo evoluciona a velocidades ultrasónicas. Y se han quedado atrás, mientras otros hombres, más en consonancia con la realidad, miraban y se preparaban para el mañana”.
No sabe uno qué decir. Parece un poco cínico confesar que las castañas que los falangistas sacaron del fuego se las están comiendo otros que viven más en consonancia con la realidad. Pero cuando el señor Narbona lo dice, será verdad. Sí, quizá se hayan equivocado y en vez de haber proporcionado a España, con su doctrina política y su inconsonancia, treinta años de paz, hubieran hecho mejor acelerando la descomposición de España que estamos presenciando. Y si no han podido hacer más, ¿de quién es la culpa? ¿No será de quienes hicieron un disfraz de la camisa azul, que es un hábito, y han opuesto una tenaz resistencia a la manera de pensar y de ser de la Falange?
• Punto sexto. Refiriéndose a la anécdota del actual Ministro secretario general del Movimiento (Torcuato Fdez. Miranda), que tomó posesión de su cargo con camisa blanca, dice el señor Narbona que “los signos externos no suponen nada, porque lo que vale es la raíz y la esencia de las cosas”.
Eso de que los signos externos no suponen nada no se lo cree ni él mismo. Me imagino que él no vestirá camisa azul. Si eso no supone nada, por qué él no la viste? (…) En la Falange, desde los tiempos de José Antonio, los signos externos suponen mucho. En la Falange, en la Patria, en la Iglesia y en todo el mundo. Cuando la República cambió la bandera bicolor de España por la tricolor y cuando el Movimiento volvió a poner la bicolor en lugar de la tricolor, aquello ¿no suponía nada?
• Último punto. Termina su artículo el señor Narbona diciendo que “en política, lo importante, lo positivo, es mirar hacia adelante, porque quien mira hacia atrás corre el peligro de convertirse en la imagen bíblica, en la estatua de sal”.
En política, señor Narbona es importante y positivo mirar hacia adelante y hacia atrás. No veo oposición. (…) ¡Ay de España si, embobada mirando hacia adelante, no vuelve también la vista atrás! No sería entonces una estatua de sal sino una España en llamas.
M. MONTERO |
Marcadores