Fuente: Misión, 7 de Junio de 1947, página 1.



“El Tradicionalismo político español y la ciencia hispana”


Con este título verá pronto la luz una magnífica obra de nuestro sabio e ilustre filósofo y colaborador don Marcial Solana. Aprovechando su paso por Madrid, y ante un selecto grupo de amigos, dio una charla familiar, en la que explicó el origen y contenido de su libro.

Pocos días antes del Alzamiento se refugió en el valle del Baztán, acompañando a su anciana madre. Deseoso de contribuir de alguna manera, dentro de lo que le permitían sus circunstancias personales, al Movimiento salvador, aceptó de muy buen grado el encargo del jefe delegado de la Comunión Tradicionalista, don Manuel Fal Conde, de dedicar sus ocios a la composición de una obra de esta naturaleza. Y eligió este tema para demostrar con superabundancia de pruebas y citas de autores –más de cien nombres desfilan por sus páginas–, cómo los principios fundamentales del tradicionalismo político español tienen sus raíces en la ciencia española desde Séneca hasta nuestros días.

Ante sus admirados oyentes hizo una somera descripción de su trabajo, siguiendo el índice del mismo. Con absoluta objetividad y profundos conocimientos analiza los dogmas principales del tradicionalismo político español, basándose en sus tratadistas más destacados, y los pone en relación con los autores clásicos de la ciencia española. Es ciertamente admirable la erudición de que hace alarde Solana, a pesar de su modestia característica, y estamos seguros de que su obra producirá verdadera sensación entre el público docto.

Durante su estancia en Elizondo, lugar donde hizo la mayor parte de su trabajo, se sirvió de la magnífica biblioteca del colegio de Lecaroz. Tuvo palabras de vivo agradecimiento hacia aquellos buenos padres capuchinos, especialmente para su bibliotecario, el padre Calasanz de Urdax, tan enamorado de sus libros. Ya en el terreno de lo anecdótico, describió su vida en aquel hospitalario y pintoresco valle navarro, recordando con cariño a varios de sus habitantes, como el doctor Valda, culto y bondadoso médico de la villa, que tan grata le hicieron su vida de refugio.

Liberado Santander, donde Solana reside habitualmente, pudo completar sus fuentes en la Biblioteca de Menéndez y Pelayo, y, últimamente, en la Biblioteca Nacional.

Felicitamos de todo corazón al señor Solana, y nos felicitamos a nosotros mismos por la pronta aparición de tan hermoso y bienhechor trabajo.