Coincido con Kontra en que las conclusiones de Ordonñez son un tanto precipitadas. No obstante, lo que hace es extrapolar a futuribles o hipotéticos documentos oficiales cierto ambientillo que cunde en las llamadas fuerzas nacionales, en las que por propio experiencia he de decir que prevale el centralismo. Sin más. En cualquier caso la dictadura no siendo ni de lejos un sistema perfecto no sería per se antitradicionalista, solo lo sería si se perpetuase en el tiempo. Vázquez de Mella afirma, tajante, que en el camino a la restauración quizás tengamos que pasar por la tienda de campaña de la dictadura.
El Carlismo o el tradicionalismo en sentido laxo siempre ha conocido de pactos con otras fuerzas. Que han ido más allá de las denominadas "fuerzas nacionales". El problema es que hoy día el nihilismo es más descarnado que antes y estamos sujetos de una tremenda orfandad intelectual. En 1979 Casariego y Santiago Martinez Campos compartían tribuna de 20-N con Blas Piñar y Girón porque aquella sí que era una posibilidad de frenar al sistema. Porque nadie discutía principios básicos. Ahora, incluso muchos seguidores aguerridos de Piñar (otros muchos no) transigen con la aconfesionalidad, el divorcio o el propio sistema. Y casí nos hemos quedado solos en muchas trincheras.
Quizás el problema haya sido nuestro. Quizás no hayamos tenido la fuerza suficiente para llevar nosotros la batuta de "lo nacional". Quizás los tiempos impliquen rebajar el listón para comernos algo electoralmente. Pero en cualquier caso no creo que eso justifique que hayamos de arriar banderas. No veo muy claro el entendimiento con las actuales fuerzas nacionales, a pesar de que reconozco que no pocas acciones de AES y de Falange me parecen excelentes. Pero la custodia de la Tradición implica mantenerse firme en los principios. Si esos principios se respetasen y hubiese una posibilidad real de llegar a algo entonces adelante.
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