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Tema: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

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    Avatar de Hyeronimus
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    Las mentiras del Feminismo o cómo se discrimina a los varones (y no a las mujeres) en los países occidentales



    Por Christopher Fleming (R).

    Mentira nº 1: En los países desarrollados existe una discriminación institucional contra la mujer. Si las feministas pudieran señalar una sola ley, una sola institución vinculada al estado, que claramente discrimina en contra de la mujer, no entiendo porqué aún no lo han hecho. Hablan mucho en términos generales del “sexismo institucionalizado”, pero jamás citan ejemplos concretos de este supuesto sexismo. Por supuesto que existe el sexismo y seguramente hay algunos hombres que desprecian a las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, aunque yo nunca he conocido a ninguno; pero decir que hay casos aislados de odio hacía las mujeres no es lo mismo que acusar a todo el país de ser sexista. En lugar de citar casos reales de discriminación sexista por parte de las instituciones, que no pueden hacer porque es pura mitología, las feministas se lamentan por “problemas” tan absurdos y triviales como estos: la manera en que son representadas las mujeres en los videojuegos; el uso del género masculino para referirse a hombres y mujeres (por eso ahora tenemos que hablar de la AMPA, Asociación de MADRES y Padres); o la forma en que los hombres se sientan en los trenes con las piernas abiertas (que recibe el nombre de manspreading).

    Si en los países occidentales postcristianos las feministas no encuentran mayores problemas de los que ocuparse, quizás sería mejor fijar su atención en lo que ocurre allende nuestras fronteras, como por ejemplo en los países musulmanes. ¡¡¡¡NOOOOO!!!! Ninguna feminista occidental está dispuesta a criticar la discriminación institucional que existe en esos países (una discriminación REAL, no imaginaria), porque existe un pacto tácito entre el feminismo y el Islam; es el viejo principio de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Las feministas tienen una narrativa sobre la que han construido toda su ideología, que no es más que una variante del marxismo: la opresión de las mujeres por parte del malvado patriarcado, derivado de la religión cristiana. Su gran enemigo es la la religión cristiana, en particular la Iglesia Católica. Dado que en el Islam ven (correctamente) a un enemigo de la Iglesia, prefieren hacer caso omiso a todas sus atrocidades. Hay otra razón por su silencio cobarde: si osaran criticar el Islam, su narrativa caería como un castillo de naipes, porque todo el mundo vería enseguida que los lugares donde las mujeres gozan de mayor libertad son precisamente los países que antaño eran cristianos. De hecho, hay una relación directamente proporcional entre el respeto hacía la mujer en una sociedad y el grado de implantación del cristianismo.

    La realidad es exactamente lo contrario de lo que nos quieren hacer creer las feministas (o LOS feministas, porque ahora hay muchos hombres convertidos a esta ideología): EN LOS PAÍSES OCCIDENTALES EXISTE UNA DISCRIMINACIÓN CONTRA LOS VARONES, NO CONTRA LAS MUJERES. Para no pecar de la misma ambigüedad de la que acuso a las feministas, pongo algunos ejemplos concretos de ello.

    En oposiciones a puestos de policía o bomberos, las pruebas físicas para mujeres se valoran de manera distinta. Una mujer que saca un 4 sobre 10 en las pruebas físicas supera a un hombre que saca un 5, porque a las mujeres se les suma un 20% a la nota. Si esto no es discriminatorio, la palabra ya no tiene sentido. ¿Cómo servirá esto para mejorar el servicio que prestan los policías y bomberos? ¿Hay alguna situación que podemos imaginar en la que para un policía o un bombero será útil ser MENOS capaz físicamente? En una competición deportiva las mujeres están en una categoría aparte y pueden ganar una medalla de oro con un registro muy inferior a otros hombres. Pero con los servicios de emergencia no se trata de dar oportunidades a las mujeres, como si se tratara de las olimpiadas; estamos hablando de posibles situaciones de vida o muerte. Lo mismo está ocurriendo en las fuerzas armadas, donde se fijan cuotas para mujeres. Los políticos y mandos militares están tan desesperados por conseguir reclutar a mujeres, por dárselas de modernos, que discriminan contra varones mejor preparados para determinados trabajos.

    Una mujer que es víctima de violencia doméstica (me niego a utilizar el término “violencia de género”) recibe ayuda de todo tipo por parte de las instituciones, desde asistencia policial, hasta una plaza en residencias para mujeres maltratadas. No digo que esté mal todo esto, simplemente denuncio que un HOMBRE que es víctima de maltrato por parte de su pareja no suele recibir absolutamente ninguna ayuda. Ningún político habla de este tipo de violencia, la policía no se preocupa por el tema, no existen residencias para hombres maltratados en España, y si un hombre llama al 016, la línea gubernamental para víctimas de violencia doméstica, se les ignora completamente, como lo demuestra este vídeo. Sin embargo, en este país cada año mueren asesinados unos 30 hombres a manos de sus parejas. Es cierto que mueren el doble de mujeres, pero la cobertura mediática y política en un caso es abrumadora y en el otro es prácticamente inexistente. Y todo ello es sin contar los más de 3000 hombres que se suicidan cada año en España, muchos de ellos por culpa del trato discriminatorio que reciben de las instituciones en los trámites de separación.

    La ley vigente sobre la violencia doméstica, la LIVG de 2005, es claramente anticonstitucional, porque establece que un hombre que ejerce violencia contra su pareja reciba un castigo más severo que una mujer que hace lo mismo. El artículo 14 de la Constitución Española reza: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, SEXO, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” Parece que hoy en día la discriminación legal contra las mujeres está muy mal, pero cuando se comete en contra del varón no pasa nada. Es una vergüenza que aún a día de hoy se mantenga en vigor esta ley aberrante, a pesar de varios recursos al Tribunal Constitucional. Esto es una prueba irrefutable de que dicho tribunal no sirve para nada y debe ser disuelto inmediatamente. No es más que un nido de jueces corruptos, comprados por los partidos políticos.

    Numerosos ayuntamientos de España, por no decir todos, tienen una Concejalía de la Mujer, que organiza actividades de todo tipo, exclusivamente para mujeres. Una vez, por curiosidad, pregunté en el pueblo donde vivía si podía apuntarme a una actividad determinada y me contestaron que no. ¿Por qué? Porque no era mujer. Al preguntar si existía otra entidad en el pueblo que organizaba actividades similares, subvencionadas con dinero público, dirigidas solamente a hombres, me miraron como si estuviera loco. El tema no es baladí, porque las instituciones discriminan sistemáticamente en contra de los varones al dedicar recursos públicos exclusivamente a mujeres, mientras no hay nada equiparable para varones.

    El sistema educativo español discrimina en contra de los niños varones. No es una discriminación explícita, como en los casos anteriores, pero es muy real y tiene consecuencias devastadoras. En España se ha impuesto la educación mixta, lo cual no solamente es un craso error en el sentido académico, porque está demostrado que ambos sexos consiguen mejores resultados cuando se educan por separado, sino que causa traumas y frustraciones incalculables, debido al sesgo feminista que existe en el sistema.

    En los colegios mixtos los niños están obligados a comportarse, y a aprender como si fueran niñas. Se castiga a los niños porque suelen ser más revoltosos, más ruidosos y menos reflexivos que las niñas. Se exige que los niños estén sentados y callados durante horas en una silla. Esto es algo que para las niñas no suele ser problemático, pero para un típico niño de 6 años creo que sería difícil inventar una peor tortura. Hasta los contenidos que aprenden en el colegio están más pensados para niñas. Por ejemplo, en clases de lengua se prohíben los tebeos y se ensalzan las historias románticas. Se habla mucho de sentimientos, pero muy poco de acción. Recuerdo en el instituto el sopor que me producía tener que leer novelas de Jane Austen, de cuya calidad literaria no dudo, pero que ejerce muy poco atractivo para un chico de 14 años. ¿Cuántas novelas de aventura estudiamos en todos mis años de educación obligatoria?

    Ninguna, cero. Ahora se dice que la competitividad es mala, pero para la mayoría de los varones es un gran estímulo en el aprendizaje. Lo que se llama “aprendizaje dialogado”, que se adapta mucho mejor a la forma de pensar de las chicas, ha reemplazado el método socrático, una pedagogía más masculina. El resultado de este sistema feminista educativo es que los chicos o aprenden a comportarse como si fueran chicas, o simplemente fracasan en el colegio, lo cual explica porqué cada año las chicas obtienen mejores resultados que los chicos en los exámenes de bachiller, algo que antaño no era así.

    Mentira nº 2: El mercado laboral discrimina contra las mujeres

    Las feministas hablan mucho de la brecha salarial entre hombres y mujeres, algo real que nadie niega, y que en España se sitúa actualmente entorno al 24%, y de allí concluyen que el mercado laboral es sexista y que las mujeres son injustamente retribuidas, lo cual es radicalmente falso. El hecho de que los hombres cobren como media 6000€ anuales más que las mujeres no significa que el mercado laboral sea sexista, porque para poder afirmar una cosa parecida habría que demostrar que, en igualdad de condiciones y para el mismo trabajo, se paga menos a las mujeres que a los hombres.

    Sin embargo, esta práctica es ilegal y cualquier empresario que contratara a mujeres en estas condiciones sería inmediatamente denunciado. ¿Por qué las mujeres como media ganan menos que los hombres? Simplemente porque los hombres y mujeres somos diferentes; tenemos actitudes diferentes respecto al trabajo y queremos cosas diferentes en la vida. Las mujeres, si trabajan fuera de casa, generalmente buscan sobre todo un equilibrio entre su vida laboral y familiar.

    Por ejemplo, prefieren trabajos que les permiten estar en casa cuando sus hijos vuelven del colegio por la tarde. Sin embargo, los hombres, que no suelen tener en cuenta estas consideraciones, generalmente son más ambiciosos profesionalmente, y no es raro que caigan en la adicción al trabajo. Tras una maternidad es común que las mujeres pidan una reducción de su horario laboral, para estar más tiempo con sus bebés, no porque les obligan sus maridos, sino porque ELLAS QUIEREN. Las mujeres, aparte de estar de baja durante más días que los hombres por razones biológicas, como media trabajan menos horas que los hombres, se toman más vacaciones y están más tiempo de permiso sin sueldo.

    Cuando se tienen en cuenta todas estas circunstancias y elecciones personales, la brecha salarial entre hombres y mujeres desaparece, como no podía ser de otra manera. Hay un poderoso argumento en contra de las acusaciones de los feministas y su fantasía de discriminación en el mercado laboral. Basta con pensar un poco. Si realmente fuera cierto que los empresarios pudieran pagar a las mujeres un 24% menos por hacer exactamente el mismo trabajo que los hombres, habría que preguntarse porqué querrían contratar a hombres. Un 24% menos en salarios es mucho dinero, y si fuera posible ahorrarse esto en costes sin temor a represalias legales, todos lo intentarían. Pero no lo hacen, y en principio un empresario no es más reacio a contratar a un hombre que a una mujer.

    Los feministas están obsesionados con la paridad en sectores como la investigación científica y la dirección de empresas. Dado que son sectores dominados por hombres, los feministas, partiendo de la falsa premisa de que todo es fruto de una injusta discriminación, exigen que haya más presencia femenina. Da igual que pocas mujeres quieran estudiar ciencias porque les atraen más otras materias; y da igual que muy pocas mujeres estén dispuestas a hipotecar su vida en aras de ganar dinero dirigiendo empresas. Nunca he oído a nadie pedir más presencia masculina en la medicina, una profesión en la que son mayoría las mujeres. Tampoco he oído a las feministas exigir que haya más mujeres en el sector de la construcción o en la recogida de basuras. Será que sólo les interesan las profesiones prestigiosas y bien remuneradas. Ninguna feminista se queja de que el 95% de las muertes por accidentes laborales en España sean de hombres, por la sencilla razón de que los hombres hacen los trabajos más duros, más desagradables y más peligrosos. Algunos políticos creen que pueden controlar las decisiones de las personas, pero la realidad es que a menudo las mujeres no eligen las opciones que quisieran los feministas. A pesar de gozar de muy pocas facilidades, y a pesar del bombardeo de propaganda feminista en contra de las amas de casa, en España las mujeres siguen optando por quedarse en casa cuando se lo pueden permitir. Por esta razón, en las sociedades donde hay mayor flexibilidad laboral, como EEUU, las mujeres ganan MENOS en proporción a los hombres que en países menos desarrollados.

    Mentira nº 3: Los roles tradicionales de los sexos son meros constructos sociales

    Uno de los dogmas principales del feminismo dice que, más allá de las evidentes diferencias físicas, los hombres y mujeres son esencialmente iguales. Los roles que han adoptado históricamente, según la narrativa feminista, son fruto de una subyugación de la mujer por parte del hombre, gracias a su mayor fuerza física. Si “liberamos” a la mujer de esta subyugación deberíamos ver como empiezan a comportarse exactamente igual que los hombres, porque habrá desaparecido lo único que mantenía la sociedad patriarcal. Esta fantasía igualitaria no sólo contradice todo lo que sabemos por sentido común, sino también las últimas investigaciones científicas. Cada vez está más claro que el cerebro masculino difiere del cerebro femenino. Además, nuestro equilibrio hormonal y emocional es completamente diferente. ¿Cómo vamos a comportarnos de la misma manera? La anhelada “igualdad” entre hombres y mujeres es una de las mayores estupideces jamás soñada. En palabras de George Orwell, algunas ideas son tan absurdas que sólo un intelectual se las puede creer.

    Es por esta fantasía feminista que los expertos, pagados con nuestros impuestos, nos aleccionan sobre la imperiosa necesidad de comprar juguetes no sexistas para nuestros hijos. Nos dicen: “si le compras una pistola a tu hijo, cómprale una también a tu hija.” (Bueno, como ahora las armas no son políticamente correctas, mejor no habría que comprar pistolas a nadie.) O dicen: “si les compras muñecas a tus hijas, cómprales muñecas también a tus hijos.” Dicen los feministas que todo es cuestión de educación, que no existe diferencia esencial entre niños y niñas. Cualquiera que tenga hijos sabe que esto es un disparate. Pero también es muy peligroso. Si tratamos a niñas y niños como si fueran iguales les causaremos graves problemas psicológicos, porque cada uno necesita una disciplina y una afectividad acorde a su personalidad. Creo que los padres saben de lo que hablo.

    Mentira nº 4: La familia tradicional es una institución que oprime a la mujer

    La verdad es justo lo contrario. La mujer es por naturaleza más vulnerable que el hombre, y el matrimonio y la familia (el adjetivo “tradicional” sobra) la protegen. A lo largo de la historia muchos hombres han vivido sin familia: marineros, soldados, aventureros, etc. El hombre puede vivir desarraigado de su tierra y de cualquier familia, satisfaciendo su instinto sexual con fulanas que encuentra en cada puerto. Para saber de lo que hablo, basta con ver cualquier película de vaqueros. Una mujer no puede vivir así, por lo que Dios quiso que el hombre se sacrificara y se entregara a una mujer hasta la muerte. Así con sus esfuerzos provee para su mujer y sus hijos, y éstos son protegidos por él y los suyos. El hombre también se beneficia de este arreglo, porque gracias a las mujeres existe el concepto del hogar. El hombre puede viajar, irse a la guerra, pero si está casado, siempre tiene un hogar donde volver. Si Ulises no hubiera tenido a Penélope esperándole en Ítaca, la Odisea no tendría sentido.

    Los feministas creen que al atacar el matrimonio y la familia “liberan” a la mujer y ayudan la Humanidad a progresar. En realidad el feminismo supone un enorme retroceso social. De un sistema que protege a la mujer y sus hijos volvemos al Salvaje Oeste, donde las mujeres crían a sus hijos solas y éstos crecen sin padres. Los hombres vagan sin rumbo fijo, dejan preñadas a las mujeres con las que se encuentran, pero sin sentirse responsable por nadie más que ellos mismos; una sociedad que se compone sólo de individuos, donde lo que prima es el egoísmo y el sálvase quien pueda, Con este panorama es imposible establecer una sociedad con un sistema de justicia eficaz y garantías para los más débiles. Prescindir de la familia, la base de cualquier civilización, es la receta para la injusticia y el sufrimiento sin fin. Y es precisamente allí donde nos llevan los feministas con su lucha por destruir la familia.

    El concepto feminista de “amor libre” ha hecho un daño terrible a la mujer. Antes de la revolución sexual la mujer tenía la llave en las relaciones con los hombres, pero gracias a la “liberación” que les trajo el feminismo, se la entregaron sin contrapartida alguna. Ahora que las mujeres ofrecen sus favores carnales sin exigir compromiso alguno, y que la misma noción de castidad es desconocida para las mujeres postmodernas, los hombres consiguen lo que quieren sin ninguna necesidad de casarse. Esto resulta en millones de niños concebidos fuera del matrimonio, o ilegítimamente, como decían antes. En España aún no se han visto las consecuencias de esta plaga, pero en el Reino Unido la mayoría de los nacimientos ocurren ya fuera del matrimonio, y en EE.UU. la situación es aún peor, sobre todo en la comunidad negra. La tasa de niños negros ilegítimos en EEUU ahora supera el 75%. Nacer fuera del matrimonio es una de las peores cosas que le puede pasar a un niño; conlleva precariedad emocional por la falta de disciplina paternal y el desequilibrio inherente en una familia monoparental; son más expuestos a abusos sexuales (estadísticamente la mayor situación de riesgo es vivir con las parejas de la madre), y el trauma por la falta de su padre le acompañará de por vida. No es de sorprender que la gran mayoría de los presos en las cárceles occidentales son hijos de madres solteras. Si en EEUU de verdad quisieran combatir la violencia y la delincuencia que asolan las comunidades negras, en vez de soltar tonterías sobre el racismo y la discriminación, empezarían por fortalecer el matrimonio, para que los niños nacieran en el seno de una familia estable.

    Mentira nº 5: El feminismo ha logrado grandes avances para la mujer

    Lo que ha conseguido el feminismo, lejos de “liberar” a la mujer, es esclavizarla. Los “avances” que suelen señalar los feministas van todos en detrimento de la felicidad de las mujeres. Veamos uno por uno estos falsos avances.

    El divorcio. El ideal del feminismo es que las mujeres sean autónomas, sin tener que depender para nada de los hombres. Para lograr este objetivo primero se legalizó y luego se facilitó al máximo el divorcio, que al principio era un proceso engorroso, porque había que demostrar infidelidad del otro cónyuge, pero que ahora es un mero trámite; uno se puede divorciar simplemente porque le da la gana, sin tener que aportar razón alguna. Esto quiere decir que si una mujer se cansa de su marido y le apetece probar otra cosa, no hay nada que legalmente le impide hacerlo. personalmente un caso así: la mujer, en plena crisis de los cuarenta, le dijo a su marido: “necesito un cambio radical en mi vida. Antes de que sea demasiado tarde, voy a intentar ser feliz con una vida diferente, así que adiós”.

    El pobre hombre al que le había jurado fidelidad hasta la muerte, por un cambio en la ley, de pronto se encuentró solo, sin nada que objetar. Esto es como cambiar las reglas del juego una vez el partido ya está empezado. Si tiene que existir el divorcio, yo pienso que sería más justo que existieran dos formas de contrato matrimonial: un tipo para los novios que realmente se quieren y están dispuestos a seguir casados hasta la muerte, y otro tipo para los liberales que sólo se quieren lo suficiente para decirse “ya veremos lo que esto dura.” De esta manera, se sabría si una boda es de verdad, o una boda de paripé.

    Los feministas creen que han logrado algo grande con el divorcio. Sin embargo, es una espada de doble filo, porque los hombres no son tontos; al ver como se las gastan muchas mujeres, deciden que el matrimonio no es para ellos, y las mujeres “liberadas” por el divorcio finalmente se ven abocadas a la soltería. El divorcio es todo menos un avance, porque el concepto de autonomía personal que justifica el divorcio es contrario a la naturaleza del ser humano. Las mujeres no pueden vivir independientemente de los hombres. La familia existe precisamente porque nos necesitamos unos a otros. El ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, está creado para la comunión con los demás, igual que en Dios existe comunión entre las tres personas de la Santísima Trinidad. La inspiración de este afán de autonomía es claramente diabólica. Satanás fue el primero en proclamar su autonomía de Dios, tan imbuido de sí mismo que se creía que no necesitaba nada de nadie. Las mujeres que han luchado por destruir el matrimonio cristiano sin duda acabarán en el mismo lugar que él.

    Mentira nº 6: El aborto

    El “derecho” de asesinar a sus hijos antes de nacer es para los feministas un gran avance social, que ha liberado a las mujeres de la carga de ser madres cuando no les conviene. No sirve de nada discutir con los feministas sobre el aborto, porque es un tema puramente emocional para ellos; han sido programados para reaccionar de una determinada forma cuando se mencionan algunas palabras clave, y el uso de la razón brilla por su ausencia en cualquier debate sobre el asunto. En vano les dirás, por ejemplo, que el ser humano en el seno de una mujer embarazada NO ES PARTE DE SU CUERPO, porque tiene un ADN distinto.

    En vano les dirás que la vida humana empieza en el momento de la concepción, por lo que cualquier procedimiento posterior que acabe con esa vida es MATAR. En vano les dirás que si una mujer no quiere cuidar de su hijo, hay muchas familias esperando para adoptar. En vano les dirás que un aborto tiene gravísimas consecuencias físicas, psicológicas y espirituales sobre la mujer. Todo eso será en vano, porque el feminismo es una enfermedad que impide el correcto uso de la razón. Además, parece que los feministas no se dan cuenta de que el aborto es aprovechado por hombres sin escrúpulos que utilizan a las mujeres como objetos sexuales, para mantener su estilo de vida hedonista e irresponsable. En un país donde el aborto es legal, cuando una mujer queda embarazada tras una relación esporádica, si conoce el nombre del padre, cosa que a menudo no será el caso, éste sólo tendrá que pagarle por deshacerse del niño y así se lava las manos del problema. ¡Menuda liberación! Personalmente he conocido muchos casos en que la mujer va al abortorio presionada por su novio, que no quiere saber nada de del bebé. El aborto, más que una conquista para la mujer, es una trampa que la destruye.

    El sufragio. En las democracias liberales modernas la mayoría del electorado son mujeres, por lo que los políticos se deshacen en esfuerzos por conseguir el voto femenino. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Está demostrado que las mujeres son menos propensas a dejarse engañar por ideologías y teorías políticas abstractas, porque se guían por cosas más concretas, como lo que le viene bien a su familia. Por otro lado, suelen ser más manipulables por los demagogos, dado que se mueven más por los sentimientos que los hombres. Personalmente no creo que el sufragio femenino se pueda calificar de avance social, porque tampoco considero tal cosa el sufragio masculino. A mi juicio la democracia es solamente una forma más de gobernar, que en los últimos tiempos tampoco ha traído muy buenos frutos.

    Mentira nº 7: El feminismo es un movimiento para la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres

    El feminismo ha sido desde sus inicios una rama del marxismo. Es una ideología revolucionaria que busca la destrucción de la Cristiandad, y para lograr este objetivo ataca los dos pilares de la sociedad cristiana: la familia y la Iglesia. Si fuera un movimiento para la igualdad de derechos entre los sexos, no se entendería su inquina contra la Iglesia Católica, que tanto ha hecho para las mujeres a lo largo de la historia, y su sumisión frente al Islam, la gran fuerza opresora de la mujeres en el mundo. Además, la activista feminista más influyente de los años ´60 y ´70, Gloria Steinem, trabajó a las órdenes de la CIA.
    Esto no una estrambótica teoría mía; cuando en 1967 se publicó esta información, lejos de negarlo, Steinem se congratuló de haber conocido “a algunos liberales en el gobierno en aquellos tiempos con una visión a largo plazo.” Tiene toda la razón, la élite que dirige el mundo tiene gente visionaria… para el mal. Los que dirigieron el movimiento feminista desde la sombra, subvirtiendo el orden natural de la familia a través de la guerra de sexos, siguieron a la perfección la hoja de ruta del revolucionario Antonio Gramsci, que hablaba de la “larga marcha” de las ideas marxistas hasta conquistar la hegemonía cultural. Que nadie se engañe, el feminismo tiene poco que ver con los derechos de las mujeres; es un cáncer que, si lo permitimos, destruirá el orden social cristiano.


    https://www.alertadigital.com/2023/0...-occidentales/

    Última edición por Hyeronimus; 11/03/2023 a las 00:13
    Pious dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    Sobre lesbos y el feminismo

    Pedro Rizo.

    Lesbianismo y movimientos feministas son temas diferentes aunque suelen fortalecerse entre sí: la homosexualidad femenina encuentra escudo en el feminismo y con frecuencia el feminismo viene determinado por aquella. El feminismo al que nos vamos a referir nada tiene que ver con la justa igualdad de derechos basada en la ley natural… Arrancando de este punto de igualdades legales y, puesto que los ejemplos me hacen más inteligible, les propongo consideremos la igualdad según la ley natural desde uno de los “progresos” jurídicos de nuestro siglo: la despenalización del adulterio. Para ello trataremos de explicar por qué en el reciente pasado —reciente pues yo lo tuve que aprender—, el adulterio no era tratado igual en una mujer que en un hombre.

    Por supuesto, el adulterio es la misma falta para ambos cónyuges: una deslealtad, una traición. El mismo delito, el mismo desprecio al sacramento católico y al Decálogo. La distinción radica en sus consecuencias sociales y económicas. Si el hijo procede del adulterio del marido, éste no puede protegerle sin la aquiescencia de la esposa y de los hijos legítimos del matrimonio. Por el contrario, cuando el adulterio es de la mujer, ésta sí puede engañar a toda la familia y hacer del hijo adulterino un legítimo heredero junto a los otros hermanos. Así, al ocultar que el hijo no es fruto del matrimonio, la mujer suma el fraude a la deslealtad. La injusticia está en que ese hijo es producto extraño al contrato matrimonial; vehículo inocente de una estafa puesto que la esposa infiel con él roba a los genuinos herederos. El Derecho tradicional, tan tradicional que se basa en el Romano, tan Derecho que se basa en el Natural, consideraba sabiamente las consecuencias de las distinciones naturales de los sexos. De esta manera queda reflejado que no puede pretenderse una igualdad universal en lo que Dios creó con naturalezas singulares.

    Por eso yo creo que el feminismo no es un movimiento reivindicativo de igualdades sino un trasplante de la lucha de clases comunista a un cauce, la mujer, de rendimientos seguros para la destrucción de nuestra civilización. Atizando la lucha de los sexos —“feminismo” contra “machismo”— se garantiza la destrucción de valores de una cultura que se fundamenta en la familia.

    Aprovechemos para repetir que comunismo y progresismo (la misma cosa según actúe en el ámbito laico o eclesial), son los grandes manipuladores utilitaristas de la mujer. Y en las comunidades eclesiásticas este disturbio es un nuevo ariete dirigido contra la estructura de la población religiosa… Sobre todo injusto contra una institución, la Iglesia, que fue la primera impulsora de la liberación de la mujer. Podríamos proponer que las feministas fueran a la India a luchar por sus derechos… pero también hay otras culturas para las que el progresismo feminista dio recientemente muestras asombrosas de solidaridad, tal que por la defensa de Irak o, antes, de Afganistán.

    «La cultura mahometana […] no otorga a la mujer la posición privilegiada que siempre ocupó en la civilización cristiana. El Corán apenas si la considera como ser humano; divide a la humanidad en doce órdenes, de los cuales el undécimo comprende a los ladrones, brujos, piratas y borrachos, y el más bajo, el duodécimo, a las mujeres. Inferiores incluso a caballos y camellos.» (W.T. WALSH).

    Las feministas que rechazamos son esas mujeres insaciables de revancha y amarguras las cuales, destacadas sólo por la demanda de derechos que la Iglesia promovió en mayor grado que nadie.

    Feminismo y matrimonio

    Desde su promoción sistemática a finales del s.XIX, y la explosión del comunismo que ahora las rentabiliza, las feministas han aportado a la sociedad la vulneración del que antes fuera refugio sagrado del ser humano y ahora aparente catarata de desgracias: el matrimonio. El feminismo ha esparcido sus supuestas igualdades entre hombre y mujer en todos los ambientes pero, en particular, en el matrimonio con una guerra estúpida de comparación con el marido, al que no saben si desear se parezca a una oveja (y llamarle calzonazos) o a un león (y llamarle machista).

    En este ámbito de matrimonio y familia, siempre sagrado, no se olvide, (sagrado incluso para los ateos) el feminismo se vuelve para la mujer una lucha de despropósitos porque se origina en una inconsciente rebeldía contra su propio papel. Este motín está en la inercia, y en esto se yerra en ambos lados, de considerar los papeles individuales aislados y no integrantes de la unidad conyugal. Porque el matrimonio es santificador a partir del momento en que el «yo» se subordina al «nosotros-dos». Si uno de los dos cónyuges mira su matrimonio como una aventura individual ya está abandonándolo al fracaso; pero si ambos lo miran como aventura que comparte defectos y limitaciones éste se hace indisoluble, no habrá nada que lo rompa: ni los enfados, ni los problemas, ni la sociedad. La adecuación de papeles se hace espontánea, el respeto profundo a cada cual se sobreentiende según la jerarquía de según qué responsabilidades se asumen y se cumplen. Por el contrario, el feminismo induce a romper la realidad unitaria del matrimonio; impide la complementariedad de dos naturalezas distintas; crea en la mujer, o en el hombre, la insatisfacción permanente; abona la discordia que surge principalmente de rupturas internas de cada individuo… Por eso veo como una gran equivocación, muy peligrosa para la solidez del matrimonio y de la familia, que haya obras cuyo apostolado hacia los casados se enfoca separadamente.

    El matrimonio debe al feminismo el gran “progreso” de que antes todo se compartía y ahora cualquier unión se inicia con la separación de bienes, hasta para las ruedas de una bicicleta. Y ha igualado a los dos sexos en cosas tan raras como que los maridos acompañen a la esposa en el paritorio —”Que se enteren de lo que significa parir— donde sólo estorban al equipo médico. ¿Y esto por qué? Porque las feministas no quieren mejorar a los hombres sino herirles, humillarles o destruirles.
    El feminismo activista, hijo del progresismo, nieto del comunismo y de la lucha de clases ha inculcado una animadversión a los hombres que en natural reacción les aleja a ellos también del matrimonio. Daño que se vuelve contra las mujeres pues los jóvenes las desidentifican subconscientemente de su papel tradicional. Se explica así la prevención, hasta hoy inédita, de muchos jóvenes a comprometerse con chicas que por estúpido mimetismo sólo consiguen transmitirles desconfianza hacia un proyecto total de vida. Porque, desgraciadamente, por todos los estratos sociales el feminismo ha excitado el abandono de la fe religiosa en las madres, o ha ridiculizado a las esposas que realzan el papel de sus maridos. Tal vez por estas insuficiencias, es decir por la actual carencia de la educación clásica, o por la secularización que la misma Iglesia progresista respaldó es por lo que la mujer seducida de feminismo acaba en monstruo malhumorado, sin paz ni dulzura, ignorante de los sentimientos maternales que no necesitan de los hijos para desarrollarse. Y, en alto porcentaje, para acabar en la más oscura soledad; cosa muy diferente a una legítima independencia.

    El feminismo y la Iglesia; las sacerdotisas

    ¿Será verdad que el feminismo ha infectado también a la Iglesia? La respuesta es sí. Precisamente la enfermedad feminista no es en la Iglesia una novedad. Nada menos que en el s.IV un gallego llamado Prisciliano, Obispo de Ávila, postulaba lo que ahora promueve el progresismo: las mujeres mezcladas al retortero en tareas sagradas; un igualitarismo destructor de la clase sacerdotal y la consecuente reivindicación del sacerdocio femenino. Si parece que fuera hoy… ¡Cuánto “progresamos” con el progresismo!

    Una cosa que complace mucho a las feministas es la debilidad de algunos despistados, entre ellos considerable número de obispos, que todavía predican en sus claves de lenguaje “afeminado”: “Hermanos y hermanas”, “amigos y amigas”… confundiendo sexo con género gramatical. Algunos llegan a dirigirse a Dios enmendándole la plana al mismísimo Jesucristo: nada de “Padre nuestro” sino “padre y madre nuestros”. Entre las religiosas feministas hay pasos aún más audaces. No sólo quieren eliminar el “lenguaje machista” sino que, ya puestas, exigen que Dios sea mujer. Les es intolerable que Cristo se refiera al Altísimo como padre. ¡Tiene que ser madre y altísima…! Para esto aducen que el Antiguo Testamento cita a Dios como madre: «Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros.» (Is 66, 13) O esta otra: «¿Acaso olvida una mujer a su bebé sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.» (Is 49, 15) Como vemos, estas metáforas del profeta Isaías sobre la ternura de Dios con la ciudad de Jerusalén (o con nosotros), el feminismo las secuestra para sí.

    En esto de feminizar a Dios la innovación feminista no agota las sorpresas. En tal camino hacia la nada un hito estupendo fue la intentona de una monja de no sé donde que pretendía que la Trinidad, las tres personas, tenía un único componente femenino. Que el mismo Espíritu Santo es en realidad «la Espíritu Santa». Extravagancia que no es nueva —¡Ah, el progreso!— pues ya la presentaban unos herejes llamados “Obscenos” (qué sugerentes…) que imaginaban mujer a la tercera persona, e incluso la adoraban encarnada en una de sus sectarias. Con lo que tendríamos, como dice el Prof. Romano Amerio, que la Virgen María habría sido cubierta por la fuerza de un ser femenino y Jesús sería hijo de dos féminas. «Y como la tercera persona, el Espíritu Santo, procede del Hijo tendríamos que la madre del hijo fue originada por éste».

    ¿Qué se buscará con estas tonterías? Es sabido que muchas propuestas suelen secundarse con total ignorancia de lo que esconden detrás. Por lo que puede que no sea casualidad que la “teología feminista”, que impone en el lenguaje el uso doblado del género, se suscite por doctores que también se destacan permisivos con la homosexualidad. Y esto es probablemente, al menos es sospechoso, porque piensen que si a Dios lo imaginamos bisexual, en lugar de asexuado como enseñó Jesucristo (Mt 22, 30) fácilmente aceptaremos la generalización de la homosexualidad…

    Otro argumento (?) para reivindicar el sacerdocio femenino es: «Si el Mesías se hubiera encarnado en este tiempo habría elegido el sexo femenino». Bueno, para empezar digamos que si Cristo no se hubiera encarnado en la Palestina de aquel tiempo es seguro que hoy no existiría esto que llamamos feminismo. Si sentamos que las religiones son cauce de civilizaciones podemos responder que si no fuera por la cristiana habríamos adoptado tal vez las tendencias hindúes, budistas… O ninguna, y nuestra civilización sería digna de los nueve libros de Heródoto. Pero centremos el tema diciendo que el Mesías no fue prometido en la persona de una mujer sino en la de un hombre. Y fue así aun a pesar de que para el pueblo hebreo no habría sido extraordinario el anuncio de un Mesías-mujer pues en su historia cuentan con ejemplos magníficos de heroínas, como Ester o Judit. No fue eso el plan de Dios sino que los profetas señalaron siempre a un libertador, un redentor… “un varón de dolores” cuya condición masculina se hace más evidente en que a Cristo se le anunció como “Cordero de Dios”.
    Aparte de que mucho tiempo antes de la Encarnación ya se había regulado que el holocausto pascual debería hacerse con un cabrito o cordero machos. Todo esto es más importante si lo relacionamos con el sacerdote católico del que sabemos que cuando consagra lo hace in persona Christi, en la persona de Cristo. De tal manera que, fuera cual fuere la ficción que buscásemos, mientras a Cristo-Jesús se le reconozca como Cordero de Dios sacrificado en una cruz, Cristo seguirá siendo hombre en todo sacerdote de la Iglesia. Precisamente esto nos lleva a descubrir cuál es en verdad el peligro mayor del sacerdocio femenino, pues, como bien puede deducirse, según más aceptemos que la mujer pudiera algún día ejercerlo, más fácil nos será admitir que Jesucristo no es Dios. (Esto se demuestra en que los ensayos de sacerdocio femenino sólo se producen en las sectas que no creen o niegan la Eucaristía).

    En definitiva, lo que la Trinidad escogiera para redimir nuestra culpa y enseñarnos a vivir para siempre, no vamos a cambiarlo ahora por capricho de mediocres en un sacerdocio de mujeres. Vaya enmienda más tonta. Estos viejos afanes por destruir la esencia del sacerdocio católico —Cristo hombre actuante en un sacerdote hombre— desvelan el porqué de que tantos curas progresistas, o paletos amantes de novedades, introdujeron la moda de las niñas monaguillas. Por lo mismo, también debería revisarse el exagerado protagonismo de la mujer en lugares antes reservados a solo sacerdotes, en especial ese su afán por ser “ministros” de la comunión.

    La mujer como premio o como castigo

    Mala estadística es para las feministas no destacar precisamente como amas de casa ni como madres de familia. Si conocen la maternidad es como “experiencia vital”, como quien monta en globo, y a ser posible con un padre de alquiler para mayor ironía de su “aversión al macho”. Por eso no puedo terminar este capítulo sin decir que el verdadero amor a la mujer empieza por reconocer de su genuina condición femenina un regalo espléndido para todos, incluyéndolo referido para sí mismas. Debemos proclamar que son el adorno más bello de la naturaleza, la creación espiritual que mejor acompaña el alma del hombre, la reina anónima pero efectiva del mundo, el primer refugio al que siempre deseamos volver. Porque desde la familia que sólo de la mujer surge se sostiene toda nuestra civilización; porque las casas con mujer —no los talleres, no las oficinas— son todavía fuente de orden social y al abrigo de su fe vivero de vocaciones. Me refiero a las mujeres normales, las femeninas, sin traumas psíquicos ni resquemores antimachistas; hablo de esas criaturas únicas que nos llenan de vida la vida y con los hijos nos regalan la perdurabilidad.

    La mujer femenina, en oposición al odio destructor que atiza el feminismo, cuando se siente “metafísicamente” enamorada sabe, ella sola entre todas las del mundo, lo que “su hombre” vale. Y no hay nada superior a esa fuerza, que le da el cielo, para fabricarnos una cámara de oxígeno con la que curar todas nuestras gangrenas, por ellas el hijo que nos aprieta el meñique atrapa un torrente desconocido de energías y superación. Por supuesto, la mujer se enamora mucho físicamente, creo yo que más apasionadamente aún que el hombre pero, porque es femenina, más todavía con su alma de la nuestra. Y ese amor de lo que hay dentro de ellas hacia lo que descubren dentro de nosotros —y que siempre ignoramos— les infunde la tarea de volvernos a hacer. En cierto modo, la mujer está siempre “dándonos a luz”. A propósito de feminidad y de dar a luz ¿puede entenderse de alguien que no siendo una mujer-mujer llegue a aceptar la muerte para que su hijo viva? Este dilema suele presentarse cuando la gestación coincide con la urgencia de un tratamiento de radiaciones con el que atajar un cáncer y la madre, en muchos casos joven, guapa y rica, prefiere negarse al aborto terapéutico y afrontar un seguro resultado mortal. No sé bien si en este mundo habrá mejor ejemplo de fe, de amor de tantos quilates como el que ofrecen esas mujeres en protección de su hijo al que parece digan: “No temas, mi bebé, que tú estás a salvo”. Aquí no hay amor a un ego despechado, ni resignación a una fatalidad —que no existe pues se conoce— sino mucho amor a la vida, por sí misma y por sus calidades de eternidad. Porque no escogen morir por un instinto maternal salvaje sino por el máximo amor de dar vida al nuevo heredero del reino de Dios que llevan en su vientre. De ellas dicen las Escrituras que el rey de todo lo creado las resucitará a una vida eterna. (II Mac 7, 9).

    Así, también, es la mujer alegoría viva de nuestra resurrección (Jn 16, 21) y una maravilla por donde quiera que se la mire. Muestra de lo que Dios nos tiene preparado para después de este mundo. Porque en definitiva eso es la mujer, sobre todo la clásica mujer cristiana, un don de Dios al hombre que gracias a la cultura de la fe se hace más hombre sirviéndolas. Algo inimaginable dentro del feminismo y sólo posible en la feminidad. En su tremendo error las feministas son el negativo de la foto, se hacen hombrunas, defienden los derechos para el aborto, usan de la religión para introducir en las más santas comunidades la lucha de clases y tras ella el orgullo hasta la desviación lésbica. Por eso, y en pura perversión de autodefensa, desprecian a la mujer que dicen defender.

    «Joder, joder, joder…
    Ni sé quién eres ni me importas.
    Nunca me has interesado lo más mínimo,
    y hoy tengo que conocerte por narices,
    sin ningún deseo por mi parte.
    Me suenas a silla de ruedas, a baba caída,
    a mujer desvencijada colgada de marido santo…,
    a vida en deterioro, a sacrificio por los suyos,
    a lata, a carga, a dolor interior y a fealdad exterior.
    […] En concreto te pongo la cara de una mujer joven,
    deforme, que pasea desmadejada, con un marido apuesto
    y una niña preciosa, a la que su mamá lleva el cubito torcido…» […]

    Parece como si estos versos hubieran sido escritos por una endemoniada… No se entiende tanto odio, tanto desprecio a la mujer tradicional. Claro que no necesariamente hemos de asociar a la autora a nuestras reflexiones pero sí parece que su hierro visible denuncia el desabrimiento de las mujeres hundidas en el progresismo feminista.

    El miedo al sexo contrario en una especie de huida hacia delante desde sus tormentos les pervierte todo enfoque natural de la relación entre los sexos. Y en la Iglesia son de las que muerden la mano que les da de comer tratando de subvertir la abnegación del cumplimiento de las reglas, de la oración y de la caridad. A este convencimiento llegamos con sólo oírlas. Así cuando la representante de la Asociación de Teólogas Españolas, doña Mercedes Navarro, nos asegura: «La teología feminista española debe mucho al mejor pensamiento de sus feministas, ateas o agnósticas en su mayoría, filósofas y sociólogas particularmente, que se atrevieron a confrontar críticamente a las mujeres católicas practicantes con sus preguntas y sus desafíos».

    ¿Qué atrevimientos y qué desafíos? En muchos casos el origen de sus “confrontaciones” no es más que el desorden de sus conciencias, de su abandono a debilidades que, siendo comunes a todos los humanos, quieren presentarnos como opciones encomiables y, en el colmo de la desfachatez, que lo enfermizo sea ejemplo de salud y sinceridad.

    Contrastar el error del feminismo con la realidad de la mujer nos lleva a sucumbir al encanto de lo femenino, a redescubrir las mujeres siempre bellas en su condición, cuando lo son por dentro para iluminar su belleza externa.

    Hermosas joyas salidas de las manos de Dios en el corazón, en la inteligencia, en el alma… Descubro humildemente que yo también me siento “feminista” y aturdido de la suerte de que exista “la mujer”; de que el mundo tenga mujeres. (—Pero ¿existen… ésas que usted dice? —Yo aseguro que sí. Y a millones). Que los hombres seamos la diana de sus sueños nos hace agradecidos de por vida al inmerecido don celestial de su amor. Hasta me gusta que de entre mis cromosomas sean la mitad equis femeninas… (Sin duda, el único caso en que me felicito de que todas sean lesbianas).

    La mujer-mujer capaz de ser femenina sin merma de la más fuerte virilidad, la mujer verdadera en toda su feminidad es para todos nosotros el otro aliento del Creador que nos completa. Cuando quiere, su amor ya no procede sólo del enamoramiento, tan irracional como rayo que la educación apenas domina, sino que, como nuevo Franklin se asienta en la formación cristiana que hace útil energía de lo que sólo sería pasión devastadora. Pienso que nuestras mujeres, las mujeres cristianas, nacidas y educadas en familias cristianas, sin perder la seducción de las diosas de la Grecia clásica, nos reviven aquellos mármoles como cálidos templos del Espíritu Santo. Madres, novias, esposas… jardines permanentes de la cotidianeidad. Leales en devolver crecida la buena intención de lo que tan mal les ofrecimos… Para todas las mujeres, pero especialmente para la mujer cristiana, merece ser verdad aquel epitafio que Mark Twain imaginó para Eva escrito por Adán: «Dondequiera que ella estuvo, estuvo el Paraíso».

    Sean siempre benditas. Que nadie les cambie el chip.

    Fíjense ahora en la sugerencia de que lucha de clases y violencia de género son una misma cosa. No en balde Marx y Engels programaron: «Disociar la familia burguesa y organizar la lucha de clases es la esencia de la Revolución».

    Para cruel evidencia de sus mentiras los principios comunistas introducidos con calzador en la Iglesia, a través del progresismo, son los fieles agentes de la lucha de clases. Y, de entre ellos, las huestes feministas las más ciertas autoras de la violencia de género.


    https://www.alertadigital.com/2023/0...-el-feminismo/

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  3. #3
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    Carta a las mujeres: “Liberaos de las anteojeras feministas y sed bienvenidas al mundo real”

    AR.- Mujeres, desengañaos y aterrizad en la realidad. Liberaos de las anteojeras feministas y sed bienvenidas al mundo real. Para eso es imperativo que os desvinculéis de las feministas y de la progresía campantes. Os llevan engañando desde hace mucho tiempo. No les importa el riesgo al que os exponéis cada mañana al salir a la calle en medio de cada día más gente con los instintos salvajes intactos. En realidad nunca les ha importado. Están a las órdenes de quienes consideran que un ataque sexual es noticia o deja de serla dependiendo del origen del atacante.


    Ellas conocen el alcance de la enfermedad que tantas veces os toca padecer, pero se atienen a un diagnóstico falso, porque, en el fondo, no sois para ellas más que un eslabón en la cadena con la que se pretende aprisionar la civilización que más obstaculiza las pretensiones genocidas de quienes detentan el poder en la sombra. La vida real no es un juego. Vuestras proclamadas libertadoras os han llevado a un callejón sin salida. Solo si pertenecéis a la casta, en cualquiera de sus vomitivas ramificaciones, podréis vivir seguras y parapetadas de manadas, acosadores y depredadores sexuales.


    Llama la atención que las que hablan en vuestro nombre colaboren con los mandamases que las financian. ¿Habéis oído a las feministas denunciar la sexualización cada vez más temprana de las niñas? ¿Se puede defender vuestra dignidad sin denunciar a los promotores de una hipersexualización generalizada en la sociedad, donde la sexualidad se ha puesto en el centro con unas connotaciones muy concretas, separando la conducta sexual y la afectiva?


    En los vídeos musicales, la publicidad, las series o la moda aparece en muchísimas ocasiones este telón de fondo de la hipersexualización femenina, los cuerpos como reclamo y como mercancía. En este contexto, se añaden las redes sociales y el uso que hacen de ellas las chicas cada vez más jóvenes. Una redes sociales mediatizadas por la imagen, ya que es la imagen que se proyecta en ellas la que estructura las relaciones y la convierte en una medida del éxito.


    En definitiva, este sistema que dice proteger vuestra dignidad y vuestros derechos, a costa de lesionar diariamente la dignidad y los derechos de millones de hombres, lo que ha hecho es exponeros a un riesgo diario que antes no sufríais. Os exponen incluso a un peligro de muerte cuando la Ertzaintza tiene que preveniros de que no salgáis solas a determinadas horas del día. El drama para vosotras es que formáis parte de un sistema que prefiere dialogar que hacer pedagogía a pie de calle con los criminales.


    Los globalistas y sus conocidos mecenas os han cogido como conejillas de indias para promover y arraigar en la población ideologías como la de género, creadas artificiosamente en los laboratorios de los actuales mandamases, para el debilitamiento del núcleo de la unidad familiar, imprescindible para el sostén de occidente. La Historia nos dice, desde el Egipto de Cleopatra hasta nuestros días, que las civilizaciones no desaparecen o decaen cuando se reduce su poderío militar, sino cuando los hombres dejan de ser el principio rector del orden social y de las familias.


    Como defiende Yvan Bloten, la indiferencia acerca del porvenir de la tribu, propio de una sociedad totalmente feminizada, pone en peligro el porvenir colectivo: debilitamiento demográfico, decaimiento moral, inmigración innecesaria, desaparición del espiritu de defensa… Todo esto amenaza la supervivencia colectiva sin que la opinión pública de la sociedad mercantil dominada por el elemento feminista se sienta concernida.


    Millones de mujeres europeas, víctimas de un deliberado proceso de sugestión feminista, están jugando con juego. Entre recuperar nuestra identidad de siglos en un contexto legal y moral diferente del actual o acabar siendo víctimas de alguna manada, muchas feministas radicales os están arrastrando peligrosamente por lo segundo. Y lo que es peor aún, en una sociedad sin hombres que tengan el valor de rescataros o protegeros.


    https://www.alertadigital.com/2023/0...al-mundo-real/

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  4. #4
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    El feminismo y el socialismo provocaron la caída del Imperio romano y no la invasión de los bárbaros



    Carlos Aurelio Caldito

    En estos tiempos que nos han tocado vivir, en los que predominan la mediocridad, la maldad y la indigencia intelectual entre quienes nos mal-gobiernan, y que cada día que pasa se hace más urgente y necesaria una regeneración en España, es imprescindible releer a los clásicos, volver la vista atrás, no para regodearnos en la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino para aprender de los aciertos y de los errores de nuestros ancestros.


    No hay día en el que quienes nos hablan de Europa y de la “identidad europea” no hagan referencia a la enorme aportación que hicieron a Europa y al mundo los antiguos romanos, pero nunca suelen decir qué aportaron y qué ha perdurado de aquella cultura, aquella civilización que surgió de una aldea de campesinos en el territorio de la actual Italia.


    Aunque muchos lo ignoren, la antigua Roma y la cultura romana estaban dominadas por una oligarquía rural, de propietarios que explotaban directamente sus propias tierras: una clase social muy distinta de la nobleza guerrera de la epopeya homérica de la antigua Grecia.


    Una de las razones fundamentales por la que Roma duró siglos y siglos fue por la forma en que los romanos eran educados.
    La educación romana se basaba en el “mos maiorum”, conjunto de reglas y de preceptos que el ciudadano romano, apegado a la tradición, estaba obligado a respetar. Transmitir esa tradición a los jóvenes, hacerla respetar como un ideal incuestionable, como base de toda acción y de todo pensamiento, era la tarea esencial del educador.


    Al joven noble no sólo se le educa en el respeto a la tradición nacional, patrimonio común a toda Roma, sino también el respeto a las tradiciones propias de su familia de origen.


    En opinión de los antiguos romanos la familia es el entorno natural en el que debe crecer y formarse el niño. Incluso en la época del imperio, cuando la instrucción colectiva en la escuela, la enseñanza institucionalizada es ya una costumbre arraigada desde mucho tiempo atrás, se siguió discutiendo acerca las ventajas y los inconvenientes de ambos sistemas.


    La educación de los niños y adolescentes en la antigua Roma se producía en el ámbito familiar hasta los diecisiete años; primero, hasta los siete años, bajo la supervisión de la madre; con posterioridad, bajo la vigilancia del pater familias, a quien acompañaban en sus actividades cotidianas.


    En la antigua Roma el padre era considerado como el verdadero educador; El pater familias romano se entregaba con plena implicación, al cumplimiento de su papel de educador.


    A los diecisiete años, cuando el adolescente abandona los símbolos de la infancia, entre los cuales estaba la toga praetexta, blanca y bordada con una tira de púrpura y adopta la toga viril, se inicia una nueva etapa de su educación que, aunque se realiza materialmente al margen del estricto marco familiar, no escapa enteramente al mismo, ya que en la mayoría de los casos ésta se realiza junto a individuos que se encuentran relacionados con la familia por estrechos lazos de “amicitia”.


    La nueva etapa comprendía claramente dos fases, en las cuales el joven romano, perteneciente al patriciado o a la incipiente nobilitas (nobleza), aprenderá los elementos fundamentales necesarios para su posterior actividad en la vida pública o en el ejército; ante todo, procederá, durante el primer año después de haber tomado la toga viril, el aprendizaje de la vida pública, conocido con el nombre de tirocinium fori (etapa de formación como ciudadano civil), que se realizaba normalmente bajo la protección y las enseñanzas de algún amigo de la familia, especialmente adecuado .


    Tras esta breve introducción en el conocimiento de la vida pública, que normalmente duraba un año, el joven romano pasaba a realizar su servicio militar, el tirocinium militiae; primero, como soldado raso; pero muy pronto, en correspondencia con el status social de la familia a la que pertenecía, se integraba, bien mediante elección del pueblo o por designación del jefe del ejército, entre los tribuni militum, es decir, la oficialidad de las legiones.


    Dos elementos son dignos de destacar en los contenidos que están presentes en todo este proceso educativo: la subordinación del individuo a la comunidad y el peso de la tradición; el primero de estos elementos, que implica la consagración de todo ciudadano a la civitas de la que forma parte (Roma no se liberará jamás por completo del ideal colectivo que consagra el individuo al servicio del Estado; jamás consentirá en renunciar a él, ni aun cuando la evolución de las costumbres la haya alejado de aquél; Roma volverá sus ojos con nostalgia); fenómeno que no es exclusivo del mundo romano en el periodo que tratamos, pues se trata de uno de los ingredientes fundamentales de todas las ciudades – estado en la Antigüedad. Lo peculiar, lo más característico del mundo romano es el hecho de que este idea se mantendrá o, al menos, será defendida incluso en momentos históricos en los que el tipo de ordenamiento territorial, social y económico propios de esta forma de organización, han desaparecido o casi desaparecido.


    Este conservadurismo justifica el que Cicerón, a mediados del siglo I a. C., afirmara que el bien de la patria era la suprema ley (salus publica suprema lex esto) (Cic. Leg. 3.8), y años después estará presente en el intento de restauración de los viejos ideales morales que llevarán a cabo algunos emperadores siguiendo las directrices de Marco Flavio Quintiliano (originario de Calahorra, La Rioja) en el primer siglo de nuestra era.


    Ésta subordinación del individuo a la comunidad, del ciudadano a la civitas, se expresa también en prácticas, de fuerte contenido religioso, ampliamente enraizadas en el mundo romano con anterioridad a la Primera Guerra Púnica.


    La importancia de la tradición, como ya he mencionado con anterioridad, se expresa básicamente en el peso que posee el mos maiorum que, hará afirmar a Cicerón que la fortaleza de Roma descansa tanto en las viejas costumbres como en el vigor de sus hijos (moribus antiquis res stat Romana virisque) y se manifiesta también en el profundo conservadurismo de la religión romana, que constituye uno de los elementos fundamentales de argamasa, de cohesión de la comunidad.


    Pero, además, la importancia del mos maiorum tiene otro ámbito de expresión de una importancia similar; concretamente, al peso de las tradiciones familiares, que se manifiesta en los grandes funerales, donde se hacen desfilar las imágenes de los antepasados, las oraciones fúnebres, donde se exaltaba grandeza de éstos, a la vez que la del difunto, y el propio hogar familiar, con la exposición de las imágenes, de las mascarillas de los ascestros, en el atrium de la casa.


    Si observamos con atención, el contenido de aquella “antigua educación”, advertiremos, en primer lugar, un ideal moral: lo esencial es formar la conciencia del niño o del adolescente, inculcarle un sistema rígido de valores morales, de reflejos seguros, un estilo de vida. En suma, como ya se ha dicho anteriormente, este ideal es el de la ciudad antigua, hecho a base de sacrificios, privaciones y devoción, de consagración total de la persona a la comunidad, al Estado.


    Cuando los antiguos romanos acaban asumiendo la cultura griega y se “helenizan”, hacen suyas su filosofía, sus costumbres (no sin reticencias y múltiples protestas “nacionalistas”) adaptan su sistema educativo a las nuevas corrientes de pensamiento y pedagógicas que les llegan de oriente. El nuevo sistema de educación romano (a partir del periodo republicano) poseerá tres niveles: enseñanza elemental (ludus litterarius), enseñanza secundaria a cargo del grammaticus, y enseñanza superior, dirigida por los retóricos.


    Los romanos crearon un sistema nacional-estatal de enseñanza, una red de centros educativos en todas sus provincias, que llegaba hasta los lugares más remotos del imperio. Aunque no fueron especialmente innovadores, pues calcaron el modelo de la los griegos, mejor dicho atenienses, sí fueron ellos quienes lo divulgaron e implantaron por todos los lugares que rodean el “Mare Nostrum”, el Mediterráneo.


    Los antiguos romanos consideraban, como se ha dicho y repetido a lo largo de este texto, que la educación en las primeras edades de los niños y niñas correspondía en exclusiva a la familia, y bajo la dirección y supervisión de la madre. Es decir que, no existían parvularios, centros de educación infantil.


    Transcurrido el tiempo de educación en familia, hacia los siete años los niños se incorporaban a la enseñanza elemental o primaria; transcurrido el tiempo (tal como en la actualidad en España) pasaban a la secundaria y finalmente a la enseñanza superior. A la misma vez que la red estatal de centros de enseñanza, existían centros educativos privados, obviamente de pago, a los que solamente se podía permitir acceder los hijos de la gente más acomodada, de las oligarquías urbanas y rurales.
    Tanto en la red de centros estatal de enseñanza, como en los centros privados, el objetivo principal era preparar a la juventud para que acabase asumiendo cargos de responsabilidad, ya fuera en la empresa privada como en la administración de la cosa pública; tanto en un ámbito como en el otro, los antiguos romanos pensaban que debían estar presentes la honestidad, la laboriosidad y la lealtad. El sistema educativo romano pretendía formar personas de orden, metódicos y enérgicos; una élite activa, emprendedora y bien educada.


    Los romanos de entonces nunca perdían de vista su ideal de “ciudadanos hechos a sí mismos”, para lo cual, para progresar, tanto académicamente como profesionalmente, o en la política, eran tenidos en cuenta la capacidad y el mérito, sin olvidar el compromiso ético de servicio a sus conciudadanos.


    Efectivamente, los antiguos romanos eran educados en la responsabilidad, en la justicia y en el sentido del deber… Todo lo contrario de lo que actualmente se practica en España.


    En la época del Imperio los romanos, por decisión de los emperadores, crearon Universidades, la primera de ellas en Constantinopla (actual Estambul), centros de enseñanza a la vez que de investigación y experimentación.


    Se puede afirmar con rotundidad que los antiguos romanos pusieron en marcha un sistema de instrucción pública equiparable a los actualmente existentes en el mundo desarrollado, y que este sistema educativo fue una de las razones de que la cultura, la civilización romana durara siglos y siglos.


    Entre las muchas instituciones que heredamos de la antigua Roma está precisamente su sistema de enseñanza, que sin duda, si nos atenemos a sus resultados fue sumamente eficaz. Tal es así que todavía se sigue imitando en gran medida.
    Y por ésta, y otras razones, la civilización romana superó en Europa Occidental más de un milenio de existencia (en la Oriental, sobreviviría hasta la toma de Constantinopla por los turcos).


    Alguno dirá que olvido nombrar la principal aportación que los antiguos romanos nos hicieron: “El derecho romano”, por supuesto que no podemos ignorarlo, pero ése es un asunto para otro artículo.


    La Civilización Romana emprendió el camino hacia el abismo desde el momento en que sus ciudadanos perdieron de vista los valores de los que he venido hablando, y abrazaron el ideal del “homo festivus”, cuando se adoptó por parte de los gobernantes la máxima de “panen et circenses”, y se condujo a los romanos a una situación de igualdad en la necedad, igualdad en la mediocridad; por supuesto, la administración del estado acabó endeudándose cada vez más, despilfarrando, provocando inflación, entrometiéndose en el mercado, recurriendo al control estatal de los precios, regalando generosamente subvenciones…, las ciudades se fueron empobreciendo, la gente productiva fue esquilmada por el estado, y como era de esperar acabó huyendo al campo, abandonando las ciudades… (¿Por qué hacer el esfuerzo de trabajar tu propia tierra cuando sus productos no pueden venderse a precios rentables, ya que el estado los distribuye casi gratis en Roma?), antes de la invasión de los “bárbaros” ya se había producido el colapso del estado, por haber aplicado durante largo tiempo políticas socialistas, por hacer que los ciudadanos llevaran una vida regalada.


    Y paralelamente a todo esto, tal cual nos describe Amaury de Riencourt, en “Sexo y poder en la Historia”, “a medida que el imperio romano ganó en extensión, la sociedad romana experimentó una extraordinaria mutación con asombrosa rapidez, pasando del sano estoicismo y la simplicidad a una vida de libertinaje desenfrenado. […] La prostitución aumentó a pasos agigantados, la homosexualidad se importó de Grecia, y las mujeres se liberaron pronto de cualquier traba. No contentas con suprimir la autoridad absoluta del paterfamilias, las mujeres romanas empezaron a abandonar sus hogares para desempeñar un papel cada vez más importante en la vida política del Estado”.


    “Fruto de la cultura grecorromana desequilibradamente masculina, esta rebelión feminista adoleció de un defecto decisivo: al revolverse contra la autoridad masculina y la supremacía de los valores viriles en términos estrictamente masculinos, las mujeres romanas destruyeron en definitiva los cimientos de su propia sociedad y civilización. […] Inconscientemente, las mujeres romanas destruyeron con sus propias manos sus bastiones femeninos en una sociedad patriarcal; las altivas, respetadas e influyentes madres de los primeros tiempos de la República pasaron a despreciar su función biológica primordial en la época imperial y comenzaron a competir con los hombres en términos masculinos. En ese proceso, fracasaron y no hicieron ninguna contribución significativa a la cultura romana; y al no ser capaces de restablecer el respeto por los valores específicamente femeninos contribuyeron a corromper la vida romana bajo el dominio imperial de los Césares sin lograr siquiera participar directamente en el poder político, cada vez más sujeto al influjo de las legiones y de la guardia pretoriana”.


    Las similitudes entre la forma de vida del mundo occidental contemporáneo y del imperio romano en lo que respecta a decadencia son increíblemente turbadoras: la misma falta de objetivos éticos, la misma degeneración cultural y misma ausencia de creatividad, la misma brutalización, el mismo envilecimiento, la misma zafiedad y el mismo culto a la violencia sin venir a cuento. El circo romano en el que los gladiadores derramaban su sangre para la satisfacción sádica de las multitudes se sustituye ahora por el cine y la televisión, en los que el ketchup ha reemplazado a la sangre para satisfacción del mismo tipo de multitudes narcotizadas y alienadas.


    Pero el psíquicamente el significado es idéntico en ambos casos.


    Es más, la rebelión de las mujeres tanto entonces como ahora tiene idéntico alcance y el mismo propósito de destrucción de la civilización y de la sociedad, ya que en ambos casos las mujeres se sublevan contra el marco de referencia masculino, en lugar de desplegar un enfoque creativamente femenino respecto de cómo restablecer el poder de la mujer y su influencia, sin destruir la sociedad y dándole al componente femenino su verdadero lugar en la sociedad.


    Dicen que quienes no conocen su propia historia, la Historia, están condenados a repetirla.


    https://www.alertadigital.com/2023/0...os-barbaros-2/

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  5. #5
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    El feminismo o el odio al hombre como principio fundamental



    Por Pío Moa (R)

    Con deplorable descortesía hacia los prejuicios feministas, la Naturaleza ha tenido a bien imponer una profunda diferenciación entre los sexos, un dimorfismo sexual más acentuado en los humanos que en los demás mamíferos. El dimorfismo no atañe solo al aspecto físico sino, y en no menor medida, a la psique, como puede observar cualquiera que tenga ojos en la cara.

    ¿Qué caracteriza a la mujer con respecto al hombre? La maternidad. Esta no se refiere solo a los nueve meses de gestación, sino que abarca la cría y educación de la prole de modo más profundo e íntimo que la paternidad. Y moldea tanto el cuerpo femenino como su psique. En fin, la maternidad es la garantía de la conservación de la especie en la cual el papel de la mujer es más decisivo que el del varón.

    Lo anterior es una evidencia que no requiere más explicación, aunque, claro está, no todas las mujeres llegan a ser madres, pro problemas físicos o sociales o personales. Y así como lo normal es que el instinto maternal sea muy fuerte, en algunas mujeres es débil o inexistente. Un estudio en Usa mostraba que el maltrato infantil era más frecuente por parte de mujeres que de hombres, lo que se explica probablemente por las tensiones sociales y profesionales que soportan muchas madres.

    Pues bien, el feminismo, obsesionado con una igualdad que a la naturaleza no le ha parecido oportuna, y enemigo de la complementariedad de los sexos, detesta de modo principal la maternidad, pues pocas cosas hay más desigualadoras. Y al odiar la maternidad, odian inevitablemente a la mujer, a la mujer real, de modo semejante a como los comunistas odiaban y trataban de someter al obrero real, que rara vez seguían sus consignas y doctrinas. El feminismo es en ese sentido misógino; e histérico en cuanto que se opone a la naturaleza (que según él no existe: la polaridad sexual sería un asunto “cultural”, un simple capricho de sociedades opresivas). Por ello genera histeria tanto en mujeres como en hombres, y degrada la necesaria conservación de la especie. Se ha hecho notar que los principales líderes de la UE (Alemania, Francia, Italia, Holanda o Suecia, además de Inglaterra) no tienen hijos biológicos. El dato tiene significado porque, consciente o inconscientemente, los líderes sirven de ejemplo a la sociedad.



    El aborto, por tanto aparece como un “derecho de la mujer”. El aborto es simplemente la liquidación de vidas humanas, pues no otra cosa es lo que conciben las mujeres. Observemos dos consignas típicas del feminismo y muy prodigadas (entre otras): “Si los obispos pariesen, el aborto sería un sacramento”. Es decir, que, de modo inconfesado, ellas reconocen el aborto una especie de sacramento, algo deseable y casi obligado (ellas o ellos, porque probablemente hay más feministas hombres que mujeres, y son precisamente ellos los que imponen leyes y medidas feministas). Por cierto que no es novedad en la historia. Ha habido sectas, como la de los cátaros o albigenses, que ya promovían el aborto, buscando el suicidio social deliberadamente.

    Otra consigna no menos reveladora: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Deciden liquidar una vida humana que, además, no procede solo de la madre, sino, en un 50%, del padre, cuyos derechos son literalmente pisoteados.

    De hecho, asistimos actualmente a campañas de denigración de la maternidad, la cual supone, según se dice, enormes sacrificios y costes indeseables para la mujer. El NYT lamentaba recientemente que los ingresos de las mujeres eran inferiores a los de los hombres debido a la maternidad. La idea es muy significativa: en una sociedad en la que ganar dinero es la tarea que da sentido a la vida y mide el “éxito” en ella, las mujeres quedarían en desventaja a causa de la maldita maternidad.


    Feministas de Femen arrojan agua bendita al presidente de la Conferencia Episcopal belga, un acto que, según las leyes españolas, sería considerado de “agresión” y no un delito de odio.

    La consigna citada expone implícitamente otro aspecto del feminismo: el odio al padre, y al varón en general. Ello se debe, posiblemente, a una reacción enfermiza que se da en algunas mujeres y que Freud achacaba, de modo absurdo, a todas: la “envidia del pene”. Las feministas quieren igualar al varón en todo, eliminar la complementariedad, y como ello resulta imposible, y en el fondo suicida, cobran un odio profundo a su modelo inalcanzable, entendiendo como una injusticia social lo que es simplemente una necesidad biológica para mantener en la tierra al ser humano.

    Una necesidad que, casualmente, otras ideologías emparentadas con el feminismo, como ciertos ecologismos y homosexismos, miran con escepticismo o aversión, estimando la posible extinción de la especie como algo indiferente o incluso deseable. Ya hay ideólogos al respecto. El feminismo es tan misógino como misándrico.


    Feministas radicales hacen una parodia de la Semana Santa.

    El odio a la función paterna ha llevado también a negar a los hijos el más elemental derecho a un padre y una madre reales, sustituidos por la burla patética de dos papás y dos mamás y equiparando a los hijos con las mascotas. Ningún homosexual que realmente ame a los niños pretenderá privar a estos de aquel derecho básico.

    El tema puede dar mucho más de sí. Durante largos años el feminismo, como otras ideologías, ha explotado un victimismo igualmente histérico, ante el que era difícil la defensa, porque criticarlo sonaba a injusticia y defensa de opresiones reales o inventadas. Pero una cosa es la igualdad de hombres y mujeres ante la ley, conseguida hace mucho, y otra estas oleadas de chifladura que están envenenando la relación entre hombres y mujeres, y que tan estrecha relación tienen con el deterioro de la salud social: aborto masivo, fracaso conyugal y familiar igualmente masivo, con repercusión sobre los niños y adolescentes sobre todo, expuesta en la expansión de la droga, de los suicidios o el alcoholismo juvenil y en otros fenómenos por el estilo.


    https://www.alertadigital.com/2023/0...e-fundamental/

    Pious dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    Conceptos para luchar contra el feminismo. Microfeminismos




    León Riente

    Parafraseando lo ya dicho en macrofeminismos, imposiciones sociales de nivel microsociológico causadas por la hegemonía de la ideología feminista. Aquí el mecanismo de imposición no son ya ni la coacción política ni el mercado (seducción), sino la presión social feminista que, o bien logra adoctrinar completamente a los individuos en esta ideología y hacer que se comporten de acuerdo a ella, o bien consigue que gente no tan conforme con semejante conjunto de postulados actúe según ellos dictan por temor a la sanción social que conlleva no hacerlo. Tienen en común con los macrofeminismos la necesidad de un previo adoctrinamiento feminista de las masas, mediante el discurso mediático y mediante la acción de las instituciones educativas.

    A un hombre le llaman machista por ceder el paso a una mujer y por no cederlo; a un hombre le llaman machista por pagar la cuenta en un restaurante cuando va acompañado por una mujer y también por no pagarla; a un hombre le llaman machista por piropear a una mujer y también por ignorarla; a un hombre le llaman machista por defender a una mujer en una agresión y por no defenderla; a un hombre le llaman machista haga lo que haga y también por no hacer nada, excepto si se proclama feminista y se pone al servicio de la feminista más cercana; no cuestionamiento de la mujer que ocupa gran cantidad de espacio en un sitio público debido a la cantidad y volumen de las bolsas de ropa adquirida en centros comerciales en un día cualquiera de compras. No se considera discriminatorio decir que las mujeres son más inteligentes; de un hombre gordo dicen que está gordo mientras que de una mujer gorda dicen que tiene curvas; si un hombre insiste en conocer a una mujer le llaman acosador, pero si es la mujer la que insiste en conocer a un hombre es que se ha enamorado; si un hombre emite un juicio sobre una mujer y éste es desfavorable, el hombre es calificado como grosero y misógino, pero si es una mujer la que emite el juicio desfavorable sobre el hombre, resulta ser sincera y espontánea; a un hombre que rechaza relaciones formales con mujeres le llaman inmaduro, pero si es la mujer la que rechaza este tipo de relaciones resulta ser una mujer “liberada”. Una mujer no hace nunca nada mal y un hombre no hace nunca nada bien, excepto si actúa obedeciendo órdenes de una mujer; mujeres de gesto altivo, con caras siempre largas y permanentemente malhumoradas; todo es culpa del “heteropatriarcado”.


    https://www.alertadigital.com/2023/0...crofeminismos/


  7. #7
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    Re: La desfiguración de la mujer: el feminismo esoterista

    Feminismo de género y violencia machista: la mentira más grande jamás contada




    Carlos Aurelio Caldito Aunión.- En España (según el Ministerio de Sanidad) mueren cada año más de 60.000 personas como consecuencia del consumo de tabaco. A pesar de ello, no se detiene sin más a cualquier vendedor de tabaco, tampoco se les persigue o se les sanciona -ya que es una actividad legal- y lo mismo ocurre con los productores y distribuidores.


    En España, cada año fallecen más de 13.000 personas debido al consumo de alcohol, ¡Ojo, estas muertes no están relacionadas con accidentes de tráfico! A ello hay que añadir los dramas familiares que se producen en la mayoría de los casos. Tampoco debemos olvidar que en nuestro país hay alrededor de 300.000 alcohólicos de edades comprendidas entre 19 y 28 años.


    Pese a ello, hay municipios gobernados por partidos del consenso socialdemócrata -que se pavonean de hacer política social y cultural- que, no solo no persiguen ni castigan con las leyes existentes el consumo de alcohol en la vía pública, incluso entre menores, los famosos “botellones”, sino que reservan espacios públicos para tal fin, haciendo soportar al ciudadano, no solo el coste que acarrea el enorme número de alcohólicos (bajas laborales, subsidios, etc.) también los costes de limpieza de las “zonas de ocio”.


    Mención aparte merece la merma de la calidad de vida de los vecinos que sufren las temibles “zonas de marcha-movida”.
    En España, según la Dirección General de Tráfico, se producen anualmente alrededor de 90.000 accidentes, con aproximadamente 135.000 víctimas de las que casi 4.000 son con resultado de muerte. 15 veces los fallecidos en los atentados del 11 de Marzo de 2004, algo así como si cada mes hubiese un atentado de similares características.


    Un hombre subido en una grúa protesta contra las denuncias falsas por violencia de género



    El gobierno, lejos de endurecer las sanciones para los infractores del código de circulación, con penas de cárcel u otras más acordes a la magnitud de la tragedia de la que hablamos puso en marcha el maravilloso invento del carné por puntos… mientras la carretera se sigue cobrando más y más vidas.


    Por descontado, tampoco se producen detenciones masivas e indiscriminadas de fabricantes y vendedores de coches, tal como se viene haciendo en la aplicación de la llamada “ley de violencia de género”.


    En España cada año, según datos de Cruz Roja Española, más de 700.000 niños menores de 15 años sufren accidentes en el ámbito familiar. De los que alrededor de 1.000 son con resultado de muerte.


    Un grupo de feministas radicales acosa a hombres provida en la Puerta del Sol



    Esto nos lleva a la conclusión de que todos los días los medios de información y creadores de opinión deberían contarnos que muere un par de menores debido a accidentes domésticos… a nadie se le ha ocurrido –todavía- proponer detenciones masivas de fabricantes de juguetes, de vendedores de juguetes o de cualquier persona que se encuentre en las proximidades de un niño llorando diciendo que se ha caído y se ha hecho daño.


    En España, los Anuarios del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales afirman que, cada año suelen producirse cerca de 1.000.000 de accidentes laborales (declarados), de los cuales alrededor de 1.000 acaban con víctimas mortales.


    A pesar de que existe una extensa normativa, dura, inflexible y casi imposible de cumplir, referida a las condiciones de seguridad y salud en los centros de trabajo, no se cuenta con medios para garantizar el cumplimiento de dichas leyes.
    Como en el resto de asuntos de los que vengo hablando, este sistemático incumplimiento tiene un origen económico evidente, y como objetivo el de mantener los márgenes de beneficios de las empresas, todo ello aderezado por las continuas subidas de los costes de materias primas, salarios, energía, carburantes, transportes, etc. Así como la competencia de los productos procedentes del exterior, la “contratación” ilegal de mano de obra extranjera, libre de costes sociales, etc.




    En España, según la Oficina del Defensor del Paciente, cada año mueren más de 500 personas debido a negligencias médicas.
    Si por cada queja de cualquier paciente, la policía procediera a la detención de los médicos implicados, en los centros penitenciarios pasaría a haber tantos médicos como en los centros hospitalarios.


    Siguiendo el orden decreciente, que ha caracterizado a este texto, respecto del número de víctimas que se producen en determinados ámbitos, con resultado de muerte de personas, llegaríamos a eso que se ha dado en llamar “violencia de género” o “violencia machista”.


    Estoy hablando de un ámbito en el que anualmente mueren en España no más de 60-70 personas adultas (de sexo femenino) aunque, afortunadamente, las cifras han disminuido a menos de 50… En este caso, sí que se considera adecuado detener inmediatamente a los hombres “supuestamente implicados” (como dice la denominada ley de 28 de diciembre de 2004, de violencia de “género”, para proteger a las mujeres) sin permitírseles ejercer su derecho a la presunción de inocencia, negándoseles su derecho constitucional al “recurso de hábeas corpus”, con ingreso inmediato en prisión preventiva, como si se tratara de delincuentes peligrosos y un sin fin de consecuencias que pueden derivarse de ello, como la pérdida del puesto de trabajo…


    En España se producen anualmente alrededor de 90.000 accidentes,de los que casi 4.000 son con resultado de muerte



    En el año 2004 (año en que se aprobó la LVIOGEN, ley de “violencia de género”) los suicidios relacionados con procesos de separación y divorcio, supusieron la muerte de 257 hombres y 32 mujeres (289 personas). No obstante, esto no dio lugar a plantear siquiera el debate sobre la conveniencia, o no, de la actual legislación en materia de separación y divorcio, ni a la creación de un observatorio para el control del suicidio en España (el dato se engloba dentro de más de 3.000 suicidios anuales de hombres por diferentes motivos), ni a la creación del “instituto para la prevención del suicidio”. Una tasa de 38 suicidios de hombres divorciados por cada 100.000 habitantes, frente a una tasa de 6 suicidios de mujeres divorciadas por cada 100.000 habitantes, parece que no es motivo suficiente para plantear una revisión de la legislación y de la forma de aplicar dicha legislación (máxime si se compara con los datos de violencia domestica 1,1 agresión por cada 1.000.000 de habitantes en el caso de agresores españoles y 4,4 en el caso de agresores extranjeros).


    El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes en el santoral católico, se cumplirá un nuevo aniversario de la aprobación de la ley más perversa, genocida, de las aprobadas en España, y posiblemente en el mundo occidental en lo que va de siglo XXI.
    Una ley que ha conducido a la detención ilegal y al procesamiento, a lo largo de estos doce años de casi dos millones de varones, por el simple hecho de haber nacido con pene.





    Más del 15% del total de reclusos en las cárceles españolas lo son por aplicación de la Ley de Violencia de Género. Una norma que ha batido todos los récords de recursos de inconstitucionalidad -promovidos por jueces cuando se han visto obligados a aplicarla- más de dos centenares; una norma que todos los juristas españoles de reconocido prestigio han afirmado que viola el derecho constitucional a la igualdad, el derecho a la presunción de inocencia, a la dignidad de la persona y a la tutela judicial efectiva, y muchas cosas más; cuestiones que a pesar del tiempo transcurrido, salvo los damnificados, sus familiares y amigos; la mayoría de la población española sigue ignorando, o ¿tal vez la mayoría de los españoles desea seguir ignorándolo?, y en tal caso, algo realmente grave, gravísimo está ocurriendo en España.


    Estoy hablando de un ámbito en el que aquello de la corrupción, de la que tanto nos hablan los medios de información, un día sí, y el otro también, es lo más común, y para lo cual es imprescindible la entusiasta colaboración de jueces, fiscales, secretarios judiciales, abogados, forenses, psicólogos, y un largo etc. que obtiene pingües beneficios del sufrimiento ajeno, principalmente de cientos de miles de varones, de sus hijos, de sus familias extensas; ya digo, un verdadero genocidio, crímenes de lesa humanidad.


    En España una de cada cuatro separaciones matrimoniales, o de pareja, va acompañada de denuncia por «malos tratos».





    Según la legislación aprobada en la última década, relativa a separaciones, divorcios, relaciones interpersonales, de pareja… los varones españoles nacen “culpables” (algo así como el pecado original del que hablan los católicos) y se les somete a una sistemática discriminación en sus derechos esenciales, discriminación amparada en la denominada «perspectiva de género». Un nuevo fundamentalismo fanático, violento, el feminismo «de género» aliado con el poder político, está en el origen de todo ello, y el retroceso al que asistimos respecto de derechos fundamentales no tiene comparación posible en nuestro entorno cultural.


    Y ya para terminar, pues el asunto da para mucho, muchísimo más: estamos hablando de un salvaje retroceso en lo que respecta a los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Española de 1978, de la que hace tres meses celebrábamos su trigésimo octavo aniversario, que todos los días se le niega a la mitad de la población por haber nacido con pene; circunstancia que no es algo casual. La liberticida y totalitaria Ley de Violencia de Género es la culminación de una ideología que se ha acabado instalando en la sociedad y goza de omnipresencia en las instituciones del Estado de Derecho. Una ideología que se llama feminismo de género, femi-estalinismo, o femi-nazismo. Un régimen político, de apartheid, al fin y al cabo, que solo la “sociedad civil” puede derrocar, pues cualquiera que esté bien informado debe de tener en cuenta que las soluciones no vendrán desde la esfera política.


    Solo la sociedad civil, con su reacción, puede impedir que lo «inverosímil» se adueñe definitivamente de nuestras vidas.



    https://www.alertadigital.com/2023/0...jamas-contada/


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