Violencia de género. Una efectiva munición para una misteriosa guerra
Desde hace una década o así se ha ido agudizando un problema realmente preocupante el trato salvaje y brutal al que algunos hombres someten a sus esposas, o compañeras sentimentales. Este tipo de criminalidad no es nueva, ya los países del norte de Europa denominados por muchos “avanzados” son pioneros en estas oscuras prácticas. De hecho en este tenebroso campo nos superan por un amplio margen estadístico. Pero no sólo va creciendo esta cobarde práctica, sino que además no parece que vaya a quebrarse tal perniciosa dinámica. Es un problema al que algunos intentan con diversa suerte dar una explicación creíble.
En realidad las lecturas de este gravísimo problema son variadas y caóticas, creo que hasta cierto punto interesadamente caóticas. Es muy llamativo el hecho de que no se barajen una serie de posibilidades alternativas no canónicas, ¡y no sólo no se barajan! sino que, por decirlo de alguna manera está mal visto el mero hecho de plantearlas.
Será mejor exponer en primer lugar las explicaciones que dan los “pensadores bienpensantes”.
Es absolutamente evidente que la cuestión se plantea, al menos desde amplios sectores, desde una óptica feminista. Esta corriente de opinión observa en los hombres una tendencia hacia lo perverso, y a la inversa con las mujeres. Las féminas por el mero hecho de serlo ya poseen un punto a su favor. Se afirma que históricamente, si no la historia misma ha sido una lucha entre sexos, en donde los hombres, una especie de belicosos seres del averno y la oscuridad, se han dedicado con vampírica crueldad a martizar y explotar sexualmente a las mujeres, entidades intrínsecamente cuasiangelicales originales de las más celestes bóvedas. Evidentemente esta interpretación simplona hasta lo infantil no se la cree ni el más estúpido, por eso se ha de imponer sutil, o no tan sutilmente. Teoría tan peregrina nos ilustra a la perfección el modo en que el problema se instrumentaliza y desnaturaliza groseramente. El victimismo se muestra como un negocio rentable, un negocio impuesto por medio de la disuasión social, por medio del “rechazo social” a los no “bien pensantes”. Pocos se atreverán pues a mantener posturas alternativas, a menos que se asuma el riesgo que se corre a manos del fanatismo irracional de las masas, en gran medida autoalienadas, (propongo la lectura de George Orwell; 1984). Bien dirigida ésta por los comisarios políticos de turno, (la famosa oligarquía periodística, perros de presa y guardianes del sistema). Pobre del que muestre criterios independientes, sobre el caerá las doce plagas de Egipto en forma de terribles epítetos y acusaciones malévolas, aunque no por ello menos gratuitas.
Es muy triste definir moralmente a los seres humanos sobre la base de sus atributos sexuales, muy triste, pero claro… otros estratos sociales como los homosexuales hacen lo mismo, es decir, en base a sus tendencias sexuales.
Tampoco pues es de sorprender.
¿Acaso nuestra sociedad Occidental no es patética?
Es cierto que muchas mujeres han sido presa de terribles injusticias, y que en la actualidad siguen sufriendo. Estoy absolutamente de acuerdo en que esas situaciones hay que cortarlas de raíz, ¡en vez de hablar tanto de lo malas que son!
Algunos sectores sacan punta a una serie de situaciones anómalas… los “hombres del saco” siempre fueron muy útiles a los padres para conseguir de sus hijos lo que querían. Claro que el “hombre del saco” no existe, y problemas como la oblación de parte de las niñas africanas, o las injustas diferencias de sueldo si son una cruda realidad.
Desarrollemos estos dos ejemplos que acabo de anotar.
El primero, la diferencia de sueldos entre trabajadores de diferente sexo en las empresas privadas. ¿Por qué se permite que una mujer trabajadora cobre menos que un hombre trabajador si hacen la misma labor con la misma eficacia? ¿Acaso no es injusto? ¿Y si lo es, por qué en vez de crear una psicosis de que malo es el hombre porque tiene pito y mucho pelo se termina con el problema de ipso facto? ¿Acaso el problema no es el problema, sino una herramienta para un fin bien diferente? ¿Quién dicta las consignas a los medios de comunicación, a los comisarios del sistema? Se habla mucho y se hace poco… es muy mosqueante. Y mientras los medios escupiendo que el hombre bueno es el hombre emasculado.
¿Qué está pasando aquí?
En el caso de la oblación mejor hablar de las contradicciones de nuestro modelo civilizatorio y de sus verdaderas tendencias.
Se plantea, ¡y con razón! Que es una inmunda práctica. ¿Pero, por qué es inmunda? ¿Por qué se espera que así lo diga?
Para mí como cristiano lo tengo totalmente claro. Primero porque la mutilación es pecado grave, puesto que el hombre no es dueño de su cuerpo, sólo su administrador. Segundo, porque el placer sexual no es intrínsecamente malo, es malo si como pasa en Occidente ocupa un papel anómalamente preferente. El quid de la cuestión no es la mutilación, pues en Occidente está bien visto mutilarse los genitales (la famosa la ligadura de trompas, también atacada por la Iglesia). La dificultad es que lo que más define al Occidental es su materialismo, y en consecuencia el hedonismo. El Occidental vive en función del placer, no puede asimilar que se le imposibilite a un ser humano el poder de sentir uno de los mayores placeres que Dios puso en la Tierra para el hombre; el placer venéreo. Pero no porque así se elimine injustamente un medio de crecimiento personal, sino por el placer que comporta puro y duro.
Entonces tenemos que los problemas en nuestra sociedad de la Coca-Cola muy pocas veces se tratan en profundidad, en su esencia. Tampoco interesa, porque las contradicciones de nuestro modelo cultural son descomunales.
Desde un punto de vista histórico es un absurdo afirmar que el motor del cambio histórico es la variable genital. ¡Es un absoluto disparate! Como argumento no se mantiene, y lo triste es que quienes despachan las directrices a seguir a los comisarios del sistema, lo saben. Tenemos que el problema se instrumentaliza, la cuestión es averiguar en pos de que metas. Lo más grave de todo esto es la forma en que se polarizan los conceptos de bien y mal en función del sexo. Es algo muy grave porque aparte de no solventar nada, lo que sí hace es agravar sobremanera el problema, creándose una desconfianza poderosa entre los dos sexos. Desconfianza de los hombres contra las mujeres, y de las mujeres hacia los hombres.
El concepto maltratador es difuso, y se busca que sea difuso.
¿Qué es un maltratador? ¿Un sujeto que apuñala o golpea a su mujer o pareja salvajemente? Pues sí y no. Es eso y lo que interese que sea. Maltratar a una mujer podría ser el negarle algo… ya se sabe, los irreparables daños psicológicos, o exigirle un comportamiento correcto de cualquier tipo… por lo de la prepotencia masculina ¡Y todo esto es extremadamente importante para comprender el fondo del problema!
El día de la mujer trabajadora se orquesto a modo de campaña maniquea-victimista. Pude ver por la televisión a una mujer empresaria hacer un llamativo comentario convenientemente aireado por los medios:
“-Hay que destruir lo que queda de patriarcado machista”.
No me voy a poner a cuestionar si a lo que realmente se refería la señora era que había que imponer el matriarcado feminista. Pero esa frase da mucho de si. Actualmente se busca que la mujer, no sólo se autoanule como mujer (madre), sino infundar en ella un espíritu individualista, egoísta, materialista, mezquino y egolátrico. Contravalores convenientemente camuflados claro, no olvidemos que el hombre occidental da mucha importancia a las formas… es más, se queda en ellas.
Se busca aniquilar lo que queda de familia tradicional (sin disciplina el proyecto de vida llamado familia no es posible), se busca a una mujer que sea similar al hombre en cuanto a superficialidad y bestialidad. No se persigue a los hombres malos, se persigue al modelo de familia tradicional en donde la mujer que se mantenía fiel a su naturaleza materna y al cuidado de los suyos, acabe por tornarse en una mujer que sólo piense en producir y consumir (otro punto clave para entender el problema, la dinámica del sistema económico capitalista), y que en su soberbia sólo admita su individualismo egoísta. A eso se refería la señora, a que se está dando una vuelta de tuerca más en la destrucción de lo poco que queda de hermoso en este mundo, usando mentiras o manipulando cuestiones de todo género.
Sin duda el Diablo es maestro de la mentira, y además juega con muchas cartas, por eso gana tantas veces.
Jamás se tratará disciplinada y sistémicamente este problema de la violencia de género, porque no interesa hacerlo. Es sólo una especie de ácido disolvente usado por unos oscuros ingenieros sociales que se mueven en las sombras. Para algunas mujeres, e incluso hombres, la natural indignación por tan aberrantes crímenes pasa a ser una válvula de escape de un aberrante odio larvado hacia todo lo masculino. Un odio producto de sucesivas frustraciones amorosas en la que, casualmente, la “víctima” jamás es culpable, el culpable siempre es el otro, ¡y en un grado indiscutiblemente absoluto!
Y haber quien es el guapo que dice que no.
Se afirma que el problema está en la naturaleza agresiva del hombre. En que su carácter belicoso le lleva a actuar violentamente contra las inocentes mujeres. Pero esa explicación es una quimera.
No hace falta ser un intelectual para darse cuenta de ello.
Ante todo el problema de los malos tratos es “orgánico”. ¿Qué quiero decir con orgánico? Pues que se halla inserto en la naturaleza misma de la sociedad en la cual se manifiesta. No se puede analizar estos delitos presuponiendo a priori que son un mero comportamiento social anómalo, aberrante. Un comportamiento que “mancha” el hermoso y justo desarrollo de nuestra fantástica civilización materialista, hedonista, positivista y capitalista. Para nada, el problema de los malos tratos hacia las mujeres se halla inserto en una dinámica general que es connatural a este mundo que nos tocó vivir. Las contradicciones de nuestro modelo civilizatorio son tan brutales que ya es imposible ocultar los primeros pasos definitivos hacia la desvertebración social, hacia la destrucción de la raíz misma de nuestro enfermo modo de vida. Pero esto jamás será admitido por las oligarquías rectoras, por dos sencillas razones.
La primera razón es que el maltrato a las mujeres les da igual. Por ejemplo, se mata a millones de niños en el mundo para mantener balanzas comerciales ¿cómo les iba a afectar qué…? ¡Por Dios seriedad! Sólo se trata de un mecanismo para inducir un cambio sociocultural por medio del efecto ácido del complejo de culpa, y el odio irracional. Si realmente les preocupase la violencia familiar atacarían el problema con verdaderas ganas de solventarlo.
Por otra parte no sólo se hablaría de esta tipología criminal, sino de otras muchas, como el maltrato bestial hacia los niños, ¡qué supera ampliamente a los de las mujeres! Además, en el maltrato o asesinato de niños las propias mujeres tienen mucho que ver. No es mi intención resultar misógino, sino fiel a las estadísticas. Pero claro, esto no es correcto decirlo, ya se sabe: las mujeres son seres angelicales, ellas no serían capaces de hacer nada malo ni a una mosca. Sólo los hombres, seres bestiales y primitivos salidos de la fragua de Vulcano serían los únicos sospechosos válidos.
Esta sociedad demoníaca no entiende de niños, sólo de unidades de producción y consumo. Nadie romperá una lanza a favor de ellos. Además, la naturaleza de los niños se opone frontalmente a la de nuestra corrupta sociedad. Pero ya aquí ya estaríamos hablando de metahistoria, y no quiero que los plomos del personal comiencen a saltar.
La segunda razón es que el Sistema no puede admitir que está podrido, que él mismo es la única fuente de su mal. Siempre hará uso de numerosas teorías mal construidas para acusar a los “inadaptados” de ser el causante de los problemas, sí, los eternos aguafiestas… imaginarios.
Una columna de humo más. De las muchas habidas y por haber.
El hombre Occidental es un hombre enfermo, pobre y crepuscular. Sin una regeneración radical sólo le espera un fin: su autodestrucción. Primero la moral (ya prácticamente completada), y luego muy posiblemente la física.
¿Cuál es la verdadera razón de este problema? Yo lo tengo muy claro. El individualismo, el materialismo y el hedonismo han creado un tipo de ser humano anómalo que ha destruido el verdadero concepto de amor. La otra persona no es tratada con respeto, todo es una cuestión de mercadeo. “Tú me das y yo te doy… y si es posible yo te doy menos de lo que tú me das”, (“contrato social”). La relación amorosa se ve pervertida por estas pulsiones producto de una cosmovisión enferma. En la relación ya no prima la generosidad, la entrega, el sacrificio, los hijos. Ahora predomina la posesión, el sexo por el sexo, el egoísmo mezquino. No hay lugar para el amor, y si en una sociedad no hay amor se origina una brecha por donde entra el mal a sus anchas. Desde tiempo atrás el mal se ha ido imponiendo en nuestra sociedad. El futuro no es nada halagüeño. Por eso los hombres usan el terror físico para con sus mujeres, porque las consideran no personas, sino cosas a su servicio, como una fuente de placer, de uso “práctico”.
Esta visión repulsiva funcionó durante el primero modelo pervertido de familia tradicional; la familia burguesa.
Cuando la mujer del burgués (con burgués no hablo del sujeto favorecido por la fortuna económica, sino del que se define por una específica mentalidad moderna; la actual), vivía aún en la inopia, alejada de la dinámica moderna, “sólo uno de los dos era el egoísta”, el mezquino, el poseedor. Pero cuando en la segunda mitad del siglo XX la mujer accedió a ese modelo de persona moderna, desviada, aconteció el “boom”. No acabaron por romper con el nuevo hombre egoísta, mezquino, poseedor porque ellas tuvieran conciencia de esa injusticia, sino porque ellas también habían enfermado del mismo mal masculino. Ellas también se quebrantaron. De ese modo la última esperanza seria de volver a una cosmovisión sana de la existencia desapareció tras su asimilación del mal de la “modernidad”. Un mal creado principalmente por pensadores de sexo masculino. Con sus deseos de integración en la misma patética dinámica acabó una etapa de cambio. Esto es capital entenderlo, porque es bien falsa esa afirmación que reza que la suma de egoísmos semejantes produce compatibilidad, (afirmación ilustrada). Falso, el egoísmo no es compatible con nada. Si en una pareja ambos se limitan a mirarse sus ombligos, sus intereses mezquinos y pequeños hasta lo más ínfimo, jamás habrá amor, jamás habrá respeto mutuo. Se usa el terror físico, o el psicológico (este es el más usado por las mujeres), para forzar al otro, para dominarlo. El amor no entiende de dominio, entiende de comprensión y respeto mutuos. Esa comprensión y respeto mutuos no vendrá jamás de nuestra moderna civilización, porque esta está jodidamente enferma. Así que no sólo predigo que el problema no desaparecerá, sino que se agudizará, junto con otros innumerables con los que va a la par, (familia, menores, etcétera).
Ya no somos personas, somos números de los que se espera rentabilidad.
Algunas veces pienso sí lo que se busca es algo muy determinado. Si se trata de unas manos oscuras las que mueven los hilos. Esta es una explicación demasiado conspirativa. Más bien creo que la "lógica" interna de nuestra sociedad carece pues de eso… de lógica. Todo es muy esquizofrénico, no se puede admitir que el problema mismo está en la propia naturaleza de este mundo catatónico que se ha ido gestando tras siglos de cambio mental. Pero tampoco se puede mantener teorías alternativas que expliquen y desvíen la atención del verdadero problema.
Una situación de locura.
En mi opinión lo correcto sería volver a los orígenes del concepto “dignidad humana”. Claro que esto implicaría un divorcio absoluto con el mundo moderno.
Una ruptura absoluta.
No sólo pocos serían capaces de hacerlo, sino que pocos están intelectualmente preparados para dar el paso.
Eliminemos los eufemismos, paralogismo y silogismos. Se habla de dignidad femenina. ¡Mentira! Esta es una palabra como tantas muchas que es extraña a este Occidente moribundo. Una sociedad no puede ufanarse en afirmar que respeta a la mujer cuando la visión que tiene de ella es la de mero objeto sexual, de mera maquinita de producción y consumo. Y cuando lo que se busca es embrutecerla (junto a los hombres), hasta el grado del más bajo bestialismo. Naturalmente los hombres, que también forman parte de esta locura también son vulgares números.
El problema no se va a arreglar, se agudizará. La descomposición social está ya en muy avanzado estado. La familia tiene los días contados. Es el fin. Sólo es cuestión de tiempo. Veremos que acontecerá cuando todo se colapse. Quizás vuelva a brillar el sol.
Siento ser tan pesimista, puesto que no creo en la historia cíclica, si no en la lineal.
Por lo único que siento aprecio es por el realismo. Vivir en una nube es cómodo, pero no saludable. Se coge mucho aire… malo para las ideas.
Publicado por Arcana Mundi
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