Compartiendo casi toda la argumentación de Chanza, tengo que hacer una pequeña precisión:
La sociedad de el imperio Austro-Húngaro a principios del siglo XX, seguía siendo, al menos en su mayoría, inequívocamente católica. Además, ni que decir tiene que el emperador Francisco José seguía siendo un católico convencido (como siempre reconocieron con sinceridad los papas que le trataron). Lo que ocurría, era que el constante peligro de desmembración interna del imperio, socavado por el liberalismo nacionalista de la burguesía, los ambientes universitarios antimonárquicos (muy radicales en algunos casos), la rebeldía de la clase política checa (con un parlamento que se tenía que cerrar casi continuamente) y las tensiones de los húngaros con los eslavos que entraban dentro de su jurisdicción, obligaron a la doble monarquía a aceptar no sólo corrientes políticas socialdemócratas y liberales, sino la inadmisible "libertad de cultos" que afectaba incluso a mahometanos (bosnios). Todo se hizo para preservar el orden público y la seguridad de un Estado plagado de minorías y singularidades.
El recuerdo de la espantosa revolución de 1848, donde se había podido salvar la situación en última instancia gracias a los ejércitos rusos de Nicolás I, y aplicando una fortísima represión posterior, llevaron a tomar ese tipo de decisiones trascendentales. No obstante, el Estado Austro-Húngaro continuó siendo "confesional", al menos oficialmente.
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