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LAS MUJERES EN EL IMPERIO ROMANO
Roma matrimonio mujer
Podemos considerar que las mujeres en el Imperio Romano tenían una condición social en sí misma, independientemente de que las diferentes circunstancias de su nacimiento pudieran darles un mayor poder de decisión que a otras. Obviamente, las posibilidades, tanto a nivel social como económico que tenía, por ejemplo, una emperatriz, no eran las mismas que las de una esclava pero, en cualquier caso, las mujeres se veían sujetas a unos condicionamientos sociales específicos para su sexo en la Antigua Roma.
En la Antigua Roma, las mujeres nacidas en libertad eran consideradas como ciudadanas romanas, pero no podían hacer práctica de los derechos y deberes que la misma consideración le daba a los varones. Por ejemplo, no podían votar ni tener ningún puesto de tipo público, salvo en el ámbito religioso y únicamente en puestos muy concretos, como es el caso de las vestales. Asimismo, las mujeres estaban subordinadas a la autoridad legal de un pater familias o tutor.
Aunque prácticamente todos los miembros de la familia estaban subordinados a la autoridad del mencionado pater familias en mayor o menor, bien es cierto que, salvo casos muy contados, las mujeres no alcanzaban nunca una independencia total, algo a lo que sí podían aspirar los hombres. En todo caso, hay que tener en cuenta que la familia romana estaba concebida como un colectivo y no como una individualidad, por lo que aspectos como los matrimonios estaban siempre vinculados al pater familias y al conjunto de la unidad familiar. De hecho, las mujeres romanas siempre pertenecían a su familia de origen, aun después de su matrimonio y de mudarse a la casa de su marido, siendo posible el divorcio. En todo caso, se consideraba que las mujeres siempre debían estar bajo la protección legal de un varón, que podía ser más o menos estricta, aunque tenían libertad de actuación.
Vestales-rociedad-Romana
Además, también es cierto que las leyes romanas protegían los intereses de las ciudadanas, pues podían tener propiedades, presentarse a juicios o, incluso, emanciparse si se seguía un procedimiento legal muy estricto, algo muy diferente a lo que le ocurría a las mujeres de otras culturas antiguas, como la griega o la mesopotámica. En todo caso, en diferentes momentos de la dilatada historia de Roma, algunas normas relacionadas con las mujeres fueron variando, proporcionándoles mayor o menor libertad. Por ejemplo, durante la época del primer emperador, Augusto, durante el último siglo antes de nuestra era, la visión conservadora que quiso imponer hizo que promulgara leyes como la que prohibía a las mujeres adúlteras volver a casarse o que las penaba perdiendo una parte importante de sus propiedades. Por lo tanto, hay que tener en cuenta el periodo en el que nos movamos, aunque las mujeres siempre estuvieron en plano de desigualdad con los hombres, apartadas oficialmente de todos los desempeños públicos y, salvo excepciones, vinculadas en mayor o menor grado a la autoridad masculina.
En el caso de las libertas, tenían las mismas condiciones que los hombres en esta misma situación social, teniendo más o menos los mismos derechos que las mujeres que nacían libres. Sin embargo, dado que lo más común era que no tuvieran padres o que estos también fueran esclavos y, por lo tanto, no tuvieran derechos ciudadanos, el dueño anterior o patrón podía hacer las veces de pater familias en aquellos asuntos legales que requirieran su vinculación a uno. En el caso de las esclavas, su caso es prácticamente igual al de los hombres, dado que ninguno de los dos tenía derechos y eran considerados como simples bienes materiales.
Por otro lado, las mujeres podían desempeñar trabajos y era muy habitual verles hacerlo a partir de cierta consideración social pues, si bien es cierto que las mujeres vinculadas a las familias ricas no solían desempeñar tareas laborales, el resto sí lo hacía. El tipo de trabajo que podían desempeñar eran muy variados y se sabe que había mujeres romanas que tenían oficios tradicionalmente vinculados al ámbito femenino (como sirvientas, peluqueras, matronas, etc.), pero también podían tener un negocio en propiedad y se tiene noticia de mujeres que llegaron a ser médicos o secretarias, por citar algunos ejemplos. En el caso de las esclavas, sobre todo si habían adquirido esta condición con posterioridad a su nacimiento, la labor que solían desempeñar dependían en cierta medida de su educación y habilidades.
Las esclavas sin educación ni formación, como en el caso de los hombres, solían dedicarse a tareas manuales o, también, podían ser obligadas a prostituirse, pero si tenían una formación distinta, podían ser profesoras o, como se ha demostrado recientemente, incluso gladiadoras.
http://www.sobrehistoria.com/las-cla...os-caballeros/
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Bienvenido.
Se me había pasado esta. Esto es increíble:
Pues aquí en Sevilla (sí, ¿no dice que era de Sevilla?) y supongo que en otras ciudades, toda la vida las calles han sido barridas por hombres y se ha visto como lo más natural del mundo. Hoy en día ya no es raro ver a empleadas municipales de limpieza, pero durante mucho tiempo ese trabajo lo hicieron hombres y nadie ponía en duda su masculinidad. Y de siempre ha sido normal ver a un hombre barriendo una tienda o un bar.
Además, se hacía el servicio militar, que entre otras cosas era para hacernos hombres. Y allí todo el mundo barría, limpiaba los suelos y los servicios higiénicos, se hacía su cama y se cosía su propia ropa. Y era lo más natural del mundo. A lo que nosotros llamamos mili en Argentina lo llaman familiarmente colimba (de correr, limpiar y barrer).
También ha habido siempre cocineros sin que nadie pensara que por el hecho de serlo eran menos hombres.
A la vista del comportamiento trolesco que mantiene siempre, va a ser cuestión de hacerle el vacío en cada intervención, a ver si así se busca otro "entretenimiento".
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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