Estimado compatriota,
Me parece más una forma de denigrar, que de ensalzar, las cortes cristianas medievales, el calificarlas de antecedente de las cortes revolucionarias democráticas.
Materialmente estas últimas usaron a las primeras para instaurar algo formalmente nuevo y rupturista con la tradición heredada, esto es, la transformación de las cortes estamentales, consultivas, cuya función legislativa se entendía siempre más desde el filial consentimiento a la voluntad del rey, que de gobierno, como corresponde al pueblo, en un conciliábulo revolucionario que robó la soberanía a nuestros reyes y engañó al pueblo haciéndole creer que ahora él era el soberano. Grandísimo engaño, pues si los que antes nos defendían de posibles abusos de quienes nos gobernaban, los procuradores con mandato imperativo, ahora son quienes nos gobiernan, ¿Dónde quedan los que nos defienden de los abusos de gobierno?
¡NO! El pueblo no puede aspirar a cortar la cabeza al rey y usurpar su trono, al igual que el proletario no puede ser igual que el empresario, ni la mujer igual que el hombre.
Las cortes estamentales servían para representar y canalizar la armonía jerárquica de la sociedad cristiana, asentada en un sacra jerarquía y en la caridad y el humilde desapego al estatus que a cada cual tuvo a bien concederle Dios con el nacimiento; no para destruir toda forma de autoridad y para, con un poder omnímodo y más absoluto del que jamás tuviera ni el rey tiránico más divinizado de los tiempos paganos, deconstruir constantemente las formas sociales naturales para hacer un hombre nuevo contra Dios a imagen y semejanza del ángel caído.
¡Viva el Rey cristiano, vivan los fueros y las cortes estamentales, abajo los parlamentos tiránicos democráticos!
Sólo donde hay Rey hay Ley.
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