Para adorarla primero hay que no mancillarla, cuántos hay que la toman sin haber pasado por el confesionario y tenido un sincero arrepentimiento y dolor por los pecados. Mucha gente cree que con repetir "No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme" es suficiente. Pero la dicen como si de una fórmula se tratase, sin interiorizar verdaderamente su culpa y responsabilidad.

No obstante, es una adoración auténtica, pues no se hace a una figura o escultura, sino al Cuerpo Místico de Cristo, verdaderamente presente.