En relación con esto me viene a la cabeza la escalofriante proporción en aumento de las incineraciones, incluso de difuntos que eran católicos, que creo que llegan a la mitad de los decesos. Por lo que tengo entendido su precio es similar al de un entierro como Dios manda, así que ignoro el por qué de este procedimiento, tan impropio de nuestra cultura, pero tan corriente en nuestros días. No sólo supone una falta a los preceptos de la Iglesia y una aparente renuncia a la resurrección de la carne, sino que además se les priva a los familiares y allegados de un lugar en el que rezar ante los restos del difunto, y al mismo se le priva de una lápida que recuerde que ha pasado por esta vida, que ha existido. Me resulta aterrador.
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