No conozco muy bien el proceso que ha llevado a aceptar la incineración. Así que por favor, corregidme si me equivoco en lo que voy a decir.

Pienso que en el caso de los incinerados, Dios puede perfectamente devolverles la forma de la que gozaron en vida en el Paraíso. Eso sí, y como bien ha apuntado en el artículo Juan Manuel de Prada con sus citas a San Agustín: con los defectos corregidos.

Esta parte lo explica perfectamente: A esa nueva forma de existencia la llama San Pablo cuerpo glorioso o espiritual, renacido de la semilla corruptible de nuestro cuerpo mortal y sin las limitaciones propias de la materia: porque la resurrección no es la recuperación del cuerpo abandonado por el alma, ni tampoco la continuación de una vida corporal interrumpida por la muerte --como pensaban los saduceos--, sino el principio de una vida nueva.

Honestamente, creo que Dios es capaz de realizar algo así, independientemente de si la persona se ha cremado o inhumado. Con esto, no quiero defender la incineración, ni mucho menos. Yo personalmente, la rechazo.