Re: Iglesia Primitiva
Obispados de la Iglesia Primitiva:
Esmirna:
Durante el avance del cristianismo dentro del Imperio romano, fue martirizado dentro de sus muros Policarpo de Esmirna. La ciudad tomó relevancia entre los cristianos al ser una de las siete ciudades nombradas en el Apocalipsis y a causa de la profecía de que serían perseguidos y muertos muchos de los creyentes en Jesucristo. Los cristianos de esa ciudad padecieron persecuciones y discriminaciones a la vez que se enfrentaban a doctrinas como el gnosticismo, montanismo, nicolaísmo y marcionismo.
Esmirna continuó en manos de bizantinos durante unos cinco siglos más, hasta que en 1084 fue ocupada por los turcos seléucidas, aunque dicha ocupación tan sólo duró 13 años, ya que los bizantinos la pudieron recuperar de nuevo. Los otomanos, en 1322, se la arrebataron definitivamente a los emperadores griegos, pasando de mano en mano más tarde y siendo gobernada por el reino de Chipre, Venecia e incluso los Estados Pontificios.
Saqueada en 1402, sufrió un severo castigo: asesinaron a la mayoría de sus habitantes. Los otomanos volvieron a apoderarse de ella en 1424, conservándola hasta 1920, tras la desintegración del Imperio otomano y la ocupación griega según el Tratado de Sèvres. En 1922 regresó a manos turcas tras la Guerra grecoturca. La ancestral comunidad griega de Esmirna fue exterminada sistemáticamente y los supervivientes fueron desplazados a Grecia en virtud de los acuerdos de intercambio de población entre Grecia y Turquía. Más de un millón de griegos abandonó entonces la ciudad, una de las de mayor población declarada griega de Anatolia. La música traída por los refugiados de Esmirna sería el origen del rebétiko, uno de los géneros musicales griegos más importantes.
Durante la II guerra Mundial, la ciudad creció gracias a su estratégico enclave y se recuperó del terrible incendio que 20 años antes había destruido totalmente la ciudad.
Esmirna - Wikipedia, la enciclopedia libre
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
Marcadores