- EL MUNDO | Suplemento crónica 717 - EN ESPAÑA NO SE CONFIESA NI DIOS
CATOLICISMO | ¿DESAPARECERÁ LA PENITENCIA?
Este sacramento está de capa caída. Sólo el 15% de los católicos practicantes se confiesa asiduamente. Un párroco, en tono jocoso, achaca la falta de penitentes «a la competencia de los psicólogos». Los pecados de hombres y mujeres son distintos
JOSÉ MANUEL VIDAL
Sin fieles. "Es mejor no decir que estamos
en crisis", se lamenta el Padre Carrión
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Alerta roja en la Iglesia católica ante la situación del sacramento de la penitencia. La confesión está de capa caída. Clínicamente muerta.
El 80% de los católicos españoles ha dejado de confesarse. Y eso que el segundo mandamiento de la Iglesia obliga a los creyentes a «confesar los pecados mortales al menos una vez al año». Pero ya muy pocos lo cumplen. Los confesionarios se quedan desiertos mientras se pueblan las consultas de psicólogos, psiquiatras y todo tipo de consejeros espirituales. Hasta el Papa Ratzinger acaba de advertir a los curas desde Roma: «No os resignéis jamás a ver vacíos los confesionarios».
-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.
El saludo ritual del penitente y la respuesta del confesor que lo acoge se oyen cada vez menos en las iglesias españolas. Se ha convertido en el mero murmullo ocasional de un sacramento destinado a desaparecer. ¿En poco tiempo?
A las 19.30 horas del pasado martes, en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Usera (Madrid), unas 20 personas rezan el rosario. En el confesionario, el padre Carrión, de 81 años, espera, como cada día, la llegada de penitentes. Nadie se acerca, pero no se desanima, agarrado al evangelio de ZP. «Es mejor no decir que estamos en crisis y pensar que vemos brotes verdes», comenta desde el confesionario. Don Ángel, superior del padre Carrión en esta iglesia del extrarradio madrileño, achaca la falta de penitentes a otro motivo. «Los psicólogos nos hacen la competencia», dice en tono jocoso. Ya más en serio añade: «Lo que ocurre es que la gente ya no nos ve como intermediarios ante Dios, sino como personas normales. Y da corte acudir a contar determinados problemas o sentimientos a alguien que es como tú».
La Conferencia Episcopal proporciona cada dos años estadísticas detalladas de la práctica sacramental en España. Con cifras de todos los sacramentos, menos del de la penitencia. Dicen que por la dificultad de medir un sacramento tan individual. Pero hay quien cree que a la propia Iglesia le avergüenza constatar numéricamente la cuasi desaparición de la confesión. El caso es que las escasas encuestas que hay al respecto son obra de algunos medios de comunicación de instituciones religiosas que prefieren no esconder la cabeza debajo del ala.
Hace ya más de una década, la revista de los religiosos claretianos, Misión Abierta, realizó un sondeo entre los católicos. Con resultados demoledores: sólo se confesaba una vez al mes el 23% de los cristianos practicantes adultos y el 15% de los jóvenes. Era el año 1989 y los obispos españoles, en una Instrucción pastoral acerca del sacramento de la penitencia, ya advertían: «Hemos de ser realistas y no ocultar una crisis real por grave que ésta sea». Y reconocían que «en muchas parroquias sólo una minoría de fieles celebra la penitencia con cierta frecuencia y bastantes jóvenes no la han celebrado casi nunca y prácticamente la ignoran o no la echan en falta».
Desde entonces, la situación ha cambiado, pero a peor. Sólo el 15% de los católicos adultos se confiesa al menos una vez al mes. Entre los jóvenes, el porcentaje no llega ni al 5%. Y eso, entre los católicos convencidos. Entre los no practicantes, el 80% no se confiesa nunca. Hasta el Penitenciario Apostólico de la Santa Sede, Gianfranco Girotti, una especie de confesor mayor de la Iglesia, reconocía que el 50% de los católicos no considera necesario confesarse. Y se quedó corto. «La gente acude a comulgar sin confesarse», se quejan los curas. «Y los que se confiesan parece que no tienen de qué acusarse. No hay conciencia de pecado», advierten los obispos.
Los 10 mandamientos siguen en pie, pero la mayoría de los católicos se saltan unos cuantos sin conciencia de culpa. Para muchos, incluso los otrora famosos siete pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza) ya no son vicios, sino, en ocasiones, «virtudes». O, si acaso, pecadillos veniales de poca monta. Se van los pecados clásicos y llegan otros nuevos: el genocidio, el terrorismo, el tráfico de armas o de drogas, la corrupción, la especulación, la evasión fiscal o los atentados contra el medio ambiente.
SÓLO PERDONA EL PAPA
Lo que poca gente sabe es que también hay pecados que, aunque se confiesen, no los puede perdonar un simple cura. Ni siquiera un obispo. Están reservados al mismísimo Papa. Son cinco: robar hostias consagradas para ritos satánicos; violar el secreto de la confesión; la pederastia; abortar o colaborar en el aborto, y agredir u ofender al Papa. Pecados excepcionales que los católicos cometen a menudo, porque la Penitenciaría Apostólica, el organismo vaticano encargado de examinarlos, dice que no da abasto.
Y es que, como decía hace unos años el cardenal Rouco, «en Madrid se peca masivamente». Pero tanto en Madrid como en el resto de España se confiesa poco. «Es normal», dice el párroco José Pérez, mirando la iglesia de Santiago A Nova (Lugo) vacía. «Durante la semana no suelen pedir confesión más de seis o siete personas». Las causas de esta alergia al confesionario son de lo más variado. Algunos católicos creen que el pecado es algo superado, una expresión de culturas premodernas y poco avanzadas. Otros lo consideran un tabú inventado por las iglesias para seguir dominando las conciencias de la gente.
Incluso los católicos más comprometidos tienden a confesarse de los pecados sociales -«los que hacen daño a los demás»-, pero no de los personales. «Surge una tipología de creyente, cada vez más abundante y difícil de cambiar, que no ve pecado en casi nada, salvo en lo estructural y, en consecuencia, no siente necesidad alguna de confesarse», admiten los obispos.
En la Basílica de Jesús de Medinaceli, uno de los templos más importantes de Madrid, siempre hay al menos un confesor disponible. Y cada vez tiene menos trabajo. Los fieles van llegando pero el confesionario sigue desierto. El perfil del penitente es el de mujer mayor de 60 años, pero hoy martes se acerca un hombre de mediana edad. Asegura que no tiene costumbre: lo hace sólo cuando necesita buscar a Dios.
Pedro, venezolano residente en EEUU, visita la iglesia con su familia y apunta que quizá la huelga de confesionarios no quiere decir que la gente no pida perdón a Dios. Él prefiere confesarse a solas o con su familia, en cualquier momento y lugar.
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