SERIE RAZONANDO EL CRISTIANISMO



1ª.- Parte : VERDAD Y FALSEDAD COMO CLAVES PARA COMPRENDER EL UNIVERSO


LA LEY DE LA NATURALEZA HUMANA
Normalmente en las discusiones (de adultos y/o niños, educados o no) normalmente no se dice que el comportamiento del interlocutor no agrada, sino que se apela a un cierto modelo de comportamiento que se espera que el interlocutor conozca.

Normalmente, también, el otro, no contesta "al diablo con tu modelo" sino que suele intertarse demostrar que sus hechos no van contra el modelo, o de hacerlo que tiene una razón para ello.

Parece y hay entre ambas partes un acuerdo tácito sobre una regla de juego limpio, comportamiento decente, una moralidad o como quiera llamarse sobre la que sí están ambos de acuerdo.

Si no hay dicho comportamiento, regla, moralidad, comportamiento, podrán luchar como animales, con más o menos violencia, pero no podrán DISCUTIR en el sentido humano de la palabra.

Discutir significa intentar demostrar que la otra parte está equivocada pero no tendría sentido si ambas partes no comparten (o tienen un acuerdo) lo que está bien y lo que está mal. Como tampoco tendría sentido decir que un jugador de fútbol ha cometido una falta a menos que haya un consenso sobre las reglas del juego.

A esta Ley o Regla sobre lo que está bien o mal se le llama LEY NATURAL.
Hogaño cuando hablamos de leyes de la naturaleza nos referimos a las leyes físicas, de la herencia o de la química.

Antaño cuando los pensadores llamaban a la regla de lo que está bien (o mal) Ley de la Naturaleza se referían en realidad a la LEY DE LA NATURALEZA HUMANA. La idea era que del mismo modo que todos los cuerpos están sometidos y gobernados por la ley de la gravedad, el hombre tenía su ley ... con una gran diferencia: que un cuerpo no puede elegir si obedece la gravedad o no, pero el hombre sí puede elegir obedecer, o no, la ley de la naturaleza.

Dicho de otra forma, todo hombre se encuentra, en todo momento, sujeto a varios conjuntos de leyes, pero sólo hay una que le está permitido desobedecer. Como cuerpo está sometido a la gravedad, como organismo no puede desobedecer las leyes biológicas, físicas y químicas que le rigen.
Es decir, el hombre NO PUEDE DESOBEDECER las leyes que comparte con las cosas y animales, pero la Ley que es peculiar a su NATURALEZA HUMANA, la que no comparte con ningún animal, cosa o planta, es la que si quiere puede desobedecer.

Y a esta Ley se le denominó la LEY DE LA NATURALEZA HUMANA porque se pensaba que TODO EL MUNDO la conocía por naturaleza, que no precisaba ser enseñada.
Evidentemente no quiere decirse con ello que no pueda encontrarse, raramente, individuos que la desconocen como pueden encontrarse daltónicos o sin oído musical.

Pero tomando el conjunto la idea humana de un comportamiento decente es evidente para todos. Por eso se puede decir que otros hacen mal porque conocemos el bien (ellos y nosotros), de otro modo, si no lo conocieran no tendría sentido ni podríamos culparlos de nada.

Algunos objetan que la Ley Natural conocida por todos los hombres no puede sostenerse porque ha habido (y hay) diferentes civilizaciones y épocas con pautas morales diferentes.
Pero no es verdad. Cierto que ha habido diferencias de pautas morales pero no han sido tantas que hayan permitido constituir una difernecia total.

Cuando se comparan las enseñanzas morales de, por ejemplo, antiguos egipcios, babilonios, hindúes, chinos, griegos o romanos lo que realmente llamará la atención es lo parecidas que son entre sí y a la nuestras.

Habría que preguntarse ¿qué significa una moralidad totalmente diferente?
El egoísmo nunca ha sido admirado, puede que los hombres disientan en si deben tener una o varias esposas, pero siempre han estado de acuerdo en que no se debe tomar a cualquier mujer que se desee.
Y más asombroso aún, cada vez que se encuentra a un hombre que dice que no cree en lo que está bien y en lo que está mal, se verá que se desdice inmediatamente. Puede que no cumpla la promesa que hace, pero si se rompe una que se le hizo a él se quejará diciendo "no es justo" antes de que se haya dado cuenta.

Una nación dirá que los tratados no son importantes, pero estropeará su argumento diciendo que el tratado en particular que violó era injusto.
Entonces, si los tratados no son importantes (o no se cree en lo que está bien y mal), si no hay Ley de la Naturaleza ¿Cuál es la diferencia entre un tratado injusto y uno justo, entre un hecho bueno y uno malo?
¿No se delatan demostrando que, digan lo que digan, realmente conocen la ley de la naturaleza como todos?

Estamos forzados a creer en un auténtico bien y mal. Las personas pueden, a veces, equivocarse sobre ello, pero no son cuestión de gusto u opinión, como tampoco lo es la tabla de multiplicar

Pero aunque es cierto que hay una Ley de la Naturaleza, también lo es que nadie la guarda realmente, si hay alguien que sí lo hace puede dejar de leer pues nada de lo que siga le concierne.

Podemos decir que este año, este mes, más probablemente, hoy mismo hemos dejado de practicar el comportamiento que esperamos de los demás. Podemos tener todo un cargamento de excusas, fuimos injustos con los niños porque estábamos cansados, el asuntillo de aquel dinero turbio (ya casi olvidado) sucedió por las estrecheces que pasábamos, y lo que prometimos hacer y se nos olvidó fue porque ... bueno no lo habríamos prometido si hubiéramos sabido que estaríamos tan ocupados, etc. etc.

Yo, tu, todos no conseguimos cumplir muy bien con la ley de la naturaleza, y cuando nos lo reprochan ya tenemos un arsenal de excusas. Que nos demuestran, nos guste o no, cuánto creemos en la ley de la naturaleza.
Si no creyéramos en un comportamiento decente ¿porqué tantas excusas por nuestro comportamiento indecente?

La verdad es que creemos tanto en la decencia, sentimos tanto la ley natural presionándonos, que no podemos enfrentarnos al hecho de transgredirla e intentamos evadir la responsabilidad.
Sólo es para nuestro mal comportamiento para el que intentamos buscar tantas explicaciones.
Sólo atribuimos nuestro mal carácter al hecho de sentirnos cansados, preocupados, etc. Porque nuestro buen comportamiento lo atribuimos a nosotros mismos.

Así los dos puntos a considerar son:
1º.- los seres humanos tienen esa idea de que deben comportarse de cierta manera, y les guste o no, no pueden librarse de ella.
2º.- no se comportan de esa manera correcta, conocen la ley de la naturaleza y la infringen.

Estos dos hechos son el fundamento de todas las ideas claras sobre nosotros mismos y del universo en que vivimos.



ALGUNAS OBJECIONES:
PRIMERA:
¿Lo que llamamos ley natural no será nuestro instinto gregario desarrollado como los demás instintos?
No negamos que podamos tener dicho instinto, pero no debemos confundirlo con la ley moral. Todos sabemos qué se siente cuando nos empuja el instinto: sea el amor maternal, el sexual, el de comer o respirar.
Es una necesidad intensa, un deseo fuerte, de actuar de cierta manera. Muchas veces podemos sentir el deseo de ayudar a otro, sin duda, fruto del instinto gregario.
Pero sentir un deseo de ayudar es muy diferente de sentir que uno DEBERÍA ayudar lo quiera o no.

Si oyéramos un grito de socorro probablemente sintamos dos deseos: prestar ayuda (instinto gregario) y mantenernos a salvo del peligro (instinto de conservación).
Pero además, en nuestro interior, sentiremos que debemos prestar ayuda y reprimir la huída.
Precisamente esto que juzga entre dos instintos y decide cuál de ellos debe alentarse, no puede ser ninguno de los instintos anteriores. Sería como decir que la partitura que indica, en un momento dado, tocar una tecla de piano y no otra, es ella misma una de las notas del teclado. La ley moral indica qué nota tocar, nuestros instintos son las teclas.

Otra forma de ver que la Ley Natural no es uno de nuestros instintos es que si lo fuera deberíamos poder señalar algún impulso particular en nuestro interior que fuera siempre lo que se llama "bueno"; que siempre estuviera de acuerdo con el buen comportamiento. Pero no sucede así.
No hay ningún impulso que la ley moral no pueda, en algún momento, decir que reprimamos y ninguno que no pueda, en algún momento, decirnos que lo alentemos.

Por eso ES UN ERROR PENSAR QUE HAY IMPULSOS BUENOS (amor maternal, patriotismo) Y OTROS MALOS (sexo, instinto de lucha).
Normalmente el deseo sexual y el instinto de lucha deben ser reprimidos con más frecuencia que el amor maternal y el patriotismo, pero hay situaciones en que los primeros deben alentarse y reprimirse los segundos.

No hay tal cosa como impulsos buenos o malos. El piano no tiene dos clases de notas, las "correctas" y las "equivocadas", cada nota es correcta (o equivocada) según el momento.

La ley moral no es un instinto ni un conjunto de instintos, es algo que compone una especie de melodía (que llamamos bondad o conducta adecuada) dirigiendo los instintos.

Por eso es peligroso tomar un impulso cualquiera y fijarlo como norma a seguir a toda costa. No hay ni uno solo que no pueda convertirnos en demonios si lo fijamos como guía absoluta. Tal vez pensemos que el amor a la humanidad es una excepción, pero no lo es. Si dejamos fuera la justicia estaríamos violando acuerdos y falseando pruebas en un juicio "en nombre de la humanidad" volviéndonos crueles y traidores.


SEGUNDA:
¿No es la ley moral una convención social inculcada por la educación?
Aquí hay un malentendido, el que se plantea esta cuestión suele dar por sentado que si hemos aprendido algo, de nuestros padres, maestros, etc. Lo aprendido debe ser sencillamente una convención huamna.
Pero NO es así. Todos aprendemos las tablas de sumar y multiplicar en el colegio, un niño sin instrucción no las conocerá, pero de esto no puede seguirse que las tablas de suma y multiplicación son una convención humana. Algo que los hombres hemos inventado para nosotros mismos y podrían haberse hecho de forma diferente de haberse querido.

Es evidentemente que aprendemos los comportamientos decentes y las reglas de comportamiento de nuestros modelos (padres, amigos, profesores, libros, ...) del mismo modo a como aprendemos todo lo demás.
También es evidente que algunas o muchas cosas que aprendemos podrían ser diferentes (circular por le lado derecho, pero otras, como las leyes matemáticas son verdades auténticas) la cuestión es ¿a qué clase pertenece la ley de la naturaleza humana?

Hay dos razones para afirmar que pertenecen a la misma clase que las de las matemáticas
1ª.- aunque puede haber diferencias entre las ideas morales de una época, y las de otro no son tan grandes y puede reconocerse la misma ley presente en todas, mientras que las meras convenciones (como las normas de tráfico) pueden variar.
2ª.- cuando se piensa en las diferencias morales entre pueblos ¿es mejor la moral de un pueblo que la de otro? ¿algunos de los cambios sirvieron para mejorar? Si no, no podría haber habido ningún progreso moral. EL PROGRESO NO ES SIMPLE CAMBIO SINO CAMBIO PARA MEJOR.
Si ningún conjunto de ideas morales fuera más verdadero o mejor que otro, no tendría sentido preferir la moral civilizada a la salvaje, la cristiana a la pagana.
Pero todos creemos que ciertas morales son mejores que otras.
Y es precisamente en ese momento, cuando se dice que un conjunto de ideas morales puede ser mejor que otro, cuando se está midiendo a ambas por una norma, estamos diciendo que uno de ellos se ajusta mejor a la norma que el otro.
Pero la norma que mide dos cosas es diferente de ambas, en realidad, se comparan ambas con una MORAL AUTÉNTICA, admitiendo que existe algo como el BIEN y el MAL, independiente de lo que crean las personas.

De otra forma, si vuestra moral es más verdadera que otra forma de pensar o ideología que es menos verdadera o buena, tiene que haber algo ALGUNA MORAL AUTÉNTICA que haga que las primeras sean verdad (o mejores).
La razón por la que tu idea de Zaragoza es más (o menos) verdadera que la mía es que Zaragoza existe, es un lugar real, con independencia de lo que ambos creamos sobre ella.

Si cuando alguno dijera Zaragoza y simplemente quisiera decir "la ciudad que estoy imaginando" ¿cómo podría uno tener una idea mejor o más auténtica que el otro? No habría cuestión de falsedad o autenticidad en absoluto.

De igual forma si la regla del comportamiento decente significara, simplemente, lo que a cada uno le de por creer, no tendría ningún sentido decir que un país habría estado más acertado que otro, ni decir que el mundo podría desenvolverse progresivamente mejor o peor.

Aunque las diferencias entre las ideas de las personas sobre el comportamiento correcto a menudo nos hacen sospechar que no hay una auténtica ley de comportamiento, lo que podamos pensar sobre estas diferencias realmente prueban lo contrario.

Algunos exageran las diferencias porque no distinguen entre diferencia de creencia y de hechos.
Si alguien dice "hace 300 años había gente en España que quemaba a las brujas"
¿Es esa la regla de la naturaleza humana o el comportamiento correcto?
Si no ejecutamos brujas es porque no existen. Si lo creyéramos (si hubiera realmente personas que se habían vendido al diablo y recibido poderes sobrenaturales a cambio, y usaran dichos poderes para matar a sus vecinos o volverles locos es indudable que estaríamos todos de acuerdo en que si alguien merecía la pena de muerte serían esos traidores repugnantes).
Aquí no habría diferencia de principio moral; la diferencia es simplemente un asunto de hecho.
Puede que sea un gran progreso en nuestro conocimiento no creer en las brujas, pero no hay progreso moral en el hecho de no ejecutarlas cuando no se cree que existan. Como no llamaríamos considerado con los animales a alguien que no pone ratoneras en su casa, si lo hace porque no cree que en su casa haya ratones.



LA REALIDAD DE LA LEY.
Así hay dos cosas extrañas en la naturaleza humana:
una: estamos obsesionados por la idea de un comportamiento que deberíamos practicar y
otra: no seguimos dicho comportamiento.

Muchos pueden considerar que no es extraño, o incluso que quebrantar la ley natural sólo significa que no somos perfectos y ¿Por qué esperaríamos serlo?
Sería una buena respuesta si intentáramos fijar la cantidad de culpa que tenemos por no comportarnos como esperamos que lo hagan los demás. Pero eso es algo que no nos compete en absoluto.
La culpa no nos concierne, estamos intentando averiguar la verdad, y desde este punto de vista la sola idea de algo como imperfecto, que no es como debería ser, tiene ciertas consecuencias.

Si tomamos un árbol, una piedra, etc. cada uno es como es, no tiene sentido decir que debería haber sido de otra forma. Podemos decir que una piedra tiene "la forma equivocada" si quiere usarse para un uso determinado, o que el árbol es malo si no nos da la sombra o el fruto esperado.
Pero en ambos casos, árbol y piedra, queremos decir que no son adecuados para nuestro interés particular. No les podemos echar la culpa de ello.
Ese árbol que decimos malo, de hecho, está cumpliendo las leyes naturales igual que uno bueno.

¿Qué se sigue de esto?
Que lo que llamamos leyes de la naturaleza (el modo en que el clima actúa sobre el árbol, por ejemplo) pueden no ser realmente leyes en el sentido estricto del término, sino sólo en un sentido figurativo.
Cuando se afirma que las piedras caen siguiendo siempre la ley de la gravedad ¿no es tanto como decir que la ley sólo significa "lo que siempre hacen las piedras que caen"?
No pensamos que al soltar la piedra ésta recuerda, súbitamente, que tiene órdenes de caer hacia el suelo. Sólo queremos decir que, de hecho, cae.

En otras palabras, no podemos estar seguros de que haya algo por encima de los hechos en sí, una ley sobre lo que debería ocurrir, diferente de lo que realmente ocurre.

Las leyes de la naturaleza, tal como se aplican a los árboles, piedras, etc. podrían significar, solamente, "lo que la naturaleza, de hecho, hace"

Pero en la Ley de la Naturaleza Humana, o ley moral o del comportamiento decente, la cosa cambia. Esa ley no significa "lo que los seres humanos, de hecho, hacen" pues muchos no la obedecen completamente.
La ley de la gravedad dice qué harán las piedras si se dejan caer, pero la ley de la naturaleza humana dice QUÉ DEBERÍAN HACER LAS PERSONAS, no lo que realmente hacen.

Es decir, con las personas, entra en juego algo más, algo que está más allá y por encima de los hechos en sí.
Tenemos los hechos (cómo se comportan los hombres) y tenemos algo más (cómo deberían comportarse).

En el resto del universo no es necesario que haya otra cosa salvo los hechos. Los electrones, las moléculas, etc. se comportan de cierta manera, y de ahí siguen unos resultados, y esa podría ser toda la historia.

Pero no ocurre lo mismo con las personas, los hombres se comportan de una cierta manera pero esa no es toda la historia, ya que en todo momento se sabe que deberían comportarse de forma diferente.

Podría decirse que cuando se dice que alguien no debería comportarse como lo hace,sólo quiere darse a entender lo mismo que cuando alguien dice que una piedra tiene la forma equivocada; es decir, que lo que está haciendo nos resulta inconveniente. Pero no es verdad. No nos enfadamos porque tropiece alguien con nosotros, pero sí cuando intenta ponernos la zancadilla deliberadamente, incluso si no lo consigue. Y aunque el primero nos haya hecho daño y el segundo no.
Aún más el comportamiento malo de otro puede beneficiarnos. En la guerra cada lado puede encontrar traidores del otro lado que les resultan útiles, pero aunque lo usen y paguen lo consideran un gusano.

Lo que llamamos comportamiento decente de los demás es es el que nos resulta útil a nosotros. En cuanto a nuestro comportamiento decente, no significa que nos compense como guardar un secreto aunque ello nos deje en ridículo, estudiar en vez de copiar en el examen, etc.

Aunque ser decente no compense a una persona particular en un momento dado, sí compensa a la raza humana como todo, pues los humanos sabemos que no podemos tener felicidad o seguridad auténticos excepto en una sociedad en la que todo el mundo juega limpio y por ello intentan ser decentes.

La seguridad y la felicidad sólo pueden conseguirse cuando los individuos, las clases y los países son honestos, justos y sinceros los unos con los otros. Esta es una de las verdades más importantes del mundo.

Si bien no explica completamente el por qué nos sentimos como nos sentimos sobre el bien y el mal. Pues si preguntamos a alguien ¿Por qué debería ser generoso? y contestara "porque es bueno para la sociedad", entonces podríamos repreguntarle ¿Por qué iba a importarme lo que es bueno para la sociedad salvo cuando me compensa personalmente? y respondería "porque debes ser generoso" y así volveríamos al punto de partida.
Estamos enunciando una verdad pero no progresamos.
Es como si alguien pregunta ¿para qué sirve el fútbol? y respondieran "para marcar goles". Marcar goles es el juego mismo, pero no la razón del juego. Estaría diciendo el fútbol es fútbol ... cierto, pero no vale la pena decirlo.

Igualmente si alguien pregunta ¿De qué sirve ser decente? es inútil constestar "para beneficiar a la sociedad" pues ser generoso (beneficiar a la sociedad) es una de las cosas en las que consiste ser decente. Es decir, estamos diciendo que ser decente es ser decente.

Los hombres deberíamos ser generosos, deberíamos ser justos. No decimos que los hombres son generosos, ni que les gusta serlo, sino que DEBERÍAN SERLO.
La LEY MORAL o Ley Natural no es un simple hecho sobre el comportamiento humano del mismo modo que la ley de la gravedad es, o puede ser, simplemente un hecho sobre cómo se comportan los objetos pesados.

Tampoco es una fantasía, pues no podemos librarnos de la idea, y la mayoría de las cosas que pensamos y decimos sobre los hombres sería un sinsentido si lo hiciéramos.
Tampoco es una manifestación de cómo nos gustaría que los hombres se comportasen para nuestra conveniencia, ya que el comportamiento que llamamos malo o injusto no es el mismo que el comportamiento que nos parece inconveniente, e incluso puede ser el opuesto.

En consecuencia, esta norma de lo que está bien y lo que está mal: la Ley de la Naturaleza humana es de una u otra forma algo auténtico ... algo que sí está realmente ahí, algo que no ha sido inventado por el hombre.

Y sin embargo no es un hecho en el sentido corriente de la palabra, no del mismo modo que nuestro comportamiento real es un hecho. Parece como si tuviéramos que admitir que hay más de una clase de realidad, que en este caso en particular, hay algo que está más allá y por encima de los hechos ordinarios del comportamiento humano, y que sin embargo es definitivamente real: una Ley Real que ningún hombre haya formulado, pero que nos presiona.



LO QUE YACE DETRÁS DE LA LEY
Si lo que llamamos leyes de la naturaleza no fueran otra cosa que una forma de hablar, cuando decimos que la naturaleza está regida por ciertas leyes puede querer decir, solamente, que la naturaleza se comporta de cierta manera.

Las llamadas leyes pueden no ser nada real, nada por encima y más allá de los hechos que observamos.
Pero en el caso del hombre no es así. La ley de la naturaleza humana, de lo que está bien y está mal, puede ser algo por encima y más allá de los hechos en śi del comportamiento humano. En este caso, además de los hechos en sí, hay algo más: una ley real, que no es inventada y que sabemos que deberíamos de obedecer.

Veamos ahora, qué es lo que nos dice esto sobre el universo en qué vivimos.
Desde que los hombres empezaron a pensar han estado preguntándose qué es en realidad este universo y cómo ha llegado a estar donde está.

En general, se han sostenido tres puntos de vista:

1º.- el materialista:
Sostiene que la materia y el espacio, sencillamente existen, y siempre ha sido así, sin que nadie sepa por qué, y que la materia siguiendo comportamientos fijos ha producido, por una suerte de rareza, criaturas como nosotros, capaces de pensar. Por una infinitesimal probabilidad algo chocó contra nuestro sol y produjo los planetas, y por otra minimísima posibilidad los compuestos químicos, la temperatura, y condiciones para la vida se dieron en uno de esos planetas con lo que parte de esa materia cobró vida.
Luego seguirían una larga serie de coincidencias las criaturas vivas se convirtieron en seres como nosotros.

2º.- el religioso:
Lo que está detrás del universo se parece más a una mente que a cualquier otra cosa que conozcamos. Es decir, es consciente, tiene planes y fines, y prefiere unas cosas a otras.
Es con esa intención con la que creó el universo, en parte con propósitos que desconocemos pero, en todo caso, para producir criaturas semejantes a Él (con mente).

No debemos pensar que una de esas posturas fue sostenida hace mucho tiempo y la otra fue tomando, gradualmente, su lugar.
Allí donde hay gente pensante aparecen ambas ideas. Y más aún, no es posible averiguar cuál de las dos ideas es correcta sólo basándose en la ciencia.
La ciencia funciona a base de experimentos, observando cómo se comportan las cosas. Toda afirmación científica, a la larga, por complicada que sea, significa algo como: "apunté el telescopio a cierta parte del cielo a las 2,20 AM, del día 15 de enero y vi tal cosa", o "puse un poco de esto en un matraz, lo calenté hasta tal temperatura e hizo esto o se transformó en aquello".

Esto no es atentar en nada contra la ciencia, es dejar claro su cometido. Y cuanto más científico es el hombre, más estará de acuerdo en que esa es la misión de la ciencia ... muy útil y necesaria.

Pero la RAZÓN de por qué las cosas están dónde están, y de si hay algo detrás de las cosas que observa la ciencia (algo de una clase diferente) no es cuestión científica. Si hay algo detrás, entonces, o tendrá que permanecer del todo desconocido para el saber humano o si no hacerse conocer de forma diferente.

La afirmación de que existe tal cosa, o la de que tal otra o existe, no son afirmaciones que pueda hacer la ciencia, por eso los auténticos científicos no suelen hacerlas. Sí lo hacen los periodistas, los novelistas populares, que han recogido unos fragmentos más o menos científicos, los que las hacen.
Después de todo es un asunto de sentido común. Si la ciencia fuera completa, que conociera todas las cosas del universo las preguntas del tipo ¿Por qué hay un universo? ¿por qué funciona de esta manera? o ¿Tiene algún significado?, etc. seguirían sin ser contestadas.

La posición sería desesperante si no fuera por un motivo: que hay una cosa, y solo una, en todo el universo de la que sabemos más de lo que podemos aprender mediante la observación externa. Y, sí, esa única cosa es el hombre. No sólo observamos al hombre, SOMOS hombres, disponemos de información confidencial.
Por esa causa sabemos que los hombres se encuentran bajo una ley moral que ellos no han hecho, que no pueden olvidar aunque lo intenten y que saben deben obedecer.

Cualquiera que no fuera humano y estudiase al hombre desde fuera, como nosotros observamos la electricidad, o las coles, sin conocer nuestro lenguaje y sin poder información confidencial sobre nosotros, jamás obtendría la más mínima evidencia de que tenemos esa ley moral. ¿Cómo podría?
Sus observaciones le demostrarían lo que hacemos, y la ley moral trata de lo que debemos hacer (no de lo que realmente hacemos).
De igual modo si hubiera cualquier cosa por encima y más allá de los hechos observados en el caso de las piedras o del clima, nosotros, estudiándolo desde fuera, jamás podríamos esperar descubrirlo.

La posición de la pregunta es por tanto ésta: queremos saber si el universo sencillamente es lo que es sin ninguna razón, o si hay algún poder detrás de él que le hace ser lo que es.

Dado que ese poder, si existe, no sería uno de los hechos observados sino una realidad que los hace, ninguna mera observación de los hechos puede descubrirlo.

Solamente hay un caso en que podemos saber si hay algo más, y ese caso es el nuestro, y en ese caso encontramos que ese poder existe.

O dicho al revés, si hay un poder controlador fuera del universo, no podría mostrársenos como uno de los hechos dentro del universo ... de la misma forma que el arquitecto no es una pared, una escalera o una pieza del edificio.

El único modo en que podríamos esperar que se nos mostrase sería dentro de nosotros mismos como una influencia o una orden intentando que nos comportásemos de una cierta manera. Y eso es justamente lo que encontramos dentro de nosotros.

¿No es sospechoso? en el único caso en el que se podría esperar obtener una respuesta, la respuesta resulta ser positiva, y en los otros casos en los que no se obtiene una respuesta se ve por qué no se obtiene.

Supongamos que alguien nos pregunta, cuando vemos un hombre uniformado que va dejando sobres en diferentes casas ¿por qué supones que va dejando cartas? pues le responderíamos "porque cada vez que viene a nuestras casas compruebo que, efectivamente, son cartas". Y si nos objetasen "pero nunca has visto esas cartas que reciben los otros" podríamos decirle, efectivamente, claro que no, y no espero hacerlo, porque no están dirigidas a mí.
Podemos explicar, razonadamente, las cartas de otros por las que recibimos nosotros.

Lo mismo ocurre con esta pregunta, la única carta que se nos permite abrir es el hombre, cuando lo hacemos, especialmente cuando abrimos esa carta en particular que llamamos yo mismo, encontramos que no existimos solo, que estamos bajo una ley, que algo o alguien quiere que nos comportemos de cierta manera.
Por supuesto no es creíble que si nos pudiéramos meter dentro de una piedra o un árbol descubriríamos exactamente la misma cosa, del mismo modo que no es creíble que todas las personas reciban la misma carta que yo.

Esperaríamos que la piedra obedeciese la ley de la gravedad ... mientras el remitente de nuestra carta simplemente nos dice que obedezcamos la ley de nuestra naturaleza humana.
Él compele a la piedra a que obedezca las leyes acordes a su naturaleza pétrea, pero esperaríamos encontrar que había un remitente de las cartas en ambos casos, un Poder detrás de los hechos, un Director, un Guía.

Aunque vamos progresando aún estamos muy lejos del Dios de la teología cristiana. Hasta ahora lo único que tenemos es Algo que dirige el universo, y que aparece en mí como una ley que me urge a hacer el bien y me hace sentirme responsable e incómodo cuando hago el mal.
Podemos asumir, fácilmente, que esto se parece más a una mente que a cualquier otra cosa que conozcamos ... porque después de todo, la única otra cosa que conocemos es la materia, y es apenas imaginable que un fragmento de materia de instrucciones. Naturalmente no es necesario que se parezca mucho a una mente, y aún menos a una persona.

3º.- la filosofía de la fuerza vital
Es un punto de vista intermedio entre los dos anteriores, también denominado de Evolución Creativa o Evolución Emergente (por ejemplo las de la obra de Georges Bernard Shaw o en las de Bergson)
Los que sostienen este punto de vista afirman que las pequeñas variaciones por las cuales la vida en esta tierra "evolucionó" de formas más simples hasta el hombre no se debían al azar sino al "esfuerzo" o "propósito" de una fuerza vital.
Aquí deberíamos preguntarnos si esa fuerza vital tiene mente o no.

Si la tiene, entonces, "una mente que trae al vida a la existencia y la conduce a la perfección es realmente Dios, y su punto de vista es idéntico al punto de vista anterior, el religioso.

Si no la tiene ¿qué sentido tiene decir que algo que no tiene mente se "esfuerza" o tiene un "propósito".

Una de las razones por las que la idea de la evolución creativa resulta atractiva para muchos es que proporciona gran parte del consuelo emocional de creer en Dios y lo exime de las consecuencias menos agradables.
Cuando nos sentimos bien y brilla el sol, no queremos creer que todo el universo es una simple danza mecánica de átomos, es agradable poder pensar en esta gran fuerza misteriosa que se despliega a lo largo de los siglos y que nos transporta en la cresta de la ola.
Pero si queremos hacer algo que no está muy bien, la fuerza vital, ya que es ciega, sin moral ni mente, jamás interferirá con nosotros como ese Dios molesto.

Así la fuerza vital es una especie de Dios domesticado que puede ponerse en funcionamiento a voluntad, pero no molestará en nuestros planes.
Es la piedra filosofal, todas las emociones de la religión pero sin tener que pagar ningún precio por ellas ¿No es así la fuerza vital el mayor logro de la creencia deseada que el mundo haya visto hasta la fecha?