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  • 1 Mensaje de Valmadian

Tema: 4º centenario del nacimiento de un debate todavía abierto

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  1. #1
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    Re: 4º centenario del nacimiento de un debate todavía abierto

    Este escrito de Galileo corresponde a una serie de apuntes que realizó en torno al mes de Diciembre de 1615. Tres de estos apuntes aparecen recogidos en el códice Volpicelliano A, pero sin firma y sin título. No obstante, la paternidad de Galileo sobre los mismos es indiscutible. Antonio Favaro los incluyó en su edición nacional de las Obras de Galileo, bajo el título de «Consideraciones sobre la opinión copernicana».

    -------------------------------------------

    Fuente: Carta a Cristina de Lorena, y otros textos sobre ciencia y religión, Galileo Galilei. Traducción, introducción y notas de Moisés González García. Alianza Editorial S.A., Madrid, 2006. Páginas 147-157.



    Intento de réplica de Galileo a las afirmaciones vertidas por San Roberto Belarmino en su carta a P. A. Foscarini



    1.º Copérnico defiende la existencia de excéntricas y epiciclos; no fueron éstas las razones para refutar el sistema ptolemaico (existiendo ellos indudablemente en el cielo), sino otros errores.

    2.º En cuanto a los filósofos, si son verdaderos filósofos, esto es, amantes de la verdad, no deberán irritarse, sino que, conociendo que han juzgado equivocadamente, deberán dar gracias a quienes les enseña la verdad; y si su opinión se mantiene en pie, tendrán razón para vanagloriarse y no para enfadarse. Los teólogos no deberán irritarse, porque, encontrándose falsa tal opinión, podrán libremente prohibirla; y descubriéndose verdadera, deberán alegrarse que otros les hayan abierto el camino para descubrir los verdaderos sentidos de las Escrituras, y evitando el incurrir en un grave escándalo al condenar una proposición verdadera.

    En cuanto a desacreditar como engañosas a las Escrituras, eso no será jamás la intención de los astrónomos católicos, como nosotros somos; al contrario, nuestra opinión es que las Escrituras se revelan perfectamente acordes con las verdades naturales demostradas. Guárdense, pues, algunos teólogos no astrónomos de falsear las Escrituras al querer interpretarlas en contra de proposiciones que pueden ser verdaderas y demostradas como tales en la naturaleza.

    3.º Pudiese suceder que nosotros tuviésemos dificultades al interpretar las Escrituras, etc., pero eso sería debido a nuestra ignorancia, pero no desde luego a que exista, o pueda existir, dificultad insuperable en hacerlas acordes con las verdades demostradas.

    4.º El Concilio habla de «cuestiones de fe y de costumbres» etc. (de rebus Fidei et morum); el decir después que tal proposición es «de fe en razón de quien habla» (de Fide ratione dicentis), si bien no «en razón del tema tratado» (ratione obiecti), y que por tanto sea de las comprendidas por el Concilio, se responde que si todo aquello que está en la Escritura es de Fide ratione dicentis, debería por esa razón ser comprendido por el decreto del Concilio, lo que claramente no ha sido hecho, porque habría dicho «en toda palabra de las Escrituras hay que seguir la explicación de los Padres, etc.» (in omni verbo Scripturarum sequenda est expositio Patrum), y no in rebus Fidei et morum; habiendo dicho pues, in rebus Fidei, se ve que su intención ha sido la de entender in rebus Fidei ratione obiecti. Que después mucho más sea de Fide el afirmar que Abraham tuviese hijos, y que Tobías tuviese un perro, también porque la Escritura lo dice, que el afirmar que la Tierra se mueve, aunque esto también se leyese en la misma Escritura, y que el negar aquello sea una herejía, pero no el negar esto, me parece que depende de esta razón: porque habiendo existido en el mundo hombres que han tenido dos, cuatro, seis hijos, etc., y también ninguno, e igualmente creíble que alguno tenga hijos o perros y que otros no los tengan, no hay razón o motivo alguno por el que el Espíritu Santo tuviese que afirmar en tales proposiciones algo distinto de la verdad, siendo igualmente creíble a todos los hombres el negarlo o afirmarlo; pero no sucede así con el movimiento de la Tierra y la inmovilidad del Sol, siendo proposiciones muy alejadas de la comprensión del vulgo, a cuya capacidad en estas cosas, que no conciernen a su salvación, pareció bien al Espíritu Santo acomodar las palabras de las Sagradas Escrituras, aun cuando realmente (ex parte rei), las cosas fuesen de otra manera.

    5.º En cuanto a ubicar al Sol en el cielo y a la Tierra fuera de él como parece que afirman las Escrituras, etc., esto simplemente me parece que es una simple forma nuestra de conocer y de hablar solamente respecto a nosotros (ratione nostri), porque todo aquello que está rodeado por los cielos está en el cielo, así como todo aquello que está rodeado por los muros está en la ciudad; es más, si alguna diferencia se pudiese hacer, sería que está más en el cielo y en la ciudad aquello que está en el centro, y como se dice, que está en el corazón de la ciudad y del cielo. La diferencia ratione nostri es debido a que nosotros suponemos la región elemental, que circunda la Tierra, muy distinta de la parte celeste, pero tal diversidad existirá siempre, en cualquier lugar que se pongan esos elementos. Siempre será verdad que ratione nostri la Tierra está debajo y el cielo arriba, porque todos los habitantes de la Tierra tienen el cielo sobre su cabeza, que es nuestro «arriba», y bajo los pies el centro de la Tierra, que es nuestro «abajo». Así, respecto a nosotros, el centro de la Tierra y la superficie del cielo son lugares lejanísimos, esto es, los límites de nuestros «arriba» y «abajo», que son puntos diametralmente opuestos.

    6.º El no creer que exista demostración del movimiento de la Tierra hasta que no nos sea puesto de manifiesto, es suma prudencia; no pedimos que alguno crea tal cosa sin demostración, al contrario, nosotros no pretendemos otra cosa, sino que, para utilidad de la Iglesia, sea examinado con sumo cuidado lo que saben y pueden alegar los seguidores de tal doctrina, y que no les sea admitido nada si aquello en lo que ellos insisten no supera en gran medida las razones de la otra parte; y cuando no tengan más del 90 por ciento de razón, sean rechazados. Pero cuando todo lo que alegan los filósofos y astrónomos contrarios demuestre ser generalmente falso, y sin importancia alguna, no se desprecie a la otra parte, ni se considere absurdo, hasta el punto de no dudar que alguna vez no pueda ser abiertamente demostrado (el movimiento de la Tierra). Y bien se puede hacer una oferta tan generosa, porque es evidente que aquellos que defienden la parte falsa, no pueden tener consigo razón ni experiencia alguna que sea válida; mientras que con la parte verdadera es obligado que todas las cosas se revelen acordes y concuerden.

    7.º Es verdad que no es lo mismo demostrar que con el movimiento de la Tierra y la inmovilidad del Sol se salvan las apariencias, que el demostrar que tales hipótesis son realmente verdaderas en la naturaleza; pero es igualmente correcto y más verdadero que con el otro sistema comúnmente aceptado no se puede dar razón de tales apariencias. Aquél es incuestionablemente falso, de la misma forma que es claro que éste, que se ajusta muy bien, puede ser verdadero. No se puede o se debe buscar otra verdad mayor en una posición que el dar respuesta a todas las particulares apariencias.

    8.º No se pide que en caso de duda se abandone la exposición de los Padres, sino tan sólo que se haga lo posible por asegurarse de aquello que es dudoso, y que por eso no se desprecie aquello a lo que se inclinan ilustres filósofos y astrónomos. Hecha después toda la necesaria diligencia, decídase.

    9.º Nosotros creemos que tanto Salomón como Moisés y todos los demás escritores sagrados conocían perfectamente la constitución del mundo, como también sabían que Dios no tiene manos, ni pies, ni ira, ni olvido, ni arrepentimiento; nunca dudaremos de esto. Nosotros decimos aquello que afirman los Santos Padres y en particular San Agustín sobre estas materias, esto es, que el Espíritu Santo quiso inspirarlo así por las razones que se han alegado, etc.

    10.º El error del aparente movimiento de la playa y de la estabilidad de la nave, es conocido por nosotros después de haber estado muchas veces en la playa observando el movimiento de las barcas, y otras muchas en la barca observando la playa. Igualmente, si pudiésemos estar ahora en la Tierra y después ir al Sol o a otra estrella, sin duda veríamos con toda certeza y seguridad, cuál de ellos se mueve. Aunque si no miramos otra cosa más que estos dos cuerpos, siempre nos parecería que estaba inmóvil aquel en el que nos encontráramos, de la misma forma que quien no mire otra cosa que el agua y la barca, le parecerá siempre que el agua se mueve y la barca está inmóvil. Además, existe una gran diferencia entre una pequeña barca, vista desde todas partes, y una inmensa playa conocida como inmóvil por nosotros por mil y mil experiencias, inmóvil, digo, respecto al agua y a la barca; y es muy distinto del comparar dos cuerpos, ambos consistentes por sí mismos e igualmente dispuestos al movimiento o a la inmovilidad, de forma que sería mejor el comparar dos naves entre sí, de las que de todos modos nos parecería siempre inmóvil aquella en la que estuviésemos nosotros, siempre que no pudiésemos establecer otra relación por la que existe entre esas dos naves.

    Hay, pues, una necesidad grandísima de corregir el error acerca de la apariencia de si la Tierra o más bien el Sol se mueven, siendo evidente que uno que estuviese en la Luna o en cualquier otro planeta, siempre le parecería que está inmóvil y que son los otros astros los que se mueven. Pero estas otras muchas semejantes razones de los seguidores de la opinión común son las que se deben rechazar de forma absolutamente clara, antes de ser oídos y no digamos aprobados. Está lejos de la realidad que no hayamos tenido la más mínima consideración para cuanto se ha alegado en contra; además de que ni Copérnico ni sus seguidores se sirvieron nunca de esta apariencia, tomada de la playa y de la barca, para probar que la Tierra esté en movimiento e inmóvil el Sol; tan sólo lo citaron como un ejemplo que sirve no para demostrar la verdad de su posición, sino que no es absurdo que pueda parecernos, cuando se trata de una simple apariencia de los sentidos, que la Tierra está inmóvil y que el Sol se mueve, aunque realmente fuese lo contrario. Si ésta fuese la demostración de Copérnico, o si las otras no concluyesen con mayor eficacia, creo sinceramente que nadie le alabaría.

  2. #2
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    Re: 4º centenario del nacimiento de un debate todavía abierto

    ¡Vaya, vaya! ¿es que no teniendo bastante con llenar el foro de ciencia con el mantra ahora se viene aquí? Desde luego, no tiene usted remedio.


    Lawrence Dewan, manifiesta que en el sistema albertino, hay una negación total a la posibilidad de que los filósofos antiguos hayan hecho referencia a una creación de la materia: la noción de creatio ex nihilo es exclusivamente revelada y teológica. Sólo los teólogos, y por vía de la fe, podrán referirla con propiedad. Los filósofos, a través de argumentos racionales, podrán explicar y justificarla, mas no demostrarla. De la misma manera, los filósofos antiguos no han podido hacer referencia al comienzo temporal del cosmos, pues éste pertenece a la doctrina revelada, y es consecuencia de la noción de creatio ex nihilo. San Alberto Magno se propone presentar múltiples argumentos filosóficos en favor del comienzo temporal del cosmos, pero advierte que ninguno de ellos demuestra racionalmente dicha afirmación.

    Asimismo, recordando la discusión en torno a la creación simultánea o creación sucesiva, San Alberto Magno argumenta filosóficamente que la creación del cosmos ha sido desplegada sucesivamente en seis días. No obstante, según el Magno, ambas tesis pertenecen al campo teológico y a los dos relatos hexamerales; y los motivos para preferir la creación sucesiva son también teológicos. De modo que los diversos argumentos filosóficos que puedan presentarse, explica San Alberto Magno, no logran demostrar racionalmente este problema.

    138 Cfr. B. Magni, De causis et processu universitatis (Jammy ed.), en ob. cit., Libro II, Tr. IV, cap. II:

    “Causa enim prima non tantum est producens res, sed gradus et ordinem rerum praedeterminat, ut dicit
    Moyses Aegyptius: nisi enim omnium capacitates impleret, non esset dives majus omnibus, nec esset
    causa universalis: et ideo sub actu producti producit potentiam susceptivam”. Ver también Dewan, ob.
    cit., pág. 301. 139 Cfr. B. Magni, Summa Theologiae (Jammy ed.), en ob. cit., Parte II, Tr. I, q. III: “Philosophi ductu
    rationis non adjutae per aliquid intus vel extra non potuerunt cognoscere principium creationis vel etiam
    creationem, secundum quod proprie dicta est creatio productio alicujus ex nihilo (…) omnes (…) dixerunt
    (…) materiam factam non esse”.

    Consultar también Dewan, ob. cit., pág. 301. 140 Cfr. Dewan, ob. cit., pág. 295 a 307. 76
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  3. #3
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    Re: 4º centenario del nacimiento de un debate todavía abierto

    ¿Qué decía Belarmino sobre la fe y la razón? Es que San Alberto Magno sostenía lo siguiente:


    según San Alberto Magno, no puede haber contradicción alguna entre fe y razón, teología y ciencia. Dios ha hecho al mundo para que lo conozcamos con nuestra razón y ciencia, así como también nos ha revelado la verdad sobre todas las cosas, a la cual accedemos por vía de la fe. Si esto es así, luego es imposible que haya contradicción entre razón y fe ya que Dios nos las ha dado a ambas.

    ¿A quién le damos la razón?
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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