ANTE LAS COALICIONES GIGANTESCAS,
HAY QUE PEGARSE AL TERRENO
Se observan dos coaliciones gigantescas y enfrentadas entre sí, sobrecogedoras. Una es la formada por los socialistas y el Islam. Otra, la capitalista judeomasónica. Bajo las cúpulas de ambas, los católicos estamos aguantando sendos chaparrones de sus ideas dominadoras. No debemos dejarnos atrapar por la disyuntiva sofista de simpatizar o con unas o con otras, porque todas son anticristianas.
Han surgido paralelamente organizaciones multinacionales poderosas, mercantiles, culturales y políticas, que hacen circular consignas e influencias anticristianas por encima de las fronteras como nunca. Hay una globalización real anterior y más efectiva que la oficial. Los ministros de Asuntos Exteriores, señores Oreja y Moratinos, han comentado en público y por separado, que sus departamentos ya no tienen que atenerse solamente a las chancillerías como clásicamente, sino que, además, tienen que tener en cuenta ese enjambre de organizaciones poco conocidas y no oficiales, que se presentan en todos los asuntos importantes.
De tal manera, que la Masonería, que hasta la Segunda Guerra Mundial era la bestia negra de los católicos, ha perdido el monopolio del tráfico de órdenes secretas internacionales, y se ha devaluado sensiblemente. Lo cual no quiere decir que podamos dejar de vigilarle y combatirle. Pero ya no es lo que era.
¿Qué podemos hacer los católicos españoles ante esta situación hostil?
En primer lugar orar, porque Dios Nuestro Señor puede desbaratar de un manotazo y en un instante todas las ingenierías anticristianas, aun las más sofisticadas. En un orden natural, pegarnos al terreno.
¿Qué quiere decir “pegarnos al terreno”?
Quiere decir no perder el contacto con el enemigo, no separarse de él, no marcharse, sino seguir combatiendo en defensa de nuestras pequeñas posiciones locales e individuales, y hacerlo “a toda costa”, como lo mandan unas antiguas ordenanzas militares, réplica a los abusos de la teoría del mal menor. Naturalmente que quiere decir ser intransigentes, intolerantes y no ceder, aprovechando que las presiones enemigas llegan a lo pequeño amortiguadas y desvirtuadas por su propio aparato logístico oficinesco. Esas coaliciones y sus elementos no son monolíticos, sino diversos y aun en ocasiones breves, guerrean entre sí, dejándonos grietas de esperanza. Nosotros somos fuertes en lo concreto y en las pequeñas cosas de nuestro entorno, en las que tenemos al alcance de la mano, y a las que debemos hacer pesar en la lucha, sin esperar refuerzos hipotéticos y teóricos desde ámbitos lejanos. Debemos vivir con los recursos de nuestro propio terreno, como la guerrilla. Debemos hacer acciones muy concretas descuidando altas filosofías.
Finalmente, destaquemos la necesidad de curarnos de ese mal gravísimo que es delegar antes de agotar nuestros recursos personales, delegar de entrada, como coartada de la inoperancia comodona y sin imaginación.
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