Visión de 2 de Julio de 1820

“…Desde aquí fui por mares e islas, y entendí los bienes y desdichas de ellas, notando que las más solitarias eran las más felices: y hacia occidente llegué a la patria de Javier, donde vi muchos santos y el país ocupado por soldados.

“Vi gozar a este país de relativa tranquilidad en comparación de la patria de San Ignacio adonde llegué, hallándola en espantosa desdicha. Vi extenderse las tinieblas sobre todo el país, en el cual hay un tesoro de merecimientos y de gracias.

“En el centro de este país estaba yo. Reconocí el lugar donde hacía algún tiempo había visto el cuadro en que algunos eran arrojados al fuego, y vi que por último los enemigos interiores se acercaron por todas partes y arrojaron al horno a los mismos que habían atizado el fuego. Y vi extenderse por el país una confusión espantosa. Aquí es Babel. Y vi por todo el país una cadena de sectas secretas y una agitación como en Babel.
Vi en este país perecer todo lo que es santo, e implantarse la impiedad y la herejía. Acercábase también la guerra civil y con ella una total ruina.

“Y vi las anteriores obras de innumerables santos y a los santos mismos. Nombraré solamente a Isidoro, a Juan de la Cruz, a Juana de Jesús, y especialmente a Teresa, muchas de cuyas obras y visiones vi. Me fueron mostradas las obras de Santiago, cuyo sepulcro está en una montaña, y vi que muchos peregrinos han encontrado aquí la salud. Mostróme también mi guía la montaña de Monserrat y los ancianos ermitados de los primeros tiempos que allí habitaron, y tuve una visión muy conmovedora de ellos, pues vi que no discernían los días de la semana, sino partían pan en siete pedazos, uno de los cuales tomaban ellos cada día, y así contaban los días de ella…

“Vi por otra parte tantas y tales desdichas en aquel país y tantas gracias holladas y tantos santos e imágenes de ellos, que dije para mí: “¿Por qué he de ver yo, miserable pecadora, todas estas cosas? No puedo referir muchas cosas, ni aún en gran parte entenderlas.”

“Entonces me dijo mi guía: “Cuenta de lo que has visto lo que puedas. Tú no acertarás a contar las almas que leyendo esta relación algún día, serán consoladas, animadas y sostenidas por ella. Hay muchas historias de semejantes sucesos y gracias, pero en parte no fueron convenientemente escritas ni concebidas y las antiguas son desconocidas y están viciadas de criminales imputaciones. Lo que tú digas estará convenientemente concebido y redactado, y producirá mucho fruto de bendiciones que tú ahora no comprendes”.

“Esto me consoló, pues en los últimos días estaba muy cansada y me había vuelto escrupulosa…

(C. E. Schmoeger: Vida y visiones de la venerable Ana Catalina Emmerich, Madrid 1999)