Una más de tantas leyendas negras en torno a la época más cristiana de la historia. Creo haber leído que esa del año mil se debe a Carducci, el italiano que escribió aquellas alabanzas a Satanás. Menudo elemento. Lo mismo que la supuesta creencia en que la Tierra era plana, que procede de la novela que escribó Jonathan Swift sobre Colón (como vemos, Dan Brown no ha sido el primero que ha reescrito la historia con una novela), y eso que la iconografía medieval está llena de representaciones de reyes y emperadores y de Jesucristo con la bola del mundo en la mano, y hasta en la Summa Theológica y si mal no recuerdo en La divina comedia se habla de la redondez de la Tierra, como en la misma Biblia. Tampoco es políticamente correcto hablar de que la universidad, que aunque se haya corrompido tanto, es un invento católico medieval. Llegaban a escribirse verdaderas enciclopedias, empezando por la que tal vez fue la primera, las Etimologías de San Isidiro, veinte tomazos que tratan de todo, no solo de etimología. Hasta una mujer llegó a escribir una en Alemania, para que luego digan. Los jóvenes de la época no se dedicaban al botellón ni perdían el tiempo con juegos estúpidos de computadora; lo que más se estilaba eran las disputas filosóficas y teológicas. Para que luego digan que no había libertad de expresión, y si participaba Santo Tomás de Aquino, hasta tenían que hacerlas en la plaza delante de la universidad, por el numeroso público que asistía. También es un mito lo que dicen con tanta insistencia los protestantes de que la Biblia estaba, si no, prohibida, al menos olvidada hasta que llegó Lutero. Pero cuando, según dicen, Lutero clavó sus tesis en la puerta de aquella iglesia (hecho, por cierto, desmentido por algunos historiadores, y que en todo caso no habría sido otra cosa que una convocatoria a una de las disputas de las que hablé), ya había por lo menos veintitantas traducciones de la Biblia en alemán, completas o parciales. Es mentira que él fuera el primero en traducirla. Y desde luego el primer libro que imprimió el católico Gutemberg fue la Biblia (que según los herejes estaba despreciada y olvidada). El pueblo conócía las Escrituras, porque las enseñanzas se transmitían de padres a hijos y estaba escrita en piedra, tallada en las catedrales. Aparte de que había escuelas, el pueblo no era tan ignorante, porque el Concilio de Letrán había mandado que hubiera escuelas en las parroquias. Todavía en Inglaterra llaman a los colegios católicos parrochial schools. El teatro, desaparecido en los primeros sigos del cristianismo por su carácter brutal y pagano, resurgió hacia el año mil precisamente gracias a una monja alemana, Hrosvita de Gandersheim. Y es que la Iglesia sabía aprovechar lo bueno de la antigüedad, depurándolo de lo malo, siguiendo el consejo de San Pablo de examinarlo todo, desechar lo malo y aprovechar lo bueno. Gracias a eso, los monjes preservaron lo mejor de la filosofía griega y la cultura romana. No es cierto, como se afirma, que antes de la llegada de los árabes se desconociera a Aristóteles.

Es que hay tantos mitos e invenciones. Que si el derecho de pernada (otro que no se sustenta por ningún lado), que si no se sabía si la mujer tenía alma (¿y entonces cómo es que le administraban los sacramentos, y cómo se explica el culto a la Virgen María, que si bien data de los albores del cristianismo, alcanzó su apogeo en la Edad Media), que si la mujer estaba oprimida y no tenía derechos (esto lo ha rebatido de sobra la medievalista francesa Regine Pernoud, algunos de cuyos muy recomendables libros están traducidos al español). La caballería y la cortesía tienen también su origen en la época medieval. Y así podría seguir por mucho rato. La mencionada Pernoud trabajó durante décadas en los archivos nacionales de Francia, y eso no solo le permitió escribir buenas biografías y libros de historia, sino numerosos libros en que tira por tierra tanta leyenda sobre el supuesto oscurantismo, ignorancia y opresión de la Edad Media, que en realidad es una época fascinante. Cuando más se profundiza en ella, más interesante se vuelve. Y otro francés, Pierre Duhem, científico investigando también durante años en archivos, desempolvó la ciencia y la tecnología de aquella época en los diez o quince (no recuerdo bien) gruesos tomazos de Le système du monde. Y es que, como dijo Bernard de Chartres allá por el siglo XIII (no fue Newton, este solo lo repitió), eran enanos subidos a hombros de gigantes. Es decir, que el conocimiento y la técnica fueron aumentando gradualmente, apoyándose en lo que otros habían aprendido o descubierto antes; no es que de golpe se llegara al Renacimiento y de la noche a la mañana se disparara el progreso y todos fueran sabios. Y buena parte del progreso se había ido haciendo lentamente en el silencio de los monasterios, y de ahí fue irradiando afuera de los claustros para benefifcio de la humanidad. Pero claro, quieren prescindir de Dios y de la Iglesia y atribuirse todo el mérito ellos mismos.

Para terminar, volviendo al supuesto terror del año mil, añado que ni siquiera había uniformidad en cuanto a la forma de contar los años o a la fecha de inicio del año.