“Non Possumus”, a propósito de Lutero (II): Lo que pensaba Lutero sobre los judíos.
Obra de Lutero: “Sobre los judíos y sus mentiras (1543)
Pocos conocen que el hoy aclamado Lutero fuera un profundo antijudío. Los que saben de su odio visceral hacia el pueblo judío, siempre o lo han ocultado, o bien los han aguado con extraños argumentos teológicos.
El caso es que en 1543 aparecía un escrito de su mano titulado: “Los judíos y sus mentiras”. Ya estábamos al final de sus días, pero su habitual ímpetu exagerado aún era capaz de volcarse contra los judíos
Pero el libro no deja lugar a dudas. Empieza con una declaración de intenciones: “Habí*a decidido no escribir nunca más, ni de los judíos, ni contra los judí*os. Sin embargo, como quiera que esta malvada y miserable gente no cesa de tratar de destruir a los cristianos, he permitido que este pequeño libro salga adelante para todos aquellos que han resistido tan venenosa acometida de los judí*os y así* advertir a los cristianos para que permanezcan en guardia contra ellos. Yo no podría creer que un cristiano se permitiera a sí mismo ser engañado por los judíos y tomar parte de su destierro y miseria. Pero el diablo es el dios de este mundo, y donde no está la palabra de Dios, él se mete fácilmente, no sólo entre los débiles, sino también entre los fuertes. Dios nos ayude. Amén.”
En el libro escribía lindezas como que había que quemar las sinagogas, destruir sus libros de oración, prohibir predicar a los rabinos, aplastar y destruir sus casas, incautarse sus propiedades, confiscar su dinero y obligar a esos “gusanos venenosos” a realizar trabajos forzados o expulsarlos para siempre. No es de extrañar que los nazis tuvieran a Lutero en un pedestal.
Mas joyas que pueden encontrarse en el libro:
“Los judíos son pequeños diablos condenados al infierno (E: 32, p: 276) tal vez los cristianos delicados y blandos de corazón creerán que soy demasiado drástico y riguroso contra los pobres, afligidos judíos, y crean que los ridiculizo y los trato con mucho sarcasmo. Por mis palabras, soy demasiado débil para ser capaz de ridiculizar tan satánicos engendros. Estaría contento de poder hacerlo, pero ellos son mucho más adeptos de la burla que yo y poseen un Dios que es un maestro en este arte, o sea el mismísimo diablo (E. 32, p. 286). Aunque no hubiera otra evidencia que el Antiguo Testamento yo mantendría, y ninguna persona podría cambiar mi opinión, de que los judíos tal como son hoy, son una verdadera mezcla de todos los malévolos y depravados bribones que hay en este mundo, que se han dispersado en todos los países, al igual que los tártaros, gitanos y gente así, para afligir a todas las diferentes naciones con su usura, escupir sobre los demás y traicionar, envenenar, embaucar y raptar niños, abreviando, para practicar toda clase de injurias y actos deshonestos.”
O bien:
“Aquellos judíos que profesan la carrera de cirujanos o doctores despojan de salud y bienestar a los cristianos que usan de sus medicamentos, por que tales doctores judíos hacen con ello un favor especial a su Dios si atormentan y asesinan furtivamente a los cristianos, y nosotros como ingenuos que somos, todavía socorremos a nuestros enemigos y a sus diabólicos usos en el momento en que nuestras vidas están en peligro, lo cual es probar la paciencia de Dios.”
O también:
“Tan pronto como mi principal asunto (advertiros de los judíos) haya sido efectuado, me consagraré a la expulsión de los judíos. El conde Albrecht es hostil hacia ellos y los ha abandonado ya, pero no son molestados por nadie. Con la ayuda de Dios ayudaré al conde con los sermones que hago desde el púlpito para que los abandonen.”
Y sigue:
“A vuestro lado también hay muchos judíos viviendo en el país, haciendo mucho daño… deberíais saber que los judíos blasfeman y violan día a día el nombre de Nuestro Salvador… por esta razón, señores y hombres con autoridad, no deberíais tolerarlos, sino expulsarlos. Ellos son nuestros enemigos públicos e incesantemente blasfeman de Nuestro Señor Jesucristo, llaman una prostituta a Nuestra Virgen María y un bastardo a su Hijo Sagrado y a nosotros nos dan el epíteto de imbéciles y engendros.
Si pudieran asesinarnos, lo harían alegremente y de hecho muchos de ellos matan a cristianos , especialmente aquellos que profesan como cirujanos y doctores. Saben como tratar los medicamentos a la manera de los italianos -los Borgia y los Medicis- que daban venenos a la gente proporcionándoles la muerte en una hora o en un mes. Por lo tanto, combátelos severamente porque no hacen sino blasfemar extremadamente al Señor, tratan de robar nuestras vidas, nuestra salud, nuestro honor y pertenencias…
Por esta razón no puedo tener paciencia ni tener una conversación con estos blasfemos y delirantes violadores del Salvador. Como buen patriota quiero daros esta advertencia por última vez para que no participéis en pecados ajenos. Deberíais estar seguros de que solo deseo lo mejor para vosotros, príncipes y súbditos (E. 62, p. 189)”.
Proponer a Lutero como un puntal del actual ecumenismo no tiene el más mínimo sentido. La Iglesia evangelista luterana, tanto en Alemania como en los países nórdicos está más que acabada. Su fundador, un auténtico desastre humano, radical, resentido, que rezumaba odio contra casi todo, no nos lo pueden presentar como ejemplo de tolerancia.
Javier Barraycoa
Edición en castellano
https://barraycoa.com/
Última edición por Hyeronimus; 03/11/2016 a las 19:11
“Non Possumus”, a propósito de Lutero (IV): Lutero a la caza de los campesinos.
Lutero a la caza de los campesinos
Luther ohne Mythos de Hubertus Mynarek es un libro necesario y desmitificador sobre Martín Lutero. Lutero, al principio de su predicación se posicionó a favor de los campesinos y en contra de los príncipes alemanes y cualquiera que ostentase alguna autoridad. En esa primera etapa teorizó sobre el derecho de Rebelión contra las autoridades. Pero fue una época breve ya que pronto fue acogido por los príncipes alemanes y protegido por ellos. Entonces sus escritos cambiaron radicalmente e inició una de las apologías más salvajes contra el campesinado que se recuerdan en la historia del pensamiento.
Luteranos ejecutan a un anabaptista
Thomas Müntzer, uno de los exaltados, hereje y revolucionario campesino, un anabaptista, fue de los primeros que recibió las invectivas de los príncipes alemanes acaudillados espiritualmente por Lutero. Tras su revolución campesina Thomas Müntzer fue capturado, se le sometió a juicio sumarísimo con la tortura correspondiente. Tras ser violentamente azotado, fue condenado a la pena capital, siendo decapitado. Antes, Lutero había escrito una carta a los príncipes de Sajonia contra Müntzer, ordenando a la nobleza sajona eliminar violentamente al “Satán maldito de Allstedt”, como llamaba Thomas Müntzer (aunque dicho sea de paso el protestante Müntzer había sido un asesino piadoso de masas). En la carta lo denomina: “espíritu devorador del mundo”, “demonio mendaz”, “Satán por antonomasia”, “espíritu mendaz”, “demonio expulsado”.
En otros escritos las acusaciones de Lutero para con Müntzer son aún más desmedidas y desatadas. En su Amonestación por la paz en los doce artículos del campesinado de Suabia califica a Müntzer de “profeta bribón”, “príncipe de los demonios, que gobierna en Mühlhausen y no hace otra cosa que robar, asesinar y derramar sangre”.
Lutero, en su conocido y terrorífico escrito titulado “Contra las hordas asesinas y ladronas de campesinos” (1525). Se escribe en el marco de las revueltas campesinas contra los príncipes alemanes. La tesis del libro en el fondo es muy sencilla: los campesinos están endemoniados y, por tanto, es lícito liquidarlos. Ya se ve que se estaba manejando alta teología. Podemos leer que escribe sobre ellos:
“Nada más venenoso, dañino y demoníaco que esta gente, que sólo impulsan actividades satánicas”, “que sirven al demonio bajo la apariencia de Evangelio”, “de ahí que se merezcan una y mil veces la muerte corporal y espiritual, “son peones del demonio” y “conforman una federación satánica de maldad y perdición”.
Lutero deja caer que los demonios han vaciado el infierno y anidan en los campesinos: “Hay que huir de ellos como del mismo demonio”. Pero mejor que huir de ellos, insta a los Príncipes alemanes, es aniquilarlos:
“Quien puede y quiere ahogar a un rebelde hace bien en ejecutarlo, puesto que ante un rebelde público toda persona es dos cosas: juez y verdugo. Igual que pasa con un fuego, que el mejor es quien primero lo sofoca… De igual manera aquí, quien pueda debe destruir, ahorcar y asesinar, en secreto o en público… Como ocurre quien se ve obligado a matar un perro rabioso… Un cristiano piadoso debiera sufrir cien veces la muerte, si fuera menester, antes de aceptar lo más mínimo en el tema de los campesinos”.
Los años 1524 y 1525,fueron en los que Lutero ejerció con sus escritos y apelaciones una propaganda tan desorbitada de acoso contra Müntzer y los campesinos. En el trasfondo Lutero encubría y justificaba una situación política y nada religiosa. Su teología de una Iglesia universal invisible y misteriosa de los verdaderos creyentes, se convirtió en estado eclesial. Los príncipes alemanes se convirtieron en teócratas y Lutero entonces empezó a predicar contra los que atentaban contra las autoridades constituidas.
Guerra de campesinos alemanes
Marx llegó a decir: “Lutero ha transformado los curas en laicos porque a los laicos los ha convertido en curas”. Así, los príncipes se volvían intocables. Desobedecerles en cualquier materia, aunque mandaran algo injusto, era como enfrentarse a Dios. Con toda solemnidad manifestó Lutero en 1528 la idea de que “el mandato de Moisés “honra a tu padre” se refería a estos príncipes.
Lutero, en un ataque de megalomanía, se sintió llamado a transmitir a los príncipes la orden de Dios de golpear y aniquilar a los campesinos:
“Los predicadores son los mayores criminales, ya que exhortan a la autoridad a que, en función de su cargo, castiguen a los impíos malvados. Yo, Martín Lutero, he matado a todos los campesinos rebeldes, pues he llamado a matarlos; que toda su sangre caiga sobre mis hombros. Pero yo la remito a nuestro señor Dios, que me ha ordenado transmitir este mandato suyo”.
A los labradores, a pesar de su reconocimiento de algunas de sus exigencias, aconsejó obediencia a cualquier precio:
“Porque el que la autoridad sea mala e injusta no disculpa la rebeldía o el amotinamiento. Puesto que castigar la maldad no es competencia de cada uno sino de la autoridad civil, que porta la espada. El que la autoridad os arrebate injustamente vuestros bienes es una cosa, pero otra que les arrebatéis su poder, y con ellos todos sus bienes, su cuerpo y alma, convirtiéndoos así en mayores ladrones que ellos”.
Los 12 artículos y reglamentos de la liga de campesinos
En su escrito “Los 12 artículos y reglamentos de la liga de campesinos”, afirmaba respecto a los campesinos “que ellos no podían apelar al derecho cristiano del Nuevo y Antiguo Testamento, ni tampoco al derecho natural porque básicamente para ellos sólo rige el derecho cristiano: no rebelarse contra la injusticia, no echar mano a la espada, no defenderse, no tomar venganza sino entregar el cuerpo y el alma porque, que robe quien robe, nuestra confianza está en el Señor, quien, como ha prometido, no nos abandonará. Sufrir, sufrir, cruz, cruz es el derecho de los cristianos y no otra cosa. Un cristiano se deja robar, quitar, presionar, patear, saquear, devorar, que le vocifere todo aquel que quiera, él es un mártir”.
En el ya citado escrito Contra las bandas de campesinos saqueadoras, insiste:
“Así la autoridad debe actuar con tranquilidad y consuelo y asesinar con buena conciencia mientras le quede un soplo de vida. Ésta es su ventaja, que los campesinos tienen mala conciencia y hacen cosas injustas y serán asesinados por ello, y serán presa eterna del demonio en cuerpo y alma. Pero la autoridad, que tiene buena conciencia y hace cosas justas, puede dirigirse a Dios con toda la seguridad de su corazón y decirle: Mira, Dios mío, me nombraste príncipe e colocaste como Señor, no puedo dudar de que me has encomendado blandir la espada sobre los malhechores (Rom 13, 4). Es tu palabra, no cabe mentira; debo cumplir mi función sin vacilar, de lo contrario pierdo tu gracia; es también evidente que estos campesinos se han hecho acreedores a la muerte con reiteración ante ti y ante el pueblo, me has mandado castigarles… Y yo quiero castigarles y matarles mientras me quede un soplo de vida, tú lo juzgarás y lo encontrarás justo”.
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Añado el artículo ya transcrito:
LA VERDAD SOBRE LUTERO, por Juan Manuel de Prada
(ABC, 5 de noviembre de 2016)
Quinientos años después de la protesta de Lutero, uno puede hacerse el sueco, para obtener el aplauso del mundo, o bien puede atreverse a analizar con rigor intelectual lo que con aquel acontecimiento se sustanció. Esta segunda actitud, que en un mundo donde lo que mola es hacerse el sueco causa escándalo, es la que nos propone el excelente volumen "Consecuencias político-jurídicas del protestantismo" (Ediciones Marcial Pons), al cuidado del profesor Miguel Ayuso, en el que un selecto grupo de juristas procuran al lector consciente una serie de aproximaciones al pensamiento de Lutero y señalan las lacras políticas que en él tienen su origen. Celebrar el centenario de la protesta luterana es como si el sifilítico celebrase el día en que contrajo la sífilis.
Habría que empezar señalando, como hace el profesor Juan Fernando Segovia en una de las aportaciones más enjundiosas del libro, que al afirmar la salvación por la sola fe Lutero niega toda autoridad a la Iglesia, así como su papel mediador entre el creyente y Dios y la eficacia de los sacramentos. La Iglesia, para Lutero, es una organización opresora; y el Papado, la sede del Anticristo. Pero el libro que recomendamos hoy es valioso sobre todo porque nos desvela cómo las nociones teológicas oscurantistas de Lutero (depravación de la naturaleza humana, negación del libre albedrío, etcétera) corrompen y destruyen las instituciones políticas y sociales. Si el hombre es malo por naturaleza y su razón está corrompida, el poder se tendrá que erigir en puro ejercicio de la fuerza que reprima sus tendencias malignas. Así, ante la revuelta campesina de 1525, Lutero puede celebrar que se alce “la espada vengadora” contra los príncipes; y cuando los campesinos son derrotados puede solicitar tan pichi a los príncipes: “Perseguidlos y matadlos como a perros rabiosos. Dios os lo premiará”. Pues un poder civil entendido al modo luterano puede (¡viva la alternancia!) cambiar de titular como de chaqueta. Por otro lado, como nos recuerda José Luis Widow en otro pasaje del libro, establecida la premisa desquiciada de que la naturaleza humana está por completo corrompida, Lutero piensa lógicamente que la razón es “ciega, sorda, necia, impía y sacrílega”; de tal modo que está negada para querer el bien, incapacitada para el juicio moral. De ahí que Lutero pudiera recomendar a uno de los príncipes a los que adulaba que “pecase fuertemente”, aduciendo que su mera fe bastaría para salvarlo. La justificación por la sola fe conduce inevitablemente a la emancipación de la conciencia del juicio moral sobre nuestras acciones; y así se entroniza el puro subjetivismo, hasta que la tendencia natural al desorden exija la intervención de una ley humana que se imponga como ejercicio de poder. Pero, como señala el profesor Segovia, al afirmar la absoluta corrupción de la naturaleza humana, Lutero niega el valor de la ley: pues al mandar realizar tal o cual obra, la ley no hace sino (en palabras de Lutero) “poner de manifiesto la enfermedad, el pecado, la maldad” del hombre, a quien inevitablemente “asalta la tristeza, se siente afligido, hasta cae en la desesperación”. Que es, en efecto, la estación última del hombre concebido al modo luterano.
En "Consecuencias jurídico-políticas del protestantismo" se desgranan otras calamidades que tienen su origen en el pensamiento de Lutero, como la reducción de lo político a lo estatal, el nacionalismo, el capitalismo desembridado o la instauración de una libertad que no se orienta por la razón, sino por una “autodeterminación” cuyo único límite es no hacer daño a terceros (límite que, por supuesto, se acaba infringiendo, cuando tal daño beneficia al titular del poder). Así hasta desvelar la verdad sobre Lutero que otros prefieren ignorar, haciéndose los suecos.
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Obispo Schneider: “Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martin Lutero”
Claire Chretien de LifeSiteNews ha publicado hoy un nuevo video de preguntas y respuestas con el obispo Athanasius Schneider en el Cosmos Club de Washington DC después de su conferencia del 20 de octubre de 2016. En él, se le preguntó sobre la declaración del Papa Francisco de que Martín Lutero “no se equivocó” sobre la justificación.
Él respondió, en parte:
Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martín Lutero: el Concilio de Trento. Las enseñanzas del Concilio de Trento sobre los errores de Lutero, repito, son infalibles, ex cathedra. Y los comentarios del Papa en el avión no son ex cathedra.
Esos comentarios particulares empiezan en el minuto 1:43 en el video, pero vale la pena ver las preguntas y respuestas completas:
Obispo Schneider: "Ya hemos tenido una respuesta infalible a los errores de Martin Lutero"
Luterándonos: el libre examen
El P. Teztel, dominico enviado a predicar el verdadero sentido de las indulgencias, decía respecto de Lutero ya en su época:
“Los artículos de Lutero están destinados a promover un gran escándalo, pues por su causa muchos despreciarán el poder de su Santidad del Papa y de la santa Sede Romana. También se abandonarán las obras de penitencia sacramental, y no se volverá a creer a los predicadores y doctores, queriendo cada cual interpretar la escritura a su antojo, por donde la santa y universal Cristiandad habrá de incurrir en gran peligro de las almas, pues cada cual no creerá sino en aquello que bien le pareciere”[1].
Y Lutero, en esto, daba el ejemplo con su propia vida:
“Yo no quiero ser juez ni un asno papa, ni una mula. No quiero responder nada a tales asnos ni a sus berridos inútiles sobre la palabra ‘sola’ (sola scriptura). Ya basta. Lutero lo quiere, Lutero habla así. Lutero es un doctor por encima de todos los doctores de todo el papismo (…)[2].
“El cristianismo no es más que un continuo ejercicio de sentir que no has pecado aunque hayas pecado y que todos tus pecados son cargados a Cristo” [3].
“Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[4].
“Aunque los santos Cipriano, Ambrosio y Agustín; aunque San Pedro, San Pablo y San Juan; aunque los ángeles del cielo te enseñen otra cosa, esto es lo que sé de cierto: que no enseño cosas humanas, sino divinas; o sea que todo lo atribuyo a Dios, a los hombres nada (…). Los Santos Padres, los doctores, los concilios, la misma Virgen María y San José y todos los santos juntos pueden equivocarse”[5] (él no, claro).
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Vorlegung, Art. 19, Paulus, Tetzel 53. Amplios extractos en Hefele-Leclercq, Hist. Des Conciles, VIII, 651-57 (Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.1, BAC, Madrid 1973, 347)
[2] Sendbrief vom Dolmetschen: WA 30,2 p.632-36. «Doctor Martinus Luther wils also haben, und spricht: Papist und Esel sey ein Ding. Sic volo…» (Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.2, BAC, Madrid 1976, 35).
[3] Opp. exeg. lat., XXIII, 142; Weil., 331, 7 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 45).
[4] Enders III, 208 (Cfr. cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).
[5] WA 40,1 p.130-31 y «Es heisse Heilig, Gelert, Veter, Concilia, oder was es sein mag, wenn es gleich María, Joseph und alle Heiligen miteinander waren, so folget darumb nicht, das sie nicht haben können irr en und feilen» (WA 17,2 p.28) (Cfr. Cfr. Ricardo García-Villoslada, Lutero, t.2, BAC, Madrid 1976, 14). .
Luterándonos: el libre examen – Que no te la cuenten
Luterándonos: para el “reformador”, la mujer, prostituta y sumisa
– Y sí…; hasta el domingo, por lo menos, seguiremos publicando perlitas del “reformador” a partir de las fuentes históricas…
Lutero no era alguien a quien hoy llamaríamos “defensor de la mujer”. Con un planteo puritano, consideraba que el sexo era siempre pecado, aunque Dios lo perdonase, de allí que la mujer fuese necesaria para el hombre, aunque perteneciese a una segunda categoría; a la categoría de cosa:De allí que aconsejaba que,Con el tiempo no dudaría en incluso aplaudir cierto rapto de unas religiosas de parte de algunos clérigos violentos, en la noche del Sábado Santo de 1523, llamando a su cabecilla “bienaventurado ladrón”:
“aunque las mujeres se fatiguen y aun revienten con la preñez, tú déjalas reventar en buen hora que para eso han nacido. Más vale vida corta con salud, que larga con enfermedad”[2].
“A imitación de Cristo también vos habéis sacado estas almas de la prisión, de las garras de la tiranía humana , precisamente en el oportuno tiempo de la Pascua, en que Cristo rompió las cadenas de los suyos”[3].
“Si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe echarse la cuenta de que su mujer ha sido robada y apropiada por forajidos y agenciarse otra”[4].La mujer es simplemente,
De allí que estuviese a favor del goce de varias mujeres a la vez, pues “la poligamia no es opuesta a la Sagrada Escritura”[6].
“un animal estúpido que sólo servía de mero instrumento para acallar el apetito sensual: Tan pronto como cualquier hombre sienta en sí la plenitud de los fueros de macho, tome una mujer, y no tiente a Dios. Para eso la doncella tiene su sexo de mujer; para que le suministre al hombre un remedio saludable para evitar el onanismo”[5].
A Enrique VIII, el incontinente rey inglés, que le pedía consejo, le decía: “antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o dos reinas”[7], pues “no hay prohibición de que un hombre pueda tener más de una mujer, y yo por ahora no podría impedirlo”[8].
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Martín Lutero, Weim., XII, 94, 20 (1523) (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 131).
[2] Martín Lutero, Erl., 20, 84 (Predigt vom ehelichen Leben, 1522), Weim., X, P. II, p. 301, 13 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 323). [3] Martín Lutero, Weim XI, 394-30 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 25). [4] Martín Lutero, Erl., 20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 317). [5] Carta de Martín Lutero en Seidemann, Lauterbachs, Tagebuch, año 1538, ed. Seidemann, p. 101 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 323). [6] Carta de Martín Lutero en Briefwechsel in der Erlangen, Frankfurt-Calwer Ausgabe (1884-1903) Enders, IV, 283, año 1524 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 142). [7] Carta de Martín Lutero en, Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 142-143). [8] Carta de Martín Lutero en M. Lenz, Briefverchsel Landsgraf Philipps des Gross, mutigen von Hessen mit Bucer, I, 3432 y s., nota. (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 25.
Luterándonos: para el “reformador”, la mujer, prostituta y sumisa – Que no te la cuenten
Luterándonos: la vida religiosa
Escribió Lutero desde Wartburg a su amigo Gerbel:Y sobre los votos específicamente, agregaba:
“Hay una vigorosa conjuración entre Felipe (Melanchthon) y yo en contra de los votos de los religiosos y de los sacerdotes, para abolirlos y anularlos: ¡oh! ¡aquel bandido de anticristo con sus escamas, cómo ha servido de instrumento a Satanás para destruir todos los misterios de la piedad cristiana! (…). Dichoso tú que has vencido con el honroso matrimonio aquel impuro celibato”[1].
No muy distinto era su odio contra el mismo sacerdocio y la Santa Misa:
“Los votos monásticos son imposibles y anticristianos, pura hipocresía o soberbia, el matrimonio es absolutamente obligatorio y necesario para quien tiene órganos de generación”[2].
“Benedictinos, cartujos, agustinos, carmelitas, todos los monjes y todas las monjas están ciertamente condenados; sólo los cristianos se salvarán… porque no es por Cristo que quieren salvarse, sino por otro medio: su regla y sus votos”. (Los religiosos) “no merecen el nombre de hombres: se sitúan mucho más abajo que los puercos” (…). “Si yo tuviese a todos los franciscanos en la misma casa, les prendería fuego”[3].
“Los votos solemnemente pronunciados delante de Dios son una renegación de Cristo, un engaño diabólico, contrarios al Evangelio, y en tal supuesto, son por ellos difamados como apóstatas aún los religiosos que se han mantenido fieles a Dios”[4].
“Mediante el voto de castidad se reniega de ser hombre, con lo cual cada uno de ellos es invitado a quebrantar los sagrados votos; adelante, pues, decididamente, teniendo ante los ojos a Dios en la recta fe, y volviendo la espalda al mundo con su batahola, taconazos y vocinglería; no escuchar ni mirar nada aunque detrás de nosotros se hundan Sodoma y Gomorra, ni preocuparse de su paradero”[5].
“El que jura castidad es como el que jurase cometer adulterio o cualquier otra cosa prohibida por Dios”[6].
“En otros tiempos, cuando yo era monje, al celebrar por primera vez y leer en el canon estas palabras: Te igitur, clementissime Pater… Offerimus tibi, vivo et aeterno…, me quedé atónito y sobrecogido de horror. Pues pensaba: ¿Cómo puedo dirigir mis palabras a tan inmensa majestad?”. Minutos antes se había dado vuelta al superior diciéndole: “Señor prior, tengo miedo, quiero huir del altar”. Pero el agustino lo animó: “Adelante, siempre adelante”[1].
“Sostengo que después de la consagración hay verdadero pan y verdadero vino, en los cuales está la verdadera carne y la verdadera sangre de Cristo”[2].
“El sacerdote que dice la misa no es sacerdote de Dios sino de Satanás; la misa es un ministerio sacrílego, diabólico, impío, abominable (…). El culto de la misa supera toda impiedad y abominación, de suerte que si otra causa no hubiere para colgar los hábitos, abandonar el convento y detestar los votos, sería más que suficiente esta abominación de la misa… Yo por mi parte, preferiría haber sido adúltero, homicida, rufián y salteador de caminos antes que sacerdote”[3].
En 1522 escribía a un discípulo:
“Precave y aconseja que nadie se haga sacerdote, monje o monja, y que los que ya lo son, cuelguen los hábitos (…). Hagámoslo así por otro par de años y ya verás qué polvo llevan el papa, el obispo, el cardenal, el cura, el monje, las campanas, los campanarios, la misa, las vigilias (…). Todo esto se desvanecerá como una sombra… En este solo año ya hemos hecho una gorda con haber inculcado y escrito estas verdades: ¡qué corta y estrecha se ha quedado la manta de los papistas![4]
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 357.
[2] Alfredo Sáenz, La Nave y las tempestades. La Reforma Protestante, Gladius, Buenos Aires 2005, 178.
[3] Ídem, 191.
[4] Heinrich Denifle, op. cit., 7.
[5] Ídem, 8.
[6] Ídem, 10.
Luterándonos: la vida religiosa – Que no te la cuenten
Luterándonos: fe y razón; Aristóteles y Santo Tomás de Aquino
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La razón, según Lutero, sirve para las cosas prácticas del mundo terreno, pero de ningún modo para iluminar los asuntos de la fe, de allí que sea una abominación pensar que con ella se pueda profundizar la teología y los dogmas ya que “la razón es contraria a la fe”[1].
Lo mismo diría luego:
“La razón se opone directamente a la fe, y deberían dejarla que se vaya; en los creyentes hay que matarla y enterrarla[2] (…).Es imposible poner de acuerdo a la fe con la razón[3] (…). Has de abandonar tu razón, ignorarla, aniquilarla por completo, de lo contrario no entrarás en el Cielo (…)[4].Es menester dejar a la razón en su casa, porque es la enemiga nata de la fe… Nada hay tan contrario a la fe como la ley y la razón, hay que vencerlas si se quiere alcanzar la bienaventuranza”[5].
A la inteligencia “Dios nos la ha concedido para que gobierne en el mundo, es decir, a ella corresponde el poder de dictar leyes y de ordenar principalmente lo que respecta a esta vida, como el beber, el comer, el vestir, así como lo referente a la disciplina exterior y a una vida honesta”[6], pero en lo espiritual es “ciega y anda en tinieblas”[7].
“La razón es la puta del diablo. Sólo es capaz de blasfemar y de deshonrar cuanto Dios ha dicho o ha hecho”[8] (…) “La más feroz enemiga de Dios”[9] (…). “Es la mayor puta del diablo; por su naturaleza y manera de ser es una puta dañina; una prostituta, la puta titular del diablo, una puta carcomida por la roña y la lepra, a quien habría que pisotear y destruir junto con la sabiduría… Arrójale inmundicia al rostro para afearla… La abominable merecería ser relegada a la más sucia habitación de la casa, a las letrinas”[10].
Pero no sólo la razón será despotricada contra el autor de la Ruptura Protestante, sino también aquellos que hubiesen intentado utilizarla a lo largo de la historia, entre otros, Aristóteles y el gran Santo Tomás de Aquino:
“Aristóteles es el reducto impío de los Papistas. Es para la teología lo que las tinieblas son para la luz. Su ética es la mayor enemiga de la gracia”[11], es un “filósofo rancio”[12], un “pillo digno de ser encerrado en el chiquero o en el establo de los asnos”[13], “un calumniador desvergonzado, un comediante, el más astuto corruptor de los espíritus. Si no hubiera existido en carne y hueso, no sentiría el menor escrúpulo en tenerlo por un verdadero diablo”[14].
Aristóteles no es más que un “ciego gentil”, “una bestia pagana; “un devastador de la pía doctrina”, “un mero diccionario”, “impiísimo”, “sicofante”, “burro ocioso”, “monstruo de tres cabezas”[15].
Tanto era el odio de Lutero que hasta se dedicaba a atacarlo por medio de sus discípulos:
“Estoy preparando a seis o siete doctorandos, entre ellos Adriano (de Amberes), para el futuro examen, que redundará en ignominia de Aristóteles, contra quien desearía que se alzasen pronto muchísimos enemigos”[16].
¿Y de Santo Tomás?
Refiriéndose a Santo Tomás dice: “nunca comprendió un capítulo del Evangelio o de Aristóteles”[17].
“Santo Tomás: me duele que este insigne varón haya intentado probar las cosas de la fe valiéndose de Aristóteles… La razón principal de mi opinión es que las palabras divinas no deben sufrir violencia ni de parte de los hombres ni de parte de los ángeles, sino que en lo posible se han de interpretar en su sentido más sencillo”[18].
“En resumen es imposible reformar la Iglesia si la teología y la filosofía escolástica no se arrancan de raíz”[19].
Y en esto último no se equivocaba…
En fin…; todo un adelantado.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Martín Lutero, Disputationes, a cura di Paul Drews, Göttingen 1895, 42 (cfr. Jacques Maritain, Tres reformadores, Excelsa, Buenos Aires 1945, 42).
[2] Weim., XLVII, 328, 23-25 (1537-1540).
[3] Weim., XLVII, 329, 29-30. “Ratio est omnium maximum impedimentum ad fidem”. Tischredem, Weim., III, 62, 28, Nº 2904 a. [4] Weim., XLVII, 329, 6-7. [5] Weim., VI. (N9 6718), 143, 25-26, 32-35. [6] Weim., XLV, 621 5-8 (1538). [7] Weim., II, 319, 8; 320, 12. [8] Weim., XVIII, 164, 24-27 (1524-1525) [9] “Rationem atrocissimum Dei hostem”, in Galat. (1531) 1535, Weim., XL. P. 1, 363, 25. [10] Erl., 16, 142 a 148 (1546). [11] Cf. Uberweg, Grundriss der Geschichte der Philosophie, III, 1914, t. 30, 32. [12] Weim., IX, 43, 5 (1510-1511). [13] Weim., VII, 282, 15-16 (1521). [14] Carta a Lang, 8 de febrero de 1516, de Wette, I, 15-16. [15] Ricardo García-Villoslada, Martín Lutero, t. 1, Bac, Madrid 1973, 72. [16] Martín Lutero, Briefwechsel (WA 1930-67). I. 100. [17] Enders, I, 350, 25-30 (14 de enero de 1519); I, 173-174, 50-57 (24 de marzo de 1518). [18] Weimarer Ausgabe (Weimar 1883 y ss.) 6, 508-509. [19] De Wette, I, 64, P. 108 (1518).
http://www.quenotelacuenten.org/2016...mas-de-aquino/
Última edición por Hyeronimus; 07/11/2016 a las 14:03
Luterándonos: los frutos de la ruptura según Lutero
Terminemos esta serie de fichas que hemos compartido aquí durante días a modo de “flos haereticorum“, con algunas citas del balance que el mismo heresiarca hacía.
Que no te la cuenten…P. Javier Olivera RavasiCuadro: Egbert II van Heemskerck – “Lutero y Calvino en el infierno” (1700).
“¿Qué frutos trajo, fray Martín?”:“los nuestros (tiempos) son al presente siete veces más escandalosos que lo que se ha usado hasta ahora; noso*tros robamos, mentimos, engañamos, comemos y bebemos y nos entregamos a todo género de vicios (…). Nosotros los alemanes somos al presente el ludibrio y la vergüenza de todo el mundo que nos califica de puercos, ignominiosos y obscenos”[1].[1] Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 23.![]()
“Dimos caza a un diablo, pero se nos han echado encima otros siete peores”[2].
“La avaricia, la usura, la deshonestidad, la crápula, la blasfemia, la mentira y el fraude progresan des*mesuradamente harto más que bajo el papado: tan ver*gonzoso estado de cosas desacredita al Evangelio y a sus predicadores, dando lugar a que se diga: si esa doctrina fuese verdadera, la gente sería más piadosa”[3].
“Nosotros los alemanes —escribía Lutero en 1532— pecamos y somos esclavos del pecado, vivimos en los placeres carnales y nos asfixiamos bárbaramente en el libertinaje. Queremos hacer cuanto nos venga en talante, y todo lo que cede en servicio del diablo, y queremos ser libres de hacer lo que se nos antoja. Son pocos los que piensan en la grave dificultad de librarse de los pecados. Están contentísimos de haberse desgarrado del papa, de la autoridad eclesiástica y las demás leyes; pero no paran mientes en el modo con que deben servir a Cristo y preservarse de los pecados (…) Si yo tratara de pintar a Alemania, debería copiar en ella la figura de una marrana”[4].
[2]Ídem, 26.
[3]Ídem, 27.
[4] Ídem, 28.
Luterándonos: los frutos de la ruptura según Lutero – Que no te la cuenten
miércoles, 9 de noviembre de 2016
LA IGLESIA, DE MANERA INFALIBLE, CONDENÓ A MARTÍN LUTERO: MONS. ATHANASIUS SCHNEIDER
"Poner la religión de origen divino en el mismo nivel con las religiones inventadas por los hombres es la blasfemia que trae los castigos de Dios en la sociedad mucho más que los pecados de las personas y las familias".
Désiré Felicien François Joseph Cardenal Mercier (1851-1926).
¿Dones espirituales las blasfemias de Lutero? ¿Dones teológicos sus herejías contra la Revelación Divina? ¿Lutero encontró a Dios apostatando de la verdadera Iglesia? ¿Por qué el papa Francisco viene a contradecir todo lo que la Iglesia nos enseñó infaliblemente sobre los errores de este heresiarca? ¿Por qué celebra el aniversario de la rebelión de Lutero en un templo luterano con sus falsos "obispos" y falsas "obispesas" favorables al homosexualismo, los más alejados del Evangelio, los más liberales y los menos representativos del luteranismo, pues son rechazados por todos los demás luteranos que son menos liberales.
El Padre Pío también afirmaba que Lutero se había condenado, ¿cómo puede celebrarse lo que llaman su "Reforma" que en realidad fue toda una amplia deformación de la doctrina católica que realizó el heresiarca que -como recuerda Mons. Schneider- sus errores fueron condenados ex-cathedra por la Iglesia, es decir de manera infalible e irrevocable?
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Fuente:
Catolicidad: LA IGLESIA, DE MANERA INFALIBLE, CONDENÓ A MARTÍN LUTERO: MONS. ATHANASIUS SCHNEIDER
¿Cómo murió Lutero?
La versión oficial protestante narra que el mayor artífice de la ruptura cristiana falleció de muerte natural, el 15 de febrero de 1546, luego de un viaje a Eisleben y padeciendo una angina en el pecho; ¿fue realmente así?
Un estudioso alemán contemporáneo, Dietrich Emme, ofrece una versión muy diferente en una revisión de los hechos. En su “Martin Luther, Seine Jugend und Stu*dienzeit 1483-1505. Eine doku*mentarische Darstelleng”[1] (“Mar*tín Lutero: La juventud y los años de estudio desde 1483 al 1505. Bonn 1983”) señala que Lutero se suicidó; pero no es el único en señalarlo.
Asimismo, un psicoanalista freudiano, M. Roland Dalbiez,en su estudio sobre “La angustia de Lutero”[2],le atribuye «…una neurosis de angustia gravísima, tan grave que uno puede preguntarse si no ha sido debida a un estado-límite en la frontera entre la neurosis, por una parte, y el “raptus suicida”, por otra, un automatismo teleológico anti-suicida»[3].
Sí; Lutero tuvo tendencias suicidas, como puede corroborarse en sus mismas “Tischreden” (“Charlas de sobremesa”) donde se reporta, entre otras, una de sus conversaciones con el pastor Güben, Leonhard Beyer, ocurrida en el año 1551:
«Nos dijo que, cuando estaba prisionero, el diablo lo había malvadamente atormentado y que había reído de todo corazón cuando él (Lutero) tomó en su mano un cuchillo, diciéndole: “¡Ve adelante! ¡Suicídate!” (…). Esto me ha ocurrido muy a menudo, tanto como para ponerme en la mano un cuchillo… y que pensamientos malvados me venían a la mente de tal modo, de manera de no poder ya rezar»[4].
Algo análogo narra en 1606 el franciscano Heinrich Sedulius, en su “Preaescriptiones adversus haereses” al traer a colación el valioso testimonio de Ambrosio Kudtfeld, un testigo y hombre de confianza del “reformador” quien, lejos de narrar una muerte a causa de una angina, dice:
El mismo Maritain señala que el doctor De Coster, quien examinó a Lutero, explica que la boca del difunto se encontraba torcida con el rostro negro y con su cuello rojo y deforme[7].
«Martín Lutero, la noche antes de su muerte, se dejó vencer por su habitual intemperancia y en tal exceso que fuimos obligados a llevarlo, completamente alcoholizado, y colocarlo en su lecho. Luego, nos retiramos a nuestra cámara, ¡sin presentir nada desagradable! A la mañana siguiente, volvimos junto a nuestro señor para ayudarlo a vestirse, como de costumbre. Entonces – ¡oh, qué dolor! – ¡vimos a nuestro señor Martín colgando del lecho y estrangulado miserablemente! Tenía la boca torcida, la parte derecha del rostro negra, el cuello rojo y deforme»[5].
Efectivamente en aquella época se usaban camas elevadas, sostenidas por columnas.
«Frente a este horrendo espectáculo, ¡fuimos presos de un gran temor! ¡Corrimos, sin retardo, a los príncipes, sus convidados de la víspera, a anunciarles el execrable fin de Lutero! Ellos, llenos de terror como nosotros, nos comprometieron en seguida, con mil promesas y los más solemnes juramentos, a observar, respecto de aquel suceso, un silencio eterno, y que nada trascendiera. Luego, nos ordenaron quitar del cabezal el horrible cadáver de Lutero, ponerlo sobre su lecho y divulgar, después, entre el pueblo, que el “maestro Lutero” ¡había abandonado de improviso esta vida»[6].
También el sacerdote oratoriano Bozio, en su libro “De Signis Ecclesiae”, publicado en 1592[8], señala que un doméstico del reformador indicó que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho; lo mismo dice el Dr. Géorges Claudin[9].
Como bien señala el P. Villa, al parecer “Lutero, entonces, no murió de muerte natural, como se ha escrito falsamente en todos los libros de historia del protestantismo, sino que murió suicida, en su mismo lecho, después de una esplendorosa cena en la cual, como de costumbre, ¡había bebido desmesuradamente y se había saciado de comida fuera de todo límite!”[10].
Él, quien había despotricado contra la Iglesia, el Papado y la doctrina católica, paradójicamente ese 15 de febrero de 1546, fiesta de la Cátedra de San Pedro, abandonaba voluntariamente su vida mortal a las tres de la mañana, la anti–hora de la redención que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo en el calvario.
Es triste: pero así acaban los que mal andan…
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Vale la pena decir que los dos historiadores más competentes en Alemania acerca de la vida de Lutero, el Dr. Theobald Beer y el Prof. Remigius Baumer, han corroborado tanto el material, como los documentos citados por Emme.
[2] Roland Dalbiez, L’angoisse de Luther, Tequi, Paris 1974.
[3] Luigi Villa, Martín Lutero. Homicida y suicida, Civiltà, Brescia s/f, 5 (http://www.chiesaviva.com/lutero%20o...%20suicida.pdf), 8.
[4] Luigi Villa, op. cit., 12-13.
[5] Ibídem, 16. El texto en latín puede verse en Heinrici Seduli ex Ordine Minorum, Praescriptiones adversus haereses, Officina Plantiniana, Amberes 1606, 257 pp. (online, aquí: Libro F. Heinrici Seduli ex Ordine Minorum Praescriptiones adversus haereses PDF - Bajar Libros PDF).
[6] Ibídem. Es interesante coincidencia, Maritain cuenta en su libro Tres reformadores, que muchos amigos, compañeros y primeros discípulos de Lutero también acabaron suicidándose.
[7] El dato que trae Maritain se encuentra en la edición francesa; no en la castellana.
[8] Tomás Bozio, De signis Ecclesiae Dei, Pedro Landry, Lyon 1593-1594, 3 vols.
[9] Géorges Claudin, La mort de Luther, Noisy-Le-Sec, Paris 1900, 99 (puede consultarse aquí: Université de France. Académie de Paris. La mort de Luther. Thèse présentée à la Faculté de théologie protestante de Paris pour obtenir le grade de bachelier en théologie et soutenue... le 6 décembre 1895... par Georges Claudin | Gallica=).
[10] Luigi Villa, op. cit., 17.
La muerte de Lutero – Que no te la cuenten
Luterándonos: la castidad imposible
Hace más de un año que venimos leyendo a este impecable “testigo del Evangelio” que fuera Martín Lutero. Confesamos que nos hemos asombrado y hasta escandalizado, no con él, sino con nuestros catequistas antediluvianos que nos quisieron transmitir una religión “de los perfectos”, “avinagrada” y fascistoide.
Siguiendo los consejos actuales y acomodándonos un poco a los tiempos, decidimos seguir buceando en el pensamiento de este nuevo padre de la Iglesia…
Venga entonces la nueva serie de “luterándonos” que, esta vez, comienza con la sexualidad, la masturbación y la poligamia: todas estas otras maravillas que hoy se disfrutan sin complejos ni tabúes.
Aclaro de antemano para quienes no tengan “la fe de la gente sencilla” (como dice mi amiga Sor Caram) que Lutero no habló por entonces del “puti-monio”, los trans, la sexualidad de la Virgen y el post-porno; las brevas no estaba maduras aún. Hoy parece que sí…
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
PS: seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.
La castidad es uno de los tres votos que todo religioso debe hacer para vivir a ejemplo de Cristo Jesús. Lutero, antes de su apostasía, recomendaba así los medios tradicionales para guardarla:
“La más eficaz defensa es la oración y la palabra del Señor, porque el hombre es así, y cuando se mueva la voluntad pecadora, recurra a la oración, implore la gracia y la ayuda de Dios, lea y medite el Evangelio y piense en él en la pasión de Cristo”[1].
“Si un joven no tiene fervor y devoción para con Dios, difícilmente me persuado de que sea casto. Porque siendo preciso que viva o la carne o el espíritu, es necesario que arda o la carne o el espíritu. Y no se consigue victoria más segura sobre la carne, que con la fuga y aversión del corazón, aproximándose devotamente a Dios. Porque si arde el espíritu, luego se entibia y refrigera la carne, y viceversa”[2].
Pero Lutero, el monje activista, no tenía tiempo para poner los medios para conservar la bella virtù, como la llamaba San Juan Bosco; ¿cómo podría?:
“Desde el año 1509, la época de su primera estancia en aquella ciudad, estuvo totalmente embebido en sus ocupaciones y en sus estudios[3]. En el otoño de 1516 escribía a Lang residente en Erfurt: ‘Me serían precisos dos secretarios, porque no hago casi otra cosa más que escribir cartas y a la verdad no sé si estoy siempre repitiendo las mismas cosas. (Además) soy predicador del convento y tengo los sermones de tabla. Me solicitan cada día para que predique en la parroquia; soy regente de estudios, vicario de distrito, y desde aquí once veces prior (porque tenía once conventos bajo su gobierno); soy muñidor de las oblaciones cuaresmales en Leitzkau, procurador en los asuntos de la parroquia de Herzberg, y (en la escuela) profesor de las Epístolas de san Pablo y colector del Salterio. Pocas veces me queda el tiempo necesario para el rezo de las horas y la celebración de la misa. A esto se suman mis propias tentaciones de la carne, del mundo y del demonio’[4].El Lutero activista, pasado el tiempo y ya habiendo apostatado, dirá sobre la castidad, justamente lo contrario de lo que había predicado antes: la castidad se volverá imposible y hasta dañina:
“Tú no puedes hacer voto de castidad si no la tienes de antemano; pero el caso es que tú no la tienes nunca: por donde el voto de castidad es nulo, ni más ni menos que si se tratase de hacer voto de no ser hombre o mujer”[5].Como la concupiscencia es “sufrida” por todos los hombres (como el hambre o la sed), el voto de castidad, dirá, es absolutamente nulo y no debe ser cumplido.
“cuán lejos estoy de poder evitar que yo pertenezca al sexo masculino, tanto lo estoy de poder vivir sin mujer”[6].“Dios no le quita al hombre el sexo, el miembro, el germen, ni el fruto masculino o femenino: por donde el cuerpo de un cristiano debe producir el germen y multiplicarse y gobernarse por igual que los demás hombres, pájaros y bestias, sin excepción alguna, porque para ese fin ha sido creado por Dios; de suerte que por necesidad, si Dios no hace un milagro, el hombre debe atenerse a la mujer y la mujer al hombre”. Todo se reduce a la satisfacción del apetito sexual, lo propio que el comer y el beber a la satisfacción del hambre y de la sed.
“El cuerpo reclama la mujer y necesita de ella”[7].
“La castidad no está en nuestro poder. Todos hemos sido hechos para el matrimonio, y Dios no permite que uno esté solo”[8].
“No es potestativo, de capricho ni de consejo, sino cosa necesaria y natural que cada hombre tenga una mujer y cada mujer tenga el su hombre; porque las palabras de Dios: creced y multiplicaos; no son un precepto a secas, sino más que precepto, es decir, una obra divina… y es tan necesario… y aún más necesario que el comer, el beber, hacer del cuerpo, escupir dormir y estar en vela. Se trata de una naturaleza y cualidad ingénita, lo mismo que los miembros que sirven para ese menester”[9].
“Si es un escándalo el tomar mujeres ¿por qué no se avergüenza uno de comer y beber, corriendo igual necesidad para lo uno que para lo otro, y ambas cosas las quiere Dios?”[10].
“El que se esforzase en contener la caca y la orina ¿qué sacaría en limpio de ello?”[11].
“El voto por más de que sea bueno y correcto de por sí, cesa de ser voto y no obliga delante de Dios desde el momento en que se hace imposible su cumplimiento. Tú, por ejemplo, has prometido ir en peregrinación a Compostela; mas por el camino te encuentras atajado ya de la muerte, ya de la falta de recursos, ya de alguna enfermedad, y en esos casos el voto se deja incumplido sin escrúpulo”[12].
A lo que agrega, confundiendo concupiscencia con lujuria:
“La lujuria no puede curarse con nada, ni menos con el matrimonio, porque la mayor parte de los casados viven en el adulterio”[13].
“Dios no exime a ninguno: todos en esta materia son adúlteros y adúlteras…a todos, sin excepción nos llama fornicadores; y cuando no lo somos públicamente a los ojos del mundo lo somos, sin embargo, en el corazón, y tan luego como tuviésemos espacio, tiempo, lugar y ocasión, todos adulteraríamos. Esta cualidad es innata en todos los hombres, sin exceptuar ninguno, ni hombre ni mujer, ni viejo, ni joven; todos adolecen y guardan cama en este hospital”[14].
La masturbación no queda exenta de la mente de Lutero; incluso la masturbación femenina (citamos hasta con vergüenza este párrafo del apóstata):
“Esas monjas en los conventos, es fuerza que sean casas contra su voluntad, y que se pasen, a regañadientes sin la compañía del hombre (…). La naturaleza no interrumpe su oficio; la carne produce sus correspondientes humores, como Dios lo ha predispuesto y los músculos y venas están en su lugar, aparejaos según su naturaleza. De ahí proviene el flujo y el pecado solitario (…). Por una lamentable necesidad, me veo forzado a decirlo a la pata la llana: lo que no entra en la carne, se escurre en la camisa”[15].
Las mismas religiosas, al peor estilo del Decámeron, deberían buscar un hortelano que satisfaga sus pasiones, según el padre de la Ruptura:
“cualquiera de ellas en tan apretada necesidad echaría la zarpa al hijo de un pastor para casarse con él, cuando en estado de libertad apenas se hubiera contentado con un conde”[16].
Así, contra el apetito sensual, sólo había un modo: ¡dejarse llevar por él!
¡Qué diferencia con la doctrina católica que nos llama a volcarnos a las obras espirituales y a la mortificación de nuestros sentidos![17]
Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi
[1] Weim., VI, 209 (cfr. Heinrich Heinrich Denifle Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 14).
[2] Epístola a los Romanos, fol. 93 (Heinrich Heinrich Denifle op. cit.,12).
[3] Enders, I, 5 (Heinrich Heinrich Denifle 38).
[4] Enders, I, 66 y s. (Heinrich Denifle 38).
[5] Weim., XIV, 711, 6, 1525 (Heinrich Denifle 108).
[6] Erl., 20, 58 (Heinrich Denifle 9).
[7] De Wette, II, 639 (Heinrich Denifle 10).
[8] De Wette, II, 637 y s. (Heinrich Denifle 10).
[9] Predigt vom ehelichen Leben, 1522. Erl., 20, 58; Weim., X, P. II, 276, 17 (Heinrich Denifle 314).
[10] Lutero a Reissenbusch, 1525, en De Wette, II, 639 (Heinrich Heinrich Denifle 314).
[11] Weim., XII, 66, 31: 1523 (Heinrich Denifle 314).
[12] Weim., VIII, 630, 4 (Heinrich Denifle 104).
[13] Opp. exeg. lat. I, 212, in Genes. c. 3, 7 (Heinrich Denifle 19).
[14] Weim., XVI, 510, del 5 de nov. de 1525 (Heinrich Denifle 108).
[15] Erl., 28, 199 (Heinrich Denifle 130).
[16] Ídem.
[17] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. .42, a. 3 ad 3 (“adhibetur majus remedium -contra concupiscentiae morbum- per OPERA SPIRITUALIA, et carnis mortificationem AB ILLIS qui matrimonio non utuntur”). (Cfr. Heinrich Denifle 120).
Luterándonos: la castidad imposible
Luterándonos: sexo y poligamia
“Están uds. casados: ahora pueden dedicarsea la divertida tarea de la procreación”(Ignacio Anzoátegui, Monólogos con Lady Grace)
La doctrina[1] de la Iglesia respecto del matrimonio, desde San Agustín en adelante, ha sido siempre constante: el matrimonio es un sacramento que corona una vocación especial por el cual se otorga el derecho a poner los medios para la transmisión de la vida, de allí que “el acto conyugal verificado para la procreación de los hijos o en pago del débito conyugal no contiene culpa o pecado”[2]. Al contrario: el acto conyugal, con sus debidas disposiciones y en la debida es hasta meritorio, según Santo Tomás y toda la doctrina de la Iglesia[3].
Es decir, para la Iglesia, el sexo es algo bueno, no malo pero, como todas las cosas, debe “ubicado”, es decir, regulado.
– “El agua es buena para el cuerpo, pero demasiada puede matarnos – dijo el suicida al arrojarse desde un puente…
Para Lutero, al contrario, el sexo era un pecado necesario y se encontraba “entre los más grandes y execrables pecados mortales”[4] que sólo podían satisfacerse en el matrimonio (aunque no sólo en él):
“Dios no imputa a los casados (la solución de) el débito conyugal a pesar de que según el ps. 50,7, es un pecado, y un acto de extrema violencia que en nada se distingue del adulterio y de la fornicación”[5].
Un año más tarde, en la misma línea aunque con matices, dirá:
“No obstante mis encomios de la vida conyugal, yo no quiero conceder a la naturaleza que no haya allí pecado alguno; pero digo: que entran como factores la carne y la sangre, viciados por Adán, concebidos y nacidos en pecados (Ps. 50, 7) y que no se paga sin pecado ningún débito conyugal”[6].
Y más:
“Si tú te fijas en la conjunción carnal y sólo pones los ojos en la unión exterior, verás que no hay diferencia entre la vida conyugal y la de la fornicación; son cosas muy semejantes, y parece casi lo mismo que fulano tenga una esposa y zutano una meretriz”[7].Y todavía:
“Dios cubre los pecados sin los cuales no puede haber consortes”[8].
El planteo de Lutero es simple: Dios no quiere que se viva en castidad, sino más bien, lo contrario
“Ya no tenéis que vigilar ni orar más; no tratéis de resistir ni de haceros violencia en lo sucesivo. ¿Qué falta os hace? (…). Abandonad, por el contrario, la vereda angosta y tomad la espaciosa carretera, sin parar mientes en que a otros los conduce a la perdición”[9].Así, el mismo año de su matrimonio con Catalina Von Bora decía:
“cuando uno está caliente, se le olvida todo: la naturaleza, la ley, la biblia, Dios y sus mandamientos: no se busca otra cosa más que satisfacer el torpe deseo”[10].
“Yo ardo en el apetito carnal, cuando deb(er)ía arder en mi espíritu. Ardo en la grande llama de mi carne indómita y vivo en el ocio y la pereza, descuidando la oración”[11].
Y más:“cuando veáis que os va a ser imposible conteneros por más tiempo, acoplaos inmediatamente y con este recurso rompéis el vínculo del voto. Agénciate una mujer, y te será fácil seguir ley de la castidad”[12].
¿Fidelidad?¿indisolubilidad?
Una vez sentado el principio de que era imposible resistir a los instintos de la naturaleza la vida en concubinato no podía quedar afuera, naturalmente. Lutero aclarará entonces que “la poligamia no se opone a la Sagrada Escritura”, aunque no la aconsejaría “por razón del escándalo y en consideración a las buenas costumbres”[13], no por una cuestión de principios:
“Para un casado no tiene vislumbres de adulterio tener una concubina ‘en un caso de apuro’, después de haber obtenido ‘dispensa’ para ello en el ‘consejo de confesión’[14]. Esta concubina, en frase de Lutero, se convierte en ‘concubina matrimonial’[15] con la que el casado ‘puede dormir como con su mujer legítima y a la cual no es preciso alejar de sí”[16].
Algo análogo pasa hoy con la Amoris laetitia cuando el curita “misericordioso” puede permitir que uno se acueste concubinariamente y luego comulgue con tranquilidad de in-conciencia…
Mientras tanto, en 1527, cuando se le consultaba si estaba o no prohibido tener más de una esposa, respondía:“hoy NO podría yo VEDARLO, pero no quiero aconsejarlo”[17].
Y en 1531, ante la ruptura de Enrique VIII con Roma, envió el siguiente dictamen al agente inglés Roberto Barnes acerca de si era o no lícito abandonar a la reina para casarse con Ana Bolena:
“antes le permitiría al rey añadir una segunda reina a la primera, y a ejemplo de los patriarcas y reyes antiguos tener a la vez dos mujeres o reinas[18].
Naturalmente siendo el sexo una necesidad natural que se canaliza en el matrimonio obligatorio, llevará a Lutero a predicar contra la fidelidad conyugal y la indisolubilidad. En1520 aconsejaba a una mujer que no podía conseguir hijos de su marido ni guardar continencia, que solicitara del esposo la separación para poder casarse con otro; y si el marido no quisiera separarse, ella,“debe acoplarse (misceatur) con otro, o con un hermano del marido, y esto en matrimonio secreto de suerte que el hijo que venga le sea atribuido al primer esposo”[19].
Y, al contrario, si una mujer se niega a pagar el débito conyugal, el hombre debe, hacer de cuenta,“que su mujer ha sido robada y apiolada por foragidos, y agenciarse con otra”[20].Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi
[1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.
[2] San Agustín, De bono coniugali, c. 6, n. 6.
[3] Santo Tomás de Aquino, Supp., q. 41, a.4.
[4] Erl., 3, 132, (1533). Lo mismo hace en 1546, año en que murió (cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 106).
[5] Weim., VIII, 654 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).
[6] Vom ehelichen Leben, Erl., 20, 87 (año 1522) (Heinrich Denifle, op. cit., 308).
[7] Erl., 18., 270 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 310).
[8] Weim., XII, 114 (del 1523). Opp. exeg. lat., IV, 10 (Heinrich Denifle, op. cit., 308).
[9] Heinrich Denifle, op. cit., 132.
[10] Weim., XVI, 512, 32, de 1525 (Heinrich Denifle, op. cit., 91).
[11] Enders., III, 189 (Heinrich Denifle, op. cit., 13).
[12] Weim., VIII, 632, 22 (Heinrich Denifle, op. cit., 107).
[13] Enders, IV, 283, año 1524 (Heinrich Denifle, op. cit., 142).
[14] Lauterbachs, Tagebuch, apéndice, pág. 198, nota. V. supra, p. 124 y n. 2 (Heinrich Denifle, op. cit., 141).
[15] De Wette, VI, 275 y s (Heinrich Denifle, op. cit., 141).
[16] Lenz, p. 373, dirigiéndose al landgrave (Heinrich Denifle, op. cit., 141).
[17] Weim., XXIV, 305. V (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143).
[18] Enders, IX, 93: Cf. p. 25, n. 2. Doce días antes, Melanchthon se había expresado en el mismo sentido, Corp. Ref. II, 528 (Heinrich Denifle, op. cit., 142-143). Resaltados en el original.
[19] De captiv. Babyl, Weim., VI, 558, repetido en Erl., 20, 60; Weim., X, P. II, p. 278, 19 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).
[20] Erl.,20, 73; Weim., X, P. II, p. 200, 23 (Heinrich Denifle, op. cit., 317).
Luterándonos: sexo y poligamia
Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!
El principio subjetivo de la “sola fides” (la sola fe) hacía que Lutero[1] enseñase el perdón de los pecados por el hecho de confiar en Cristo; las obras de nada valen:“Sé pecador y peca reciamente, pero confía más vigorosamente y gózate en Cristo que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. No te imagines que esta vida sea la morada de la justicia: antes bien, es preciso pecar. Bástate reconocer al corderillo que lleva sobre sí los pecados del mundo, y en tal caso el pecado no podrá separarte de Él aunque cometas mil fornicaciones al día y perpetres otros tantos homicidios”[2] (…). “¿No es un buena nueva si a un hombre lleno de pecados viene el Evangelio y le dice: confía únicamente y cree, y todos tus pecados te son perdonados? Tocad este registro y al punto los pecados alcanzan perdón sin demora alguna”[3].
Así de sencillo:
“quien cree que Cristo ha quitado el pecado, ese está sin pecado como Cristo”[4].No hace falta, entonces, arrepentirse, corregir nuestras vidas y recomenzar cada día ese trabajoso camino de la santidad. No se encuentra allí, en la senda angosta, la santidad, sino más bien en simplemente confiar en Dios.
“Tú no le haces ningún servicio a Dios en casarte o quedarte soltero, en hacerte siervo o libre, en ser esto o lo de más allá, en comer esto o esotro; pero tampoco le disgustas ni pecas, si todo esto lo echas a rodar o lo dejas para mejor ocasión. Finalmente: para con Dios no te queda más obligación que la de creer y confesar la fe. En todo lo demás Él te deja libre y desembarazado para obrar como gustes sin peligro alguno de conciencia; y conforme a esta regla, en realidad le tendrá a Él sin cuidado él que tú acabes por abandonar a tu mujer, escaparte de tu patrón, o romper todos tus contratos; pues ¿qué se le da a Él que tú hagas o dejes de hacer tales haciendas?”[5].
Pues ¿por qué? Porque DIOS MISMO ES EL AUTOR DEL MAL para Lutero:
“¿Cómo puede el hombre disponerse al bien, no estando en su poder ni siquiera la facultad de pervertir sus caminos? Porque Dios es quien realiza hasta las mismas obras perversas en los impíos”[6].Sí; así como se lee. De allí que la doctrina calvinista de la predestinación no fuese más que un simple desarrollo de estas ideas. Las obras, de nada sirven.
“Los papistas nos fingen en el cielo una legión de santos hueros, encumbrados por sus obras a aquellas alturas, y entre tantas leyendas de santos, no se encuentra para un remedio ni una sola que nos describa un santo que haya llegado a ello en conformidad con la santidad cristiana, es decir, con la santidad por la fe. Toda su santidad consiste en haber orado mucho, ayunado y trabajado; en haberse mortificado, dormido sobre los morrillos del suelo, y haberse descoyuntado y desangrado a latigazos, cosas que, casi todas, a carga cerrada, puede cada día ejercitar hasta una perro o una marrana”[7].Quizás Lutero, en su cosmovisión espiritual deudora de la Devotio moderna, había entendido la santidad en el sentido pelagiano y puritano; es verdad que a fuerza de disciplinas no se gana el cielo, pero también es verdad que, “quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”, según la famosa sentencia agustiniana –Lutero debería saberlo por pertenecer a su Orden.
El pobre fraile atormentado creía que justamente pecando podría llegar al cielo como un modo hasta de provocar al mismo demonio. En 1530 y ya varios años después de su ruptura con la Iglesia, escribía a Jerónimo Weller:
“tú debes entretenerte en bromear y juguetear (facere joca et ludos) con mi mujer y con las demás” (…). “Siempre que el diablo te atormente con aquellas congojas, corre inmediatamente en busca de la conversación de los hombres, o date a la bebida, o embroma y juguetea, o larga cuentos verdes; procura divertirte. A veces… hace falta beber, bromear y hacer sandeces gordas y hasta propasarse a un pecado en odio y desprecio del diablo para no dejarle ningún portillo por donde se entre a suscitarnos escrúpulos sobre alguna cominería; porque de otro modo, seríamos vencidos si con excesivo afán queremos guardarnos de pecar. Por lo tanto, si el diablo te dice: ‘¡mucho ojo con beber!’ respóndele de contado: ‘pues por lo mismo que tú me lo prohíbes, voy a hacer una que sea sonada, empinando más que nunca. Todos, en suma, deben hacer lo contrario de lo que el diablo prohíbe’. ¿Cuál otra piensas tú que sea la razón porque yo bebo cada vez menos agua, hablo con tanta más libertad y banqueteo tanto más a menudo, sino la de burlar y atormentar al diablo qué había dado en la flor de burlarme y martirizarme? ¡Oh! ¡si yo tuviera a mano algún pecado garrafal (aliquid insigne peccati), lo cometería con la única mira de hacer una burla al diablo, para que se convenza de que yo no reconozco ningún pecado, ni soy reo de ninguno! Todo el decálogo se debe alejar tanto más de nuestros ojos y de nuestras almas, cuanto más nos amenace y torture Satanás”[8].Porque santos somos todos…
“Nosotros somos todos unos santos, y maldito sea el que no se llame santo y se gloríe de serlo. Esta jactancia no es orgullo, sino humildad y gratitud, porque si tú crees estas palabras: ‘Subo a mi Padre y a vuestro Padre’, tú eres tan santo como san Pedro y como los demás santos. La razón es porque Cristo no miente cuando dice: “y vuestro Padre es Dios”[9].Y yo me pregunto: ¿acaso no es esto lo que vemos hoy en los funerales católicos, en donde todo muerto deviene en santo súbito?
Que no te la cuenten…P. Javier Olivera Ravasi
[1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.
[2] Enders III, 208 (cfr. Heinrich Denifle, op. cit., Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 20).
[3] Erl., 18, 260 (Heinrich Denifle, op. cit., 20).
[4] Erl. 11, 218 (Heinrich Denifle, op. cit., 21).
[5] Weim., XII, 131 y s. sobre el cap. VII de la epístola de S. Pablo a los Corintios (1523) (Heinrich Denifle, op. cit., 342).
[6] Assert, omnium art., 1520. Weim., VII, 144, 33. Sobre esta doctrina véase el discurso de la obra (Heinrich Denifle, op. cit., 116).
[7] Erl., 63, 304 (Heinrich Denifle, op. cit., 134).
[8] Enders, VIII, 160 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 337-338).
[9] Erl., 17, 96 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 22).
Luterándonos: ¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Todos salvados!
Luterándonos: mentiras y restricción mental
La teología católica enseña que nunca es lícito mentir[1]; nunca. Sin embargo, a veces, en circunstancias extraordinarias, es lícito ocultar la verdad a quien no tiene el derecho de conocerla (es el caso de un confesor, el de un secreto profesional, el que intenta evitar un mal mayor, etc.). Santo Tomás, hablando de la virtud de la veracidad, conexa a la de justicia, decía claramente:
“Por el hecho de ser animal social, un hombre le debe naturalmente a otro todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible. Ahora bien: la convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los otros como de personas que en su trato mutuo dicen la verdad. Y, según esto, la virtud de la verdad tiene en cuenta de algún modo la razón de débito”[2].
Sin embargo, en circunstancias excepcionales, se podría omitir la verdad, pero jamás diciendo lo contrario a ella, de allí que los buenos confesores y los buenos moralistas, desaconsejan este tipo de recursos a raíz del fomes o mala inclinación que el hombre tiene desde el pecado original, como señala Royo Marín:
“en general hay que desaconsejar a todos el uso de las restricciones mentales, por lo fácil que es alucinarse sobre la existencia de causa proporcionada e incurrir en verdaderas mentiras. Solamente pueden usarse con verdadera y justa causa y a no poder más, o sea, cuando no hay ningún otro procedimiento menos turbio para ocultar una verdad que sea obligatorio callar”[3].
Lamentablemente, esta excepción a la regla ha sido –y es– muchas veces quebrantada o malentendida por círculos religiosos (incluso católicos) que han vuelto de la excepción una regla y, como sabemos, las excepciones regladas, se vuelven reglas.
Algo análogo le sucedió a Lutero; por salvar “su obra”, por dejarse llevar por sus pasiones, Lutero inducirá a sus secuaces a convertirse en hipócritas, aconsejando la restricción mental[4]. Veamos algunos ejemplos.
Ante la ordenación de un subdiácono, en la cual el obispo debía preguntar al candidato, en plena ceremonia, si era o no libre de llevar el yugo de la castidad, Lutero aconseja al joven que responda un “sí” pero que, en su interior, agregue:
“En cuanto lo permite la fragilidad humana”[5].
Otro ejemplo hablando de lo mismo:
“Delante de Dios parece que la forma del voto debe ser ésta: hago voto de castidad hasta el punto que pueda guardarla, entendiéndose que desde el momento en que no pueda guardarla, me sea lícito casarme”[6].
Sus “restricciones mentales” (por momentos lisa y llanamente mentiras) no le traían ningún problema de conciencia al punto de declarar en 1520 (¡apenas tres años después de su apostasía!):
“Sé que no vivo en conformidad con lo que enseño”[7].
Así de simple.
Como señala Denifle, “Lutero es quien arrastrará a los monjes a la más escandalosa hipocresía, a la mentira y al fraude. ¡A tener una cosa en los labios y otra distinta en el corazón!”[8]. Por eso no tendrá empacho al decir que:
“Contra la malicia y perversidad del papado, todo es lícito por el bien de las almas[9] (…) ¿qué mal habría en decir una mentira bien gordapara conseguir algún mejoramiento o provecho en la Iglesia cristiana”[10].
“Porque ¿qué mal había en que un individuo en beneficio y utilidad de la iglesia cristiana (quiso decir luterana) dijese una mentira mayor de la marca?”[11].
Con estos mismos principios, aconsejará mantener en secreto un segundo matrimonio, así:
“Débese negar en público el doble matrimonio: ‘un sítan secreto como éste (se trata del “consejo de confesión” de él y de los otros sobre poder añadir a la primera una segunda mujer), no puede convertirse en sípúblico, pues, de otro modo, secreto y público serían una misma cosa indistintamente, lo que no debe ni puede ser así. Por lo tanto el sí secreto deben continuar como un nopúblico, y viceversa”[12].
“Decir una mentira necesaria, una mentira útil, para ayudarse, no sería ofensa de Dios, y Él mismo cargaría con ella”[13].Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.
[2] Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, II-IIae, q. 109, a. 3, ad 2um.
[3] Antonio Royo Marín, Teología moral para seglares, T.1, BAC, Madrid 1996, 748.
[4] Cfr. Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 100.
[5] An den christl. Adel., Weim., VI, 441 y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 101).
[6] Weim., VIII, 630 (Heinrich Denifle, op. cit., 103).
[7] Enders, II, 312 (Heinrich Denifle, op. cit., 113).
[8] Heinrich Denifle, op. cit., 103.
[9] Enders, II, 461.
[10] Heinrich Denifle, op. cit., 409, 130 y ssgtes.
[11] Kolde, Anal. Lutherana, p. 363 (Heinrich Denifle, op. cit., 139-140).
[12] Carta de 16 julio de 1540 en De Wette, VI, 263 (Heinrich Denifle, op. cit., 138).
[13] Lenz, p. 375, y s. (Heinrich Denifle, op. cit., 140).
Luterándonos: mentiras y restricción mental
Luterándonos: de defensor a enemigo de la vida religiosa
Ampliemos un poco lo que ya dijimos antes acerca de la vida religiosa[1]:
“Creo que de 200 años a esta parte, jamás ha sido mejor que ahora el hacerse religioso; hoy que los religiosos están más próximos a la cruz, siendo objeto de irrisión para el mundo, incluso para los obispos y clérigos seculares. Los religiosos, como si hubieran ya conseguido todo cuanto desean, deberían regocijarse cuando se ven despreciados por sus votos hechos con la vista en Dios”[2].
Pero luego…, luego todo cambiará. Los religiosos serán lo execrable del mundo, el vómito de la sociedad y los más perversos de los hombres.
«los votos solemnemente pronunciados delante de Dios, son una renegación de Cristo, un engaño diabólico, contrarios al Evangelio, y en tal supuesto, son por ellos difamados como apóstatas aún los religiosos que se han mantenido fieles a Dios»[3].
«Mediante el voto de castidad se reniega de ser hombre, con lo cual cada uno de ellos es invitado a quebrantar los sagrados votos; adelante, pues, decididamente, teniendo ante los ojos a Dios en la recta fe, y volviendo la espalda al mundo con su batahola, taconazos y vocinglería; no escuchar ni mirar nada aunque detrás de nosotros se hundan Sodoma y Gomorra, ni preocuparse de su paradero»[4].
“ningún voto de monje es válido en presencia de Dios: los clérigos, los monjes y las monjas todos a una están obligados a desentenderse de sus votos cuando se sienten capaces de fecundar y de multiplicar las criaturas de Dios”[5].
En este sentido, como señala Denifle, “fue el odio contra la Iglesia, de la cual eran los religiosos las tropas auxiliares más aguerridas, pero de los cuales él tenía por entonces necesidad y fue su obstinación en no reconciliarse con la Iglesia la que le excitó a la guerra contra las órdenes monásticas y los votos”[6].
Pero en segundo lugar, creemos que hay algo que debió influir enormemente en la espiritualidad del fraile agustino que, con el tiempo, hará explosión en su alma. Nos referimos a la Devotio Moderna: esa corriente espiritual por entonces “de moda”, que terminaría por incidir en la formación del joven sacerdote[7].
Lo veremos enseguida.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Seguimos aquí las fuentes citadas y cotejadas a partir de la monumental obra de Fray Heinrich Denifle (ya ofrecida en castellano aquí y, en francés aquí). Los originales que hemos consultado de Lutero, tanto en alemán y en latín, se encuentran aquí.
[2] Carta a los romanos, fol. 275v (Heinrich Denifle, Lutero y el luteranismo. Estudiados en sus fuentes,Tip. Col. Santo Tomás de Aquino, Manila 1920, 41).
[3] Weim., VIII, 604 (Heinrich Denifle, op. cit., 7).
[4] Weim., XII, 243 y s.
[5] Erl., 20, 59 (Heinrich Denifle, op. cit., 9).
[6] Heinrich Denifle, op. cit., 45-46.
[7] Ya nos hemos dedicado en otro lugar a analizar las notas fundamentales y características de la Devotio moderna (aquí).
Luterándonos: de defensor a enemigo de la vida religiosa
Toda a verdade
sobre o protestantismo evangélico
Pe. Leonel Franca S.J.: “A Igreja, a Reforma e a Civilização”, Livro III, Capítulo III, 1. Igreja, Reforma e Moral:
A moral escrava dos apetites contraditórios
“O protestantismo foi o último galho lascado da árvore católica. Seus restos cobrem ainda larga parte da Europa setentrional.
“Aos olhos de observadores superficiais apresenta ainda o viço de uma verdura luxuriante. Mas são apenas folhas. Flores e frutos já os não produz.
“A mesma infecundidade moral que esterilizou as outras revoltas religiosas feriu também a do monge saxônio.
“Procurai os santos do protestantismo em quatro séculos de existência, inquiri do heroísmo dos seus filhos, investigai-lhes os milagres que são sigilo da divindade; não encontrareis, sob estes títulos, senão páginas em branco.
“Homens honestos, virtudes cristãs que não transcendem os limites da mediocridade, é o mais que nos podem oferecer os seus anais.
“A graça, nos segredos insondáveis da sua ação sobrenatural, pode ainda fecundar a boa fé e a intenção reta dos extraviados.
“Mas o segredo do heroísmo cristão, esse perdeu-se para as almas de escol, enquanto as grandes massas, destruídas as barreiras preservadoras, se precipitaram, sob a impetuosidade torrencial das paixões, nos grandes excessos, que cedo ou tarde acarretam a completa, dissolução da vida moral e religiosa.
“É esta decadência do protestantismo que ora nos cumpre esboçar. Distinguiremos no nosso estudo duas questões: a questão de direito e a questão de fato.
“Analisando abstratamente os princípios, provaremos primeiro a incapacidade profunda e insanável em que se acha o protestantismo de promover a grandeza moral dos que o abraçaram e confirmaremos, em seguida, com o exame dos fatos, a verdade das nossas conclusões teóricas.
“Na ordem natural e na ordem sobrenatural a Reforma protestante golpeou de morte os órgãos vitais da moralidade humana e da moralidade cristã.
“Na ordem natural, são dois os elementos fundamentais da grandeza de caráter: princípios sólidos e imutáveis a iluminar as alturas da inteligência, força e constância de querer a fortificar as energias da liberdade.
“Sem a firmeza das verdades eternas que lhe fixam o ideal na corrente movediça das coisas que passam, o homem vive, ou, melhor, flutua à mercê dos acontecimentos.
“Cada capricho que lhe cruza pelo espírito, inspira-lhe uma resolução passageira, cada paixão, que lhe estua na alma, imprime uma orientação efêmera à sua atividade.
“No conflito dos apetites contraditórios nenhuma ordem, nenhuma unidade, nenhuma harmonia de tendências, nenhuma subordinação hierárquica de faculdades. é nesta hesitação vacilante acerca dos grandes princípios moderadores da atividade humana que devemos procurar a causa primeira da crise de caracteres de que adoece a nossa civilização.
“Jouffroy: “Personne n'a du caractère dans ce temps et par une bonne raison, c'est que des deux éléments dont le caractère se compose, une volonté ferme et des principes arrêtés, le second manque et rend inutile le premier”.
Foi o protestantismo o primeiro a abalar nas almas a estabilidade das convicções. Perguntai ao protestante qual o princípio regulador da sua atividade moral.
– A Bíblia, responderá, a Bíblia, única regra dos costumes como norma única de fé.
– Mas a Bíblia quem a interpreta? A razão individual. Se vos apraz, podereis ver no livro divino, com Lutero, a condenação da virgindade, a justificação da poligamia, a inutilidade das boas obras. A razão, pois, a razão subjetiva e mutável ao sabor das paixões, eis, em última análise, a regra de nosso operar.
“As massas, desvinculadas assim da submissão a uma autoridade superior e incapazes de deduzir pessoalmente do livro inspirado um código de moral, deixar-se-ão levar pela torrente avassaladora dos apetites desregrados.
“Os cultos, os intelectuais, vagando à mercê das variações da crítica racionalista, erigirão os próprios preconceitos em mandamentos étnicos, construirão uma moral “independente” e oscilante sobre a areia movediça dos sistemas filosóficos.
“Para o jovem inebriado com os primeiros fumos da ciência, as regras aprendidas e praticadas na infância já não apresentam a solidez racional capaz de resistir aos embates críticos dos moderníssimos mestres do pensamento.
“O homem maduro achar levianas e superficiais as conclusões assentadas nos fervores entusiastas da juventude. Ao velho experimentado e desiludido afigurar-se-ão inconsistentes e eivadas de orgulho as construções morais de sua virilidade.
“Destarte, de povo para povo, de época para época, de indivíduo para indivíduo, de idade para idade, os princípios morais variarão com a índole, com os caprichos da moda intelectual, com as paixões que agitam e diversificam as massas humanas no espaço e no tempo.
“O protestantismo em quatro séculos de existência, como não logrou assentar uma confissão de fé que reunisse o sufrágio universal das inteligências, assim não conseguiu estabelecer um código de moral que se impusesse à submissão de todas as vontades.
“A sua moralidade furta-côr, o seu preceituário de mil fórmulas cambiantes, os seus mandamentos entregues à versatilidade interesseira do egoísmo, arvorado em norma suprema de ação, comprometeram irremediavelmente no domínio intelectual a eficácia regeneradora dos grandes e imutáveis princípios do cristianismo”.
Citação: ”L'homme est toujours disposé à échapper à la morale, et il y échape quand cette morale n'est pas liée à une doctrine invariable”, De Broglie, Problèmes et conclusions de l'histoire des religions, Paris, 1886, pp. 115-116.
Lutero: golpe contra a vontade
Mais profundo ainda foi o golpe vibrado contra a vontade. O espírito, desenfreara-o Lutero com o livre exame; a liberdade, encadeou-a nos elos de um determinismo fatal.
Esse homem, que uma crítica míope e pertinazmente hostil à Igreja proclamou o arauto das liberdades humanas, o emancipador dos povos livres, professa as teorias mais degradantes acerca do livre arbítrio, rebaixa a dignidade da nossa natureza ao nível do bruto, ao mecanismo inconsciente dos autômatos.
Para a Igreja católica o homem é livre. O pecado original vulnerou-lhe a prerrogativa divina, mas não a destruiu.
Na revolta das paixões desencadeadas pela primeira prevaricação, na insurreição da concupiscência e dos apetites inferiores contra os ditames superiores do espírito, a vontade, debilitada sim, mas não aniquilada, conservou na sua decadência o cetro da realeza primitiva.
Ela é ainda rainha; o homem é ainda senhor de seus atos e, pela liberdade, o artífice dos seus destinos.
A graça eleva, fortifica, sobrenaturaliza a vontade, mas no segredo insondável de sua ação nas almas, respeita-lhe sempre a independência nativa.
“A felicidade suprema da glória será conquista dos nossos esforços, prêmio das nossas virtudes, triunfo de nossa liberdade sobre o mal.
As palavras de S. Paulo: gratia Dei mecum, resumem admiravelmente toda a economia da predestinação divina. Deus e eu: Deus, com a sua graça, eu, com a minha livre cooperação: eis os elementos essenciais e inseparáveis da nossa glorificação sobrenatural. Não se poderia melhor conciliar a gratuidade das generosidades divinas com a grandeza da dignidade humana.
À verdade destas doutrinas que elevam, opôs Lutero as degradações do erro que avilta. Aos estudos católicos sobre a liberdade contrapôs um livro desmoralizador e intitulou-o De servo arbítrio, do arbítrio escravo.
Para envilecer o homem era mister começar por desengastar-lhe do diadema a mais preciosa das suas joias. Mas ouvi as suas próprias palavras:
“A vontade do homem é semelhante a um jumento. Cavalga-o Deus? Ela vai aonde Deus a guia. Monta-lhe em cima o diabo? Ela vai aonde ele a conduz...
“Tudo se realiza segundo os decretos imutáveis de Deus. Deus opera em nós o mal e o bem. Tudo quanto fazemos, fazemo-lo não livremente, mas por pura necessidade”..
Fonte: De servo arbitrio ad Erasmum (1525) Weimar, XVIII, 635-709 ss.
“Foi o diabo quem introduziu na Igreja o nome de livre arbítrio”, Weimar, VII, 145.
Os discípulos fazem eco à palavra do mestre. Calvino:
“Deus criou alguns para a condenação e morte eterna a fim de serem instrumentos de sua ira e exemplos da sua severidade, e a fim de que cheguem a esse destino... cega-os e endurece-os”.
“Se ele determinou salvar-nos, a seu tempo nos levará à salvação; se determinou condenar-nos em vão nos atormentaríamos para nos salvarmos”..
Fonte: Calvinus, Inst. de la relig chré t.,l. III, c. 24, n. 12; c. 23, n. 12, Opera, IV, 521, 500. Todo o cap. 2 do livro II é consagrado a demonstrar “que l'homme est maintenant dépouillé de franc-arbitre et misérablement assujetti à tout mal”, Opera, III, 296.
Zwinglio: “Deus é o primeiro princípio do pecado. é por divina necessidade que o homem comete todos os crimes”.. Fonte: Zwinglio, Verke, II, 73, 184.
Melanchthon: “A predestinação divina tira ao homem a liberdade porque tudo acontece segundo os seus decretos... e isto entende-se não só das obras externas mas ainda dos internos pensamentos”.
E, levando a doutrina às mais execrandas, porém, lógicas conclusões, não hesita em afirmar que
“o adultério de David e a traição de Judas são obra de Deus como a conversão de S. Paulo”. Fonte: Melanchthon, Comment. in Epist. ad Rom. Ver todo o trecho em Alzog, Universalgeschichte der chrislichen Kirche,Mainz, 1860, p. 755.
– Deus, autor do mal, o homem joguete inconsciente dos seus arbítrios, tal o resumo da doutrina protestante. Nunca a blasfêmia e a indignidade, o ultraje à santidade divina e à grandeza humana concluíram mais revoltante conspiração.
E aí temos como Lutero e os seus aniquilam o valor da personalidade. Sem livre arbítrio não há imputabilidade, não há mérito, não há moralidade. Em tudo o que se refere à sua atividade moral, o homem não passa de uma “est tua”, de um “tronco inerte”, de uma “pedra”.
São ainda comparações do chefe reformador, que considerava este artigo da vontade escrava como a quinta essência, a fina flor da sua doutrina, “omnium optimus, et rerum nostrarum summa”. Fonte: Weimar, VII, 148. Cfr. J. T. Mühler, Die symbolischen,Bücher, p. 593.
Após 15 séculos de liberdade cristã eis-nos novamente precipitados na escravidão do fatalismo antigo.
O porco no chiqueiro: ideal moral de Lutero!
Quereis ver ainda até a que baixezas o homem é degradado na pena de Lutero?
Lêde esta página que peço desculpas ao leitor de transcrever em toda a nudez cínica do seu realismo cru:
“Sei que se alguém experimentou o temor e o peso da morte preferira ser um porco a ver-se continuamente acabrunhado pelo vexame de semelhante opressão.
“Na sua lama, o suíno julga-se num leito de plumas; descansa pacificamente, ronca suavemente, dorme tranqüilamente; não teme reis nem senhores, morte nem inferno, demônio nem cólera divina; não o agita a menor preocupação, não se inquieta mesmo com a bolota que há de comer.
“E se o sultão de todas as Turquias acertasse de passar-lhe ao lado no fasto do seu poder e de sua realeza, ele conservaria toda a sua altivez e não sacudiria em sua honra uma só das suas cerdas.
“Se o enxotam, solta um grunhido, e se pudera falar diria: Pobre insensato, por que te irritas?
“Não tens a décima parte da minha felicidade, não passarás nunca uma só hora tão tranqüila, tão suave, tão calma, como todas as minhas ainda que fôras dez vezes mais rico e poderoso.
“Numa palavra, o porco vive numa segurança completa, sua vida é toda doçuras. Se o levam para o matadouro, pensa simplesmente que é um tronco de madeira ou uma pedra que o incomoda.
“Até morrer, não espera a morte. Antes, no momento e depois da morte, não experimenta o que é morrer; a vida lhe pareceu sempre boa e eterna.
“Neste ponto, nenhum rei, nem mesmo o messias dos judeus (o que eles ainda esperam), homem algum por mais hábil, rico, santo e poderoso, o poderá imitar”.
Fonte: Ap. Paquier, Luther et le luthéranisme, t. 11, pp. 10-11.
Nos inquilinos das pocilgas achou o reformador o ideal da felicidade!
Hino agora ao emancipador da dignidade humana, palmas ao libertador das consciências!
A contestação protestante demolindo as verdades consoladoras
Depois de haver assim na ordem humana desorganizado as duas grandes molas da vida moral, substituindo na inteligência a estabilidade dos princípios pela arbitrariedade do capricho e enervando a vontade com declará-la radicalmente incapaz de praticar a virtude, na sua freima demolidora atiraram-se os corifeus da Reforma sobre o edifício sobrenatural dos nossos dogmas e, um por um, destruíram os mais divinamente consoladores.
Com todo o peso de sua divina autoridade, Cristo impôs ao gênero humano o jugo austero da sua moral imaculada.
Ao homem decaído que se revolvia no lodo dos vícios mais abjetos, dirigiu a voz taumaturga da regeneração: sursum, para o alto! Eleva-te a rivalizar com os anjos na pureza da vida!
Mas ele bem conhecia a fragilidade da nossa argila, as profundezas do abismo em que nos precipitara o pecado e por isso adoçou as severidades do dever com as suavidades do amor.
Ao lado de cada espinho fez desabrochar uma rosa.
Vigorizou as pusilanimidades do nosso abatimento com os raios vivificantes da esperança.
Sobre a nossa esterilidade abriu, aos borbotões, as fontes perenes da sua graça.
O protestantismo revoltado não teve fé nos excessos da caridade divina e, com a negação, introduziu a desordem nos planos admiráveis da economia salvadora.
Que de mais confortante para o miserável pecador que o dogma das indulgências?
Que de mais consolador que o dogma do purgatório onde se purificam as almas dos justos das nódoas contraídas na sua peregrinação terrena?
Que de mais justo e misericordioso que a diferença entre o pecado mortal e o venial, a estabelecer uma distinção entre os crimes que nos matam na alma a vida divina da graça e as faltas a que se não pode subtrair a nossa fragilidade?
Que de mais suave que a comunhão dos santos,a instituir na ordem sobrenatural esta solidariedade, em virtude da qual somos fortificados pela intercessão e pelo mérito de nossos irmãos?
O protestantismo levantou o aluvião sacrílego contra todas estas admiráveis construções do amor divino. De todas elas não restam senão ruínas acumuladas pela negação destruidora.
A recusa da confissão, do perdão e da Eucaristia
O sacramento da Penitência, vitral na igreja
de Nossa Senhora dos Mártires Ingleses, Cambridge, Inglaterra.
Mas de todas as invenções da misericórdia encarnada não há outras que tão de perto toquem a nossa vida moral e tão intimamente se prendam ao coração do cristianismo como a confissão e a Eucaristia.
A confissão é o arrependimento, é o perdão, é o propósito.
O arrependimento que apaga um passado de culpas, o perdão que verte sobre o presente o bálsamo das suas consolações inefáveis, o propósito que ilumina o futuro com as perspectivas da regeneração.
Que alavanca mais poderosa para a atividade moral?
Lançar frequentemente nas consciências a sonda de um exame imparcial, resgatar com lágrimas sinceras os desvarios da nossa liberdade, firmar as energias do nosso querer com o vigor das resoluções incondicionadas, abrir toda a alma às influências reabilitadoras da graça, aos raios da esperança, à tranquilidade fecunda da paz de consciência – haverá humanamente falando, divinamente falando, meio mais eficaz para elevar é conservar o coração nas regiões serenas da virtude?
O protestantismo negou tudo isto, e negando-o “desconheceu um dos meios mais suaves para dar à vida do homem uma orientação conforme aos princípios da sã moral”. Fonte: Balmes, El protestantismo, c. 30.
Pecaste? persuade-te que Deus te perdoou, que a sua justiça cobre os teus pecados, que a tua fé é inadmissível e, com a fé, a graça.
Se esta persuasão entrou na alma é o descanso no pecado, o hábito do mal, o endurecimento; se não, é o terror, o desespero. Compreendo agora em lábios protestantes estes gritos da alma:
“Oh! que não daria eu para ajoelhar-me num confessionário católico! (M. de Stael).
“Quem não lançou olhos invejosos ao tribunal da penitência?
“Quem não desejou nas amarguras do remorso, nas incertezas do perdão divino, ouvir uns lábios, que, com o poder de Cristo, lhe dissessem: “Vai em paz, teus pecados te são perdoados”?”
Fonte: E. Naville, Thèse defendue devant l'Académie de Genève, 1839. Cit. por E. Duplessy, Les apologistes au dix-neuvième siècle, Paris, Beauchesne, 1910, p. 238.
A confissão é o amor que perdoa e regenera. A eucaristia é o amor que se imola, o amor que se comunica às almas nos amplexos inefáveis de uma união divina.
Negada a confissão, como afirmar a Eucaristia?
Lutero também aqui deu o primeiro passo na via das negações.
Quem não teve fé no amor misericordioso, não pode compreender o amor unitivo. Negada a confissão, como afirmar a Eucaristia? Lutero também aqui deu o primeiro passo na via das negações.
A hóstia consagrada não é o corpo de Cristo, contém-no apenas transitoriamente. Calvino foi além e no mistério dos nossos altares viu, não uma realidade consoladora, mas apenas um símbolo, uma figura vazia de verdade.
Daí à negação completa a distância era pequena e transpuseram-na logo os seus sucessores. A missa foi proscrita como rito idolátrico e os tabernáculos ficaram vazios na solidão dos templos protestantes.
Mas que vale um cristianismo sem Eucaristia: sem a Eucaristia-sacrifício, centro em torno do qual gravita toda a vida litúrgica, sem a Eucaristia-sacramento, fonte donde mana, em torrentes, a graça, vida sobrenatural dos crentes?
Extinguiram o fogo; o amor entibiou-se nos corações. Estancaram os mananciais; as almas esterilizaram-se.
As flores mais belas, que no cristianismo haviam desabrochado ao sol de Jesus-Hóstia, feneceram à míngua de calor e de luz.
Murcharam os lírios, esmaeceram as rosas, secaram as violetas. O sacerdócio casou-se, os mosteiros despovoaram-se, o apostolado mercantilizou-se, a caridade exilada das almas buscou um refúgio nas leis e passou do coração para a algibeira.
O protestantismo não tem Irmãzinhas dos pobres, Irmãos de S. Vicente, não tem ordens religiosas, não tem ministros continentes, não tem legiões de mártires nem de virgens.
Onde quer que a virtude se eleva à altura do heroísmo, não achou discípulos entre os descendentes de Lutero. O heroísmo cristão alimenta-se no sangue generoso de Cristo.
Luz de Cristo x trevas da irracionalidade: Pe. Leonel Franca S.J.
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