Buscando ángeles patronos o protectores de pueblos me encontré con esto, que me pareció muy bueno. Lo comparto.
A proposito: algún hermano sabe algo acerca de una batalla en la que ciertas tropas de cierto país fueron auxiliados por ángeles venidos del cielo?.
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FIESTAS DE POLLENÇA
Estacas contra sables en la batalla de la media luna

  • Una reportera de El Mundo se infiltra en las tropas moras del Dragut

Los cristianos se preparan para el enfrentamiento (Foto: Alberto Vera) Ver más fotos




Actualizado domingo 03/08/2008 11:32 (CET)


LAURA JURADO
POLLENÇA.- El orgullo, la libertad y la justicia están en juego. Las tropas moras han invadido Pollença. Los cristianos claman venganza pese a estar en minoría. No se contempla la retirada, sólo luchar hasta morir.
Banderas al viento izadas en las almenas presiden la entrada a la ciudadela. La vía que la cruza está envuelta en el silencio previo a toda batalla. Sólo un leve sonido de pasos escondidos y murmullos a la vuelta de las esquinas.
La alborada ha hecho sonar su música de alerta: las tropas del corsario Dragut han invadido Pollença y los pollencins se despiertan al amanecer con la alarma. Mujeres y niños han sido capturados y llevados a la iglesia de Sant Jordi. Gritos y lamentos escapaban entre las rendijas de sus puertas. El pueblo entero clama venganza.
Pasear por las calles supone estar expuesto al peligro de una guerra que amenaza con estallar en cualquier momento. Los cristianos permanecen en la retaguardia. Recluidos en su propio territorio, urdiendo estrategias para la revancha. Horcas y estacas golpean contra el suelo. Las mujeres buscan refugio tras los muros de las casas.
Los moros se han hecho con el control de Pollença. Ocupan la Plaza Mayor repletos de collares y con pendientes de oro en las orejas. Se enfrascan en juegos rudos de lanzamientos de pesados objetos. No tienen sentido del peligro, y mucho menos del miedo. Las huestes de Dragut han conseguido asediar a los cristianos. Y su logro se celebra como una fiesta con litros de vino.
A las cinco de la tarde, la banda irrumpe en la plaza. Trompetas, tambores y cuernos llaman a los árabes a la lucha. Los cristianos, refugiados tras las paredes de Ca’n Moixet, les observan con rabia y desconfianza.
El grito árabe rompe el silencio de Pollença. Inunda la plaza y cruza los callejones donde se esconden los cristianos. Hiela la sangre y detiene el movimiento en alerta. Los moros arrancan sus ropajes y los alzan al aire, ondeándolos. Se lanzan los restos de vino que resbalan por sus torsos desnudos. Las tropas abren un pasillo para dejar paso a la banda hasta que desaparece calle abajo. Es la hora. Se rompen las filas y el ejército abandona la plaza. Ha llegado el momento de la batalla.
Los alrededores de la Plaza Mayor se han visto ocupados por los cuarteles improvisados de las tropas moras. Allí, los guerreros dejan a un lado sus vestimentas de fiesta para prepararse para la lucha. Albornaces ceñidos con cinturones o fajas sobre los anchos pantalones o zaragüelles. Los pies embutidos en borceguíes o babuchas coloridas con el sello de la media luna. Las espaldas cubiertas por la capa del alquicel y las cabezas, por amplios turbantes o bacinetes. Pintan su cara, de tez oscura, con los colores de la guerra.
Los pollencins ignoran que el enemigo se prepara. Celebran la procesión de la Mare de Déu dels Àngels, patrona del pueblo. El fervor le puede al peligro. Cae la tarde y suenan los primeros cuernos para la lucha. Los moros han abandonado sus cuarteles y avanzan por las calles. Dragut, rey moro, sale de la casa del gobernador para recibir a sus huestes. Los sables de media luna se ocultan entre los ropajes.
Los cristianos se acantonan en la plaza de la Almoina, junto a la fuente. Armados de estacas y horcas juntan hombro con hombro para hacer barrera sobre la calle. Se animan entre arengas. Empujan y contienen. El pollencí Joan Mas, héroe local, sale al encuentro protegido con el escudo del gallo.
Pero Dragut tampoco teme su espada. Su ejército de 1.500 aguerridos guerreros supera en número y en fuerza a los cristianos. Por ello no duda en ir al encuentro de Joan Mas. Los pollencins han salido a la lucha prácticamente en pijama. El corsario se ríe, le desafía con la mirada. Le reta mientras empuña el sable.
El pollencí se vuelve hacia su tropa. Luchar por la venganza hasta la muerte es la única opción. «Mare de Déu dels Àngels, assistiu-mos. Pollencins, aixecau-vos, que els pirates ja són aquí!». El acantonamiento se deshace en carrera.
El choque de espadas y sable se alterna con los quejidos de los heridos. La sangre tiñe de rojo las ropas blancas de los cristianos. Sus estacas se empotran contra el estómago de los moros. Rasgar de ropas, crujir de huesos. Los cristianos logran ganar posiciones. Consiguen replegar a los moros por la calle Mayor, hasta llegar a Ca’n Nogués donde los miembros de l’Ajuntament Vella se incorporan para reforzar el bando cristiano. Los ejércitos corren y se asaltan en demente persecución. Caer al suelo significa la muerte. Y los cuerpos yacentes son también una trampa para los guerreros.
A los cuernos moros sucede ahora el estruendo de los cañones cristianos. La batalla se traslada hasta la iglesia de Sant Jordi en busca de una nueva embestida. Un enfrentamiento que venza el bando pollencí para liberar a las mujeres y niños cautivos en el templo. Prisioneros liberados que corren en desbandada en busca de refugio.
Luchar hasta la muerte

Los ejércitos se esconden y se buscan agazapados en las esquinas. Los guerreros llegan más allá del pueblo. La batalla final tiene lugar en los campos de Ca’n Escarrintxo. La lucha suicida hasta la muerte. Las bajas en el ejército moro se cuentan por centenares. Dragut pide clemencia en el instante previo a la muerte, pero ya es demasiado tarde. La sangre de los pollencins hierve con el sonido de la venganza alcanzada. De la liberación de su pueblo, de la victoria frente a los corsarios.
Sólo una cosa puede explicar la victoria del bando cristiano: la ayuda divina de la Mare de Déu dels Àngels, aliada de los pollencins en su lucha por la justicia y por la libertad. Joan Mas, ahora héroe local, toma la bandera de la media luna y se dirige, junto a sus hombres, a la iglesia de la patrona. El canto del Tedeum y Puix Patrona se convierten en su acción de gracias a la virgen. La sangre y los colores del ejército de Dragut se convierten en fuegos de artificio, dibujando colores sobre el cielo y deshaciéndose en ceniza sobre la tierra.