Finalmente en el año 476 d.C., Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, y el Imperio Romano como tal dejó aparentemente de existir, aunque prosiguió la parte oriental del Imperio (el Imperio Bizantino), que cayó en el año 1453... pero, ¿fue realmente así? En el sentido natural, quizás sí, pero en el sentido espiritual, no.
No perdamos el enfoque del asunto. Con la extinción del Imperio Romano como tal, la cuarta bestia no muere, sólo se adormece – o más bien, cambia de estrategia. No olvidemos que la
cuarta bestia es Roma, y será así hasta el final.
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