Piedra Blanca: ¿navegantes españoles en Tasmania?
Una pequeña isla al sur de Tasmania evoca posibles viajes hispanos en los siglos XVI-XVII
Por
Carlos A. Font Gavira -
7 julio, 2020
Nos encontramos en plena conmemoración de la Primera Vuelta al Mundo (1519-1522) protagonizada por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Tamaña gesta abrió los horizontes geográficos de Europa hasta límites insospechados. Sin embargo, durante siglos, ha habido zonas que han permanecido en la duda entre lo desconocido y lo probable.
Con el Tratado de Tordesillas (1494) se intentó un reparto de las esferas de influencia en el mundo entre las Coronas pujantes de Portugal y Castilla. A pesar de la intención las dificultades eran evidentes puesto que muchos datos eran inexistentes y muchas concepciones geográficas tenían que ver más con lo supuesto que con lo real.
Aún así siempre se fija el foco de atención en las áreas de influencia en el Nuevo Mundo (América) y un poco en las islas de la Especiería (actual Indonesia). Sin embargo hay una repercusión del tratado que impulsó el Papa Alejandro VI que ha sido, sistemáticamente, obviada.
La división de Australia con el Tratado de Tordesillas
Con la teórica partición del mundo en dos mitades, hacia el Oeste se desplazó el meridiano divisorio hasta los 370 grados con un efecto en el Hemisferio Austral. La isla-continente de Australia quedó dividida por su parte central por una línea imaginaria que, actualmente, coincide con la separación del estado de Australia Occidental del resto.
¿Casualidad? Se nos suele olvidar pero tras las corrección del Tratado de Zaragoza (1529) entre el Emperador Carlos V y el rey portugués Juan III, a España le correspondía como zona de su dominio la mitad de Australia, la parte Occidental de Nueva Guinea y Nueva Zelanda. No deja de ser curioso que Filipinas, en la cual España instaló su dominio permanente en Asia, en realidad correspondía por los tratados al área de influencia de Portugal.
El Océano Índico en el Atlas Miller
Al sur de Australia y separada de ella por el estrecho de Bass se encuentra la enigmática isla de Tasmania. Separada del continente por solo 240 kilómetros la isla fue bautizada en honor de su descubridor oficial, el holandés Abel Tasman (1603-1642). Igual que en el caso de Australia y el navegante británico James Cook (1728-1779), sus descubrimientos por las tierras australes fueron precedidos de numerosas expediciones y viajes protagonizados por otros países, en concreto, portugueses y españoles.
En uno de los primeros mapas sobre Australia, datado en 1663, confeccionado por Melchisedech Thevenot, casi todas los topónimos están en holandés pero hay uno que llama poderosamente la atención: “Pedra Blanca”.
Hollandia Nova detecta. Thevenot. 1644.
Obviamente es un nombre portugués, por lo de “pedra”, pero también podría ser español. Hace referencia a una pequeña isla rocosa, frente a la costa sur de Tasmania, situada aproximadamente a 26 kilómetros (16 millas) y, actualmente, es Parque Nacional por las numerosas colonias de aves marinas que alberga. Según la historia oficial fue Tasman quien le dio ese nombre puesto que le recordaba a una islita que existe en el Mar del Sur de China, de parecido tamaño y forma.
Detalle del mapa de Thevenot en el que se observa la toponimia de Pedra Blanca
El debate sobre el alcance de los descubrimientos españoles
Habrá que esperar al siglo XIX para que se inicie un debate historiográfico sobre el verdadero alcance de los descubrimientos españoles en los siglos XVI-XVII. El geógrafo Ricardo Beltrán y Rózpide (1852-1928) fue el más combativo.
Mapa del Almirantazgo Británico de Australia y Tasmania de 1857. El mapa recoge la voz Piedra Blanca.
En una conferencia, impartida en el Ateneo de Madrid en 1892, Beltrán se preguntó si “llegaron a las costas de Australia meridional los navegantes españoles” y añadió: “obsérvese que en todos los mapas de la Australia, desde 1756 hasta nuestros mismos días figura al Sur de Tasmania un arrecife con el nombre español de Piedra Blanca”.
La aseveración de Beltrán es, totalmente, cierta pues que en un mapa elaborado por el Almirantazgo Británico de Australia y Tasmania de 1857 recoge el mismo topónimo pero, esta vez, totalmente en español: “Piedra Blanca”.
Detalle del mapa del almirantazgo en el que puede verse reflejado el nombre de Piedra Blanca en la parte sur de Tasmania.
Las islas Abrolhos o “abre los ojos”
No parece que sea la excepción puesto como apunta el historiador Kenneth McIntyre, en Australia Occidental están las islas Abrolhos (“abre los ojos”). Este otro elemento refuerza la tesis de los descubrimientos portugueses en Oceanía en fechas tempranas. Este pequeño archipiélago, situado en aguas del Océano Índico, está compuesto de más de cien islas y arrecifes de coral, frente a las costas de Australia Occidental, a unos ochenta kilómetros al oeste de Geraldton.
La toponimia es portuguesa y de hecho en Brasil también se encuentra un accidente geográfico de idéntico nombre. ¿Casualidad? Es de sobra conocida la colonización portuguesa de esa parte de Suramérica, por tanto, cabe preguntarse si surcaron las naves portuguesas las costas occidentales de Australia.
El debate está servido puesto que los holandeses alegan que fueron las naves de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC) las primeras en avistar estas islas en el año 1619. El descubrimiento de estas pequeñas islas fue adjudicado a Frederick Houtman y su apellido ha figurado en la denominación de las islas en los mapas holandeses.
Otras opiniones afirman que “abrolhos”, en realidad, significa “obstrucciones con púas”, por lo que se puede interpretar como una alusión a los arrecifes de coral que tanto abundan en aquellas aguas y que han sido responsables de tantos naufragios.
En una época de incesante rivalidad comercial y exploradora, ¿por qué un marino holandés utilizaría un nombre portugués para bautizar su supuesto descubrimiento? Como en el caso de otras islas de Oceanía el cambio de nombres y denominaciones fue constante según el país que se posicionara.
¿Qué europeo fue el primero llegar a las Antípodas?
La pregunta clave sería qué pueblo europeo fue el primero en llegar a las aguas de las Antípodas y si el resto de naciones fue siguiendo los pasos. El robo de cartografía, como material secreto de Estado, era habitual y está demostrado la conexión directa entre el saqueo de Manila por los ingleses en 1762 y la posterior expedición de Cook para “descubrir” Australia en 1770.
Una de las claves de este enigma lo encontramos en la obra de la escuela cartográfica de Dieppe (Francia). Cartógrafos como Pierre Desceliers ofrecieron en sus mapas detalles precisos de las costas del Nuevo Mundo y, sorprendentemente, de un territorio que nadie conocía a ciencia cierta dónde estaba pero que todos perseguían: Terra Australis Incógnita.
Detalle del mapa de Pierre Desceliers de 1550.Desceliers presentó un mapa al delfín francés (heredero de la Corona de Francia), Enrique II (1519-1559), en la conocida como Carta del Delfín. La coexistencia de topónimos portugueses con otros franceses es debido a la frecuencia con que pilotos portugueses se embarcaban en naves francesas.
Tuvo que haber algún tipo de trasvase de información de los pilotos, comerciantes y navegantes portugueses ,procedentes de las islas de Extremo Oriente, en este caso, a sus colegas franceses, que transmitieron a los cartógrafos de Dieppe. En uno de los mapas de Dieppe, concretamente del año 1550 aparece el nombre de “Arenes” en la misma posición que las islas de Abrohlos.
George Collingridge (1847–1931), uno de los investigadores que más tiempo dedicó a desentrañar la autoría del verdadero descubrimiento de Australia, sugirió que “Arenes” era una deformación del verdadero nombre portugués del enclave.
Está claro que, por influencia portuguesa o española, las aguas de Oceanía tienen sabor ibérico.
https://www.geografiainfinita.com/20...s-en-tasmania/
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