ANDALUCÍA DICE "DEJADME EN PAZ"


Rebotica de contertulios


A estas horas todavía podemos contemplar los pecios del naufragio de Javier Arenas. Es la resaca de unas elecciones que pudieron darle la victoria y que, con ese escarnio tan propio del genio andaluz, se la han dado para no dejarle gobernar.

Ayer noche, mientras se dilucidaba el resultado electoral en Andalucía, todo el mundo andaba con unos nervios que ni pa'qué voy a contarle a usted. Claro, que los nerviosos eran los que tenían algo que ganar o que perder. El resto de los andaluces, la mayoría de andaluces (de izquierdas o derechas, absentistas o blancos) estábamos tan campantes.

No así parece que reaccionaron los acérrimos del Partido Popular en toda España. Estaban que echaban humo, que les iba a dar un patatús. Primero, fue ver que no sacaban lo que les habían pronosticado sus augures positivistas (porcentajes, voluntad de voto, encuestados, franjas sociales... Como aquellos arúspices que despanzurraban una paloma y le miraban las entrañas, pero con chaqueta americana, corbata y tabla de Ipad).

Esto que pasa en Andalucía es surrealismo. Los andaluces sí que somos surrealistas y los demás (André Breton, Paul Eluard...) son unos aficionados: Gana el Partido Popular (pero, a todas luces, no podrá gobernar). Pierde el PSOE (pero, a todas luces, podrá gobernar pactando). De Izquierda Unida Comunista depende todo.

Después de los primeros momentos, el pepero peninsular encontró un asidero. El escrutinio había empezado en la Andalucía profunda, rural y agraria. "Claro, así se explica... En esos pueblos está el voto cautivo" -se decía en neoliberal del resto de España. "Pero, cuando empiecen a contar los votos de las grandes ciudades andaluzas... Ganaremos" -y se frotaba las manos, haciéndosele eterno el recuento de votos.

Sin embargo, a la postre, el pueblo andaluz (antiguo, sabio, impasible, estoico y burlón; ese al que no se la pegan ni con cal ni con arena, por saber más que los ratones coloraos, les hizo una higa y les dijo: "Ahí te quedas, Arenas: compuesto y sin novia").

El Partido Popular de toda la península no se lo podía creer: "¿Pero cómo es posible que la novia se haya dejado plantado al novio en el Altar?".

Y entonces fue el temblor y crujir de teclas: toda la España que se tiene por derechas, aunque la tienen neutralizada en el centro, empezó a bramar contra Andalucía y, esto es más fácil todavía, contra los andaluces.

Y todo era echar denuestos contra los andaluces.

"Los andaluces son unos vagos, que no quieren dar palo al agua" (como si Arenas hubiera prometido trabajo digno).

"El voto de los andaluces está secuestrado" (Tal vez, sí: eso sí. Y lleve tanto tiempo en la "cárcel del pueblo" que el andaluz haya desarrollado "el síndrome de Estocolmo"; ya sabe usted, eso que le pasa al secuestrado por lo que termina hasta comprendiendo por empatía a su secuestrador).

"Ni un céntimo de mis impuestos para Andalucía" -va y dice uno que se cree que con lo que tributa él mantiene el Erario. Vale, pues también pudiéramos decir viceversa: "Ni un céntimo de nuestros tributos para el resto de España, a ver si se han creído de Despeñaperros pa'rriba que en Andalucía no pagamos impuestos").

Y luego están los peperos indígenas de Andalucía: "Vergüenza me da ser andaluz", dice algún desencastado -¿Y no te da vergüenza ser del Partido Popular? Pues si a alguien le da vergüenza ser andaluz, siempre estará a tiempo de coger el petate e irse de aquí con viento fresco; que aquí estamos muchos y a lo mejor es que van sobrando. Así que, el que no quiera, ya sabe: "Carretera y manta".

Es un sinvivir, un sinacabar, un sintérmino. Toda España culpando a Andalucía de no haber dado su voto al Partido Popular. Y las explicaciones, miseria de explicaciones: que si el voto del miedo, que si el voto de la ignorancia, que si el voto de la miseria, que si el voto cautivo, que si el voto del analfabetismo, etcétera... bla, bla, bla. Y la palabra mágica: el "clientelismo".

El campo andaluz, castigado durante siglos por el hambre y la humillación

TOMA Y DACA CON EL CLIENTELISMO


Muchos parece que han descubierto la palabra "clientelismo" hace dos días. Con ella lo explican todo. Con ella pueden justificar la mierda de campaña que ha desarrollado el Partido Popular. Con dicha palabra pueden calmarse y, en vez de mirarse con sentido auto-crítico, echarle la culpa a los demás. En este caso, la culpa a los andaluces; como cuando se les echa a los vascos, o a los catalanes... Y a todos se les mete en el mismo saco.

El clientelismo es algo tan antiguo como la política. En un principio, la palabra como tal no reviste connotación peyorativa; sí que empieza a significar servilismo y seguidismo a cambio de favores (en metálico o especie) y sí que es cierto que, en Andalucía, el PSOE ha desarrollado una política basada en la consolidación de una red clientelar. ¿Y qué? ¿Por qué no lo ha hecho el Partido Popular? Lo ha hecho, pero a una escala muy poco popular (contradiciendo su propio nombre): claro que hay amigos del PP puestos aquí y allá, adonde los pueden acomodar; pero, a lo bestia, el único que sabe hacerlo es el PSOE (y los comunistas, si se les deja también darán lecciones). En fin, ¿cómo es eso? ¿cómo se entiende eso?

El clientelismo es algo propio de sociedades primitivas. Claro que sí. Sociedades en las que todavía rigen fuertes lazos familiares y vecinales. En estas sociedades, el cuento ese del individuo y el individualismo es retórica vacía. Lo que al final importa es que Fulanito tiene aldabas (que son los llamadores de una puerta principal) y Menganito no las tiene. Y quien tiene padrino, se bautiza... Y el que no lo tiene, pues a lo mejor se queda sin bautizar. ¿Y a quién voy a contratar, a un forastero? ¿A un extraño? ¡Anda y te acuestas! ¡Voy yo a llamar a un carpintero que no conozco! Si tengo a mi primo Periquito que, el pobre está pasando una mala racha, y sabe poner alcayatas mejor que nadie... Mientras yo esté en este despacho, Periquito, aquí no trabaja otro que no seas tú. O la madre, vestida de negro, que viene de Misa y dice a su hijo que es consejero de trabajo, por el PSOE (claro): "Hijo mío, a ver si hacemos algo por el niño de la Marujita, que lleva 3 años parao"...

¿Y a esto le vamos a poner pegas?

El clientelismo. Eso es el clientelismo. Una especie de feudalismo: te apegas a alguien que te da y tú le das (tu voto y tu apoyo: te partes la cara por él si hablan mal de lo que él representa, pues ahí está la manduca y todo sea por el pan de mis niños). Y los otros, los del Partido Popular... Quieren que les voten, ¿pero qué dan a cambio? Ni una estampita.

¿Podríamos recriminar al clientelismo ser un sistema político de relaciones inhumano? Tal vez sea el más humano que pisa la tierra, lo cual no quiere decir que sea justo; por supuesto.

Es todo eso -la realidad de una Andalucía donde están vivos los vínculos humanos- lo que el Partido Popular, a lo largo de décadas, ha desdeñado. Y ha preferido apostar por una política liberal (esto es, alardeando de no contratar a los suyos -por ser suyos-, sino a los mejores -sin interesarse por sus opiniones políticas). De este discurso se ríe el andaluz, por mucho que los puritanos tecnólatras del Partido Popular se inflamen con él, pensando que ahí está el "centro".

Pero, además de eso, vayamos al meollo. El Partido Popular nunca ha sido "popular" en Andalucía. Sociológicamente el Partido Popular tiene unas bases y un electorado muy amplio, pues la sociedad ha cambiado. Pero ¿quién lo lidera? En su mayor parte la directiva es un búnker de personas con formación jurídica (analfabetos ideológicos en su mayoría). Y esa línea dura de tecnólatras es la que obtura el paso de personas valiosas a los órganos de poder internos del Partido Popular.

La acusación de clientelismo que se lanza contra el PSOE y contra Andalucía (léase los andaluces) tal vez sea, lejos de lo que piensan los tecnólatras liberales, lo mejor que pueda decirse del PSOE y de Andalucía. Y es que aquí, gracias a Dios, todavía creemos en la familia (en los hermanos, en los primos...) y nos importa un bledo la concepción individualista del paleoliberalismo y del neoliberalismo.

(Y baste por hoy. Pero, como todo esto trae cola, no descarto que volveremos).

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