Echan a palos al recaudador y, un siglo después, el pueblo sigue embargado

Isabel Miranda

Los vecinos de Trebujena (Cádiz) se negaron a pagar la contribución arruinados por la filoxera y no supieron que el Estado había embargado las casas hasta casi un siglo después

ABC


Trebujena, en la provincia de Cádiz





El pueblo no estaba para impuestos. Quienes se saben la historia de Trebujena (Cádiz), cuentan que a finales del siglo XIX el recaudador tuvo que «salir por piernas en varias ocasiones» perseguido por unos vecinos vara en mano. «Perico “el del tambor”», como le dicen hoy en el pueblo, solo reclamaba lo que era del Estado, pero la filoxera estaba devorando los viñedos de la zona... y el dinero de los vecinos.
El embargo se produjo en 1904 y se llevó a cabo sobre 400 fincas urbanas y 700 rústicas. Más de un siglo después, la mayoría de esas casas siguen embargadas. Muchas de ellas habitadas por las mismas sagas familiares, pero otras se han llegado a vender. Ni quien la compraba ni quien la vendía sabía que ese edificio era, en realidad, propiedad del Estado desde hacía un siglo.
Porque la historia de las casas embargadas de Trebujena tiene muchos recodos y está llena de olvidos. Como quien busca un tesoro, el Ayuntamiento ha llegado a estudiar los mapas del siglo pasado para intentar averiguar cuáles fueron las casas afectadas. Quizá por temor a repetir la experiencia del recaudador o quizá por mero olvido, el Estado no llegó a hacer efectivo el embargo: solo cambió la titularidad de las casas en el registro de la propiedad, cuenta José Pérez Vidal, abogado del Ayuntamiento de Trebujena.
La filoxera había llegado en 1884 desde Málaga, donde se registró el primer brote sufrido en España. Devoraba todas las vides a su paso y acabó obligando a los trebujeneros a importar otras nuevas de origen americano para erradicarla. Y todo ello, al parecer, sin ayuda del Estado. Por ello se negaron a pagar la contribución —actualmente el IBI—. Pero cuando la crisis pasó, los vecinos volvieron a sus sanas y ejemplares costumbres. Como los datos del Catastro —hoy dependiente del ministerio de Economía— no se habían modificado, los vecinos siguieron pagando sus impuestos, sin tener noticia del cambio de estatus en las casas.
Solo con el paso de los años, la necesidad de dejar constancia legal de todo y de afrontar grandes sumas de dinero con bancos mediante, fueron requeridas las escrituras. Y ahí fue cuando llegó la sorpresa.
Desde hace más de diez años, el Ayuntamiento, junto a los vecinos, lucha para que el Estado reconozca que los trebujeneros tienen «mejor derecho» para ser los titulares de las casas. En 2011 saltó a los medios la noticia de que Manuel Olivero, hoy ya fallecido, había sido el primero en conseguirlo. «Pero era mentira», denuncia hoy uno de sus hijos, José.
El procurador que lo llevaba les había prometido que la casa era suya, pero cuando murió y se hizo cargo otro, este anunció que haría falta pagar el ocho por ciento que les exige la Administración en concepto de impuesto por transmisión patrimonial, un tema sobre el que el Ayuntamiento está negociando no solo en este caso, sino también con el resto de vecinos afectados. Porque los trebujeneros no consideran que deban pagar, ya que han estado cumpliendo con los impuestos. Por ello, la mayoría de las casas de la avenida de las Palomas u otras de la calle Sanlúcar siguen sin propietario.
«Cada vez que preguntamos nos dicen los mismo, que el tema de la casa está parado», dice José. Ahora «la casa está en ruina total», con el peligro añadido de que ocurra una desgracia, y con el pesar de que su padre les dejara sin que le devolvieran la casa.









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