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Tema: OrÍgenes Del Tradicionalismo Andaluz

  1. #81
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    Re: Respuesta: OrÍgenes Del Tradicionalismo Andaluz

    REQUETÉS DE JAÉN AL FRENTE DEL TERCIO DE NAVARRA


    En la fotografía, D. Alejandro Utrilla con otros correligionarios navarros.

    DON ALEJANDRO UTRILLA, TENIENTE CORONEL

    D. Alejandro Utrilla nació en Alcalá la Real, Reino de Jaén, y en 1936 concibió la organización de los voluntarios navarros en tres Requetés –equivalentes a las compañías del ejército regular: fue el Tercio de Pamplona, compuesto por 246 voluntarios navarros que actuaron exitosamente incluso antes del 18 de julio de 1936. El 16 de febrero de 1936 defendieron los Círculos Carlistas. En marzo de 1936 fue detenido un piquete de requetés (formado por 24 hombres) que estaban al mando de D. Ángel Elizalde. Habían dado escolta de honor al féretro de un falangista asesinado por el alcalde rojo de Medavia. En abril, el Requeté entrenó en Marcalín. Sabían que era inminente la confrontación contra la Anti-España.

    Concentración del Requeté en la Plaza del Castillo de Pamplona.

    Una orden del Teniente Coronel D. Alejandro Utrilla emplazó el 19 de julio de 1936 a los requetés en la Plaza del Castillo: “Mañana en Pamplona, a las 6 en punto de la mañana, formarán todas las Unidades del Requeté de Pamplona con uniforme completo y armamento, en la Plaza del Castillo, enfrente del cuartel.”

    El Tercio de Doña María de las Nieves fue uno de los primeros que salieron de Navarra el 23 de julio de 1936, sumando 1000 valerosos requetés.

    El hombre que los organizó, el hombre que los formó y el hombre que los encabezó fue D. Alejandro Utrilla Bellver, hijo ilustre de Alcalá la Real, en el Reino de Jaén.

    Más información en:
    TERCIO DE PAMPLONA (Tercios Requetes la Guerra Civil Espaola)



    Publicado por Rufino Peinado en 11:41

  2. #82
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    Re: Respuesta: OrÍgenes Del Tradicionalismo Andaluz

    Desmontando mitos: Andalucía liberal (2)

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    Continuamos desmintiendo las falacias que aseguran que la nuestra siempre ha sido una tierra “eminentemente liberal” y en la que el primer Carlismo “no tuvo arraigo ninguno”. En esta ocasión, traemos tres testimonios, que de nuevo, demuestran que el Carlismo fracasó a causa de la dura represión y persecución a la que fue sometido, y no por desafección del pueblo hacia el Tradicionalismo.
    -Así, el 2 de junio de 1834, el Eco del Comercio de Córdoba, periódico liberal, relata, refiriéndose a los carlistas, que proliferan por la provincia de Córdoba “partidas de ladrones”, que se intitulan “escuadrones”, con una fuerza superior a 80 hombres, de modo “que ni los viajeros escapan de sus uñas ni los pueblos dejan de ser acometidos, como ha sucedido con dos de esta provincia, en donde han hecho sus proezas”.
    -También Pirala, recordemos que autor liberal, hace referencia al más que importante apoyo que recibió el Carlismo en las Alpujarras (Granada), relatando que “el terreno y los habitantes se prestaban perfectamente a levantar el pendón carlista y a emprender una lucha ruda como aquellas montañas y valiente como sus pobladores”.
    -Y para concluir con esta entrega, un testimonio, recogido en el Boletín de la Provincia de Córdoba el 24 de marzo de 1836, y que reproduce la alocución del Comandante de Armas de Lucena a los lucentinos en junio de 1834. De esta alocución, unas palabras que merece la pena rescatar, para mostrarnos la realidad: “…Espero igualmente que en Lucena no habrá más que vida, decisión y contento, para que de este modo se desmienta ese odioso epíteto de CARLISTA con que por casi toda España es conocida”.
    Continuaremos, si Dios quiere.
    Tags: Alpujarras, Historia, Lucena, mitos

  3. #83
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    Re: Respuesta: OrÍgenes Del Tradicionalismo Andaluz

    Desmontando mitos: Andalucía liberal (2)

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    Continuamos desmintiendo las falacias que aseguran que la nuestra siempre ha sido una tierra “eminentemente liberal” y en la que el primer Carlismo “no tuvo arraigo ninguno”. En esta ocasión, traemos tres testimonios, que de nuevo, demuestran que el Carlismo fracasó a causa de la dura represión y persecución a la que fue sometido, y no por desafección del pueblo hacia el Tradicionalismo.
    -Así, el 2 de junio de 1834, el Eco del Comercio de Córdoba, periódico liberal, relata, refiriéndose a los carlistas, que proliferan por la provincia de Córdoba “partidas de ladrones”, que se intitulan “escuadrones”, con una fuerza superior a 80 hombres, de modo “que ni los viajeros escapan de sus uñas ni los pueblos dejan de ser acometidos, como ha sucedido con dos de esta provincia, en donde han hecho sus proezas”.
    -También Pirala, recordemos que autor liberal, hace referencia al más que importante apoyo que recibió el Carlismo en las Alpujarras (Granada), relatando que “el terreno y los habitantes se prestaban perfectamente a levantar el pendón carlista y a emprender una lucha ruda como aquellas montañas y valiente como sus pobladores”.
    -Y para concluir con esta entrega, un testimonio, recogido en el Boletín de la Provincia de Córdoba el 24 de marzo de 1836, y que reproduce la alocución del Comandante de Armas de Lucena a los lucentinos en junio de 1834. De esta alocución, unas palabras que merece la pena rescatar, para mostrarnos la realidad: “…Espero igualmente que en Lucena no habrá más que vida, decisión y contento, para que de este modo se desmienta ese odioso epíteto de CARLISTA con que por casi toda España es conocida”.
    Continuaremos, si Dios quiere.
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  4. #84
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    Re: Respuesta: OrÍgenes Del Tradicionalismo Andaluz

    Desmontando mitos: Andalucía liberal (3)

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    Proseguimos con la serie de entradas dedicada a acabar con el mito de que nuestra región fue mayoritariamente liberal, motivo por el que, según la oficialidad historiográfica, el Carlismo no tuvo arraigo en Andalucía.
    En esta ocasión traemos el texto de un historiador contemporáneo, Francisco Aguilar Piñal, que en su obra Historia de Sevilla (1982) relata la acogida que en esta ciudad tuvieron las ideas revolucionarias que vinieron con la Ilustración. Dice así: “Sevilla es una ciudad reaccionaria, alérgica a modificaciones sustanciales en la tradicional forma de vida hispánica, que ella encarna de manera singular. Frente a los intentos de reforma ilustrada que aquí se llevan a cabo con el respaldo o el consentimiento del gobierno; frente al empeño renovador de algunos sevillanos que desean participar en la evolución cultural e ideológica de Europa, se alzan las voces de quienes defienden a ultranza un mundo estático, definitivamente anclado en el puerto de la verdad social, cultural y religiosa”.
    Dejando a un lado las cargas valorativas que pueda incluir el texto y las interpretaciones que puedan hacerse de lo que se entienda por “reaccionario”, “estático” o “renovador”, lo cierto es que parece que no era precisamente nuestra región muy proclive a la introducción de las ideas extranjeras, importadas en España por gente cerril, maravillada por los aires que corrían por Europa y que despreciaba nuestras seculares formas de vida, costumbres y pensamiento tradicionales.
    ¿Por qué entonces, con una sociedad tan tradicional, el fracaso del primer Carlismo en Andalucía? Lo venimos diciendo en los artículos anteriores: a causa de la brutal represión que desde el poder establecido se empleó contra todos aquellos que osaron defender los derechos al Trono del Rey legítimo, los derechos de la Santa Religión y los derechos del pueblo frente al liberalismo deshumanizador. El hecho de simpatizar con los carlistas suponía la cárcel, y el proferir algún grito contra Isabel II o contra la Constitución en el peor de los casos acarreaba la pena de muerte y en el mejor varios años de presidio. Y como muestra de esa represión, de nuevo, baste algún botón:
    Juan Mateo Márquez, natural de Arquerosa (Granada) y donado en el Convento de los Terceros de San Francisco, de Sevilla, fue ahorcado el 10 de abril de 1834 acusado de alta traición “por haber atentado contra los Reales Derechos de S. M., infamando al difunto Rey Fernando VII y ofendiendo gravemente el honor, decoro y respeto de la reina Gobernadora y de su augusta hija”. Como puede verse, una respuesta bastante proporcionada a la “agresión”.
    Del mismo tipo se pueden citar los casos de Manuel Fernández Caro, condenado a cuatro años de presidio por proferir públicamente en Osuna (Sevilla) gritos de ¡Muera Cristina!, y del grupo de personas que fueron detenidos y procesados cuando con ocasión de la procesión del Corpus en Sevilla vitorearon a Carlos V.
    Tal cual se ve, el liberalismo español, tan tolerante y adalid de la libertad de expresión, se ajusta a la perfección a aquella frase atribuida a Voltaire: “proclamo en voz alta la libertad de pensamiento, y muera el que no piense como yo”. El “muera”, en Andalucía, se dedicaron a aplicarlo literalmente.
    Continuaremos.
    Etiquetas: andalucia, Francisco Aguilar Piñal, Juan Mateo Marquez, liberal, Muera Cristina

  5. #85
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    Re: Respuesta: OrÍgenes Del Tradicionalismo Andaluz

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    LA VIDA AVENTURERA DEL GENERAL MIGUEL GÓMEZ DAMAS



    LA BRECHA DEL CARLISMO EN ANDALUCÍA (I)


    por Manuel Fernández Espinosa


    Si bien el carlismo histórico tuvo sus feudos en las provincias vascongadas, en el reino de Navarra y en el Maestrazgo, ha pasado desapercibido para la historia oficialista que muchas otras zonas de España fueron canteras carlistas sin explotar. Todas las expediciones de la primera guerra carlista, fuera de los bastiones tradicionalistas, tuvieron como finalidad estratégica la de allegar voluntarios a la Causa que con tanta fe y sufrimiento llevaban nuestros hermanos del Norte. Aquellas incursiones pretendieron sumar voluntades, sumar provincias, alzándolas al grito de Dios, Patria y Rey. Una de las expediciones más sonadas de aquella primera guerra fue la protagonizada por el general andaluz D. Miguel Gómez Damas. He aquí un aproche a la semblanza humana de este gran desconocido, carlista y andaluz, que al mando de los bravos vascones y navarros logró por seis meses hacer que se tambaleara el gobierno cristino y los intereses de la banca extranjera.


    En el domicilio de su abuelo materno, sito en la antigua calle San Juan que hoy lleva el nombre de calle General Gómez de la villa de Torredonjimeno, nació Miguel Sancho Gómez Damas el día 5 de Junio de 1785, hijo del matrimonio tosiriano (tosirianos nos llamamos los nativos de Torredonjimeno) formado por Juan Francisco Gómez Gómez y Juana José de Damas Hermoso. Era Torredonjimeno en aquellos entonces una de las villas que formaban parte de la encomienda de Martos de la Orden de Calatrava.


    Siendo mozo marchó a Granada para estudiar Derecho, pero cuando en mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levanta en armas contra las tropas invasoras de Napoleón, Miguel Gómez Damas abandona sus estudios y es el primero en presentarse ante el Duque de Montemar con el objeto de servir a la Religión, a la Patria y al Rey. Tiene 23 años de edad. El día 9 de junio de 1808 ingresa como subteniente, teniendo el honor de participar en la gloriosa Batalla de Bailén.

    En el curso de la Guerra de la Independencia servirá a España en el empleo de primer Ayundante en el Regimiento de Infantería Ligera de Tiradores de Sigüenza, tomando parte en varias acciones bélicas hasta que el 21 de julio de 1812 es capturado por los franceses en Castalla. Prisionero del enemigo es conducido a Francia y confinado en el depósito de prisioneros de Autum de donde logra evadirse para, una vez en España, presentarse ante D. Francisco Javier de Elío, general en jefe del 2º Ejército, y pedir nuevamente un puesto en primera línea de combate.

    En septiembre de 1812 se gradúa como capitán, retirándose del servicio activo el 8 de mayo de 1816.

    En los últimos años de su primera etapa militar, Gómez se había hospedado en Huete, en casa de Doña Mercedes de la Encina, viuda de D. Diego de Parada. Su anfitriona concibió esperanzas matrimoniales con el joven y apuesto oficial, pero éste había puesto sus ojos en la hija de ésta, doña Vicenta de Parada, con quien se desposará en diciembre de 1815 en la madrileña iglesia de San Martín.

    Una vez licenciado, el 3 de febrero de 1818 don Miguel y doña Vicenta están en Torredonjimeno y comparecen ante don José García y Perales, prior de la Iglesia de Santa María de la Concepción de la villa, para verificar su velación y bendición en la patria natal de D. Miguel.

    El matrimonio se afinca en la ciudad de Jaén en donde D. Miguel Gómez desempeñará el puesto de administrador de bulas. Pero la paz dura poco. El liberal Rafael del Riego se subleva contra la monarquía absolutista de Fernando VII, y se instaura el llamado Trienio Liberal (1820-1823). El tosiriano, convencido defensor de la causa absolutista, pasa a actuar en la sombra conspirando contra el sistema liberal desde abril de 1822. Gómez intenta por todos los medios sublevar al regimiento provincial de Jaén, pero no lo consigue. Habiéndose percatado de que está bajo vigilancia decide salir sigilosamente de la capital de la provincia antes que dejarse apresar por el enemigo bajo la acusación de maquinar contra el gobierno liberal. Para su escapatoria malvende su hacienda y tiene que dejar a su esposa al cuidado de la parentela residente en Torredonjimeno. Doña Vicenta será acogida en la casa de los padres de Gómez hasta que pueda reencontrarse con su marido en mejores circunstancias.

    Después de la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, triunfante la causa absolutista, Gómez regresa a Andalucía. En Cádiz logra frenar un pronunciamiento, servicio que le vale la Cruz Laureada de San Fernando y la comandancia de la plaza de Algeciras de la que será depuesto por sus simpatías absolutistas una vez que Fernando VII cae en cama convaleciente y su esposa María Cristina se hace cargo de la regencia asesorada por una camarilla liberaloide.

    Cuando estalla en las provincias septentrionales la I Guerra Carlista Gómez está en Madrid. Sin pasaporte emprenderá el camino a Navarra donde se pone a las órdenes de su amigo D. Tomás de Zumalacárregui. Su heroica intervención en Orbaiceta le vale la promoción al título nobiliario carlista de Marqués de Orbaiceta.

    En 1836 Gómez encabeza la Expedición que ha pasado a la Historia con su nombre: la Expedición Gómez. En principio todo estaba pensado por el alto mando carlista para que las tropas vascuences de alaveses y guipuzcoanos que conducía el tosiriano alentaran los focos carlistas de la franja norte de la península. Pero Gómez improvisó y, desacatando las órdenes del alto mando, se desvía de los objetivos originarios, emprendiendo una fascinante incursión. Después de llegar a Santiago de Compostela inicia una expedición que recorrerá la península ibérica de norte a sur y de sur a norte. El romántico Mariano José de Larra mencionará las proezas del tosiriano en sus crónicas periodísticas. Tiembla la España cristina y liberal ante el avance de las tropas de Gómez que llegan a producir el pánico en Madrid, entran victoriosas en Córdoba y conquistan las minas de Almadén, poniendo en un severo apuro a la banca Rothschild que se lucra de las minas españolas. El mismo Zar de Rusia seguirá de cerca la evolución de los expedicionarios que comanda el tosiriano. Toda Europa asiste boquiabierta a esa aventura que acaudilla un andaluz secundado por vascos, además de los castellanos, aragoneses y valencianos que se adhieren a su mesnada en aquella trepidante correría.

    Gómez pasa cerca de su pueblo natal y visita su casa de incógnito, burlando el control gubernamental, sólo para besar y abrazar a sus familiares, parientes y amigos. Y después de una larga cabalgada llega a Amurrio en diciembre de 1836. Ha sido una fatigosa marcha en la que habían sido perseguidos y hostigados por las tropas del Gobierno cristino a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.

    Nada más llegar a su zona es encarcelado en Urquiola por sus mismos correligionarios. El motivo no es otro que haber desatendido las órdenes originarias del alto mando carlista.

    Miguel Gómez Damas no dará su brazo a torcer cuando el traidor Maroto pacte bajo cuerda con Espartero, rindiendo la causa tradicionalista por la mezquina conservación de los rangos y soldadas de la oficialidad carlista. Sin doblegarse Gómez emprende el camino del destierro a Francia. Allí vivirá hasta su muerte, manteniéndose con los honorarios que le granjean sus lecciones de español y siempre acompañado de su fiel esposa, doña Vicenta de Parada. El general prusiano al servicio de la causa carlista, barón Wilhelm von Rahden, nos describirá a nuestro héroe con estas palabras:

    "La imagen exterior de Gómez contradecía del todo su origen; cabello de cabeza rubio y fino, ojos azules, configuración de cara algo ancha, más bien corriente, barba sólo escasa; la expresión de bonachón y la corpulencia aparente de la constitución muy carnosa más bien daban la impresión de que se trataba de un alemán y no del español con tez sureña, más bien delgado, pero fuerte y huesudo."

    Gómez vivió los últimos años de su vida en el exilio por negarse a aceptar la legitimidad de Isabel II, hija de Fernando VII y María Cristina. Pero, a su muerte, en un gesto sublime de amor a su esposa que honra al hombre íntegro, que no hay que confundir jamás con un fanático, aceptó a Isabel II como Reina de España, con la única intención de hacerle más llevadera la vida a su esposa, compañera de sus desventuras que quedaba en la más desoladora de las viudedades. El gobierno liberal no mostró clemencia con la viuda.

    En varias ocasiones intentó Gómez volver a Torredonjimeno para vivir en paz con su familia y con los suyos, a los que añoró en su destierro. No pudo ser. La lealtad lo llevó a arriesgar repetidamente su vida, viviéndola peligrosamente, aventura tras aventura, para morir a la postre más allá de Despeñaperros, allende los Pirineos, lejos de su suelo natal.

    Sus restos mortales reposan en un cementerio de Burdeos, donde nadie le ha puesto una flor desde hace siglo y medio. Lejos de la sepultura de sus padres, lejos de los olivares patrios, lejos de las torres campanario de su villa y lejos, muy lejos de los rincones de su infancia... Pero, presente está su nombre en Torredonjimeno, en esa antigua calle San Juan que le vio corretear de niño y que hoy lleva su nombre afamado, limpio y honrado, sinónimo de lealtad y entrega a una Causa.

    EL GENERAL GÓMEZ EN SUS ESCRITOS

    Gómez era un hombre culto, no olvidemos que la Guerra de la Independencia le sorprendió cuando cursaba sus estudios de Derecho en Granada, estudios que abandonó para ponerse al servicio de la Patria. Culto y leal a sus convicciones: la Santa Religión, la Patria y el Rey.

    El carlismo no fue un bloque compacto, sino que reunía bajo sus banderas diversas familias ideológicas. Por desgracia ha prevalecido una imagen distorsionada del carlismo, semejándolo a un fundamentalismo religioso anclado en el pasado. Pero, a diferencia de esa imagen negra del carlismo, había corrientes internas que merecen nuestra atención. Gómez figuraba dentro de la familia ideológica carlista más sensata. Según un documento del Archivo General de Palacio que lleva el título de "Memoria histórica sobre el partido carlista" existían tres fracciones en el seno del carlismo: una fracción "apostólica", una fracción "realista pura" -desengañada del pretendiente Carlos María Isidro de Borbón- y otra más, la constituída por los llamados "transaccionistas".

    En su mayor parte los "transaccionistas" eran militares profesionales que pretendían casar al hijo mayor del pretendiente Carlos con la Reina Isabel II, para acabar así con el dramático y lacerante conflicto fratricida. Entre los de esta cuadrilla figuraba Miguel Gómez. Pero los esfuerzos de estos carlistas, leales y sensatos, fueron traicionados miserablemente por la persona que designaron como su representante, el traidor Maroto.

    Si el criterio de la línea transaccionista se hubiera impuesto en el campo carlista y a la vez hubiera sido atendida por sus adversarios, tal vez España no se hubiera desangrado en tres largas guerras carlistas y el nacionalismo vasco y catalán jamás hubieran levantado cabeza. Zaratiegui, el Conde del Prado, Arjona, Pavía y Gómez, entre otros, encabezaban esta propuesta que hubiera zanjado, decimos, el problema dinástico a cambio de aceptar una constitucionalización de España, contra la que estos carlistas no tenían ninguna objeción siempre y cuando se respetaran los principios fundamentales de la Tradición: Dios, Patria y Rey.

    Prueba de su moderación, humanidad y caballerosidad de Miguel Gómez Damas es el cumplimiento estricto de las cláusulas del Convenio Elliot que observó impecablemente, llevándole incluso a romper con los más feroces cabecillas que le acompañaban, Cabrera y el Serrador, partidarios del exterminio en masa de prisioneros. Como Cabrera y Serrador hablaban catalán, Gómez los despachó de sus filas cuando ideaban una masacre de prisioneros haciendo uso de la misma lengua vernácula de ambos guerrilleros: "Vosotres sols!" (¡Vosotros solos!). Así fue como Cabrera y el Serrador se vieron impelidos a abandonar la expedición, bajo amenaza de ser expeditivamente fusilados por Gómez que ese día salvó la vida de muchos soldados del ejército gubernamental que habían caído en las manos de las mesnadas de Gómez.


    Sólo desde ese espíritu humanitario podemos entender la Proclama que Gómez hizo en Santiago de Compostela, a 18 de Julio de 1836, diciendo a sus enemigos, los milicianos gubernamentales, lo siguiente: "Y en cuanto a los urbanos (los milicianos), que temerosos por la aproximación de las tropas de mi mando, hayan abandonado sus hogares, pueden volver a ellos seguros de que no serán molestados por razón de opiniones, de cuya verdad ya tienen repetidos ejemplos con los que se han presentado en la ciudad de Oviedo, fuera de lo notoria que es la conducta que hemos observado con los demás del reino".

    Pero, ¿cómo se veía a sí mismo el general Gómez? En unas reflexiones que el mismo Gómez hizo de los éxitos transitorios de su expedición, ya en el exilio francés, el tosiriano, con la conciencia tranquila, declara: "Muy lisonjero es sin duda oír que se atribuye este fenómeno a mi capacidad militar; pero no me ciega el amor propio hasta el punto de no conocer que esta explicación es una nueva red tendida por el liberalismo. Quisiera ésta dar una idea falsa de la verdadera conclusión de la historia de mi correría, la cual debe parecer, en efecto, una novela o una especie de milagro para todos los que intenten explicarla por las simples reglas de la estrategia. No, no es mi habilidad, ni tampoco a la inacción ni a la ignorancia de los generales enemigos, a quienes debe atribuirse la felicidad de mis marchas, sino principalmente a aquella benevolencia oficiosa, que adivina las necesidades de un amigo, y vuela para socorrerle..."

    La humildad, la altura moral, de este hombre nos conmueve a través de estas palabras suyas. Gómez aclara, más abajo de este párrafo que reproducimos, que los pueblos sometidos por el despotismo liberal se alzaban en armas cuando tenían noticia de la proximidad de las tropas que él lideraba, lo mejor de España hubiera secundado los sagrados principios de la Causa, pero él sabía que, perseguido por tropas superiores a las suyas, no podía detenerse ni hacerse fuerte en ningún sitio, por lo que recomendaba a esos españoles que en los pueblos se querían adherir a él que reconsideraran su intención y quedasen en la vivienda tranquila, para evitar que estas poblaciones fuesen represaliados por las tropas gubernamentales, pues, como él mismo escribió: "...yo sabía muy bien que al cabo de algunas horas, el enemigo hubiera correspondido a ellas con el incendio y la muerte".

    Gracias a D. Juan Antonio Zaratiegui, camarada de armas de Gómez, he podido leer una carta escrita por su puño y letra. La carta a la sazón está fechada en Burdeos, a 22 de enero de 1842. Por ser fidedigna traslación de su letra podemos hacernos una idea del vocabulario de Gómez, un léxico arcaizante que conserva arcaísmos como "priesa" por "prisa".

    A la postre, cuando uno contempla aquella página gloriosa que escribió aquel recio andaluz, siente la impotencia que se experimenta ante esa roca inamovible que es la Historia, y uno se pregunta si no hubiera sido lo mejor para España que hombres como Gómez hubieran vencido o convencido para evitar las sangrías que depararon aquellas guerras.

    La última reflexión de Gómez que quiero transcribir es triste, dice así: "La guerra de España es la de una nación [el pueblo] contra un ejército [el gubernamental], y si aquélla pudiese sucumbir en la lucha, sería necesario que, a la máxima de que "Un pueblo no necesita para ser libre más que quererlo", sustituyésemos esta otra: "El tirano más odioso, con tal que una vez invada el poder, puede mantenerse en él contra todos los esfuerzos del pueblo tiranizado".

    (Extractos del raro y curioso libro titulado "Examen crítico de las revoluciones de España de 1820 a 1823 y de 1836", París, en la librería de Delaunay, 1837, t. II, pp. 294-295. Las interpolaciones aclaratorias entre corchetes son mías).

    Pero Gómez no es el único carlista andaluz. No puede considerársele un caso aislado y excéntrico, muchos andaluces sintieron la llamada de la contra-revolución en aquella época, cuando España dejaba de ser la brava nación, campeona del catolicismo, la Católica España que hoy es triste sombra de lo que fue ayer.



    RAIGAMBRE

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