Miguel Ángel Loma
ENTRE los reportajes con que las páginas veraniegas de los periódicos acostumbran a obsequiarnos por esta época del año, podíamos leer a finales de julio dos especialmente curiosos: «Insectos en la mesa» y «Arte a flor de piel». El primero nos informaba que «pese al asco que producen en los occidentales, los invertebrados empiezan a llegar a nuestras tiendas y restaurantes. Un menú del futuro incluirá saltamontes salteados con ajo o helado de grillos». Y el segundo nos ponía al día sobre las últimas tendencias en ornamentación corporal, donde los dibujos de origen tribal y «las letras o símbolos tatuados en la piel conviven con orejas partidas, lenguas perforadas y pieles quemadas».
Lo de la agresiva moda epidérmica es algo sabido desde hace tiempo, y para comprobar su arraigo entre una parte importante de las nuevas (y no tan nuevas) generaciones de españolitos, basta con pasearse por la playa y observar con qué orgullo muestra el personal sus cuerpos marcados con la divisa de la modernidad, pero eso de que los insectos acabarán dentro de las ollas por una acción voluntaria de los cocineros, y que además nos lo vendan como una exquisitez gastronómica, confieso que al principio me sorprendió..., aunque tampoco dudo de que finalmente se acabe imponiendo entre nosotros, porque aquí toda chorrada teñida de progresismo vanguardista, mientras más absurda sea, más posibilidades tiene de que nos la cuelen hasta la cocina, y nunca mejor dicho (después del matrimonio entre personas del mismo sexo, ya cabe todo).
Al paso que vamos nos debe de quedar muy poco para que una avispada multinacional lance el salutífero pelotazo proteínico de la crujiente y jugosa hamburguesa de cucarachas, o que se instaure el taparrabos como sofisticado traje de etiqueta, el hueso en la cabeza como «glamuroso» tocado femenino, y el garrotazo en la mollera como el último grito entre los eficaces métodos de seducción sexual (como eficaz método de disolución siempre ha estado vigente).
Está claro que se impone lo tribal y, recordando el título de una vieja novela de Torcuato Luca de Tena, bien podríamos decir que el futuro fue ayer. Lo gracioso del asunto, o no tanto, es que si preguntáramos a los usuarios de toda esta clase de «novedades», seguro que la mayoría se definirían como personas de ideas avanzadas y progresistas, libres de prejuicios y tabúes. Tan avanzados y progresistas, aproximadamente, como se consideran hoy en España los políticos y partidos nacionalistas que escarban en la historia de sus pueblos rebuscando todo aquello que puedan enarbolar como ariete de identidad diferencial contra el resto de españoles. Y es que, si hay un lugar en el planeta que hoy es terreno abonado para que arraiguen y fructifiquen todas las manifestaciones de un regreso a la tribu es en nuestra patria.
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