Hace ya unos cuantos años, un catedrático de Antropología me dijo: Cada día entiendo menos qué está pasando. Yo le dí las gracias porque si él no lo entendía yo sentí justificada mi ignorancia y, al menos, me quitó la sensación de idiota.

Hoy, dedicándome a la docencia, cada vez que escucho las opiniones de mis alumnos me entran ganas de dejarlo todo y marcharme a las antípodas. Y es que son "lelitos", verdaderos retrasados.