Oviedo, 26 mayo 2012. Artículo en Las Libertades, periódico digital de las Juventudes Tradicionalistas Asturianas:
San Pelayo contra los abderramanes democráticos
Hoy 26 de junio celebra la Iglesia la festividad de San Pelayo, mártir (911-925). Santo del Reino de Asturias, pariente de San Rosendo y de la realeza asturiana. Mártir no sólo por no renegar de su Fe frente a los mahometanos, sino sobre todo por defender su pureza frente a los aberrosexualistas (esos pervertidos que son ridículamente llamados "homosexuales" o "gays"). Santo patrón de los niños y jóvenes carlistas. Desde Oviedo, esta antigua corte de la Monarquía asturiana que custodia sus reliquias, lo recordamos reproduciendo una antigua entrada de la desaparecida web Atrévete a pensar, y con unas apostillas de actualidad a continuación.
El joven murió martirizado por negarse a ser sodomizado por el sultán de Córdoba. Como afrenta, el "Orgullo Gay" se celebra siempre el siguiente fin de semana a su festividad: 26 de junio. Adalides de la tolerancia...
Su biógrafo dice que era tardo para la sonrisa; sin razón ninguna para no creerlo, aceptamos su testimonio y hasta puede ser que al final de la hagiografía terminemos por darle la razón.
Nacido en la actual Galicia, a orillas del Miño; solía jugar con los otros chicos en el pórtico de la episcopal de Tuy. Era sobrino del obispo Hermogio; por eso estudiaba gramática en la escuela junto a la catedral, donde se iba aprendiendo el salterio día a día; también en los días más solemnes se unía al canto mozárabe y actuaba como monaguillo en las funciones litúrgicas.
Pero aquello quedaba lejos. Ahora lo habían metido en la cárcel de Córdoba, donde los cuerpos de sus compañeros estaban sujetos con cadenas y grilletes; aquellos esclavos daban un hedor nauseabundo, pero a todo se acostumbra uno; un guardia con látigo iba a por ellos para llevarlos a sus tareas de arreglar jardines, limpiar mezquitas, atender los baños, arrimar tierra y amontonar ladrillos para las construcciones. Al regreso contaban que era inabarcable el trabajo que había en aquella ciudad enorme.
A Pelayo le habían dicho que le llevaban a ver al tío, y no le mintieron del todo, porque vio a Hermogio que estaba en la prisión, ya enfermo y hecho un viejo. Lo habían apresado el año anterior en la batalla de Val de Junquera (920) y desde allí lo llevaron a Córdoba. Pelayo era su rescate porque, al no llegar el oro, más valía un joven que un viejo.
El niño pensó que aquella situación acabaría pronto; así se lo aseguró su tío, pero con lo enfermo que iba al pasar el Duero, nada más llegó a saberse del obispo. Es verdad que de vez en cuando venían oleadas de prisioneros nuevos; pero en los cuatro años que pasó en la prisión, cada día repetía al anterior y fijaba al de mañana. Pelayo tenía permitido estar en otras estancias mientras sacaban a los mayores para el trabajo diario; como no había alborotado, ni dado un problema, ni se había unido a ninguna insurrección, hasta se había ganado la confianza de sus guardianes; pasaba bastante tiempo leyendo códices a escondidas y por la noche preguntaba lo que o entendía a los clérigos presos. Aprendió a discutir con carceleros y con los dueños de las casas ricas donde lo pusieron a trabajar de día; supo atraer su simpatía y respeto. Aquel chico valía la promesa de dinero.
Comprendió la corrupción generalizada de Córdoba, que a la vez era fortaleza, poder, arte, libros, bullicio, mercado con una gran cantidad de gente que compraba y vendía, reía, vociferaba más que hablaba, estaba contenta, y con frecuencia escuchaba a poetas que solían cantar las gracias de los mancebos. Tuvo tiempo de ver la confusión moral generalizada del lugar donde vivían hacinados los trabajadores esclavos y los presos sometidos a condena, y allí mismo necesitó energía heroica para guardar su pureza. Por eso decía "Dios quiera que no me vea en apuros más terribles". Porque allí se enteró de que los altos cargos se compraban con la prostitución de las conciencias; sí, al renegar de la religión venían sin mucho esfuerzo las casas, los palacios con esclavos del mediterráneo o judíos comerciantes de Alemania o de Francia, oro y tierras. Era la política de Abderramán III, que los hacía instrumentos útiles y manejables al cambiar de religión y prestarle infames servicios.
El joven Pelayo no cedió cuando lo llamaron a prestarlos aunque lo llevaran con protocolo al fastuoso ambiente cortesano, donde había alfombras y tapices, vasos de plata, aromas exóticos y guardianes sudaneses. Iba todo bañado, limpio, elegantemente vestido y perfumado; así lo presentaron ante el emir Abderramán III, el Victorioso, hombre dominado por la sensualidad, aunque los historiadores lo alaben por su corazón bondadoso. Las promesas de honor, riqueza y poder si se hacía musulmán se quedaron pequeñas. Sus palabras: "Soy cristiano y lo seré. Tus riquezas no valen nada. No voy a renegar de Cristo que es mi Señor y el tuyo, aunque tú no lo quieras". Y "Atrás, perro" (echándose para atrás, cuando intentaba tocar su ropa aquel soberano) "¿crees que soy como esos jóvenes infames que te acompañan?". Y rezó: "Señor, líbrame de las manos de mis enemigos".
Una catapulta de guerra lo lanzó desde un patio del alcázar hasta la otra orilla del Guadalquivir; como aún vivía, un guardia negro le cortó la cabeza con la espada. Era el primer cuarto del siglo X.
Su cuerpo fue trasladado a León, y más tarde a Oviedo, donde se veneran actualmente sus reliquias en el monasterio de benedictinas que lleva su nombre.
Los "gays" no se inventaron en el siglo XXI. Ni los mártires. Ya ves, Pelayo, cuando tanto invertido de uno y otro sexo campea hoy gritando por sus derechos, tú te quedas en la Historia como ejemplo de los que mueren por no querer serlo.
Según otras fuentes, San Pelayo fue mutilado y descuartizado antes de decapitado. Los sodomitas y los mahometanos (en verdad esto es a menudo redundante) se han distinguido siempre por lo satánico de su crueldad y de su odio.Agencia FARO
El monasterio que custodia sus reliquias es el que lleva su nombre, el de las populares Pelayas. A ellas pertenecen (en derecho, lo que de hecho y contra derecho perdieron con la inicua Desamortización, obra de los sucesores de Abderramán) los terrenos de la Fábrica de Armas de la Vega.
Inicua fue también la venta de nuestras fábricas de armas a esos otros aliados de Abderramán, la industria armamentista estadounidense. Pero ya se sabe que los políticos de la democracia gobiernan contra Asturias y contra España, igual que los apóstatas que a partir del siglo VIII colaboraban con los invasores mahometanos.
Ahora, con periódicas exhibiciones de hipocresía y contradicción, los mismos abderramanes y tropas auxiliares (los partidos y sindicatos del sistema) se aprestan a cerrar la fábrica de armas y utilizar sus terrenos para la especulación urbanística (la misma que ha destrozado Oviedo y Asturias y que tanto ha contribuido a la recesión económica en que nos encontramos).
Que San Pelayo nos asista en la expulsión de los sucesores de Abderramán. Empezando por el que ocupa el Palacio de la Zarzuela y por sus aduladores y cómplices de aquí.
26-junio: Fiesta de San Pelayo
Ángel David Martín Rubio
San Pelayo (Seminario de Cordoba)
Publicado el 26 de junio de 2012El 26 de junio celebra la Iglesia la fiesta de San Pelayo conmemorada por el Martirologio romano en los siguientes términos:
El triunfo de San Pelayo, joven, en Córdoba en España; el cual confesando la fe católica, por orden de Abderramán, rey de los sarracenos, fue despedazado miembro por miembro con unas tenazas de hierro, consumando así gloriosamente su martirio.Pelayo había nacido en Galicia a comienzos del siglo X en el seno de una familia a la que pertenecía el Obispo de Tuy, hermano de su padre, y en la que fue educado cristianamente. Pocos años después, llevado ante el hombre más poderoso de su tiempo, confesaría:
Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras.Estas palabras no se improvisan y son reveladoras de un magnífico temple forjado desde los primeros años de la vida que pasó al lado de su tío en el Santuario-Catedral, entregado de lleno al canto de la liturgia y al estudio de la Sagrada Escritura y ciencias profanas. Junto con su tío, el obispo Hermigio fue apresado por los musulmanes y llevado a Córdoba (920).
Aquí permanece como rehén a fin de facilitar la liberación de su tío que a su retorno a Galicia debía conseguir una fuerte suma convenida. En la cárcel, el joven Pelayo aguantaba los castigos y el hambre y se lamentaba al ver que muchos de los que antes habían compartido con él el cautiverio pasaban a ocupar lugares de honor porque habían claudicado de su fe o habían consentido en aberraciones vergonzosas. Un día le dijo el carcelero: «Te felicito, pequeño, porque el rey ha puesto los ojos en ti y quiere honrarte». Lo perfumaron, lo vistieron de sedas.., y lo presentaron ante el Califa Abderramán III que le dijo: «Niño, grandes honores te aguardan; ya ves mi riqueza y mi poder; pues si haces cuanto te diga, una gran parte será para ti. Tendrás un palacio, oro, plata, caballos y cuantos esclavos y esclavas y todo que quieras apetecer. Sólo una cosa es necesaria para ello: que te hagas musulmán como yo, pues he oído decir que a pesar de ser tan joven ya haces prosélitos para tu religión» El joven Pelayo contestó con las palabras que antes hemos reproducido y fue martirizado por conservar su pureza y su fe en Cristo. Era el 26 de junio del año 925.
Muy extendida la veneración al joven mártir desde los primeros momentos, los monarcas cristianos pusieron todo el empeño en recuperar sus reliquias que, desde el año 1053, se veneran en Oviedo.
El ejemplo y el nombre de San Pelayo fue tomado siglos después por diversas organizaciones juveniles católicas que aspiraban a forjar en sus miembros el mismo espíritu de valentía y la misma fe capaz de ser confesada incluso en las circunstancias más difíciles. Los más conocidos, los pelayos, que encuadraban a los que un día habían de formar parte del requeté.
Sabia intuición ésta de que la infancia es el mejor momento para formar a los que han de ser los hombres y las mujeres del mañana en los más elevados principios de la religión y de la patria que luego se habrán de sostener toda la vida. Qué pena me dan los niños que esta democracia condena a la corrupción y a la amargura cuando, si se les ha permitido nacer, son arrojados a la sentina de un sistema educativo concebido para formar jóvenes que hubieran hecho las delicias de Abderramán.
Qué responsabilidad la de los padres que renuncian a la formación de sus hijos y la ponen en manos del Estado, la Televisión o Internet. Y qué lamentable degeneración la que hace posible que algunos jerarcas de la Iglesia que antaño dio frutos como San Pelayo, consideren positiva la existencia de un Estado laicista en cuyos presupuestos son educados nuestros jóvenes.
26-junio: Fiesta de San Pelayo | Tradición Digital
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