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Tema: Historia de Asturias

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    Historia de Asturias

    CRONICA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.
    LIBRO PRIMERO.
    CAPÍTULO PRIMERO.
    Situacion de Astúrias. — Terreno montañoso. — Extension. — Costas.—Rios.—Valles. — Arboles. —Arbustos. — Aspecto pintoresco.—Clima.—Limites antiguos.—Division de Astúrias en Augus
    tana y Trasmontana.—Fábulas.— Caprichosos asertos El Asia,
    cuna del género humano.—Dispersion.—Dos influencias.—Celtas.— Iberos.—Pueblos aborigenes.—Invasion Céltica.—Los celtas predominan en Astúrias.—Modo de vivir de los astures.—Los pescadores.— Expediciones maritimas.—Carácter de los astures.—Su aislamiento.—Su forma de gobierno.—Los fenicios, griegos, cartagineses, no penetraron en Astúrias.—Falsos asertos.—Loi romanos.—Conquistan á España.—Colonias militares.—Tito Carisio.—Augusto en España.
    En la estrecha y accidentada zona que formael mar Atlántico por el Norte, y la ramificacion de los montes Pirineos que termina en el cabo de Finisterre, se halla situada la provincia de Astúrias, confinando por el Oriente con la antigua Cantabria, y por el Occidente con el territorio de Galicia.
    Está separada de las feraces, pero monótonas comarcas de Castilla, por la elevada cordillera del Pajares, que al paso que en las vertientes meridionales presenta un aspecto triste y árido, muéstrase por la parte del Norte cubierta de una exuberante vegetacion. El terreno es en extremo montañoso, pudiendo decirse que está todo formado por la degradacion sucesiva de la cordillera pirenáica, que va á morir en el Océano, no sin presentar como valladar insuperable á los em
    bates de sus furiosas ondas, escarpadas peñas, siempre azotadas por el espumoso oleaje.
    Presenta Astúrias en su mayor longitud cerca de cuarenta leguas de costa que con muy raras excepciones es poco hospitalaria; circunstancia peculiar á. toda la costa cantábrica, temida, con razon, por todos los marinos. Las bahías y abras que presenta son en general estrechas y de poco calado, por cuya causa no cuenta Astúrias con puertos sólidos y seguros, tanto más, cuanto que el arte apenas ha auxiliado á la naturaleza
    Los rios, á causa de su poco desarrollo, pues sólo, corren por el estrecho ámbito de aquella provincia, son poco considerables; y si á esto añadimos lo quebrado del terreno, y los grandes desniveles que se ven precisados á atravesar, podremos comprender que másque de tales, merecen solamente el nombre de torrentes, que las nieves y las lluvias convierten con frecuencia en impetuosas avenidas.
    Forman ensu trayecto estrechos pero feraces valles, interrumpidos de trecho en trecho por enormes rocas calizas, á través de las cuales se han abierto las aguas una estrecha garganta, con el lento trascurso de los siglos.
    Las dificultades que encuentran las aguasque recuden de las altas montañas para atravesar aquella inextricable urdimbre de montañas, tuercen con frecuencia el curso de los arroyos y rios, que forman feraces vegas, cubiertas de una lozana y vigorosa vegetacion.
    El frondoso castaño, el robusto roble, la copuda haya, el elegante aliso, el esbelto álamo, el flexible sáuce que con sus infinitas variedades comparte con el avellano las sinuosas orillas de los rios y arroyos, el corpulento nogal, el frágil humero y algunas especies de coníferas, forman extensos y espesos bosques, algunos de los cuales tienen todo el aspecto de selvas vírgenes, no holladas todavía por la planta del hombre.
    Infinidad de arbustos y plantas herbáceas encubren el suelo, manteniendo en todas partes un ambiente suave y embalsamado. El helecho, una de las plantas más rudimentarias, y que en las primeras edades de la tierra debió, por el exceso de temperatura y de gas ácido carbónico que saturaba la atmósfera, adquirirlas colosales proporciones de la palmera, pulula por todas las comarcas de Astúrias, si bien reducido hoy á la categoría de pequeño arbusto. Crecen á su lado con profusion, multitud de árboles que en la época primaveral preséntanse cubiertos de flores de variados matices, que dan á todo aquel territorio el aspecto de una inmensa floresta.
    Las varias clases de cultivo, alternando con las praderas naturales, cubiertas de menudo heno y con los bosques frondosos, ofrecen á la vista del caminante un espectáculo en extremo ameno y agradable. Desde las elevadas cumbres de las montañas, descubrénse pintorescos paisajes, cubiertos de alquerías y granjas que dejan ver sus caprichosas siluetas, por entre el ramaje de los árbolés frutales.
    La multitud de arroyuelos que serpentean por los valles, embellecen más y más aquellas rústicas comarcas.
    En otras partes descúbrense los vestigios de la explotacion de la ulla, que ennegreciendo las verdes montañas, les da un aspecto singular y extraño.
    El clima es benigno y templado, sin que se dejen sentir los ardores caniculares ni los intensos frios del invierno. Como todo país montañoso, las lluvias se reproducen con extrema facilidad, siendo ménos considerables en la parte del litoral que en el interior.
    Tal es el país que poblaban en remotos tiempos los astures, célebres en la historia. ¿Cuáles eran los límites que en la remota edad ocupaba la tríbu de los astures? Hé aquí una de las primeras cuestiones que se presentan á la consideracion del que intenta penetrar en los oscuros antros del pasado.
    Si nos atenemos á lo que sobre este punto nos han dejado consignado los historiadores más antiguos, debemos convenir en que el territorio de los astures era mucho más extenso del que en la actualidad forma el principado de Astúrias.
    Parece indudable que los astures ocupaban en los más remotos tiempos, no sólo la mayor parte de la zona comprendida entre los montes Erbáceos y el mar Atlántico, sino tambien todo el territorio que desde la citada cordillera se extiende hasta el Duero. Por eso encontramos en los historiadores antiguos la division de los astures en dos grandes ramas: una en la falda Sur de los montes Erbáceos, que tomó andando el tiempo el nombre de augustana, y la otra en la falda Norte, conocida con la denominacion de trasmontana.
    Por el extremo oriental confundíanse los astures con las tríbus cántabras, de muy semejante orígen, al paso que por el lado occidental confinaban con los galáicos, pueblos célticos, segun se demuestra por los pocos monumentos que de aquellas lejanas edades nos quedaron.
    Gran copia de fábulas y absurdos han ido amontonando varios escritores al querer consignar el orígen y procedencia de los pueblos astures. Valiéndose algunas veces de remotas coincidencias de nombres, interpretando otras con caprichoso criterio algunos pasajes de los historiógrafos romanos, han remontado la poblacion de Astúrias hasta los tiempos inmediatos á la dispersion de Babilonia, no faltando quien llegue en sus extrañas elucubraciones á afirmar la presencia de Noé en aquellas montañas, sin que para eso tenga otro fundamento ni dato positivo que la existencia de la villa de Navia asentada en las riberas del rio del mismo nombre.
    No falta tampoco quien al tratar de explicar el nombre de astures que tenian los pueblos más antiguos de aquella comarca, haga proceder su poblacion de una emigracion causada por la ruina de Troya, á la cabeza de un tal Astur, escudero de Mennon. Otros han inventado tambien el rio Astura, creyendo salir de este modo de la insuperable dificultad que presenta siempre el relato de los orígenes de los pueblos; pero bien se comprende que este alarde de imaginacion no hace más que alejar la dificultad en vez de resolverla.
    Si como lo demuestran todos los monumentos de la antigüedad, auxiliados por la ciencia etnográfica, que tanta luz ha derramado posteriormente sobre las oscuras edades de la historia, es el Asia central la cuna del humano linaje, á ella deberemos recurrir cuando tratemos de sondear algo acerca de las primitivas poblaciones.
    Desparramada la poblacion de la tierra en virtud de su ley de expansion y forzada por la necesidad, dirigióse parte de ella hácia las comarcas del Norte de Europa, poblando la restante el Continente asiático, hasta el extremo Oriente y los parajes meridionales de la Europa y del Africa.
    La diferencia de los climas y las circunstancias particulares que los diversos territorios ofrecian, dieron bien pronto una variada fisonomía á pueblos que reconocen un mismo orígen.
    Si trazamos en el mapa europeo unalíneadivisoria, tomando por punto de partida el paralelo 40, observaremos que los pueblos del Norte deteste paralelo, se diferencian de un modo notable de los que tenian su residencia en la parte Sur. Son los primeros los que# podemos llamar, usando una palabra general, célticos, al paso que los segundos pueden designarse con el nombre de iberos. Estas dos diversas ramas son las que influyeron más notablemente en la poblacion de toda la Europa, debiendo tener en cuenta que los pelasgos de la Grecia y de Italia son del mismo orígen que los que en la Península itálica se conocen con el nombre de iberos.
    Es indudable que todo el territorio de las tres Penínsulas, bañadas por el Mediterráneo, fueron pobladas en un principio por la raza ibera, como lo demuestran los monumentos ciclópeos que en estas tres comarcas encontramos. De estos monumentos se desprende que la civilizacion ibérica llegó á un alto grado, siendo destruida en gran parte por las invasiones de los pueblos del Norte ó célticos, que con el nombre de helenos se arrojaron sobre la Grecia y con el de celtas pusieron su planta sobre la Italia y la España.
    Que los iberos llegaron en sus excursiones á la comarca de Astúrias, es cosa demostrada por los monumentos pelásgicos que en ella se encuentran, pudiendo decirse que estos son los primeros pueblos ó aborígenes de aquellas regiones. Hay fundados motivos para sospechar que la invasion céltica en España se verificó por el litoral cantábrico, más fácil de franquear todavía que las elevadas crestas de la cordillera pirenáica.
    En su primer ímpetu los celtas destruyeron casi por completola poblacion indígena, por cuyo motivo se observan en las provincias cantábricas muchos más restos de la raza céltica que en las demás provincias de España. Conforme los celtas se iban extendiendo, faltábales, á causa de las repetidas luchas, gran parte de su primer ímpetu y vigor; y por esta razon en las comarcas centrales de España, en vez de conquistar, como en el Norte, á sus moradores, se fundieron con ellos, dando á esta region el nombre de Celtiberia.
    La poblacion, pues, de Astúrias, dejando á un lado ridículas y aventuradas suposiciones, que ninguna luz arrojan sobre la verdadera historia, es esencialmente céltica, y célticas son sus costumbres y frugal modo de vivir, segun se desprende de los fragmentos que los historiadores romanos nos han dejado sobre estos asuntos tan controvertidos.
    Viviendo en rústicas cabañas sembradas por estrechos valles, y algunas veces encaramadas en los montes y colinas, cubrian su desnudez con groseras telas de lino, fabricadas en las mismas casas; costumbre que todavía hoy se conserva en muchos puntos. Bebian, no como los germanos el licor extraido del lúpulo y de la cebada, sino el zumo procedente de las frutas, sacando su principal alimento de la castaña que en aquellos bosques brotaba, como hoy, espontánea y abundantemente.
    Los que moraban en las costas, dedicábanse, sin que les infundiese temor el medroso Océano, al ejercicio de la pesca, y en frágiles barquichuelos forrados de cuero se lanzaban con frecuencia por aquellas peligrosas costas, abundantes en toda clase de sabrosos peces.
    No faltan escritores que se arriesguen hasta suponer que los astures en estas pequeñas embarcaciones, llegaron hasta las costas de las islas británicas, y que en ellas fundaron establecimientos; pero sin que tengamos por imposibles semejantes excursiones, lo que podemos afirmar es que no hay monumento alguno histórico que las patentice. Las semejanzas que se observan eutre los moradores primitivos de ambos países revelan comunidad del orígen céltico y nada más. Todas cuantas aseveraciones se quieran fundar, dando interpretaciones violentas y torcidas á algunos pasajes de los historiadores romanos, lo único que podrán probar será la mayor ó menor fuerza de imaginacion de los autores de estas patrañas; pero nada que tenga real y sólido fundamento.
    ASTÚRIAS.
    El aislamiento en que vivian, á causa de lo agreste y quebrado de su territorio, debia dar á su carácter mayor rudeza que la que se observa en los pueblos contínuamente relacionados con otros, que van sensiblemente modificando la aspereza de sus costumbres, con el contínuo roce y comercio con sus vecinos.
    Nada de esto podia suceder en Astúrias. Al paso que las comarcas meridionales y orientales de la Península ibérica recibian con frecuencia nuevos huéspedes, atraidos, unos por el poderoso aliciente del comercio, y otros por el afan de conquista, la region de Astúrias permanecia completamente ignorada, y sus pobladores, viviendo en la frugalidad primitiva, conservaban con sus hábitos rudos y poco sociables, su carácter indígena y original, al mismo tiempo que un amor siempre creciente á los preciosos dones de la libertad y de la independencia.
    En tanto que la refinada civilizacion griega y romana habia producido como consecuencia inevitable de la corrupcion y el lujo, la asquerosa lepra de la esclavitud , entre aquellos montañeses, fieros con su independencia, desconocíase de todo punto la servidumbre , bastándose cada uno á la satisfaccion de sus propias necesidades , sin verse obligado á exigir de sus semejantes servicios ni tributos que saciasen el afan, siempre creciente, de riquezas, uno de los escollos más peligrosos de la civilizacion materialista.
    Y no era porque el país no ofreciese abundantes recursos. Su clima dulce y benigno le hacia idóneo para toda clase de productos, al paso que las entrañas de la tierra encerraban ricos veneros de riqueza , que más tarde explotó la codicia romana (1).
    Viviendo, sin embargo, sin formar una nacion compacta y uniforme, sino una reunion de tríbus que gozaban de un gobierno casi patriarcal, como todos los de la tríbus del Norte , ni se habian establecido ciudades importantes, ni la industria por lo tanto habia podido salir de sus más simples rudimentos.
    Por eso cuando leemos las ingenuas narraciones de algunos escritores que pierden lastimosamente el tiempo tejiendo genealogías y descendencias de soberanos, no podemos ménos de maravillarnos que se haya llevado el espíritu de indigestos é inoportunos análisis á tan deplorable extremo.
    ¿Qué se adelanta, en efecto, para la historia de un país con consignar varios nombres , tomados algunos al acaso y rebuscados otros , torciendo violentamente el significado de algunas localidades? Cuando la historia no ofrece documentos, es, ó bien porque grandes cataclismos hayan destruido los que existian , como aconteció en el siglo v de la Era Cristiana, ó porque
    (1) Los historiadores antiguos hablan legalmente de las minas de oro, plata, cinabrio, hierro, cobre, plomo y minio, que explotaron los romanos, extrayendo solo del primero de estos metales mas de veinte mil libras anuales. Tambien afirman que muchos de los rios llevaban arenas de oro; pero sin que estos datos estén completamente desnudos de fundamento, están sobremanera abultados. Ni los romanos influyeron sobre el pais de un modo tan directo que pu liera haber establecido explotaciones mineras en grande oscaln, ni el pata era tan rico como quiere suponerse en estos metales. segun lo demuestra hoy de un modo indudable la ciencia geológica.
    los pueblos por su aislamiento ó por el atraso de su civilizacion, no prestan áun monumentos escritos en los cuales se consignen sus mas notables hechos.
    En este último caso se encuentra el pueblo asturiano, que refugiado al abrigo de sus montañas , desdeñaba toda relacion con los demás habitantes de las restantes comarcas de España, con la fiereza y orgullo innatos siempre en los pueblos primitivos.
    Desde muy remotos tiempos, la posesion de la Península ibérica habia sido codiciada por los pueblos más civilizados de la Europa y del Asia. Los fenicios, que arrastrados por el aliciente de la ganancia fundaron varias colonias en el Mediterráneo, llegaron á España y entablaron con sus moradores relaciones de comercio. Los griegos siguieron en su movimiento de expansion el camino trazado por los fenicios estableciendo algunas comarcas en el litoral oriental de España, é introduciendo por este medio algunos de los elementos de su civilizacion y cultura. Pero reducida la colonizacion griega á sus límites del Mediterráneo, no conocieron de la Península ibérica más que algunas de sus costas, permaneciendo para ellos completamente inexploradas las comarcas del Norte.
    Cartago (1), colonia fundada en el septentrion del Africa por el espíritu comercial de los fenicios , llevó sus intentos hasta la conquista de toda la Península, disfrazándolos en un principio, para no chocar directamente con el sentimiento de independencia de los españoles, bajo el pretesto de las transacciones comerciales.
    Como era natural, la conquista de las comarcas meridionales ofrecia más próximos resultados , pues los pueblos que las habitaban habian dulcificado en gran manera sus costumbres con el continuo roce de los que ocupaban las riberas del Mediterráneo. Por esta causa los cartagineses, que con muy pocas dificultades consiguieron establecerse en el país que los romanos designaron con el nombre de Bética, al llegar háciael Norte se encontraron con el desesperado valor de los saguntinos que detuvo su victorioso ímpetu, presentándoles uno de los ejemplos más patentes de lo que puede el amor de la patria.
    Algunos escritores hacen intervenir á los autores en el sitio de Sagunto , haciéndoles aparecer en estas jornadas como auxiliares de los cartagineses. No faltan tampoco historiadores que citen á estos pueblos auxiliando á Anníbal en su expedicion á Italia; pero todo induce á creer que estos asertos son falsos , especialmente si en ellos se trata de los trasmontanos, de los cuales puede decirse que estaban por aquellos tiempos reducidos al estrecho límite de sus montañas. Con respecto á los que habitaban entre los montes y la márgen derecha del Duero, las aserciones de estos escritores presentan algunos más visos de probabilidad.
    Cuando los romanos, con su vencedora planta hollaron todas las comarcas del mundo entónces conocido,
    contando las victorias por las batallas, empezaron á comprender en las regiones de la Península ibérica que sus invencibles regiones podian ser derrotadas por tríbus agrestes, que no eran dueñas de oponer al arteestratégico de los ejércitos, amaestrados en toda clase de contiendas, más que el valor heróico del que estima como el mayor de los dones de la tierra la libertad y la independencia.
    Sin embargo, al cabo de doscientos años de tenaces y porfiados esfuerzos, pudieron congratularse los romanos de que las principales comarcas del territorio español sufrian su yugo, no sin que en algunas ocasiones manifestaran por repetidas revueltas que sólo habian obedecido al someterse á la dura ley de la necesidad.
    El mundo todo habia pagado tributo al valor romano, y sólo en los confines del Norte de España existian algunas tríbus, que desafiaban con su independencia el orgullo delas águilas del Imperio. Estas tríbus eran las de los astures, protegidas por las elevadas cumbres de los montes Erbáceos.
    En varias ocasiones, estos valientes pueblos habian medido sus armas con las aguerridas huestes de Roma; pero si bien experimentaron derrotas, jamas doblegaron la cerviz al yugo extranjero. Cuando los poderosos ejércitos del Imperio le hacian experimentar sensibles pérdidas, refugiábanse en la aspereza de sus inestricables montañas, en donde reparaban sus fuerzas para caer con mayor ímpetu contra sus más ardientes enemigos.
    Este indómito valor, esta pertinencia infatigable, hicieron desistir á los romanos de penetrar en el territorio dela Astúrias trasmontana, satisfechos de dominar la parte meridional de los montes Erbáceos, en la cual establecieron algunas colonias militares que servian como de defensa y proteccion á los pueblos sometidos (1)
    Marcaban estas colonias militares los linderos del poder romano, y tenian una organizacion puramente militar.
    De lo dicho se desprende que los romanos habian conquistado todo el territorio de España, si exceptuamos la pequeña zona que media entre el Duero y el mar, límites que no hubieran intentado ensanchar más, á no ser porque los astures no veian con paciencia que aquellos invasores hubieran establecido sus tiendas en territorio que ántes les habia pertenecido.
    En efecto, distraidos los romanos por otras conquistas á las cuales asignaban mayor importancia, y gastadas sus fuerzas por las guerras sociales y civiles, sólo cuando se restableció la paz del mundo y Augusto cerró por la tercera vez las puertas del templo de Jano echaron de ver los orgullosos dominadores de la tierra que existia todavía un pueblo que, no contento con disfrutar de la independencia, dón entónces tan raro entre los pueblos, molestaba con repetidas incursiones á otros que reconocian y acataban la supremacía de
    (1) El origen inmediato de Cartago es , segun todas las probabilidades históricas , el resultado de una lucha intestina que obligó á emigrar á los vencidos.
    (1) Este es el origen de la ciudad de Leon, formada por la legion séptima, ciudad que tenia por objeto defender aquellas comarcas delas invasiones de los cántabros y astures.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  2. #2
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    Re: Historia de Asturias

    Roma y que por lo tanto estaban bajo su proteccion y custodia.
    Eran los antrigones y vacceos y otras tríbus que seria prolijo enumerar al presente, pueblos colindantes por las fronteras del Mediodía con los astures, cántabros y galáicos, siendo con frecuencia víctimas de las molestias que aquellas belicosas poblaciones «ausaban en los que no habian sabido rechazar la coyunda romana.
    Los astures descendian de sus montañas llevando la guerra y la matanza entre sus convecinos, pues al mismo tiempo que castigaba su debilidad impedian á los romanos el goce tranquilo de sus conquistas.
    El emperador Augusto, que jamas manifestó intenciones conquistadoras, esperaba por medio de guarniciones, convenientemente distribuidas, y con la fundacion de algunas colonias militares, mantener los extensos linderos de su imperio, más bien que ensancharle, pues conocia que su excesiva extension podia ser un perjuicio para conservarle.
    Sin embargo, los astures y cántabros estaban demasiado cerca de los países conquistados, y al mismo tiempo que hacian imposible la pacífica posesion de la Península ibérica, eran una amenaza constante para el orgullo del poder romano.
    Las primeras invasiones de los astures habian sido algun tanto reprimidas por el cónsul Tito Carisio; pero como estas derrotas, en vez de apagar el bélico entusiasmo de aquellos montañeses enardecian más sus belicosos instintos, fué preciso tomar una determin icion decisiva, con el objeto de conjurar aquellas constantes amenazas.
    Abriéronse por cuarta vez desde la fundacion de Roma las puertas del templo de Jano, y las armas del imperio se aprestaron á castigar para siempre el crimen de la independencia. Aun cuando Augusto, desde la época de su exaltacion al sólio del imperio no habia tomado personalmente parte en las contiendas militares, creyó esta vez á los cántabros y astures dignos de su presencia, y reuniendo las legiones más aguerridas y acompañado de los más experimentados capitanes, presentóse en España con el fin de dirigir por sí mismo las operaciones de la guerra.
    No se amedrentaron por estas nuevas los belicosos astures. Todo lo contrario: haciendo resonar de montaña en montaña el grito de guerra, reuniéronse todos los que podian soportar la fatiga de las armas, y resueltos á vencer ó morir, recogieron el guante que les arrojaba la prepotencia imperial.
    Como no formaban un cuerpo de nacionalidad, sino que por el contrario, estaban divididos en varias tríbus, pusiéronse estas de acuerdo, y nombrando á los que creian más esforzados por jefes, se aprestaron á rechazar la fuerza con la fuerza.
    Dirigieron los romanos sus primeras tentativas contra los invencibles cántabros, que infundieron tal terror en las huestes romanas, que por algun tiempo se dudó de poder vencerlos. Los cántabros prefieren la muerte á la esclavitud, y sólo cuando el país quedó yermo de defensores, pudieron contar los romanos con ejercer una dominacion puramente nominal en aque
    llas encrespadas montañas. Quedaban, pues resistiendo todavía los galáicos y los astures; pero como debemos tratar con especial atencion de esta lucha, la hacemos objeto de un capítulo especial.
    CAPÍTULO II.
    Luchas de loa astures y galáicos.—Destruccion de los cántabros y de los galáicos.—Invaden los romanos á Asturias.—Bajan los astures á las riberas de Ezla,—Traicion delos trigecinos.—Son derrotados los astures.—Refúgianse á Lancia.—Defensa de esta ciudad. — La toman los romanos.—Continúan los astures defendiéndose.—Expedicion maritima.—Aras Sextianas.—Division de Asturias.—Astúrica Augusta.—Guarnicion que envia Tiberio á Astúriac—Explotacion de metales preciosos.—Invasion de los bárbaros del Norte.—Los astures permanecen independientes.—Expedicion de Rechilla.— Continuas revueltas de los astures.
    Habitaban los astures sus montañas desde remotísimos tiempos, sin que viniese á turbarles en su sosiego mas invasión que la de los celtas, procedentes del Norte con los cuales formaron un solo pueblo. Aunque no conservamos documentos históricos relativos á esta época, es sin embargo indudable que en Astúrias encontramos vestigios de las dos principales influencias que han contribuido á la poblacion de la Europa.
    Es indudable tambien que los astures se vieron precisados á sostener repetidas luchas con sus vecinos los galáicos, fenómeno histórico que encontramos siempre repetido en todos los pueblos, para los cuales las relaciones de proximidad son casi sinónimas á las causas de antipatía y de contienda.
    Los astures formáronse en estas continuadas peleas para la guerra; adquirieron ademas de un desden hácia los habitantes de la llanura, el apego á los sitios en donde habian visto la luz primera, sentimiento innato en todo pueblo montañés.
    Fué preciso, pues, que los pueblos que habitaban las comarcas de la costa cantábrica, se encontrasen amenazados de un inminente peligro, para que apaciguando, al menos momentáneamente, sus mútuas querellas, se aprestasen á rechazar al odioso extranjero, que osaba hollar con sus atrevidas plantas aquel país, hasta casi inviulado.
    No habian llegado todavía en su civilizacion hasta el punto en que la comun amenaza provocase en ellos la idea de una confederacion, única que podria con algunas probabilidades del triunfo contrarestar el impetuoso ardor de las legiones romanas; y de esta suerte el imperio, aprovechándose de esta circunstancia, en vez de dirigirse simultáneamente á los pueblos que todavía no habian reconocido el poder romano, se propuso vencerlos uno á uno.
    Dirigió primero sus esfuerzos contra los cántabros, que con cortas excepciones ocupaban la tierra que se extiende desde el nacimiento del Ebro hasta las márgenes del Sella. Aguardaron estos la acometida de aquellas invencibles regiones con el ánimo sereno de los que no temen la muerte porque no han aprendid-i todavía á apreciar la vida.
    Aunque se veian con frecuencia precisados á ceder al esfuerzo romano, no era, sin embargo, sin que aquellos veteranos pagasen cara una victoria que sólo les conquistaba el terreno que hollaban con sus plantas.
    La guerra cantábrica llegó á ser tan temida en Roma, que muchos ciudadanos se valian de toda clase de pretestos para no asistir á ella.
    Despues de grandes esfuerzos consiguieron por fin los romanos estrechar cada vez más el círculo de hierro conque intentaban oprimir á los cántabros que se refugiaron en el monte Vindio, último baluarte que oponian á la tenacidad de los enemigos. Cercados por todas partes, y viendo ya imposible la victoria, prefirieron la muerte á adornar con su presencia en las calles de Roma el triunfo del cónsul romano. Los que no sucumbieron al filo de las armas enemigas, apelaron al puñal y al veneno para conservar una libertad hasta entónces poseida.
    Igual ejemplo presentaron los galáicos en las márgenes del Miño, con cuyos acontecimientos sólo quedaban por reducir en aquellas agrestes comarcas, los astures. Invadieron los romanos, llevando al frente al cónsul Tito Carisio, el territorio de los astures situado entre el Duero y los montes Erbáceos, y pareciéndoles á los montañeses indigno de su esfuerzo el acogerse á las asperezas de las montañas, bajaron resueltamente á las orillas del Ezla (hoy Esla), prefiriendo ántes ser acometedores que atacados. Comprendiendo instintivamente á la estrategia romana, dividieron sus fuerzas en tres falanges y nombrando para el mando de cada una de ellas al soldado que tenian por más entendido y valiente, intentaron acometer con brio á las armas imperiales, cogiéndolas á la vez por distintos flancos.
    Presenta la tradicion estas combinaciones como muy arregladas á las leyes estratégicas de aquel tiempo; pero refiere asimismo que una de las tríbus que se conocian con el nombre de trigecinos reveló al cónsul romano los planes que abrigaban los esforzados astures. Aprovechóse hábilmente Tito Carisio de esta circunstancia, y previno sus legiones con el fin de evitar cualquier sorpresa; y aunque losastures conocieron á tiempo que sus ardides habian sido descubiertos, no por eso apelaron á la fuga, sino que por el contrario, aceptaron la batalla con resolucion y denuedo.
    Peleóse por ambas partes con insano ardimiento; los romanos, como el que compromete su fama adquirida con innumerables victorias, y los astures con el valor de los que defienden sus hogares, sus familias, religion y tradiciones.
    A costa de grandes pérdidas, segun lo confiesan los mismos historiadores romanos, adquirieron la victoria las legiones imperiales, obligando á sus enemigos á refugiarse al amparo de los muros de la ciudad de Lancia (1).
    (1) Acerca de la verdadera situacion de la ciudad de Lancia, discrepan en extremo los antiguos cronistas. Unos la suponen situada en las vertientes meridionales de los montes Erbáceos, cerca del sitio en que algun tiempo despues se edificó la ciudad de Leon. Algunos
    No abrieron los moradores las puertas de esta ciudad á los romanos, sino que se aprestaron á hacer una desesperada resistencia. Emplearon los invasores todas las máquinas y pertrechos que el arte de la guerra habia inventado para el asedio de las ciudades; y los lancienses rechazaron todas las acometidas con extraordinario arrojo. Viéronse por lo tanto los romanos obligados á convertir el sitio en cerco, privando á los sitiados de toda clase de recursos, por medio de un riguroso bloqueo. Los lancienses, como que no contaban ya con esperanza alguna de triunfo, no quisieron escuchar proposiciones de capitulacion, prefiriendo ver destruida su ciudad á tratar con el vencedor.
    Cuando despues de muchas acometidas los extranjeros penetraron por asalto dentro de los muros de Lancia, los soldados querian castigar con el saqueo, el incendio y la matanza, el heróico valor de sus defensores; pero el cónsul Tito Carisio se opuso á este designio de sus tropas, admirado del valor de los astures, y queriendo conservar á Lancia como una muestra palpable de que nada resistia al ímpetu romano.
    Aunque derrotados los astures, no desistieron de sus intentos de independencia. Quedábanles todavía para su defensa elevados riscos, y desde ellos se desafiaban con frecuencia el poder de las armas imperiales, que llegaron á mirar la guerra de Astúrias como una de las más peligrosas.
    Comprendiendo los romanos que sób á costa de grandes esfuerzos conseguirian sojuzgar á aquellos montañeses, intentaron una expedicion marítima para atacar por el litoral á los astures trasmontanos, que se obstinaban en no reconocer la coyunda romana. Entónces, desembarcando cerca del sitio conocido hoy con el nombre de Cabo de Torres, y habiendo sojuzgado aquella comarca, echaron los cimientos de un monumento, conocido con el nombre de Aras Sextianas dedicadas á Augusto, con el cual se queria significar que por aquella parte el imperio romano sólo reconocia por linderos las turbulentas ondas del proceloso Atlántico.
    Hay gran discrepancia en los historiadores antiguos acerca del verdadero lugar en que se fundaron estas célebres Aras, hasta el punto de que Plinio y Ptolomeo las colocan en el país de los Nerios situado en Ga
    creen derivado el mismo nombre de Leon del de la misma ciudad de Lancia ó Lancea; pero esta etimologia es de todo punto infundada. El escritor Ambrosio de Morales en su viaje á los reinos de Leon, Astúrias y Galicia, manifiesta haber hallado junto á San Miguel de Lino, situado á las inmediaciones de Oviedo, una inscripcion que interpreta del modo siguiente: César domina Lancia; sin embargo, este aserto no puede tomarse como definitivo, á causa de sus débiles fundamentos a los ojos dela sana critica. Más verosimil es la opinion de los que sitúan á Lancia cerca de una legua poco más ó ménos de ls ciudad de Oviedo, en el sitio que todavia los naturales denominan Pico de Lancia, y en el cuál á la falda de una roca caliza, se descubren algunos vestigios de antigua poblacion. Sobre este punto nos contentamos con exponer las razones, dejando al juicio del lector el que acoja las que les parezcan más conveniente.
    licia; pero si nos atenemos al testimonio de Pompjnio Mela, que como español merece en estos asuntos alguna mayor fé, tendremos que convenir en que fueron edificadas en la costa de Asturias. Si á estas razones añadimos el haberse descubierto en el siglo xvu en el cabo de Torres notables vestigios de un monumento romano, tendremos mayores motivos para decidirnos por este último extremo.
    No han faltado historiadores que de estos pequeños vestigios, han querido deducir la aventurada asercion de que todo el territorio de Asturias obedeció á las leyes del imperio; pero esta creencia reconoce pocos sólidos fundamentos. La poblacion de Astúrias, dividida y fraccionada entónces como sucede siempre en todo país montañoso, no ofrecia poblaciones de consideracion , ni obedecia, como otras comarcas, áorganizacion alguna central, y por esta causa la ruina de la capital ne arrastraba en pos de sí la de las demás poblaciones.
    Por lo tanto la toma de Lancia solo causó la sumision de la comarca de Astúrias del lado meridional de la cordillera pirenáica, quedando los trasmontanos, con muy cortas excepciones, en la misma independencia que antes de la lucha. Los romanos valiéronse de todos los medios posibles para reducir aquellas tríbus; pero escepto las que se conformaron con descender á las llanuras para formar poblaciones regulares, las demas continuaron siempre mirando á los romanos como odiados extranjeros.
    Tomó entónces la comarca reducida el nombre de Astúrias Augustana, sirviéndole de capital la ciudad Austúrica Augusta, que perdiendo la segunda mitad de su nombre, en tiempos posteriores, es conocida hoy con el nombre de Astorga.
    Ademas de la fundacion de aquellas colonias militares , con el fin de mantener en la obediencia á aquellos pueblos, envió Tiberio de guarnicion á Astúrias tres . cohortes, que al propio tiempo que mantenian al país en un forzado reposo, cuidaban de la esplotacion de las minas que encerraba aquel territorio, y que habian excitado la codicia romana.
    Suponen los historiadores que los romanos extraian de aquellas comarcas nada menos que quince ó veinte mil libras anuales de oro, sin que calculen la riqueza que utilizaban de los demas minerales. Parécennos sin embargo exagerados algun tanto estos datos, siendo visible que en estas apreciaciones se refieren á la Astúrias Augustana que comprendia tambien, hácia el Poniente, alguno de los valles de Galicia, en los cuales todavía hoy existe la industria del lavado de las arenas auríferas.
    De todas maneras es cosa indisputable que los asturianos permanecieron en la independencia en su mayor parte sin fundirse con la raza romana; y esta circunstancia, como veremos mas adelante, es la mejor y mas sólida garantía contra potentes irrupciones, que partiendo del centro de la Arabia, llegaban bien pronto hasta el corazon de la Galia.
    Cuando los bárbaros del Norte se echaron sobre el inmenso imperio de Occidente para repartirse con el | derecho del más fuerte el botin de la victoria, que ¡
    esta vez consistia en ricos y civilizados dominios, los astures conservaron su indomable independencia, resistiendo lo mismo las destructoras correrías de loe suevos, vándalos y alanos, que el más civilizado ataque de los visigodos, que fundaron una monarquía en■ el territorio de la Península ibérica.
    Consiguieron los godos, á fuerza de ardimiento y de constancia arrojar á los vándalos hasta las costas septentrionales del Africa, ganando para su dominio la» fértiles y risueñas comarcas de la antigua Bética; aunque con mas trabajos, consiguieron tambien dominar el territorio gallego, en donde los suevos habian fijado su residencia; pero Astúrias y Cantabria rechazaron en multitud de combates las acometidas de los visigodos, que aspiraban á redondear sus dominios teniendopor frontera los Pirineos y los mares que ciñen los contornos de España.
    Uno de los más poderosos monarcas visigodos, Leovigildo, llegó hasta León con sus tropas victoriosas; pero no osó traspasar los montes Erbáceos, límite de los astures trasmontanos. Este asilo de la independencia no fué hollado por la planta de los visigodos, hasta un siglo despues por el general Rechilla; pero aun cuando consiguió trasponer la formidable barrera de la cordillera pirenáica, no pudo más que reducir en parte á aquellas gentes que aprovechaban los elevados riscos para desafiar impunemente el más heróico valor, el más decidido ardimiento.
    Los godos, sin embargo, se jactaban de haber añadido á su corona el territorio de Astúrias; y si bien algunos valles de los principales, fueron sometidos á una forzada obediencia, los astures aprovechaban cuantas ocasiones se presentaban para demostrar á sus dominadores que no se habia apagado en su pecho todavía la llama de la independencia.
    CAPÍTULO m.
    Invasion de los árabes.—D. Rodrigo.—Batalla del Guadalete.—Traicion de los hijos de Witiza.—Los godos no se funden con la poblacion hispano-romana.—Inaccion de la poblacion hispanoromana.—Tolerancia de Islam.—Los muzárabes.—La tradicion.— Refúgianse los godos tras los Pirineos.—Son recibidos aqui hospitalariamente.—Fusion.—Origen de la monarquia asturiana.—Incuria de los cronistas.
    Llegamos á la época en que un pueblo originario de la Arabia, compuesto de diversas tríbus en su mayor parte nómadas, forma de repente una nacionalidad fuerte y vigorosa, merced á los inteligentes esfuerzos de un hombre superior.
    Este hombre es Mahoma, salido de la clase media, pero á quien la tradicion adornó con maravillosas circunstancias, para esplicar tanto los singulares hechos de su vida, cuanto el espíritu de sus doctrinas, que un siglo despues de su fundacion habian de extenderse desde el remoto Oriente hasta los confines del mun . do conocido entónces.
    El islamismo llegó victorioso hasta el Africa occidental atravesando el estrecho que denominó de Gibraltar (1), con el designio de someter á su dominacion la Península ibérica, que debia servirle de punto de partida para extenderse por el corazon de la Europa, y relacionar estas conquistas con las que habia iniciado tambien por el Oriente. Es evidente que el islamismo se proponia la dominacion universal, desarrollándose en aquella época con todo el vigor de un pueblo jóven y robusto, que lleva la religion de la guerra hasta el fanatismo.
    Cuando los árabes llegaron á pisar el territorio español, reinaba á la sazon entre los visigodos D. Rodrigo (2), que se encontraba guerreando con los vascos que habian tratado de sacudir el yugo de la córte de Toledo. Tan pronto como tuvo noticia de este infausto suceso, reunió apresuradamente sus tropas, allegó todos los recursos, y salió á contener el ímpetu de aquellos conquistadores que amenazaban destruir en un instante el edificio de la civilizacion gótica, levantado en cerca de doscientos años de perseverantes trabajos.
    Encontráronse ambos ejércitos en las orillas del rio Guadalete, que debia presenciar la ruina de un poderoso imperio. La batalla fué tenaz y sangrienta, pues por ambas partes se jugaba el todo por el todo. Los visigodos, si eran vencidos, dejaban todo el país abierto á las incursiones de aquellos indómitos guerreros; y en cuanto á los árabes, si eran derrotados, debian perder hasta la esperanza de poder volver á las costas de Africa (3).
    Ocho dias consecutivos duró aquella terrible contienda, sin que árabes ni godos diesen señales de cejar en su empeño; pero al cabo de este tiempo, cuando ya la victoria se ponia al parecer de parte de los acometidos, uno de los cuerpos en que se dividia su ejército, se pasó al enemigo, vendiendo de esta suerte, por medio de la más negra traicion, la patria al extranjero.
    Hé aquí en resúmen y tal como nos lo permite la índole de nuestro trabajo, la tradicion que entregó á la España en manos de un orgulloso vencedor, tan sólo por la pérdida de uDa batalla.
    Los historiadores que han debido ocuparse de este hecho, indudablemente se han visto precisados á hacer intervenir en estos sucesos y en algunos otros posteriores el espíritu de lo maravilloso para explicar lo que se escapaba á su comprension. En cuanto al pueblo, que tampoco podria explicarse poco tiempo despues cómo un imperio sólidamente organizado y que contaba con largos años de existencia, habia sucumbido repentinamente á impulsos de algunos miles de combatientes, debió con su poderosa fuerza de imaginacion crear las circunstancias necesarias para explicar lo que á primera vista puede parecer irregular y extraño.
    (1) Cebel-al-Tarik.
    (2) Algun tiempo ántes habian desembarcado en España algunas algaradas, pero no contando con suficientes fuerzas se vieron obligadas á retroceder de nuevo al Africa.
    (3) Dicese que el jefe de loa arabes para quitarles toüa esperanza <le retira la, lestruyó las naves en que arribaron A Es] ana.
    No obstante, la historia, que aunque debe respetar la tradicion aspira á ponerla en armonía con la verdad y la exactitud, no puede contentarse con los relatos más ó ménos dramáticos de los antiguos cronistas; sino que por el contrario, necesita elevarse á otra clase de consideraciones que interpreten y espliquen los acontecimientos, áun aquellos que á primera vista pueden parecer más inexplicables.
    Que en el corto espacio de tres años los árabes hollaron con sus victoriosas plantas todo el territorio de la Península, es un hecho indudable; que en vez de los centenares de miles de invasores que figuran en las crónicas más cercanas á aquellos acontecimientos, sólo vinieron con los primeros conquistadores un número de guerreros casi insignificante, atendida la magnitud de la empresa, se deduce de todos los datos y de todas las conjeturas; ¿cómo sucedió, pues, la destruccion de la monarquía toledana, que al parecer estaba asentada en tan sólidos cimientos? Esto es lo que intentaremos demostrar en los mas breves términos que nos sea posible.
    Asi como los romanos al conquistar el territorio español á costa de grandes esfuerzos, habian logrado asimilar la poblacion indígena á la vida romana, no formando entre ambos pueblos más que uno sólo, cuando los bárbaros del Norte se echaron sobre el imperio de Occidente para repartirse sus dilatadas provincias, como botin de la victoria, no se fundieron con la poblacion conquistada, que permaneció formando una clase inferior sujeta al yugo de sus dominadores.
    De este modo existia una diferencia notable entre vencedores y vencidos, diferencia cuyos perniciosos resultados habrian de tocarse, cuando se presentasen críticas circunstancias. En efecto, el godo que despreciaba altamente al vencido, no llevaba en sus conquistas la idea de ensanchar cada vez mas el círculo de su dominio, asimilándose como los romanos los elementos conquistados, y por esta razon en medio de sus triunfos permanecia aislado, sin poder subsanar la sangre vertida con la de los pueblos que sujetaba á su yugo.
    El primer cuidado del imperio romano habia sido el extender paulatinamente los derechos de ciudadanía por todos los ámbitos extensos de sus dominios, al paso que los godos establecieron una marcada diferencia entre vencedores y vencidos.
    Cuando los árabes invadieron el territorio español, toda la poblacion hispano-romano permanoció impasible. No tenia patria que defender, vivia en un estado parecido á la esclavitud, y dejaba pasar sobre sus cabezas aquel torrente asolador en la confianza del que no espera que su suerte pueda empeorarse. Por el contrario, en la primera época de la conquista, los sectarios del Islam se presentaban llenos de tolerancia, permitiendo á los pueblos conquistadores el uso de su lengua, su religion, sus costumbres, sus leyes é instituciones, con sólo la obligacion de satisfacer á los vencedores por vía de tributo el azaqueó diezmo.
    Bajo este punto de vista la poblacion hispanoromana ganaba en el cambio, y de este modo se esplica cómo permaneció entre los musulmanes la inmensa mayoría de la poblacion romana conocida posteriormente con el nombre de muzárabe.
    Los godos fueron, pues, los únicos que se presentaron á disputar el territorio á los árabes, y como no eran numerosos, y estaban al mismo tiempo divididos por las discordias intestinas, nacidas en su mayor parte de los celos ambiciosos originados del sistema electivo de sucesion á la corona, fueron fácilmente destrozados por los potentes esfuerzos de un pueblo acostumbrado á la victoria.
    La tradicion, queriendo sin embargo justificar la caida de una considerable monarquía, echó mano para ello de antiguas predicciones, que se conservaban en Toledo, de traiciones tan repugnantes como las del conde D. Julian, las de los hijos de Witiza y el arzobispo D. Opas, debiendo verse solamente en ellas que la monarquía gótica tenia enemigos interiores que le fueron tan perjudiciales como los mismos que vomitó el Africa para su ruina.
    En efecto, la apatía de la poblacion, que como no tenia patria ni derechos, no se aprestó á defender ni la una ni los otros, el espíritu tolerante de los primeros musulmanes que invadieron el territorio español, y finalmente, las discordias civiles que habian trabajado un imperio regido por monarcas electivos, muertos violentamente en su mayor parte, son causas más que suficientes que justifican los resultados de la invasion sarracena.
    Viéndose aislados los godos despues de la derrota, no contando con que podrian encender una guerra de nacionalidad en donde esta idea no existia, tuvieron que refugiarse al abrigo de la cordillera pirenáica, dudando todavía si entre los pueblos belicosos que poblaban aquellas agrestes comarcas, y con los cuales habian estado en lucha perenne, encontrarian la hospitalidad apetecida.
    Los astures y los cántabros recibieron á los fugitivos godos amistosamente. Así como hasta entonces no habian podido ver en ellos más que á los enemigos de su independencia, los destructores de su nacionalidad, consideraban ahora á los godos como auxiliares importantes en una contienda formidable.
    Por mucha distancia que separase á los astures de los visigodos, más existia aun entre aquellos montañeses y los pueblos del Oriente que intentaban con la conquista introducir nuevas creencias 6 instituciones. Entre unos y otros no podia ser dudosa la eleccion, tanto más, cuanto que los astures profesaban la religion del Crucificado y estaban resueltos á defenderla, al propio tiempo que defendian sus familias y hogares de las terribles algaradas de los musulmanes.
    Verificóse, por lo tanto, la efusion entre ambos pueblos, y guarecidos en la aspereza de sus montañas se aprestaron á defenderlas, cualquiera que fuese el enemigo que osase franquearlas. La amenaza qve á todo alcanzaba, el comun peligro que veian sobre sus cabezas les obligaba á olvidar antiguas diferencias y á no acordarse de otra cosa sino de que todos eran cristianos, y por lo tanto, enemigos de las doctrinas de Islam.
    Hé aquí el orígen de la monarquía asturiana, que debia servir de base á una gran nacionalidad, que andando el tiempo causaria con su poder el asombro
    y el terror no sólo de la Europa, sino tambien de la mayor parte del mundo.
    Por esta razon, todo cuanto se refiere á sus fundamentos y orígenes es en sumo grado interesante é instructivo. Lástima que la incuria de aquellos tiempos, ocupados mas en obrar que en consignar la memoria de los hechos y acciones memorables, haya olvidado darnos á conocer en todos sus detalles el primer acto del drama de nuestra reconstitucion política y social. Los hechos más culminantes apenas han merecido á. los cronistas de aquella ¿poca mas que algunas breve» palabras, y la mayor parte han pasado inapercibido» en medio del estrépito y fragor de los combates.
    Pero cuando la historia es parca en referencias, la tradicion popular abunda en ellas, adornando con circunstancias maravillosas y extraordinarias, tanto Ioshechos como los héroes que los han realizado. La crónica puede olvidarse algunas veces con manifiesta ingratitud de los grandes varones; pero la tradicion, hija legítima del pueblo, pagará con usura este desdeñoso olvido.
    Veamos, pues,.de qué manera refiere el nacimiento de la monarquía asturiana; pues á través de las galas poéticas y del colorido dramático con que adorna los acontecimientos, podemos cou la guía que nos suministra la crítica histórica, leer lo que en ella puede existir de positivo y real.
    Los árabes, despues de la victoria de Guadalete, se derramaron como un torrente asolador por todo el territorio de la Península ibérica, sujetando á su yugo todas las comarcas, sin que osasen poner un dique á sus victoriosas armas en los primeros momentos de estupor causados por aquellas bruscas acometidas, más que algunas poblaciones del Oriente guiadas por el esforzado Teodomiro, que no solo por medio del valor sino por sus tratos y convenios, consiguió todavía por algunos años conservar una sombra pálida de independencia. Poco despues todo obedecia al dominio musulman, si exceptuamos las comarcas situadas entre los montes Pirineos y el mar.
    A su abrigo se habian recojido los destrozados restos del imperio godo, para reponerse algun tanto de los pasados desastres, siendo auxiliados en estos fines por los astures que veian amenazada la patria que con tan heróico esfuerzo habian defendido contra tan potentes invasiones, de otros nuevos huéspedes más terribles, si cabe, que los que hasta entonces habian intentado penetrar por los estrechos desfiladeros que separan el territorio de Astúrias de las llanuras de Castilla.
    El grito de guerra volvió á resonar por aquellos estrechos valles; la voz de alarma cundió de montaña en montaña, y los agrestes hijos de aquellas comarcas, armándose rústicamente, esperaron impávidos á los vencedores muslines. El primer ímpetu de estos conquistadores, y mas que todo, la fortuna que guiaba sus escuadrones, les hizo atravesar bien pronto los Pirineos y penetrar en el territorio de la vecina Galia, en donde algunos años más tarde debian ser rechazadoscerca de los muros de la antigua Letecia por el indomable arrojo de los francos, guiados por el esforzado Cárlos Martel.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    Las dolorosas pérdidas que en distintas ocasiones sufrieron las huestes musulmanas allende el Pirineo, les hizo considerar como funesta para ellos la tierra de Afranc, nombre con que denominaban la Galia. Puede decirse con completa exactitud que tierra de Afranc, fué para ellos, no solo la Francia, sino la zona Norte de la España, en cuyos montañosos campos comenzó á nublarse su brillante historia. En vano en los primeros momentos, reuniendo considerables escuadrones, atravesaron con vencedora planta los temibles montes Erbáceos, que hasta entonces habian sido un valladar casi insuperable contra las invasiones; en vano derramándose por los valles mas extensos, llegaron hasta el Atlántico, que intentaban, como los romanos, considerar como límite de sus conquistas; en vano fundaron en la antigua Gejio un gobierno bajo la direccion de Munuza, gobierno que los antiguos cronistas se esfuerzan en elevar á la categoría de reino: todas estas atrevidas incursiones no debian ser más que los débiles vestigios de un poder efímero y fugaz.
    Los aguerridos montañeses que habitaban aquellas comarcas, habian dejado penetrar álos atrevidos muslines en el recinto sagrado de la patria; pero pocos debian abandonarla. Mientras que los árabes echaban los cimientos por una parte del territorio asturiano, por la otra se reunian sus habitantes, y enarbolando el pendon de la independencia, arrojaban resueltamente el guante á aquellos guerreros que, como asolador torrente, habian recorrido todo el ámbito que media entre el centro de la Arabia y el extremo occidental de la Europa.
    Poco debió importar á los árabes la resistencia de un puñado de montañeses; así que creyeron reducirlos fácilmente á la obediencia, por medio más bien de un paseo militar que de nna disputada conquista.
    Aunque es indudable que entre árabes y astures, desde los primeros tiempos de la invasion, debió haber reñida lucha y contiendas que amaestraran á los segundos en el arte de aquella guerra, y les enseñaran á sacar todo el partido posible de las circunstancias favorables que presentaba el terreno, los cronistas pasan muy de ligero sobre estos acontecimientos, deteniéndose solamente algun tanto en la célebre jornada de Covadonga, famosa no solo en los anales de la historia de aquellas retiradas comarcas, sino tambien memorable en la historia del mundo.
    Encuéntrase situada Covadonga en el corazon de Astúrias, á algunas leguas del mar y en terreno agreste y selvático. Para llegar á este sitio, cuna de nuestra nacionalidad, se hace preciso atravesar una larga y estrecha garganta formada por las aguas del rio que corre por el fondo del valle, si es que merece este nombre el estrecho recinto de aquella cañada.
    El horizonte se estrecha y se cierra todavía mas al llegar á Covadonga.
    Un inmenso peñasco, casi desnudo de vegetacion, se eleva recostado sobre la montaña, peñasco que á la mitad de su altura tiene hueco natural, de forma irregular y caprichosa, causada únicamente por la naturaleza.
    Vénse hoy en aquellos lugares algunos edificios, que quitan parte de su rusticidad al paisaje; y restos de construcciones de diversas épocas, que aunque indignas de conmemorar por sus mezquinas proporciones acontecimientos tan importantes, fueron originadas por lapiedadyporelreligiosorespeto álatradicion.
    La cueva á que nos referimos ha sido transformada en templo, conservando en gran parte los naturales atavíos.
    Si á esto añadimos una magestuosa basamenta que á la falda de la roca hizo construir Cárlos III con el fin de elevar sobre ella un templo que fuese monumento digno, no solo de los hechos que recuerda, sino tambien de una nacion dueña de dos mundos, habremos hecho una reseña exacta del famoso sitio de Covadonga, tan visitado por todos y especialmente por los habitantes de Astúrias, que el 8 de setiembre celebran la festividad de Nuestra Señora de las Victorias, bajo cuya advocacion están aquellos sitios.
    En este lugar debia acaecer la primera escena de nuestra reconstitucion nacional, que habria de durar siete siglos de continuados y heróicos esfuerzos. En este sitio debian luchar la cruz y la media luna, sostenida aquella por unos cuantos rústicos campeones, y hasta por los más aguerridos soldados del mundo.
    Despreciando los sectarios de Islam tan reducidas huestes, con la osadia que presta siempre la fortuna, no dudaron en seguir á los astures hasta sus más retiradas guaridas, pareciéndoles que un puñado de hombres poca resistencia podrian oponer á tan lucidos escuadrones, que acababan de imponer su ley á la mayor parte del mundo.
    Atravesaron, pues, animosamente el estrecho desfiladero que conduce á Covadonga, sintiendo crecer su confianza á medida que adelantaban por aquella inmensa senda, sin que nadie se presentase á disputarles el paso. Llegados á Covadonga pudieron entonces percibir á los astures, que encaramados en la cresta de las montañas y guarecidos en la cueva, parecian desafiar al poder del islamismo.
    Guiábalos su caudillo Pelayo, sobre cuya procedencia y orígen andan discordes las tradiciones. Denominante los árabes con el nombre de Belay el Rumí, es decir, el romano de donde han querido deducir algunos que no pertenecia á la estirpe goda, sino que por el contario, habia salido de la poblacion hispano-romana. Por otra parte, su nombre Pelagio parece venir en apoyo de esta asercion, si solamente las coincidencias de nombre pudieran servir algunas veces de base á las afirmaciones históricas.
    Los cronistas más cercanos á los hechos que vamos exponiendo, apenas se detienen en ellos; pues en medio de la concision que observa en sus escritos, reducidos meramente á la categoria de brevísimos anales si alguna vez abandonan el acostumbrado laconismo, es más bien para recordar los esfuerzos del visigodo Teodomiro en el Med iodía de España, que no los arranqu es de independencia de los guerreros de Covadonga.
    Por lo demás, era natural que de este modo sucediese. Ha bia agrupado Teodomiro en torno snyo I03 pocos restos del destrozado poderío gótico disputando con ellos el terreno palmo á palmo á los árabes. Los cronistas de aquella época confiaban más en el esfuerzo de aquellos campeones y en la bravura y habilidad de su caudillo, que por medio de diestras estratagemas habia conseguido en diversas ocasiones establecer ventajosas capitulaciones con los musulmanes (1), que en la tenacidad de unos cuantos rudos montañeses, casi separados por completo de todo contacto con la parte civilizada de la Monarquía visigoda.
    Y sin embargo, por generosos, nobles y patrióticos que fuesen los esfuerzos de Teodomiro, no era este más que el último resplandor del astro que se hunde en el Océano; en tanto que Pelayo era el nuevo sol que amanecia en el Oriente, y que habia de fecundar con sus dorados reflejos toda una Monarquía, que sería por algun tiempo, no sólo árbitra de los destinos de la Europa, sino tambien señora de dilatados y vastos continentes.
    La tradicion no pudo, sin embargo, olvidar á su héroe predilecto, á Pelayo, y por eso rodeó las circunstancias de su vida con dramáticos pormenores. Sin preocuparse para nada de su nombre romano, le hace de estirpe goda, y como si el fundador de una gran nacionalidad debiese ser descendiente de régia estirpe, figura Pelayo entre la familia de los últimos Reyes de Toledo; si bien víctima de los amaños y asechanzas de aquella corrompida córte.
    Hijo del duque Fabila ó Fafila, muerto violentamente por Witiza á instigaciones, segun parece, de su propia mujer, vióse obligado Pelayo á separarse de aquella córte, que le recordaba incesantemente que la sangre de su padre pedia ejemplar venganza. Sin embargo, los mismos acontecimientos se la dieron cumplida al duque Fabila, cuando Rodrigo ocupó el Trono visigodo. En aquella época encontrábase Pelayo separado de la córte y acojido á las montañas de Astúrias; siendo al mismo tiempo el amparo y proteccion de una hermana suya, á quien las crónicas hacen representar un papel no muy conforme con el carácter del fundador de la independencia nacional.
    Durante su residencia en Astúrias, captóse el jóven Pelayo las simpatías de sus moradores, que al mismo tiempo que veian en su frente las señales de un precoz infortunio, apreciaban en él sus dotes do esfuerzo y resolucion. Sus desgracias, al mismo tiempo que su elevado origen, le daban una especie de supremacía sobre los que le rodeaban, que habia de ser en tiempos supremos de peligro el orígen de la obediencia que le prestaran aquellos rudos montañeses.
    Pelayo, pues, habia excitado entre los astures el sentimiento de la independencia; y como esta idea se sembraba en terreno tan idóneo para recibirla, no tardó en producir copiosos frutos. Sin embargo, los sectarios del Islam llevaban hasta entonces la mejor parte en la lucha, y las repetidas derrotas, si bien no destruian la esperanza ni el esfuerzo del corazon de los varones templados para la resistencia, iban redu
    M) En el sitio de Aurioles (Orihuela) disfrazó á las mujeres de guerreros y con ellas coronó los muros. Creyendo los árabes que deberian combatir con numerosas fuerzas, se prestaron á una capitulacion honrosa para los cristianos.
    ASTÍIRIAS.
    ciendo hasta los últimos límites el número de combatientes. Esta circunstancia obligó á los astures á acogerse á la aspereza de las montañas, y habiéndoles parecido el sitio de Covadonga el más idóneo para arriesgarse á la defensiva, guarecidos en la gruta que la peña presentaba, y desparramados otros por las crestas de las elevadas montañas adyacentes, esperaron resueltamente á los sectarios del Islam.
    Presenta la tradicion á los árabes marchando en innumerables escuadrones por el estrecho desfiladero que conduce á Covadonga, guiados por Alkaman, que no se detiene hasta que encuentra á la reducida hueste de Pelayo. Refiriéndose de nuevo á la traicion del obispo D. Opas, que ya en la jornada de Guadaleto habia contribuido á vender la patria al extranjero, hácele asistir tambien á este hecho de armas y tomar en él una parte principal.
    Luego que los musulmanes llegan á percibir á los montañeses en su guarida, adelántase D. Opas á amonestarlos, presentándoles la temeridad de la resistencia contra tan numerosos y aguerridos escuadrones. La respuesta de Pelayo es fácil de concebir, tanto más, cuanto que los historiadores sucesivos que han ¡do relatando este acontecimiento, le fueron adornando siempre con nuevas circunstancias; de suerte, que las que en el antiguo Cronicon de Sebastian son breves frases, conviértcnse, en Mariana y Masdeu, en estudiadas y ampulosas arengas, vaciadas en el molde de las de los historiadores do la antigüedad clásica.
    Comprenden entóncas los sarracenos que la obstinacion de aquellos montañeses es inquebrantable, y que sólo por la fuerza do las armas podrán reducirlos á la obediencia. Comienza, pues, con todo furor la batalla-, contestando los soldados de Pelayo á las armas arrojadizas de los musulmanes, con enormes piedras que introducen la confusion y el desórden en aquellos escuadrones, hacinados confusamente en tan estrecho desfiladero, en donde apenas pueden maniobrar.
    Crece el ánimo de los astures al observar el buen resultado de sus primeros esfuerzos. Los venablos y las flechas, las piedras, lanzadas por robustos brazos, aumentan el estupor y el asombro entre los islamitas, que en su excesiva confianza habian despreciado en un principio tan reducida y mal armada hueste. Cuando intentan acometerla, estórbanse mútuamente, y alborotada la caballería, introduce gran confusion en los infantes.
    Una nueva complicacion viene á propagar el pánico en las huestes de Alkaman. Los montañeses, que desde las elevadas crestas que rodean aquellos sitios espiaban con ojo avizor las peripecias de aquella contienda, al verla confusion que se apodera de sus enemigos, que apenas pueden creer en tan porfiada resistencia, lanzan enormes peñascos, troncos de seculares árboles, que, rodando con espantoso fragor por aquellas ágrias pendientes, caen en el barranco, en donde yacen apiñados los musulmanes, causando los más horrorosos estragos.
    Todo parece que se habia conjurado en aquellas comarcas contra las armas del Islam. Hasta las flechas que lanzaban en su aturdimiento, rebotando en la dura roca, se volvian en su propio daño. Los compa
    3
    ñeros de Pelayo redoblan sus esfuerzos, y observando el desórden que se ha introducido en las filas enemigas, sienten crecer en su ánimo la confianza en la victoria, y con ella nuevo valor y decision.
    No tardó mucho tiempo en declararse en los escuadrones de Alkaman la derrota con todas sus tristes consecuencias. Sin poder herir á sus contrarios por el excesivo número de sus fuerzas, acosados por enemigos invisibles, que amenazaban desplomar sobre ellos las cumbres de aquellas elevadas montañas, se declararon en desordenada fuga, siendo perseguidos por los astures, que aumentaron con nuevos estragos los causados en la batalla.
    Innumerables musulmanes pagaron en aquella ocasion con la vida su osadía, tiñendo con su sangre las cristalinas aguas del Deva, que desliza su corriente por las sinuosidades de la cañada. El mismo AlkamaD, el orgulloso caudillo que habia despreciado á aquel puñado de combatientes, sucumbió en aquella jornada despues de haber visto caer á su lado á sus más esforzados guerreros.
    Sin embargo, la fortuna, que desde algun tiempo habia colmado con sus favores á las armas musulmanas, no se contentó con aquella sola derrota para demostrar sus veleidades. Era preciso que todas las tropas de Alkaman hallasen agreste sepulcro en aquellas asperezas, y así sucedió en efecto.
    Refiere la tradicion, que un cuerpo de tropas que consiguió, á fuerza de grandes trabajos, doblar la áspera cumbre del Auseva, no tardó en encontrar el mismo fin que sus compañeros. Buscando los bosques de Liébana, por las gargantas del Amosa, al llegar á las riberas del Deva, el ribazo por donde caminaban los guerreros se estremece de repente, y con gran fragor se desgaja sobre el rio, hacinando, en confuso monton, los guerreros y las rocas. De este modo terminó la jornada de Covadonga, que habia de iniciar siete siglos de cruentas luchas, dando por resultado la emancipacion de un pueblo.
    Esto es lo que refiere la tradicion, que con sus acostumbrados adornos, ha ido adicionando con maravillosos acontecimientos el hecho tan culminante que comienza nuestra gloriosa y porfiada lucha por la independencia. Posteriormente, la incredulidad no se ha contentado solamente con desnudar el acontecimiento de sus principales circunstancias, sino que, adelantando en este camino, ha llegado hasta negar el hecho, y poner en duda la existencia del caudillo.
    No obstante, los estudios críticos sobre la historia, han revelado de un modo elocuente que, al paso que no hay motivo alguno sólido, ni prueba positiva para poner en duda la jornada de Covadonga, la mayor parte de los historiadores árabes hacen mencion de este desastre sufrido por sus tropas, si bien paliándole, como es natural, en lo posible.
    Que en las relaciones de nuestros cronistas, con respecto al número de guerreros que perecen en las contiendas, hay gran exageracion, ya lo dejamos indicado en varias ocasiones, y especialmente cuando nos ocupamos de la invasion; pero esto, nada dice en contra de la verdad del acontecimiento. Tanto el monje de Silos, que hace ascender el número de los sarracenos
    que murieron en el valle de Covadonga á ciento veinticuatro mil, y á sesenta y tres mil los que perecieron aplastados en el Deva, como el Tudense, que reduce á veinte mil el número de los primeros, y á sesenta mil el de los segundos, como, finalmente, los demas historiadores, que todavía aminoran este número; todos, sin distincion, convienen en la sustancia principal del hecho, estando en este punto de acuerdo con los cronistas árabes.
    De este modo nació la Monarquía asturiana, en medio del fragor de un descomunal combate, creciendo despues á costa de belicosos esfuerzos. Las prendas que adornaban á Pelayo, le habian conquistado, de parte de los astures, el título y carácter de jefe; el esfuerzo que desplegó en las críticas circunstancias que acabamos de narrar, y más que todo, la fortuna con que inició sus primeras empresas, le dieron el título de Rey, que en un principio no fué distinto en esencia del de caudillo.
    En aquellos momentos difíciles, en que sólo el valor y la resolucion podian conducir á seguro puerto la nave de la nacionalidad española, rodeada de rocas y arrecifes, se necesitaba un robusto brazo y un esforzado corazon, y por esta razon aquellos sencillos montañeses pusieron su vista en su caudillo, que en lo3 momentos más apurados no habia desconfiado de la salvacion de la patria.
    El mismo campo de batalla fué el escogido para aclamar al nuevo Monarca, y el paves, una de las armas defensivas, el instrumento que sirvió de sólio á aquella naciente Monarquía, que se fundaba en la aclamacion popular, pues faltaba otro derecho sobro qué establecerla. Por esta razon, en tiempos posteriores, el pueblo conservó siempre en sí mismo la idea de su soberanía, y si este pensamiento estuvo oscurecido durante algunos siglos, á causa de circunstancias excepcionales y usurpaciones hábiles, bastó el primer sacudimiento originado por el comun peligro, para que volviese á proclamarse, por los representantes de la nacion, el fecundo principio de la soberanía nacional, única base sólida y estable de los tronos.
    La Monarquía que fundaron los asturianos en aquel apartado rincon, no fué una restauracion, como algunos escritores han tratado de demostrar, violentando la significacion de los hechos históricos é interpretándolos de un modo caprichoso. El poder, verdaderamente gótico, habia muerto en las orillas del Guadalete, y las restauraciones que intentaron Teodomiro y Atanagildo en el Mediodía, no tuvieron más que una vida efímera y pasajera', á pesar de los tratos y convenios que se vieron precisados á entablar con los enemigos.
    Por estos motivos, jamas podremos estar de acuerdo con aquellos historiadores que consideran á Pelayo como el tercer Rey de los cristianos, y sucediendo en el poder á los citados Teodomiro yA tanagildo; Pelayo, por el contrario, es el único fundador de la independencia de la España, y ni su nombre, ni ninguna de las circunstancias que rodearon su existencia, presentan reminiscencias góticas.
    Si posteriormente los Reyes de Astúrias reanudaron las sencillas, pero grandes tradiciones de sus orígenes
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    con las de la Monarquía de Toledo, jamás pudo prevalecer esta idea, ni verificarse la restauracion que intentaron , por cuyas causas la organizacion del nuevo poder, no se hizo, ni pudo hacerse, bajo las bases góticas.
    Los elementos de la Monarquía asturiana fueron, en efecto, completamente originales; no tomaron prestado nada de las dominaciones que les habian precedido , si exceptuamos las tradiciones puramente locales de independencia y libertad, que hicieron á esta Monarquía predominar y absorber á las demas que simultáneamente se fueron estableciendo en la Península ibérica al abrigo de las ásperas gargantas de la cordillera pirenáica.
    CAPÍTULO IV.
    Covadonga.—El monasterio.—Fundacion de la colegiata.— Proyecto de Carlos III.—Munuza.—Su derrota.— Pelayo despues de la victoria.—La corte del nuevo Rey.—Sus dominios.—Muerte de Pelayo.—Favila.—Santa Cruz de Cangas.—Alfonso I, Rey de Astúrias.—Discordias entre los árabes.—Luchas del Monarca asturiano.—Toma de Lugo y de Tuy.—Fruto de las excursiones de D. Alfonso.—Cómo califican los historiadores arábigos al Monarca asturiano.— Por qué se le ha dado el nombre de el Católico.
    El santuario de Covadonga fud en todos tiempos objeto de veneracion, no solamente por parte de los sencillos habitantes de aquellas comarcas, sino tambien por todos los pobladores de la Península, que veian en aquel agreste rincon el orígen de su independencia.
    No han faltado escritores que han querido suponer que ya en tiempo de la guerra de los astures contra los romanos, habia sido el lugar de Covadonga escogido como refugio en los momentos más apurados, y que por esta razon, y conformándose Pelayo con las tradiciones que sobre aquellos lugares existian, los buscó como una fortaleza inexpugnable contra las algaradas del islamismo. Se ha llegado tambien á suponer que en la cueva de Covadonga existia ántes de la época de la invasion arábiga un santuario; pero todas estas aserciones, al paso que atestiguan el gran valor que la tradicion asignaba á estos sitios, no pueden servir de modo alguno para establecer sobre ellos conjeturas, que puedan servir de apoyo y fundamento á la historia.
    Sin embargo, como jamas puede ésta prescindir de la tradicion, que en los remotos tiempos suele ser la nnica fuente á donde podemos recurrir para sondear algo en las oscuridades del pasado, se hace preciso que nos detengamos algo en estos lugares. Dejamos más arriba apuntado que el camino que conduce desde la antigua Canicas (hoy Cangas) hasta Covadonga, es un desfiladero que cada vez parece estrecharse más y más. Corre por el fondo del barranco, venciendo con sinuosa marcha las asperezas del terreno, el rio Bueña, formado por el Riuazo y el Diva, que presentan sus orillas cubiertas de una frondosa vegetacion.
    La naturaleza, que en los pasados tiempos apénas ofrecia al caminante más que una estrecha y peligrosa senda, ha sido ya domada por el esfuerzo hu
    mano, lo cual permite en la actualidad fácil acceso á aquellos lugares.
    Cuando el viajero desemboca por el estrecho sendero en Covadonga, cree de pronto haber llegado á los extremos linderos del mundo, tal es la elevacion y aspereza de las montañas que le rodean y que le presentan al pronto una valla insuperable. Percibe por un lado las elevadas crestas del Hines, en tanto que por el otro le cierran el paso ásperas montañas, sobre las cuales vénse aparecer todavía los agrestes picos de Europa, que sirven de límites á la provincia de Astúrias, por la parte del Oriente, en tanto que las últimas estribaciones de estas principales cordilleras forman un complicado urdimbre que dá al paisaje el más variado y pintoresco aspecto.
    Si á esto añadimos la espumosa corriente del Diva, que baja hasta las profundidades de la garganta, despeñándose desde el monte Urandi, y el sordo rumor que produce el Rinazo, que tiene su origen en el lago de Nol, comprenderemos toda la sombría majestad de aquellos lugares. Divide el Diva sus aguas ántes de llegar al pié de la montaña, precipitándose uno de los ramales por el interior de la cueva. En el centro de ella ha formado la naturaleza una galería, que el arte ha perfeccionado en algun modo con algunas tablas, que sirven de puente á las aguas del Diva. En un extremo de esta galería vése áun, por un grosero arco de medio punto, una capilla bajo la advocacion de Nuestra Señora de Covadonga, á cuyo lado pueden observarse los epitafios de Pelayo y Alfonso I, que presentan, no obstante, pocas garantías de autenticidad.
    Da fácil acceso á la cueva que acabamos de describir un pequeño monasterio, que tiene su iglesia dedicada á San Fernando, y que, segun los caractéres que ofrece su arquitectura, pertenece al siglo xvi. Es cierto que en el templo indicado se descubren algunos vestigios de monumentos bizantinos, especialmente dos sepulcros, que parecen haber pertenecido á los abades del monasterio fundado en aquel sitio, segun se desprende de antiguos privilegios atribuidos á Fernando III y á Alfonso X; pero de esto sólo puede deducirse que, al restaurar el templo, se conservaron piadosamente aquellos restos, más bien como memoria de su antigüedad, que como vestigios de arte, pues en este concepto no merecen ser tenidos en cuenta.
    No es fácil señalar con exactitud la época en que quedó abandonado el monasterio, aunque sí puede afirmarse que á fines del siglo xvi ya no moraban en él los monjes, segun se desprende del testimonio de Morales que visitó aquellos sitios por órden del Rey por los años do 1572.
    A mediados del siglo xvn establecióse en aquel santuario una colegiata, cuyos canónigos residian, como hoy, en algunas casas situadas cerca del abandonado monasterio. En 1777, un voraz incendio redujo á cenizas la mayor parte del maderaje y alhajas del santuario, catástrofe que excitó la munificencia de Cárlos III, que intentó construir en aquel apartado rincon un monumento digno de memoria eterna. El arquitecto D. Ventura Rodriguez, fué el encargado de presentar el proyecto para llevar á debido cumplimiento esta obra.
    El primer cuerpo del edificio debia servir de panteon á Pelayo, sustentando ademas un templo, cuya testera sería la famosa cueva, que de este modo quedaria oculta tras los primores y atalajes del lujoso orden corintio.
    Ya dejamos más arriba indicado que de este proyecto, en el que debian invertirse catorce millones de reales, sólo se ejecutó el basamento que consumió dos (1).
    Este es el principal teatro de la gloria de Pelayo, que se atrevió, cuando todos desmayaban, á resistir á la poderosa media luna.
    Las consecuencias de la jornada de Covadonga fueron inmediatas é importantes, pudiendo decirse que libraron todo el país de la Astúrias trasmontana de la plaga de infieles que le infestaba. De este modo el territorio independiente fué ya todo el que se extiende desde las montañas al mar, y el comprendido entre los rios Eo y Deva.
    Cuéntase que Munuza, que habia llegado á establecer en Gijon un gobierno regularmente organizado, tan pronto como recibió la noticia de la desastrosa jornada de Covadonga, se dispuso á abandonar aquellos lugares, temeroso de la actitud hostil que cada dia tomaban los rudos montañeses.
    No supo, sin embargo, aprovechar los primeros momentos, y cuando se resolvió al fin á abandonar aquellas inhospitalarias comarcas, fué cortado en la retirada por los montañeses, que envalentonados con el recuerdo de la reciente victoria, destruyeron con su impetuosa acometida las huestes de Munuza, hasta entónces acostumbradas á la victoria. Segun refieren los más antiguos cronistas, el mismo Munuza pagó allí con su vida su excesiva audacia, que le habia hecho aventurarse en un país nacido para la independencia.
    Libre ya el territorio propiamente asturiano de enemigos, reconocido Pelayo, por su esfuerzo, jefe de aquella naciente Monarquía, consagrado su poder por el asentimiento unánime de los astures, que veian en él el más digno de conducirlos á la victoria, ocupóse Pelayo en organizar sus fuerzas, vivificar el espíritu del país, y prepararse á la defensa, en caso de que el enemigo derrotado volviese de nuevo á intentar otra invasion.
    Pero si en aquellos enriscados montes podia disputar á los musulmanes la victoria, era difícil que se decidiese á descender á las llanuras que en otro tiempo habian constituido la Astúrias Augustana, pues en ella, sus montañeses, mal armados y poco duchos en el arte de una guerra regular y ordenada, no hubieran podido resistir al ímpetu de la caballería musulmana. Por eso no creemos verosímiles las con
    (i) En medio de una anchurosa plaza, perforada de un puente ó conducto que sirve de caja al rio Auseva, á la que se sube por escalinatas, se levanta un panteon cuadrado con una sencilla portada para enterramiento del abad y canónigos de aquel cabildo, con una pirámide en el centro, en memoria del infante D. Pelayo. Sobre esta cuadrada mole, que tiene escaleras en tres fachadas, se habia de erigir el gracioso templo rotundo con »u vestibulo y cúpula, apoyada sobre columnas aisladas, y con un magnifico tabernáculo en medio. (cean Bemidez.)
    quistas con que algunos escritores tratan de adornar el período de su reinado, tanto más, cuanto que las pone en duda el silencio de los escritores contemporáneos (1). Refieren los primeros, en efecto, que Pelayo verificaba todos los años alguna campaña, destrozando con frecuencia á los enemigos de la patria, rescatando poblaciones enteras del poder del islamismo, y hablan ademas de la conquista de Leon, verificada por este príncipe; pero en todos estos asertos hay visible exageracion.
    Más probable es, en efecto, que Pelayo se dedicase exclusivamente á robustecer sus cortos dominios, á destruir los vestigios que la dominación arábiga habia dejado en ellos, y á dar hospitalidad á los muzárabes que, descontentos de la dominacion musulmana que habian aceptado en un principio, se retiraban al abrigo de aquellas montañas que habian opuesto un valladar insuperable á la audacia de los moros.
    Para este resultado contaba Pelayo, ademas de los recursos que un país tan agreste presentaba, con la tregua que los árabes le ofrecian, distrayendo su atencion, ya hácia otras empresas, tales como la conquista de la Galia, ya también por sus discordias intestinas, que comenzaban por entónces á minar sordamente la preponderancia musulmana.
    La primitiva córte de aquella naciente Monarquía no se separó mucho de la famosa cueva que la habia servido de cuna, pues Pelayo la estableció en la vecina villa de Cangas, que en la actualidad apénas conserva vestigio alguno de su antigua preeminencia.
    Segun la tradicion conservada en las antiguas crónicas, tuvo por mujer Pelayo á Gaudiosa, y en ella á sus hijos Favila y Ermisenda, la cual fué dada en matrimonio á Alfonso, hijo de Pedro, duque de Cantábria. que algun tiempo despues debia ilustrar su nombre conheróicas acciones. Este enlace demuestra, que ya desde aquellos remotos tiempos comenzaron á establecerse relaciones amistosas entre los pueblos que resistian la invasion musulmana, y que desde las ásperas cumbres de los Pirineos osaron lanzar el grito de la independencia.
    No es probable que todo el territorio de Astúrias obedeciese al experimentado capitan que fué levantado sobre el paves por sus guerreros despues de la victoria de Covadonga, pues hasta algunos años más tarde, no vemos á toda aquella comarca bajo el cetro del mismo príncipe.
    Es lo cierto, sin embargo, que desde entónces ya hubo organizado un pequeño núcleo de resistencia que, andando los siglos, habia de convertirse en un formidable Imperio.
    Las investigaciones cronológicas más fundadas, fijan la muerte de Pelayo en el año 737 de la Era cristiana, si bien Garibay y el arzobispo D. Rodrigo no están conformes con esta fecha. No obstante, todos convienen que el reinado de este príncipe duró por espacio de diez y nueve años, los cuales empicó en la defensa de su territorio, ocupándose tambien en la organizacion de su gobierno, teniendo presentes los
    (i) Ninguno de los cronistas anteriores al arzobispo don Rodrigo habla de las expediciones que se atribuyen á Pelayo. recuerdos de la Monarquía gótica, y en la restauracion de pueblos é iglesias.
    Sucedió á Pelayo en el mando de la Monarquía asturiana su hijo Favila, del cual la mayor parte de los historiadores más cercanos á los sucesos, apénas hacen mencion alguna, si exceptuamos la reseña de su desgraciada y poco honrosa muerte, acaecida en los montes de Cangas, en una cacería y en lucha personal con un oso.
    Los historiadores posteriores, no contentos sin duda con los escasos relatos que acerca del fugaz reinado de este príncipe existian, fueron, segun costumbre, aumentando con episodios novelescos su vida, y en esta tarea merece especial mencion el cronista Sandoval, que hace detenida relacion de las circunstancias que rodearon la muerte de Favila. Refiere ademas este escritor, que despues de una batalla ganada á los musulmanes, se entregó Favila al ejercicio de la caza, despreciando las prudentes advertencias de su esposa Froiliuba , movida por siniestros presentimientos (1).
    De todos modos, el único vestigio que nos resta de la memoria de Favila, es la capilla de Santa Cruz, cerca de Cangas, fundacion que algunos han querido atribuir á Pelayo, pero que por una larga inscripcion se deduce haber sido erigida por Favila en memoria de la jornada de Covadonga.
    Excusamos añadir que de este monumento apénas quedan más vestigios que la lápida de que acabamos de hacer mencion; pues en su totalidad esta iglesia ha sido renovada posteriormente, en el siglo xvu, encontrándose en la actualidad abandonada. Aun así, y aunque no ofrezca como monumento artístico ninguna cosa notable, es digna de la atencion que se le tributa por los recuerdos que entraña, relativos á los orígenes de nuestra nacionalidad.
    Segun todas las probabilidades, el cuerpo de Favila, así como el de su esposa Froiliuba, reposa en un sepulcro que existe bajo la bóveda de la citada iglesia. Estos son los únicos datos que pueden encontrarse acerca del segundo jefe de la Monarquía asturiana, y áun algunos de ellos se reducen, como acabamos de ver, á meras conjeturas.
    Tampoco dicen nada los antiguos cronistas de la sucesion de Favila, lo que ha dado márgen á que se supusiese que bajó al sepulcro sin ella, tanto más, cuanto que le sucedió en el mando, Alfonso, hijo del duque de Cantábria, casado con la hija de Pelayo, Erm ¡senda.
    Sin embargo, esta sola razon no es suficiente para negar á Favila su descendencia, pues el Trono no era todavía hereditario, como no lo habia sido tampoco en la córte de Toledo. Es natural que los astures, comprendiendo lo crítico de aquellos tiempos, las continuadas luchas que debian de sostenerse con los infieles, si habian de rescatar la sojuzgada patria, eligiesen por Rey á Alfonso, olvidando á los hijos de Favila;
    (<) El episodio de la muerte de Favila ha inspirado á muchos de los anónimos escultores de los siglos medios, que en sus caprichosas ornamentaciones dejaron esculpida la lucha de Favila. En el claustro de la catedral de Oviedo, en uno de los caoiteles, se recuerda este suceso.
    pues era sobremanera peligroso colocar las riendas del poder en manos poco experimentadas.
    Hé aquí de qué manera subió al Trono de Astúrias Alfonso I, que con sus heróicos esfuerzos debia extender el poder asturiano á más lejanos límites.
    Pero áun cuando no se trasmitiese el cetro todavía por herencia, es lo cierto que iba vinculándose en una sola familia, cerrando de esta suerte la puerta á ambiciones peligrosas, que suelen causar sensibles disgustos, de que son víctima los pueblos. Aunque en el trascurso de esta Crónica todavía veremos el ejemplo de algunos Monarcas, que no fueron elevados al sólio por el derecho de sucesion, es, sin embargo, cierto que estos efectos no reconocian su orígen en la eleccion de los súbditos, sino en las inevitables usurpaciones de los siglos que presentan la fuerza como uno de los derechos.
    Por la elevacion de Alfonso al Trono de Astúrias, continuaba en esta Monarquía la tradicion gótica, pues no debemos olvidar que este príncipe era hijo del duque Pedro de Cantábria, y príncipe de la milicia en los reinados de Ejica y Witiza, pudiendo elevarse, ademas, su genealogía hasta Leovigildo y Recaredo (1).
    Al tomar en sus manos Alfonso las riendas del pequeño Estado asturiano, la discordia con todos sus horrores habia penetrado en el campo de los sectarios del Islam. Veamos cómo.
    Cuando los árabes se lanzaron atravesando el Estrecho de Gibraltar sobre el territorio español, reconocian sus caudillos la soberanía de los Califas de Damasco. Estaban muy lejos los musulmanes de formar un solo pueblo al llegar á España; todo lo contrario, penetraron en ella distintas tríbus y razas de árabes, berberiscos, sirios y mauritanos, que si bien en un principio, atentos al comun peligro, guardaron unidad en las operaciones, tan pronto como quedaron poseedores de la Península ibérica, renació entre ellos el espíritu de disidencia, originado por la diversidad de orígen.
    Cada caudillo de los principales que habia logrado establecerse en un territorio y que contaba con cierto número de combatientes dispuestos á secundar sus ambiciones, veia con disgusto la dependencia, tanto más, cuanto que se encontraba demasiado léjos de la Península la residencia del poder supremo.
    No tardaron, pues, muchos de los jeques musulmanes en considerarse como independientes, presentándose con frecuencia en abierta hostilidad contra los que pretendian ser depositarios del poder del Califa; de suerte, que bien puede decirse que muy poco despues de la conquista, se fundaron en España tantos reinos como provincias existian.
    Cuando, á causa de los repetidos reveses sufridos en las regiones de Afranc y en las comarcas de la Cantá
    (1) En una escritura de Odoario, obispo de Lugo, fechada en 744, se dice, hablando de este príncipe: «Erat de ttirpe rtgii Reccaredi el Ermenejildi.» En un privilegio otorgado por Alfonso II se encuentra lo siguiente. «Adefontut Reí, Ptlri ducis filiut, qui de Reccaredi regit Gothorum tíirpe descendit.»
    Lleva este documento la fecha de 832.
    tria (1), desistieron los musulmanes de continuar en la conquista de nuevos territorios, comenzaron á ambicionar los unos lo que poseian los otros, haciéndose entre ellos cruda guerra.
    De gran provecho fué para la naciente Monarquía asturiana esta circunstancia, que le permitia robustecerse, sin ser contínuamente hostigada por sus eternos enemigos, y de estas ventajas supo aprovecharse de un modo notable Alfonso tan luego como se vi<5 dueño del cetro de Astúrias.
    Es lástima que la deplorable incuria de aquellos tiempos no nos presente un cuadro completo y deslindado de los hechos de Alfonso, de las campañas que sostuvo contra los musulmanes, ni de las comarcas con que engrandeció la obra iniciada por Pelayo.
    En este punto, como en otros muchos, hay que completar las omisiones de unos cronistas con las escasas notas de los otros, compulsándolos á todos con los historiadores árabes, á pesar de la poca importancia que daban todavía á aquel reino, encaramado en las asperezas de las montañas.
    No obstante, bien podemos asegurar que el primer cuidado de Alfonso fué arrancar á los árabes, la parte más occidental de España, contenida entre los montes y el mar, pues por el lado del Oriente los navarros habian comenzado ya con éxito su lucha con el Islam, y las atenciones no eran tan inmediatas ni urgentes.
    El territorio gallego tampoco era poseido pacíficamente por los árabes. En sus enriscados montes defendíanse los descendientes de los suevos, si no siempre con próspera fortuna, al ménos con tesón y encarnizamiento. Atravesando Alfonso el territorio gallego, reanimó con la presencia de sus huestes á sus habitantes, los cuales engrosando sus filas, se lanzaron sobre el enemigo arrebatándole la ciudad de Lugo que devolvió á sus primitivos pobladores, dedicándose infatigable á la restauracion de los templos (2).
    Continuó Alfonso despues de este primer hecho el curso del Miño, recobrando tambien de los moros la ciudad de Tuy, si bien no se detuvo á repoblarla, por no debilitar demasiado sus fuerzas, tanto más, cuanto que abrigaba en su mente la idea de más dilatadas empresas.
    En su consecuencia penetró atrevidamente por el territorio lusitano, llevándolo todo á sangre y fuego, é introduciendo el pavor y el espanto entre los árabes que no podian comprender, despues de haber poseido la Península ibérica á tan poca costa, que en tan
    (<) Aqui tomamos este nombre en su sentido más lato.
    (2) In terriloriu Africce , surrexerunl qucedam gentes Tsmaelitarum, el tulerunt iptam terram a chritlianit... nos fecerunl exulet a patria nostra', et fecimui moram per loca deserta multit, temporibus. Postquam Deux... divce memorics principem dominum Adefunsum in sedem ipsius sublimavit , perducti fuimus in sedem tucensem cum nostris mullis et cum cceteris populis tan nobiles, quam ignobiles, et invenimus eam sedem destructam et inhabilabilem factam. Tune denique laboramus ibidem , et tedificamus domum Dei et ecclesiam Sanctce Mario?, presimus loca palatii el ipsam civitatem, reslauramus eam intus et furis, el plantavimus vincas et pomifera. Prcelerea vero fecimut de noslra familia possessores per undique partes, ct dedimus illis boves ad laborandum , et jumenta ad serriendum eis.—Odoar o hablando de la restauracion de Lugo.
    corto espacio de tiempo hubiese podido organizarse una resistencia tan séria y decidida.
    Las ciudades que por este punto cayeron en poder de Alfonso en esta expedicion que bien podemos llamar correría, fueron las de Braga, Viseo, Chaves y Porto. Más que á conservar esta conquista atendia el Monarca asturiano á rescatar de los infieles infinitos muzárabes, con lo cual conseguia repoblar gran parte de su reino de Astúrias; pareciéndole necesario ántes de extender demasiado el territorio de sus dominios, que estos pudiesen presentar un núcleo sólidamente organizado y capaz de resistir con ventaja á las algaradas de los mahometanos.
    De esta suerte, puede decirse, que si bien Alfonso atravesó el Duero, y en otras no ménos victoriosas expediciones, plantó el estandarte del cristianismo sobre los muros de Simancas, Saldaña, Avila, Segovia,' Sepúlveda, Osma, Clunia y otras poblaciones de importancia, estos pueblos no llegaron á ser sino algunos siglos más tarde parte integrante de la Monarquía castellana.
    En efecto, las tierras llanas necesitaban grandes recursos para ser defendidas de las acometidas impetuosas de la caballería árabe; y todavía los musulmanes, aunque envueltos en luchas intestinas, podian oponer á los nacientes reinos de la montaña, grandes recursos.
    Pero de estas excursiones sacó Alfonso grandes ventajas. Reanimaba con ellas el espíritu de los pueblos cristianos, que comenzaban á comprender que la obra de la reconquista de la patria no era imposible, siempre que en ella se desplegasen la energía y la tenacidad incansables; con la multitud de cristianos que se veian libres del yugo musulman se repoblaban muchos de los lugares que en las montañas hasta entónces habian permanecido inhabitados, siéndolo en efecto las fértiles y pintorescas costas de Galicia y las montañas de Liébana y Trasmiera, que podian desde entonces oponer un respetable valladar á las incursiones de los enemigos.
    El botin que se apresaba en estas dilatadas expediciones, al mismo tiempo que suministraba los necesarios recursos para comenzar nuevas empresas, servia para dar más esplendor y magnificencia á la naciente córte de los astures, con lo cual adquiria indudablemente mayor significacion é importancia.
    Siguiendo este mismo sistema, tambien recorrió Alfonso los territorios comprendidos entre los rios Esla, Duero, Pisuerga y Carrion, conocidos con el nombre de Campos Góticos, y despues de retirar hácia las montañas á los habitantes cristianos, arrasó aquellos campos por completo, para que mediasen entre sus Estados y los musulmanes, nuevos obstáculos que vencer.
    De este modo, desde el extremo Occidente hasta las corrientes del Ebro, trazó con sus correrías un extenso arco, poniéndose en comunicacion con los navarros, á quienes respetó por entónces su independencia. Las córtes cristianas no habian llegado todavía á una época de cultura que pudiese enseñarles la inmensa ventaja que les resultaria de combinar sus esfuerzos en una obra comun.
    Las expediciones de Alfonso han sido consignadas tambien en los historiadores arábigos, que despues de dar al príncipe cristiano, siguiendo los impulsos de su lenguaje pintoresco, los sobrenombres de el terrible , el matador de hombres, el Ayo de la espada, laméntanse amargamente de que los jeques musulmanes no apagasen en su corazon sus recíprocas rencillas, ante un enemigo tan formidable y que tantos estragos causaba en los Estados del Islam.
    En resúmen, podemos afirmar que de todos los países que recorrió Alfonso con su triunfante espada, sólo conservó, segun atestigua el arzobispo D. Rodrigo, á Lugo, á Leon y Astorga; si bien todavía habian de caer de nuevo en manos de los infieles, no pudiendo recabar de un modo definitivo su independencia, hasta que el terrible Almanzor fuese vencido en los campos de Calatañazor.
    Los cronistas dan á este Monarca el sobrenombre de Católico, fundándose para ello en la atencion que dedicó especialmente á la restauracion de templos, dotándolos de todos los recursos de que. podia disponer, teniendo en cuenta los apuros de los tiempos. Este calificativo habia de ser en adelante" el distintivo de los Reyes de España.
    Tal es en resúmen considerado, y como nos lo permiten las escasas fuentes que existen sobre estos oscuros tiempos, el gobierno de Alfonso el Católico, que despues de diez y ocho años de reinado recibió el descanso eterno, siendo enterrado en el monasterio de Santa María de Covadonga, en compañía de la Reina Ermisenda, su mujer.
    Triste es, en efecto, que los cronistas de aquellos remotos tiempos, hagan más bien que la historia de los pueblos, la biografía de los Reyes,' cuidándose muy poco del desarrollo sucesivo de las instituciones en que iba fundándose aquel naciente reino. Por esta razon en estos puntos tenemos que contentarnos con algunas conjeturas más ó ménos fundadas; pero que siempre son interesantes cuando se trata de los orígenes de un pueblo, que en lo futuro deberia repre . sentar un papel importante en los destinos de la Europa.
    CAPITULO V.
    Froila I.—Sus ordenanzas sobre el clero.—Discordias civiles. —Somete Froila á los gallegos. —Expedicion contra los vascos.—Casamiento de Froila.—Victoria de Pontumio.— Oviedo.—Conjeturas sobre su fundacion.—La basílica del Salvador.—Muerte de Vimarano.—Aurelio.—Paz con los árabes.—Rebelion de los siervos. —Silo.—Continúa la paz con los árabes.—Nueva rebelion de los gallegos.—Derrota de Cebrero.—Trasládase la corte á Pravia.— Adopta Silo como heredero á Alfonso.—Mauregato.—Conjeturas sobre su nombre y origen.—Batalla de San Pedro de los Pilares. —El feudo de las Cien doncellat.—Veremundo el Diácono.
    Cuando la causa de los cristianos marchaba más prósperamente, aprovechándose de las ventajas que les ofrecia la division intestina de los musulmanes, la elevacion al trono de Astúrias de algunos monarcas, que no correspondian, en verdad, con las exigencias de los tiempos, vino á entorpecer la reconquista,
    aplazando de un modo indefinido la obra de nuestra reconstitucion.
    Todavía los árabes no habian conseguido establecer en la Península un gobierno sólidamente constituido, pues sus ambiciones particulares mantenian contínuamente encendida la tea de la discordia, haciéndoles olvidar su primordial objeto. Si los inmediatos sucesores de Alfonso I hubieran sabido continuar las tradiciones de esfuerzo y heroismo que él les habia legado , aprovechándose de las revueltas que precedieron y siguieron á la instalacion del Califato de Córdoba, la causa de los cristianos hubiera mejorado de un modo visible, y abreviado una cruenta y obstinada lucha; pero aunque Froila I su primogénito, que le sucedió, conservase algunas de las dotes que habian adornado á su padre, estaba muy léjos de parecérsele en la bondad de carácter, que le habia hecho querido y respetado de sus pueblos.
    Atribúyense á Froila varias ordenanzas encaminadas á hacer cesar la tolerancia que hasta entónces se habia notado en el clero con respecto á la poca observancia del celibato , tolerancia que algunos cronistas hacen arrancar del reinado de Witiza, cuya memoria por esta sola causa, nos han trasmitido cubierta con los más negros colores. ,
    No deja de parecer extraño que se achaque á Witiza una falta que solo puede atribuírsele por los que acostumbran á copiar á los escritores que les precedieron, sin detenerse á pensar en los motivos que pudieron dar márgen á estas aserciones. No es verosímil que Witiza hubiese fomentado el matrimonio entre los individuos de la clase sacerdotal, pues ésta era una costumbre que venia observándose desde los primeros tiempos del cristianismo; sin que á pesar de las tendencias que se notaban en los afiliados á esta doctrina hácia el celibato, pudiese decirse que sobre este punto se hubiese establecido nada que fuese invariable y decidido.
    La Iglesia de Toledo habia adquirido desde su nacimiento cierta independencia de la supremacía romana , cosa muy natural, si tenemos presente que apénas se reconociera ésta todavía, y que el obispo de Roma podia considerarse entónces más bien que como el jefe del cristianismo, como uno de los prelados de la Iglesia.
    Esta supremacía no se estableció sin que hubiesen precedido luchas y oposiciones, algunas de las cuales dieron lugar á sensibles disidencias, que aun hoy trabajan al cristianismo, y por lo tanto los primeros Monarcas que tuvieron que sufrir las imposiciones de Roma, protestaron algunas veces contra lo que creian que era una coartacion de sus facultades.
    Es lo cierto que Witiza jamás quiso reconocer la soberanía omnímoda de Roma, aspirando, por el contrario, á mantener en cierta independencia á la Iglesia española, y esta es la principal causa de que se supusiese que en su tiempo se permitió el matrimonio entre los sacerdotes. Esta costumbre, como ya dejamos indicado, es muy anterior á Witiza, y bastante tiempo despues el Papa Gregorio VII dirige todos sus esfuerzos para reemplazarla por el celibato de los ministros del cristianismo.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    Por lo tanto, en los tiempos de Froila I estaba muy lejos de observarse el celibato entre los clérigos, y nada tiene de extraño que los esfuerzos de este Soberano por establecerlo en sus Estados, hubiese causado sensibles discordias en ellos.
    He" aquí, segun algunos escritores, la causa de las revueltas civiles que ensangrentaron los tiempos de Froila, debiendo añadirse á ésta, otra, en nuestro concepto, no ménos importante, cual es la poca robustez de los lazos que existian entre países que acababan de ser agrupados bajo el mismo dominio.
    Estos motivos originaron en los tiempos de Froila I una sublevacion de los gallegos, mal avenidos con la dominacion asturiana, y que aspiraban á la independencia. Si en los primeros momentos de peligro, y cuando el alfanje musulman amenazaba sus cabezas, pudieron aceptar el esfuerzo do Pelayo y seguir su heróico ejemplo para restaurar el derruido edificio de la patria, tan pronto como hubo pasado el primer peligro, debió nacer en el corazon de los gallegos el amor de su independencia, recordando los tiempos en que habian formado un Estado con existencia propia.
    Por otra parte, si consideramos que los pueblos cuanto más cercanos, conservan entre sí más profundamento grabado en sus espíritus el odio y la aversion, comprenderemos que los gallegos no podian avenirse muy bien á sufrir la supremacía de los asturianos, con los cuales, en todos tiempos, habian tenido reñidas.contiendas. Astúrias, ademas, ¿qué derechos podia presentar al dominio de Galicia?
    Pero ni el pueblo asturiano, ni su monarca Froila, podian ver la cuestion en este terreno. Más que de derechos, era el asunto de conveniencia, y puesto que lus gallegos habian sacudido el yugo musulman, auxiliados por los astures, justo era que continuasen en la comenzada obra, tanto más, cuanto que la division podia dar la victoria al enemigo comun.
    Froila, pues, no pudo dudar ni un instante. Reunió sus fieles asturianos, que hubiera deseado mejor enviar contra los sarracenos, y los condujo al territorio gallego, que logró someter, si bien á costa de grandes esfuerzos. Libre de cuidados por aquella parte, dirigió tambien sus armas contra los navarros y vascones, tratando de reducirlos á su dominio, sin duda para poder oponer de esta suerte mayor resistencia á los musulmanes.
    En efecto, si los cristianos hubieran desde luego formado un sólo Estado, con la unidad de miras necesaria para organizar todos los esfuerzos contra el enemigo comun, la historia de nuestra reconquista hubiera sido mucho más corta; pero ni el estado en que se encontraba España en la época de la invasion, ni la division que siempre habia existido entre las distintas razas que poblaron la Península, permitia este beneficioso concierto.
    Los vascones y navarros, contra los cuales se habia dirigido Froila, habian elevado algun tiempo ántes el pendon de la independencia contra los árabes, fundando, despues de algunas victorias, el principio de su nacionalidad, eligiendo tambien jefe que, al paso que los guiase en el combate, ejerciese la soberanía. Los cronistas suponen que Froila sometió á estos pueblos
    á su dominio; pero si esto es cierto, el lazo que unió á la monarquía asturiana con estos pueblos recien conquistados , debió ser sobremanera débil, pues poco tiempo despues la historia nos presenta, en el territorio de Navarra, establecido un reino independiente.
    Más fáóil es que las disensiones que existian entre Froila y los navarros, hubiesen terminado por una alianza de familia; pues poco despues de esta expedicion se le encuentra desposado con Munia (1), que aunque se pretende que sea hija del duque de Aquitania, Eudes, por su nombre, que es vasco á todas luces, y por los parientes que tenia en Alava, debe ser de la descendencia de los Reyes navarros.
    De todos modos, vése á Froila dominado de un espíritu inquieto y ambicioso y con el objeto de extender los límites de su reinado; pero prefiriendo en este punto, más bien la conquista de territorios cristianos, que no los habitados por los árabes.
    Sin embargo, si hemos de creer á los cronistas, no debemos dudar que Froila dirigió tambien sus armas contra los agarenos, pues ademas de las victorias que dicen que alcanzó de los enemigos de la Cruz, sin mencionar su nombre, hacen especial referencia de la que consiguió en Pontumio de Galicia, sobre las tropas mandadas por Omar, hijo del Califa Abderraman de Córdoba.
    Aunque la cifra de moros que perecieron en aquella jornada, y que los cronistas hacen ascender á cincuenta mil, sea en extremo exagerada', parece cierto que la derrota fué considerable, y que el mismo caudillo Omar cayó en poder de Froila, que, dando muestras de su carácter arrebatado y violento, le hizo degollar en el mismo campo de batalla.
    Consignamos todos estos detalles, pues aunque entre ellos no exista la conexion y enlace que serian de desear, contribuyen reunidos á pintar el carácter de este príncipe, ya que tenemos, por desgracia, que contentarnos en estos lejanos tiempos con referencias, la mayor parte de las veces escasas é incompletas. Uno de los hechos que se atribuye con bastante fundamento á este príncipe, es la fundacion de Oviedo, que poco tiempo despues debia llegar á ser la Córte de aquella naciente Monarquía.
    Sobre la fundacion de Oviedo se han expresado en distintos tiempos las más diversas conjeturas. No falta quien la suponga muy anterior á la invasion romana de España, dándole en aquella época el nombre de Britonia; pero hay motivos fundados para suponer que esta ciudad se encontraba, no léjos de la de Lugo, en territorio de Galicia.
    La tradicion refiere, que por los años de 760, el abad Fromistano y su sobrino Máximo, fundaron un pequeño templo dedicado á San Vicente mártir, que andando los tiempos debia convertirse en importante monasterio , en aquellos lugares, entónces incultos 6 inhabitados. Añádese tambien, que deseando conmemorar una importante victoria que habia obtenido sobre los árabes, con la ereccion de una ciudad, y agradándole la situacion de la ermita de San Vicente, hizo construir cerca de aquel sitio un templo bajo la advo
    (1) Otros la llaman Momerna ó Munina.

    lista opinion nos parece, en efecto, más ajustada á la verosimilitud que la que supone á Oviedo fundacion de Froila I. En efecto, ó los cronistas que se entretienen en pintarnos el esplendor de la corte de Alfonso el Casto, estan muy distantes de la verdad. ó esta ciudad reconoce más antiguos orígenes. Y no basta afirmar que los ermitaños Máximo y Fromistano. segun consta de las escrituras de donacion del monasterio de San Vicente, echaron los fundamentos de su ermita en terreno inculto, pues esto sólo indicará que la poblacion de Oviedo no llegaba por aquel punto hasta San Vicente.
    ISTtRU».
    Por otra parte, la traslacion de la corte á Oviedo, desde los puntos en donde primero habia residido, es muy natural por la posicion central que ocupa esta ciudad en el Principado y encontrarse asentada en el valle máa ancho y principal de la provincia, aunque no de los más fértiles. De todas maneras, la memoria de Froila I significa para Oviedo por lo ménos su restauracion y el principio de la supremacía que todavía ejerce sobre el territorio asturiano.
    Acerca do la etimología de la palabra Oviedo, los j que juzgan esta ciudad coetánea de Fruela la hacen derivar de las palabras latinas Ubi eil■\ fundándose en
    J
    que en el dialecto del país se llama Ubiedo ó Ubieo: otros atribuyen este nombre á los rios Ove y Deva; pero como ámbos corren bastante lejos de la ciudad, la tenemos por poco verosímil. Como en cuestion de etimologías no se repara en violentar las palabras y su significado, para probar la mayor parte delas veces asertos aventurados, dejamos intacta la cuestion de nombre, que por otra parte es poco importante para el conocimiento de la historia.
    Volviendo á ocuparnos del revuelto y borrascoso reinado de Froila, es necesario que hagamos mencion de uno de esos hechos que nos recuerdan la corrompida corte de los godos. Referímonos á la muerte que hizo dar á su hermano Vimarano, al que los cronistas conceden al par que un exterior agradable, un carácter noble y apacible.
    Quizá estas prendas hiciesen demasiado contraste con las faltas que afeaban el carácter de Froila y le representasen á este en su hermano un rival temible*. Quizá los pueblos hubiesen dado en alguna ocasion inequívocas pruebas de su afecto por Vimarano; pero de todo esto, lo único que nos consta es, que Froila se manchó con el horrendo crímen de fratricidio. Este hecho ha pasado á la posteridad tan desnudo de pormenores, y tan envuelto ademas en las sombras del misterio, que ni áun es fácil fijar su verdadera cronología. Añádese tambien que Froila, sin duda para reparar de algun modo su crímen, adoptó á Veremundo hijo del infeliz Vimarano, sacrificado á los desasosegados recelos y excesiva suspicacia de aquel monarca, cuya vida se vió inquietada, no sólo por los disgustos de las luchas intestinas, sino tambien por las conspiraciones de los turbulentos nobles.
    Estalló la última de ellas á los once años de reinado, encontrándose Froila en su residencia de Cangas, que continuaba siendo todavía corte de aquel pequeño reino. En esta villa se urdió la conspiracion en medio del mayor sigilo, siendo víctima de ella el infeliz Froila el año de 768, segun los más razonables datos. Los historiadores antiguos han querido ver en el desgraciado fin de Froila la expiacion del fratricidio con que oscureció su memoria; aunque no puede afirmarse el tiempo que medió entro ambos sucesos. De todas maneras, los censurables excesos de Froila no I justifican de modo alguno á sus matadores.
    Poco tiempo despues el cadáver del Rey fuó conducido desde Cangas al pueblo que él fundó ó restauró, recibiendo sepultura al lado de su esposa Munia.
    Dejó Froila al morir un hijo de tierna edad, llamado Alfonso, el cual, ya en ódio á la memoria de su padre, ya temiendo los desastres de una larga minoría en tiempos tan críticos y excepcionales, no fue" elevado al trono de Astúrias. Ocupóle Aurelio, hijo de un' hermano de Alfonso I, segun unos, y segun otros, tio! de Froila; pero como quiera que sea, es lo cierto que ya el Trono, aunque no obedecia en la sucesion á j prácticas plenamente hereditarias ni á leyes clara- ¡ mente establecidas, estaba vinculado en aquella familia.
    No aprovechó Aurelio los años de su reinado en seguir el ejemplo que sus predecesores le habian le- i gado, peleando sin tregua ni descanso contra los ene
    migos de su patria. Ya sea porque las discordias intestinas que se habian manifestado en el anterior reinado, y que continuaron segun luego veremos en este, le impidiesen distraer su atencion en empresas exteriores, ya tambien que por naturaleza fuese inclinado á la paz, es lo cierto, que Aurelio la solicitó y obtuvo de los árabes, si bien no con las humillantes y vergonzosas condiciones con que se ha afirmado posteriormente (1).
    Las crónicas de aquel tiempo hablan con su acostumbrado laconismo de una rebelion de siervos apaciguada por Aurelio, no por la fuerza de las armas, sino por medio de la astucia, lo cual hace suponer á algunos que la esclavitud estaba establecida en Asturias desde muy anteriores épocas. Creemos que en este aserto hay notable ligereza.
    Ya en otro lugar expusimos los motivos que nos habian inducido á creer que en Astúrias, ántes de la época romana, no habia existido la esclavitud. Que los romanos la establecieron con su dominio, es asunto que no puede dar lugar á duda alguna; pero ya hemos visto hasta qué punto se hizo sentir en la Astúrias trasmontana la dominacion imperial.
    Hace esto sospechar que en aquel país, en el cual no residian grandes señores, únicos que podian sostener á los esclavos; en aquel país eminentemente rural, esta plaga jamas pudo llegar al grado que alcanzó en otras comarcas á causa del refinamiento de sus costumbres; por lo cual los esclavos, ó mejor dicho siervos, á que se refieren las crónicas relativas al reinado de Aurelio, deben proceder, segun todas las conjeturas, de las conquistas verificadas contra los árabes.
    Hemos visto que los Reyes de Astúrias en las correrías que verificaban, cuidábanse más que de extender de un modo desmesurado el círculo de sus dominios, de arrancar al yugo musulman muchos cristianos, y apoderarse del rico botin para acrecentar la fuerza y esplendor en sus Estados. Ahora bien; en estas algaradas , debian recoger muchos prisioneros que en el país habian de hallarse indudablemente en condicion inferior á la de los vencedores.
    Es probable tambien que los muzárabes que se acogian al territorio de Astúrias ocupasen un rango inferior al que sus habitantes disfrutaban, aunque no fuese más que por establecer la diferencia entre los que se habian atrevido á hacer frente á los indomables invasores y los que habian sufrido su yugo en los primeros momentos.
    En muchos privilegios de aquella época y las sucesivas, se habla de siervos que son cedidos ó trasferidos al mismo tiempo que las posesiones rurales; si bien de la diversidad de sus nombres, griegos, romanos, árabes y hasta vascos, se desprende la diversa procedencia de cada uno de ellos.
    Estos siervos que formaban parte integrante del territorio y que eran con él vendidos, recuerdan el primer paso que hácia la completa emancipacion dio
    (1) Por el apócrifo voto de Santiago se supone á Aurelio iniciador del Tributo de lat cien donrellai. Los cronistas le refieren á Mauregato.
    la esclavitud al pasar de la civilizacion antigua á los primeros tiempos de la Edad media. Es uno de los efectos de la invasion de los pueblos germanos favorecida por el influjo del cristianismo. Por estos motivos los siervos que en tiempo de Aurelio se rebelaron, debian pertenecer á los que recibian el nombre de siervos de la gleba, y que acaso en un país que siempre habia amado la libertad, no podrian sufrir pacientemente el yugo de sus señores.
    Si tenemos presentes los esfuerzos que los monarcas asturianos hicieron para reanudar los orígenes de su reino con las tradiciones de la monarquía toledana, no nos extrañará que la institucion de la servidumbre haya sido una costumbre puramente germánica establecida por aquellos tiempos. De todos modos, como al llegar la conquista al territorio de Castilla, adquiere aquella Monarquía á causa de las circunstancias excepcionales en que se encuentra un carácter completamente original y rompe los recuerdos de la dominacion gótica, las instituciones feudales entre las cuales se contaba la de los siervos de la gleba, jamas se arraigaron profundamente en aquellos países.
    La nacionalidad española se fundaba de un modo muy distinto que las demas de la Europa. Un comun enemigo niveló por completo las clases, y las que despues se establecieron tenian demasiado próximos sus orígenes para que pudiesen recabar derechos que se oponian directamente á las costumbres creadas por una lucha incesante.
    El único hecho notable que refieren las crónicas del Rey Aurelio, es el que atañe á estas insurrecciones de siervos. Por lo demas, se le supone en frecuentes tf atos con los árabes; sin mostrar gran empeño en separar á sus subditos del roce y contacto con los sarracenos. Dícese que en su tiempo se toleraron k>s matrimonios entre individuos de las razas española y árabe , lo cual da márgen á severas censuras por parte de los historiadores, que veian esta comunicacion como muy perjudicial para que pudiera sostenerse el espíritu de nacionalidad necesario á la reconquista.
    Cerca de siete años gobernó á Astúrias Aurelio, y aunque su reinado no puede considerarse como glorioso, ni compararse con el de Alfonso I, incansable adalid y destructor de sarracenos, tampoco se vió combatido por tantos peligros como el de su antecesor Froila. Nada hablan de su familia los cronistas, ni áun mencionan el nombre de su esposa si es que la tuvo; y como de él no nos ha quedado ni privilegio ni donacion alguna, documentos que por los datos que contienen suelen ser en extremo interesantes, tanto más tratándose de tiempos tan oscuros, no podemos fijar, ni áun con completa exactitud, el verdadero año en que bajó al sepulcro.
    Conjetúrase, sin embargo, que fué en 774, estando divididos los pareceres acerca del lugar en donde fué enterrado. Algunos, siguiendo la costumbre y teniendo por natural residencia de Aurelio la corte de Cangas, le suponen enterrado en esta villa, al paso que otros echando mano de antiguas tradiciones, se deciden á favor del pueblo do San Martin del valle de
    Langrco, conocido tambien con el nombre de San Martin del Rey Aurelio.
    Sucedió á este Rey, Silo, esposo de Adosinda, hija de Alfonso I, habiendo quedado otra vez más relegado al olvido el tierno hijo de Froila ó Fruela, Alfonso, sin duda porque los pueblos no habian olvidado todavía los desafueros cometidos por ese Príncipe, y especialmente la crueldad cometida en la persona del desdichado Vimarano.
    A Silo se le considera como de real linaje, y áun el cronista D. Rodrigo le hace hermano de Aurelio. Continuó al parecer la misma política de paz con los musulmanes que habia observado su predecesor en el Trono, prefiriendo robustecer su pequeña monarquía á arriesgarla al éxito de una batalla contra el poderoso y valiente Califa Abderraman I, terror de los cristianos.
    Sin embargo, no dejó Silo de acoger en sus dominios á los muzárabes que huian del furor de las terribles algaradas de los musulmanes, con lo cual iba poblando cada vez más sus dominios, que bien lo necesitaban, si habian de poder resistir á tantas contrariedades. Los que atribuyen el feudo de las cien doncelias á Aurelio, suponen que Silo consiguió no ser hostigado por Abderraman siguiendo esta vergonzosa práctica; pero ya veremos lo infundados que son estos asertos.
    Más fácil es que los árabes no molestasen por entónces á los astures, porque al mismo tiempo que les parecia poco temible enemigo aquel reino, reducido á los estrechos límites de algunas agrestes montañas, preocupaba su atencion la organizacion de sus dominios, bastante trabajados por las discordias civiles.
    A los musulmanes, que poseian los más ricos países de España , poco debian importarles unas pobres comarcas, que ellos consideraban casi sumidas en la barbarie.
    Cuando los Califas de Córdoba consiguieron establecer, despues de grandes esfuerzos, su poderío, importábales más someter á la obediencia á los diver! sos reinos musulmanes que se habian formado en la Península, que no distraer su atencion atacando á los cristianos, y por eso puede asegurarse que desde los momentos en que estos se reducian á los límites de sus montañas y no emprendian expediciones por la 11a| nura, veíanse libres de las cimitarras agarenas.
    Pero si bien Silo no tuvo, al parecer, lucha alguna con los enemigos de su Religion, vióse precisado como Froila á marchar contra los gallegos y reducirlos á la obediencia. Estas repetidas revueltas, al paso que nos demuestran que la unidad nacional no descansaba to1 davía en sólidos fundamentos, vienen tambien á de; mostrar que otros asuntos distraian sériameute á los 1 asturianos de la obra de la reconquista.
    Fueron sometidos de nuevo los gallegos, despues de | haber sufrido una considerable derrota en el monte i Cebrero, y tranquilo ya por este punto Silo, pudo de| dicarse á introducir algunas mejoras en sus Estados. | Fué una de ellas la traslacion de la corte desde Cangas á Pravia, pueblo situado más en el centro de sus Estados y á las orillas del Nalon, el rio más caudaloso de Astúrias.
    La villa de Pravia no conserva en la actualidad ninguno de los vestigios de su antiguo destino, si exceptuamos la pequeña iglesia que Silo dedicó al evangelista San Juan, cerca de la villa, y que hoy lleva el nombre de Santianes. Las restauraciones posteriores apénas han dejado de este templo más que algunas débiles muestras de su primitiva arquitectura, y hasta una lápida en donde se leia la inscripcion Silo PrinCeps Fecit, escrita segun el estilo de aquel tiempo, formando multitud de combinaciones, ha ido desapareciendo poco á poco, conservándose ya solamente la inscripcion en algunos escritos antiguos (1).
    En su residencia de Pravia, pasó Silo los últimos años de su reinado, en los cuales, viéndose sin sucesion y sin esperanza de tenerla, adoptó como heredero á la Corona al príncipe Alfonso, hijo de Froila, sin duda para reparar de algun modo la usurpacion iniciada por Aurelio y continuada por él. Queriendo ensayar sus talentos en el arte de gobernar, entregó al jóven Alfonso el cuidado de los negocios y la direccion del palacio, en cuya mision manifestó el príncipe postergado que era digno del cetro que le pertenecia.
    A pesar de haberle preferido Silo á su hijo Adelgastro, habido en otra mujer antes de su enlace con Adosinda; á pesar de que este descendiente de Silo se resignó, al parecer, á su suerte, segun se desprende de las empresas que ocuparon su atencion (2), no consiguió todavía Alfonso recabar los derechos que le asistian á la corona de Astúrias, como hijo del monarca Froila.
    Por el contrario, figura en las crónicas como descendiente de Silo, que bajó al sepulcro á los nueve años de tranquilo reinado, Mauregato, que se supone ser hijo de Alfonso I, habido fuera de matrimonio en una esclava, que al paso que algunos hacen de orígen sarraceno, otros tienen por natural de las montañas de Caso. Ignórase si el nombre de Mauregato era el verdadero del descendiente de Silo, ó si le recibió á causa de la procedencia de su madre; pero atribuyéndole con bastante fundamento los más antiguos relatos, tratos y transacciones frecuentes con los infieles, es natural que hubiese recibido de sus pueblos este sobrenombre.
    Tampoco constan de un modo indudable los medios de que se sirvió Mauregato para alejar de la corte de
    (4) Esta inscripcion, que formaba un cuadrado casi perfecto, se leia en todos sentidos, partiendo siempre del centro en donde se encontraba la S. inicial del nombre de Silo, y pasando del centro á los extremos era susceptible de más de trescientas combinaciones diversas. En aquellos siglos encontramos usado este sistema de inscripciones, adoptando diversas formas y figuras, ya la triangular, ya la cuadrada, ya otras más ó menos caprichosas, segun era más ó menos larga ó complicada la leyenda que habia de escribirse.
    (2) Fundó este Adelgastro, en compañia de su esposa Brunilda, el monasterio de Obona, situado en una comarca agreste y selvática, á siete leguas de Pravia. Por no embarazar la marcha de la narracion con detenidas descripciones de monumentos, reservamos para un libro aparte el hacer mencion especial de todos los importantes que se encuentran en el territorio de Astúrias, y que llegarán indudablemente á completar el conocimiento de los hechos históricos.
    Silo al jóven Alfonso y apoderarse de la corona de Astúrias, no faltando quien se atreva á afirmar que Mauregato consumó su usurpacion, valiéndose de un ejército de auxiliares árabes, que vinieron en socorro de los partidarios con que contaba en Astúrias.
    Si esto es cierto, debió bien pronto arrepentirse Mauregato de haber abierto las puertas de la patria á tan incómodos huéspedes, que creciendo en exigencias tan pronto como tuvieron con iencia de su fuerza y de la division que trabajaba á los cristianos, se rebelaron contra el mismo monarca que acababan de elevar al sólio.
    Es verosímil que esta rebelion de los árabes auxiliares reconozca por orígen el no haber podido Mauregato, con los cortos recursos de su pequeño y pobre estado, satisfacer las exigencias de los que habian contribuido tan poderosamente á realizar sus designios.
    Mauregato, reuniendo todos los recursos militares de que podia disponer, se preparó á someter, por la fuerza de las armas, á los que de auxiliares se habian convertido en sus más acérrimos enemigos. Encontráronse las huestes de Mauregato con las de los árabes en las inmediaciones de Oviedo , en el sitio que hoy se conoce con el nombre de San Pedro de los Pilares, á causa del acueducto que surte de aguas á la poblacion, en cuyos campos se trabó una reñida pelea.
    Grandes fueron, á lo que parece, las pérdidas que tuvo que lamentar Mauregato en aquella ocasion; pero al fin la victoria coronó sus esfuerzos y los de sus tropas, que hicieron una terrible matanza en los musulmanes mandados por Mahamud.
    Las actas del Concilio I de Oviedo son los únicos documentos que atestiguan este hecho, y no ha faltado quien las haya calificado de apócrifas, si bien el P. Risco se ha esforzado en demostrar su autenticidad. De todos modos, parece que antes de la batalla los árabes habian conseguido penetrar en Oviedo, que entregaron á todos los horrores del saqueo, profanando y destruyendo la pequeña basílica que al Salvador habia erigido Froila I, basílica que, con mayor suntuosidad, restauró Alfonso el Casto.
    No es fácil comprender los motivos que pudieron mover á los historiadores posteriores á acumular sobre la memoria de Mauregato'toda clase de indignidades. El hecho es, que conforme los documentos se van alejando de su tiempo van siendo más desfavorables á este príncipe, hasta que en el siglo xm se le atribuye por vez primera un indigno pacto celebrado con los musulmanes, reconocido en la tradicion con el nombre del Feudo de las cien doncellas.
    Supónose que M:uiregato convino en entregar á la liviandad de los enemigos de su pueblo un tributo anual de cien doncellas, cincuenta del pueblo y las otras cincuenta de la clase noble, para que los sarracenos le permitieran el goce tranquilo de una corona que debia á la usurpacion, consumada por medio del amaño y de la traicion.
    Uno de los fundamentos en que reposa esta tradicion es el Voto de Santiago, cuya falsedad se ha demostrado victoriosamente no hace todavía mucho tiempo, cuando la libertad destruyó ese oneroso tri
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

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    Re: Historia de Asturias

    buto, vestigio de los tiempos de la Edad media; pero no hay escritor contemporáneo, ni cristiano, ni musulman, ni documento alguno fehaciente que mencione nada que se refiera á tan vergonzoso feudo.
    Como el apócrifo privilegio del Voto de Santiago le hace proceder desde los tiempos de Aurelio y continuar hasta los de Ordoño I, resalta todavía más á la vista su impostura; pues es tanto como suponer que los descendientes de Aurelio, algunos de los cuales con señalados hechos y heróicas acciones consiguieron ensanchar los linderos de su imperio, no pudieron destruir un feudo, que debia ser rechazado por los pueblos más que ninguna otra clase de tributos.
    Por lo domas, los historiadores arábigos hablan de un tratado estipulado entre Abderraman I con los cristianos por aquel tiempo, y en el que, despues de mencionar y especificar las cantidades y objetos que deberian entregar estos al Califa de Córdoba, nada refieren que pueda, ni remotamente, relacionarse con este tributo.
    Si Mauregato, con el fin de disfrutar tranquilamente de su usurpacion, y temiendo, ademas, que los enemigos con que contaba en sus Estados le impedirían emprender expediciones contra la media luna, entabló con los árabes tratados más ó ménos ventajosos, y á costa de tributos pudo asegurar la paz, es más que suficiente esta conducta para que haya sido considerada como indigna de un monarca, por los historiadores, mucho más tratándose de épocas difíciles y de la obra de restauracion tan gloriosamente iniciada en las montañas de Covadonga por el guerrero Pelayo.
    Por lo demas, para juzgar á Mauregato debemos tener en cuenta que el cronista D. Lúeas de Tuy le califica de afable y benigno, y la Crónica General lleva su elogio á este Monarca hasta afirmar que era hotne bien razonado, é de buena vida é de buena palabra. Al lado de estos elogios no escasean las censuras, sin que falte quien le llame el depravado Rey de Pravia (1).
    Es lo cierto, sin embargo, que de Mauregato no nos ha quedado monumento alguno ni donacion ni otro documento para poder condensar de algun modo las vagas acusaciones que se le han dirigido. Si queremos justificar algunos de los hechos que se le atribuyen, tenemos que valernos la mayor parte de las veces de vagas suposiciones, y aun cuando nos podemos referir á un documento escrito , como sucede con las actas del Concilio I de Toledo, nos vemos precisados á apuntar las vehementes sospechas que acerca de su autenticidad abrigamos.
    Sobre el tiempo de su reinado tambien los historiadores se dividen; pero la opinion más fundada es indudablemente la que le atribuye seis años, que terminaron en 788 ó 789.
    Nadie se ocupó de su familia, si es que la tuvo, excepto un manuscrito citado por Sandoval que le da por esposa á la hija de un Alfonso de Braga, sin especificar circunstancia alguna acerca de quién fuese este personaje. Si á esto añadimos que Florez llama á la mujer de Mauregato, Creusa, aunque no cita comil) Don Rodrigo.
    probante ninguno para este aserto , habremos expuesto cuanto sobre el reinado de este monarca consignan las historias.
    A la muerte de Mauregato, que reinó seis años, segun los más acreditados cómputos, fué elevado al trono, por eleccion de los magnates del reino, Veremundo, que es conocido en las crónicas con el sobrenombre del Diácono, á causa de haber recibido algunas órdenes religiosas, y ser por natural, inclinado á las letras y á la contemplacion.
    Sobre quién fuese este Veremundo disienten los cronistas, como sobre la mayor parte de los puntos de estos remotos tiempos. Hácele el Tudense, hijo del hermano de Froila, Vimarano, cuyo trágico fin hemos consignado más arriba; al paso que otros cronistas le consideran hijo de Froila, hermano de Alfonso I.
    Si esta última asercion es la verdadera, claramente podremos afirmar que por las venas de los herederos de Pelayo no corria ya ni una gota siquiera de la sangre de este ilustre guerrero; al paso que al observar las frecuentes interrupciones que se notaban en la sucesion regular, puede conjeturarse que si bien con algunas restricciones, continuaba todavía el sistema electivo en la sucesión de la Corona.
    Eran todavía muy débiles los cimientos del Trono y sus enemigos demasiado osados y poderosos para que los asturianos se sujetasen sin cortapisa alguna al sistema hereditario, que pudiera colocar la§ riendas del Estado en manos demasiado tiernas é inexpertas. Por esta razon sin duda observamos que á la muerte de Favila ni áun se hace mencion del nombre de sus hijos, prefiriendo los astures elevar sobre el trono al yerno del fundador de la Monarquía, que habia dado ya patentes pruebas de su valor y esfuerzo. Por esta misma razon , habiendo quedado Alfonso, hijo de Froila, á la muerte de su padre, en los primeros albores de la niñez, tuvo que verse por cuatro veces consecutivas despojado de la herencia ántes que pudiese conseguir el ocupar el trono de Astúrias.
    Y áun despues que habia templado su alma en el infortunio; despues que el destierro y la desgracia fueron su escuela; despues que el niño se habia convertido en hombre , fué experimentado para el gobierno, viéndose asociado al trono por el desprendimiento de Veremundo.
    Sólo tres años reinó el Diácono separado de Alfonso, al cabo de los cuales se apartó de la esposa que habia tomado al aceptar la diadema, y llamando al desgraciado hijo de Froila del destierro á donde le habian conducido los amaños de Mauregato, resignó en él la corona, si bien conservando el título y la autoridad de Rey al lado de su hijo adoptivo. No es fácil calcular el número de años que Veremundo vivió despues de haber descargado en Alfonso el cuidado principal de los negocios; pero la opinion más seguida los reduce á seis, poniendo la muerte de Veremundo en el año de 797.
    De todos modos consta que la más estrecha union existió entre ambos soberanos durante el tiempo en que gobernaron asociados. Valiéndose Veremundo del auxilio de Alfonso, comenzó á iniciar una nueva era de reconquista, interrumpida la anterior por los reinados de Aurelio, Silo y Mauregato; y habiendo tenido conocimiento de que el Califa, al frente de numerosos escuadrones, habia penetrado en Galicia, causando grandes estragos, y que regresaba á sus Estados cargado de un precioso botin, salid á su encuentro, alcanzándole en el lugar de Burbia en el Vierzo.
    Trabóse entre los soldados de Veremundo, guiados principalmente por Alfonso, y las tropas musulmanas, una sangrienta pelea, que terminó felizmente para los primeros, pues los árabes embarazados con el abundante botin, no pudieron oponer toda la resistencia que atendido su número debia de ellos esperarse. De esta suerte, aunque las fuerzas cristianas eran ménos, los árabes se vieron precisados á desbandarse despues de dejar el campo cubierto de cadáveres, abandonando tambien su presa en poder de los cristianos , para poder escapar á la total destruccion que los amenazaba.
    Sirvió esta jornada para que el jóven Alfonso diese pruebas de que estaba adornado de las necesarias prendas para combatir con ventaja contra los musulmanes; así como durante los anteriores años manifestó lo que podia esperarse de él el dia en que empuñára solo las riendas del Estado.
    A su muerte encomendó Veremundo á la generosidad de Alfonso los dos hijos que durante el corto tiempo que estuviera unido con su esposa habia tenido. Llamábanse estos Ramiro y García, y al finalizar el largo y fecundo reinado de Alfonso, veremos al primero de estos ocupar el trono por adopcion del monarca.
    Esta circunstancia prueba que Alfonso no ignoraba que una de las primeras prendas que deben resplandecer en el hombre, es la gratitud.
    Acabamos de pasar nuestra vista por una série de reinados, durante los cuales el naciente Estado de Astúrias se vé reducido á los límites que la naturaleza le habia señalado, poniéndole por frontera hácia el Mediodía las elevadas cumbres de los montes Erbáceos, y por el Norte el mar Cantábrico. Por lo que respecta al Occidente, aunque los inquietos gallegos turbaron con sus revueltas en más de una ocasion la paz interior de la Monarquía asturiana, con el designio de adquirir su independencia, los esfuerzos de los reyes de Astúrias hicieron volver á la obediencia á los descendientes de los suevos.
    Por el Oriente, los límites de la Monarquía fundada por Pelayo se extendia hasta los países de Vasconia y Navarra, que por su parte habian merecido una existencia propia, rechazando con heróicos esfuerzos la invasion musulmana. Es cierto que por los tiempos de Froila llevó este príncipe la guerra á aquellos Estados; pero aunque parece que los redujo á la obediencia, fué ésta en extremo efímera y fugaz, pues muy poco despues encontramos ya formado el reino de Navarra.
    Es natural que la indolencia que se nota en los reyes que sucedieron inmediatamente á Froila, haya motivado el que no hubiera podido conservarse el dominio sobre el país de los cántabros, caso de que Froila le hubiese por completo adquirido, y es por
    demas sensible que los cristianos no se pusieran de acuerdo para aunar sus esfuerzos ante el enemigo comun.
    Pasado el primer peligro, que era el más inminente, la ambicion volvió á adquirir el natural predominio sobre la naturaleza humana, y por esta razon se notan tan pronto las señales de intestinas divisiones.
    Pero con el advenimiento al trono de Astúrias de Alfonso, que debia ser conocido por la posteridad con el sobrenombre de Casto, comienza una nueva era para la causa cristiana en la Península ibérica. No se contentará, como algunos de sus indolentes predecesores , con comprar por medio de transacciones más ó ménos vergonzosas, una paz insuficiente para labrar la grandeza de sus Estados, sino que, por el contrario, organizando convenientemente todos los recursos de que puede disponer, se consagrará por completo á la prosperidad interior y á la extension de territorio.
    Más dilatado, el reino necesitará una capital que esté en armonía con las nuevas necesidades, y que corresponda por su magnificencia á la importancia que paulatinamente vá adquiriendo el Estado. Esta será tambien una de las tareas que ilustrarán el reinado de Alfonso el Casto, el cual legará á la posteridad al lado de una grata memoria, monumentos que la perpetúen.
    Veamos por qué camino llegó Alfonso, despues de las desdichas que señalaron los seis primeros lustros de su vida, al cumplimiento de tan glorioso destino.
    CAPITULO VI.
    Alfonso el Casto.—Su retiro en Sanios.—Alfonso en Alava.— Conspiracion.—Teudis.—Tendencias de la politica de Alfonso.—Hixem I de Córdoba.—Publica la guerra tanta.— Invasion de Mugueit.—Jornada de Lutos.—Expedicion á Lisboa. — Embajada á Cario Magno.—Insurreccion.— Tregua con Alhaken.—Batalla de Naharon.—Insurreccion de Mohamad.—Destruyela Alfonso.—Bernardo del Carpio. —Las tradiciones.—Silencio de las crónicas.—Opinion del arzobispo D. Rodrigo.—Jimena y el conde de Saldaña.— Hazañas de Bernardo.—Errores cronológicos. —Mejoras que introduce Alfonso en sus Estados.—Traslacion de la corte.—Exageracion de los cronistas.—Reedificacion de la basilica del Salvador.—Tioda.—Consagracion del templo. — La ciudad de los obispos.—Otras obras de Alfonso.—Su muerte.
    Cuando la muerte de su padre Froila, refugióse Alfonso en el monasterio de Samos, en Galicia, para escapar, sin duda, á la enemiga de los conjurados. La tierna edad que entónces contaba Alfonso hace suponer que fué conducido á aquellos solitarios lugares acaso por el celo de algun buen servidor de su padre, y entregado al cuidado de los monjes, que indudablemente debieron inculcar en aquel tierno corazon, confiado á sus desvelos, los sentimientos de austeridad y de virtud que le conquistaron el sobrenombre de Casto.
    No cabe duda alguna acerca de la permanencia de Alfonso durante su niñez, en el citado monasterio; pues un privilegio, concedido por Ordoüo II á este sagrado asilo, lo revela de un modo patente (1). Este monasterio, que fué fundado por Froila I, estaba situado en el sitio llamado de Somanos, en un lugar áspero y agreste, y en los límites del Vierzo. En este monasterio permaneció indudablemente hasta que Silo le adoptó, señalándole como su heredero á la corona de Astúrias.
    La usurpacion de Mauregato obligó, no obstante, á Alfonso á abandonar la corte de Pravia, y esta vez, acordándose sin duda de la casa materna, y creyendo encontrar en el país de Alava, que no estaba sujeto al dominio de Astúrias, un asilo que le pusiese á cubierto de las asechanzas que sin duda temia de parte del monarca usurpador, dirigióse á aquella comarca, y en ella permaneció, segun todas las conjeturas, hasta que los escrúpulos y desprendimiento de Veremundo volvieron á asociarle al trono que habían ocupado sus mayores.
    Si estas peripecias por que pasó la juventud de Alfonso no templaron suficientemente su alma para la resignacion en la desgracia, demostrándole de un modo patente cuán inseguras son las cosas de esta vida, una conspiracion que contra él estalló hácia el undécimo año de su reinado, y que le obligó á retirarse al monasterio de Abelania, debió completar su educacion.
    Nada se puede sondear acerca del verdadero punto en que estaba situado este monasterio, que sirvióle de refugio por tercera vez contra las asechanzas de la traicion y de la envidia, ni tampoco es fácil descubrir los motivos que conjuraron contra Alfonso la animadversion de sus súbditos.
    Ya hemos visto que los lazos de dependencia y sumision de la Monarquía asturiana se habian relajado bastante en los tiempos que antecedieron al reinado de Alfonso, y que á los principales señores del país serviria de gran incentivo para lanzarse por la peligrosa senda de las revueltas, la posibilidad que debia ofrecerles un trono electivo todavía, y sujeto, por lo tanto, á todos los embates de la ambicion más desmesurada.
    Es lo cierto, que durante la época en que permaneció Alfonso en el monasterio de Abelania, no mencionan las historias quién ocupase el trono que la insurreccion habia d"jado huérfano; lo que da márgen á sospechar, que acaso no entendiéndose entre sí los conjurados, la misma division provocada por tantas aspiraciones usurpadoras, contribuyera á la restauracion de Alfonso.
    Vésele al poco tiempo restablecido en sus dominios y en el pleno ejercicio de sus funciones, atribuyendo los cronistas más cercanos al hecho este suceso á los generosos esfuerzos de un tal Teudis, que auxiliado por otros compañeros, le repusieron de nuevo en e\ trono. Puede decirse que do todo este movimiento insurreccional no tenemos más datos que los absolu


    tamente precisos para que no podamos confundirle con las anteriores usurpaciones de que fué víctima Alfonso.
    Una de las tendencias que se notan en todo el largo reinado de este príncipe, es la de reanudar las tradiciones góticas, rotas bruscamente por la invasion de los sarracenos, relacionando la humilde corte de Astúrias con la espléndida y suntuosa de Toledo. Creia Alfonso que conseguiria estos fines desplegando grandes esfuerzos, ya para extender de un modo considerable los linderos de su reino, ya tambien para adornar su corte de toda la magnificencia y riqueza que convenian al centro de una monarquía que recordaba otros tiempos de mayor poderío é importancia.
    ¡ Vanos esfuerzos! Ignoraba Alfonso que los pueblos marchan impulsados por leyes providenciales de desarrollo, y que los tiempos no pueden repetirse, non bis in idem, por muchos esfuerzos que se haga para conseguirlo. La mision de la monarquía asturiana era muy distinta de la de Toledo, y por lo tanto, á ella debian corresponder otras instituciones, otras ideas, otros fines; en una palabra, diversos elementos de civilizacion.
    En efecto, á los que todavía, por la tradicion oral, podian recordar los brillantes tiempos de la monarquía de Toledo, á los que tenian áun presentes sus ricos y extensos dominios, debia parecerles aquel diminuto Estado, asentado en aquellas agrestes comarcas, como poco digno de representar á un gran pueblo. Sin embargo, bajo aquella grosera corteza, bajo aquel manto de rusticidad, germinaban los destinos de una poderosa monarquía, y se asentaban los cimientos sólidos de una gran nacionalidad.
    La monarquía de Toledo habia dado ya todos los frutos que de ella podian esperarse, pertenecia ya completamente al dominio de la historia, serviria de objeto de estudio y de contemplacion erudita, pero no de meta hácia la cual debiesen dirigirse los esfuerzos de un pueblo generoso. Por fortuna, como las leyes que presiden los destinos humanos son superiores á la voluntad del individuo, de la restauracion intentada por Alfonso no quedaron más que aquellos elementos fecundos que contenian todavía algunos gérmenes de desenvolvimiento, pereciendo los demás entre las' ruinas de los soberbios edificios de que dotó á su corte, que trasladó á Oviedo segun refieren los historiadores más cercanos á aquella época.
    Por mucho que Alfonso enriqueciese la ciudad de Oviedo, los destinos de aquella naciente monarquía no cabian en tan estrecho límite, y él mismo, al llevar su victoriosa espada al otro lado de las montañas, al extenderse por las llanuras de Castilla, preparaba, sin saberlo, el asiento de una nueva corte en más ventajoso y cómodo territorio.
    Ocupaba á la sazon el Califato de Córdoba el poderoso Hixem I, que habia conseguido, á costa de grandes esfuerzos, destruir en sus extensos y ricos dominios el germen de la guerra civil, que tanto habia favorecido el desarrollo de la Monarquía asturiana.
    Asegurado ya en el interior, dueño de poderosos medios, y contando con aguerridos y experimentados caudillos, p^nsó en completar la obra emprendida por sus antecesores, extendiendo la doctrina del Islam por todo el territorio de la Península.
    Presentábansele hácia el Norte pueblos guerreros que, favorecidos por la naturaleza agreste y selvática del territorio que habitaban, habian constituido estados independientes, que tendian sin cesar á extender su dominio y á adquirir mayor poder y consistencia.
    Como el estandarte de la independencia se habia enarbolado ántes en las montañas de Covadonga que en las asperezas de San Juan de la Peña, debia el Estado de Asturias llamar más principalmente la atencion del Califa, tanto más, cuanto que poseia gran
    parte de la Galicia, y en algunas ocasiones aquellos montañeses se habian atrevido á llegar en sus correrías hasta las márgenes del Duero, áun cuando desechemos como exageradas otras expediciones más arriesgadas que nos han trasmitido los antiguos cronistas.
    Hixem I publicó la guerra sania (1) en sus Estados con el fin de someter á su dominacion todos los pueblos que áun resistian su yugo, y reuniendo todos sus recursos, encargó el mando de sus crecidas tropas al guerrero Mugueit, que es conocido en las relaciones de los árabes con el nombre di Abdcl-Walhid-benMugucit.


    A los primeros anuncios de aquella embestida reunió Alfonso apresuradamente sus huestes, á las que se juntaron todos aquellos que podian soportar el peso de las armas, y salió al encuentro de los árabes, resuelto á atajarles el paso en su destructora marcha. Los árabes, cargados de botin y llevando delante de sí rebaños de animales y manadas de esclavos, intentaban ganar el territorio de Castilla, con el .designio de poner en seguridad su rica presa, para poder continuar sus fechorías más libremente; pero Alfonso que, conociendo la inferioridad de sus fuerzas, habia echado mano de un ardid de guerra, emboscándose cerca de un sitio pantanoso que los cronistas denominan Lutos (Lodos), sorprendió á los musulmanes que, cogidos de improviso y embarazados con «1 botin, fueron completamente derrotados, pereciendo la mayor parte de los que escaparon al filo de la espada de los cristianos, en los pantanos que los rodeaban.
    El mismo Mugueit pereció allí á manos de los cristianos, pagando con su vida el estrago y el terror que habia causado con su terrible algarada. Alfonso libró de esta suerte á gran número de cautivos rescatando tambien un rico botin, y mostrando á Hixem que en él tenia un rival digno de su grandeza y poderío.
    Sobre el año en que se verificó este notable hecho de armas existe algun disentimiento entre los antiguos historiadores; pero la cronología mas fundada es la que lo refiere al año de 794. Como en todas estas jornadas la cifra de los muertos aparece en extremo exagerada, sin embargo, de las mismas relaciones de los historiadores árabes se desprende que fué grande la pérdida que sus tropas experimentaron (1).
    Acerca del sitio en que ocurrió la batalla, en unas partes se le denomina Lucos, al paso que en otras Lutos; pero la tradicion conserva el recuerdo de esta memorable jornada, y los asturianos presentan todavía, en el territorio que media entre Cangas y Tineo, un terreno pantanoso que se llama Llamas del Mouro, en donde al parecer se verificó esta batalla.
    Despues de este hecho, que comenzó á hacer sentir á los musulmanes que existia del otro lado de las montañas un poder que no debia desdeñarse, Alfonso .creyó llegado el momento de tomar la ofensiva. Reparados en parte los daños que la expedicion de Mugueit habia causado, organizadas las fuerzas y alentados los cristianos por la reciente victoria que habian alcanzado, invadió, atravesando la Galicia, el territorio lusitano, llegando con sus armas victoriosas hasta posesionarse de Lisboa. Estas expediciones, sin embargo, más bien que como conquistas, deben considerarse como correrías destinadas á destruir al enemigo, á emancipar del poder musulman á los cristianos que sufrian el yugo de la esclavitud, ó á los que
    (1) Hé aqui cómo la refiere Conde: tAbdel-Kerim, hijo del walhl dela frontera Abdel-Walhi-beu-Mugueit, hizo entrada en Galicia en fin del año de 1TI (T&4 de Cristo); y despues de haber corrido la tierra y entrado en las fortalezas de los cristianos y quemado sus iglesiasi cuando volvia cargado de despojos fué rodeado por los cristianos en una emboscada, y en ella recibieron mucho daño los muslines; los mas esforzados murieron peleando, y entre ellos el caudillo Jusufben-Bath, y perdieron la presa y cautivos que trainn.» ASTURIAS.
    en los primeros momentos habian permanecido sin abondonar sus pueblos, y finalmente á recoger abundantes despojos. Muchos de los monumentos que aún quedan de aquella época, si bien no en su primitiva forma, sino restaurados posteriormente en varias épocas, reconocen por orígen estas expediciones y victorias, y el botin en ellas adquirido.
    Un hecho relacionado con la expedicion de Alfonso á Portugal encontramos en los cronistas franceses, sin cuyo recuerdo no habria llegado hasta nosotros la memoria de la conquista de Lisboa, que tal es la incuria que se nota en los historiadores. Referímonos á una embajada enviada por Alfonso á Carlo-Magno, que residia á la sazon en su corte de Aquisgran. Dos nobles asturianos, Basilio y Froya, atravesaron todo el territorio de la Francia, llevando á Carlo-Magno, de orden de su soberano, preciosos regalos de los despojos cogidos á los árabes, los cuales revelan hasta qué punto estaban florecientes las artes y la iudustria, en aquella época, entre los musulmanes de Córdoba. Aunque los historiadores franceses no consignan en los libros el objeto de la embajada, limitándose á considerarla como una muestra de respetuosa sumision de parte del Rey de Asturias al gran Emperador, es lo cierto que en el siglo xn aparece por primera vez en la crónica del obispado de Oviedo, Pelayo, la idea de que Alfonso el Casto habia pedido por esposa á Berta, de la estirpe imperial de Carlo-Magno, y si esto es positivo, explicará el motivo de la embajada que desde Lisboa envió Alfonso á Aquisgran.
    De todas maneras, el distintivo de Casto con que se le conoce, y el no encontrar en ninguno de los privilegios por él firmados, el nombre de su esposa, segun la costumbre de aquellos tiempos, hace sospechar que si existió la peticion, no llegó á verificarse el enlace. Sin embargo, entabláronse entónces entre |ambos soberanos relaciones estrechas de amistad y, hasta ha llegado á suponerse, de sumision por parte de Alfonso.
    No debe extrañarnos que este príncipe solicitase la alianza de Carlo-Magno, fundador del imperio de Occidente, para combatir al enemigo del Cristianismo, y que para obtenerla le hubiera rendido pleito homenage. Alfonso, por los estrechos límites de su reino, por su pobreza y la contíuua y constante amenaza de los árabes, debia considerarse como muy inferior al poderoso Emperador que llenaba con su nombre y sus hazañas la Europa entera; pero de esta opinion de Alfonso no participaban, al parecer, los orgullosos montañeses, fundadores del reino de Astúrias, que debian creer que sus esfuerzos bien merecian, como justo galardon, la completa independencia, y repugnaban toda clase de sumision, aún aquella que reconociese los mas insignificantes lazos de dependencia.
    Estas relaciones que mediaron entre el emperador Cárlos y el rey Alfonso, esta sumision por parte del segundo, es la causa que motivó una insurreccion de parte de los magnates de su reino, que obligó á Alfonso á refugiarse al monasterio de Abelania, sobre cuya situacion no han podido ponerse de acuerdo los cronistas. No obstante, Alfonso fué sacado de su forzado retiro muy pronto, gracias á los esfuerzos de al
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    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    ganos nobles que le fueron fieles, entre los cuales figura en primer término un tal Teudis, del cual la historia no nos ha trasmitido mas que el nombre, sin que nos queden detalles acerca de esta revuelta.
    En las crónicas musulmanas se encuentra la memoria de una tregua que se estableció por aquel tiempo entre el Rey de Astúrias y el Califa cordobes Alhakem, motivada sin duda por los acontecimientos que acabamos de narrar. Pero tan pronto como Alfonso vid asegurada la tranquilidad de sus Estados, y destruidos los gérmenes de las revueltas que tanto habian trabajado los anteriores reinados, comenzó de nuevo sus excursiones contra los sarracenos, ya para asegurar el territorio conquistado, ya tambien para extenderle lo posible. No obstante, conociendo todavía la debilidad de sus fuerzas, comparadas con las de los poderosos Califas, que contaban con innumerables recursos, se mantenia más bien á la defensiva con el objeto de no distraer demasiado sus tropas y exponerlas á peligrosos choques.
    Por otra parte, los árabes no fijaban mucho su atencion en aquel pequeño Estado, del cual no podrian sacar grandes riquezas, y ocupados en la organizacion de sus dominios y en su florecimiento, desdeñaban aquella pequeña nubecilla que comenzaba á dibujarse en el lejano horizonte, y que debia estallar con el tiempo sobre sus cabezas con desolador estruendo.
    La batalla de Lodos, por otra parte, habia demostrado á los musulmanes que la posesion de las montañas de Astúrias no merecia la pena de los peligros que en ellas se arriesgaban, y por este motivo dejaron por bastante tiempo descansar á Alfonso, dándole ocasion para que se dedicase á las obras de la paz, con las cuales llevó sus dominios á un estado de florecimiento casi inconcebible, dadas las circunstancias en que se encontraba.
    Al cabo de algun tiempo vióse de nuevo provocado Alfonso en sus Estados por dos poderosos ejércitos musulmanes. Habíase, sin duda, olvidado en gran parte el desastre de Lutos, y el Califa de Córdoba comenzaba acaso á mirar como denigrante para su poderío la existencia del reino de Astúrias. Los caudillos Abdalah-ben-Maheli y Abdelkerim, al mando de numerosos escuadrones, invadieron por diversos puntos el territorio asturiano, llevando la destruccion y el estrago por todas las comarcas que atravesaban. Alfonso, ocupado á la sazon en las importantes construcciones con que embelleció á Oviedo, á donde habia trasladado la corte, como punto más céntrico, reunió apresuradamente cuantos recursos militares pudo allegar y salió al encuentro de los musulmanes.
    Eran, sin embargo, las fuerzas de Alfonso muy inferiores á las de los enemigos, y urgente, por lo tanto, el evitar que las huestes agarenas se pusiesen en comunicacion. Alcanzaron los astures á las tropas de Abdalah en Neharon , y las derrotaron, poniendo en fuga desordenada á la caballería que, alcanzando en su retirada al otro ejército musulman, introdujo en él el desórden, ayudando de este modo á los cristianos que pudieron fácilmente desbaratarle.
    Los caudillos de ambos ejércitos musulmanes quedaron en el campo de batalla, y los pocos combatien
    tes que pudieron salvarse llevaron al Califa de Córdoba la noticia de tan desastrosa jornada.
    Fueron sobremanera ventajosas para Alfonso las consecuencias de tan señalada victoria, que le permitió salir de la guerra defensiva, en que hasta eutónces habia permanecido, á la ofensiva. Por este motivo vemos desp ues de esta época á los cristianos poseer el territorio que existia entre los rios Miño y Duero, si bien debia volver de nuevo al poder de los musulmanes.
    Poco despues consignan las historias la expedicion del Califa de Córdoba Abderraman, hijo de Alhakem, por el territorio que media entre el Miño y el Duero. Si bien los cronistas cristianos no hablan de ella, los árabes refieren que Abderraman 3e apoderó de Zamora, y de otros varios puntos, y que venció á los cristianos, causándoles grandes pérdidas. Con este motivo añaden los historiadores árabes, que los asturianos se vieron precisados á reducirse al abrigo de sus montañas, dejando el país llano en posesion de sus enemigos.
    Por todos estos incompletos relatos podemos juzgar, sin embargo, del encarnizamiento de la lucha, de las contínuas peripecias que en ella se observaban y de la constancia que tenian que desplegar los montañeses para contrarestar tan poderosos enemigos.
    Una de las últimas tareas del largo reinado de Alfonso fué apagar una rebelion, aunque distinta de las que hasta entónces habian trabajado su reinado.
    Sublevóse la ciudad deMérida contra el Califa Abderraman por los años de 828, á instigaciones de un oscuro funcionario llamado Mohamad-ben- Aldeljebir, al cual suponen algunos, sin fundamento, miembro de la familia del Califa. Alentado Mohamad por los ejemplos que en los reinados anteriores se habian presentado, y presa de una inquieta y desmesurada ambicion, se puso á la cabeza de los descontentos, é intentó fundar un reino independiente y elevarse de este modo de su oscura condicion al rango de soberano.
    No tardó el Califa de Córdoba en dirigirse contra los revoltosos, poniendo sitio á la ciudad de Mérida, que no quiso entregarse á las primeras insinuaciones que se le hicieron. El ambicioso Mohamad mantenia entre los suyos el espíritu de energía necesario para continuar las hostilidades, y Abderraman vió levantarse enfrente del suyo un poder que presentaba trazas de aparecer cada vez más amenazador, si no se ahogaba en su mismo orígen.
    Pero las tropas del Califa fueron rechazadas con gran pérdida de los muros de Mérida, y Mohamad pudo disfrutar al fin la satisfaccion del triunfo. Sin embargo, éste habia de ser más transitorio y efímero de lo que el ambicioso musulman juzgaba.
    En efecto, conociendo Abderraman el peligro que el pernicioso ejemplo de Mohamad envolvia, y temiendo que la tea de la insurreccion propagase el incendio por el resto de sus Estados, no ligados entre sí por muy sólidos vínculos, allegó grandes recursos, y.al frente de un numeroso ejército se dirigió sobre la rebelde ciudad.
    Vióse de nuevo Mohamad desplegar gran actividad y energía, reanimar el espíritu de los suyos y re

    chazar los repetidos asaltos que las tropas del Califa verificaban con frecuencia. Pero á pesar de los esfuerzos de los defensores de la ciudad, el cerco iba estrechándose cada dia más, y el desaliento y la fatiga apoderándose de muchos de los soldados de Mohamad. Este jamás quiso hablar de capitulacion; conocia demasiado que para él no habria salvacion posible si caia en poder de sus enemigos, y sólo cuando vió ya perdida toda esperanza de resistencia, abandonó con algunos de los suyos la ciudad, y se refugió en el territorio del Rey de Astúrias.
    Dió hospitalidad Alfonso al fugitivo Mohamad, bien fuese por escuchar la voz de la clemencia, ya porque de esta suerte creyese servir á los intereses de su reino; pero si fueron estas sus miras, es indudable que salieron frustradas, pues introducia de esta suerte en el seno de sus propios dominios una ambicion que habia demostrado ya que no se detenia en los medios, 'cualesquiera que estos fuesen, cuando se trataba de alcanzar el fin apetecido.
    Establecióse Mohamad con su gente en las cercanías de la ciudad de Lugo, en donde recibió de la liberalidad del Monarca asturiano tierras y auxilios de toda clase. Bien pronto la residencia de Mohamad se .convirtió en el punto de reunion de todos los musulmanes descontentos, que corrian á unirse al rebelde, atraidos por las muestras que habia dado de resolucion y energía.
    Los cronistas hacen ascender el número de muslimes que se refugiaron con el insurgente de Mérida á más de cincuenta mil, cifra que creemos algun tanto exagerada, si bien las historias musulmanas calculan en cuarenta mil á los revoltosos que alzaron en aquella ciudad el estandarte de la rebelion. De todas maneras, grande debió ser la confianza que Mohamad tenia en sus recursos, cuando al cabo de poco tiempo de residir en Lugo, lanzó de nuevo el grito de la insurreccion contra su bienhechor Alfonso, apoderándose de una importante fortaleza y castigando desde este punto al país circunvecino con contínuas algaradas.
    A traves de las incompletas relaciones que sobre este asunto, como sobre la mayor parte de los de aquel tiempo , nos han quedado, no pueden comprenderse las causas que impulsaron á Mohamad á romper todos los lazos de la gratitud, y á arriesgarse á una empresa que tantos peligros encerraba. Viendo sin duda el acrecentamiento de los suyos y sintiéndose siempre arrastrado por una desmesurada ambicion, trataria de realizar en Galicia lo que en Mérida habia visto frustrado, creyendo acaso mas fácil el desmembrar un floron de la Corona de Alfonso para formar con él un Estado independiente, que luchar contra las huestes del poderoso Abderraman.
    Sin duda esperaba en los momentos de apuro conquistarse el perdon de Abderraman por su pasada rebelion, ofreciéndole en cambio los países que conquistase de los cristianos.
    No obstante, los acontecimientos debian pasar de otra manera. Alfonso con sus huestes acudió á sofocar en su orígen el movimiento, y despues de derrotar las tropas que Mohamad acaudillaba, tomó el castillo
    en donde todavía se guarecian algunos de los suyos, con gran matanza de los sarracenos.
    Hé aquí relatadas con el mayor órden y claridad que nos ha sido posible, las empresas militares en que tomó parte este heróico príncipe durante su largo y glorioso reinado. Cuando recibió de Veremundo I la Corona, el Estado de Astúrias no sólo estaba reducido á las montañas, sino que ni en ellas se sostenian sus moradores por esfuerzo propio , sino recurriendo en la mayor parte de las ocasiones á ruinosos tratados que la tradicion ha convertido en vergonzosos tributos.
    Los aguerridos montañeses habian perdido gran parte de su heróico ardimiento por la perjudicial indolencia de los princípes que habian sucedido á Fruela, y áun durante el reinado de este Monarca, el valor que debió haberse ejercitado contra el enemigo de la patria, se empleó en desastrosas revueltas y luchas intestinas.
    A la sucesion regular y ordenada que cierra el camino á la inquieta ambicion , siguieron repetidas usurpaciones que impidieron el desarrollo hácia el exterior, gastando en bastardos fines las fuerzas de la naciente Monarquía.
    Al empuñar Alfonso las riendas del Estado, tenia necesidad de excitar en sus pueblos el entusiasmo, bastante apagado por los continuos tratos y convenios con los enemigos de la patria, y despues de organizar sus fuerzas, imponerles con hazañas brillantes el respeto á las fronteras del pequeño reino.
    Por este motivo lo vemos hacer tan heróicos esfuerzos en la batalla de Lutos, más notable por lo que contribuyó á reanimar el abatido espíritu de sus pueblos, que por las ventajas positivas é inmediatas que de ella pudieran resultar.
    Este completo éxito alcanzado en los primeros momentos de su advenimiento al Trono, preparó los tributos consiguientes que despues obtuvo , haciendo resplandecer de un modo más brillante la estrella que alumbraba la causa dela independencia nacional.
    Y es tanto más notable el resultado de los repetidos esfuerzos de Alfonso, si consideramos que se vió precisado á luchar contra el poderoso Califato de Córdoba, y precisamente en la época en que habia adquirido mayor preponderancia. Si en los anteriores reinados uo se hubiera olvidado casi por completo la verdadera mision del Estado ; si en vez de monarcas indolentes, que sólo pensaban en mantenerse en el poder por medio de imprudentes concesiones, hubiesen ocupado el sólio guerreros insignes , como Pelayo y Alfonso el Católico, el Monarca de que nos ocupamos hubiera conseguido extender y asegurar sus conquistas fuera de los límites de los montes Erbáceos.
    Es bastante, sin embargo, para la gloria de Alfonso el haber reanimado el espíritu algun tanto decaido de sus pueblos; el haber excitado de nuevo el entusiasmo nacional, enseñando á sus montañeses el camino de la victoria , tanto en Lutos como en Anceo y Santa Cristina.
    Al ocuparnos de este reinado, no podemos pasar en silencio una notable tradicion que con él se relaciona, y que ha suministrado abundante motivo á I03 poetas de todos los tiempos. Ya conocerá el lector que nos referimos á la leyenda de Bernardo del Carpio.
    Cuando las tradiciones son de todo panto anteriores á la historia escrita; cuando se refieren á remotos tiempos, de los caales no nos resta documento ni monumento alguno, son un precioso recurso para el historiador, sobre todo si sabe interpretarlas y darlas significacion, teniendo siempre presentes las prescripciones de la sana crítica.
    Bajo este punto de vista, siempre nos han merecido las tradiciones de los pueblos gran veneracion y respeto; y por extraordinarias y sobrenaturales que pudiesen ser, intentamos, hasta donde alcanzan nuestras escasas fuerzas, el reducirlas á su verdadera y genuina expresion. Si es cierto que con frecuencia desfiguran los hechos, exagerándolos á impulsos del entusiasmo popular; si tambien lo es que muchas veces, en lugar de un acontecimiento ó de un personaje, resumen y sintetizan una época entera ó las acciones de todo un pueblo, no es ménos evidente que contribuyen á arrojar gran luz sobre la historia, tanto más, cuanto que escasean ó faltan por completo las demas fuentes históricas.
    Pero cuando la tradicion es coetánea ya de ks tiempos históricos, cuando la vemos nacer y desarrollarse al lado de las crónicas y de los documentos escritos, sólo nos merece fe" y nos parece digna de ser tenida en cuenta, si está en armonía con el espíritu que domina en los demas documentos y viene á darles más fuerza y autoridad.
    Si en vez de esto se pone en contradiccion con los asertos unánimes de los cronistas coetáneos á los hechos que se refieren; si se la ve brotar posteriormente sin razon alguna de existencia; si la vemos crecer y desarrollarse paulatinamente á impulsos más bien de la poesía erudita que de la que tiene su orígen en el entusiasmo popular, esta tradicion nos merece poco ó ningun crédito, por más que la hallemos consignada en notables escritos.
    En este caso se encuentra la tradicion que se refiere á Bernardo del Carpio, con la cual se ha tratado de anublar bastante la memoria y los hechos de Alfonso el Casto. Veamos de qué modo aparece en la historia, con lo cual examinaremos los títulos que tiene para ser creida ó desechada.
    Ni el cronista Sebastian , ni el Albedense, que escribieron en el siglo ix, y que por lo tanto son contemporáneos de Alfonso, nada dicen que pueda servir de márgen ni de fundamento á la tradicion de Bernardo del Carpio, ni tampoco se encuentra referencia alguna sobre estos sucesos en los demas cronistas coetáneos, tanto cristianos como musulmanes.
    Hasta el siglo xn no empieza á figurar en las historias el importante suceso de la derrota sufrida por Carlo-Magno en las gargantas de Roncesvalles, y ni áun entónces aparece en ella la figurá de Bernardo del Carpio ni de Alfonso el Casto. Estábales reservado el hacerse por primera vez eco de las creaciones populares á los cronistas D. Rodrigo y D. Lúeas, pertetenecientes al siglo xm, es decir , cuatro siglos más tarde de los acontecimientos á que la tradicion se refiere. Sin embargo, el arzobispo D. Rodrigo no deja de
    exponer, con entera claridad, que si bien estas relaciones circulaban entre el pueblo, las consideraba como fábulas destituidas de todo fundamento, ejemplo que no siguieron los demas cronistas que se apoyaron en la narracion de D. Rodrigo, dando, por el contrario, mas fuerza á la tradicion adicionándola con todos los detalles que su fantasía les pudo sugerir.
    Sin embargo, las mas palmarias pruebas de la falsedad de esta tradicion se deducen simplemente de su misma narracion, por cuyo motivo creemos necesario, segun el método que nos hemos propuesto, dedicarle en este lugar algunas líneas.
    Supone la tradicion que Alfonso tenia una hermana llamada Jimena, que olvidó sus deberes, no sólo de princesa, sino tambien de dama, sosteniendo livianos amores con Sancho Diaz, titulado conde de Saldaña, con la expresa voluntad de su hermano. El fruto de estos amores clandestinos fué el héroe de esta tradicion , que no sabemos por qué lleva como distintivo, unido á su nombre, el apellido del Carpio. Pinta tambien la tradicion el furor que se apoderó del Rey Casto al tener noticia de las criminales relaciones de su hermana, por cuyo motivo la relegó al fondo de un monasterio, encerrando á su amante en el castillo de Luna, despues de haberle impuesto la terrible pena de privarle de la vista.
    No se dice nada acerca de la niñez y primera juventud de Bernardo, que aparece en la tradicion como un valeroso paladin, llevando á cabo asombrosas hazañas con el piadoso fin de obtener de su tio Alfonso el perdon, ó por lo menos la libertad del infortunado autor de sus dias.
    Por lo demas, la tradicion, que por lo general no se muestra nunca en extremo escrupulosa con respecto á la cronología, presenta á Alfonso dispuesto á colocar el reino de Astúrias bajo el dominio del poderoso Carlo-Magno, lo que incitaá Bernardoá estipular un convenio con los moros para destrozar las huestes del emperador de Alemania.
    De este modo, el desastre que algun tiempo ántes habia sufrido en Roncesvalles la retaguardia de los francos, á su paso para Francia, de parte de los escaldunas ó vascos, se encuentra relacionado con estos sucesos en la tradicion de Bernardo del Carpio. Pero no contentos los cronistas con hacer representar al héroe de la tradicion un principal papel en la jornada de Roncesvalles, repiten esta hazaña, casi con idénticos pormenores, por los tiempos de Alfonso III, figurando en ella de nuevo Bernardo.
    Esta vez , como siempre, continúa este personaje solicitando de la clemencia del rey la restitucion de su apasionado padre, sin que tengan en cuenta los que se entretienen en adornar tales patrañas, que por aquella época el padre de Bernardo debia ser, por lo menos, centenario.
    En una palabra, tales el cúmulo de anacronismos, de tal manera se violenta en las narraciones de los historiadores posteriores al siglo xm la cronología, la. historia y hasta el sentido comun, que no dudamos en afirmar que esta tradicion nos merece muy poco crédito. Hemos creido, sin embargo, deber darle un lugar en estas páginas, por la importancia que ha adquirido
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    al trasmitirse de generacion en generacion, habiendo sido acogida ademas por historiadores tan respetables como Mariana y Masdeu.
    El reinado de Alfonso no sólo fué notable en los fastos de la monarquía asturiana por sus empresas militares, que reanimaron el espíritu, algun tanto amortiguado, de aquellos montañeses en su lucha con los sarracenos, sino tambien por las mejoras que introdujo en sus Estados, y por los monumentos que hizo erigir, que han trasmitido su nombre á la posteridad rodeado de una aureola de gloria y de piedad cristiana.
    Cuando se elevó al solio de Astúrias, este reino estaba reducido á estrechos límites y amenazado constantemente por las algaradas de los árabes; ni aun contaba con una corte que diese algun esplendor á la monarquía que se asentaba en tan accidentado territorio, puesto que Cangas de Onís y Pravia, que sucesivamente disfrutaron de esta supremacía, jamás pudieron merecer tal nombre. Por lo demas, ambas villas estaban situadas de un modo poco conveniente para corresponder á las nuevas necesidades del reino, que iba ensanchándose paulatinamente hácia el Mediodía, dejándolas demasiado lejanas del centro de aquellos dominios.
    El primer cuidado, pues, de Alfonso fué la traslacion de la corte, y para este objeto ningun pueblo presentaba mejores condiciones por entónces que el que habia debido el ser, ó á lo menos un favor especial, á los cuidados de su padre Fruela. Por otra parte, Alfonso habia nacido en esta ciudad (1), y en el cuidado y desvelo con que se dedicó á hermosearla, demostró que la desgracia y el destierro no le hicieran olvidar su cuna, ni los sitios en donde habia visto la luz primera.
    Si hubiéramos de creer L los cronistas que de estos acontecimientos se ocupan, nos veríamos obligados á afirmar que en los tiempos do Alfonso, Oviedo fué convertida como por encanto en una suntuosa corte que casi podia rivalizar con la de Toledo en la época de su mayor esplendor y poderío. En las historias se nos habla de magníficos palacios, de amenas villas, de suntuosos baños, de soberbios templos, sin que por esto se olvidase la defensa, en aquellos tiempos tan necesaria. En efecto, Alfonso cercó á la naciente corte de robustas murallas, flanqueadas de elevadas torres.
    La ciudad de Oviedo estaba situada en favorables condiciones y ocupaba casi el centro de los Estados de Astúrias, que se desarrollaban ante ella formando un vasto semicírculo. Fruela habia erigido ya en ella una basílica dedicada al Salvador, contigua á la ermita de San Vicente, fuudada por la piedad de los religiosos Fromistan y Máximo; pero ya hemos visto que posteriormente, en el reinado de Mauregato, los mismos auxiliares que habian penetrado en Astúrias para ayudarle á la usurpacion que meditaba, volviéronse contra él, sin duda poco satisfechos de la liberalidad del monarca.
    (1) En uno de los documentos de este principe, leemos la siguiente frase: Qmo »oío na/u» locoquc renatus extiti.
    Entónces vióse Oviedo víctima de un cruel azote. Sus casas fueron saqueadas y destruidas, y ni áun la basílica del Salvador pudo escapar á la codiciosa destruccion de los agarenos. Si Mauregato abandonando la pacífica residencia de Pravia no se hubiera presentado en Oviedo con numerosas tropas; si no hubiese derrotado á los árabes y á algunos apóstatas que habian abjurado hasta la religion de la patria; si no los hubiese perseguido hasta expulsarlos de sus dominios, Oviedo quizá en aquellos desdichados dias hubiese dejado por completo de existir.
    Afortunadamente, aún conservaba cuando Alfonso fijó en ella los ojos para elevarla á la categoría de corte algunos restos de las obras de Fruela, y los venerables vestigios de la basílica del Salvador con sus doce altares dedicados á los doce apóstoles.
    Consagróse Alfonso, tan pronto como las circuns tancias se lo permitieron , á restaurar el templo en el cual colocó la sede destruida de Britonia, que serviria de capital eclesiástica á todos sus dominios.
    Encargó el monarca al artífice Tioda ó Teudis la direccion del n uevo templo, en el cual se desplegó mayor munificencia y solidez que en el primitivo; si bien guardando en lo posible la misma disposicion que se habia observado en la derruida basílica. Treinta años, al parecer, se consumieron en su construccion. Constaban los principales detalles de este suceso en dos grandes lápidas que Alfonso hizo colocar á ambos lados del altar principal, lápidas que fueron destruidas , cuando en tiempos posteriores se emprendió de nuevo la restauracion de este templo, y que sin la diligencia del obispo Pelayo, que las copió en un famoso códice que existe en el cabildo de aquella catedral , nos serian totalmente desconocidas.
    Por los documentos de donacion, firmados por Alfonso y que se refieren á esta iglesia, se deduce la gran importancia que querian asignarle, pues la hace dueña de la mayor parte del territorio de Astúrias hasta los límites del Océano, dotándola adornas, no sólo de ricas alhajas y vestiduras, sino tambien de numerosos siervos.
    Cinco obispos, refugiados en el suelo asturiano huyendo de la persecucion de los musulmanes, consagraron esta iglesia con una pompa y solemnidad inusitadas en aquellas hasta entónces agrestes comarcas, y poco tiempo despues se reunió en aquel templo un Concilio, que tenia por principal objeto el erigir en iglesia metropolitana la basílica del Salvador, recien restaurada por Alfonso.
    Las actas de este Concilio han sido tachadas como apócrifas por graves historiadores; pero el erudito P. Risco las defiende como genuinas y auténticas, con razones bastante sólidas y fundadas. Es natural que en unos tiempos en que las huestes agarenas cubrian casi todo el territorio de la España, la iglesia de Oviedo fuese la principal, como lo era tambien aquel reino, aunque reducido en extension , grande en tradiciones patrióticas.
    En épocas posteriores, cuando á favor de los heróicos esfuerzos de los astures ya no se desesperó de la causa de la patria, no debe extrañar que otras iglesias hubiesen recabado para sí esta supremacía; pero no por eso debe olvidarse, que así como Asturias habia servido de refugio para los derrotados godos, sus iglesias suministraran tambien sedes á todos los obispos que se acogieron á su suelo, mereciendo por esta circunstancia Oviedo el dictado de ciudad de los obispos.
    Diez prelados con el rey firman las actas del Concilio de que nos ocupamos , acordándose en él trasladar el antiguo derecho metropolitano de Braga y Lugo á Oviedo, y aceptando la superioridad de esta iglesia, las de Tuy, Dumio, Braga, Iria, Coimbra, Aguas-Cálidas (Orense), Viseo, Lamego, Celeres, Porto, Benes, Britonia, Astorga, Leon, Palencia, Arica, Sasamon, Segovia, Osma, Avila y Salamanca. La mayor parte de los prelados de estas diócesis residian en el territorio de Astúrias, en donde se les señalaron dotaciones suficientes para su subsistencia.
    Otros dos templos erigió Alfonso al lado del metropolitano , separados solamente de él por la longitud del crucero, y los cuales posteriormente llegaron á formar parte integrante de la catedral. Uno de estos es el de Santa María, á la izquierda del altar mayor, que destinó á panteon de los soberanos de Astúrias, y que en tiempos mucho mas modernos fué restaurado con el nombre de la Capilla del Rey Casto, sin duda para conservar la memoria de su primitivo fundador. Hoy nada se conserva ya de la fábrica de Alfonso, que vió sustituida su primitiva sencillez y su estilo godoromano , por los follajes y relumbrantes atavíos del órden churrigueresco.
    El otro se conoce con el nombre de Cámara Santa, y en su primitiva advocacion fué dedicado á San Miguel. Destinóse este templo á la custodia y conservacion de las reliquias santas que se habian podido preservar de la destruccion agarcna, y más de una vez sirvió para depósito de las que existían en otras iglesias, que por su posicion seveian más amenazadas por la codicia de los enemigos de la fé cristiana.
    Fué construida esta iglesia, que hoy forma tambien una de las dependencias de la catedral, á algunos pies del nivel del suelo; sobre un pavimento sólido, sostenido por una robusta bóveda, coa el fin de preservar sin duda de la humedad los objetos que debia guardar, tan preciosos para la sencilla piedad de aquellos apartados siglos.
    Cuando nos ocupemos de los monumentos arquitectónicos, que dan al suelo asturiano un carácter de sencilla grandeza, que está en armonía con la melancólica sublimidad de sus montañas, tendremos ocasion de examinar detenidamente este santuario, que posteriormente se enriqueció con todas las galas de la arquitectura importada del Oriente , y que se conoce con la denominacion de bizantina.
    Atribúyense asimismo á los solícitos cuidados de este monarca por el explendor de la Religion , otros templos tambien contiguos á la Catedral, y que si es cierto que existen todavía, apenas conservan traza de su primitiva estructura, pues todos ellos fueron en diversas épocas restaurados. Cuéntanse, entre los más notables, la iglesia de San Tirso (1), separada
    (1) Basilicam S. Thyrrt miro edificio cum mullis angulis fundamentaril. Albbldbnse. — Cujus operit pulchritudinem plus prcuent
    tan sólo hoy de la catedral por una calle oscura y angosta, y que si hemos de tomar al pié de la letra las alabanzas de los cronistas antiguos, era obra admirable por su suntuosidad y belleza. Creemos, sin embargo, que en los documentos que se ocupan de estas fundaciones, hay notable exageracion; pues ni los recursos que podia ofrecer el exíguo reino de Oviedo, ni el escaso desarrollo de las artas, permitian llevar á cabo construcciones de verdadera importancia. Por estos motivos, siempre que tengamos presentes las referencias de los cronistas coetáneos, debemos, para reducir las alabanzas á su justo valor, considerar los tiempos en que escribieron y dar á sus relaciones una importancia sólo relativa.
    En efecto, comparadas con las construcciones que en su mayor parte debian formar en aquellos remotas edades la poblacion de Oviedo, aquellos templos, hoy modestos y humildes, podian ser tenidos por grandiosos y magníficos.
    Los únicos vestigios que de su remoto orígen conserva la iglesia de San Tirso, son indudablemente una ventana de tres arcos, abierta en el testero de la iglesia, ó sea en el fondo de la capilla mayor, y acaso tambien su achatada torre, compuesta de arcos de medio punto, que presenta bastante analogía con los restos que nos quedan de la arquitectura romano goda.
    Para concluir con los edificios religiosos debidos á la munificencia de Alfonso, debemos citar en este lugar la iglesia de San Julián de los Prados, situada en uno de los arrabales de la ciudad, que se conoce hoy con el nombre de Santullano. Este templo como todos los que se refieren á estos apartados tiempos, fueron desfigurados posteriormente con frecuentes restauraciones, no inspiradas en su mayor parte por la idea de conservar los antiguos vestigios, para que pudiesen servir en las futuras edades para completar la historia de los monumentos arquitectónicos.
    Dedican grandes elogios los cronistas á los demas edificios con que Alfonso adornó la corte de Oviedo, hablando de suntuosos palacios, de magníficos baños, de elegantes pórticos y pretorios; pero de todo esto no quedan ya más que las descripciones que indudablemente deben ser en extremo exageradas.
    Cercó tambien Alfonso la naciente corte con sólidos muros, circunstancia necesaria en tiempos en que la monarquía asturiana contaba con tantos y tan poderosos enemigos, y de las descripciones que sobre estas fortificaciones han llegado hasta nosotros, así como tambien de algunos vestigios que todavía se notan en la ciudad de Oviedo, se deduce claramente que su recinto era mucho más reducido.
    Por eso no debe extrañarnos que sólo en el corto espacio que hoy ocupa la catedral, se hubiesen construido tantos templos y el palacio del mismo Alfonso, pues era necesario economizar todo lo posible el terreno contenido entre los muros. Por lo demas, tanto estas iglesias como el palacio del soberano, ocupaban
    potest mirarit quam eruditus scriba laudare. Sebastian.—Eectesiam B. Thyrei martyrie in eodem cimenterio pulchro opere fundadt. El Monje De Silos.
    entónces en la ciudad una posicion casi céntrica y formaban su núcleo principal.
    Acabamos de ver el modo con que empleó Alfonso los cincuenta años de su reinado, dedicándose ya á la lucha contra los infieles, ya á dotar á su reino, no sólo de monumentos que con su esplendor le diesen más importancia y consideracion, sino tambien de obras de utilidad y defensa.
    Cuando octogenario ya, tuvo que rendir á la naturaleza el inevitable tributo de su vida, debió ver acercarse sus últimos momentos con la satisfaccion del que consagra su existencia al ejercicio de las virtudes y el servicio de la patria. En los últimos tiempos de su reinado, ya los árabes no osaban violar el territorio de Astúrias con la misma audacia que algunos años ántes, pues la memoria de varios descalabros sangrientos infundian en su ánimo un prudente temor que era la mejor salvaguardia de les astures.
    El pueblo, que con su maravilloso instinto suele pagar con gratitud los servicios que se le prestan en momentos difíciles y arriesgados, llegó en su amor hácia este príncipe hasta rendirle culto como á bienaventurado, convirtiendo su modesta tumba, colocada en el templo de Santa María, de que dejamos hecha mencion, en el altar, en donde se le dirigian fervientes oraciones y piadosas súplicas (1).
    Desde entónces pudo ya darse por asegurada la causa de la restauracion; pues al propio tiempo que el primer ardor de los árabes iba apagándose con el gusto y aficion á la vida ordenada de las ciudades, al mismo tiempo que el pueblo nómada y conquistador se convertia en culto civilizado, los cristianos sentian renacer en su ánimo las esperanzas de un triunfo definitivo contra los sectarios del Islam.
    Todavía en el territorio africano volverá á condensarse de nuevo la tempestad, que ha de estallar con toda su furia sobre el disputado suelo de la España; todavía los Almohades y Almoravides atravesarán el Estrecho blandiendo audazmente sus terribles cimitarras; pero esta vez, en lugar de un ejército de degenerados godos, corroido ademas por la lepra de la traicion, encontrarán organizada !a resistencia nacional y un pueblo aguerrido, educado en los combates y celoso de su independencia, que opondrá una valla insuperable á la invasion.
    Organizó Alfonso en lo posible la pequeña corte de Oviedo á la usanza romana, que era la que habian adoptado los godos al establecer su dominio en España; pues antes de conseguir este fin, su contacto con la civilizacion romana habia destruido la mayor parte de sus costumbres originales. De este modo, en
    (4) El erudito Yepes, que asegura haber encontrado en el archivo del monasterio de San Pelayo el texto de la misa del Rey Casio, toma de él las oraciones siguientes:
    Deus qui preciarte eleetum tuum y regem castum Illdefonsum meri tis adornnsti, concede nobis wterni regni cum ipso feUcitatem, quem filis complacuise niiraculis attestantibus dectarasti. —Suscipe. misericors Deus, pro fidelii famttíi tui regis Hdefonsi veneratione, nostrce sercitutis oblatloncm. qui sacro nomine tuo prceparare meruit mansionem.—FidelLi tuos, obnipotens Deus, electi tuis regis Ihlefonsi memoria sancta lceii/lcet, qui casiitatis atque victorioj gratia pollens cceiestis in terreno regni gloriam adquisirit.
    su palacio se encontraban los diversos funcionarios que rodeaban en otros tiempos á los emperadores romanos, y que con la denominacion de comités (condes), ejercian distintos oficios, ya los que atañian al gobierno interior de la casa real, como los que se referian á la administracion y manejo de la cosa pública.
    De esta primitiva nobleza palatina, fué formándose sucesivamente la hereditaria, que si es cierto que en España jamas llegó á formar una clase separada de las demas, ni á adquirir grande importancia, no lo es ménos que en algunas ocasiones representó un papel de bastante interés, especi límente en las turbulencias que en posteriores tiempos trabajaron aquella provincia, debidas las más de ellas á las inquietas ambiciones de algunos magnates.
    En su lugar correspondiente examinaremos con la detencion que se merece un asunto de tamaña trascendencia— la organizacion social de la monarquía asturiana,—puesto que ella debe servirnos de base para dar á conocer el orígen de las instituciones del pueblo español.
    Debemos entretanto continuar la interrumpida narracion de los acontecimientos, ocupándonos, por lo tanto, del breve reinado de Ramiro I, hijo mayor de Veremundo el Diácono, confiado por este príncipe á la vigilancia de Alfonso.
    Cumpliendo este con los sagrados deberes que impone la gratitud, y no dejando sucesion alguna á la corona, designó á su muerte, por monarca, al hijo de Veremundo, que entónees alcanzaba ya una avanzada edad; pues no debemos olvidar que Alfonso ocupó el sólio de Astúrias por espacio de media centuria.
    (^PÍTULO VIL
    Ramiro I.—Sublevacion del conde Nepocinno.—Jornada de Cornellana.—Derrota del conde Nepociano.—Su castigo.—Rebelion de Aldrioto.—El cande Piniolo.—Es castigado con la ceguera.—Persecucion de los malhechores.—Los normandos .—Su origen.—Su religion y costumbres.—Causas de sus invasiones.—Desembarcan en Gijon. —Son derrotadas por las tropas de Ramiro.—Tra licion de la batalla de Clavijo.—Construcciones arquitectónicas que se atribuyen á Ramiro.—Su muerte.
    A pesar de los derechos con que contaba Ramiro para ocupar el trono de Astúrias, unos procedentes de su padre Veremundo y otros de la voluutad de Alfonso, que por sus heróicos hechos debia ser respetada por sus pueblos, vióse el nuevo soberano obligado para alcanzar la corona á conquistarla por medio de la fuerza de las armas.
    Cuando Alfonso rindió su alma al Criador, encontrábase Ramiro fuera del territorio de Astúrias en el país de los Várdulos, asentado del lado meridional de los montes Erbáceos. Los cronistas afirman que habia abandonado á Astúrias temporalmente, con el designio de contraer segundas nupcias con una dama de aquel país, de elevada alcurnia, llamada Urraca.
    Desde esta época comienza á aparecer este nombre en las historias, y aunque algo corrompido, descubre bastante su orígen romano; pues algunas veces se escribe Auriaca, derivado probablemente de Aurea (1).
    Habia tenido Ramiro por primera esposa á Paterna, y en ella un hijo llamado Ordoño , que debia sucederle en el trono. Durante todo el largo reinado de Alfonso, continuó Ramiro viviendo en la mejor armonía con él, conformándose con la voluntad de su padre, sin aspirar á un trono, para el cual debia creerse con indisputables derechos, en un tiempo en que las leyes no habian cerrado todavía con fuertes cerrojos las puertas del poder á las aspiraciones de la ambicion.
    Aprovecháronse los magnates del reino de la ausencia de Ramiro, y dejándose seducir por las interesadas sugestiones del conde Nepociano, que ocupaba en el palacio de los Reyes un importante puesto, quedaron sin cumplimentar por el pronto los deseos del finado Alfonso, y el conde Nepociano fué aclamado como Rey.
    Reina gran oscuridad en las crónicas acerca de la persona de Nepociano, que solo figura como conde palatino, aunque no falta quien le suponga emparentado con Alfonso por línea materna; pero es lo cierto, que Nepociano consiguió que le apoyasen los principales señores de la corte, y pudo por lo tanto aprestarse á disputar á Ramiro la posesion del trono de Astúrias.
    No debe extrañarnos esta adhesion de los magnates hácia Nepociano, pues se ve en ellos la tendencia de conservar el trono electivo. De esta suerte favorecian tambien sus propios intereses y no se cerraba por completo el camino que conducia al supremo poder.
    Poco tiempo gozó Nepociano el fruto de su usurpacion, por más que reunió para defenderse grandes fuerzas y aguerridas tropas. Ramiro, tan pronto como recibió la noticia de la muerte de Alfonso y tuvo conocimiento de la usurpacion de Nepociano, se dispuso á disputarle la corona. Para este fin, no creyendo oportuno el presentarse en la corte de Oviedo, poco dispuesta como hemos visto á su favor, dirigióse precipitadamente á Galicia, en donde consiguió levantar en poco tiempo un poderoso ejército.
    Encaminóse con él Ramiro hácia Astúrias, resuelto á arriesgar el todo por el todo á la suerte del combate.
    Nepociano, al recibir estas nuevas, reunió tambien sus huestes, y saliendo de Oviedo, avanzó resueltamente al encuentro de su competidor.
    Hay á las cinco leguas, hácia el Occidente de Oviedo, un estrecho y pintoresco valle regado por el rio Narcea, que al poco trecho confunde sus aguas con las del Nalon, valle que desde tiempos antiguos se conoce con el nombre de Cornellana. En este sitio, no de los más á propósito para la maniobra de grandes ejércitos, encontráronse las huestes de Nepociano y Ramiro, trabándose al punto el más récio combate.
    Las tropas de Nepociano opusieron gran resistencia á los gallegos; pero les fué contraria la fortuna y tuvieron que declararse en completa dispersion, des
    (1) Ya se sabe que el diptongo Au se convierte unas veces en O y otras en ü.
    pues de haber dejado el campo cubierto de cadáveres. Apeló en aquel extremo el ambicioso conde á la fuga, reuniendo parte de sus huestes y tomando el camino que conduce á Pravia, en donde sin duda intentaba oponer nurva resistencia.
    ¡Vanos esfuerzos! Los condes Escipion y Sonna, que por órden de Ramiro fueron en persecucion del rebelde Nepociano, le alcanzaron cerca de esta villa, y despues de derrotarle nuevamente, se apoderaron de su persona, presentándole al Rey, no sin haberle sacado ántes los ojos.
    Achácase este cruel castigo á los citados condes, que siguieron, para apaciguar la rebelion, las prescripciones de los tiempos; pues este suplicio se encuentra repetido en aquellos siglos con frecuencia. Los cronistas manifiestan que Ramiro se apiadó del estado del rebelde Nepociano cuando le fué presentado, y que mandó encerrarle en un monasterio, consultándole en mas de una ocasion en los árduos asuntos del Estado (1).
    No pudo gozar Ramiro tranquilamente de las dulzuras del poder despues de este primer castigo, pues el espíritu de rebelion habia tomado incremento durante su ausencia, y Nepociano contaba con gran número de partidarios, no sólo entre los funcionarios de palacio, sino tambien entre los magnates del reino. Poco tiempo despues de la revuelta que acabamos de narrar, verificóse otra, á cuya cabeza figuraba Aldroita, segun todas las conjeturas, conde de palacio. Fué ahogado en su gérmen tambien este movimiento, y su principal autor fué privado dela vista en castigo de su falta. No se sabe si al mismo tiempo ó posteriormente, alzó tambien con resolucion el conde Piniolo el estandarte de la insurreccion, ignorándose si obró por instigacion propia ó por defender los designios de Nepociano. De todas maneras, no habiendo podido hacer triunfar el movimiento, y como hubiese caido en poder del Rey con sus siete hijos que le ayudaron en su empresa, sufrieron tambien, como los que les habian precedido en el camino de la rebelion, la misma suerte, y se vieron privados de la vista.
    Estos ejemplares castigos, y la decision de la mayor parte de los asturianos en favor de Ramiro, tanto por sus dotes personales, como por el cumplimiento de la postrera voluntad de Alfonso el Casto, terminaron por fin tan sensibles revueltas, que ademas de las desgracias que sobre el país acarreaban, sumiéndole en todos los horrores de una guerra encarnizadaé intestina, impedian la prosecucion de la conquista, y por lo tanto el cumplimiento del verdadero destino de la monarquía asturiana.
    Despues de apagar la tea de la rebelion, vióse Ramiro obligado á destruir los gérmenes de desórden y latrocinio que las pasadas revueltas habian desarrollado en el país. Muchos de los insurgentes refugiá
    (1) Esto parece desprenderse de las siguientes palabras del monje de Silos: • Ilum Ramirus misericordia motus, in monastico ordin» dum vixit gobernare censuit.* De la misma crónica se desprende que los condes Escipion y Sonna decretaron el suplicio de Nepociano, sin esperar las órdenes del Rey.
    ronse en la aspereza de las montañas, huyendo de la .dureza del castigo, y á ellos so unieron los foragidos y ladrones que infestaban el país y que habian contado hasta entónees con la impunidad, á causa de que las urgentes necesidades de la guerra con los árabes separaba en más de una ocasion la atencion de los monarcas de los asuntos interiores del reino. Contra todas estas bandas armadas, formadas las unas de los restos de las pasadas discordias intestinas, originadas otras por las dificultades de los tiempos que excitaban el espíritu aventurero, envió Ramiro pequeños escuadrones que consiguieron apoderarse do muchos bandoleros, castigándolos con todo el rigor de las .costumbres de aquellos tiempos.
    Tan eficaces escarmientos apartaron de la reprobnda senda de la rebelion y el latrocinio á muchos, y Ramiro pudo por fin ver restablecida en sus Estados !a tranquilidad interior, tan necesaria para lanzarse á más vastas y trascendentales empresas.
    Sin embargo, poco tiempo despues de estos acontecimientos, un nuevo azote, procedente del Norte de Europa, cayó sobre las costas de Astúrias, amenazando al país en todos los horrores de la rapiña, el incendio y la desolacion. Referímonos á las expediciones de los normandos, que comenzaron en aquel reinado y que habian de continuar todavía por muchos años, manteniendo la zozobra y la alarma en las poblaciones del litoral.
    ¿De dónde procedian estos terribles guerreros que destruian todo cuanto á su paso encontraban, como un impetuoso y desolador torrente?
    Llamabánse normandos, nord-mann, hombres del Norte, y habian habitado la península escandinava desde que los cimbrios, que la llamaron Quersoneso Címbrico, la habian abandonado para arrojarse sobre el imperio romano Profesaban la terrible religion de Odin, á quien designaban con los epítetos de padre de los estragos, salteador é incendiario, contándose entre sus repugnantes prácticas los sacrificios humanos.
    Habitando climas inhospitalarios, cubiertos de espesas selvas y de lagos, más bien que á los ejercicios reposados de la agricultura y de la vida reposada, se dedicaban á la caza y á la pesca, adquiriendo de esta suerte la aficion á las excursiones marítimas, sin que les arredrasen para aventurarse en débiles esquifes las procelosas y bravas ondas de los mares del Norte.
    Como las regiones que habitaban no podian sostener á todos sus moradores, los más resueltos recorrian los mares buscando aventuras, que al mismo tiempo que satisfaciesen su inquieto carácter, les proporcionasen el lucro apetecido. Ni los detenian las tempestades ni los hielos, y si les faltaban naves con que lanzarse á tan arduas empresas, á golpes de hacha convertian en escuadra la primera selva que á su paso se presentaba. Unian á la astucia la intrepidez y el más absoluto desprecio de la vida, y robando unas veces, traficando otras, poniendo su valor al servicio del que más paga les ofrecia, prontos á dirigir las armas contra los mismos á quienes auxiliaban, solian con frecuencia convertirse de auxiliares en .conquistadores.
    ASTURIAS.
    Taleseran los pueblos que amenazaron á la Europa con sus excursiones durante más de dos siglos, y que llegaron á fundar importantes Estados. Esta emigracion presenta diversos caracteres que las que hasta entónces habian afligido á las comarcas más cultas de la Ruropa; pues no eran un pueblo entero que cambia de patria y de asiento, sino un número de guerreros que solian establecerse en el país, entablando relaciones con los primitivos habitantes, y formando al fin con los vencidos una sola nacionalidad.
    De este modo caminando algunos hácia el Oriente, echaron los primeros fundamentos al imperio ruso, al paso que otros llegaron por el Mediodía hasta el último extremo de la Italia, destruyendo I03 postreros restos de la civilizacion helénica.
    Acaso sea exacto el aserto de algunos cronistas, que suponen como la causa de estas emigraciones hácia el Mediodía de la Europa las victorias alcanzadas por Carlo-Magno contra los sajones. Refugiados estos entre los normandos, es fácil qne los excitasen por espíritu de venganza á llevar la guerra contra los francos. De este modo comenzaron á asolar primero la Francia, y desde este punto, siguiendo siempre las costas, llegaron en sus incursiones hasta Sevilla, que redujeron á cenizas, despues de haberse apoderado de un rico botin.
    Estos eran los terribles invasores que en tiempos de Ramiro I aparecieron en la costa de Astúrias, amenazando á sus pacíficos habitantes con todas las calamidades del saqueo, el incendio y la desolacion.
    A la noticia de la aparicion de tan incómodos huéspedes, organizó Ramiro sus fuerzas y marchó en socorro de los habitantes de Gijon, en cuyo punto desembarcaron los normandos. Fueron repelidos con grandes pérdidas de aquellas costas, lo cual, unido á la pobreza del país que no ofrecia bastante alimento á su codicia, les indujo por entónces á abandonar esta empresa; pero antes de alejarse por completo de los Estados de Asturias acometieron á Brigantium (laCoruña"), en donde sufrieron tambien grandes descalabros. Esta decidida actitud que tomaron los pueblos asturianos, les libró por entóness de tan molestos enemigos, enseñándoles al mismo tiempo la necesidad de fortificarlas costas para impedir nuevas incursiones.
    Ademas de estas empresas, que ocuparon la atencion de Ramiro durante su breve y turbulento reinado, dirigió este monarca sus fuerzas en varias ocasiones contra los infieles, derrotándo'os en dos importantes jornadas, acerca de cuyos pormenores guardan los cronistas el más absoluto silencio. Solamente tres siglos más tarde aparece en los historiadores la referencia á la bitalla de Clavijo, atribuida á este monarca. Supone la tradicion que el apóstol Santiago se presentó por primera vez en sueños á Ramiro, reanimando su espíritu abatido por la superioridad de los moros con la promesa de la victoria. Cuéntase tambien que el mismo apóstol Santiago, montado en un caballo blanco, combatió á favor de las huestes de Ramiro, introduciendo la confusion y la derrota en las huestes musulmanas.
    6
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    Aunque las circunstancias maravillosas de que rodean esta jornada los cronistas antiguos no infundiesen vehementes sospechas de su falsedad, el silencio de los escritores coetáneos y más aún los intereses que sobre ella se fundaron, la confirmarian. Nos referimos al voto de Santiago, que ya en otras ocasiones hemos considerado como apócrifo; pero que, sin embargo, existió hasta los tiempos modernos, demostrando lo difícil que es luchar contra las preocupaciones cuando se encuentran arraigadas profundamente en los pueblos.
    En todas la empresas que llevó á cabo Ramiro, tuvo por fiel compañero á su hermano García, que aparece con el título de rey en algunos documentos y donaciones, manifestando la fraternal union que entre ambos existió, á pesar de los impulsos de ambicion que suele siempre despertar la posibilidad de alcanzar una corona.
    A los hechos militares de Ramiro hay que añadir tambien otros sugeridos por la piedad, y que son hoy todavía monumentos que recuerdan su memoria y que dan una idea del estado de las artes en su tiempo. Hablamos de los templos que en la cuesta de Naranco erigió, y que por sus bellas proporciones y la perfeccion de algunos detalles, han sido en todos tiempos objeto de justo encomio por parte delos amantes de los restos arquitectónicos (1). De las construcciones profanas con que Ramiro rodeó aquellos templos, apenas quedan ya más que débiles vestigios, que revelan, sin embargo, que aquellos agrestes lugares sirvieron en algun tiempo de morada de recreo a los monarcas asturianos.
    Bajó al sepulcro Ramiro en 850, dejando por sucesor á la corona á su hijo Ordoño, que prosiguió con decision y fortuna la obra emprendida por sus antecesores.
    CAPÍTULO VIII.
    Escasez de los documentos. — Primera expedicion de Ordoño.— Rebelion de los vascos.—Victoria del Ebro.—El renegado Muza. —Su poder.—Ereccion de Albelda.—Atácala Ordoño.—Muza se iipresta á defenderla.—Sangriento encuentro de Laturcio.—Derrota de Muza.—Lobia , hijo .'e Muza. — Conciértase con Ordoño.—Desgracia la jornada del Uuadalete—Expe licion hácia Salamanca.—Nuevas invasiones de los normandos.—Son rechazados por el conde Pedro.—Destruyen las tempestades una armada sarracena en las costas .le Galicia. — Fortifica Ordoño á Tuy , Astorga y Leon.—Donaciones á las iglesias deOvielo.— Muerte de Ordoño.
    Escasos son por demas los documentos que se conservan del breve, pero glorioso reinado de Ordoño I, teniendo que contentarnos, con respecto á este príncipe, en la mayor parte de los hechos, con referencias vagas y conjeturas más ó ménos probables. Convienen no obstante los cronistas en adornar el carácter dp este monarca de recomendables y poco comu
    (1) En el libro que destinamos ú tratar de los principales monumentos asturianos , tendremos ocasion de describir estas iglesias.
    nes prendas, llamándole el Albeldense padre de la» gentes, al mismo tiempo que el monje de Silos elogia su discrecion y entereza, y Sebastian encomia su magnanimidad y su modestia.
    Estas dotes efectivamente debian necesitarse en aquellos críticos tiempos para mantener la paz en el interior del reino, despues de las contínuas revueltas que le habian trabajado durante el reinado de Ramiro I; así como tambien era preciso desplegar gran actividad y energía para extender las fronteras de la monarquía asturiana, rodeada de tan poderosos enemigos.
    Ya desde su primera expedicion se colocó la fortuna al lado de sus pendones, acompañándole despues durante todas sus empresas. Rebeláronse en su tiempo los vascones que ocupaban la parte mas oriental de la monarquía, viéndose obligado Ordoño á apagar por medio de la lucha aquella sensible diferencia, que amenazaba desmembrar el reino, apenas consolidado todavía. Poco trabajo costó á Ordoño el someter á los inquietos vascos; pero apenas habia conseguido sn objeto, cuando tuvo que dirigir sus huestes contra enemigos más terribles y numerosos. Es probable que el ejército musulman que entonces marchaba contra los cristianos, hubiese venido en auxilio de los rebeldes montañeses, y acaso llamado por ellos, que de estas coaliciones, por más que parezcan monstruosas, están llenas las historias de todo3 los tiempos; pero de todos modos, si entraba en el plan de los revoltosos el poder unir sus fuerzas con las musulmanas antes do ser acometidos por Ordoño, destruyó tan inicuos planes la actividad de este príncipe.
    Revolvió Ordoño contra los árabes, haciéndoles sufrir sensibles pérdidas en el país situado en el nacimiento del caudaloso Ebro, y con esta notable victoria pudo regresar el menarca asturiano á su corte y dedicarse por completo á labrar su magnificencia, esplendor y prosperidad.
    De estas importantes tareas vino á sacarle un acontecimiento, que le obligó á reunir apresuradamente sus huestes y á atravesar los montes erbáceos con direccion á los campos góticos.
    Habia conseguido establecerse en estas comarcas, poco tiempo hacia devastadas, por la diligente prudencia de Alfonso II, un ambicioso godo, que olvidando la fé de sus mayores, se habia convertido al mahometismo, tomando el nombre de Muza. Valiéndose de amaños y ardides, empleando gran actividad y desplegando las dotes de un aventurero poco comun, logró extender su dominio de un modo notable, de suerte que llegó á verse dueño de los ricos territorios de Toledo y Zaragoza, habiéndose apoderado tambien de Huesca. No tardó en ser considerado como un vecino peligroso y temible, tanto por la ventajosa posicion que ocupaba, cuanto por la audacia y osadía de que se encontraba dotado.
    Es indudable que el monarca asturiano habia favorecido en un principio los planes del apóstata Muza, pues por este medio lograba introducir la division y el fraccionamiento entre los musulmanes, y por lo tanto contribuir á su decaimiento y debilidad; pero cuando vió el ambicioso renegado erigir á dos leguas de Logroño, junto al Ebro, una plazi (1) que amenazaba por aquel lado sus fronteras, conoció que eran ya peligrosas las contemplaciones con un caudillo que con tan escasos elementos habia conseguido elevarse á semejante altura.
    Presentóse, pues, Ordoño ante la naciente ciudad, con el designio de destruirla; pero encontrándola ya defendida, vióse obligado á asediarla para hacerse dueño de ellr» y realizar despues sus planes. Muza, no obstante, no se encontraba dispuesto á abandonar á Albayda sin disputársela á Ordoño, y por lo tanto, reuniendo todas las fuerzas de que pudo disponer, se presentó á socorrer á la ciudad sitiada.
    Dividió en esta ocasion el príncipe asturiano sus fuerzas, y dejando en el cerco de la plaza una parte considerable de ellas, salió con las restantes al encuentro de Muza, que le esperó tomando posiciones en el monte Laturcio. Fué en extremo reñida la pelea: pero los infieles se vieron derrotados con grandes pérdidas, y Muza, su jefe, sólo pudo salvarse á costa .de grandes trabajos. Esta derrota terminó por completo con todo el influjo de Muza, que pasó el resto de sus dias en la oscuridad.
    Poco tiempo despues cayó en poder de las tropas de Ordoño Albayda, siendo pasados á cuchillo sus defensores, arrasada la ciudad hasta sus cimientos y las mujeres y los niños reducidos á la esclavitud, segun las costumbres de aquellos tiempos y las prácticas de una guerra á muerte sin tregua ni perdon.
    Quedábale á Muza un hijo llamado Lobia, al cual habia encomendado el gobierno de Toledo, y en el que fijó sus ojos, tan pronto como se vió sumido en la desgracia, esperando verle convertido en su restaurador, <5 por lo ménos su vengador. Sin embargo, Lobia era demasiado accesible á los halagos de la ambicion para que siguiese un rumbo tan delicado y que podia conducirle á la perdicion y á la ruina, y prefirió presentarse á Ordoño, ofreciéndole sumision y vasallaje, con tal de conservar el dominio de aquellas comarcas.
    Aceptó Ordoño la sumision de Lobia, pues conoció que en ella encontraria un poderoso concurso para proseguir la guerra contra los sarracenos. Por esta causa llegaron los cristianos hasta los muros de Toledo, con el fin de socorrer á su aliado Lobia, sitiado en esta ciudad por las fuerzas del califa de Córdoba.
    Desgraciada en extremo fué esta empresa, que costó la vida á cerca de veinte mil cristianos, victimas de una emboscada que en el valle de Guadacelete les armaron las huestes musulmanas. Aunque nos parece que en este pasaje hay alguna exageracion de parte de los historiadores arábigos sobre el número de los muertos, se desprende de todas las narraciones relativas al hecho, que el desastre fué sensible, debiendo haber ocurrido poco tiempo despues, segun los más racionales cálculos, de la toma y destruccion de la plaza de Albayda.
    Así que Ordoño hubo repuesto sus fuerzas del desastre que acabamos de consignar, proyectó una
    (1) Llamábase Albayda, es .le.-ir, la Blanca, y hoy se conoce con .el nombre de Albelda.
    vasta expedicion hácia las posesiones musulmanas del Occidente, con el designio de ensanchar los linderos de este reino y librar del poder sarraceno á los cristianos cautivos. Lanzándose resueltamente desde las encrespadas montañas que formaban el natural abrigo del poder asturiano , llegó Ordoño en su primera acometida hasta Salamanca (I), despues de haberse apoderado de Coria y de otros pueblos de ménos importancia. Dirigióse Ordoño desde Salamanca hácia el Occidente, penetrando en el país lusitano, y despues de talar muchos pueblos y cojer rico botin y gran número de esclavos, regresó á sus dominios para colocar en seguridad su presa.
    Repitieron., entretanto, los terribles normandos, que hemos visto aparecer por vez primera en Astúrias en el anterior reinado, sus asoladoras expediciones; pero los habitantes de las costas que en los primeros encuentros se habian acostumbrado á vencerlos, los rechazaron, no sin haberles causado grandes pérdidas. Las crónicas nos han trasmitido el nombre del conde Pedro, que se colocó osadamente al frente de los asturianos, conduciéndolos á la victoria.
    No menos afortunado fué el reino de Astúrias por aquellos tiempos; pues sin esfuerzo alguno de su parte, vió destrozadas en sus costas las numerosas naves de una poderosa armada que el califa de Córdoba enviaba contra los cristianos, desesperado sin duda de reducirlos á la obediencia atacándolos en sus temibles desfiladeros.
    Dejamos relatados, con la mayor claridad que nos ha sido posible, los hechos de armas ocurridos durante el reinado de Ordoño, y en todos ellos, si exceptuamos el desastre de Guadacelete, vemos á los cristianos llevar la mejor parte. Esto contribuia en gran manera á reanimar el espíritu nacional, presentándole la obra de la reonquista, aunque en extremo difícil y lejana, posible y hacedera.
    Despues de haber conseguido Ordoño las notables victorias que dejamos consignadas, dirigió su atencion hácia la seguridad de aquella parte del reino, que por su situacion topográfica estaba más expuesta á las algaradas de los sarracenos. Para este fin, fortificó de nuevo las ciudades de Tuy, Astorga y Leon, atrayendo por medio de donaciones y privilegios numerosos cristianos, que al mismo tiempo que se dedicasen al cultivo de los terrenos adyacentes, sirvieran para defender aquellos puntos avanzados en el caso en que los árabes intentasen atacarlos.
    Multitud de templos y monasterios brotaban como por encanto, no sólo en los terrenos recien adquiridos de los árabes, sino tambien en el corazon de Astúrias, debidos unos á la piedad de Alfonso, y originados otros por el espíritu religioso de los tiempos. Bien pronto estas iglesias sirvieron de centro y núcleo á nacientes poblaciones, con las cuales se enriquecia el patrimonio de la iglesia de Oviedo, Leon y Santiago (2).
    (1) Hay quien supone que en vez de Salamanca debe leerse Talamanr.a; pero el punto que ocupa esta villa hace inverosimil que Ordoño pudiese llegar hasta sus muros.
    (2) Or.loño enriqueció á la cate.lral de Oviedo con cuautiosas do naciones.
    Ocupado Ordoño en estas pacíficas empresas, bajó I al sepulcro en 866, víctima de un ataque de gota, j Estuvo casado Ordoño con Munia, que le dió una numerosa prole, compuesta de cinco varones, y segun añaden algunos cronistas, de una hija llamada Aragoncia.
    En el reinado de Alfonso III, designado por los historiadores con el sobrenombre de Magno, veremos los disturbios que ocasionó la ambicion, tan fácil de despertarse en aquellos tumultuosos tiempos. Generalmente, el prólogo de cada reinado es un tejido de conspiraciones y trastornos, tanto más sensibles, cuanto que todas las fuerzas de la nacion debian emplearse en la gloriosa lucha de la independencia.
    CAPÍTULO IX.
    Alfonso III.—Rebelion de Froila.—Su efimera dominacion. —Su muerte.—Sublevacion de los alaveses.—Prision del conde Eylon. —Tratalo con el reino de Navarra.—Mahamud, califa de Córdoba. —Almondhir. — Sangriento encuentro cerca de Leon.—Batílla de Cea.—Traspasa la linea del Ebro.—Restauraciones.—Nuevas acometidas de Almondhir.—Cautividad de Abud-walid.—Jornada del Orbigo.—Nueva derrota de Almondhir. —Tregua.—Fortifica Alfonso la linea del Duero.—Invade la Lusitania.—Triunfos de Alfonso.—Los hijos de Muza.—Rebelion de Mohamad.—Paz general. —Expedicion hacia Tuledo.—El dia de Zamora.—Sublevacion de los hermanos de Alfonso.—Severo castigo.—Veremundo se alza en Astorga.—Nuevas revueltas.—Desobediencia de Garcia.—Su prision en el castillo de Gauzon.—Abdicacion de Alfonso.
    No se encontraba el jóven Alfonso, hijo primogénito de Ordoño, en la corte, cuando su padre bajó prematuramente al sepulcro, circunstancia que dió lugar á una de las usurpaciones tan frecuentes en aquellas edades, en las cuales todavía se recordaban las tradiciones electivas de la corte de Toledo, sin que las prácticas hereditarias hubiesen adquirido la solidez necesaria para dar fundamento á un derecho incontestable.
    Fué esta vez el usurpador un conde de Galicia, llamado Froila, que ocupó el sólio de Astúrias con el consentimiento de los magnates del reino, sin que puedan designarse los derechos en que habia establecido sus aspiraciones. Poco gozó Froila del fruto de sus ambiciosos manejos; pues ya un año despues de la muerte de Ordoño, es decir, en 867, se ve ocupar á Alfonso el trono de la monarquía asturiana, á la edad de 14 años.
    Habíase refugiado el adolescente príncipe en el país de Alava, que en todas las revueltas de índole semejante se presenta como asilo de los príncipes perseguidos por la usurpacion y el amaño, en donde supo que los magnates de Oviedo, mal avenidos con el gobierno de Froila, habian dado muerte al mismo que poco tiempo antes habian elevado al supremo poder. Esta circunstancia colocó en manos de Alfonso las riendas del gobierno de Astúrias, dando desde un principio muestras de que sería un digno conti
    nuador de la obra tan gloriosamente iniciada y sostenida por algunos de sus predecesores.
    Sin embargo, las armas de Alfonso tuvieron que dedicarse, ántes que á la guerra nacional y de independencia, á apaciguar el espíritu de sedicion, que, como en otras ocasiones, habia brotado en Galicia, aparecia ahora en el país de Alava, que acababa de servir de asilo á Alfonso en sus anteriores tribulaciones y desgracias.
    No tardó en presentarse Alfonso ante los inquietos alaveses, á los cuales redujo fácilmente á la obediencia, apoderándose del conde Eylon, que aparecia como jefe de aquella revuelta, el cual pagó su falta en una prision de Oviedo, en la que permaneció cubierto de cadenas. Conociendo el jóven príncipe que la proximidad del reino de Navarra, ya entónces constituido de un modo independiente, daba alientos á los alaveses para revelarse contra su autoridad, pues esperaba en el auxilio de los navarros, y queriendo destruir por completo todos los motivos de disturbios intestinos que tanto podian distraerle de la causa nacional, estableció un tratado de paz y alianza con el rey de Navarra, y ya tranquilo por este punto, se dedicó á la mejora y ensanche de sus dominios. Casóse á los veinte años con la hija del rey de Navarra, Jimena, enlace que si bien ratificó el tratado de alianza estipulado entre ambos monarcas cristianos, no fué el mas á propósito para labrar la felicidad doméstica del soberano de Astúrias.
    El territorio leones, para cuya seguridad no perdonó Alfonso desvelo alguno, fué el primer teatro de sus glorias guerreras alcanzadas en sus luchas contra los poderosos musulmanes.
    Imperaba á la sazon en Córdoba el califa Mahamud, que dirigió todos sus esfuerzos contra el reino de Astúrias, convencido de que por aquella parte se estaba formando la tempestad que debía estallar algun dia sobre el poder de la media luna. Confió Mahamud á su hijo Almondhir, que en anteriores empresas se habia conquistado merecidamente la fama de esforzado y entendido guerrero, el cuidado de sus tropas, y el jóven musulman, ávido de gloria, y ansioso de medir sus armas con un enemigo digno de su esfuerzo, marchó contra los cristianos lleno de ardor y resolucion.
    Permanecia Alfonso en los alrededores de Leon ocupado en restaurar las ciudades derruidas, conocidas con los nombres de Lancia y Cea, con lo cual pretendia asegurar aquellas comarcas po niéndolas al abrigo de las incursiones frecuentes de los sarracenos. Tan pronto como tuvo conocimiento de los belicosos proyectos de Almondhir, le salió al encuentro el príncipe cristiano, apercibiendo sus fuerzas. Verificóse la batalla cerca de los muros de Leon, que presenciaron aquel dia la derrota de los infieles y la fuga de Almondhir, que sólo se salvó con los restos desbaratados de sus numerosas huestes. La consecuencia inmediata de esta victoria fué la destruccion de otro cuerpo de infieles que habia penetrado en el Vierzo poco tiempo ántes, y que regresaba hácia los dominios musulmanes cargado de botin y de despojos, no sólo de alhajas, sino tambien de numerosos Tebaños y multitud de cautivos (1). La misma presa de que venian cargados los musulmanes les impidió desplegar en la defensa todos sus recursos, teniendo que pronunciarse muy prontoen una completa derrota, abandonando en manos del vencedor la mayor parte del botin reeogido.
    Con estas empresas inició Alfonso su gloriosa lucha con los sarracenos, la cual, continuada con constancia y esfuerzo, habia de extender y asegurar la frontera del reino de Astúrias, que ya á la sazon se desbordaba de las comarcas montañosas hácia los llamados campos góticos.
    Pero Almondhir, el jóven caudillo musulman, léjos de desfallecer por la primera derrota, sólo esperaba la ocasion oportuna de vengar el anterior desastre y rescatar su perdido prestigio. Reorganizó sus desordenadas huestes, reunió nuevos refuerzos, y uniéndose los mejores escuadrones formados por la flor do la caballería de Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo, invadió de nuevo los dominios de Alfonso, yendo á encontrarle á las orillas del Cea. Más bien que una verdadera bu talla, fué esta jornada un reñido duelo, en el cual se peleaba, no sólo por la conquista, sino por la satisfaccion del orgullo y de la vanidad personal, y de este modo se explica la horrible mortandad que en ella hubo.
    La mayor parte de aquellos brillantes escuadrones árabes tiñeron con su sangre los campos del Cea; pero no por eso los cristianos dejaron de pagar un abundante y triste tributo, sin conseguir por eso el que quedase por suyo el campo de batalla. Por el contrario, desangrados ambos ejércicitos, viéronse precisados á suspender la contienda, retirándose al poco tiempo para reanimar sus abatidas fuerzas.
    Sin embargo, aunque Alfonso no podia vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo decisivo, comprendió entóuces lo que podia conseguir reuniendo todos sus recursos, tanto más, cuanto que habia mostrado á las sarracenos en más de una ocasion que sus soldados sabian derramar su sangre en el campo de batalla, pero no volver el rostro á los enemigos. Por eso vemos al esforzado príncipe tomar al poco tiempo la ofensiva contra los sarracenos, y no queriendo ser atacado en sus propios dominios, llevar la guerra á la márgen izquierda del Duero.
    En sus excursiones se apoderó de varios pueblos, entre los cuales recordamos á Atienza, Deza é Ibrillos, situado en la Rioja; y habiendo tenido noticia de
    (1) Esta expedicion, que corresponde al año 868, segun las mas fundadas conjeturas, se encuentra relatada de este modo en los historiadores arabigos.'
    • Por lapartede Galicia penetraron los walhies de la frontera y tomaron muchos cautivos y ganados, y retirándose con estas presas, pastorean.lolas con mu "lia confianza y descuido, sin acordarse de que muchas veces un débil mosquito punzalos ojos al más bravo leon, fueron acometidos de súbito en unos pasos estrechos en donde la caballeria no fué de provecho, y debilita la la hueste por adelantar la presa y cautivos con la delantera, fué atrepellada la zaga y padeció gran matanza, y fueron muchos los heridos y muchos los que quedaron cautivos en poder del enemigo."
    que los árabes habian aprovechado su ausencia para penetrar en los campos de Leon , dirigió contra ellos sus fuerzas, causándoles grandes pérdidas y enseñándoles á respetar el territorio cristiano.
    Emprendió despues de este suceso una expedicion por la parte más occidental de su reino hácia la Lusitania, asolando y destruyendo muchas ciudades importantes que arrancaba al poder de los sarracenos. Estas destrucciones de ciudades reconocian por orígen en su mayor parte la necesidad, pues no pudiendo ser conservadas, se reducian á escombros, para privar de esta suerte al enemigo de sus recursos. Pero lo» intentos de Alfonso no se satisfacian con la asolacioa y el abandono. Tan pronto como pudo reunir moradores bastantes, restauró á Coimbra, que pobló de gallegos, verificando lo propio con las ciudades de Braga, Chaves, Porto, Visco, Lamego y otras varias, en alguna de las que instituyó sillas episcopales.
    Puede decirse que Alfonso tuvo ya por la parte de Castilla, por frontera de sus Estados, al caudaloso Duero, cuyas márgenes fortificó con importantes ciudades , restauradas las unas y de nueva fundacion otras. De este modo surgieron de nuevo de entre sus ruinas Dueñas, Zamora y Simancas, y posteriormente Toro , que fué entregada al cuidado del primogénito del monarca, García.
    Con tales precauciones, quedaron defendidos los feraces campos góticos, que atrajeron por sus favorables condiciones una numerosa poblacion.
    No pudo el califa de Córdoba ver sin cierta inquietud y temor los progresos que el pequeño reino de Astúrias , hasta entónces poco considerado y temido, hacía en la conquista. Era preciso, pues , no drjar consolidarse aquella importante línea de fortificacion del Duero, y para este fin envióMahamud á Almondhir con grandes fuerzas.
    Acometió el caudillo musulman impetuosamente á Zamora, todavía no completamente fortificada"; pero acudió en su socorro Alfonso y derrotó á los musulmanes, librando así de esta suerte la restaurada ciudad. No dejaron por esta primera derrota de repetir sus algaradas los árabes, pues conocian el interes que tenia para ellos el que los cristianos no se estableciesen en tan ricos y extensos territorios; pero la fortuna acompañó por entónces constautemente á las armas de Alfonso, que no sólo logró derrotar á notables caudillos, sino que en una sangrienta jornada se apoderó de Abud Walid, uno de los más célebres, conduciéndole cautivo á Oviedo , de donde pudo salir á favor de un cuantioso rescate.
    Estos contínuos reveses desesperaban al esforzado Almondhir, que habia encontrado, en fin, en Alfonso un rival digno de su valor. Ademas de los intereses de los respectivos pueblos, jugábase en esta reñida contienda el amor propio de ambos príncipes , y por esto no debemos extrañar los desesperados esfuerzos que hizo Almondhir para desbaratar las huestes de Alfinso.
    Reunió el caudillo sarraceno numerosas tropas, que dividió en dos grandes ejércitos, formando el uno casi en su totalidad de guerreros andaluces y cordobeses , que se propuso conducir por sí mismo, y constituido el otro de toledanos, habitantes de Guadalajara y Talamanca, que colocó á las órdenes del experimentado capitan Aben-Gamin. De esta suerte creia Almondhir dividir las fuerzas de Alfonso y vencerle en detall fácilmente.
    No obstante, el príncipe cristiano comprendiólos designios de su enemigo y se propuso conservar la unidad de sus fuerzas, con las cuales podia asegurar la victoria. En vez de dividir sus escuadrone?, empleó en las operaciones militares la actividad y la presteza que podian suplir al número, y dejando á su espalda las huestes de Almondhir , marchó contra las de Aben-Gamin que se habia adelantado hasta las orillas delOrbigo. Tan impetuosa é inesperada fue" la acometida, que innumerable multitud de árabes tiñeron con su sangre aquellos campos (1).
    Verificada esta primera hazaña, era preciso volver contra los escuadrones de Almondhir que á toda prisa se acercaban. Trabóse, en efecto, nueva batalla, en la cual los soldados de Alfonso, llenos de ardor y de entusiasmo por la reciente victoria que acababan de conseguir, combatieron con tal arrojo y osadía, que Almondhir se vió precisado á retirarse en desordenada fuga con los restos de su desbaratado ejército. De este modo, tan glorioso para las armas de Alfonso, terminó tan temible expedicion, que si hubiera sido favorecida por la fortuna, hubiese colocado quizá á dos dedos de su ruina todo el territorio cristiano que se encontraba del lado de acá de las montañas.
    Tan notable derrota mostró á Almondhir que no debia, al ménos por entónces , intentar nuevas acometidas, y con el designio de reparar sus fuerzas, pidió y obtuvo de Alfonso una tregua de tres años por medio de una considerable cantidad.
    Empleó Alfonso estos tres años de deseanso en terminar la fortificacion de la línea del Duero y en apercibirse para nuevas empresas, contando con aprovecharse d<?l favorable espíritu que dominaba en los cristianos , acostumbrados ya á la victoria y ansiosos de medir sus armas contra los enemigos de la religion y de la patria.
    Apenas t"rminó la tregua estipulada entre cristianos y musulmanes, comenzó Alfonso una nueva expedicion, invadiendo la Lusitania. Esta vez atravesó el Tajo y el Guadiana, llegando hasta el extremo occidental de Sierra-Morena, punto que los historia dores antiguos denominan Monte Oxífero. El primer ejército que se atrevió á impedirle el paso, compuesto de veinte mil combatientes , sufrió una completa derrota.
    Nada notable sobre esta expedicion consignan las historias, si esceptuamos lo que dejamos apuntado; pero en cambio dirijen su vista á la region de Oriente, en donde pasaban acontecimientos de bastante importancia. Gobernaban en Zaragoza y en Tudela los hijos del renegado Muza, con los cuales conservó Alfonso la alianza estipulada por su padre Ordoño.
    (1) Los cronistas hacen subir la pérdida de los árabes á trece mil; pero ya sab3nos que en estas cifras hay) gran Jexageracion.
    Estrechas debieron ser en extremo las relaciones q ue mediaron entre el príncipe cristiano y los hijos de Muza, Ismael y Fortun, pues vemos que aquel confió á su cuidado la educacion de su hijo Ordoño. Un hijo de Lope, llamado Mohamad, jio pudo ver sin celosa envidia las buenas relaciones que existian entre sus tios y el monarca asturiano, y dominado por una inquieta ambicion, logró reconciliarse con el emir de Córdoba, que le proporcionó los medios necesarios para atacar á los jeques de Zaragoza y Tudela.
    La suerte de las armas fué contraria en varios encuentros á Ismael y á Fortun, que perdieron en esta contienda sus Estados, quedando ellos mismos en poder de su sobrino. No descuidaron los árabes el aprovecharse de esta favorable circunstancia; pues el caudillo Abu-Walid penetró por los dominios de Alfonso causando grandes estragos. Sin embargo, los califas de Córdoba no sacaron de la alianza con el ambicioso Mohamad todas las ventajas que creyeron en un principio; pues al verse este aventurero en posesion de los ricos y extensos dominios que habia arrebatado á sus tios, se declaró independiente de la corte de Córdoba, con lo cual puso un impedimento á las excursiones de Abu-Walid, solicitando la amistad de Alfonso.
    Todas estas revueltas hicieron conocer á los príncipes la necesidad de una tregua, que pusiese fin á tantos desastres y calamidades como causaba una guerra interminable. Estipulóse, pues, el tratado de paz que fué conservado fielmente por Alfonso, no sólo con Almodhir, sino tambien con el sucesor en el califato de Córdoba, Abdalah.
    No obstante, á pesar de la tregua establecida, no pudo dedicarse Alfonso tranquilamente á los cuidados que ofrecia la obra de la prosperidad interior de sus pueblos; pues si bien el soberano cordobes mantuvo fielmente su palabra, algunos ambiciosos musulmanes, deseosos de aprovecharse de la anarquía que reinaba en el Estado de Córdoba de los tiempos de Abdalah, acometieron en más de una ocasion los dominios asturianos.
    Para castigar Alfonso una algarada que invadió sus Estados por la parte de Oriente, dirigió sus huestes por aquel punto hasta cerca de los muros de Toledo, los cuales no asaltó; pues los musulmanes, temerosos de sus tropas, compraron la paz á costa de ricos y numerosos presentes. Más notable fué todavía otra expedicion de numerosos musulmanes que se vió derrotada bajolos murosdeZamora (1).
    (1) De este mojo refieren io.s historiadores árabes este suceso: «Estaba el rey Abdnlah en paz con el rey cristiano de Malicia y en esta seguridad tenian descuidada la frontera. El cau li lio Alune l-ben-Alkithi, apellidado Abulcania, entro con mucha gente de apié y de acanallo por Zamora, robando los pueblos, asi de cristianos eo:no de muslimes. Los alcaides de aquella frontera avisaron al rey Abdalah y tambien al de Gíalicia, disculpando aquellas algara las que ellos no podian evitar, qne no eran suyas ni le los buenos y honrados muslime», subditos sumisos de su señor. El wali Ahmed, con mucha vanidad y orgullo, escribió al rey de los cristianos amenazándole, que si no se hacia muslim ó su vasallo, que venia á echarle le sus tierras y hacerle morir mala muerte si caia on sus manos. Cuenta que la gente que lie
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    Aunque las circunstancias maravillosas de que rodean esta jornada los cronistas antiguos no infundiesen vehementes sospechas de su falsedad, el silencio de los escritores coetáneos y más aún los intereses que sobre ella se fundaron, la confirmarian. Nos referimos al voto de Santiago, que ya en otras ocasiones hemos considerado como apócrifo; pero que, sin embargo, existió hasta los tiempos modernos, demostrando lo difícil que es luchar contra las preocupaciones cuando se encuentran arraigadas profundamente en los pueblos.
    En todas la empresas que llevó á cabo Ramiro, tuvo por fiel compañero á su hermano García, que aparece con el título de rey en algunos documentos y donaciones, manifestando la fraternal union que entre ambos existió, á pesar de los impulsos de ambicion que suele siempre despertar la posibilidad de alcanzar una corona.
    A los hechos militares de Ramiro hay que añadir tambien otros sugeridos por la piedad, y que son hoy todavía monumentos que recuerdan su memoria y que dan una idea del estado de las artes en su tiempo. Hablamos de los templos que en la cuesta de Naranco erigió, y que por sus bellas proporciones y la perfeccion de algunos detalles, han sido en todos tiempos objeto de justo encomio por parte delos amantes de los restos arquitectónicos (1). De las construcciones profanas con que Ramiro rodeó aquellos templos, apenas quedan ya más que débiles vestigios, que revelan, sin embargo, que aquellos agrestes lugares sirvieron en algun tiempo de morada de recreo a los monarcas asturianos.
    Bajó al sepulcro Ramiro en 850, dejando por sucesor á la corona á su hijo Ordoño, que prosiguió con decision y fortuna la obra emprendida por sus antecesores.
    CAPÍTULO VIII.
    Escasez de los documentos. — Primera expedicion de Ordoño.— Rebelion de los vascos.—Victoria del Ebro.—El renegado Muza. —Su poder.—Ereccion de Albelda.—Atácala Ordoño.—Muza se iipresta á defenderla.—Sangriento encuentro de Laturcio.—Derrota de Muza.—Lobia , hijo .'e Muza. — Conciértase con Ordoño.—Desgracia la jornada del Uuadalete—Expe licion hácia Salamanca.—Nuevas invasiones de los normandos.—Son rechazados por el conde Pedro.—Destruyen las tempestades una armada sarracena en las costas .le Galicia. — Fortifica Ordoño á Tuy , Astorga y Leon.—Donaciones á las iglesias deOvielo.— Muerte de Ordoño.
    Escasos son por demas los documentos que se conservan del breve, pero glorioso reinado de Ordoño I, teniendo que contentarnos, con respecto á este príncipe, en la mayor parte de los hechos, con referencias vagas y conjeturas más ó ménos probables. Convienen no obstante los cronistas en adornar el carácter dp este monarca de recomendables y poco comu
    (1) En el libro que destinamos ú tratar de los principales monumentos asturianos , tendremos ocasion de describir estas iglesias.
    nes prendas, llamándole el Albeldense padre de la» gentes, al mismo tiempo que el monje de Silos elogia su discrecion y entereza, y Sebastian encomia su magnanimidad y su modestia.
    Estas dotes efectivamente debian necesitarse en aquellos críticos tiempos para mantener la paz en el interior del reino, despues de las contínuas revueltas que le habian trabajado durante el reinado de Ramiro I; así como tambien era preciso desplegar gran actividad y energía para extender las fronteras de la monarquía asturiana, rodeada de tan poderosos enemigos.
    Ya desde su primera expedicion se colocó la fortuna al lado de sus pendones, acompañándole despues durante todas sus empresas. Rebeláronse en su tiempo los vascones que ocupaban la parte mas oriental de la monarquía, viéndose obligado Ordoño á apagar por medio de la lucha aquella sensible diferencia, que amenazaba desmembrar el reino, apenas consolidado todavía. Poco trabajo costó á Ordoño el someter á los inquietos vascos; pero apenas habia conseguido sn objeto, cuando tuvo que dirigir sus huestes contra enemigos más terribles y numerosos. Es probable que el ejército musulman que entonces marchaba contra los cristianos, hubiese venido en auxilio de los rebeldes montañeses, y acaso llamado por ellos, que de estas coaliciones, por más que parezcan monstruosas, están llenas las historias de todo3 los tiempos; pero de todos modos, si entraba en el plan de los revoltosos el poder unir sus fuerzas con las musulmanas antes do ser acometidos por Ordoño, destruyó tan inicuos planes la actividad de este príncipe.
    Revolvió Ordoño contra los árabes, haciéndoles sufrir sensibles pérdidas en el país situado en el nacimiento del caudaloso Ebro, y con esta notable victoria pudo regresar el menarca asturiano á su corte y dedicarse por completo á labrar su magnificencia, esplendor y prosperidad.
    De estas importantes tareas vino á sacarle un acontecimiento, que le obligó á reunir apresuradamente sus huestes y á atravesar los montes erbáceos con direccion á los campos góticos.
    Habia conseguido establecerse en estas comarcas, poco tiempo hacia devastadas, por la diligente prudencia de Alfonso II, un ambicioso godo, que olvidando la fé de sus mayores, se habia convertido al mahometismo, tomando el nombre de Muza. Valiéndose de amaños y ardides, empleando gran actividad y desplegando las dotes de un aventurero poco comun, logró extender su dominio de un modo notable, de suerte que llegó á verse dueño de los ricos territorios de Toledo y Zaragoza, habiéndose apoderado tambien de Huesca. No tardó en ser considerado como un vecino peligroso y temible, tanto por la ventajosa posicion que ocupaba, cuanto por la audacia y osadía de que se encontraba dotado.
    Es indudable que el monarca asturiano habia favorecido en un principio los planes del apóstata Muza, pues por este medio lograba introducir la division y el fraccionamiento entre los musulmanes, y por lo tanto contribuir á su decaimiento y debilidad; pero cuando vió el ambicioso renegado erigir á dos leguas de Logroño, junto al Ebro, una plazi (1) que amenazaba por aquel lado sus fronteras, conoció que eran ya peligrosas las contemplaciones con un caudillo que con tan escasos elementos habia conseguido elevarse á semejante altura.
    Presentóse, pues, Ordoño ante la naciente ciudad, con el designio de destruirla; pero encontrándola ya defendida, vióse obligado á asediarla para hacerse dueño de ellr» y realizar despues sus planes. Muza, no obstante, no se encontraba dispuesto á abandonar á Albayda sin disputársela á Ordoño, y por lo tanto, reuniendo todas las fuerzas de que pudo disponer, se presentó á socorrer á la ciudad sitiada.
    Dividió en esta ocasion el príncipe asturiano sus fuerzas, y dejando en el cerco de la plaza una parte considerable de ellas, salió con las restantes al encuentro de Muza, que le esperó tomando posiciones en el monte Laturcio. Fué en extremo reñida la pelea: pero los infieles se vieron derrotados con grandes pérdidas, y Muza, su jefe, sólo pudo salvarse á costa .de grandes trabajos. Esta derrota terminó por completo con todo el influjo de Muza, que pasó el resto de sus dias en la oscuridad.
    Poco tiempo despues cayó en poder de las tropas de Ordoño Albayda, siendo pasados á cuchillo sus defensores, arrasada la ciudad hasta sus cimientos y las mujeres y los niños reducidos á la esclavitud, segun las costumbres de aquellos tiempos y las prácticas de una guerra á muerte sin tregua ni perdon.
    Quedábale á Muza un hijo llamado Lobia, al cual habia encomendado el gobierno de Toledo, y en el que fijó sus ojos, tan pronto como se vió sumido en la desgracia, esperando verle convertido en su restaurador, <5 por lo ménos su vengador. Sin embargo, Lobia era demasiado accesible á los halagos de la ambicion para que siguiese un rumbo tan delicado y que podia conducirle á la perdicion y á la ruina, y prefirió presentarse á Ordoño, ofreciéndole sumision y vasallaje, con tal de conservar el dominio de aquellas comarcas.
    Aceptó Ordoño la sumision de Lobia, pues conoció que en ella encontraria un poderoso concurso para proseguir la guerra contra los sarracenos. Por esta causa llegaron los cristianos hasta los muros de Toledo, con el fin de socorrer á su aliado Lobia, sitiado en esta ciudad por las fuerzas del califa de Córdoba.
    Desgraciada en extremo fué esta empresa, que costó la vida á cerca de veinte mil cristianos, victimas de una emboscada que en el valle de Guadacelete les armaron las huestes musulmanas. Aunque nos parece que en este pasaje hay alguna exageracion de parte de los historiadores arábigos sobre el número de los muertos, se desprende de todas las narraciones relativas al hecho, que el desastre fué sensible, debiendo haber ocurrido poco tiempo despues, segun los más racionales cálculos, de la toma y destruccion de la plaza de Albayda.
    Así que Ordoño hubo repuesto sus fuerzas del desastre que acabamos de consignar, proyectó una
    (1) Llamábase Albayda, es .le.-ir, la Blanca, y hoy se conoce con .el nombre de Albelda.
    vasta expedicion hácia las posesiones musulmanas del Occidente, con el designio de ensanchar los linderos de este reino y librar del poder sarraceno á los cristianos cautivos. Lanzándose resueltamente desde las encrespadas montañas que formaban el natural abrigo del poder asturiano , llegó Ordoño en su primera acometida hasta Salamanca (I), despues de haberse apoderado de Coria y de otros pueblos de ménos importancia. Dirigióse Ordoño desde Salamanca hácia el Occidente, penetrando en el país lusitano, y despues de talar muchos pueblos y cojer rico botin y gran número de esclavos, regresó á sus dominios para colocar en seguridad su presa.
    Repitieron., entretanto, los terribles normandos, que hemos visto aparecer por vez primera en Astúrias en el anterior reinado, sus asoladoras expediciones; pero los habitantes de las costas que en los primeros encuentros se habian acostumbrado á vencerlos, los rechazaron, no sin haberles causado grandes pérdidas. Las crónicas nos han trasmitido el nombre del conde Pedro, que se colocó osadamente al frente de los asturianos, conduciéndolos á la victoria.
    No menos afortunado fué el reino de Astúrias por aquellos tiempos; pues sin esfuerzo alguno de su parte, vió destrozadas en sus costas las numerosas naves de una poderosa armada que el califa de Córdoba enviaba contra los cristianos, desesperado sin duda de reducirlos á la obediencia atacándolos en sus temibles desfiladeros.
    Dejamos relatados, con la mayor claridad que nos ha sido posible, los hechos de armas ocurridos durante el reinado de Ordoño, y en todos ellos, si exceptuamos el desastre de Guadacelete, vemos á los cristianos llevar la mejor parte. Esto contribuia en gran manera á reanimar el espíritu nacional, presentándole la obra de la reonquista, aunque en extremo difícil y lejana, posible y hacedera.
    Despues de haber conseguido Ordoño las notables victorias que dejamos consignadas, dirigió su atencion hácia la seguridad de aquella parte del reino, que por su situacion topográfica estaba más expuesta á las algaradas de los sarracenos. Para este fin, fortificó de nuevo las ciudades de Tuy, Astorga y Leon, atrayendo por medio de donaciones y privilegios numerosos cristianos, que al mismo tiempo que se dedicasen al cultivo de los terrenos adyacentes, sirvieran para defender aquellos puntos avanzados en el caso en que los árabes intentasen atacarlos.
    Multitud de templos y monasterios brotaban como por encanto, no sólo en los terrenos recien adquiridos de los árabes, sino tambien en el corazon de Astúrias, debidos unos á la piedad de Alfonso, y originados otros por el espíritu religioso de los tiempos. Bien pronto estas iglesias sirvieron de centro y núcleo á nacientes poblaciones, con las cuales se enriquecia el patrimonio de la iglesia de Oviedo, Leon y Santiago (2).
    (1) Hay quien supone que en vez de Salamanca debe leerse Talamanr.a; pero el punto que ocupa esta villa hace inverosimil que Ordoño pudiese llegar hasta sus muros.
    (2) Or.loño enriqueció á la cate.lral de Oviedo con cuautiosas do naciones.
    Ocupado Ordoño en estas pacíficas empresas, bajó I al sepulcro en 866, víctima de un ataque de gota, j Estuvo casado Ordoño con Munia, que le dió una numerosa prole, compuesta de cinco varones, y segun añaden algunos cronistas, de una hija llamada Aragoncia.
    En el reinado de Alfonso III, designado por los historiadores con el sobrenombre de Magno, veremos los disturbios que ocasionó la ambicion, tan fácil de despertarse en aquellos tumultuosos tiempos. Generalmente, el prólogo de cada reinado es un tejido de conspiraciones y trastornos, tanto más sensibles, cuanto que todas las fuerzas de la nacion debian emplearse en la gloriosa lucha de la independencia.
    CAPÍTULO IX.
    Alfonso III.—Rebelion de Froila.—Su efimera dominacion. —Su muerte.—Sublevacion de los alaveses.—Prision del conde Eylon. —Tratalo con el reino de Navarra.—Mahamud, califa de Córdoba. —Almondhir. — Sangriento encuentro cerca de Leon.—Batílla de Cea.—Traspasa la linea del Ebro.—Restauraciones.—Nuevas acometidas de Almondhir.—Cautividad de Abud-walid.—Jornada del Orbigo.—Nueva derrota de Almondhir. —Tregua.—Fortifica Alfonso la linea del Duero.—Invade la Lusitania.—Triunfos de Alfonso.—Los hijos de Muza.—Rebelion de Mohamad.—Paz general. —Expedicion hacia Tuledo.—El dia de Zamora.—Sublevacion de los hermanos de Alfonso.—Severo castigo.—Veremundo se alza en Astorga.—Nuevas revueltas.—Desobediencia de Garcia.—Su prision en el castillo de Gauzon.—Abdicacion de Alfonso.
    No se encontraba el jóven Alfonso, hijo primogénito de Ordoño, en la corte, cuando su padre bajó prematuramente al sepulcro, circunstancia que dió lugar á una de las usurpaciones tan frecuentes en aquellas edades, en las cuales todavía se recordaban las tradiciones electivas de la corte de Toledo, sin que las prácticas hereditarias hubiesen adquirido la solidez necesaria para dar fundamento á un derecho incontestable.
    Fué esta vez el usurpador un conde de Galicia, llamado Froila, que ocupó el sólio de Astúrias con el consentimiento de los magnates del reino, sin que puedan designarse los derechos en que habia establecido sus aspiraciones. Poco gozó Froila del fruto de sus ambiciosos manejos; pues ya un año despues de la muerte de Ordoño, es decir, en 867, se ve ocupar á Alfonso el trono de la monarquía asturiana, á la edad de 14 años.
    Habíase refugiado el adolescente príncipe en el país de Alava, que en todas las revueltas de índole semejante se presenta como asilo de los príncipes perseguidos por la usurpacion y el amaño, en donde supo que los magnates de Oviedo, mal avenidos con el gobierno de Froila, habian dado muerte al mismo que poco tiempo antes habian elevado al supremo poder. Esta circunstancia colocó en manos de Alfonso las riendas del gobierno de Astúrias, dando desde un principio muestras de que sería un digno conti
    nuador de la obra tan gloriosamente iniciada y sostenida por algunos de sus predecesores.
    Sin embargo, las armas de Alfonso tuvieron que dedicarse, ántes que á la guerra nacional y de independencia, á apaciguar el espíritu de sedicion, que, como en otras ocasiones, habia brotado en Galicia, aparecia ahora en el país de Alava, que acababa de servir de asilo á Alfonso en sus anteriores tribulaciones y desgracias.
    No tardó en presentarse Alfonso ante los inquietos alaveses, á los cuales redujo fácilmente á la obediencia, apoderándose del conde Eylon, que aparecia como jefe de aquella revuelta, el cual pagó su falta en una prision de Oviedo, en la que permaneció cubierto de cadenas. Conociendo el jóven príncipe que la proximidad del reino de Navarra, ya entónces constituido de un modo independiente, daba alientos á los alaveses para revelarse contra su autoridad, pues esperaba en el auxilio de los navarros, y queriendo destruir por completo todos los motivos de disturbios intestinos que tanto podian distraerle de la causa nacional, estableció un tratado de paz y alianza con el rey de Navarra, y ya tranquilo por este punto, se dedicó á la mejora y ensanche de sus dominios. Casóse á los veinte años con la hija del rey de Navarra, Jimena, enlace que si bien ratificó el tratado de alianza estipulado entre ambos monarcas cristianos, no fué el mas á propósito para labrar la felicidad doméstica del soberano de Astúrias.
    El territorio leones, para cuya seguridad no perdonó Alfonso desvelo alguno, fué el primer teatro de sus glorias guerreras alcanzadas en sus luchas contra los poderosos musulmanes.
    Imperaba á la sazon en Córdoba el califa Mahamud, que dirigió todos sus esfuerzos contra el reino de Astúrias, convencido de que por aquella parte se estaba formando la tempestad que debía estallar algun dia sobre el poder de la media luna. Confió Mahamud á su hijo Almondhir, que en anteriores empresas se habia conquistado merecidamente la fama de esforzado y entendido guerrero, el cuidado de sus tropas, y el jóven musulman, ávido de gloria, y ansioso de medir sus armas con un enemigo digno de su esfuerzo, marchó contra los cristianos lleno de ardor y resolucion.
    Permanecia Alfonso en los alrededores de Leon ocupado en restaurar las ciudades derruidas, conocidas con los nombres de Lancia y Cea, con lo cual pretendia asegurar aquellas comarcas po niéndolas al abrigo de las incursiones frecuentes de los sarracenos. Tan pronto como tuvo conocimiento de los belicosos proyectos de Almondhir, le salió al encuentro el príncipe cristiano, apercibiendo sus fuerzas. Verificóse la batalla cerca de los muros de Leon, que presenciaron aquel dia la derrota de los infieles y la fuga de Almondhir, que sólo se salvó con los restos desbaratados de sus numerosas huestes. La consecuencia inmediata de esta victoria fué la destruccion de otro cuerpo de infieles que habia penetrado en el Vierzo poco tiempo ántes, y que regresaba hácia los dominios musulmanes cargado de botin y de despojos, no sólo de alhajas, sino tambien de numerosos Tebaños y multitud de cautivos (1). La misma presa de que venian cargados los musulmanes les impidió desplegar en la defensa todos sus recursos, teniendo que pronunciarse muy prontoen una completa derrota, abandonando en manos del vencedor la mayor parte del botin reeogido.
    Con estas empresas inició Alfonso su gloriosa lucha con los sarracenos, la cual, continuada con constancia y esfuerzo, habia de extender y asegurar la frontera del reino de Astúrias, que ya á la sazon se desbordaba de las comarcas montañosas hácia los llamados campos góticos.
    Pero Almondhir, el jóven caudillo musulman, léjos de desfallecer por la primera derrota, sólo esperaba la ocasion oportuna de vengar el anterior desastre y rescatar su perdido prestigio. Reorganizó sus desordenadas huestes, reunió nuevos refuerzos, y uniéndose los mejores escuadrones formados por la flor do la caballería de Córdoba, Sevilla, Mérida y Toledo, invadió de nuevo los dominios de Alfonso, yendo á encontrarle á las orillas del Cea. Más bien que una verdadera bu talla, fué esta jornada un reñido duelo, en el cual se peleaba, no sólo por la conquista, sino por la satisfaccion del orgullo y de la vanidad personal, y de este modo se explica la horrible mortandad que en ella hubo.
    La mayor parte de aquellos brillantes escuadrones árabes tiñeron con su sangre los campos del Cea; pero no por eso los cristianos dejaron de pagar un abundante y triste tributo, sin conseguir por eso el que quedase por suyo el campo de batalla. Por el contrario, desangrados ambos ejércicitos, viéronse precisados á suspender la contienda, retirándose al poco tiempo para reanimar sus abatidas fuerzas.
    Sin embargo, aunque Alfonso no podia vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo decisivo, comprendió entóuces lo que podia conseguir reuniendo todos sus recursos, tanto más, cuanto que habia mostrado á las sarracenos en más de una ocasion que sus soldados sabian derramar su sangre en el campo de batalla, pero no volver el rostro á los enemigos. Por eso vemos al esforzado príncipe tomar al poco tiempo la ofensiva contra los sarracenos, y no queriendo ser atacado en sus propios dominios, llevar la guerra á la márgen izquierda del Duero.
    En sus excursiones se apoderó de varios pueblos, entre los cuales recordamos á Atienza, Deza é Ibrillos, situado en la Rioja; y habiendo tenido noticia de
    (1) Esta expedicion, que corresponde al año 868, segun las mas fundadas conjeturas, se encuentra relatada de este modo en los historiadores arabigos.'
    • Por lapartede Galicia penetraron los walhies de la frontera y tomaron muchos cautivos y ganados, y retirándose con estas presas, pastorean.lolas con mu "lia confianza y descuido, sin acordarse de que muchas veces un débil mosquito punzalos ojos al más bravo leon, fueron acometidos de súbito en unos pasos estrechos en donde la caballeria no fué de provecho, y debilita la la hueste por adelantar la presa y cautivos con la delantera, fué atrepellada la zaga y padeció gran matanza, y fueron muchos los heridos y muchos los que quedaron cautivos en poder del enemigo."
    que los árabes habian aprovechado su ausencia para penetrar en los campos de Leon , dirigió contra ellos sus fuerzas, causándoles grandes pérdidas y enseñándoles á respetar el territorio cristiano.
    Emprendió despues de este suceso una expedicion por la parte más occidental de su reino hácia la Lusitania, asolando y destruyendo muchas ciudades importantes que arrancaba al poder de los sarracenos. Estas destrucciones de ciudades reconocian por orígen en su mayor parte la necesidad, pues no pudiendo ser conservadas, se reducian á escombros, para privar de esta suerte al enemigo de sus recursos. Pero lo» intentos de Alfonso no se satisfacian con la asolacioa y el abandono. Tan pronto como pudo reunir moradores bastantes, restauró á Coimbra, que pobló de gallegos, verificando lo propio con las ciudades de Braga, Chaves, Porto, Visco, Lamego y otras varias, en alguna de las que instituyó sillas episcopales.
    Puede decirse que Alfonso tuvo ya por la parte de Castilla, por frontera de sus Estados, al caudaloso Duero, cuyas márgenes fortificó con importantes ciudades , restauradas las unas y de nueva fundacion otras. De este modo surgieron de nuevo de entre sus ruinas Dueñas, Zamora y Simancas, y posteriormente Toro , que fué entregada al cuidado del primogénito del monarca, García.
    Con tales precauciones, quedaron defendidos los feraces campos góticos, que atrajeron por sus favorables condiciones una numerosa poblacion.
    No pudo el califa de Córdoba ver sin cierta inquietud y temor los progresos que el pequeño reino de Astúrias , hasta entónces poco considerado y temido, hacía en la conquista. Era preciso, pues , no drjar consolidarse aquella importante línea de fortificacion del Duero, y para este fin envióMahamud á Almondhir con grandes fuerzas.
    Acometió el caudillo musulman impetuosamente á Zamora, todavía no completamente fortificada"; pero acudió en su socorro Alfonso y derrotó á los musulmanes, librando así de esta suerte la restaurada ciudad. No dejaron por esta primera derrota de repetir sus algaradas los árabes, pues conocian el interes que tenia para ellos el que los cristianos no se estableciesen en tan ricos y extensos territorios; pero la fortuna acompañó por entónces constautemente á las armas de Alfonso, que no sólo logró derrotar á notables caudillos, sino que en una sangrienta jornada se apoderó de Abud Walid, uno de los más célebres, conduciéndole cautivo á Oviedo , de donde pudo salir á favor de un cuantioso rescate.
    Estos contínuos reveses desesperaban al esforzado Almondhir, que habia encontrado, en fin, en Alfonso un rival digno de su valor. Ademas de los intereses de los respectivos pueblos, jugábase en esta reñida contienda el amor propio de ambos príncipes , y por esto no debemos extrañar los desesperados esfuerzos que hizo Almondhir para desbaratar las huestes de Alfinso.
    Reunió el caudillo sarraceno numerosas tropas, que dividió en dos grandes ejércitos, formando el uno casi en su totalidad de guerreros andaluces y cordobeses , que se propuso conducir por sí mismo, y constituido el otro de toledanos, habitantes de Guadalajara y Talamanca, que colocó á las órdenes del experimentado capitan Aben-Gamin. De esta suerte creia Almondhir dividir las fuerzas de Alfonso y vencerle en detall fácilmente.
    No obstante, el príncipe cristiano comprendiólos designios de su enemigo y se propuso conservar la unidad de sus fuerzas, con las cuales podia asegurar la victoria. En vez de dividir sus escuadrone?, empleó en las operaciones militares la actividad y la presteza que podian suplir al número, y dejando á su espalda las huestes de Almondhir , marchó contra las de Aben-Gamin que se habia adelantado hasta las orillas delOrbigo. Tan impetuosa é inesperada fue" la acometida, que innumerable multitud de árabes tiñeron con su sangre aquellos campos (1).
    Verificada esta primera hazaña, era preciso volver contra los escuadrones de Almondhir que á toda prisa se acercaban. Trabóse, en efecto, nueva batalla, en la cual los soldados de Alfonso, llenos de ardor y de entusiasmo por la reciente victoria que acababan de conseguir, combatieron con tal arrojo y osadía, que Almondhir se vió precisado á retirarse en desordenada fuga con los restos de su desbaratado ejército. De este modo, tan glorioso para las armas de Alfonso, terminó tan temible expedicion, que si hubiera sido favorecida por la fortuna, hubiese colocado quizá á dos dedos de su ruina todo el territorio cristiano que se encontraba del lado de acá de las montañas.
    Tan notable derrota mostró á Almondhir que no debia, al ménos por entónces , intentar nuevas acometidas, y con el designio de reparar sus fuerzas, pidió y obtuvo de Alfonso una tregua de tres años por medio de una considerable cantidad.
    Empleó Alfonso estos tres años de deseanso en terminar la fortificacion de la línea del Duero y en apercibirse para nuevas empresas, contando con aprovecharse d<?l favorable espíritu que dominaba en los cristianos , acostumbrados ya á la victoria y ansiosos de medir sus armas contra los enemigos de la religion y de la patria.
    Apenas t"rminó la tregua estipulada entre cristianos y musulmanes, comenzó Alfonso una nueva expedicion, invadiendo la Lusitania. Esta vez atravesó el Tajo y el Guadiana, llegando hasta el extremo occidental de Sierra-Morena, punto que los historia dores antiguos denominan Monte Oxífero. El primer ejército que se atrevió á impedirle el paso, compuesto de veinte mil combatientes , sufrió una completa derrota.
    Nada notable sobre esta expedicion consignan las historias, si esceptuamos lo que dejamos apuntado; pero en cambio dirijen su vista á la region de Oriente, en donde pasaban acontecimientos de bastante importancia. Gobernaban en Zaragoza y en Tudela los hijos del renegado Muza, con los cuales conservó Alfonso la alianza estipulada por su padre Ordoño.
    (1) Los cronistas hacen subir la pérdida de los árabes á trece mil; pero ya sab3nos que en estas cifras hay) gran Jexageracion.
    Estrechas debieron ser en extremo las relaciones q ue mediaron entre el príncipe cristiano y los hijos de Muza, Ismael y Fortun, pues vemos que aquel confió á su cuidado la educacion de su hijo Ordoño. Un hijo de Lope, llamado Mohamad, jio pudo ver sin celosa envidia las buenas relaciones que existian entre sus tios y el monarca asturiano, y dominado por una inquieta ambicion, logró reconciliarse con el emir de Córdoba, que le proporcionó los medios necesarios para atacar á los jeques de Zaragoza y Tudela.
    La suerte de las armas fué contraria en varios encuentros á Ismael y á Fortun, que perdieron en esta contienda sus Estados, quedando ellos mismos en poder de su sobrino. No descuidaron los árabes el aprovecharse de esta favorable circunstancia; pues el caudillo Abu-Walid penetró por los dominios de Alfonso causando grandes estragos. Sin embargo, los califas de Córdoba no sacaron de la alianza con el ambicioso Mohamad todas las ventajas que creyeron en un principio; pues al verse este aventurero en posesion de los ricos y extensos dominios que habia arrebatado á sus tios, se declaró independiente de la corte de Córdoba, con lo cual puso un impedimento á las excursiones de Abu-Walid, solicitando la amistad de Alfonso.
    Todas estas revueltas hicieron conocer á los príncipes la necesidad de una tregua, que pusiese fin á tantos desastres y calamidades como causaba una guerra interminable. Estipulóse, pues, el tratado de paz que fué conservado fielmente por Alfonso, no sólo con Almodhir, sino tambien con el sucesor en el califato de Córdoba, Abdalah.
    No obstante, á pesar de la tregua establecida, no pudo dedicarse Alfonso tranquilamente á los cuidados que ofrecia la obra de la prosperidad interior de sus pueblos; pues si bien el soberano cordobes mantuvo fielmente su palabra, algunos ambiciosos musulmanes, deseosos de aprovecharse de la anarquía que reinaba en el Estado de Córdoba de los tiempos de Abdalah, acometieron en más de una ocasion los dominios asturianos.
    Para castigar Alfonso una algarada que invadió sus Estados por la parte de Oriente, dirigió sus huestes por aquel punto hasta cerca de los muros de Toledo, los cuales no asaltó; pues los musulmanes, temerosos de sus tropas, compraron la paz á costa de ricos y numerosos presentes. Más notable fué todavía otra expedicion de numerosos musulmanes que se vió derrotada bajolos murosdeZamora (1).
    (1) De este mojo refieren io.s historiadores árabes este suceso: «Estaba el rey Abdnlah en paz con el rey cristiano de Malicia y en esta seguridad tenian descuidada la frontera. El cau li lio Alune l-ben-Alkithi, apellidado Abulcania, entro con mucha gente de apié y de acanallo por Zamora, robando los pueblos, asi de cristianos eo:no de muslimes. Los alcaides de aquella frontera avisaron al rey Abdalah y tambien al de Gíalicia, disculpando aquellas algara las que ellos no podian evitar, qne no eran suyas ni le los buenos y honrados muslime», subditos sumisos de su señor. El wali Ahmed, con mucha vanidad y orgullo, escribió al rey de los cristianos amenazándole, que si no se hacia muslim ó su vasallo, que venia á echarle le sus tierras y hacerle morir mala muerte si caia on sus manos. Cuenta que la gente que lie
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

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    Re: Historia de Asturias

    'Acabamos de ver por el relato que hemos hecho de las principales campañas que emprendió Alfonso para aumentar el territorio de sus Estados, que la fortuna acompañó casi siempre sus pendones. Ya el reino de Asturias habia franqueado los límites de las montañas, y tenia por fronteras el caudaloso Duero, fortificado en muchos de sus puntos por importantes castillos y atrincheradas ciudades que servian como de vanguardia y defensa á aquellas tierras, contínuamente amenazadas por los escuadrones sarracenos.
    Sin embargo, el soberano cuyos hechos acabamos de relatar, y que por ellos se habia conquistado el sobrenombre de Grande, estuvo muy lejos de disfrutar en el interior de su reino de la tranquilidad y el reposo que merecia por sus importantes hazañas. El fuego de la rebelion, mal apagado todavía, y que en tantas ocasiones habia brotado durante los anteriores reinados, amagó de contínuo los dias de Alfonso, arrancando de sus sienes la real diadema en los últimos años de su vida.
    hácia la mitad de su reinado (pues con respecto á las fechas discrepan con frecuencia los cronistas de aquella época), vióse envuelto Alfonso en una tenebrosa conspiracion, tanto más sensible y desagradable, cuanto que tenia su principal orígen en el seno de su propia familia, conjurada para causar su ruina. Urdieron esta tenebrosa trama cuatro hermanos del monarca, llamados Ñuño, Odoario, Froila y Veremundo, y aquel se vió en la triste alternativa de castigar con mano severa la sedicion que contra su poder habia estallado, ó abdicar en manos de los revoltosos el poder que con tanta gloria para los destinos de la causa cristiana poseia. Ahogó Alfonso, ante los deberes de soberano, los impulsos del corazon, y habiendo conseguido apoderarse de sus turbulentos hermanos, castigó con el terrible suplicio de la ceguera el crímen de la traicion.
    No deja de oscurecer esta sombra de un modo notable la memoria del esforzado monarca, tanto más, cuanto que este hecho, poco conocido en sus principales detalles, no demuestra hasta qué punto llegó la culpabilidad de los revoltosos.
    Pero no terminó aquí este terrible incidente del reinado de Alfonso, que dejó bastante lastimada la popularidad de que disfrutaba en sus pueblos. Vere
    vaba este caudillo eran sesenta mil hombres, muchos berberies traidos á sueldo, muchos bandidos y gente de Alguf, de Algarbe, de Toledo y sus confines, y de la gente de España oriental. Los cristianos de Galicia juntaron sus gentes y vinieron contra el caudillo Ahmed, y encontrándose estos dos grandes ejércitos en cercanias de Zamora, trabaron sangrienta pelea que mantuvieron con gran furor y encarnizamiento cuatro dias; los arruyaces berberies el último dia, otros di 'en que el primero, abandonaron el campo de batalla, los muslimes de España oriental y tierra de Toledo pelearon con mucha constancia, y el misino caudillo Ahmed que perdió la vida peleando, y con su muerte los muslimes huyeron sin orden, y los cristianos hicieron en ellos gran matanza. En la fuga murió Abderraman-benMohaviah, insigne caudillo de Tortosa. Cortaron los cristianos muchas cabezas y las pusieron en las almenas de Zamora y en sus puertas; y esta derrota fué c lebrc entre los cristianos y fronterizos con el nombre de nía rf<? Zamora, y fué en el año de
    mundo, el mayor de los hermanos, á pesar de su ceguera , consiguió burlar la vigilancia de sus guardianes , dirigiéndose á Astorga, en donde logró formarse un partido numeroso, que alzó por él el pendon de la desobediencia. Considerable debió ser el número de parciales que ayudaron á Veremundo en sus proyectos de usurpacion ; pues segun nos refieren los cronistas, ocho años sostuvo su independencia, llegando á. formar en el territorio de Astorga un pequeño Estado enclavado en los dominios de su hermano.
    Sin embargo, la situacion de Veremundo fué haciéndose cada vez más crítica, hasta que se vió obligado á sostener con sus parciales un choque contra las aguerridas tropas de Alfonso, que esta vez, como todas, alcanzaron un completo triunfo. Veremundo, perdida y& toda esperanza, buscó entre los árabes un asilo , que su patria le negaba ya, castigando de esta suerte sus ambiciosos designios. La severidad de Alfonso en esta ocasion consideróse extrema por sus pueblos , y quizá dió márgen á las posteriores revueltas. Era esto natural; por más que las leyes de los tiempos prescribiesen aquel bárbaro castigo para los delitos de traicion , no debe olvidarse que los sentimientos fraternales pudieron haber tem piado en a¡go el rigor de la justicia, tanto más, cuanto que la más preciosa prerogativa de un monarca es la de perdonar.
    El triste fin de los hermanos de Alfonso, léjos de causar un prudente temor, excitó los ánimos de algunos magnates que lanzaron poco despues el grito de la sedicion. Los cronistas de todas estas revueltas apenas nos han conservado más que los nombres de los jefes, los cuales, habiendo sido derrotados, sufrieron la misma suerte que los desdichados hermanos del monarca. Tan pronto como Alfonso conseguia cortar una de las cabezas á la hidra de la rebelion, renacian otras nuevas de la misma sangre derramada , amargando los últimos dias de su reinado, que tan glorioso fuera para las armas de los cristianos. Vino á dar cima á todos estos tenebrosos trabajos y repetidas sublevaciones la de su propio hijo primogenito García, que estaba casado con la hija del conde Nuño-Fernandez, uno de los mas poderosos señores de Castilla. Es creencia general que el desobediente hijo olvidó sus deberes á instigaciones de su esposa y de su suegro, que creian de esta suerte gozar de mayor influencia en el Estado, tan pronto como empuñase sus riendas el jóren García, que no mientras permanecieran en manos de Alfonso, que tantas muestras habia dado de entereza y resolucion. De todos modos, el mal aconsejado príncipe, que, segun ya hemos visto, gobernaba la ciudad de Zamora, defendiendo por aquella parte las fronteras del reino de Astúrias, dirigió las fuerzas que su padre le habia confiado contra la misma patria, en vez de emplearlas en la causa nacional de la reconquista.
    No tardó el monarca asturiano en presentarse en Zamora y en apoderarse del rebelde infante, que se vió conducido al castillo de Gauzon cargado de cadenas, para purgar en el estrecho recinto de un calabozo su doble falta de desobediencia contra el autor de sus dias, y de traicion contra las leyes y costumbres del reino (1).
    Esta diligencia del monarca por ahogar en su gérmen el fuego de tan censurable sedicion , sólo sirvió para conjurar contra él los ódios más reprimidos de los descontentos, que alzando pendones por el rebelde príncipe, dirigieron sus esfuerzos aunados contra Alfonso. El suegro de García, el poderoso conde Ñuño, no titubeó ya en manifestar sus criminales intentos, dando con su potente iniciativa la señal de una insurreccion , que no tardó en propagarse en todas partes, estrechando cada vez más como en medio de un fuerte círculo de hierro al monarca. El fuego de la rebelion penetró hasta en el alcázar real, y la misma esposa Jimena, que jamás habia manifestado gran adhesion á Alfonso , instigó á sus propios hijos, que de común acuerdo se conjuraron contra su padre , propagando con tan pernicioso ejemplo la conjuracion.
    Al mismo tiempo los castillos de Alba , Arbolio, Gordon y Luna, levantados por Alfouso para la proteccion de los territorios bañados por el rio Esla, se hicieroa eco de este movimiento , proclamando á don García como rey de Astúrias y Galicia y pidiendo la abdicacion de Alfonso. Más que las contrariedades materiales, que no podian abatir el ánimo esforzado de un caudillo acostumbrado á la victoria, la ingratitud de su familia y el verse siempre juguete de la traicion y el crímen, debilitaron el alma del monarca asturiano, que cansado, no de combatir á los sarracenos , sino de lidiar contra sus propios subditos, se despojó de la diadema que con tanta gloria habia ceñido á sus sienes, y el rebelde García pudo al fin romper los hierros de su estrecha prision para trasladarse á la corte y ser proclamado como soberano.
    Alfonso, si no satisfecho , resignado al ménos con su suerte, tanto más cuanto ménos la merecia, retiróse á la vida privada en uno de sus palacios, llamado de Boides, situado cerca de la villa de Gijon, que en aquella época habia adquiridoya bastante importancia.
    Quizá el recuerdo de sus hermanos, sacrificados inflexiblemente ante las prescripciones de una severa justicia, le indujo á marchar en su peregrinacion á Santiago, templo que habia construido de nueva planta, sustituyendo los mezquinos muros que de piedra y lodo habia levautado su antecesor Alfonso el Casto con otros suntuosos y magníficos, en los cuales se habian empleado los mármoles y pórfidos.
    Todavía vemos á Alfonso empuñar de nuevo el acero que tan victoriosamente esgrimió en tantas ocasiones contra los enemigos de la patria, y guiará la victoria á las aguerridas huestes cristianas. Para este fin habia solicitado el permiso de su hijo y rey, que puso á sus órdenes respetables fuerzas, queriendo sin duda con esta condescendencia debilitar de algun modo la falta que habia cometido al levantar pendones contra su propio padre.
    (1) Este castillo, que hoy se llama de Gozon, está situalo á poca distancia de Aviles, en la costa. Todavia se ven algunos restos de sus fuertes muros, que azjtan las encrespadas olas del Océano cantábrico.
    Fué aquella la última llamarada de gloria que habia de circundar la frente del anciano monarca, el cual, de vuelta de su expedicion , en la que recogiera abundantes laureles, entregó su alma á Dios en la ciudad de Zamora, que le dpbia su rescate y restauracion (1).
    Teniendo presente la piedad de aquellos tiempos y el asíduo y constante anhelo con que los soberanos de Astúrias dedicaban la mayor parte de los medios á erigir santuarios y templos, restaurando ademas los que habian perecido más que al fanatismo sarraceno, á impulsos de la codicia y al afan del saqueo que se apodera siempre de la desenfrenada soldadesca, debemos comprender que á la extension de las conquistas de Alfonso correspondian muchas construcciones importantes. En efecto, ya dejamos indicado que el templo del apóstol Santiago, erigido en tierra de Galicia por uno de sus predecesores, fué enriquecido por él, no sólo con más suntuosa y sólida fábrica , sino tambien con toda clase de dones y riquezas.
    Nada ménos que diez y siete prelados asistieron á la consagracion del restaurado templo, contribuyendo á dar mayor esplendor á aquel acto la presencia de todos los poderosos magnates congregados al efecto.
    Enriqueció tambien Alfonso el Magno con preciosos dones la basílica del Salvador de Oviedo, solicitando la vénia del Papa Juan VII para reunir un Concilio en la capital de sus Estados y erigir la silla episcopal en metropolitana de todas las del reino de Astúrias.
    No sólo accedió el Pontífice romano á las pretensiones de Alfonso, sino que por medio de los presbíteros Severo y Siderio que fueron los encargados por el monarca asturiano de la peticion, le envió afectuosas misivas, animándole en las piadosas obras que meditaba.
    Celebróse, en efecto, el Concilio en la iglesia de Oviedo con toda solemnidad y con asistencia de muchos prelados, unos que ocupaban ya sus respectivas diócesis y otros que conservaban el título de las suyas, que permanecian todavía en posesion de los sectarios del Islam. Reconocióse entóneos por el Concilio la primacía de la iglesia de Oviedo, qué fué dotada por Alfonso con ricos y extensos dominios (1).
    (1) Acaeció la muerte de Alfonso el Magno en 20 de diciembre del año 910, segun los mas fundados cálculos. Sin embargo, los cronistas disienten algun tanto acerca del año de la muerte de Alfonso, prolongando algunos su vida hasta 912, y Otros hasta 913. De lns cálculos del monj . de Silos y del cronista Sampiro, se desprende la cronologia que nosotros hemos fijado en el texto, por ser la que mejor se amolda á los cuareuta y cuatro años de reinado que se asigna A ese principe. Fué trasladado á Astnrga el cuerpo de Alfonso, y algun tiempo despues al pnnteon de la catedral de Oviedo, formado en el templo de Santa Maria, erigido por Alfon.10, cuyo templo forma hoy parte de las cátedras y lleva el nombre de la Capilla del Rey Casto. Este templo, que en su primera fundacion perteneció al génerO que podemos llamar romanógodo, y que no era mas que una degeneracion de la arquitectura clásica, ha sido restaurado posteriormente, y hoy ostenta las ridiculas galas lei género churrigueresco.
    (2) Existe un documento que lleva la fecha de 903 y en el cual aparece al lad> de la firma de Alfonso la de su esposa ó

    hijos. He aquí lo que por esto escrito se asignaba á la iglesia de Oviedo:
    El castillo y el palacio de Oviedo; la iglesia de San Vicente, situada en la falda del Naranco, y la de San Miguel de Linio en el mismo monte; el monasterio de San Julian, situado en el arrabal que hoy lleva el nombre de Santullano; el castillo de Gauzon; la villa de Aviles, con todas sus iglesias; la de Gijon, tambien con sus templos. Además de otros dominios que so asignaban en territorio de Asturias á la catedral, en el de Leon se le donaban la mitad de todas las iglesias que existían desde el nacimiento del rio Carrion hasta que se junta con el Pisuerga y hasta Zamora. Asimismo quedaba bajo el dominio do la catedral de Oviedo la ciudad de Palencia, unos baños en Zamora que rentaban veinte sueldos anuales, y Analmente, el arrabal de San Mames de aquella ciudad. Pode
    ASTVRUS.
    de Luna, Arbólio, Alba, Gordon, que con el de Sublancia formaban á espaldas de la ciudad una linea entera de fortificaciones que debia detener á los ára
    mos decir que la donacion de Alfonso se extendia á casi todo cuanto consiguió arrancar con sus victorias del poder de lo* sarracenos.
    (1) Por este Concilio se concedió al obispo de Leon la iglesia de San Julian junto al rio Nalon; al de Astorga la de Santa Eulalia, protegida por el castillo de Tudela; al de Iria la de Santa María de Tiñana; al de Viseo la de Santa María de Noveletojal de Britonia y al de Orense la de San Pedro de Nova; al arzobispo de Braga, al obispo de Dumio y al de Tuy, la de Santa María de Lugo; al de Coimbra la de San Juan de Neva; al de Oporto la de Santa Cruz de Andorga; al de Sala* manca y al de Coria la do San Julian en el arrabal de Oviedo; al de Zaragoza y al de Calahorra la de Santa María de Solis; al de Tarazona y al de Huesca las de Santa Maria y San Miguel de Naranco.
    7
    bes en su acometida, si lograban atravesar la primera que estaba formada, siguiendo las márgenes del Duero.
    Pero como no eran los sarracenos los únicos enemigos del reino de Astúrias, sino que en más de una ocasion hemos visto aparecer ante sus ásperas costas á los terribles normandos, sedientos de pillaje y de botin, edificó Alfonso tambien algunos castillos en los puntos más avanzados de la costa, descollando entre todos el de Gauzon, por haber servido de prision al rebelde D. Garcia, y por haberse fabricado alli la Cruz de la Victoria, obra primorosa para aquellos tiempos y que todavia hoy se conserva piadosamente en el camarin de las reliquias en la catedral de Oviedo (1).
    De las demás obras de Alfonso, á pesar de haber sido numerosas é importantes, apenas queda rastro ni vestigio alguno. En efecto, delfpalacio de Boides, situado en las inmediaciones de Gijon, y que le sirvió de morada, cuando la ingratitud de su hijo le hizo deponer la real diadema, nada nos restajmás que el nombre, lo mismo que del palacio^ edificado en el sitio de Cultrocies, que hoy se conoce con el nombre de Contrueces.
    Igual suerte ha cabido á las'construcciones con que Alfonso el Magno enriqueció la corte de Oviedo, habiendo desaparecido por completo, tanto el palacio que erigió para morada de los reyes, despues de haber abandonado el de su antecesor Alfonso II, como la fortaleza con que intentó poner al abrigo de las incursiones de los normandos la ciudad de Oviedo.
    Con la muerte de Alfonso el Magno comienza para la monarquia de Astúrias un nuevo periodo en el cual pierde la supremacia que hasta entónces habia adquirido, convirtiéndose de centro de los estados cristianos, en una provincia subalterna. La conquista se habia desbordado ya por las llanuras de Castilla; en ella habian brotado nuevas ciudades y renacido otras, arrasadas por las invasiones arábigas. Por lo tanto, Oviedo estaba ya demasiado léjos para la residencia de la corte de un reino, que debía estar continuamente preparado á la defensa y á la custodia, tratándose de enemigos tan formidables como los sectarios del Islam.
    (t) Cuando nos ocupemos de los monumentos y de las cosas notables que encierran, examinaremos esta cruz y la leyenda que se asigna á otra fabricada en tiempo de Alfonso el Casto, y que se conoce con el nombre de Cruz de los Angeles.
    Desde esta época, la historia de Astúrias toma ya otro carácter distinto. Deja de ser la general de toda la grey cristiana en la Peninsula, para constituirse en puramente local y secundaria. Al propio tiempo, los demás estados que á semejanza del de Astúrias habian nacido protegidos tambien por las asperezas de los Pirineos, adquieren cada dia mayor importancia, representando un papel bastante notable en la lucha de nuestra reconquista.
    No obstante, la gloria de destruir en la Peninsula el poder musulman estaba reservada para Castilla, que debia llegar con sus vencedoras armas hasta los dos mares que ciñen el territorio ibérico, encerrando dentro de un circulo infranqueable los estados de Navarra, Aragon y Barcelona.
    Los dos últimos principalmente, viendo cortado el camino por el Mediodia, dirigirán sus miras hacia el Oriente, recorriendo el mar Mediterráneo, y realizando en el caduco y desorganizado imperio griego hazañas dignas de la epopeya.
    A Astúrias le cabe la gloria de la primera época de la conquista, de la más dificil, de la más peligrosa, de la que se presentaba con todos los caractéres de una lucha desesperada y fatal. Posteriormente, luego que Castilla continúa la obra tan gloriosa y heróicamente emprendida en las fragosidades de Covadonga, quedará siempre Astúrias, como un punto de refugio en las circunstancias desesperadas.
    Cuando en los estados musulmanes del Mediodia aparece un guerrero invencible, lleno de génio, osadia é incansable aliento; cuando por medio de continuas campañas proseguidas siempre con constante suerte, destruya en gran parte la obra realizada por los Alfonsos; Astúrias volverá á servir de refugio á los cristianos perseguidos, y en sus enriscadas montañas adquirirán la fortaleza necesaria para oponerse al asolador paso de aquel rayo de la guerra, llamado Almanzor, que destruyó las nacientes ciudades, saqueó los templos, redujo á cautividad á innumerables cristianos, haciendo morder el polvo á multitud de guerreros de la Cruz, bajo el irresistible empuje de las cimitarras de sus esforzadas legiones.
    Cúmplenos despues de esta breve digresion, volver á reanudar nuestra crónica, narrando los principales acontecimientos que ocurrieron en Astúrias, desde que con la muerte de Alfonso, la ambicion de sus sucesores destrozó la unidad nacional, alejando por esta fatal politica el momento del triunfo apetecido.
    FIN DEL LIBRO PRIMERO.
    La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.

    Antonio Aparisi

  12. #12
    Ciudadano K está desconectado Miembro novel
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    Re: Historia de Asturias

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    Gran novela, si señor.

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