VARONES DOCTOS DE LA ESPAÑA ETERNA: JUAN EUSEBIO DE NIEREMBERG

Juan Eusebio de Nieremberg (1595-1658)

Este es el retrato pictórico del Padre Juan Eusebio de Nieremberg (S.J.), y este que sigue un sucinto retrato de su vida y obras. Como podemos apreciar en su rostro ahí hay austeridad, rigor implacable para consigo mismo, fuerza e inteligencia, voluntad y fe. Su padre era tirolés y su madre era bávara, pero lo vinieron a nacer en Madrid y él fue español entero. Uno de los españoles más doctos y -por eso mismo será que- más olvidados de nuestra tradición cultural.


Nació el 9 de septiembre de 1595 y se llamó Juan Eusebio Nieremberg y Otin. Sus padres venían en el séquito de María de Austria, y echaron raíces en España. Tras sus estudios primarios fue enviado a Salamanca para estudiar Leyes. Llevó una vida apartada de la crápula estudiantil, edificándose con lecturas y prácticas piadosas. A los 16 años había sufrido una penosa enfermedad que lo había tenido convaleciente durante tres largos meses. En esos meses de tribulación, Juan Eusebio consideró las tres grandes verdades sobre las que edificó su camino de santidad así como su monumental obra escrita. Estos tres cimientos sobre los que se fundamentó la honda existencia religiosa de Nieremberg fueron la inmundicia del pecado, la vileza y miseria de la condición humana y la grandeza de Dios.

En 1614 Juan Eusebio ingresó como novicio en la Compañía de Jesús, no sin que se opusiera su padre que incluso recurrió al Nuncio para obstaculizar la vocación sacerdotal de su hijo. Tras meses de prueba en el noviciado de Villargarcía, Juan Eusebio de Nieremberg logró lo que se proponía.

Fueron 40 textos en castellano y 25 en latín el total de su producción literaria de variada temática: tratados ascéticos como "Sobre la diferencia entre lo temporal y eterno", tratados de Ciencias Naturales como "Curiosa Filosofía y cuestiones naturales", libros hagiográficos como "Vida de Santa Teresa de Jesús" o tratados de Teología Política como "Corona virtuosa y virtud coronada" o las "Obras y Días. Manual de Señores y Príncipes; en que se propone con su Pureza y Rigor la Especulación y Ejecución Política, Económica y Particular de Todas las Virtudes" son prueba de la fecundidad literaria de este santo varón de la Compañía de Jesús que compaginaba la producción de sus obras con la visita a los enfermos y desgraciados de los hospitales de la villa y corte de Madrid y una intensa vida de contemplación y acción.

Todo esto sucedía en la España de la Inquisición. Se nos hace muy difícil admitir ese consabido prejuicio progresista que pinta una España atrasada y oscurantista en los siglos de nuestro Imperio y de nuestra Inquisición. Juan Eusebio de Nieremberg, gloria de las Ciencias y las Letras Hispánicas, no era una excepción en esa España vigilante y grandiosa que fue Espada de la Cristiandad. Cuando un progresista desprecia nuestra Ciencia y nuestras Letras en aquellos Siglos de Oro está hablando desde la ignorancia más engreída -cátedra del progresismo- y la tontería asidua -costumbre inveterada de todo necio progresista.

Aunque no sea famoso, Nieremberg bien merece ser rescatado del olvido. Y para ello, baste considerar esta frase que le pertenece. Pensémosla:

los pecados del pueblo son causa de las ruinas de los reinos, pueden también las virtudes de un príncipe ser el reparo de su imperio
Juan Eusebio Nieremberg pasó a mejor vida el 7 de abril de 1658, en Madrid donde impartió clases, rezó, produjo sus obras imperecederas e hizo el bien.

Los pecados del pueblo son causa de las ruinas de los reinos, pueden también las virtudes de un príncipe ser el reparo de su imperio”. Retengamos esta frase, pues es uno de esos pensamientos que pueden iluminar nuestra vida colectiva y personal.

Los príncipes que fomentan los pecados de su pueblo son viles alimañas que, como sentenciara Juan de Salisbury: "Tyrannum occidere non modo licitum est, sed aequum et iustum" ("Matar al tirano no solo es lícito, sino equitativo y justo"), pues quien alienta los pecados alienta la ruina de los pueblos. En cambio... ¿Quién podrá aliviarnos de esta nostalgia que tenemos?

Esa nostalgia es esta añoranza de príncipes ejemplares, capaces por su virtud de levantar a la gloria a nuestro pueblo... Una melancolía que a veces nos quiebra, pero una esperanza que siempre nos alienta a esperar el regreso de nuestro Rey Perdido.

Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS