FRAY VASCO, PORTUGUÉS
Hasta ahora he hablado de fray Pedro Fernández Pecha y de fray Fernando Yáñez, considerados como los dos principales fundadores de la Orden Jerónima. Hoy voy a hablar de Fr. Vasco, al decir del P. Sigüenza: el tercero de los tres primeros, o si bien se mira el primero de los que levantaron este santo instituto (I, 183). Así lo viene a decir también fray Pedro de la Vega cuando comienza a narrar su vida: En este tiempo resplandeció por santidad de vida el gran siervo de Dios fray Vasco primero fundador de la Orden en las partes de Portugal y Andalucía.
Fray Vasco Martínez de Sousa, el “santo viejo”, como llegarán a llamarle sus discípulos, era natural de Portugal y de noble linaje. Pero rehusando el halagüeño porvenir que su origen parecía depararle, marchó a Italia cuando apenas contaba dieciocho años, figurando muy pronto entre los discípulos de un virtuoso ermitaño llamado fray Tomás Succho Senés, varón de gran santidad, famoso en toda la comarca de la Toscana, de quien se llegó a afirmar que le obedecía el fuego y tenía el don de profecía.
Una de estas profecías fue que el Espíritu Santo vendría sobre España en la fundación de una nueva religión (cfr. “Claustro Jerónimo”, núm. 5, págs. 11-12). El hecho es que un grupo de estos ermitaños de Italia pasó a España y, junto con los ermitaños españoles, dieron origen a la Orden de San Jerónimo.
Pues bien, Fr. Vasco estuvo allí por espacio de treinta años en la vida ermitaña haciendo gran penitencia. Y como después de estos años murió el santo viejo su maestro, Fr. Tomás, Fr. Vasco, con sus compañeros, pasó también a España, concretamente a Toledo, quizá unido al grupo que luego se estableció en El Castañar. Parece ser que un cardenal legado -don Guillermo-, con cierta misión en España, que le había conocido en Italia, le dio una ermita en las afueras de Toledo, pero el arzobispo de Toledo le puso inconvenientes, por lo que decidió pasar a Portugal, estableciéndose en Peñalonga.
Allí edificó celdillas separadas y una ermita a San Jerónimo y reunió discípulos haciendo vida en extremo observante, por lo que no perseveraban las vocaciones.
Después de haber perseverado en dicho estado de 1355 a 1387, enterado de las fundaciones jerónimas de Castilla y Aragón, decidió mudar su estado y transformarlo en cenobítico, como habían hecho sus antiguos compañeros venidos de Italia. A tal fin, envió tres discípulos a Roma y Bonifacio IX concedió en 1400 la bula solicitada. Pero en ella no se mencionaba a fray Vasco porque, uno de los enviados, Fernando Yáñez -no nuestro Fernando Yáñez de Figueroa- trató de hacerse cabeza. Al regreso, fray Vasco se humilló y profesó ante él, pero los demás eligieron a fray Vasco de prior y el tal Fernando abandonó el monasterio y acabó mal.
En la bula, además de la fundación de Peñalonga, se permitía la de otro monasterio más y se extendía a ambos las gracias y privilegios que Gregorio XI concedió a los monasterios jerónimos de Castilla y Aragón.
Fray Vasco fundó el segundo monasterio -¿San Jerónimo de Omato?- y volvió a vivir a Peñalonga. Más tarde, Juan I de Portugal dio una ley que prohibía enérgicamente a los monasterios tener bienes propios y, por lo mismo, les obligaba a vivir exclusivamente de la mendicidad. Fray Vasco comprendió lo mucho que esta medida dañaba al desenvolvimiento de su fundación, pues era difícil mantener el recogimiento interior estando constantemente pendientes de la mendicidad, y decidió tornar a Castilla con algunos de sus discípulos.
Y pensando que en Andalucía no había aún monasterio alguno de la Orden, decidió marcharse a Córdoba. Como primera providencia envió allí a dos monjes de su monasterio para que gestionasen con el obispo su establecimiento en las famosas sierras que allí había con tradición monástica. Era el obispo don Fernando González Deza, quien se mostró ilusionado con el proyecto y se convirtió en un apoyo incondicional.
Dados los pasos oportunos, los enviados volvieron a Peñalonga, informaron a fray Vasco, y un pequeño grupo se trasladó a Córdoba con el santo viejo al frente. Fueron muy bien recibidos por el obispo, quien les hospedó en su casa hasta que pudiesen habitar en Valparaíso, lugar que les donó doña Inés de Pontevedra. Co mo fechas conocemos el 10 demayo de 1405, en que se firmó la donación de Valparaíso, y el 9 de julio de 1408 en que fray Vasco toma posesión, de manos del obispo.
Tomada la posesión comenzó enseguida la vida cenobítica con gran fervor y observancia.
Fray Vasco despertaba admiración entre los que le conocían: alto, fuerte, calvo, de más de 85 años, su conversación y su mirada impresionaban a quienes le trataban. Pronto se extendió la fama observante y la vida de oración y ascetismo que en Valparaíso se hacía y comenzaron a acudir las vocaciones de todos los estrados de la sociedad.
Un rasgo muy característico de Valparaíso -y de la espiritualidad de fray Vasco- fue desde el primer momento un marcado acento monástico, un deseo de apartamiento, no sólo espiritual, sino incluso físico, del mundo, un alejamiento del trato con los seglares. Se cuenta que prohibió a las mujeres la entrada en el valle: tres reinas lo intentaron, pero desistieron; tres mujeres nobles lo hicieron y tuvieron mala suerte: murieron en breve y de mala manera.
Por otro lado, como dice Revuelta, tenía una aversión visceral hacia lo mendicante: “Hijos -decía fray Vasco-, antes arañarlo que demandarlo”.
Junto a ello un interés grande por el trabajo manual, como medio de sustento y como medio ascético de evitar el ocio y la vida muelle.
El gran amor que sus monjes le profesaban se originaba en el que “el santo viejo” les demostraba. Escribe Sigüenza: Dos cosas se juntaban en este santo varón para con los religiosos que tenía a su cargo, que se hallan dificultosamente en los prelados, siendo entrambas muy necesarias y hacen gran falta si faltan: amor como de madre ternísima, prudencia y valor admirable para mortificarles las pasiones.
En la observancia de la vida común, fray Vasco perseguía las singularidades, reprendía las palabras vanas y avisaba del gran peligro de relajación que entraña el que los jóvenes vean a los viejos poco fervorosos o con dispensas en el comer y en el vestir. El cuerpo -decía- con poco se contenta si le rige bien el espíritu; el alma es la que no se puede hartar con cuanto hay en el cielo ni en la tierra, sino sólo con el criador de todo esto.
Para conseguir tan alto fin los medios no podían ser otros que la humillación, la penitencia y, sobre todo, la oración. Con razón acostumbraba a decir: Hijos, quien de veras ama a Dios ha de aborrecer su carne y su vida, como Él mismo lo enseñó: son muy contrarios y no pueden morar juntos, ni servirse de una vez, señores de tan diferentes condiciones.
Distinguíase fray Vasco por su gran espíritu de oración. Con frecuencia recitaba unas jaculatorias, oraciones que por su brevedad mantenían más vigilante la atención y dificultaban las distracciones. Sus discípulos las escribieron en un códice que tenían en gran estima. Sigüenza lo conoció y escribe acerca de ellas: Cuando estuvo en Italia había deprendido unas oraciones que llaman los santos “jaculatorias” porque son como unas flechas amorosas arrojadas del alma para herir el pecho divino e inclinarle a que nos mire con rostro de clemencia. Llamábanlas entre los ermitaños de Italia las laudes de Jacobo por ser compuestas de un gran siervo de Dios que se llamaba así. Estas laudes daba fray Vasco escritas a sus hijos y les rogaba las deprendiesen de coro y las rezasen muchas veces porque tuviesen siempre la lengua y la memoria ocupadas en las alabanzas divinas. Hasta ahora se conservan en aquel convento... decía el santo que son de gran devoción estas oraciones breves y frecuentes porque antes que se resfría la devoción y atención del alma, se rematan felizmente y no se da lugar al enemigo para entrar en juego, poner tedio, frialdad y distracciones del pensamiento... Sigüenza transcribe algunas de estas laudes y las comenta. Allí remito al interesado. Pongo una de muestra:
O bon Iesu, poi che me ai enamorato?
del ultimo stato me dona certanza.
1 Certanza me dona del ultimo stato,
che io non pereza per tal demorare:
o bon Iesu tu que sei luce pura,
en tercia persona me fa transformare:
e fame stare en perfecta onione
con quanto d ́amore sentir alegranza,
del ultimo stato me dona certanza.
Comenta Sigüenza: En la primera estanza o copla pide al Señor firmeza en este perfecto estado, porque la tardanza en la morada terrena no le dañe: y dice luego. Tu buen Jesús, que eres luz pura, hazme transformar en el amor de la persona tercera... para que ansi me hagas estar en una perfecta unión contigo, sintiendo en tan grande grado de amor un gozo inefable: lo que prometió Cristo cuando dijo: “Iterum videbo vos, et gaudebit cor vestrum et gaudium vestrum nemo tollet a vobis.
En fin, muchas más cosas podríamos escribir de este santo varón, pero hay que terminar. Diré algo de sus últimos momentos, también con palabras de Sigüenza: Un año antes que pasase de esta vida le reveló nuestro Señor su muerte, y él a sus discípulos, con palabras no muy oscuras, aunque con muy claras obras. Hacía mayor penitencia, oración más continua y otros trabajos corporales, que en aquella edad decrépita, no sólo se habían de dejar, más aún habían de estar olvidados. Renovolos entonces con un espíritu tan fervoroso que parecía (y lo era sin duda) sobrenatural. Decíales algunas veces: Hijos, partirme quiero, bien será que pongáis los ojos en un buen pastor... Como le veían tan sano, y al parecer en buena disposición, decíanle: Padre, no nos digas estas palabras, que aun de burlas las sufrimos mal. Íbase cumpliendo el año... diole un accidente ligero y algunas calenturas... Entendiendo que se remataba el plazo echose en la cama y decía, hablando con Jesucristo amorosamente: En tierra ha caído ya Señor tu caballero, ahora es el tiempo del socorro, porque no perezca en manos del enemigo... Ya no podían los hijos de fray Vasco disimular más su tristeza, y viéndolos tan acongojados les dijo: No lloréis hijo, no lloréis, que ya era tiempo el Señor hubiese piedad de mí, y no creáis que se olvida de vosotros: rico es para todos los que le llaman y se ofrecen a él...
Llegose la hora del tránsito, y como estaba su pecho lleno de paz..., no rezó el salmo 50 de la penitencia, sino el 44, que es el epitalamio y cantar de bodas del Esposo de las almas diciendo: “Eructavit”... Cuando llegó al verso: “Hermoso sobre todos los hijos de los hombres, tus labios están llenos de gracia”, no pudo detenerse el alma sin besarle con el beso de su boca. Salió luego del cuerpo, y así abrazados se fueron juntos a la gloria...
Quedó su cuerpo hermoso, no yerto, ni helado, sino fácil y tratable como vivo. Ponía esto admiración en los siervos de Dios. Díjoles fray Lorenzo su discípulo y hijo querido: Acordaos hermanos, que nuestro padre viviendo dijo muchas veces, que los cuerpos de las almas que iban derechas a la gloria, no se helaban, ni ponían rígidos o intratables. Pudo ser dijese esto el santo varón, para darlo por señal de su gloria...
En fin, concluyo con una anécdota sobre él, que nos cuenta Vega: Escribió el vicario, fray Lorencio un libro de la vida del varón sancto quando él aún vivía. Y como un día acaso el sancto viejo entrasse en su celda y hallase este libro onde estaba escripta su vida, tomolo y echolo en el fuego, diciendo: “No me hagas sancto antes de tiempo porque mientras que en esta vida vivimos, estamos puestos en tantos peligros que no es segura ninguna alabanza por más sanctos que sean los hombres; quanto más de los que somos pecadores. Y ruego a mi Señor Jesucristo que en el libro del cielo tenga por bien de tener escripto mi nombre; que poco cuydado tengo que se escriban mis obras en la tierra, porque si alguna cosa de bien en esta vida hazemos, non es nuestro, mas de Dios, que nos da su gracia para ello; y así, a Dios se debe la alabanza y no a los hombres”.
BIBL.:
Libro de biografías de los monjes deste monesterio de Valparaíso, ms. s. XVI, AHN, Códices, 233B;
P. DE LA VEGA, Crónica de los frayles de la orden del bienauenturado sant Hieronymo, Alcalá de Henares, 1539., fols. 33v-37;
GÓMEZ CRESPO, Juan, Los Jerónimos de Valparaíso, en “Bol. de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, 18(1947) 5-70;
GRACIA BOIX, Rafael, El Real Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso en Córdoba.Córdoba, 1974;
J. M. REVUELTA SOMALO, Los Jerónimos. Una Orden religiosa nacida en Guadalajara, Guadalajara, 1982., págs. 74-77, 257-265;
J. A. DE FREITAS CARVALHO, Nas origens dos Jerónimos na Peninsula Ibérica: do franciscanismo à Ordem de S. Jerónimo - o itinerário de Fr. Vasco de Portugal, en “Revista da Faculdade de Letras. Porto, 1984, págs. 9-131;
DOS SANTOS, Cándido, Os Jerónimos em Portugal. Porto, 1996, 2a edic., págs. 3-13;
J. DE SIGÜENZA, Historia de la Orden de San Jerónimo, Valladolid, 2000, T. I, págs. 59-64, 152-156, 193-197, 241, 244-265, 300-303, 462, 539-546.
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