OBSERVACIONES ASTRONÓMICAS DE JOSÉ JOAQUÍN FERRER
Uno de los más grandes científicos europeos del Siglo de la Ilustración fue José Joaquín Ferrer, gracias las aportaciones a la astronomía, cartografía e hidrografía tanto en Europa como en América.
Entre España y América vivió José Joaquín Ferrer y Cafranga, un comerciante y astrónomo natural de Pasajes, donde nación en 1763. Fue un extraordinario astrónomo, notable empresario y viajero incansable. Criado desde pequeño en el entorno del comercio colonial y tránsito marino que se desarrollaba en el puerto de su villa y más directamente por su familia. Fue su padre, contador de la Real Armada, quien le introdujo en las ciencias matemáticas, en la navegación y en la cosmografía.
Terminado sus estudios, se sintió atraído por la marina, pero siguiendo los consejos de su familia, aceptó un empleo que le había ofrecido un pariente suyo en la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. En 1780, en viaje de negocios de su compañía mercante, partió a la capital venezolana, pero el barco fue apresado a mitad de travesía por la flota inglesa comandada por el almirante Rodney. Fue llevado a una cárcel de Inglaterra donde le quedaron recuerdos de malos tratos y la propagación de una epidemia que acabó con muchos de sus compañeros de infortunio.
Tras el rescate, influenciado por su familia, decidió quedarse allí y estudiar matemáticas y astronomía, además de aprender el idioma inglés a la perfección, un dominio que le permitiría más tarde publicar en EEUU e Inglaterra.
Cuando regresó a España en 1786. Entonces, su padre lo convenció para que tomara parte de la expedición de la marina española que partiría al año siguiente desde Cádiz en la fragata Pájaro, con el objetivo de realizar tareas geográficas en Perú. Aquella expedición le proporcionó una reputación como científico, además en América consiguió una considerable fortuna gracias a sus negocios sobre análisis y estudios geográficos, cartográficos y astronómicos. Todo esto le sirvió para que una importante compañía mercante se hiciera con sus servicios.
Tuvo que viajar de nuevo a Cádiz y desde allí partió otra vez a América, esta vez con rumbo a Veracruz, en el virreinato de Nueva España (México), al mando de una expedición financiada por su empresa. Durante su segunda expedición, compaginó las misiones náuticas con las actividades comerciales. Se ocupó de la determinación geográfica, una tarea que consiste en fijar la posición y altura de ciudades y montes mediante observaciones astronómicas, y mediante esta técnica averiguó la posición geográfica y la altura de las cotas de Onzaba, Perote, Xalapa y Enceo, siendo sus resultados muy apreciados en Europa y América.
De nuevo en Cádiz, realizó colaboraciones en el Observatorio Astronómico de San Fernando y entró en contacto con importantes marinos científicos ilustrados de su generación como Cosme Churruca y Dionisio Alcalá Galiano, quien publicó en 1858 la Biografía del astrónomo español don José Joaquín de Ferrer y Cafranga, o como el bilbaíno José de Mazarredo, con los que compartió conocimientos y experiencias en astronomía y náutica.
Nuevamente viajó a América en 1799, pero esta vez fue a Estados Unidos, a Nueva York, donde se instaló durante una década y desde donde viajó con frecuencia a Cuba y a otras islas del Caribe, bien por motivos puramente científicos o por negocios mercantiles. Allí realizó importantes observaciones astronómicas al tiempo que mantenía sus actividades empresariales. Ferrer determinó la posición geográfica de varias ciudades de Estados Unidos, mostrando que muchas habían sido determinadas de manera errónea, en base a coordenadas inexactas. Su investigación concluyó, tras seguir desde Kinderhook un eclipse total del sol ocurrido el 16 de junio de 1806, que la aureola visible alrededor de la Luna no correspondía como se creía a la atmósfera del satélite, sino que se debía a un efecto solar. Aquella investigación fue seguida mediante un cronómetro de Arnold, un círculo de reflexión y un telescopio que había sido diseñado y construido por Edward Troughton.
Todas estas observaciones aparecieron en la importante publicación Transactions of the American Philosophical Society, publicada por la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia, de la que fue miembro, y le granjearon una fama notable como uno de los astrónomos más importantes de su tiempo.
Con las contribuciones efectuadas por Ferrer, la geografía americana dio un salto cualitativo. Astrónomos como Joseph Lalande, François Aragó y Jean Baptiste Delambre se interesaron por las determinaciones geográficas y reconocieron lo adecuado de las conclusiones que Ferrer había extraído de sus estudios en los EEUU y en las islas caribeñas. Su trabajo, Astronomical observations... for determining the geographical positions of various places in the United States, publicado en 1809, es considerado como un clásico en el establecimiento de las posiciones geográficas de la moderna Norteamérica, en la que se subraya el valor de las observaciones astronómicas, las matemáticas y la geodesia. En 1811 se trasladó a Cuba, en donde determinó la posición geográfica de la isla, así como la del canal de Bahamas, Puerto Rico, Santo Domingo y las islas de Barlovento.
El mundo académico europeo comenzó a advertir la talla científica de aquel marino pasaitarra, por eso viajó a Inglaterra en 1813. Se instaló en Londres y colaboró en los progresos del Observatorio de Greenwich, donde concluyó algunas mediciones y contactó con astrónomos que le suministraron instrumentos de precisión.
Tras el final de la Guerra de la Independencia española en 1814, llegó a Francia y se instaló en París, ciudad en la que continuó ejerciendo su actividad astronómica. Allí mantuvo contactos con ilustres astrónomos a través de los cuales sería nombrado socio del Instituto Nacional de Francia y de la Junta de Longitudes. Pierre-Simon Laplace le llamaba el "sabio astrónomo español".
A finales de 1814, regresó a España y se instaló, de nuevo, en Cádiz. Consiguió ser miembro de la Real Academia de la Historia, y de las Real Sociedade Económica de Vascongadas y de Cádiz. Pero rechazó la dirección del Observatorio Astronómico de San Fernando, en la Isla de León, que hubiese sido su más importante cargo académico.
Durante este tiempo, realizó estudios en diversas provincias españolas, mantuvo contactos con los astrónomos Churruca y Felipe Bauzá, y correspondencia con los científicos extranjeros Joseph Jerome Le François de Lalande, Jean Baptiste Joseph Delambre, Dominique François Jean Arago, Alexander von Humboldt, Franz Xaver Zach y Pierre Simon de Laplace, entre otros.
Según la publicación Connaisances des temps, publicada por la Junta de Longitudes de París en 1815, Ferrer concretó la situación geográfica de la isla de Barlovento, Cuba, Puerto Rico, del canal de Bahamas y de Ohio, entre otros lugares. También determinó el diámetro de la luna y el del paralelaje solar.
Vivió en Madrid en 1815 y, finalmente, fijó su residencia en Bilbao en 1817 hasta su muerte en 1818.
ESPAÑA ILUSTRADA
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