Sancho III, un gran rey español
por Julio Valdeón
El Mundo
Domingo, 2 de mayo de 2004
Miniatura en la que se representa al rey Sancho Garcés III el Mayor
Sancho III el Mayor de Navarra, o de Pamplona, como entonces se decía, fue monarca de aquel territorio entre los años 1004 y 1035. Estamos [estábamos en 2004], por lo tanto, en el año en el que se cumple nada menos que el primer milenario de su acceso al trono.
Sin duda Sancho III fue el rey más importante de toda la Historia de Navarra. En los inicios del siglo XI el reino de Navarra estaba integrado por dos zonas completamente diferenciadas, por una parte el núcleo originario, ubicado en la zona montañosa, de orientación forestal y ganadera, y por otra los territorios ganados en la primera mitad del siglo X a los musulmanes en la ribera del Ebro, denominados la terra najerense y caracterizados ante todo por la riqueza de la agricultura.
Es imprescindible señalar, por otra parte, que dicho monarca llegó a ejercer su soberanía sobre un amplio conjunto de territorios, entre ellos el condado de Aragón, que estaba vinculado a la dinastía reinante en Navarra desde mediados del siglos X, debido al matrimonio del monarca pamplonés García Sánchez I con la condesa Andregoto Galíndez.
También incorporó Sancho III a sus dominios Sobrarbe y Ribagorza, territorios que estaban situados al este de Aragón. Incluso pretendió el monarca navarro, aunque a la postre sin éxito, incorporar el ducado de Gascuña, el cual se hallaba al norte de los montes Pirineos. Es más, su esposa, doña Munia o doña Mayor, llegó a ser condesa de Castilla.
Pero la culminación de sus éxitos se produjo poco tiempo antes de su muerte, fecha en la que logró conquistar nada menos que la ciudad de León, núcleo central del que había sido en el pasado el imperio leonés. Como dijo el jesuita padre Moret, autor en el siglo XVIII de una obra titulada Anales del reino de Navarra, Sancho III fue «el rey de más dilatado señorío de España».
Sangre vascona
Pero quizá lo más significativo del monarca que nos ocupa tiene que ver con sus herederos. Mientras su primogénito heredaba el reino de Navarra, otros dos hijos suyos, Fernando y Ramiro, fueron los dos primeros monarcas de los incipientes reinos de Castilla y Aragón.
Sancho III, perteneciente a la dinastía de Jimena, la cual había accedido al trono navarro a comienzos del siglo X, tenía sin duda alguna, sangre vascona. Mas no podemos olvidar que era, al mismo tiempo, biznieto del famoso conde de Castilla Fernán González, nieto de la infanta castellana Urraca e hijo de una leonesa de alta alcurnia, de nombre Jimena. Él mismo se casó con una hija de los condes de Castilla.
Por lo demás, una hermana de Sancho III, Urraca, casó con el monarca leonés Alfonso V. Y su hijo Fernando contrajo nupcias, en el año 1032, con Sancha, que era hermana del entonces rey de León Vermudo III.
Estos datos ponen de manifiesto la estrecha conexión que existía, en aquellos tiempos, entre los dirigentes de los diversos núcleos políticos de la España cristiana.
Los profesores Ángel Martín Duque y Juan Carrasco han puesto de manifiesto, sin duda con acierto, que los variados enlaces familiares de la familia real navarra constituyen un «signo eminente de la hispanidad del proyecto político pamplonés».
Dinamismo económico
Es indudable que la principal riqueza con que contaba el reino navarro era la agricultura, y en particular los cereales. Sin duda los cenobios de la zona najerense impulsaron la labor colonizadora de las tierras de la Ribera. De todos modos no podemos olvidar el papel que desempeñaba Pamplona, «ciudad espaciosa y rica», como dijo, en referencia a los años del reinado de Sancho III, el cronista árabe Al-Himyari.
Es más, Pamplona, cuidad en la que había muchos herreros, exportaba cogtas, yelmos y espadas. Asimismo circulaban en aquellos años sueldos de plata.
¿No acuñó Sancho III, en los últimos años de su reinado, moneda propia en la localidad de Nájera, utilizando en ella el pomposo título de «emperador»?
Incluso nos consta que, en tiempos de Sancho III, se establecieron aranceles aduaneros en los pasos pirenaicos del reino de Navarra, lo que sin duda alguna pone de relieve el dinamismo económico de aquella región.
El reinado de Sancho III el Mayor de Navarra coincidió con una profunda crisis en el interior de Al Andalus, que concluyó, en el año 1031, con la desaparición del califato de Córdoba, y la fragmentación de la España musulmana en un conjunto de pequeños reinos de taifas.
Aquel panorama fue beneficioso para los cristianos en general, y en particular para un monarca de tan altas dotes políticas como el navarro Sancho III.
Sabemos, por ejemplo, que dicho rey organizó, con la pretensión de frenar cualquier posible avance musulmán, una línea de fortalezas, que se extendía desde el Ebro medio hasta la sierra de Guara y de Santo Domingo.
Una crónica medieval nos dice que Sancho III edificó muchos castillos pero que, a la vez, expulsó a los musulmanes de la zona de Ribagorza. No obstante la actividad principal que desarrolló Sancho III se proyectó sobre lso territorios de la España cristiana.
El asesinato, en el año 1029, de García Sánchez, teórico heredero del condado de Castilla, convirtió a su esposa en la condesa de aquel territorio. A partir de esa fecha Sancho III el Mayor, convertido en conde consorte de Castilla, decidió recuperar para dicho condado las tierras situadas entre los ríos Cea y Pisuerga.
Aquello le llevó, obviamente, a enfrentarse con el entonces débil monarca leonés Vermudo III. Unos años más tarde, en el 1032, las tropas del monarca navarro ocupaban las importantes localidades de Zamora y de Astorga. No obstante el último gran hecho de armas de los soldados navarros fue la conquista de la ciudad de León, acontecimiento acaecido a comienzos del año 1034.
Documentos posteriores mencionan a Sancho III no sólo como rey de Pamplona sino también como rex in Legione, es decir «rey en León». Es más, incluso aparece en algunos documentos el título imperial, como en una carta de septiembre de 1034 que concluye con esta frase: «en el reino y el imperio del rey Sancho de León».
España cristiana
Otro documento de esas mismas fechas presenta a Sancho III nada menos que como «tenentis imperium in Aragone et in Pampilonia et in Castella et in Legione».
Algo parecido puede leerse en la Crónica de los reyes de Navarra, que data del siglo XV, en la que se dice que Sancho III «por la inmensidad de tierras que poseía, et señoreaba, fízose intitular emperador». También se le han atribuido al monarca pamplonés títulos tan expresivos como rey de las españas y rex ibericus.
En definitiva, la conquista de la ciudad de León se tradujo, por parte de Sancho III el Mayor de Navarra, en el uso del título que habían ostentado en el pasado los reyes de aquel territorio, que no era otro sino el de emperador.
En verdad Sancho III fue el más importante monarca de la España cristiana del primer tercio del siglo XI.
El anteriormente mencionado padre Moret escribió en su día que Sancho III «dejó las fuerzas de la cristiandad en España en mucha más alta reputación que las halló».
¿Cómo olvidar, por otra parte, las estrechas relaciones que mantuvo a lo largo de su reinado el monarca pamplonés con los condes de Barcelona, así como con el brillante abad Oliva, que profesaba en el monasterio catalán de Santa María de Ripoll?
Es más, otro conde catalán, el de Pallars, aceptó lisa y llanamente prestar vasallaje al rey navarro.
En otro orden de cosas conviene señalar que Sancho III fue asimismo el creador de la sede episcopal de Palencia, ciudad que estaba situada en el condado de Castilla. Los profesores Esteban Sarasa y Carmen Orcastegui, autores de un interesante y reciente estudio sobre el monarca Sancho III el Mayor, no dudan en hablar de la «hispanización» del rey de Pamplona.
No obstante, la afirmación más rotunda la realizó el historiador navarro Antonio Ubieto, el cual dijo que Sancho III «fue el primer hombre que quiso hacer España, unir a todos los cristianos y quizá musulmanes, a las gentes de habla vasca del norte de los Pirineos, colocando su sede en el camino que conduce a Francia, dispuesto a europeizar la Península bajo el predominio de Pamplona».
En efecto, otra faceta esencial, y de gran transcendencia, del reinado de Sancho el Mayor fue su indiscutible propósito europeizador.
El monarca pamplonés pretendía conectar estrechamente con los territorios de la Europa cristiana de la época. Eso se tradujo, entre otros muchos aspectos, en la penetración en tierras hispanas de diversos usos feudales, en aquellas fechas en estado creciente en la Europa cristiana.
Al mismo tiempo Sancho III dio notable aliento, sobre todo con importantes disposiciones de carácter legislativo, al desarrollo de la gran ruta de peregrinos que conducía hasta la localidad gallega de Santiago de Compostela.
Regla benedictina
La ruta más clásica procedía de Francia, entrando en el solar ibérico por el puerto de Roncesvalles, desde donde se dirigía, en ámbito navarro, hacia Pamplona y Estella, continuando después por la Rioja y las tierras de Castilla y de León.
Otra faceta significativa de aquel reinado fue la introducción, en determinados monasterios navarro-aragoneses, de la importantísim regla benedictina, presente en cenobios como San Salvador de Leyre, San Juan de la Peña, Irache o Abelda.
¿No se produjo también en aquel reinado la llegada a suelo hispano del flamante arte románico, estilo de indudable carácter internacional? Los primeros vestigios de esa manifestación artística los tenemos en la cripta del monasterio de San Salvador de Leyre.
En conclusión, los años del reinado de Sancho III el Mayor de Navarra fueron de suma importancia, tanto por lo que se refiere a la solidificación de la España cristiana como en lo relativo a la fluidez de las comunicaciones con las tierras europeas.
Julio Valedón Baruque es historiador de la Universidad de Valladolid, y uno de los especialistas más reconocidos sobre la Edad Media.
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