<IMG height=1 width=1>Pedro PaezVolver<IMG height=1 width=1>
Misionero jesuita español nacido en Olmeda de las Cebollas, fue el primero en alcanzar las fuentes del Nilo Azul, en 1618. Sin embargo, la Historia lo ha ignorado y la hazaña se le atribuye al escocés James Bruce, quien llegó a este lugar 152 años después.
“Que se escriban torcidos los renglones de la Historia es algo innato a la naturaleza humana. Pero lo que sin duda es inexplicable es que en el libro de la Historia falte una página. La que escribió en letras de oro Pedro Páez, el primer europeo en alcanzar las fuentes del Nilo Azul en 1618. Pedro Páez ha sido, es, un perfecto desconocido. No se ha levantado un solo monumento en su memoria, ni ha sido objeto de estudio, ni se le ha brindado el reconocimiento que su obra merece.”J.P.Cardenal
Nació en 1564 en Olmeda de las Cebollas (actualmente Olmeda de las Fuentes) en la provincia de Madrid, en el seno de una familia noble.
En 1582 abandona Olmeda para realizar sus estudios en la Universidad de Coimbra (Portugal), y con 18 años ingresa en la Compañía de Jesús.
Concluidos sus estudios de teología manifiesta a sus superiores su vocación misionera.
Mapa de Etiopía<IMG height=1 width=10>En 1588 comenzó el largo viaje a Oriente y África del que jamás volvería. Viajó primero a la India, a Goa, donde permaneció cerca de un año, y desde allí acompañado por el padre Antonio de Monserrat, se dirigieron al golfo de Ormuz, rumbo al destino que le habían marcado sus superiores: Etiopía.
En este primer viaje no se cumplieron sus deseos, y fueron capturados por los árabes, que los vendieron como esclavos a los turcos. Debido a este cautiverio serían los dos primeros europeos que cruzaron la región de Hadramaut, al sur del Yemen. Más tarde y en el mismo viaje atravesaron el desierto de Rub’ al Khali, la extensión de arena más grande del mundo, en la península arábiga.
Tras seis años de cautiverio, fueron rescatados y trasladados gravemente enfermos a Goa, donde Monserrat murió y Páez se recuperó milagrosamente después de ocho meses de convalecencia.
A pesar de esta experiencia, pidió de nuevo ser enviado a Etiopía.
<IMG height=1 width=10>Portada del libro de George Bishop Portada del libro de Javier ReverteEn 1603, disfrazado de nuevo de armenio logró cruzar el Mar Rojo y entrar en Etiopía. En su estancia africana dedicó sus esfuerzos no sólo a la tarea pastoral, sino al estudió de etíope, su lengua, religión y costumbres.
Se hizo amigo del emperador Susinios, a quién acompañó en varios de sus viajes, en los que en uno de ellos alcanzaría a ver las fuentes del pequeño Nilo y la salida del Nilo Azul en el lago Tana. De esta forma se convertía en el primer europeo en realizar este logro.
Políglota, hombre de acción, intelectual y arquitecto levantó un palacio de piedra de dos plantas en las orillas del lago Tana y dejó escrito en portugués un imponente libro, jamás traducido al castellano, sobre Etiopía, y que en la época e incluso en nuestros días alcanza un gran valor científico.
Es el primer europeo que recorri los territorios del sur del Yemen y también el primero que escribió acerca del café. En 1622 convirtió al emperador Susinios al catolicismo, con lo que la doctrina cristiana alcanza el mayor espelendor de su misión. Ese mismo año muere Pedro Páez, probablemente de malaria, y es enterrado junto a la iglesia que él mismo había diseñado en Górgora.
Yace en una tumba ignorada, junto a las monumentales ruinas de un lugar ya abandonado, sobre una colina que domina la fuente del Nilo Azul.
http://www.olmedadelasfuentes.org/cu...pedro_paez.php
Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul
JESÚS GARCÍA CALERO
Olvidada durante siglos, se publica por primera vez en español su gran «Historia de Etiopía», una obra geográfica y científica germinal
ABC
Retrato de Pedro Páez
Entre los cientos de exploradores y aventureros que la historia de España puede mostrar con orgullo, pocos son comparables a Pedro Páez, un misionero jesuita, madrileño por el mundo en el siglo XVI, nacido en 1564 en la pequeña localidad de Olmeda de las Fuentes. Fue el primer europeo en beber café y documentarlo, el primer occidental en llegar a las fuentes del Nilo Azul (ni siquiera hemos defendido este logro suyo frente a lo que dice la historia oficial, que concede el «descubrimiento», cómo no, a un anglosajón, James Bruce, que llegó al mismo lugar 152 años más tarde) y el primero en muchas más cosas.
Portada del primer tomo de la nueva edición
Da que pensar que aquel adelantado que llegó a las fuentes del Nilo Azul hallara también allí manantiales para tanto olvido, puesto que hemos oído hablar tan poco de sus logros. Solo recientemente ha sido reivindicado en toda su dimensión, por escritores como Javier Reverte, que lo descubrió casi por casualidad y narró su historia en el libro «Dios, el Diablo y la aventura». Uno de los datos más elocuentes de lo lejos que hemos estado de hacer justicia a su memoria es que la gran obra de Páez estaba inédita en español. La «Historia de Etiopía», libro germinal para la literatura científica e histórica, permanece con una vigencia intacta porque lo escribió un hombre de honda cultura y afán incansable de contrastar la verdad.
Es todo un antecedente del periodismo y la ciencia modernos»
Así lo recuerda Javier Reverte, en una conversación con ABC: «Los ingleses lo valoran como un antecedente de Darwin porque es un libro de alto contenido científico. Dice el propio Pedro Páez en el prólogo del libro que ningún dato de los que aparecen es invención, sino que, o bien lo ha visto, o bien lo ha preguntado a dos o tres personas al menos. Sus fuentes son absolutamente comprobadas, y hay que pensar lo que era eso en 1620, todo un antecedente del periodismo y la ciencia modernos». Pero, ¿cómo llegó a Etiopía este jesuita intrépido? Todo en su vida es aventura, algo que le llevaría a un cautiverio cervantino. Nacido, como decíamos en Olmeda de las Fuentes (llamado Olmeda de las Cebollas en el siglo XVI), estudió en Coimbra, cuando Felipe II había aunado las Coronas portuguesa y española. Allí ingresó en la Compañía de Jesús. Pronto destacó por su gran cultura y espíritu, así como por su talento para los idiomas.
Vendido como esclavo
A medida que el imperio crecía con nuevos horizontes, un «ejército» de misioneros era enviado para la evangelización de las nuevas tierras. En ese contexto Páez viajó a Goa, en la India. El destino que ya nunca le permitió regresar a España le tenía preparada una revuelta grave e inesperada. Desde Goa partió hacia Etiopía, acompañado del padre Antonio de Montserrat, pero en el camino ambos fueron capturados por los árabes. Inmediatamente fueron vendidos como esclavos a los turcos y permanecieron cautivos casi siete interminables años.
Primero fueron galeotes de la armada turca, dos espíritus refinados jugándose la vida en cada embate de remos. Luego atravesaron a pie la desolación de lo que hoy es Yemen y Arabia Saudí, por desiertos de los que hasta entonces nadie había oído hablar en Occidente y que tardaría en pisar otro europeo. Arrastraban pesadas cadenas por las arenas ardientes y se escondían en subterráneos que el sol recalentaba como hornos. Las insolaciones les producían delirios y minaban su salud. Los espías de Felipe II
Felipe II tuvo noticia de este cautiverio -España poseía buenísimos espías además de exploradores- y ordenó que fueran rescatados. Volvieron a Goa, aunque Antonio de Montserrat murió al poco de regresar. Páez jamás se rendiría y decidió volver a Etiopía después de todo. Allí realizó su obra evangélica y científica. Empezó poco a poco, debatiendo con teólogos coptos ortodoxos, y acabó convirtiendo al catolicismo a dos emperadores con oficio prudente y con la política de aprender de los habitantes. Etiopía era el único país de áfrica con lengua escrita, el amárico y con otro idioma antiguo, como nuestro latín, que era el ge’ez. Y por si fuera poco sumar esos dos idiomas a todos los que hablaba, desde el árabe al turco y el latín, se convirtió en constructor de palacios platerescos, prudente consejero...
«Páez había visto un libro de un franciscano que hablaba de Etiopía mentando unicornios y fantasías, y contestó con su gran obra de cuatro tomos, que hizo como información fidedigna para los jesuitas», relata Javier Reverte. Se copió la obra y quedó un ejemplar en el Vaticano y otro en la Universidad de Braga, hasta la edición portuguesa de 1945. Hoy, Eduardo Riestra, de Ediciones del Viento, ha puesto fin a este olvido sobre un hombre que, según Reverte, «si fuera inglés sería un mito, como Livinston, y es parte de nuestra historia, un gran hito de la exploración y una figura histórica intocable».
Páez era un hombre de gran humildad, que conservó incluso mientras caminaba entre reyes. Al ver las fuentes del Nilo Azul escribió: «Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el gran Alejandro y el famoso Julio César». En su historia reproduce, por ejemplo, la afectuosa correspondencia entre Felipe II y el emperador etíope, al que pedía el mejor trato para los misioneros que habían convertido un nuevo reino al catolicismo.
Páez está enterrado entre las ruinas de su palacio, que son las de su tiempo. Su obra acaba de cobrar vida para los lectores españoles. Con casos como este en España descubrimos que no es la envidia nuestro pecado nacional, sino el olvido.
Historia de Pedro Pez, el espaol que lleg en 1613 a las fuentes del Nilo Azul - abcdesevilla.es
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