Revista FUERZA NUEVA, nº 558, 17-Sep-1977
Otra carta que la revista “Guadiana”, democráticamente, no publicó
Valencia, 12 de julio de 1976.
Señor director de la revista “Guadiana”
López de Hoyos, 36,
Madrid 6.
Muy señor mío:
En este último número de la revista “Guadiana” que usted dirige, el número 62, 6-12 de julio, en la página 23, viene un reportaje titulado “Homenaje partido” y firmado por Raimundo Castro, en el cual tendría inconveniente en figurar yo (cuando el homenaje se desparta”), ya que en tres ocasiones de mi vida tuve contacto con el, a medias, homenajeado (Dionisio Ridruejo).
La primera vez que tuve contacto con Dionisio Ridruejo fue en noviembre de 1939, cuando dijo aquello de “Qué maldición de siglos ofenderá la memoria de quienes no sepan defender con la vida y la muerte esta fresca esperanza!”. Magnífica frase pronunciada por él cuando los restos de José Antonio se depositaban en el suelo de El Escorial.
La segunda vez fue en Valencia, el 21 de abril de 1940, donde, entre otras cosas bellas, eso sí (no en balde era poeta), nos dijo aquello de “menos pan y más cañones”, cosa que la Delegación de Abastecimiento lo interpretó bien,al pie de la letra, dándonos a los valencianos ese día unos gramitos de algunos productos pardoamarillos que llamaban pan y que se tenían que hacer en molde para que amasasen. Menos mal que, por la noche, ellos y él tuvieron banquete. Con pan blanco y más. El señor Planas de Tovar, gobernador civil, les impuso sanción, amargándoles los postres.
La tercera y última vez que le vi fue en Novgorod (Rusia), donde, por cierto, hacía mucho frío. Un grupo de divisionarios fuimos a visitarle, y allí, junto a la muerte, cara a cara, sin ministerios ni jerarquías, no soltó el rollo de que “esa vida no estaba hecha para él”, que “tenía una más alta misión”, que “los piojos eran para los soldados y no para los pensadores”.
Bueno, la que allí se armó… Se le dijo desde lo de macho cabrío (sin macho) hasta de la pena que tenía que morir. Amén de otras cosas que en tono pausado le recordó uno.
***
Señor Director: Dionisio Ridruejo (q. e. p. d.) fue simplemente un Capitán Araña que embarcaba a la gente y él se quedaba en tierra. En la gesta de la División Azul, el tiro le salió por la culata.
Dionisio fue la encarnación del combatiente de postura, del que se agazapa mientras sus compañeros de armas, a pecho descubierto, conquistan el fortín y después él coloca la bandera.
No fue un falangista arrepentido, ya que falangista es una forma de ser y los avatares con penas o glorias no los alteran, siguen igual, sin descanso, en la brecha, arma al brazo y en lo alto las estrellas.
Él fue un hombre al que le convino ponerse una camisa azul, cuyo color lo fue perdiendo conforme bajaba del pedestal en que se aupó. Por cierto que conozco a muchos que, a pesar de los vientos y soles de décadas, aún tienen la camisa con el mismo tono azul de cuando se la pusieron por primera vez. ¡Bendito sea el Señor, que ha permitido entreguemos a nuestros hijos, en el mismo color, esta prenda de trabajo y servicio! Por cierto, yo era tan pequeño que me la bordó mi hermana.
Agradezco de todo corazón su paciencia para leer ésta, más como la Historia es la Historia, no podían faltar estos apuntes sobre el homenajeado, y cada cual quede en su sitio.
Atentamente, le saluda
Firmado Benito ALCODORÍ
Alboraya (Valencia)
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