La batalla de Atapuerca no fue con palos y piedras

Cada año, los vecinos de la localidad recrean la batalla fratricida que tuvo lugar a los pies de los yacimientos arqueológicos más famosos de España

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Recreación de la Batalla de Atapuerca que anualmente llevan a cabo los vecinos de la localidad


Hablar de Atapuerca significa pensar en el pasado remoto del ser humano, en los restos arqueológicos que se encuentran en ese sistema montañoso. Pero allí, el 1 de septiembre de 1045 tuvo lugar la batalla fratricida entre Fernando I, rey de León y conde de Castilla, y su hermano García Sánchez III, rey de Pamplona.
Casi mil años después, más de 200 vecinos de la localidad recrean la Batalla de Atapuerca en la ladera de la iglesia de San Martín. La representación tiene sus antecedentes en la distribución del reino de Navarra impuesta por Sancho III el Mayor, entre sus hijos. Al primogénito, García, le fue entregado el reino de Navarra, mientras que el Condado de Castilla pasó a Fernando.
Según el Monje de Silos, «García, celoso de las posesiones de su hermno, atentó contra su vida aprovechando una visita de Fernando con motivo de una enfermedad que puso a García cerca de la muerte. Al poco, para hacer olvidar su atentado, o para sincerarse de él, García fue a visitarlo a su corte.Pero como era de esperar, Fernando, poco dispuesto a perdonar la afrenta de su hermano, hizo que le encerrasen. El navarro logró escaparse y deseando vengar la venganza que su hermano había cometido contra él, le declaró la guerra».
Por lo que el 1 de Septiempre del año 1045, las huestes castellanas y leonesas chocaron en Atapuerca. Fue Fernando quien atravesó, aunque poco, los límites de su reino para salir al encuentro de su hermano. En los Anales Compostelanos se puede leer que: «En la era MLXXXII, el primer día de septiembre, fue matado el rey García, luchando con su hermano el rey Fernando en Atapuerca, por un caballero suyo, llamado Sancho Fortún, a quien había injuriado con su mujer».
Los navarros, lejos de perder la serenidad, supieron defenderse hasta que la noche separara a los combatientes. Y pudieron no solo recoger a su rey y llevarle a enterrar a Nájera, sino que también proclamaron en el mismo campo de batalla a su hijo y sucesor Sancho, el que llevará en la Historia el nombre triste de Sancho de Peñalén, y que entonces debía de ser un adolescente de quince años.



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