Los Eremitas del Silencio
Valle del Silencio: un paisaje de ensueño y un lugar mágico de nuestra tierra donde se asentaron numerosos anacoretas
20.02.08 -
ÁNGEL DEL POZO
Una de las empedradas calles de Santiago de Peñalba, con la enorme masa de los montes Aquilianos al fondo. / A. P.
El Valle del Silencio es uno de los paisajes más hermosos de nuestra tierra. Para llegar a este prodigio de la naturaleza, debemos de partir de Ponferrada por una estrecha carretera y acompañados del rumor de las aguas del río Oza iremos penetrando en un mundo multicolor de sensaciones visuales. Verdes prados, chopos, castaños y nogales centenarios serán los compañeros de nuestro viaje donde el sol mantiene una dura lucha por abrirse paso entre las frondosas arboledas. Más allá, el serpenteante camino comienza un vertiginoso ascenso, haciendo que el vértigo se adueñe de todas las sensaciones, desfiladeros peligrosos y grandes precipicios serán nuestros acompañantes en esta etapa del viaje, donde las aguas del río se convierten en una minúscula serpiente en el fondo del abismo. Dos serán nuestros puntos de destino, en primer lugar el monasterio de San Pedro de Montes de Valdueza y después uno de los pueblos más hermosos de toda la geografía nacional: Peñalba de Santiago. El objetivo es conocer los lugares donde se asentaron numerosos anacoretas y eremitas y que dio lugar a lo que conocemos como la Tebaida berciana.
La Tebaida berciana
En el siglo IV, Pablo de Tebas se establece en el desierto de La Tebaida, en el antiguo Egipto buscando el retiro espiritual. Siguiendo su ejemplo, por todo el mundo cristiano, discípulos suyos buscan desiertos agrestes e inhóspitos para retirarse. A falta de desiertos -en nuestra tierra- son muchos los que escogieron los idílicos parajes bercianos buscando juntar espíritu y naturaleza en exquisita amalgama, para que alma y ojos se deleiten, observando tan de cerca el derroche de naturaleza de la mano fecunda de Dios. Un fenómeno eremítico que sembró de monasterios el Bierzo (37 según los cálculos de Mercedes Durany) y que han hecho que se comentase de esta tierra frases tan celebres como la del Padre Enrique Florez: «en todo el continente no conocemos otro que lo iguale en razón de Theatro, donde solo se militaba para el Cielo. Ninguno mejor puede competir con la Tebayda ».
El caso es que conocemos el nombre de algunos de aquellos eremitas que dejaron su impronta en distintas construcciones que han perdurado hasta nuestros días y de los que sorprendentemente se cuentan leyendas y prodigios inexplicables
Fue San Valerio, abad de San Pedro de Montes a fines del siglo VII, quien nos dejo constancia en varias de sus obras. Por su libro 'Vida de San Fructuoso', conocemos las andanzas de este godo de origen noble que se retiro por aquellos lares en busca del contacto intimo con Dios. Fue un monje constructor al que algunos especialistas en lo mágico le atribuyen conocimientos herméticos y que erigió su primer monasterio en Compludo. Años después edificó otro Monasterio en San Pedro de Montes, base del deteriorado edificio que hoy podemos contemplar. Un misterioso personaje al que se le atribuyen cándidos prodigios como salvar a una cervatilla de las garras y dientes de una jauría y esta le acompaña de por vida o aquel que cuentan que los restos de comida se les daba a los grajos y estos volaban en circulo sobre la cueva donde se alojaba. Sin embargo hay otros prodigios en los que demuestra menos inocencia como cuando se encontraba orando tras unos matorrales y un pastor creyendo que era alguna alimaña la emprendió a garrotazos con el monje. Su respuesta fue inmediata, hizo la señal de la cruz y el pastor cayó fulminado al suelo, revolcándose y arrojando espuma y sangre por la boca. Otro hecho extraordinario que se cuenta de San Fructuoso es la hazaña que consiguió, al matar un enorme serpentón que tenía atemorizada a toda la población. Para ello primero la adormeció con un jugo de tejo y plantas venenosas, para darle después muerte clavándole una estaca ardiente en uno de sus ojos. Curioso personaje, aunque para extraño eremita lo que nos cuenta San Valerio de un tal Saturnino, procedente de lejanas tierras
Nos cuenta San Valerio de su coetáneo que era buen cantor de salmos, construía monasterios y oratorios, y aun tenía tiempo de realizar milagros como curaciones inexplicables o que las puertas se abrieran solas a su paso. Claro que no conocemos muy bien de donde provenían esos poderes ya que San Valerio le trata de soberbio, de ladrón y de apóstata, comentando además que en un acto de orgullo, se emparedó en una cueva y «sin nadie que velase por él, como estaba solo, le atacó el diablo, atormentándole día y noche», hasta que logró la victoria sobre el monje. Fruto de su envenenamiento de alma por el príncipe de las tinieblas, hizo que Saturnino acabase su aventura berciana, eso si robando a sus compañeros monjes todos los libros sagrados que pudo.
Ahora que si hay un eremita famoso por aquellos lares, no es otro que San Genadio. Vivió entre los siglos IX y X, llegando a ser abad de San Pedro de Montes, ocupando más tarde la silla episcopal de Astorga. Entre otras cosas repobló el monasterio fundado por San Fructuoso en compañía de doce monjes y edificó el monasterio de Peñalba, en honor del apóstol Santiago.
Paraje de ensueño
La visita a Peñalba de Santiago es una autentica invitación a los sentidos. En un paraje de ensueño contemplamos a los pies de los montes Aquilianos (considerados ya sagrados desde tiempos inmemoriales), un pueblecito encantador que nos sumerge con sus casas en tiempos de evocación medieval. Allí podemos encontrar la iglesia de Santiago, una autentica joya de nuestro patrimonio, -declarada Monumento Nacional en 1931-, que ha sido catalogada por algunos estudiosos como una «miniaturesca muestra de la Mezquita de Córdoba, con esos dos arcos geminados de herradura como pórtico de acceso, que se ha ganado el título de 'obra más perfecta del arte mozárabe' y que parecen sacados de Medina Azahara -de la que es coetánea- o de las salas columnadas de la capital del califato cordobés». Además investigadores como Atienza aseguran que la coqueta iglesia reúne la cristalización de muchas ideas de esoterismo arquitectónico. Dentro estuvieron los sepulcros de San Genadio y de su coetáneo San Urbano, primer abad del monasterio. Fueron robadas en el siglo XVI por orden de la Duquesa de Alba para enriquecer la fundación del convento villafranquino de la Laura. Hoy en día se conserva una reliquia del brazo de San Genadio y una reja que dicen, le servía de mortificadora cama y cuatro piezas de marfil con las que se asegura se entretenía el santo.
En cuanto a los prodigios que se le atribuyen destaca el ser acompañado siempre por un unicornio o el bautizar al río Silencio con su actual nombre. Cuenta la leyenda que estando meditando en su cueva, el rumor de las aguas le distraían de sus reflexiones, de tal forma que le ordeno silencio, y acto seguido, el río se sumió bajo tierra, yendo a reaparecer un centenar de metros pasada la cueva, tal y como hoy lo conocemos. Cueva que hoy podemos visitar caminando por un bonito sendero situada a dos kilómetros del municipio de Peñalba (peñas blancas). Tierra de esta cueva es recogida por los lugareños porque según cuentan es un excelente remedio para curar las calenturas.
Como han podido comprobar un lugar mágico de nuestra tierra lleno de misterio y leyenda, donde muchos hombres buscaron en aquellas cumbres la unión intima con Dios y es que si hay una antesala del paraíso, éste sin dudas es el lugar
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