Luis Companys: El gran genocida de católicos (Barraycoa)
Javier Navascués
Los rebeldes de la Cataluña independentista han convertido en ídolo a Luis Companys. Un ídolo con pies de barro ciertamente, ensangrentados por los crueles asesinatos y torturas al clero, religiosas y seglares católicos. En total una monstruosa matanza de 8.500 catalanes sin sumar los que aún no están contabilizados en la Causa general. Bajo su gobierno además de crímenes y torturas se cometieron profanaciones y sacrilegios que claman al cielo y una ingente destrucción de patrimonio artístico, cultural etc. Ese estado de terror guarda una gran similitud con el mal llamado estado islámico que decapita y tortura cristianos impunemente y arrasa con todo, personas, ciudades, monumentos con tal de esparcir su odio.
D. Javier Barraycoa, sociólogo y politólogo, ha tenido la intrepidez de denunciar estos sangrantes hechos en un libro “LOS (DES) CONTROLADOS DE COMPANYS”. La obra muestra magistralmente, con objetividad y realismo, la cruel verdad de la Historia y el atroz genocidio de católicos en Cataluña durante la Cruzada Nacional.
Un libro en defensa de la Iglesia y de la patria española con mucha enjundia que puede ser un excelente regalo para estas Navidades. En esta Cataluña separatista y laicista donde se sustituyen los Belenes por esperpentos interestelares hay que seguir defendiendo la unidad de España y su esencia católica. El globo independentista se va desinflando, por su corrupción y luchas intestinas y sus yermos argumentos en todos los ámbitos.
Si sigue con vida es por la debilidad de un Estado mari acomplejado y timorato que deja hacer y no corta con contundencia un golpe de Estado que se prolonga fofamente en el tiempo.
¿Qué valoración moral hace de una sociedad como Cataluña que institucionalmente venera como padre de la “patria” a un genocida de la Iglesia como Companys?
La ignorancia de una sociedad sobre ciertos hechos fundamentales tiene varias responsabilidades morales. Por un lado los propios ciudadanos que, en cuanto hombres, tenemos la obligación moral de buscar la verdad. En segundo lugar, tienen grave responsabilidad los que siendo conocedores de esas verdades y siendo su función social darlas a conocer, las ocultan. La moral no consiste en una estructura de compartimentos estancos donde cuando unos se corrompen no afectan al otros. Es más bien como un organismo en el que cuando fallan ciertos elementos se acabará colapsando todo. Esto pasa a las almas, a las sociedades. Querer convertir a Companys en un “santo laico” no puede menos que dinamitar el sentido común colectivo en Cataluña.
Las masacres bajo el gobierno de Companys ¿podrían ser calificadas jurídicamente como crímenes de guerra?
Se define genocidio como la “Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos”. Y eso es exactamente lo que se perpetró durante la Guerra Civil en la Cataluña gobernada por Companys.
¿Nos podría citar datos estadísticos del exterminio de católicos en Cataluña (números de sacerdotes, religiosos, seglares)?
Los datos son estremecedores. Respecto al clero, por diócesis, tenemos los siguientes:
– Lérida: 270 clérigos asesinados, un 65% del total.
– Tortosa: 316 asesinados, un 62% del clero.
– Vic: 177 asesinados, 27% del clero.
– Barcelona: 279 asesinados, 22% del total.
– Gerona: 194 sacerdotes muertos, 20% de los que allí había.
– Urgel: 109 asesinados, 20% de sus sacerdotes
– Solsona: 60 muertos, 13% del clero de la diócesis.
Entre sacerdotes y seglares, murieron asesinados, muchas veces de forma crudelísima, casi 8.500 catalanes. Se sospecha que aún quedan unos centenares que no han quedado recogidos en las fuentes de la Causa general.
Las salvajes y aberrantes torturas a sacerdotes, religiosos y fieles dejan muy cortas a las de los psicópatas comunes, ¿Puede narrar algunas de las más impactantes?
Casi cada uno de los asesinatos era terrible en sí. Jordi Albertí, autor de “La Iglesia en llamas”, en una entrevista en la La Vanguardia, lo definía así: “Antes de matarlos, a muchos les amputaban brazos, les arrancaban los ojos, la lengua, los testículos…, y se los metían en la boca. ¡La muerte simbólica precedía a la literal! Hubo verdaderas cacerías del hombre por calles y campos, pero esto es ya materia de estudio para un antropólogo cultural…”
Otro caso es el de las tres hermanas Fradera, Carmen Rosa y Magdalena. Eran hermanas de sangre y de congregación religiosa. Al no poder violarlas, a base de golpes les saltaron los dientes. A una ya le habían roto el tobillo con la puerta del coche. Como no pudieron violarlas, cogieron troncos para destrozarles las vaginas. A la Madre Magdalena, la que más sufrió, le introdujeron astillas afiladas. También utilizaron los cañones de pistolas para similar la violación. Por último dispararon sobre sus órganos sexuales. Por si no fuera suficiente, las rociaron de gasolina de tal modo que se fueran quemando lentamente. Por último las acribillaron a balazos en todo el cuerpo y la cabeza. Cosas de la Providencia, tal como quedaron los cuerpos formaban una composición enigmáticamente bella, según cuentan testigos.
¿Cuantos templos se destruyeron y profanaron bajo su mandato y gravedad ante Dios de las profanaciones?
Podríamos seguir hasta el infinito. En el libro se exponen muchos casos. Durante ese periodo se profanaron tumbas de religiosos y religiosas, templos, imaginería sagrada. Parece que simplemente es un atentado contra el patrimonio artístico, peor es infinitamente más grave. La profanación es realidad un pecado grave contra el don sobrenatural de la fe. Más específicamente es una forma especial de blasfemia, pues esta consiste en la negación de que puedan existir realidad sagradas y, por tanto, también objetos sagrados.
¿Se puede hablar de la destrucción de un patrimonio artístico incalculable, incluyendo archivos históricos?
El gran arquitecto, Juan Bassegoda Nonell, que fuera antes de fallecer director de la Cátedra Gaudí, en un artículo decía: “Nunca en la dilatada historia de Cataluña se había producido un conjunto de daños tan sistemáticamente organizado [contra el patrimonio artístico]”. Sólo en la diócesis de Barcelona de 500 templos y conventos censados se salvaron a penas 10. En Manresa fueron derruidas literalmente las siete magníficas parroquias de la ciudad. Fueron quemados en Cataluña 464 retablos y 244 órganos de un valor artístico incalculable. Los archivos eclesiásticos tuvieron más suerte: “Sólo” se destruyó un 45 por ciento.
¿Por qué la Iglesia en Cataluña no ha reivindicado lo suficiente la memoria de los mártires?
Sólo se explica por varios motivos sonrojantes: complejo, un absurdo intento de que no se identificara Iglesia y franquismo, el progresismo que prefería congraciarse con comunistas y antifranquistas antes que reconocer a sus mártires. El catalanismo clerical ha tenido una culpa inmensa y todo ello por no querer reconocer el martirio del Obispo Irurita. Son vergonzosos los esfuerzos clericales que se han realizado para evitar que prospere su proceso de beatificación. Incluso han creado la teoría de que nunca murió asesinado. Y todo ello para salvar la imagen del cardenal catalanista Vidal y Barraquer. Este sí fue salvado por Companys y lo envió a Roma. Murieron mártires muchos sacerdotes que eran catalanistas y muchos jóvenes de la Federació de Joves Cristians, los cuales también algunos tenían más que simpatía al catalanismo. Pero han preferido acallarlos que reconocer que existió una cataluña martirial. Para mí todo ello es un pecado colectivo contra El espíritu Santo y la razón de la esterilidad de la mal llamada Iglesia catalana (en todo caso debería ser la Iglesia en Cataluña). Sé que es duro afirmar esto, pero es como lo veo.
¿Por qué se atrevió a escribir este libro que tanto puede molestar a algunos en Cataluña?
En Cataluña, sobre todo en los pueblos, la figura de Companys entre los más mayores despertaba aberración y repugnancia. Los recuerdos de la Guerra, los asesinatos, el terror, estaban demasiado recientes. Pero el separatismo, aprovechando la necedad y la desmemorización colectiva, ha querido crear un mártir laico. Todo proceso independentista necesita mitos fundacionales. El amor a la verdad me ha impedido estar callado. No entraba en mis planes escribir sobre Companys, pero al final ha sido un imperativo moral dar a conocer quién fue el personaje y que ocurrió durante su mandato.
Háblenos de la silenciada conversión final de Companys renegando de sus crímenes…
El nacionalismo actual, el mismo que quiere convertir a Companys en un mártir laico, acallan su conversión final. Los últimos días en este mundo, estuvo acompañado por sus hermanas que eran profundamente católicas y muy devotas de Santa Teresa de Jesús. Cuando Companys se había divorciado, habían dejado de hablarle. Sin embargo ante el trance del juicio y previsible muerte, le cuidaron. Companys, al ser entregado a España, ya inició una especie de conversión. Ello se ve claro en sus conversaciones y, sobre todo en sus escritos finales. En ellos pide oraciones y que la gente descubra a Dios. Al principio le propusieron confesión pero no se lo tomó en serio. Sin embargo finalmente accedió a confesarse. Su último día en este mundo, confesó, ayudó a Misa (de pequeño había sido monaguillo) y comulgó.
¿Por qué puede ser un excelente regalo para estas navidades un libro histórico en vez de regalar vanidades?
En una sociedad donde casi nadie lee y menos cosas sanas, uno de los mejores regalos que pueden hacerse en fiestas señaladas es regalar buenos libros. Como autor queda mal recomendar mi libro, pero creo que no decepcionará a quien se anime. Uno conocerá la Cataluña (no olvidemos que en el fondo es España) martirial que es ejemplo y motivo de esperanza para estos tiempos tan duros que nos ha tocado vivir. El libro se puede conseguir en las grandes áreas comerciales: Corte Inglés, Casa del Libro, Fnac, y sino en la página web ociohispano o bien en Amazón. También en cualquier librería de confianza lo pueden pedir y se lo servirán en pocos días.
Javier Navascués
Luis Companys: El gran genocida de católicos (Barraycoa)
"Testimonio de las persecuciones y crímenes rojo separatistas en Cataluña"
Revista FUERZA NUEVA, nº 100, 7-Dic-1968
LA REPÚBLICA EN CATALUÑA
Testimonio de las persecuciones y crímenes rojo separatistas
Unos días de estancia en Reus, por motivos familiares, me han permitido tener contacto con buenos amigos. Aparte de otros temas más familiares e intrascendentes para la vida pública, me han rogado comente y puntualice una frase pronunciada por el reverendo Ramón Muntanyola, en su alocución transmitida por radio Reus el 13 del pasado septiembre. Mis amigos razonan que las medias verdades, sobre todo entre maliciosos e inexpertos, producen impacto. La frase aludida, referida al cardenal Vidal y Barraquer, dice simplemente así: “Durante la revuelta de 1936 cayó en manos de elementos extremistas”. Cualquiera diría, sencillamente, que en 1936 hubo unos simples incidentes, una de tantas revueltas, en que grupos de incontrolados cometieran desmanes por su cuenta sin responsabilidad ni dirección por parte de los gerifaltes de aquella situación.
Desde este punto de vista conviene fijar claramente con testimonios irrefutables la verdad histórica. Ya León XIII decía que “el arte de la historia en estos tiempos no parece ser sino la conjura de los hombres contra la verdad”. Pío XII, más recientemente, añadía que “la historia se sitúa entre las ciencias que guardan estrechas relaciones con la Iglesia Católica”. No puede negarse que la frase de Mosén Muntanyola se presta a confusiones. Por ello van estos apuntes.
La República antes de 1936
No ofreceremos a Mosén Muntanyola testimonios recusables para él. La mayoría de nuestros textos serán de personas claramente adictas a la República.
Así, don Manuel Irujo, que fue ministro con el gobierno de Negrín, escribía el 31 de marzo de 1936:
“Sin novedad en el frente. Esta es la contestación del ministro de la Gobernación cuando habla del orden público. Recuerda la conocida obra. Que en Madrid, Extremadura, Andalucía, Levante, se queman iglesias, conventos, fábricas, almacenes, casinos, casas particulares, archivos del Juzgado, del Registro; que se hacen salir desnudas las religiosas y se las somete al trato que no se da a las mujeres profesionales; que después de deshonrar a las hijas y a las esposas son paseadas en pica las cabezas de sus maridos y padres por oponerse al “regocijo”; que las gentes arriendan hoteles de invierno en los pueblos del Bidasoa, en la costa guipuzcoana y en las montañas laburdinas huyendo de la “alegría” de sus tierras; que se asaltan y ocupan fincas por alcaldes, asociaciones o bandas de pistoleros; que se asesina a la Guardia Civil haciendo picadillo de sus restos exánimes… No hay novedad en el frente. ¿Pero puede vivirse así? ¿Es esto tolerable? El estampido se masca. Lo exige el ambiente. Y no tardando”.
Don Ángel Ossorio y Gallardo, ex embajador del llamado Gobierno republicano, escribía en “La Vanguardia”, de Barcelona, y en El Pueblo Vasco”, de 23 de junio de 1936:
“A estas horas -hablemos claro, aunque nos duela- ni el Gobierno, ni el Parlamento, ni el Frente Popular, significan en España nada. No mandan ellos. Mandan los inspiradores de huelgas inconcebibles, los asesinos a sueldo y los que pagan el sueldo a los asesinos, los mozallones que saquean los automóviles en las carreteras, los que tienen la pistola como razonamiento… ¿Hay alguien contento, o siquiera conforme, con tal estado de cosas? Nadie. Ninguno sabe lo que va a pasar aquí, ni presume quien sacará el fruto de la anárquica siembra?”
Lo que no preveía Ossorio y Gallardo, más tarde Paul Claudel lo define exactamente en “Le Figaro”, en donde escribió:
“Para comprender bien la naturaleza de la revolución española no hay que considerarla como una tentativa de construcción social, como en Rusia, encaminada a sustituir un orden por otro, sino como una empresa de destrucción, preparada muy de antemano y dirigida ante todo contra la Iglesia. Taine habla en su libro de una anarquía espontánea. Aquí se trata de una anarquía dirigida. En efecto, no es posible concebir, sin una consigna y una organización metódica, que hayan podido ser incendiadas todas las iglesias sin excepción en la zona roja, todos los objetos religiosos minuciosamente buscados y destruidos y la casi totalidad de los prelados, religiosos y religiosas asesinados con refinamiento de crueldad inaudita, acosados en todas partes, como bestias feroces”.
Se trata, desde luego, de algo más que una revuelta con la actuación aislada y desconectada de su Gobierno de algunos extremistas, como con parcial benignidad dice Mosén Muntanyola.
Hablan los intelectuales de izquierda
Que lo que sucedía en la zona roja no eran espasmos provocados por unos esquizofrénicos y desalmados, sino algo dirigido por el Gobierno de la República y la Generalidad de Cataluña, nos lo dicen intelectuales indiscutiblemente izquierdistas y republicanos.
El doctor Gregorio Marañón, republicano y sumamente ligado con la situación, escribió el folleto “Liberalismo y comunismo. Reflexiones sobre la revolución española”, publicado en 15 de diciembre de 1937, en “La Revue de Paris”. Afirmaba el doctor Marañón que “no volvería a Madrid aunque me fuese posible hacerlo sin peligro alguno. No se trata de una cuestión política, es un problema de pura decencia… ¿Cómo puede llamarse leales a quienes echan por tierra toda ley y todo derecho?”
Ramón Pérez de Ayala, embajador de la República en Londres, en 1938, se dirigía al “The Times” escribiendo:
“Mi respeto y mi amor por la verdad moral me obliga a reconocer que la República española ha sido un fracaso trágico. Sus hijos son culpables de matricidio y no es menos cierto que existen republicanos en un lado y en otro”.
Don José Ortega y Gasset, en su “Epílogo para ingleses”, que acompaña a la “Rebelión de las masas” dirigiéndose a los intelectuales extranjeros que enjuiciaban la guerra de España, afirma:
“Presentar lo acaecido en España en julio de 1936 como un pronunciamiento es inadmisible aun como simple designación de hechos”.
Don Miguel de Unamuno, a los hermanos Tharaud, para su libro “Cruel España” editado por Plon, en 1937, declaraba:
“Tan pronto como se produjo el movimiento salvador del general Franco, yo me puse a su lado pensando que lo que importaba, ante todo, era salvar la civilización occidental cristiana, y con ella la independencia nacional. El salvajismo inaudito de las hordas marxistas sobrepasa toda descripción y los que dan el tono no son ni los socialista ni los comunistas ni los sindicalistas ni los anarquistas, sino bandas de degenerados, escapados de prisión, de criminales natos sin ninguna ideología”.
Asimismo se manifestaron frente al desbarajuste republicano: Pío Baroja, Azorín, Menéndez Pidal, Benavente, García Morente. Todos éstos consideraron que lo que sucedía era algo más que una revolución corriente con los exabruptos y crímenes de unos incontrolados, como con visión muy optimista disparó desde Radio Reus el poético Mosen Muntanyola.
La prensa roja y ministros del Frente Popular también dicen sus puntos de vista
Andrés Nin, jefe del POUM, en “La Vanguardia”, del 2 de agosto de 1936, declaraba:
“La clase obrera ha resuelto el problema de la Iglesia, sencillamente, no dejando en pie ni una siquiera”.
“Solidaridad Obrera”, del 20 de agosto de 1936, escribía:
“Hemos encendido la antorcha, aplicando el fuego para purificar todos los monumentos que desde siglos proyectaban su sombra por todos los ámbitos de España, las iglesias, y hemos recorrido las campiñas purificándolas de la peste religiosa”. En el mismo diario, en 18 de octubre de 1936, se puede leer: “Siempre, en todos los tiempos y en todas las épocas, los crímenes horrendos han tenido por mudo testigo la fatídica cruz… No resta en pie una sola iglesia en Barcelona y es de suponer que no se restaurarán, que la piqueta demolerá lo que el pueblo comenzó a purificar. Pero, ¿y los pueblos?... No sólo no hay que dejar en pie a ningún escarabajo ensotanado, sino que debemos arrancar de cuajo todo germen incubado por ellos; hay que destruir sin titubeos, a sangre y fuego”.
Juan López, ministro de Comercio del Frente Popular, decía en 7 de febrero de 1937:
“Las milicias no se baten por la República democrática. Es pura tontería que haya quien asegure que el pueblo español y las milicias se están batiendo por la República democrática y que mientras se hace la guerra no cabe hablar de la revolución”.
“Solidaridad Obrera” decía en 1938:
“El proletariado no se bate por la República democrática. La República española ha superado ya la etapa democrático-burguesa”.
Tampoco por aquí se vislumbra que se tratara de una revuelta en que unas guerrillas actuaran por su cuenta, cuando así, desde la prensa y autorizadamente, con testimonios que podríamos multiplicar, se expresaban los hombres del Frente Popular. Estos datos le podrán ser útiles a Mosén Muntanyola.
La opinión del reverendo José Sanabre
Le será sumamente grato a Mosén Muntanyola conocer cómo se expresa el reverendo José Sanabre, “ilustre”, entre otras actividades, por su firma a los padres conciliares denunciando a la jerarquía eclesiástica y al Estado español. En su libro “Martirologio” dice rotundamente:
“La revolución y sus crímenes adjuntos no fue una reacción de indignación del pueblo contra la supuesta intervención de la Iglesia en el Alzamiento Nacional, como se pretendió hacer creer a la opinión nacional y extranjera. La revolución, como todas las anteriores, tuvo su cerebro director. Nunca olvidaremos las palabras oídas de boca de un directivo sindical al reconocernos en octubre de 1936, después de felicitarnos por resultar ileso hasta aquel entonces, que nos decía: “Vosotros habéis visto la revolución desde abajo; yo, desde arriba; el plan era asesinaros a todos”. La declaración fue espontánea y no podía ser más terminante. La Iglesia, desde el primer día, fue víctima y no combatiente; el plan quedó bien manifiesto a las primeras semanas de la actuación de los grupos desalmados que recorrían las poblaciones sujetas al dominio marxista; su primera preocupación fue asesinato de los sacerdotes; por esto, a su llegada a los pueblos, la primera indagación era informarse de si había sido asesinado el cura; constituía el primer número del programa. Esta fue la realidad de nuestra diócesis y en toda la zona que quedó bajo la tiranía del nuevo régimen”.
Testimonio del reverendo Luis Carreras
El reverendo Luis Carreras, sacerdote muy culto, de clara filiación catalanista, íntimo amigo y colaborador del cardenal Vidal y Barraquer, que le confiaba la redacción de documentos tan importantes como las declaraciones colectivas del Episcopado español que se publicaron durante la República, en su libro “Grandeza cristiana de España”, dice taxativamente:
“Había una preparación minuciosa, había una organización ejecutiva, había unos métodos y unos consignas. De haber sido el “pueblo” espontáneo, aun el pueblo engañado e incitado por las leyendas en curso, los mismos excesos hubieran tenido otras características de anormalidad; habría más excepciones de buen sentido, de respeto, de piedad por las víctimas; los hechos repetidos en innumerables ciudades en que el pueblo auténtico defendía a los párrocos hubieran tenido otra suerte más afortunada, que la técnica del terror y los comisionistas del asesinato lograron casi siempre impedir. Sobre todo la devastación y la ferocidad no hubieran sido tan uniformes, rápidas y universales. El pueblo no hubiera creado un “estilo”, que en toda Cataluña, en toda la España roja presenta los mismos elementos esenciales de salvajismo y de exterminio, y que aun en los casos en que había interés y mandato de no manifestarse, como en Vizcaya, no pudo dejar de cometer algunos de esos horrendos desenfrenos a fin de no desmentir su naturaleza y universalidad. Quienes han presenciado los hechos vandálicos de Cataluña están provistos de toda suerte de pruebas. Son a miles los ciudadanos que han visto con horror la llegada de las “caravanas técnicas” del incendio y del crimen en Vich, Igualada, Sabadell, Tarrasa, Montserrat, Manresa, Solsona, Seo de Urgel, Gerona, Lérida, Tarragona, hasta en los altos valles del Pirineo, aun el Valle de Arán, tan lejos de la conmoción revolucionaria”.
El doctor Carreras escribe historia. Tome nota Mosén Muntanyola, porque una frase inexacta tiene consecuencias muy graves para nuestra juventud. Los que somos padres de familia sabemos cómo esas ligerezas nos han dado muchos apuros y quebraderos de cabeza para orientar rectamente a nuestros hijos.
La voz de Tarragona
Que no fueron unos extremistas cualesquiera los que desencadenaron la sangrienta persecución, lo especifica elocuentemente el doctor Juan Serra Vilaró, autor del libro “Víctimas sacerdotales”, en el que se reseña el martirio del obispo Borrás y de los 134 sacerdotes, que no merecen ni una sola palabra de recuerdo en la alocución sobre el cardenal Vidal y Barraquer pronunciada por Mosén Muntanyola, cuando esa tragedia con todos sus aspectos fue la gran pesadilla que arrastró hasta la hora de su muerte. El canónigo Serra Vilaró escribe:
“Con públicos pregones eran invitadas las gentes, bajo amenazas gravísimas, como todas las amenazas rojas, a que destruyeran las imágenes y objetos religiosos, o a que los llevaran a la plaza, donde se perpetraba el espectáculo de una hoguera sacrílega, acompañada de las burlas más grotescas y más estúpidas: unos bailaban con una imagen con actos soeces e inmundos, otros vestían los indumentos del culto parodiando sacrílegamente la sagrada liturgia, cometiendo las más insanas barbaridades que les sugería su concepción enferma… La consigna revolucionaria, dada por los dirigentes soviéticos, comprendía tres etapas: la primera, procurar el desorden social; la segunda, apoderarse de los resortes del Poder, y la tercera, ya dueños de la situación, perseguir y liquidar a todas las personas eclesiásticas y civiles, que con su prestigio pudieran organizar el pueblo contra la minoría que lo tiranizaba. Por esto, el primer día aconsejaban a los párrocos que se escondieran, diciéndoles que ellos les ayudarían a ausentarse y que ellos no podían responder de su vida, si continuaban en su puesto; el segundo día, ya les buscaban y detenían, y el tercero, los asesinaban. Siendo su objetivo destruir la sociedad en la forma que estaba constituida, para levantar sobre sus ruinas el despotismo soviético, como a primera resistencia chocaban con la religión, que es y ha sido siempre el principal sostén del orden social. Por eso se atacó con mayor saña y de la manera más perversa a sus ministros, los sacerdotes”.
Suponemos que este libro lo tiene a mano Mosén Muntanyola. Un simple repaso le evitaría caer en omisiones desconcertantes. Máxime cuando el propio Juan XXIII dijo solemnemente dirigiéndose a Tarragona:
“Todavía están recientes los sufrimientos de los sacerdotes, religiosos y seglares que en esa archidiócesis -igual que en toda la católica nación española- dieron pruebas del amor que tenían a su fe y de la poca estima de las cosas terrenas. Por eso Nos ha sido muy grato saber que, en la peregrinación que se prepara para visitar la iglesia de San Fructuoso de Capodimonte y la Ciudad Eterna, traerán los procesos canónicos de estos siervos predilectos de Dios para someterlos al juicio de la Santa Sede. El ejemplo de ellos como el de los mártires hoy conmemorados, será la llama que avive el fervor de esa amada grey en una vida constantemente piadosa”.
El lenguaje de Juan XXIII recordando a los sacerdotes mártires, naturalmente, es muy distinto del de aquellos que desfiguran los hechos para finalidades políticas el servicio de ellos sabrán qué clanes e intereses les mueven.
Palabras justas
El doctor Carreras, en su citada obra “Grandeza cristiana de España”, sintetiza magistralmente la realidad de la Cataluña marxista:
“La devastación fue total, el régimen revolucionario triunfante, la persecución religiosa ferocísima, el hundimiento social completo, el ensayo colectivista ilimitado. Del naufragio de Cataluña desnaturalizada y oprimida por la antipatriótica y demagógica Esquerra, sólo emergen dos actitudes nobles, a las que hay que rendir homenaje. El salvamento de una parte considerable del patrimonio arqueológico-religioso realizado incluso heroicamente por el grupo de funcionarios de los servicios oficiales de Cultura. La voluntad generosa y eficaz de algunas autoridades en facilitar la liberación de quienes más peligraban, sin acepción de personas ni ideas, obra tanto más digna de señalar por cuanto a no tardar les obligó también a ellos por esta causa a salvar la vida en la huida. Seamos justos, ha quedado algo más. Subsiste la Cataluña auténtica, antirrevolucionaria por temperamento y por ideal, ni separatista ni libertaria, austera, amable y culta, reivindicadora de la tradición, del orden, la autoridad y la justicia: la Cataluña incontaminada del espíritu y las obras de la revolución, que no pereció ni sumergida en el caos por la demagogia republicana y la tiranía anarco-moscovita, que, antes y después del 19 de julio, deshicieron el Estado e intentaron matar el cuerpo y el alma de la sociedad española. Permanece, más vigorosa y pujante que nunca, la Cataluña cristiana que, bajo la ominosa persecución, ha sabido vivir una santidad silenciosa en el dolor, una santidad activa en la caridad, una santidad heroica en la muerte. Tal ha sido durante la guerra y la revolución la tragedia de Cataluña lacerada y sangrante, manifestándose cuanto ha podido contra la deformación del exterior por la ficción estatal de los gobiernos de Madrid, de Barcelona y de Bilbao, soportando impotente la faz roja con que doblemente expropiada en su casa, la ha humillado la horda propia y la sobrevenida de todas partes. Tal es la realidad espiritual y el fervor de adhesión que en sus juventudes combatientes, en sus selecciones expertas, en toda generación y estamento, con unanimidad cordial, la Cataluña sobreviviente, leal y respetable, aporta a la España vencedora de la revolución”.
El de esperar que la biografía que se anuncia del cardenal Vidal y Barraquer, escrita por el reverendo Ramón Muntanyola, sirva para que recordemos las virtudes del egregio purpurado, entre las que no faltaron la paciencia en sus persecuciones infligidas por la República, su acrisolado amor a España y su recuerdo emocionado por el obispo Borrás, los 134 sacerdotes de su diócesis asesinados, con los millares y millares de toda España, así como de seglares. Sería imperdonable que el recuerdo del cardenal Vidal y Barraquer se utilizara para fomentar las ideologías que corrompieron a nuestro pueblo y nos llevaron a la esclavitud soviética. Y esto también se logra guardando silencios y pasando sobre los hechos con superficialidad.
Jaime TARRAGÓ
Última edición por ALACRAN; 07/01/2024 a las 13:24
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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