Cataluña es más grande
Por Francisco José Soler Gil
Habían hecho muchos cálculos los ingenieros del «procès». Contaban con factores evidentes, como la apatía política del español medio, la acreditada imposibilidad de los partidos nacionales para actuar en equipo, la consiguiente debilidad crónica del gobierno central, los mil complejos de inferioridad, de culpa, y de deuda impagable que determinan la acción (o más bien la inacción) de las instituciones del Estado frente a las autonomías, etc., etc.
Nadie intervendría. Nadie haría nada en serio por frenar la secesión. A nadie le iría nada en el tema, ni nadie estaría dispuesto a una resistencia, que parecería ridícula en un contexto así. Al final, no quedaría sino rendirse ante los hechos consumados: el referéndum, las leyes de desconexión, la proclamación de la República Catalana... Todo paso a paso, muy bien medido, y refrendado por la mayoría actual en la generalitat. Imparable.
El proceso estaba calculado en detalle, con seriedad y solvencia. Y sin embargo...
Y sin embargo el escenario más probable, en estos momentos, es que el «procès» desemboque en una suspensión temporal de la autonomía catalana, y en un proceso de otro tipo ―penal, por un delito de rebelión― contra los principales líderes implicados en los acontencimientos catalanes de los últimos meses.
¿Qué ha fallado, pues, en los cálculos de los ingenieros de la independencia? Varias cuentas. Pero me gustaría llamar aquí la atención especialmente sobre una de ellas: Cataluña es incomparablemente más grande de lo que los independentistas creen.
Y es que, en un alarde pasmoso de estrechez de miras, los ideólogos del independentismo consideran que una fuerza política de dos millones de votos expresa la voluntad general de Cataluña. ¡Dos millones!
Pero no. Cataluña es incomparablemente más grande que eso. Cataluña abarca también, para empezar, a los bastantes más de dos millones de votantes que no han querido participar en la farsa del referendum del 1-O. Pero no sólo a ellos. Cataluña es también la tierra de los muchos catalanes que se han marchado de allí. No pocos de ellos hartos de la atmósfera asfixiante que el nacionalismo ha creado desde hace décadas en esta región ―tantas veces con la aquiescencia, doloroso es decirlo, de las instituciones estatales que hubieran debido impedirlo hace mucho tiempo―. Otros simplemente por negocios, o por trabajo, o por motivos familiares. No viven ahora en Cataluña, pero es tan suya como pueda serlo de Puigdemont, o de Junqueras.
Más aún, Cataluña es la tierra madre de todos los que llevamos con orgullo un apellido catalán. Aunque nuestras familias dejaran ese suelo hace ya varias generaciones. Y lo que los nacionalistas pretenden, en el fondo, es declararnos extranjeros en el país de nuestros antepasados.
Más aún, tienen título sobre esta tierra cuantos vinieron a trabajar a ella, siquiera temporalmente, desde las demás regiones de España, y contribuyeron con su esfuerzo a hacerla grande.
Y todos los habitantes de las regiones que fomentaron su prosperidad, mediante la aplicación de múltiples legislaciones del Estado español, ventajosas hacia las industrias catalanas ―legislaciones que a veces perjudicaban a las empresas de otras partes del país―.
Pero es que, además, existe una Cataluña espiritual, que abarca, por ejemplo, a los lectores y admiradores de gigantes como Josep Pla, que han aprendido, de su mano, a amar y hacer suya la dulce tierra ampurdanesa. Que abarca a los oyentes de Albéniz, de Granados, de Pedrell ―¡qué enorme porción de la música más española ha sido compuesta por catalanes!―. A los admiradores de Dalí. A los numerosísimos donantes españoles que están contribuyendo, orgullosos y fascinados, a la edificación de la Sagrada Familia... ¡Qué grande es Cataluña, realmente!
¿Y qué esperaban entonces los independentistas? ¿Qué todos nosotros, ligados por múltiples vínculos de sangre, de descendencia, de trabajo, y de espíritu con la tierra catalana, asistiéramos con indiferencia al proceso de despojarnos de ella? ¿De declararnos extranjeros en ella, por la voluntad de unos pocos, que han decidido que ellos, y sólo ellos, son Cataluña?
Algunos se sorprenden aún de las múltiples banderas de España que están floreciendo estos días en los balcones de todo el país. Y se sorprenden de que los partidos nacionales, a pesar de los negros odios que los separan, se estén poniendo de acuerdo para hacer frente juntos al desafío secesionista. Y de que un pueblo que parecía dormido, e incapaz de luchar por nada, se esté despertando con la energía y la decisión con que lo está haciendo ahora.
No se sorprenderían tanto si supieran cuánto nos importa Cataluña a millones de españoles. Y qué sentimientos provoca el injusto despojo que se está intentando perpetrar. Catalanes somos todos los que nos sentimos familiar, ancestral, laboral y espiritualmente vinculados con Cataluña. A nosotros no nos han incluido los separatistas en su censo de votantes. Pero ese es su problema. Y en cualquier caso no deberían extrañarse de que, llegadas las circunstancias, estemos dispuestos a defender nuestro patrimonio.
InfoCaótica
Conocer al enemigo, es aprender a derrotarlo.
Estrategia de construcción del enemigo español
El independentismo en Cataluña lleva décadas creando un relato de agravios que sitúa a España como eje de todos los males para los catalanes
JAVIER AYUSO
Madrid 1 DIC 2017
"Memorial de agravios: Cataluña es una nación discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico. Descubrimiento, constatación, ponderación y divulgación de los hechos discriminatorios, carencias, etcétera, de forma clara, contundente y sistemática. Remarcando la incidencia negativa que esto tiene para el conjunto del pueblo catalán y para cada uno de sus ciudadanos". Este entrecomillado no corresponde a los últimos años, cuando se puso en marcha oficialmente el procés independentista en Cataluña. Es de 1990, cuando el Gobierno de la Generalitat, presidido por Jordi Pujol, encargó a un grupo de intelectuales catalanes un documento titulado La estrategia de la catalanización, que fue presentado ese otoño.
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Ese texto, de 20 folios divididos en nueve apartados, supuso el inicio de la creación de un relato del independentismo que sitúa a España como eje de todos los males para los catalanes. Ahí comenzó la construcción de un enemigo de Cataluña. Primero fue "España no nos entiende"; más tarde, "España nos roba"; luego se pasó a "España nos oprime"; y desde el día del referéndum ilegal del 1 de octubre "España nos agrede". Una estrategia clásica en la política y en la guerra de crear un enemigo tan inhumano que solo se puede responder con la destrucción. O ellos o nosotros.
27 años después de presentarse aquel documento, el independentismo ha conseguido movilizar los votos de más de un 40% de los catalanes que fueron a las urnas en las pasadas elecciones autonómicas y de dos millones de ciudadanos que votaron sí a la creación de una república catalana en el referéndum ilegal del pasado 1 de octubre. Unas cifras nada despreciables.
Aunque el referéndum fue a todas luces ilegal, sin garantías democráticas y carente de transparencia, marca la tendencia creciente del separatismo en Cataluña. Un colectivo que se ha duplicado desde 2010 y al que las encuestas auguran un empate técnico con los no independentistas para las próximas elecciones del 21 de diciembre.
Lejos quedan los años de presidencia de Pujol, que se presentaba como el freno al independentismo a cambio de un modelo diferente, o del también presidente Pasqual Maragall cuando decía: “Quiero un Estatuto con alma de Constitución y cuerpo de reglamento, que los niños puedan cantar en la escuela”.
¿Qué ha sucedido para que España haya fracasado en sus relaciones con su región más rica? En primer lugar, los errores cometidos por los distintos Gobiernos del PP y del PSOE, que han conseguido apoyos de los partidos nacionalistas catalanes y vascos para sus Ejecutivos nacionales en minoría a cambio de dinero y transferencias (“apóyame en Madrid y haz lo que quieras en Barcelona”, era el mensaje). Esa política de paz por territorios se ha mostrado ineficaz en el largo plazo.
REPROGRAMACIÓN
Pero más grave todavía ha sido la total ignorancia de lo que estaba sucediendo en Cataluña: un movimiento silencioso de reprogramación nacionalista promocionado por la Generalitat y que afectaba al pensamiento, la enseñanza, la Universidad y la investigación, los medios de comunicación, las entidades culturales, el mundo empresarial, la proyección exterior, las infraestructuras y la Administración. Esos son los nueve apartados del documento que vio la luz en octubre de 1990 y que tenían un objetivo claro: construir a España como enemigo de Cataluña, para lograr el fin último de la independencia.
El escritor italiano Umberto Eco publicó en 2012 un ensayo titulado Construir al enemigo, en el que explicaba el valor de contar con adversarios en política. “Tener un enemigo es importante”, dice Eco, “no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”.
Esta teoría explica la mayoría de los movimientos populistas que están creciendo en el mundo en este siglo. Desde el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump (que ha creado el enemigo del inmigrante, haciendo trampas sobre el terrorismo internacional), hasta los promotores del Brexit británico (también utilizan al inmigrante como enemigo, junto a la burocracia europea, para abandonar la Unión Europea), los movimientos ultraderechistas y xenófobos de distintos países de Europa y, por supuesto, los grupos de izquierda radical (entre los que se encuentran en España Podemos y la CUP), cuyo adversario es el sistema y lo que llaman el régimen del 78. También el yihadismo ha conseguido crecer al construir un enemigo global.
El ensayo de Umberto Eco añade: “Desde el principio se construyeron como enemigos no tanto a los que son diferentes y que nos amenazan directamente, sino a aquellos que alguien tiene interés en representar como amenazadores aunque no lo hagan directamente; de modo que lo que ponga de relieve su diversidad no sea su carácter de amenaza, sino que es su diversidad misma la que se convierta en señal de amenaza”.
El psiquiatra Enrice Baca va más allá al explicar que “la construcción del enemigo consiste en un proceso de despojamiento del otro-persona, potencial objetivo de la agresión, de toda característica humana. Eso supone la eliminación de cualquier rasgo personal que lo haga aparecer como otro-yo, que pueda despertar rasgos de piedad, solidaridad o identificación”. En otras palabras, el enemigo construido debe ser una cosa que hay que eliminar.
El helicóptero de Mas
Seguro que el 15 de junio de 2011, el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, no afinó tanto como Eco o Baca en el plano teórico, pero sí emprendió la fase final de construcción del enemigo que llevaría a Cataluña y al resto de España a la mayor crisis institucional desde que se instaurara la democracia hace 40 años.
Ese día, Mas tuvo que acceder al Parlament de Cataluña en un helicóptero de los Mossos d’Esquadra, acompañado de la presidenta de la Cámara, Núria de Gispert, porque centenares de manifestantes rodeaban el edificio protestando por los recortes aprobados en los presupuestos autonómicos de ese año. Otros dos helicópteros transportaron a parte del Govern y varios microbuses a decenas de parlamentarios, a través del zoológico de Barcelona, para evitar a la multitud de indignados.
El sociólogo Joan Navarro, vicepresidente de Asuntos Públicos de la consultora Llorente y Cuenca, explica que en ese momento, “el catalanismo de CiU, que hasta entonces era garante de un modelo diferente, comprendió que todo había cambiado y tomó la decisión de emprender el camino hacia el independentismo, como fórmula de defensa frente a los efectos de la crisis económica y bajo la presión de ERC y la CUP”. Todo ello, sin olvidar la irrupción de los casos de corrupción en CiU.
Hasta entonces, la mayoría de los catalanes se conformaban con el victimismo histórico de que España no les entiende y que había que seguir luchando “por defender el hecho diferencial con la historia, la voluntad de ser nación y la lengua como hecho diferencial política de Cataluña”, añade Navarro, “pero ahí se pasó del ‘España no nos entiende’ al ‘España nos roba’, un escalón decisivo en la construcción del enemigo”.
El nacionalismo catalán llevaba 30 años defendiendo una posición diferencial y obteniendo buenos réditos en sus negociaciones con los Gobiernos en minoría del PSOE y del PP. Pero el segundo Ejecutivo de José María Aznar, en 2000, con mayoría absoluta en el Congreso, supuso un cambio de rumbo, con el bloqueo, no solo de las relaciones con la Generalitat, sino con el resto de los Gobiernos autónomos.
Ese movimiento recentralizador duró poco y la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al poder, en 2004, cambió el paso y abrió una nueva etapa de relaciones bilaterales entre Madrid y Barcelona y de elaboración de un nuevo Estatuto de Cataluña. Los debates, votaciones, correcciones, referéndum y, finalmente, el recurso y la sentencia del Tribunal Constitucional, en plena crisis económica en España, fue enfrentando cada vez más a los partidos catalanes con los nacionales y la llegada de Mariano Rajoy al Gobierno, en 2011, terminó de encender la mecha del conflicto. El proceso de señalamiento de España como enemigo de Cataluña iba creciendo a medida que ERC y la CUP iban ganando posiciones.
Tras las elecciones plebiscitarias de 2015 y las manifestaciones multitudinarias de La Diada durante varios años, los independentistas más radicales consiguen eliminar a Artur Mas y colocar a Carles Puigdemont al frente de un Govern que avanza hacia la consolidación de un enemigo (primero fue rival y luego adversario) al que combatir.
Se pasa entonces del “España nos roba” al “España nos oprime” y se moldea a ese enemigo de Madrid como alguien que no quiere negociar, ni siquiera dialogar, con Cataluña y que les obliga a reaccionar saltándose la legalidad. No deja de ser cierto que desde que el Constitucional echó abajo el Estatuto, en 2010, la actitud de los sucesivos Gobiernos de Rajoy fue muy poco receptiva, por decirlo de una manera fina, ante las peticiones catalanas.
“Con el paso del tiempo y a medida que avanzaba el procés, el secesionismo comprendió que no tenían ni el apoyo, ni siquiera el reconocimiento internacional, ni la fuerza suficiente para llevar a cabo la independencia”, explica Joan Navarro. “Y ya en última etapa pasaron a la guerra del espejo, que consiste en obligar al Gobierno de España a que se enfrente a su propios demonios y que se convirtiera en una fuerza de opresión, de ocupación”.
La última fase para redondear la figura del enemigo de Cataluña fue la organización del referéndum ilegal del 1 de octubre. Las fuerzas separatistas eran conscientes de que, pese a contar con mayoría de diputados en el Parlament, no tenían ni los apoyos, ni la legalidad, ni las estructuras para poner en marcha la república catalana; así que siguieron adelante con el objetivo de forzar la confrontación con el Estado (“España nos reprime”), mediante una vieja táctica política de situar al enemigo frente a la paradoja de los errores inevitables: cualquier decisión que tomes te perjudica. Y así fue.
Decidieron subvertir la legalidad para obligar al Estado a utilizar el principio de la fuerza, y lo consiguieron. Las imágenes de la Policía Nacional y la Guardia Civil golpeando a civiles que iban a votar dieron la vuelta al mundo, en beneficio de los independentistas y en contra de un Estado democrático al que habían convertido en un enemigo cruel y opresor y al que etiquetaban de franquista. Si a eso unimos la entrada en prisión de los miembros no fugados del Govern, acusados de tres delitos muy graves, el relato de “España nos reprime” quedaba redondo.
Con lo que no contaron los ideólogos separatistas fue con la decisión colegiada de Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera de complementar la aplicación del artículo 155 de la Constitución con la convocatoria de elecciones autonómicas en la primera fecha posible: el 21 de diciembre. Las supuestas represión, agresión, opresión u ocupación quedaban en entredicho cuando el Gobierno de España anunciaba las urnas para decidir el futuro de Cataluña.
Si a eso unimos la renuncia pública a la declaración unilateral de independencia de los líderes secesionistas e incluso la negación de los pasos dados en el Parlament, el resultado es algo confuso. “En estos momentos”, explica Joan Navarro, “hay dos millones de catalanes defraudados porque sus líderes no cumplieron la promesa de llevarles a la república catalana, y otros millones con miedo a la vuelta al procés. Lo que ha conseguido Rajoy es devolver el conflicto a Cataluña”.
RIVAL, ADVERSARIO Y, FINALMENTE, ENEMIGO
“No hay posibilidades de evolución, ni de rectificación, una vez que la construcción del enemigo se ha llevado a término. Solo queda la posibilidad, a veces, de abandonar el grupo propio y traspasar el valor perverso de la identidad (construida sobre la hipótesis de la destrucción del otro) a un nuevo plano de convivencia con el adversario. Es la única salida”. Esta reflexión de José Lázaro, profesor de Humanidades, en su ensayo La violencia de los fanáticos, puede abrir una muy ligera rendija de optimismo si los ideólogos independentistas reconocen el fracaso del procés y se plantean la reconstrucción de un catalanismo federal, capaz de convivir con un adversario (o mejor, un rival), en vez de seguir luchando contra un enemigo al que destruir.
Uno de los capítulos del libro de Lázaro incluye una conversación con el psiquiatra Enrique Baca sobre la construcción del enemigo. Allí explica la diferencia entre rival, adversario y enemigo. “Al rival se le puede respetar e incluso estimar. Al adversario también, aunque es más difícil estimarlo… Pero la verdadera construcción del enemigo solo se alcanza con la decisión de destruir, literalmente a los miembros del otro grupo”.
En la cuestión catalana, el principio político del diálogo discrepante fue sustituido hace años por el independentismo por un proceso de construcción del enemigo, que hace muy difícil recuperar la conversación. Sobre todo, porque el relato se ha basado en innumerables mentiras y falacias. Las enumeraban Xavier Vidal-Folch y Nacho Torreblanca el pasado septiembre en EL PAÍS: La secesión de 1714, una Constitución hostil a Cataluña, la autonomía ha fracasado, el Estado es autoritario, España nos roba, solos seremos más ricos, tenemos derecho a separarnos, no saldremos de la UE, el 1-O es legal y votar siempre es democrático. 10 falsedades que han funcionado muy bien en la construcción del enemigo español. Lázaro explica el proceso en su conversación con Baca: “La identificación como enemigo del oponente es el punto de partida; la difusión de esa identificación entre ‘los nuestros’ es el paso siguiente; la acumulación de valores negativos y su señalamiento como alguien indeseable y peligroso supone el comienzo de la última etapa. Aquí es donde la propia dinámica del mecanismo empieza a despojar al enemigo de su carácter de otro-yo. Los pasos que faltan (reducción a la maldad absoluta) se dan solos”.
https://politica.elpais.com/politica...95_879949.html
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
El "delirium tremens" de estos cuatro independentistas no resiste ni el más elemental análisis en profundidad de tanta idiotez. A la evidente muestra de lo que es una falacia "ad verecundiam" muestran un total desconocimiento de las causas y efectos de aquello que critican, más les valdría no abrir la boca y todavía menos en una sala que se llena con los viajeros de un microbus compuesto por un grupo de amiguetes.
https://somatemps.me/2017/12/17/el-d...ia-la-ciencia/
España “desprecia la ciencia”. Es un país “monolítico y oligarca” que “asfixia el libre pensamiento y la libertad creadora”. Para someter a la sociedad bajo su yugo, ese Estado autoritario “lleno de vicios del franquismo” reprime a cualquiera que cuestione el orden establecido. Por eso es tan importante para la ciencia catalana que los partidos independentistas vuelvan a ganar las elecciones, porque si no “la alternativa sería el retorno al fascismo del PP y Ciudadanos, que no tienen escrúpulos en promover el exilio de nuestros gobernantes y su rendición incondicional. Es el fascismo que encarcela, hiere y censura. Como científicos, sabemos hacia dónde no tenemos que ir. Ante la ilusión de un país nuevo está la oscuridad del Estado español y la vulneración de los derechos humanos”.
Esta última reflexión es de Roderic Guigó, catedrático de Genética del Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud (CEXS) de la Universidad Pompeu Fabra. Guigó es uno de los investigadores más prestigiosos en el ámbito de la genómica y la cara más visible del colectivo Científicos por la República de la ANC. Esas palabras no son una salida de tono exclusiva de Guigó, sino un sentir compartido por los científicos soberanistas, que este jueves organizaron una charla para explicar por qué es tan urgente huir de España e instaurar la República Catalana. Cerca de mil científicos e investigadores catalanes apoyan las tesis de este colectivo de la ANC creado en 2015, sostienen desde la entidad.
Los cuatro ponentes de la charla de Científicos por la República en Barcelona. (D.B.)
Los cuatro ponentes de la charla de Científicos por la República en Barcelona.
“España es un país más orientado a la agricultura y sus prioridades son las que son”, suspiró resignada Alicia Casals, catedrática de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPF), doctora en informática y número 63 por Barcelona en las listas de Junts per Catalunya. Su compañero de ponencia Joan Cardona, jefe de la Unidad de Tuberculosis Experimental del Instituto Germans Trias i Pujol, abundó en esa misma tesis. “España es un país agrícola que se dedica a la caza y a atraer a jubilados, pero aquí [en Cataluña] no tenemos esa necesidad. Por eso la república nos permitiría aumentar la inversión en investigación y situarnos como un país puntero. Eso requiere de una libertad y una flexibilidad brutal y si seguimos en un estado dirigista nunca lo lograremos. En España no sabían ni lo que era la investigación hasta que el conseller Mas-Colell fundó el ICREA [Institución Catalana de Investigación Avanzada y Estudios Avanzados]”.
Cardona glosó la mentalidad catalana y su capacidad para sobrevivir dentro de España, una cuasi dictadura asfixiante. “Por suerte tenemos ese carácter mediterráneo. (Los catalanes) No somos gregarios ni necesitamos líderes. Esa pluralidad ya intrínseca en nosotros es un valor. Nunca hemos tenido poder y la gente se ha tenido que espabilar, y ese es el caldo para que la investigación sea más esplendorosa y sea la base de la futura república“, aseguró.
Cardona admitió que, por culpa de tantos años de control estatal, los científicos catalanes “están encorsetados” al igual que sus compañeros españoles. “La gente se autoengaña cuando cree que vive en un espacio de libertad. El franquismo puro y duro ahora está diluido y bien caracterizado en partidos de diseño como Ciudadanos. Vivimos en una ilusión al servicio de una oligarquía que solo piensa en su propio beneficio y le importa un bledo el progreso de la ciudadanía. Lo que quieren es que vayamos haciendo, como un rebaño”, denunció el doctor.
Los científicos catalanes sostienen que es imposible investigar en condiciones en España.
EL I+D QUIERE REPÚBLICA
En Cataluña hay unos 45.000 profesionales en el sector de la investigación en sus múltiples disciplinas, y los científicos de la ANC no albergan ninguna duda de que “la mayoría” apoya la independencia. Por el motivo ya expuesto: España es semejante cochambre que sería masoquista no querer salir. “Los científicos españoles también se separarían de España si pudieran. Muchos vendrían a Cataluña, ya han venido hace poco algunos científicos del CNIO a Barcelona porque allí no podían seguir. Es una pena que los españoles no se puedan ir de España porque es un país que no se puede reformar“, opinó Guigó. Y atizó acto seguido: “España y racionalidad son conceptos antitéticos”.
Según Casals, “los científicos españoles lo pasan igual de mal. Pero entre muchos se ha producido cierto acomodo, quizá no se han preocupado” de las penurias que vive la ciencia en España. “Si tienes la iniciativa [como en Cataluña] te coartan, pero si no la tienes pues no te afecta”, argumentó la catedrática para tratar de explicar por qué la comunidad científica catalana a priori se muestra más rebelde y está más desquiciada que la española.
En ese sentido, los científicos por la república consideran que la clase política catalana es infinitamente más abierta y avanzada que la española y por eso saben que en un estado propio el presupuesto para I+D en relación al PIB sería muy superior al actual. “Habrá que cambiar la mentalidad de los profesionales, ya que solo han vivido dentro del sistema español, pero eso se consigue con una ley de investigaciónque evite esos vicios e ineficiencias. Crear un marco legal flexible, mejorar la fiscalidad, reformular el funcionariado porque es un modelo que no funciona. Sabemos todo lo que no debemos hacer y ese es un buen punto de partida”, enumeró en la informática y candidata de JuntsxCAT. Por ejemplo, los hospitales públicos o el propio CSIC “han heredado esa estructura española monolítica que habría que romper”.
La ANC asegura que hay mil científicos que suscriben sus tesis. (D.B.)
El cuarto ponente fue Joan Bagaria, profesor de investigación de ICREA, la joya científica de la Generalitat. Antes de entrar en materia, Bagaria emitió un lamento y una sospecha: “La investigación es importante pero hoy está en riesgo la dignidad y libertad de este país. Estamos a una semana de unas elecciones en las que nos jugamos mucho sin una mínima garantía democrática, vamos a poner una vela a Santa Rita para que todo salga bien. En Cataluña debemos ser optimistas, no nos queda más remedio”.
Como ejemplo de que España es un lastre para el despuntar científico y tecnológico de Cataluña, Bagaria puso al propio ICREA. “Es un centro de altísimo nivel, ha salido muy bien porque los catalanes, como aquí no nos dan nada, hemos aprendido a buscarnos la vida. Cada investigador genera 288.000 euros al año. Esto se intentó replicar en Madrid y el fracaso fue total. En el País Vasco salió a medias”.
Los científicos ponen como ejemplo del esplendor catalán en I+D el centro ICREA, un modelo que en Madrid “fue un fracaso total”
Según este investigador, es ilustrativo que Cataluña acapare un 50% de los fondos que el European Reserch Council (ERC) destina a España. Un modelo de éxito que, lejos de iluminar al resto de centros españoles o al propio Ministerio de Economía e Industria, es motivo para la envidia. Como sentenció Guigó, “España, antes que replicar el ICREA, es capaz de destruirlo si ve que nos funciona. Es muy triste”.
Tal como se ha visto que han hecho con la AGENCIA EUROPEA DEL MEDICAMENTO, y es que el movimiento se demuestra andando.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
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