Revista FUERZA NUEVA, nº 511, 23-Oct-1976
EL SEPARATISMO, ¿TAMPOCO ES CONTRAFUERO?
Desde el 20 de noviembre de 1975, fecha del fallecimiento de Franco, con el desbordamiento tolerado de todas las herejías y enemigos nacionales, han tenido carta de naturaleza, admitida y dialogante, con sonrisas y tertulias, los capitostes separatistas con los responsables del reformismo contra las leyes Fundamentales y Principios del Movimiento Nacional. Un “test” que demuestra lo que venimos afirmando ha sido la actuación gubernamental en torno de la fecha del 11 de septiembre, en Cataluña.
Prescindiendo de que la lucha de Cataluña, en 1714, tenía un carácter eminentemente hispánico, tradicional y antieuropeo, dentro del más riguroso pensamiento contrarrevolucionario, no deja de ser ya una parodia estúpida tolerar que se utilice tal falsificación para galvanizar lo más contrario a lo que representaron Rafael de Casanova y el general Antonio de Villarroel, con cuantos se oponían a Felipe V. Lo que no dicen los manipuladores de la historia es que, más allá del Decreto de “Nueva planta”, Cataluña perdió en las Cortes de Cádiz -democráticas, parlamentarias, liberales, como lo de ahora- su Derecho Civil y Penal, sus colegios notariales, su admirable legislación del “Consulado del Mar”. Pero esto no interesa a los farsantes de donde sea, a los farsantes de Cataluña y a los farsantes del resto de España, unidos por el cordón umbilical de la misma matriz: las sectas que los dirigen.
De ahí que es incorrecto, incomprensible, intolerable, que un Estado surgido del 18 de julio de 1936 admita la más mínima confabulación con aquellas fuerzas que representan estas tres amenazas: el ateísmo, la atomización de España en “nacionalidades” y, finalmente, la entrega al marxismo. No hablamos por hablar. Ni siquiera nos entretenemos en demostrar que esta “oposición” quiere dinamitar la Monarquía, que a ello se puede hacer acreedora si no responde a sus imperativos jurados. Dios tiene su justicia histórica y los pueblos pagan caros los errores de sus gobiernos. Y esto no se evita ni siquiera con algunos actos públicos de piedad, cuando en la labor específica del gobernante se quiebra su misión más sagrada: conservar la unidad de la nación. “Dios se ríe de las oraciones que se le elevan para evitarlas calamidades públicas, cuando falta la debida contraposición a cuanto se realiza para atraerlas”, decía Bossuet. Y en España, desde el 20 de noviembre de 1975, el separatismo no solamente no está rechazado, sino que tiene unas facilidades suicidas para la subsistencia de España como tal.
Una película de suspense
La vergüenza vivida y sufrida en Cataluña el 11 de septiembre de este año (1976) tiene varias etapas. Las enumeraremos documentalmente.
Desde varios meses se venía preparando lo que se llamaba “Diada Nacional de Catalunya”. La pretensión no estaba disimulada. Se proyectaba una jornada de odio contra España, contra Franco, contra la unidad nacional. Miguel Sellarés, en “El Correo Catalán”, de 29 de agosto pasado, anunciaba: “Cabe entender que hasta la ruptura negociada, pactada, elecciones libres, etc., es necesaria la unidad de todas las fuerzas políticas, sindicales y sociales de Cataluña, y más en nuestro país, que tiene un problema de opresión nacional”. Más claramente, Jorge Pujol, el banquero, sin engañar a nadie ha repetido que “en España hay algunas entidades nacionales indiscutibles, que son Cataluña, Euzkadi y Galicia. Estas nacionalidades necesitan un reconocimiento distinto que el de las regiones. Necesitan un poder colectivo que sea la expresión política de su realidad nacional”. Si esto no es el fin de España como nación, y el cantonalismo, ya nos dirán a dónde hemos de llegar.
Los comprometidos en el 11 de septiembre de este año no han disimulado, ni siquiera con un nacionalismo adaptable dentro del Estado español, lo que buscan. Uno de los hombres más significativos del actual separatismo catalán, en todas estas facciones agrupadas en el “Consell de Forces Politiques de Catalunya” y en la “Assemblea de Catalunya”, es Juan Cornudella. En el “Correo Catalán”, de 22 del pasado agosto, mientras la claudicación boyante del reformismo, se arrodilla y arrastra ante el separatismo, con la mentira del “Régimen especial”, que ya se sabe que se aprovechará para otras metas, Juan Cornudella, con todo descaro, ha declarado: “El derecho de los Països Catalans a la independencia política es lo que sí me preocupa. Los Països Catalans están montados sobre unas características que los definen como una nación, como un proceso histórico, que es un proceso contingente (…) Es un proceso abierto, como digo, en que tienen derecho a expresarse como una nación con los instrumentos políticos que definen la soberanía (…) Puede conocer la fase del Estatuto de autonomía, la fase federativa, la confederativa y una última fase independiente”. Y todo esto ilustrado, en “El Correo Catalán”, con la bendera catalana con la estrella solitaria.
Esta “coordinadora”, que abarca desde los comunistas hasta la Lliga Liberal Catalana, pasando por Justicia y Paz, con un programa de subversión totalmente contrario a las Leyes Fundamentales y Principios del Movimiento Nacional, es lo que se constituyó en promotores de la “Diada Nacional de Catalunya”, cerca del señor Salvador Sánchez Terán, gobernador civil de Barcelona. Todo recuerda aquellos tristes días abrileños en que el Gobierno de la Monarquía constitucional y parlamentaria de Alfonso XIII enviaba a sus emisarios a la cárcel para inclinar devotamente la cabeza ante la República, cuya erradicación costó a España millares y millares de muertos, porque “aquello” –“aquello” que nos regaló la Monarquía liberal- nos había entregado al comunismo, como ya era previsible. Parece que se quiere repetir la experiencia.
El entreguismo, al rojo vivo
Durante varios días, en la prensa de Barcelona, como si la inflación, el paro obrero, los problemas escolares, y otros de auténtica entidad socioeconómica, no tuvieran ninguna importancia, se cruzaron los partes sobre las conversaciones entre los enemigos de la unidad de España y de la oposición a la Monarquía, sobre las zigzagueantes condiciones entre la autoridad y los facciosos. Si el acto estaba proyectado para celebrarse en el parque de la Ciudadela, el gobernador civil indicó que no se podía celebrar en aquel lugar. Se decía que no se admitiría ninguna correspondencia o alocución de este fantasma de risa que es José Tarradellas, y que el acto tendría un número limitado de asistentes o que se debía celebrar en local cerrado.
Nada más lastimoso que un poder débil. El forcejeo machacón de los que conocen la flaqueza del reformismo logró que el acto se realizara en San Baudilio de Llobregat, en la plaza pública, y con una publicidad de muchos millones de pesetas. Miguel Sellarés anunciaba en “El Correo Catalán”, del 22 de agosto pasado, que deseaba que el 11 de septiembre de este año obtuviera “la presencia de centenares de miles de manifestantes”, la verdad es que se hizo una propaganda mentirosa, abusiva, obsesionante, enfermiza, para que en toda Cataluña se adornaran los balcones con banderas catalanas. Y en toda Cataluña esto fue un fracaso. La cifra más optimista no concede más del cinco por ciento de balcones adornados en Barcelona. Y los asistentes al acto de San Baudilio, a lo más no sobrepasan los cincuenta mil. Allí se insultó trágicamente a España. Jorge Carbonell habló de “un pueblo que fue vencido, pero no doblegado”. Suponemos que el Ejército, liberador de Cataluña, tendrá algo que decir ante este lenguaje. El acto fue presidido por la plana mayor del comunismo y del separatismo. Allí no faltaban Gregorio López Raimundo, Pedro Ardiaca, Jorge Solé Tura, y otros con ellos. No faltaron García Trevijano, Eurico de la Peña, Javier Ortiz, del Movimiento Comunista, y Ramón Tamames, del Partido Comunista de España.
En “El Correo Catalán” del día 12 de septiembre, se lee: “Eran visibles las banderas blanquiverdes de Andalucía, las “ikurriñas” de Euzkadi con crespones negros, una bandera andorrana, varias ácratas de color negro”. Entre los gritos que se dieron, según “El Correo Catalán”, figuran estos: “Se siente, se siente, Allende está presente”, y “Visca l’Assemblea de Catalunya”. O sea, el comunismo de Chile y el de casa en la misma paella. Todo esto autorizado, con todas las bulas de la legalidad. Las prohibiciones solamente rezan para cuando se quiere honrar la memoria de Franco, por lo visto. Y en aquel acto también estaba “prohibida” la bandera nacional.
Histrionismos abundantes
La parroquia de San Baudilio de Llobregat, en la que se guardan los restos de Rafael de Casanova, fue destruida por las huestes de la Generalidad, del PSUC, de la CNT y de la FAI, en julio de 1936. Sus retablos fueron incendiados con más de treinta imágenes, así como sus libros de archivo y su gran órgano. Aquella iglesia se convirtió durante el periodo rojo en un lugar profanado, entre los camiones, las blasfemias y las basuras que se volcaban sobre la tumba de Rafael de Casanova. Sus continuadores -el PSUC, los comunistas y separatistas, los ácratas y todos los rojos-, ahora, con permiso de la autoridad civil, se permiten la monstruosa hipocresía de presentarse en el templo de San Baudilio de Llobregat para honrar la tumba de Rafael de Casanova, que sus huestes, en julio de 1936, pisoteaban y escupían sacrílegamente. Y esta parodia macabra, estúpida y antinacional es lo que se deja circular. (…)
Y Tarradellas
Si las condiciones pactadas obligaban a que la misma sombra de José Tarradellas no se mentara, escandalosamente fue burlado el gobernador civil. Es verdad que posteriormente, en “ABC”, el señor Sánchez Terán se quejó de que “la Comisión no ha cumplido los acuerdos en dos puntos importantes” y que “esto lo considero grave porque implica pérdida de credibilidad”. De no tratarse de una personalidad como el señor Sánchez Terán, diríamos que ostenta el Gobierno Civil de Barcelona un marciano vivo y coleante. Basarse en la “credibilidad” de los comunistas y de los separatistas es como creer en la castidad de aquellas “tiorras desgreñadas, desdentadas, desaseadas, brujas jubiladas” de que nos habló Unamuno, en los días del Frente Popular.
Es peligroso para España que los resortes del poder estén en manos de personas tan ingenuas. Por este camino España se encontrará cuarteada, deshecha en su unidad. Después vendrá el ataque contra el Ejército, pues las “nacionalidades” no admitirán un Ejército unido y patriota, responsable de sus compromisos, señalados en La Ley Orgánica. En fin, que España no tiene remedio si se prosigue por la vía reformista. Un articulista tan significado como Jorge Trias Sagnier, en “La Vanguardia” del 10 de septiembre, confuso ya, escribe: “¿Qué unidad puede existir con los comunistas como no sea la que ellos nos quieran imponer? Cada vez entiendo menos. las posturas socialistas, democristianas, socialdemócratas o liberales cuando propugnan el pacto con ellos. Porque pacto con ellos ¿para qué?: Pera que seamos los compañeros de viaje, los tontos útiles de un partido comunista que boicoteará la economía a través de piquetes y coacciones en las empresas con objeto de que descienda la productividad del país, siendo claro que al descender ésta desciende su bienestar y, por consiguiente, aumenta el descontento contra la estructura económica”.
Pues esto significa lo que bochornosamente ha pasado en Cataluña el 11 de septiembre, con sus secuelas. Porque ahora incluso se aprovecha un partido del “Barça” con el Real Madrid para pedir el Estatuto de 1932.
Franco tenía razón
Sí, nosotros estamos con la Ley de Derogación del Estatuto de Cataluña, del 6 de abril de 1938, firmada por Francisco Franco. El Caudillo decía: “El Alzamiento Nacional significó en el orden político, la ruptura con todas las instituciones que implicasen negación de los valores que se intentaba restaurar. Y es claro que, cualquiera que sea la concepción de la vida local que inspire normas futuras, el Estatuto de Cataluña en mala hora concedido por la República, dejó de tener validez en el orden jurídico español, desde el día 17 de julio de 1936. No sería preciso, pues, hacer ninguna declaración en este sentido. Pero la entrada de nuestras gloriosas armas en territorio catalán plantea el problema, estrictamente administrativo, de deducir las consecuencias prácticas de aquella abrogación. Importa, por consiguiente, restablecer un régimen de derecho público que, de acuerdo con el principio de unidad de la Patria, devuelva a aquellas provincias el honor de ser gobernadas en pie de igualdad con sus hermanas del resto de España”.
Aquella medida nos liberaba del Estatuto de la miseria, de la rapiña, de las checas, del odio, de la entrega al comunismo. Gracias a que España, resurgida por Franco, luchó contra el comunismo, Cataluña ha recuperado y ha superado su prestancia económica en la vida española. Y sin cohonestar nuestra aversión al Estatuto con todas las medidas que se han seguido respecto de Cataluña, ya que sentimos un genuino regionalismo, decimos muy alto que no vamos a un enriquecimiento de la unidad nacional fortaleciendo sus regiones, sino que, al vértigo en que nos hundimos, bajo lo sucedido el 11 de septiembre pasado en Cataluña, España se encontrará cada día más cerca de la demagogia separatista y del hundimiento económico.
Porque los actuales gobernantes son muy parecidos a aquellos gobernantes de la Segunda República, flojos y derrotados de antemano. Ya entonces José Ortega y Gasset, en un artículo clarividente, lo reprochó a aquellos politicastros, con estas palabras que se pueden repetir ahora: “Ahora no se trata, como en 1848, de conquistar o reconquistar los derechos individuales, sino de organizar en nueva anatomía el cuerpo inmenso de la sociedad, de reformar sus tejidos celulares más profundos, por ejemplo, el económico. La operación antigua se reducía a soltar los individuos; faena dramática, pero nada difícil, para lo cual bastó con las barricadas. La nueva empresa, en cambio, exige una dirección y una disciplina de alto tecnicismo. No hay escape, amigos, hemos llegado al álgebra superior de la democracia”.
Y el “álgebra superior de la democracia” no está en los partidos políticos, en los mandiles de la masonería, en los apretones de manos con los comunistas, en el sufragio universal. El “álgebra superior de la democracia” estriba en la representación orgánica, en la España una y con su descentralización administrativa, en la unidad católica y en la salvaguardia de la moral familiar, en la soberanía nacional bien entendida y en la justicia social. Por ahí caminó Franco. Pero no agotó el programa.
Lo que no se puede es desandar un siglo y volver a reencarnarse en las momias de las Cortes de Cádiz y dar patente de ciudadanía a Maciá, a Companys y al Estatuto de Cataluña, permitiendo días de oprobio como el 11 de septiembre de este año, en que literalmente se ha obrado contra las Leyes Fundamentales y Principios del Movimiento Nacional. Y por unas horas han gobernado a Cataluña sus enemigos a muerte. Y si esto no hay quien lo arregle, es que la cobardía y algo peor ya son normales. Porque el separatismo, además de ser contrafuero, es antirracional, antinacional y como la bomba de relojería de la anti-España.
Jaime TARRAGÓ
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