No voy a contestar nada, sólo criticar una cosilla sin importancia: la letra es una faena.
Este articulo lo tenia guardado,para el momento adecuado y gracias a Dios,sera en las visperas de la Natividad de Xto,ahora que parece que vamos entendiendo un poco de genetica.
A modo de introduccion,les dire que refuta completamente las ideas darvinistas y por tanto fulmina a Dawkins,se rie a carcajadas del azar...menciona de pasada,ciertas falacias como el gen piporro(aberroxexual),arrasa con el determinismo calvinista y por tanto al
perfido Dawkins,pone en entredicho al liberalismo y borra el supremacismo,desgarra al ....en fin,espero que les guste...
SOBRE EL ORIGEN DEL HOMBREMáximo SandínFacultad de Biología. UAM29/12/2002Con respecto a las cualidades morales, aun los pueblos más civilizados progresansiempre eliminando algunas de las disposiciones malévolas de sus individuos.Veamos, si no, cómo la transmisión libre de las perversas cualidades de losmalhechores se impide o ejecutándolos o reduciéndolos a la cárcel por mucho tiempo./ … / En la cría de animales domésticos es elemento muy importante de buenosresultados la eliminación de aquellos individuos que, aunque sea en corto número,presenten cualidades inferiores.Charles Darwin. El Origen del Hombre.EL MUNDO SEGÚN DARWIN, O UN OBSERVATORIOPRIVILEGIADODebido a su especial condición, el campo de estudio de la evolución humana (elestudio de nuestra propia historia y naturaleza biológicas) es, quizás, la disciplinacientífica en la que resulta más aplicable el repetido aforismo científico de que “la teoríainfluye en las observaciones”. Es decir, asumida una base teórica como cierta, las“observaciones objetivas de la realidad” son, en muchas ocasiones, interpretacioneselaboradas en función de lo que creemos cómo debería de ser si ésta operase tal y comonos predice la teoría.Supuestamente, las teorías científicas pretenden estar basadas en observacionesobjetivas de los hechos que describen, pero, incluso para la Física, la ciencia queprobablemente ha alcanzado el máximo nivel de precisión en la predicción de losresultados con la Mecánica Cuántica, la interpretación de la realidad depende de laperspectiva desde que se la observe. Y, si esto es así, la cita que encabeza este escritonos puede aportar algunos indicios sobre las coordenadas, tanto espaciales comotemporales, que definían la situación del observatorio desde el que Darwin describía“su” realidad.Una primera coordenada puede ser la referida al contexto cultural, que nos sitúa enlos valores de la sociedad victoriana, imbuidos de la concepción calvinista de que unaspersonas están predestinadas para la salvación y otras a la condenación, y que los“elegidos de Dios” son las personas laboriosas y virtuosas. Por eso Darwin muestra supreocupación por la proliferación de las “cualidades inferiores” en su sociedad:Existeen las sociedades civilizadas un obstáculo importante para el incremento numérico delos hombres de cualidades superiores, sobre cuya gravedad insisten Grey y Galton, asaber: que los pobres y holgazanes, degradados también a veces por los vicios se casande ordinario a edad temprana, mientras que los jóvenes prudentes y económicos,adornados casi siempre de otras virtudes, lo hacen tarde a fin de reunir recursos conque sostenerse y sostener a sus hijos. /…/ Resulta así que los holgazanes, losdegradados y, con frecuencia, viciosos tienden a multiplicarse en una proporción másrápida que los próvidos y en general virtuosos.La segunda coordenada la aporta el contexto histórico. En pleno auge de laRevolución Industrial y de la expansión colonial británica, las masas de desheredadosque abarrotaban las calles de las grandes ciudades industriales, y que constituían lo queDarwin denominabalas clases entregadas a la destemplanza al libertinaje y al crimendebían ser controladas, y qué mejor forma que eliminando sus “malas disposiciones”que, naturalmente, eran innatas, en bien del progreso. En lo que respecta a las relacionesentre las naciones “civilizadas” y los pueblos “primitivos”, están dirigidas por unalógica semejante:Cuando las naciones civilizadas entran en contacto con las bárbaras,la lucha es corta, excepto allí donde el clima mortal ayuda y favorece a los nativos. Laconsecuencia de este fenómeno “normal” es inevitable: Llegará un día, por cierto, nomuy distante, que de aquí allá se cuenten por miles los años en que las razas humanascivilizadas habrán exterminado y reemplazado a todas las salvajes por el mundoesparcidas /…/ y entonces la laguna será aún más considerable, porque no existiráneslabones intermedios entre la raza humana que prepondera en civilización, a saber: laraza caucásica y una especie de mono inferior, por ejemplo, el papión; en tanto que enla actualidad la laguna sólo existe entre el negro y el gorila.El medio social en el que Darwin se desenvolvía, aporta una tercera coordenada queera, según él, determinante para la actividad intelectual:La presencia de un cuerpo dehombres bien instruidos que no necesitan trabajar materialmente para ganar el pan decada día, es de un grado de importancia que no puede fácilmente apreciarse, por llevarellos sobre sí todo el trabajo intelectual superior (del) que depende principalmente todoprogreso positivo, sin hacer mención de otras no menos ventajas. Efectivamente,Darwin heredó de su padre una importante fortuna, que incrementó considerablementemediante la boda con su prima Emma Wedgwood, nieta de Josiah Wedgwood,propietario de la famosa fábrica de porcelanas “Etruria” (proveedora de la Real Casa), yque decidió tras un meticuloso cálculo sobre la herencia que le correspondía (Thuillier,1990). Fortuna que redondeó, posteriormente, mediante sus actividades comoprestamista (Hemleben, 1971). Como él mismo escribe en sus memorias, Pero pocodespués me convencí, por diversas circunstancias, de que mi padre me dejaría herenciasuficiente para subsistir con cierto confort, si bien nunca imaginé que sería tan ricocomo soy (Autobiografía). En el contexto de la Inglaterra victoriana parece razonablesuponer que esta condición, junto con el hecho de que tres años después de su boda, alos treinta años, se instaló en su residencia, Down House, de la que apenas salió el restode su vida, no resultase muy favorable para una profunda comprensión de una realidadsocial sobre la que emitía juicios tan rotundos.Finalmente, y para no ser menos que los físicos, añadiremos una cuarta coordenada:la que corresponde al aspecto individual, es decir, lo que se refiere tanto a suscaracterísticas personales como a su formación científica.En cuanto al primer aspecto, quizás sea lo más adecuado que dejemos hablar a PaulStratern (1999), uno de sus biógrafos: Darwin no había recibido una formacióncientífica en el sentido académico (en efecto, su única titulación era la de subgraduadoen teología, que le capacitaba para ejercer la labor de ministro de la iglesia anglicana), yhasta el momento no había demostrado poseer una inteligencia excepcional (sucelebridad se debía enteramente a haber estado en el lugar oportuno en el momentooportuno) /…/ Pero, de pronto, a los veintiocho años, pareció descubrir suimaginación. A lo que Stratern se refiere es al gran “descubrimiento” de Darwin, que élmismo narra así a su protector J. Hooker en una carta fechada el 11 de Enero de 1844(ocho años después de su regreso del famoso viaje del “Beagle”): Por fin ha surgido unrayo de luz, y estoy casi convencido (el subrayado es mío) (totalmente en contra de laopinión de que partí) de que las especies no son (es como confesar un asesinato)inmutables. Un “descubrimiento”, aunque inseguro, notable, sobre todo si tenemos encuenta que en “el continente”, pero sobre todo en Francia, se llevaba casi cien añosestudiando sistemáticamente y científicamente la evolución (Ver Galera, 2002 y Sandín,2003). Y esto justifica las críticas que su gran obra “Sobre el origen de las especiespor medio de la selección natural, o el mantenimiento de las razas favorecidas en lalucha por la existencia” recibió de intelectuales, científicos y naturalistas que teníanconocimientos sobre la evolución, de las que la más concisa y reveladora del verdaderomérito de la obra es la del profesor Haughton, de Dublín, citada por el mismo Darwinen su autobiografía: Todo lo que había de nuevo era falso, y todo lo que había de ciertoera viejo.“Lo que había de nuevo” en la obra de Darwin era el intento de explicar laNaturaleza mediante principios basados en las (poco filantrópicas) ideas sociales de unode los ideólogos de la Revolución Industrial: El ministro anglicano Thomas R. Malthusy su “Ensayo sobre el principio de la población” publicado en 1798 y que se convirtióenuna parte importante e integral de la economía liberal clásica (The Peel Web.Malthus). Este libro, y Malthus mismo, con su insistencia sobre el primer ministro,tuvieron una gran influencia en el “Acta de Enmienda de la Ley de Pobres” de 1834.Según él, las leyes de protección a los pobres estimulaban la existencia de grandesfamilias con sus limosnas, y afirmaba que no deberían existir porque limitaban lamovilidad de los trabajadores. La tesis del libro, basada en la existencia de masas dedesempleados que vivían en la miseria y se hacinaban en las ciudades industriales, eraque el aumento de la población en una progresión geométrica, mientras que losalimentos aumentaban en una progresión aritmética, impondría una lucha por la vida,por lo que había que impedir que los trabajadores y marginados se reprodujeran en tangran número (lo cual no le impidió tener numerosos hijos).Así es como Darwin describe el nacimiento de su teoría:En Octubre de 1838, estoes, quince meses después de haber comenzado mi estudio sistemático, se me ocurrióleer por entretenimiento el ensayo de Malthus sobre la población y, como estaba bienpreparado para apreciar la lucha por la existencia que por doquier se deduce de unaobservación larga y constante de los hábitos de los animales y plantas, descubríenseguida que bajo estas condiciones las variaciones favorables tenderían apreservarse, y las desfavorables a ser destruidas. El resultado sería la formación deespecies nuevas. Aquí había conseguido por fin una teoría sobre la que trabajar(“Autobiografía”). De esta concepción de los de los fenómenos naturales surgió su otrainnovación científica: La selección natural. Su documentación para llegar a esteconcepto no fue mucho más empírica que la anterior, y nos informa sobre quéhábitosde animales y plantas se elaboró. Consistió en la lectura de textos especialmente enrelación con productos domesticados, a través de estudios publicados, deconversaciones con expertos ganaderos y jardineros y de abundantes lecturas(“Autobiografía”). Y, con estos fundamentos “científicos”, la explicación de laevolución de la vida sobre el Planeta, de la enorme diversidad y complejidad de losorganismos y, sobre todo, de los grandes cambios de organización animal y vegetal,resulta extremadamente sencilla:He llamado a este principio por el cual se conservatoda variación pequeña, cuando es útil, selección natural para marcar su relación conla facultad de selección del hombre. Pero la expresión usada a menudo por Mr.Herbert Spencer, de que sobreviven los más idóneos es más exacta, y algunas vecesigualmente conveniente (“Origen de las Especies…”). Por si los anteriores “conceptosfundamentales” de la teoría darvinista pueden resultar de un contenido biológicodiscutible, hay que hacer notar que a lo que Darwin se refiere en este caso es a laaportación “científica” de Herbert Spencer, economista y filósofo, que en su libro “LaEstática Social” (1850) elabora unas directrices para llevarlas a la política social. Segúnél: Las civilizaciones, sociedades e instituciones compiten entre sí, y sólo sonvencedores aquellos que son biológicamente más eficaces.En definitiva, parece claramente definida la situación del observatorio desde el queDarwin describió la realidad, y no parece muy discutible el fundamento real de la teoríadarvinista. Si su “mecanismo” de evolución biológica, una extrapolación de la selecciónde los ganaderos, (que consiste en no dejar reproducirse a los individuos normales yseleccionar a los que tienen alguna característica anormal del gusto del ganadero) que esexactamente lo contrario de lo que ocurre en la Naturaleza, puede calificarse de unasimplificación antropocéntrica de los fenómenos biológicos, su marco conceptual, la“lucha por la vida” y la “supervivencia del más adecuado” son la aplicación directa deunos principios sociales caracterizados por una hipócrita justificación del “statu quo”(Young, 1973) basada en un despiadado desprecio por los desheredados y marginados yen una supuesta superioridad “innata” de los mas aptos. Y éste es el espíritu quesubyace en las interpretaciones darvinistas de la evolución humana. Una ferozcompetencia en la que no hay sitio para los perdedores, para los inferiores, en la quesólo los “elegidos” tienen su premio, como se puede deducir de las conclusiones finalesdela obra de la que nace toda la Biología moderna (Fernández, 1987): Y como laselección natural opera solamente por y para el bien de cada ser, todos los atributoscorpóreos y mentales tenderán a progresar hacia la perfección (Sobre el Origen de lasespecies…).UNA VISIÓN VACÍA DE LA REALIDADResulta difícil de comprender (y, posiblemente, sería necesario un profundo estudiohistórico para ello) (Ver Sandín, 2002), cómo una supuesta teoría científica con unasbases conceptuales tan distantes de los fenómenos que pretende explicar se ha llegado aconvertir para toda una cultura (o “civilización”) en la explicación de la historia de lavida. Pero lo que sí parece claro es que el auge y la consolidación del darwinismo hansido paralelos al del modelo económico y social del que nació. A lo largo del Siglo XX,los biólogos han intentado (con poco éxito) comprender la evolución biológica bajo elprisma de unas variaciones “al azar” dentro de una especie, capaces de producir (con eltiempo) impresionantes cambios de organización genética, fisiológica y anatómica,gracias a una fe ciega en el poder creativo de la selección natural (La selección naturalexplica porqué los pájaros tienen alas y los peces agallas, y porqué el ojo estáespecíficamente diseñado para ver y la mano para coger (Ayala, 1999)). Pero, lo cierto,es que los argumentos que utilizan y los fenómenos que pretenden explicar medianteesta base teórica tienen muy poco que ver con estos cambios de organización, porquelos conceptos y los términos empleados para describir los fenómenos biológicos delatanel verdadero carácter (la verdadera esencia) de su modelo teórico: la competencia, elcoste-beneficio, las estrategias reproductivas, la explotación de recursos, la rentabilidad… nos revelan, en realidad, una visión preconcebida y antropocéntrica (los animales ylas plantas no utilizan una calculadora) de cómo son (cómo “han de ser”) las relacionesentre los seres vivos, independientemente de que sus supuestas explicaciones no tenganla menor relación, no ya con los procesos evolutivos, sino siquiera con la realidad de losfenómenos naturales. Entre los múltiples ejemplos que se pueden encontrar de estadeformación de la realidad, uno muy reciente nos puede resultar informativo: En larevista Nature (Michor y Nowak 2002), y bajo el epígrafe “Evolución”, figura elsiguiente título: “El bueno, el malo y el solitario”. La trama argumental del artículoconsiste en una especulación sobre el profundo problema científico de si en laNaturaleza existen comportamientos verdaderamente altruistas, problema, al parecer, degran trascendencia para la teoría darvinista, porque podría poner en cuestión susfundamentos teóricos (a saber: la selección natural opera por y para el bien de cadaser). El dilema se centra en que la cooperación en el comportamiento animal puederesultar rentable si ello conlleva un reparto de los beneficios obtenidos, pero su granaportación es que, en el caso de que los no cooperadores no reciban su parte, hay otroposible comportamiento, el de los solitarios, que también consigan una parte, aunquemenor. Es decir, un refuerzo a “la teoría de la evolución”. Porque el comportamientoaltruista es algo que sencillamente es incompatible con la selección natural operandoen el nivel del individuo, que es la única forma de selección que admite elneodarwinismo” /…/ Pero John Maynard Smith ha ofrecido una explicación que sebasa en la teoría matemática de juegos desarrollada por John von Newmann y OskarMorgenstern en los años cuarenta y que saca al neodarwinismo del aprieto. Unconocido ejemplo es el llamado “dilema del prisionero” /…/ Dos acusados de habercometido un robo juntos son aislados en celdas separadas y exhortados a confesar, sinque ninguno sepa lo que hace el otro. Tras una profusa relación de penas en función deque confiese uno, los dos o ninguno, tan absurda como poco “ajustada a derecho”, elfinal de la historia es: Paradójicamente, si cooperan los dos ladrones (y ningunoconfiesa) les va mejor que si los dos confiesan (y no cooperan entre sí). La conclusióncientífica es: La cooperación puede, como se ha visto, resultar rentable aunque losindividuos no sean por naturaleza altruistas (Arsuaga, 2001).Lo que resulta realmente incomprensible es cómo se puede pensar que argumentosde este tipo sirvan para explicar la evolución, cuando lo que nos están describiendo esuna concepción de la sociedad humana, según la cual “el hombre está lleno de vicio”,pero “los vicios individuales hacen la prosperidad pública” y “cada cual busca su propiointerés” pero “es el egoísmo individual lo que conlleva al bien general”, en definitiva, yaunque no tengan conciencia de ello, lo que están manifestando es una profesión de fecalvinista y una aplicación directa de las máximas de Adam Smith a la Naturaleza.Sin embargo, y a pesar del profundo arraigo de este tipo de argumentos en elvocabulario de “la comunidad evolucionista”, cada nuevo descubrimiento los alejan másy más de cualquier relación (si es que alguna vez la tuvieron) con los fenómenos quetienen lugar en la Naturaleza (La Biología hoy, está donde estaba la Física a principiosdel siglo veinte, observa José Onuchic, codirector del nuevo Centro de Física BiológicaTeórica de la Universidad de California, San Diego. “Se enfrenta a una gran cantidadde hechos que necesitan una explicación” (Knigth, J., 2002)). Las secuenciaciones degenomas animales y vegetales, los descubrimientos de la Genética molecular y deldesarrollo, y los datos, cada día más informativos, del registro fósil, están llevando a unnúmero creciente de científicos a exponer la necesidad de revisar muchos de los tópicosque, a fuerza de repetidos de un modo rutinario y mecánico parecen haberse convertidoen verdades indiscutibles y que han acabado por conformar una visión deformada de losprocesos biológicos. Entre los, cada día más abundantes, análisis críticos de éstasituación, parece necesario insistir en el editorial de Henry Gee (2000) en la revistaNature: La cuestión del origen de las especies debe tener que ver, fundamentalmente,con la evolución de programas embrionarios… /…/ Usted puede buscar a Darwin parauna respuesta pero buscará en vano. Darwin estudió leves variaciones encaracterísticas externas, sugiriendo cómo esas variaciones pueden ser favorecidas porcircunstancias externas, y extrapoló el proceso al árbol completo de la vida. Pero,seguramente, hay cuestiones más profundas para preguntarse que por qué las polillastienen alas más negras o más blancas, o por qué las orquídeas tienen pétalos de esta uotra forma. ¿Por qué las polillas tienen alas y por qué las orquídeas tienen pétalos?¿Qué creó esas estructuras por primera vez? La victoria del darwinismo ha sido tancompleta que es un shock darse cuenta de cuan vacía es realmente la visióndarviniana de la vida. (El subrayado es mío).Esta drástica descalificación deldarwinismo puede resultar chocante en la citada revista. Pero, más chocante aún es queparece haber resultado una frase escrita en el aire: a pesar de la rotundidad de estosrazonamientos, la tónica general de los artículos publicados en la revista, e incluso lossiguientes editoriales del mismo autor, siguen la dinámica de la rutina darwinista con lastópicas explicaciones basadas en la competencia, la selección... lo que parece un indiciodel estado de inconsistencia teórica en que se encuentra la Biología. Sin embargo, losargumentos de Gee tienen una sólida base científica. Los cambios morfológicosobservados a lo largo del proceso evolutivo se han de producir, necesariamente,mediante cambios en el desarrollo embrionario capaces de modificar el resultado finalde la formación de los órganos y estructuras (es decir, las diferencias entre aletas yextremidades o entre éstas y alas se produce por cambios en la embriogénesis) y lasupuesta actuación de la selección natural sobre pequeñas variaciones “al azar” enorganismos adultos (con capacidad para reproducirse) no puede explicar el origen deestos cambios de organización, porque la “selección” sólo puede actuar (sólo puedeseleccionar) sobre lo que ya existe. Aunque el ejemplo pueda resultar simple, parecenecesario en este caso para poner en evidencia la superficialidad lógica de atribuir a una“selección” un papel fundamental en la evolución: Sería como responsabilizar de lascaracterísticas (incluso de la existencia) de un automóvil a la persona que retira los quesalen defectuosos de la fábrica. Es tan obvio, que resulta innecesario hacer notar elhecho de que estas características dependen del proceso de fabricación, que en los seresvivos (bastante más complejos que un automóvil) es, como nos recuerda Gee, eldesarrollo embrionario.La idea de una selección de mutaciones individuales, base de las fórmulasmatemáticas de la Genética de poblaciones, disciplina que pretende explicar laevolución según criterios darvinistas, es decir, mediante la extrapolación de pequeñasvariaciones dentro de una especie (los denominados procesos “microevolutivos”) a laevolución (“macroevolución”, en su terminología), ha quedado totalmente descalificadapor los conocimientos actuales de Genética. La información genética se ha mostradocomo algo mucho mas complejo que la supuesta relación un gen-un carácter en que sebasaba esta concepción surgida en la primera mitad del pasado siglo. Hoy día se sabeque la inmensa mayoría de las características (morfológicas, fisiológicas,moleculares…) no se transmiten según las “leyes” de Mendel, que han quedadoreducidas a aspectos o circunstancias ocasionales y, en la mayoría de los casos,superficiales. La información contenida en una secuencia genética depende de multitudde factores, entre otros, del organismo en que se exprese, de su localización en elgenoma, de la regulación de otros genes y del control de cientos de proteínas muyespecíficas cuyo estudio (la proteómica) está mostrando una tal complejidad en susinteracciones (Gavin et al., 2002) que su desciframiento constituye “un duro desafío”para los investigadores (Abbott, 2002). Pero hay algo más: también depende delambiente celular que, a su vez, está condicionado por el ambiente externo y que puedeinducir a que una misma secuencia pueda “codificar” decenas de proteínas diferentes(Herbert y Rich, 1999). Y estas variaciones no son “al azar”, porque no son proteínascualesquiera, sino las adecuadas a cada situación.A esta capacidad de respuesta al ambiente (de interacción constante de “los genes”con su entorno), hay que añadir que una gran parte de los genomas animales y vegetales(que, por cierto, comparten muchísimos más genes que los que cabría esperar de laevolución por mutaciones “al azar”), están constituidos por elementos móviles de losque existen dos versiones: transposones, grupos de genes que pueden “saltar” de unaparte a otra del genoma, y retrotransposones, que “crean” copias de sí mismos que seinsertan en el genoma, con lo que producen duplicaciones de sus secuencias. Además,existen cantidades, variables pero siempre muy altas, de virus endógenos (por cierto,muy relacionados con los elementos móviles), que son secuencias procedentes de virusque se han insertado en los genomas, donde forman parte constituyente y activa(Bromhan, 2002). En el Hombre, cerca de un 10% del genoma está contituido por esteúltimo tipo de secuencias (Genome Directory, 2001).Se ha podido comprobar experimentalmente que, tanto los elementos móviles comolos virus endógenos se activan (cambian de situación o se “malignizan”) medianteagresiones ambientales (radiaciones ultravioleta, productos químicos, defectos oexcesos de ciertos nutrientes…) produciéndose lo que se conoce como “estrésgenómico”, cuya consecuencia puede llegar a ser un cambio sustancial en la estructuradel genoma. También se ha constatado que procesos de este tipo (duplicaciones yreordenamientos genómicos) han sido cruciales en los principales eventos evolutivos(Brooke et al., 1998; McLysaght et al., 2002; Gu et al., 2002).En cuanto a la traducción de estas características de los genomas a su expresiónfenotípica durante la evolución, es decir, a los cambios de organización que,necesariamente, se han de producir mediante modificaciones en el desarrolloembrionario, las investigaciones sobre genética del desarrollo están aportando uncreciente número de información y de experimentos sobre el control y las consecuenciasfinales de un proceso tan extremadamente jerarquizado e interconectado como es laembriogénesis. Desde la aparición en el registro fósil de todos los Phyla (todos losgrandes tipos de organización) actualmente existentes en la llamada “Explosión delCámbrico” (Gª Bellido, 1999), hasta las distintas remodelaciones de estos tipos deorganización; de simetría radial a bilateral (Lowe y Wray, 1997), de organización“miriápodo” a “exápodo” en insectos (Ronshaugen et al., 2002) o de plan deorganización “pez” a “tetrápodo” (Kondo et al., 1997), el desarrollo embrionario se hamostrado como un proceso de una compleja organización y coordinación en la quejuegan un papel fundamental unas secuencias genéticas repetidas en tandem conocidascomo genes homeóticos (HOX). Estas secuencias codifican unas proteínas que regulanla actividad de otros genes implicados en la morfogénesis de forma que los cambios ensu actividad (inactivaciones, duplicaciones, transposiciones), se traduce en cambios enel desarrollo embrionario que afectan simultáneamente a conjuntos de tejidos y órganos.Es decir no son mutaciones, porque las mutaciones son desorganizaciones de procesosmuy finamente ajustados. (De hecho, las mutaciones en genes del desarrollo conducen amalformaciones con muy discutible sentido evolutivo). Estos cambios se producen en laforma que se conoce como “en cascada”, de modo que una modificación en etapasincipientes del desarrollo habría tenido como consecuencia grandes diferencias en eltipo de organización general, (por ejemplo, los Phyla del Cámbrico), mientras que enprocesos posteriores las diferencias finales se harían progresivamente mas reducidas amedida que avanzase el desarrollo embrionario, de modo que las producidas en lasetapas finales serían irrelevantes desde el punto de vista de la organización morfológica.En definitiva, unos fenómenos constatables experimentalmente (científicamente),muy alejados de los artificios matemáticos y de las hipótesis, jamás verificadas, sobre laselección de mutaciones “al azar” de la Genética de poblaciones, cuyas basesconceptuales fueron elaboradas en una época en la que estos conocimientos eraninimaginables. Una concepción en la que permanecen anclados los expertos enevolución humana (Ayala y Cela, 2002; Boyd y Silk, 2001), en la que la simplistaextrapolación de la variabilidad continua y gradual en características superficiales a loscambios de organización biológica está impregnada (por mucho que se niegue en arasdel azar), y muy especialmente en la evolución humana, de la concepción darvinista deun ascenso, por medio de competencias y “sustituciones”, desde los primitivos e“inferiores” hasta los civilizados y “superiores” en sus “atributos corpóreos y mentales”.Hasta la perfección.EL REGISTRO FÓSIL HUMANO: CADA EXPERTO CON“SU” ESPECIELos datos paleontológicos, cada día más abundantes e informativos, aunque,obviamente, no “completos” (Foote y Sepkoski, 1999; Benton et al., 2000) parecenresultar progresivamente más coherentes (por fin) con los datos neontológicos, es decir,los que nos indican cómo y porqué cambian los organismos. Cada vez resulta más claroque los cambios de organización biológica a gran escala, los grandes cambios de faunay flora que han dado nombre a los principales períodos geológicos, están asociados afenómenos catastróficos de dimensiones globales que se han producido en nuestroplaneta a lo largo de la historia de la Vida: Caídas de enormes asteroides que hanproducido crisis ecológicas y climáticas a gran escala, acompañadas a veces deinversiones del campo magnético terrestre, que han dejado a la Tierra sometida a unviolento bombardeo de radiaciones (Erickson, 1992), han provocado extincionesmasivas seguidas de súbitas remodelaciones en las formas preexistentes. Según elprestigioso paleontólogo T. S. Kemp (1999):Niveles muy altos de evoluciónmorfológica, ocurren de forma característica a continuación de una extinción masiva.Esta aparición de nuevas morfologías, necesariamente brusca, porque ha de producirsemediante cambios en el desarrollo embrionario, y esta situación de entornoprácticamente vacío, tiran por tierra, por otra parte, la visión competitiva implícita en elsupuesto “mecanismo” de la selección natural. En palabras de S. J. Gould (uno de losmás brillantes paleontólogos de los últimos tiempos),La esperanza darviniana de unaextrapolación suave de acontecimientos a pequeña escala (que pueden estudiarsedirectamente) al gran panorama geológico se viene abajo, y debemos reconocer elcarácter distintivo que las extinciones masivas imponen a la historia de la Vida. /…/ Sila mayor parte del tiempo se consume en períodos de recuperación, los modeloscompetitivos se vienen abajo… Y estos hechos no sólo cuentan para los notablescambios morfológicos que se observan tras las extinciones masivas, sino también paralas diferenciaciones a niveles taxonómicos inferiores. La “Teoría del equilibriopuntuado”, elaborada en 1972 por S. J. Gould y N. Eldredge (que en realidad no es unateoría, porque no propone una explicación , sino que se limita a describir lo que seobserva en el registro fósil), ha puesto de manifiesto unos hechos, también sistemáticos,y que ya eran reconocidos por los paleontólogos predarwinistas: 1º En cualquier árealocal una especie no surge gradualmente por transformación constante de susantecesores, sino que aparece de una vez y plenamente formada. 2º Las especiesaparecen en el registro fósil con una apariencia muy similar a cuando desaparecen. Es loque se conoce como “estasis”, período que puede durar entre uno y diez millones deaños. Estos fenómenos se han podido constatar de una forma indiscutible cuando elregistro fósil ha permitido estudiar especies durante largos períodos sin solución decontinuidad (Williamson, 1983; Kerr, 1995). Desde luego, la forma en que estoscambios bruscos se han de producir resulta difícil de "visualizar", y muy especialmentepara los biólogos, tras 150 años de "adiestramiento mental" en la extrapolación "con eltiempo" de los pequeños cambios graduales a los cambios de organización, pero estasremodelaciones bruscas, producidas en una generación por cambios en el desarrolloembrionario se han podido verificar experimentalmente en artrópodos (Morata, 98;Ronshaugen et al., 2002). Puede resultar misterioso o difícilmente concebible el modoen que estos cambios de organización se han tenido que producir en medio de grandesdisturbios ecológicos, pero precisamente son los misterios (y no las "explicaciones"simplistas) los estímulos de la investigación científica.Todos estos datos (sobre la complejidad de la información genética, sobre laintegridad y la plasticidad de los genomas, sobre la interconexión de todas lascaracterísticas durante el desarrollo embrionario que conducen a remodelacionesglobales, sobre los “saltos” en el registro fósil…) habrán de ser incorporados, algún día,por los paleontólogos para su interpretación de la evolución humana. Desgraciadamente,no parece que el momento esté próximo. Las obras más recientes sobre evoluciónhumana comienzan sistemáticamente por una introducción compuesta por unadeclaración de fe darvinista y una base teórica estructurada sobre las fórmulas, hipótesisy asunciones de la Genética de poblaciones. Y con semejantes cimientos no cabeesperar una gran solidez en el edificio.Para comenzar por la base, los fósiles más antiguos de lo que se considera (aunqueno por todos los expertos) un “homínido” son unos restos extremadamentefragmentarios (un fragmento de húmero, algunos dientes y pequeños trozos de huesos)bautizados como Orrorin tungenensis y datados en, aproximadamente, seis millones deaños de antigüedad, a finales del Mioceno. La pista de sus antepasados “directos” y“lineales” se pierde en el Mioceno, en el que restos de características simiescas, escasosy extremadamente fragmentarios, dada la dificultad que para la fosilización ofrece laselva tropical, han recibido, por parte de sus descubridores, los nombres deKeniapithecus, Heliopithecus, Ouranopithecus, Otavipithecus…Naturalmente, cadainvestigador los introduce, voluntariosamente, en el linaje humano. Pero, aunque esevidente que de algún antiguo primate hemos de descender, junto con nuestrosparientes, los póngidos, sólo tenemos unas primeras pruebas que nos hablan claramentede la historia de nuestros antecesores aunque, desgraciadamente, son indirectas. Se tratade las huellas fósiles de Laetoli, en Tanzania, que indican una evidente marcha bípeda yuna morfología del pie típicamente humanas. Descubiertas por el equipo de MaryLeakey en 1977, son impresiones que, sobre fina ceniza volcánica humedecida por lalluvia, dejaron dos “homínidos”, uno más grande y otro de menor tamaño queatravesaron la llanura sobre la que se habían depositado en dirección Sur- Norte. Ladescripción de Mary Leakey y la observación de las fotografías revelan una marchaclaramente humana. El ritmo de la marcha, la firme pisada con el talón, el arco plantar yel dedo gordo paralelo a los demás indican, como han reconocido numerosos expertos(Lovejoy, 1981; Robbins, 1987; Tuttle et al., 1991, etc.), que el pie que dejó esashuellas era anatómica y funcionalmente como el humano, y que ya existía hace 3,6millones de años. El problema surge a la hora de asignarle un propietario. Los restosfósiles de que se dispone, pertenecen a los que la versión “oficial”, es decir, lacomúnmente admitida, considera nuestros antecesores directos: los conocidosgenéricamente como Australopitecinos. En este “cajón de sastre” se incluyen (condiscrepancias entre distintos autores) desde Ardipithecus ramidus hasta losAustralopithecus africanusy robustus (estos últimos con sus “versiones” Paranthropusyboisei), pasando por los Australopithecus anamensis, playtiops, y garhi, en la línea delos africanus, y bahrelgazhali y aethiopicus en la de los robustus, además de los que,para muchos, son los responsables (por ser coetáneos) de las huellas de Laetoli: losAustralopithecus afarensis.La situación de cada ejemplar fósil en la línea evolutivahumana es objeto de ardorosos y, en ocasiones, agrios debates en los que cadainvestigador (y especialmente si es el descubridor) tiene su propia versión, pero la ideageneralmente admitida es que algún tipo de australopitecino es nuestro antecesor, conexcepción de los robustus, caracterizados por una “cresta “ ósea sagital que recorre laparte superior del cráneo, y que se consideran una “rama abortiva” de la evoluciónhumana, es decir, extinguidos, bien por la competencia con “homínidos mas aptos”,bien por su propia “ineptitud”.Sin embargo, resulta extraño que entre la abundancia de fragmentos de “homínidos”rescatados de lo que antes fueron frondosas selvas africanas (Rayner y Masters, 1994),no se encuentre el más pequeño vestigio de nuestros parientes evolutivos más próximos:los chimpancés y los gorilas. Pero eso no parece tener la más mínima importancia paraun darvinista convencido, y así nos lo explica Juan Luis Arsuaga (1999): Obsérvese queen el dendrograma no aparece ninguna especie fósil de de chimpancé. La razón es queno se conoce ninguna. Sin embargo, no cabe esperar que los chimpancés fósiles vengana rellenar el foso que nos separa de sus descendientes vivos, por lo que no sonimportantes en esta discusión: nadie cree que haya habido en el pasado chimpancésmás bípedos o más inteligentes que los actuales. Lo que se necesita (el subrayado esmío) son formas de algún modo intermedias, “eslabones perdidos” en la retóricatradicional, o dicho aún más crudamente: “hombres-mono”. Éste se puede considerarun típico ejemplo de cómo la “firmes convicciones” pueden despojar cualquierargumento del más mínimo carácter científico. Porque desde un punto de vistacientífico, es decir, desde el análisis reflexivo y crítico de las distintas posibilidades, elrazonamiento debería ser de este tipo: ¿Cómo es posible que se hayan encontradocientos de fragmentos fósiles de “homínidos” y no exista un solo resto de póngidos conlos que, al menos “inicialmente” compartían hábitat? Y, seguramente, la respuesta estéen que una gran cantidad de fósiles atribuidos al linaje humano sean, en realidad, deantecesores de chimpancé y gorila.Para no enfrascarnos en una estéril especulación sobre los extremadamentefragmentarios y discutidos restos previos a las pruebas más sugerentes, las huellas deLaetoli, vamos a enfrentarnos a sus contemporáneos: los Australopithecus afarensis deÁfrica de Este. El estudio de los huesos de pies y manos, bien conservados, denotanunas curvaturas en las falanges típicas de los póngidos. Los cráneos, extremadamentefragmentarios, muestran una morfología simiesca, y sus mandíbulas y maxilas unosgrandes caninos con el diastema característico de los póngidos. Incluso el fósil máscompleto de esta “especie”, la famosa “Lucy” de El Afar, está resultando menoshumana de lo que sus descubridores (Johanson y White) pretendían. La reconstrucciónde su cadera, diferente según distintos expertos, presenta una cresta ilíaca mas humana(Lovejoy, 1981) o más simiesca (Schmid, 1983; Stern y Susman, 1983). De hecho,Richard Leakey, siempre ha sostenido que en los restos dispersos y fragmentarios de losafarensisde Tanzania se encontraban mezclados restos de australopitecinos y de Homoque, para él, es muy antiguo.Para complicar más, si cabe, la ceremonia de confusión en que se han convertido losdebates sobre las "fases iniciales" de la evolución humana, un estudio llevado a cabopor Richmond y Strait (2000) sobre los huesos de la muñeca deAustralopithecusanamensis de Kenia y Australopithecus afarensis (la ya famosa “Lucy”) de Etiopía,datados entre 3 y 4 millones de años, ha llevado a la conclusión de que su estructura yproporciones son las típicas de los póngidos que caminan apoyados en los nudillos. Laconclusión es: Los humanos evolucionaron de antecesores que caminaban apoyadossobre los nudillos. Ahora bien, si tenemos en cuenta la forma característica en que lospies se apoyan sobre su borde externo en el suelo en esta forma de desplazamiento,incluso cuando caminan erguidos, la pregunta que surge es: ¿A qué antecesorpertenecen las huellas de Laetoli?. Y esto nos leva a los australopitecinos más clásicos,los africanus y robustus sudafricanos, los primeros tradicionalmente incluídos en lalínea evolutiva humana, y los segundos excluidos de ella. El descubrimiento, en Áfricadel Sur de cuatro huesos del mismo pie de un australopitecino sin determinar muestraunas proporciones y curvaturas que revelan, sin posible discusión, una morfología típicade los actuales póngidos (Deloison, 1996). Todo esto conduce, inevitablemente, a unaconjetura, al parecer, inimaginable para los especialistas en la evolución humana: Si lamorfología de muchos de estos restos es característica de póngidos, si su forma dedesplazarse es la típica de los póngidos y su hábitat es el de los actuales póngidos, ¿noes posible que muchos de estos “homínidos” fueran en realidad póngidos?Una “investigación de laboratorio” tan accesible para un no especialista, comorevolucionaria en su metodología, puede ser observar los moldes de Australopithecusafricanus (Sterkfontein, member 4) y de Zinjanthropus (Olduvai, H 5), y compararloscon cráneos de machos de chimpancé y gorila actuales. Las característicassuperestructuras óseas de estos últimos (la cresta sagital, los arcos superciliares, lamorfología facial) sin duda más significativos desde el punto de vista de la organizaciónembriológica que sus matices o dimensiones, se pueden identificar, una por una, másacentuadas, y explicables por heterocronías, (aceleraciones o retardos en el procesoembrionario) en los gorilas machos. En cuanto a las semejanzas entre el cráneo deAustralopithecus africanusy el de chimpancé, son tan llamativamente estrechas, queresulta sorprendente que los paleontólogos humanos, que se enzarzan en prolijosdebates sobre las diferencias “específicas” entre restos humanos basadas en maticesmorfológicos, a veces irrelevantes, no se hayan planteado jamás estas espectacularessemejanzas. Pero quizás no sea este el problema, porque, lógicamente, algún científicose lo ha planteado: M. Verhaegen (1994), ha revisado una gran cantidad de datoscorrespondientes a la morfología y dimensiones craneodentales de los australoptecinosy los ha comparado con las de chimpancés, gorilas y humanos, adultos e inmaduros. Losgrandes australopitecinos de África del Este resultan más próximos a los gorilas,mientras que los del Sur de África se aproximan a chimpancés y humanos. Laconclusión es que la relación de los diferentes australopitecinos con humanos,chimpancés y gorilas debe ser reevaluada. El verdadero problema es que este tipo deplanteamientos hacen tambalearse el paradigma dominante, por lo que sonsistemáticamente ignorados, devaluados o relegados al ostracismo por las “jerarquíasdel evolucionismo”.Todo parece indicar que la supuesta ausencia de restos de póngidos en el registrofósil es más un resultado de la idea prevaleciente de la evolución humana y del deseo delos investigadores de encontrar “su” ejemplar de gran trascendencia, que de la realidad.Y así se ha puesto de manifiesto recientemente, cuando un póngido (y para colmo,hembra), ha pasado a formar parte (aunque, naturalmente, con discrepancias) delregistro paleontológico. El descubrimiento, en Etiopía, este mismo verano, deldenominado por sus descubridores (Brunet et al., 2002) Sahelanthropus tchadensis, elmás antiguo miembro de nuestra familia, un cráneo muy completo, pero fragmentado ysujeto, por tanto, a diferentes reconstrucciones en función de las ideas previas sobre sucondición, bautizado como Toumaï, y datado entre 6 y 7 millones de años, ha sidorecalificado por Milford Wolpoff, uno de los más brillantes paleoantropólogos actuales,como perteneciente a un gorila hembra ancestral en función, fundamentalmente, de lascaracterísticas de la base del cráneo (Wolpoff et al., 2002). No obstante, tanto susdescubridores como otros expertos, siguen negándose a conceder a los pobres póngidosun lugar en el registro fósil.La sensación que produce esta situación, que se está convirtiendo en absurda, esque, antes o después habrá que rehacer toda la filogenia humana. Pero, para ello, parecenecesario un difícil ejercicio de renovación conceptual (en función de los nuevosconocimientos) en la comunidad de los paleoantropólogos, en la que las interpretacionesdarwinistas sobre la condición y la evolución humanas parecen estar tan arraigadas. Unarenovación que haga posible desprenderse de la ya obsoleta visión de un cambio gradualy (aunque pretendan negarlo), “progresivo”, dirigido por supuestas ventajas de los “másaptos” en una permanente competencia entre sí mismos, con los demás, con elentorno… y sustituirla por otra más coherente con lo que nos revelan los actuales datosgenéticos, embriológicos, ecológicos y paleontológicos sobre los procesos evolutivos.Entre los primeros, unos muy recientes y muy significativos nos pueden dar algunaspistas sobre los procesos implicados en la adquisición de la morfología humana. Elequipo de Kelly Frazer, en California, mediante la utilización de “biochips” de ADN, enchimpancés, cuyas diferencias genéticas con el hombre, basadas en el simple recuentode bases distintas (polimorfismos de nucleótidos), han estado consideradas durante losúltimos treinta años en un 1,5 %, han identificado inserciones y delecciones que cubrenun rango desde 200 a 10.000 bases de longitud y que, en conjunto, comprenden unas150.000 bases (Pennisi, 2002). Sin duda, estas reorganizaciones genéticas han de teneralguna relación con los hechos que comentaremos a continuación.La prestigiosa paleontóloga Elisabeth Vrba, coautora junto a S. J. Gould debrillantes trabajos sobre evolución, ha identificado dos períodos de grandes cambiosclimáticos en la Tierra. Uno de ellos se produjo entre 7 y 4,5 millones de años (Áfricaestaba unida a Europa, y el Mediterráneo, antes Mar de Tetis, había quedado reducido aunos cuantos lagos salados). Otro, entre 3 y 2 millones de años. Ambos se caracterizanpor un notable descenso de la temperatura, grandes transformaciones orogénicas ycambios evolutivos masivos(una vez más) en todo el planeta (Vrba, 1999). Estos“cambios evolutivos”, es decir, remodelaciones bruscas sistemáticamente observadas entodos los taxones animales (Kemp, 1999) y vegetales (Moreno, 2002), han de teneralguna correspondencia con la evolución humana (a no ser que se la considere “un casoaparte”).El conjunto de características anatómicas estrechamente interrelacionadassubyacentes al bipedismo humano es considerable, e incluye desde el orificio occipital ylas curvaturas cervical y lumbar de la columna vertebral, hasta la pelvis más corta yancha y un fémur inclinado conectados por una musculatura reorganizada, extremidadesinferiores largas y con la superficies articulares ampliadas, la articulación de la rodillamodificada para su extensión y un pie de apoyo plano en el que el dedo gordo,aumentado en tamaño, es paralelo al resto. Resulta poco menos que absurdo pensar quecada una de estas modificaciones se pudiera conseguir independientemente,gradualmente y "al azar", a partir de una morfología propia del cuadrupedismo sobre losnudillos.UN ÁRBOL CON UNA RAMAAunque los primeros indicios de un patrón morfológico humano se remontan,indirectamente, a las huellas de Laetoli de hace 3,6 millones de años, los restos fósilesmás indiscutibles datan de unos dos millones de años (las supuestas dos especiesHomohábilis y Homo rudolfensis) caracterizados no sólo por su morfología, sino por estarasociados a una industria lítica sencilla (Oldovaica), que ha llevado a lospaleoantropólogos a concederles la consideración de Homo. Pero esta condición no sólose desprende del hecho de su capacidad de elaborar (de preconcebir) herramientas, porsimples que sean (lo que, por otra parte, es lógico por ser las primeras, además de queno se dispone de información sobre el uso de herramientas perecederas), tampoco delvolumen cerebral, un lastre de la antropología decimonónica profundamente arraigado.El carácter distintivo del cerebro humano no es su tamaño, sino su organización y, afalta de datos paleontológicos fiables sobre ésta, sólo podemos guiarnos por uncomportamiento distintivamente humano. En Koobi Fora, en Kenia, se han encontrado(Isaac, 1997) los restos de una actividad de planificación y cooperación que sólo así sepuede considerar. Hace 2,5 millones de años, los restos de un hipopótamo encontrado,probablemente, muerto, fueron meticulosamente destazados, como señalan las muescasdejadas por las herramientas en los huesos. En su proximidad se encontraron las pruebasde la existencia de una “fábrica” de herramientas en los bloques de piedra llevados allíex profeso, y unos claros indicios (herramientas y fragmentos de huesos) de un troceo yreparto de alimentos. Estos datos nos informan de unas actividades, (de cuyo origen yprecedentes no se dispone, por el momento, de documentación), claramente humanas.Llegados aquí, quizás sea conveniente un inciso para una breve reflexión: Unargumento profundamente arraigado y muy utilizado en las interpretaciones darwinistasde la evolución humana (y con un evidente componente etnocéntrico) es la pretendidarelación entre complejidad tecnológica y capacidad mental. Supuestamente, la sencillezo la uniformidad de las herramientas líticas primitivas indicarían una escasa inteligenciaen sus autores (Tattersall, 2000). Sin embargo, cabe plantearse si el verdadero mérito esde los que producen las mejoras o de los primeros que fabricaron (que concibieron) esasherramientas. De igual modo, no es mayor el mérito de los técnicos que mejoran lasprestaciones de un automóvil que el del que ideó la primera máquina “automóvil”. Sialguien afirmase que la simpleza y la poca eficacia de la primera máquina de JamesWatt reflejan su escasa inteligencia, lo razonable sería dudar de la del emisor de taljuicio.Pues bien, a partir de estas pruebas tan significativas y de los fósiles de los“homínidos” asociados a esta misma cultura lítica, lo que se observa en el registropaleontológico son matices (variaciones morfológicas irrelevantes y lógicas mejoras enla tecnología) de un mismo tema básico: la organización anatómica y decomportamiento inherente a la condición humana. Los distintos restos humanos datadosen fechas posteriores y prácticamente continuos en el tiempo, han sido analizados,medidos, comparados y clasificados por sus diferentes descubridores con unameticulosidad infinitamente superior a la mostrada con los restos de losaustralopitecinos. Desde lo que se admite como la aparición del “género” Homo, esdecir, fósiles asociados a una morfología y/o a una cultura claramente humanas, se hanpropuesto un número variable de “especies” diferentes (por lo que, según el concepto deespecie, no deberían ser interfecundas entre sí): Homo habilis, H. rudolfensis, H.ergaster, H. erectus, H. antecessor, H. heidelbergensis, H. neanderthalensis y,finalmente, Homo sapiens. Las “especies paleontológicas”, es decir las basadas enrestos casi siempre muy fragmentarios son, en muchas ocasiones, artefactos con unabase real poco sólida o, al menos, inverificable. Pero en el caso de la evolución humana,la “compartimentación” específica de unas variaciones morfológicas cuya traducción entérminos genéticos se desconoce, pero cuya comparación con la variabilidad actual(existente tras milenos de intercambio genético), hace pensar que no resulta muysuperior, es casi un acto de fe. La amplísima distribución temporal (una "estasis" de másde dos millones de años) y espacial (desde África y Europa hasta Extremo Oriente yOceanía) de una especie formada por grupos no muy numerosos, de una extremadamovilidad, y muy susceptibles, por ello, a fenómenos demográficos (que no evolutivos)de deriva genética (aislamientos reproductivos, mortalidad diferencial aleatoria, etc.),justificarían más que sobradamente la variabilidad encontrada a lo largo del tiempo. Yesta posibilidad se ha visto reforzada con el reciente descubrimiento en Etiopía (Asfawet al., 2002) de un cráneo datado en un millón de años de antigüedad, con unos rasgosmorfológicos “característicos” de la supuesta especie Homo erectus de China. Laconsecuencia que deriva de este hallazgo es que Homo erectus era un grupo casi tanvariado y ampliamente distribuido como los humanos actuales (Clarke, 2002).Y, por si este descubrimiento no fuera suficiente para derribar los tópicos árbolesfilogenéticos cargados de especies que se extinguen o que ascienden gradualmente enstatus humano a medida que cambia ligeramente su aspecto o progresa su tecnología, untambién reciente hallazgo, ha sorprendido (cabe suponer que desagradablemente) a lospaleoantropólogos constructores de dichos árboles. Se trata de tres pequeños cráneos,acompañados de industria lítica muy primitiva encontrados en Dmanisi, en el Cáucaso ydatados, nada menos, que en ¡un millón setecientos cincuenta mil años! (Balter yGibbons, 2002). En algunas características los diminutos nuevos cráneos se asemejan aH. habilis, un homínido africano que algunos consideran ancestral a Homo erectus. /…/Estos especimenes subrayan la necesidad de un profundo replanteamiento de ladiversidad del temprano…Homo.Estos son sólo algunos de los descubrimientos que están derribando viejos tópicosdarvinistas sobre la relación entre diferencias morfológicas y “grado” de evolución. Lasimplista y arraigada extrapolación que liga progreso tecnológico con progreso eninteligencia (según la cual Bill Gates debería ser infinitamente superior en inteligencia aPlatón, por poner un ejemplo de nuestra cultura), llega, a veces, a extremos próximos alo grotesco: La simplicidad de las primeras herramientas líticas conocidas (la primeragran innovación) es al parecer, un indicio de una capacidad mental tan escasa, que sepodría calificar de inexistente:Los harían sin darse cuenta, lo que no quiere decir queno pudieran entrañar cierta dificultad (es sorprendente la cantidad de operaciones muycomplejas que cualquiera de nosotros realiza cada día de forma automática, y esseguro que no somos conscientes de todo lo que pasa por nuestra cabeza) (Arsuaga,1999). Es decir, la búsqueda de piedras adecuadas, la elaboración de las herramientas e,incluso, el troceo y reparto de la carne de un animal se identifican con las acciones quehoy hemos incorporado a nuestras rutinas y realizamos de forma mecánica, paraconcluir que las distintas actividades efectuadas para conseguir alimento hubieron deser realizados por una especie de “autómatas” que no tenían conciencia de sus actos…Un verdadero “acto de fe”.Pero, al parecer, las capacidades de estos autómatas inconscientes y “primitivos”eran sorprendentes (según la explicación antes expuesta, los más sorprendidos de losresultados serían ellos mismos). La industria lítica conocida como Acheulense, por ellugar de su primer descubrimiento, en Saint Acheul, (Francia), ha estado consideradadurante mucho tiempo originaria de Europa, donde (¡cómo no!) se habrían producidolas innovaciones culturales fundamentales (hubo toda una teoría basada en el “impulsodel frío” al progreso cultural). Esta industria se caracteriza (entre otras cosas) por el“hacha de mano” en la que, además de una mayor zona de corte que las herramientasprevias, se puede apreciar una búsqueda premeditada de la simetría (se podría aventurar:de la belleza). Pues bien, en 1992, en unos sedimentos de Konso Gardula (Etiopía) quecubren un período de entre 1,3 y 1,9 millones de años, se encontraron las más antiguasherramientas típicamente acheulenses conocidas por el momento (Asfaw et al., 1992).Pero también hay que hablar de un detalle aparentemente trivial, pero que nos informade unos hábitos, tal vez no muy elegantes, pero muy humanos: se encontró unamandíbula izquierda característica de Homo erectus (para algunos ergaster) conevidentes muestras en todos los dientes de haber sido marcados por el uso habitual demondadientes.Resulta muy revelador del espíritu que subyace a las interpretaciones darvinistas delas evolución humana, el marcado contraste entre la gran importancia que dan a lasdiferencias en el aspecto físico de los hombres y la poca valoración que conceden a laspruebas que reflejan una gran inteligencia en los “homínidos” primitivos. De ahí, laescasa relevancia que se da a datos obtenidos en investigaciones muy bienfundamentadas con revelaciones extraordinarias sobre la conducta de nuestrosantecesores. En Marzo de 1998, se publicó en Nature el artículo: Edades por trazas defisión de herramientas líticas y fósiles en la isla de Flores, Este de Indonesia (Morwoodet al., 1998): Hace 800.000 años, los hombres (los “homínidos” pertenecientes a la“especie” Homo erectus) ¡eran capaces de navegar! y cruzar repetidamente distanciasque, en los períodos de menor nivel de las aguas, superaban los 19 kilómetros. Ésta es ladistancia mínima que separaba la isla de Flores del archipiélago de Sonda (próximo, porcierto, a Australia), donde llegaron a extinguir mediante la caza, perfectamentedocumentada, tortugas gigantes y Stegodon enanos. La conclusión del artículo es quelas capacidades cognitivas de esta especie deben ser reconsideradas.Efectivamente, laconstrucción o la utilización de algún tipo de balsa, necesaria para una travesíasemejante, y la repetición del hecho, implican una capacidad de previsión y decomunicación, imprescindibles para actuar en grupo, que descalifican a la concepciónortodoxa de estos “homínidos” como seres inconscientes dirigidos por el instinto. Poreso, unas pruebas paleontológicas que serían aceptadas como indiscutibles para apoyaralguna tesis “oficial” son consideradas “débiles” por los darvinistas más ortodoxos.A medida que aumentan los conocimientos biológicos y los datos del registro fósil,resulta más patente la necesidad de reconsiderar muchos viejos tópicos. Pero, sobretodo, el aparentemente más arraigado y, con toda seguridad, el más distorsionado (ydistorsionador) de la concepción de la naturaleza humana, porque constituye la base dela rancia visión victoriana de la realidad que impregna las interpretaciones darvinistas:la idea de que unos hombres son “por naturaleza” superiores a otros, lo que justifica queen la feroz competencia en la que se desarrollan las relaciones entre los seres vivos, sólotriunfen los “más aptos”. Y esta es la explicación de la historia evolutiva de laHumanidad: la “sustitución” sistemática y total (en palabras de Darwin, el “reemplazo”)de los hombres mas “primitivos” por los que tuvieran alguna ventaja (siemprerelacionada con una mayor inteligencia) sobre ellos. La extrapolación de estaconcepción (que, desgraciadamente, es la que mayor difusión tiene en los medios decomunicación por ser la versión “oficial”) a las relaciones entre los pequeños grupos decazadores-recolectores en que se desenvolvían nuestros antecesores es, a todas luces,absurda. De los datos históricos sobre grupos humanos con esta forma de vida (ytambién de los actuales aunque, por desgracia, cada día más escasos y aculturados), laprimera característica a destacar es la carencia del sentimiento de posesión de la tierra.La conciencia de que es ella la que ofrece sus dones les hace considerarse comopertenecientes a la tierra. La segunda, es la fácil disposición para la movilidad: cadaindividuo, cada grupo familiar, no dispone de otros bienes que los necesarios pararealizar sus actividades de caza y recolección. Para un modo de vida así, la acumulaciónde objetos sería absurda, porque habría que transportarlos en cada desplazamiento. Y latercera, es la cooperación en las cacerías y en la labor de recolección y el reparto de losalimentos obtenidos entre el grupo. Estos hechos, documentados con pocas variantes endistintos grupos africanos, asiáticos, australianos, americanos… no responden a una“idealización” del bucólico modo de vida nómada. Son conductas elaboradas a partir dela experiencia que las ha hecho necesarias porque resultan más eficaces para lasupervivencia del grupo que la actitud contraria. Naturalmente, esto no quiere decir quelos actos ocasionales de violencia estuviesen ausentes en la vida de estos grupos. Dehecho, a veces aparecen en restos fósiles humanos pruebas claras de heridas causadaspor actos de violencia interpersonal que suelen ser resaltados como una prueba delcarácter violento de estos “homínidos”, cuando lo que muchas veces nos revelan es quela frecuente curación de estas heridas, en ocasiones graves, indica los cuidados eficacesque estas personas se dispensaban. En suma, tanto lo uno como lo otro, una clara pruebade su condición humana.En este contexto, es decir, en un mundo poblado por bandas nómadas de cazadoresrecolectores,la “sustitución” de unos grupos por otros se hace prácticamente (se podríaafirmar que totalmente) imposible: Si tenemos en cuenta que de la superficie total de laTierra, 510 millones de Kilómetros cuadrados, aproximadamente 149 millones, (conpequeñas fluctuaciones en función de los ascensos y descensos del nivel del marcausados por las glaciaciones) estaban libres de las aguas, e incluso considerando sólouna tercera parte de esta superficie (unos 50 millones de kilómetros cuadrados) como laque reuniría las óptimas condiciones para la vida, ¿tiene sentido pensar que unos gruposdispersos y móviles compuestos por no mucho mas de 50 personas (límite aproximadoimpuesto a este tipo de grupos por la cantidad de terreno necesario para suaprovisionamiento), con unas herramientas y “armas” semejantes, básicamente depiedra y madera, tengan la más mínima posibilidad de eliminar totalmente a grupossemejantes, por otra parte, perfectamente adaptados a su entorno a lo largo de milenios?.La población humana total, ya en el Paleolítico superior, se ha estimado en unos 5millones de personas. Aún siendo el doble, tendrían todo el espacio imaginable paraescapar, incluso en el extremadamente improbable caso de que los recién llegados, apesar de su cultura cazadora-recolectora, dispusieran de alguna supuesta superioridadproducida por alguna “mutación”darwinista responsable de una conducta colonialista.En base a estos argumentos, (o más concretamente, a estos datos), y haciendo usode una mínima capacidad de imaginación, parece más razonable pensar que, a lo largode milenios (hay que resaltar: milenios) de vida móvil, de encuentros y de compartirhábitat y modo de vida, se estableciese un inevitable “flujo génico” entre ellos. Dehecho, otra característica muy habitual entre los grupos nómadas históricos es elintercambio de jóvenes entre distintos grupos, consecuencia probable de la observaciónde los problemas derivados de un exceso de endogamia, y que se realizaba (y aún serealiza) mediante grandes reuniones periódicas de varios grupos o, incluso, menosdiplomáticamente, por medio del secuestro (más o menos ritualizado) de muchachas porlos jóvenes de otros grupos. Desde luego que, dada la inmensidad del territoriodisponible, es muy posible que algunos grupos hayan permanecido aislados durantemucho tiempo, como se ha documentado en Java y, últimamente, en Australia (Thorney Wolpoff, 1992) que, a la luz de las precoces capacidades “marineras” de sus posiblespobladores, fue colonizada, con toda seguridad, mucho antes de lo que generalmente secree. Una colonización consciente y llevada a cabo por una “especie” muy polimórfica yampliamente distribuida, casi como la Humanidad actual.EL ORIGEN DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA:¿GENOCIDIO O MESTIZAJE?Los indicios más antiguos (por el momento) de la presencia humana en Españadatan de entre 1,6 y 0,9 millones de años. El yacimiento de Orce en Venta Micena(Granada) arrojó una calota (parte superior del cráneo) que se describió como de unindividuo infantil y que fue objeto de una vergonzosa polémica entre especialistas,algunos de los cuales ridiculizaron a sus descubridores (Martinez-Navarro y cols.,1997), al afirmar que se trataba de un cráneo de asno. Lo cierto es que, aunque elfragmento craneal no presenta caracteres anatómicos que resulten claramentesignificativos (aunque, finalmente, parece haber sido aceptado como humano), lapresencia del hombre en España pudo ser tan antigua como entre 1,6 y 1,4 millones deaños, como atestiguan los restos de cultura oldovaica dispersos por yacimientos del Sury Este peninsular.Pero, sin duda, el yacimiento más informativo es el espectacular (y probablementeúnico en el Mundo) sitio de Atapuerca. Su historia paleontológica es antigua, pero lamás fecunda comienza en 1976 con el "redescubrimiento" de la "Sima de los huesos"por el ingeniero de minas Trinidad Torres, que encontró restos humanos cuandobuscaba fósiles de osos para su tesis doctoral. Su director de tesis era el paleontólogoEmiliano Aguirre, que dirigió la excavación sistemática llevada a cabo por José MariaBermúdez de Castro y Juan Luis Arsuaga. Pero quizás sea más informativo comentarlos hallazgos por su cronología paleontológica. La disposición geográfica de la Sierra deAtapuerca nos puede ofrecer un indicio de la visión estratégica de sus (sin duda,abundantes) pobladores a lo largo del tiempo. Es una colina que se extiende de Noroestea Sudoeste en el valle del río Arlanzón, en la provincia de Burgos. Desde ella se dominala salida del Corredor de la Bureba, el valle que conecta las cuencas del Duero y elEbro, un punto de paso obligado entre el Norte y el Sur, bañado por el río Arlanzón yque siempre ha mantenido una gran riqueza de fauna y flora. La naturaleza caliza de lasierra ha posibilitado que la erosión del agua haya excavado en ella numerosas cuevas(complejos kársticos), a veces enormes, que desde hace más de un millón de añosofrecían magníficos refugios. Aunque la extensión del yacimiento es enorme y,probablemente, nos depare todavía mayores sorpresas, los restos humanos más antiguos(más de 780.000 años) y completos encontrados hasta la fecha aparecieron en "latrinchera del ferrocarril". Pertenecen a un individuo juvenil, probablemente no mayor decatorce años. Son un fragmento de hueso frontal con el inicio de la cara, dientes y untrozo de mandíbula con el tercer molar sin salir. Además han aparecido 36 fragmentosde huesos pertenecientes a unos seis individuos y más de 100 piezas de herramientaslíticas de tipo oldovaico. La morfología del fragmento de cara (de aspecto “moderno”)asociada a un frontal prominente llevó a los descubridores a atribuir al resto lacondición de nueva especie de “homínido”:Homo antecessor, situándole en el puntoexacto de la bifurcación entre el linaje humano actual y el (supuesto) callejón sin salidaevolutiva representado por los Neandertales. Aunque tal propuesta no ha sido aceptadapor diversos especialistas sobre la base de que, según la más estricta ortodoxiapaleontológica, no se puede crear una “nueva especie humana” a partir de un individuojuvenil que no ha finalizado el crecimiento, cabe suponer que los recientes hallazgos deHomo erectusen África y los Homo de Dmanisi, y el reconocimiento de su granpolimorfismo y amplia distribución, habrá zanjado la polémica.Pero, quizás, la interpretación más merecedora de una ( humilde) reconvenciónporque es la que más resonancia ha obtenido de este hallazgo, (y no sólo por causa delas típicas exageraciones periodísticas, sino por el énfasis puesto en ello por losinvestigadores), es la calificación de “caníbales” con que se ha publicitado el hallazgo:La mezcla de fragmentos humanos con herramientas de piedra, junto con que en , almenos, en dos falanges y en un fragmento de cráneo se hayan encontrado marcas queindican una descarnación, les ha llevado a la conclusión de que los primeros europeoseran caníbales, llegando a afirmar que para ellos la diferencia entre un cadáver deciervo y otro humano no existía aún (Atapuerca. Página web, UCM). Si tenemos encuenta que la diferencia entre un cadáver de la propia especie y de otra existe para unbuen número de mamíferos (y probablemente, en otros taxones), esto equivaldría aatribuir a estos hombres la condición, no ya de “prehumano”, sino de “premamífero”.Teniendo en consideración el amplio eco social que han adquirido estos hallazgos, quehan descubierto para muchos ciudadanos el hecho de la evolución humana, no pareceéste el mensaje más adecuado para transmitir. Desconocemos las circunstancias o losmotivos que llevaron a ello (desde luego, como en cualquier depredador, no sería unmodo preferente de alimentarse), ni si era algo frecuente o si podría tener algún otrosentido que no fuera el gastronómico. No puede caracterizarse a todo un grupo por unhecho que puede ser ocasional o producido en circunstancias dramáticas (como no sepuede extrapolar a una nacionalidad los hechos derivados de un accidente aéreo o de unnaufragio). Tampoco podemos calificar o juzgar a estos hombres basándonos ennuestras actuales creencias o principios. Lo cierto es que vivieron en condiciones, aveces muy duras, que imponían las glaciaciones que en aquella época cubrieron de hielogran parte de Europa (con sólo que los inviernos fueran tan duros como lo son en laactualidad, se puede tener una idea), y su simple supervivencia indica una grancapacidad cultural para hacer frente a un clima muy adverso, a pesar de que elorganismo humano sólo está naturalmente capacitado para la vida en zonas cálidas (sólopodemos sobrevivir en zonas frías gracias al recurso de vestuario, refugios y algunafuente de calor).La continuidad de la ocupación de Atapuerca por el hombre está representada (porel momento) por los yacimientos de “La Sima de los huesos”, junto con otroscontemporáneos de “La Trinchera” asociados con industria lítica de tipo Acheulense ydatados en torno a los 400.000 años. En la Sima se han encontrado un número mínimode treinta y dos individuos, hombres y mujeres de diversas edades, pero que no parecenrepresentar la distribución de edades de una banda completa. Eran individuos muycorpulentos y la morfología de sus cráneos presentaba características que seencontrarán, más acentuadas, en sus sucesores, los Neandertales. Entre la amplia gamade denominaciones específicas atribuidas a restos fragmentarios, a estos se les haincluido dentro de una “especie” establecida, en este caso, a partir de un solo hueso:Homo heidelbergensis, que corresponde a la mandíbula de Mauer, datada entre 500.000y 400.000 años. En “La Sima de los huesos” no se han encontrado instrumentos líticosni restos de herbívoros (presas habituales), lo que indica que no era un lugar dehabitación. La hipótesis más admitida y razonable es que la acumulación de estos restostenga un origen humano (lo que constituiría algún tipo de enterramiento), y que lasmarcas de mordeduras que presentan más de la mitad de los restos sean debidas acarroñeros posteriores, aunque no se puede descartar que sean la causa de su muerte (esdecir, muertos por carnívoros) lo que podría justificar, incluso, un enterramientoselectivo.En lo que respecta a sus sucesores, los Neandertales, sus singulares característicasmorfológicas les han convertido, siempre en función del esquema mental darvinista, enla última “rama lateral” de la evolución humana. Para los paleoantropólogosrepresentantes de la versión “dura” del darwinismo eran una especie de autómatasgrotescos si el menor rastro de humanidad. Según Ian Tattersall, del Museo Americanode Historia Natural, les faltaban las conexiones necesarias en el cerebro para pensar yhablar (desconocemos el origen de su documentación “neurológica”). Para él, unNeandertal representaría la máxima expresión del instinto, es decir, el límite de lascosas que se pueden hacer inconscientemente, automáticamente. Y esta es unaconcepción que, desgraciadamente, resulta difícil de refutar, porque, más o menosacentuada, es la que se transmite a la sociedad en libros divulgativos, documentalescientíficos y películas comerciales. Al parecer, es necesaria una justificaciónargumentada “científicamente” para su extinción (total, sin dejar el menor rastro) ante elavance de los hombres “más evolucionados”.Sin embargo, lo que parece más próximo a la realidad es que, aunque el estereotipode los neandertales que ha quedado grabado en el imaginario social como una especiede brutos encorvados y patizambos, se debe a la reconstrucción elaborada, a principiosdel siglo pasado, por el belga Marcelin Boule sobre los restos de La Chapelle-aux-Saints que pertenecían ¡a un anciano con artrosis!, los neandertales eran individuos conuna morfología y un comportamiento absolutamente humanos. (Lo que pone demanifiesto, una vez más, que son las interpretaciones más sensacionalistas o llamativaslas que más profundamente calan en la sociedad). Sus características especiales, surobustez y su cara prominente son, simplemente, una acentuación de las de suspredecesores locales, impulsadas por el aislamiento en unas condiciones climáticasextremas. Durante las glaciaciones precedentes (Günz, Mindel y Riss), los animales ylos hombres que vivían en Europa descenderían paulatinamente hacia tierras másmeridionales, empujados por el avance de los hielos. Forzosamente, la PenínsulaIbérica se debió convertir muchas veces en centro de confluencia e intercambio genéticoy cultural de distintos grupos humanos (los lugares privilegiados, como la Sierra deAtapuerca, debieron llegar a ser “el no va más” del cosmopolitismo de la época). Sinembargo, cuando hace unos 140.000 años se comenzó a producir la última granglaciación, la conocida como Würm, los hombres que habitaban Europa Occidental yCentral, que habían conseguido una magnífica adaptación cultural a climas muy fríos,no emigraron, por lo que permanecieron con un alto grado de aislamiento del resto de laHumanidad durante casi 100.000 años. Su supervivencia durante todo este tiempo enunas condiciones ambientales que, aunque en ocasiones (los períodos interestadiales)eran más soportables, en general eran extremadamente rigurosas, implica, forzosamente,un perfecto conocimiento y control del entorno. Su magnífica cultura lítica“Musteriense”, elaborada mediante la degradación de nódulos discoidales de sílex de losque extraían lascas a las que daban diferentes formas utilizando percutores blandos eraextremadamente eficaz para fabricar punzones, cuchillos, raspadores… hasta sesentatipos de utensilios diferentes. Eran hábiles curtidores de pieles, como atestiguan losnumerosos raspadores, y en cuanto al uso de otros instrumentos, como los de madera, dedifícil fosilización, se puede deducir del hecho de que sus antecesores de hace 400.000años utilizaron unas lanzas de maderas de picea, encontradas fosilizadas en turba en elyacimiento de Binzingsleben (Alemania). Eran tres lanzas perfectamente pulidas yequilibradas para ser lanzadas con precisión. Dominaban perfectamente el fuego, lo cuales lógico, porque sin la capacidad de encenderlo (es decir, dependiendo de suconservación a partir de combustiones espontáneas de nafta o de rayos, como muchossostienen), su larga supervivencia habría sido imposible. De hecho, se han encontrado,por ejemplo, en Pech de l’Azé (Francia), hogares formados por piedras bien colocadas ymuy usadas. También en Francia, en la gruta de Lazaret, se ha comprobado queconstruían tiendas en su interior. Las piedras que sujetaban la base de las tiendasatestiguan que las construían con la entrada en dirección opuesta a la de la cueva, paramejorar la protección. En definitiva, si estas actividades eran “inconscientes” lospaleoantropólogos habrán de inventarse el concepto de “inconsciencia inteligente”.Su presencia en la Península Ibérica queda atestiguada por restos como la mandíbulade Bañolas, el reciente hallazgo de la Gruta del Sidrón (Asturias), compuesto, por elmomento, por más de 120 fragmentos de, al menos, tres individuos (Rosas y Aguirre,1999), los indicios de su presencia en Atapuerca, el cráneo de Gibraltar, los restosinfantiles de Portugal… pero, sobre todo, por los fósiles de Zafarraya (Málaga) datadosen torno a los 30.000 años y considerados como “los últimos neandertales”. Porque,según la “versión oficial”, los neandertales se extinguieron, arrollados por lasuperioridad cultural pero, sobre todo, intelectual, del “hombre moderno”: Desde elpunto de vista de la Historia con mayúsculas podemos decir que sabemos lo que pasó.Los neandertales fueron sustituidos por los humanos modernos. Tal vez hubo casos demestizaje, pero no se dieron en una cantidad suficiente para que sus genes hayanllegado hasta nosotros. Nada me haría tanta ilusión como llevar en mi sangre una gotasiquiera de sangre neandertal, que me conectara con esos poderosos europeos de otrotiempo, pero temo que mi relación con ellos es sólo sentimental”, (Arsuaga, 1999). Sitenemos en cuenta que, por ejemplo, se ha estimado que compartimos con el ratón el99% de los genes (Gunter y Dhand, 2002), lo que pone de manifiesto definitivamenteque la “información genética” no está sólo en el ADN, y se sabe que compartimos grancantidad de secuencias con todo el mundo viviente (animal y vegetal), hasta llegar a lasbacterias, hay que decir que no se sabe de donde puede salir el fundamento genéticoque permite afirmar que “sus genes no han llegado hasta nosotros”.La realidad es que no existen pruebas fiables de esta “sustitución” y, a falta de estaspruebas, intervienen las “firmes convicciones”. Los datos de que disponemos son quehace unos 40.000 años comienzan a aparecer en Europa un tipo de herramientas yutensilios denominados genéricamente “Auriñacienses”. Asociados a estos aparecenrestos humanos con morfología parecida a la “moderna”, que han recibido ladenominación de “cromañones” por los restos del “viejo” de Cro-Magnon (Francia)datado, por cierto, en unos 25.000 años de antigüedad. Tras un período de unos 10.000años (resulta difícil de imaginar: 10.000 años) durante el que los vestigios de ambostipos de morfologías y de culturas se encuentran intercalados por diferentes puntos deEuropa, la morfología y la cultura características de los neandertales desaparecen delregistro fósil.Pero, antes de continuar, puede ser conveniente una breve consideración sobre quées la "morfología moderna" ¿tal vez la parecida a la de los actuales europeos? Porquemorfología moderna es la de los esquimales, con las proporciones corporalesexactamente iguales a las de los neandertales y la de los esbeltísimos nilótidos o lospequeños bosquimanos y pigmeos. Morfología moderna es la de los "aborígenes"australianos, muchos con su gran "torus supraorbitario" y un acentuado prognatismo,con todo el aspecto, apoyado por la continuidad del registro fósil (Wolpoff y Thorne,1992), de ser herencia directa de los "marineros" de la isla de Flores...Estos 10.000 años de más que posible contacto entre diferentes culturas cuentancon interpretaciones muy distintas que, aunque dentro de la inercia explicativa de laortodoxia darvinista, parecen distinguirse por distintas concepciones de lo que es”inherente a la condición humana” en las que pueden ser detectables ciertoscomponentes culturales. El inicio de lo que se denomina Paleolítico Superior, asociado(cómo no) con la industria Auriñaciense, caracterizada por láminas de piedra alargadas,como “cuchillos de dorso”, el uso de hueso y marfil y dientes de animales para haceragujas, puntas de azagayas y adornos, se relacionaba con la “irrupción en Europa del“hombre anatómicamente moderno”. Sin embargo, una variante de la industriaAuriñaciense, caracterizada por utensilios semejantes, la industria Chatelperroniense, haaparecido asociada a restos indiscutiblemente neandertales, en los yacimientos francesesde Arcy-sur-Cure y Saint Cesaire. Este tipo de industria se ha encontrado distribuidopor Francia, norte de España y con variantes, también asociadas con neandertales, enItalia y Europa Central y del Este. La explicación “dura”, es decir, más estrictamentedarwinista es que los neandertales adquirieron estos utensilios del "hombre moderno",bien mediante la imitación o incluso el robo. Para Richard Klein no se puede hablar deuna mente moderna hasta que no aparecen las primeras manifestaciones de adornopersonal y de arte (éste último asociado sólo con cromañones). Ian Tattersall lo explicacon más datos científicos: La mente humana moderna surgió como todas las grandesnovedades biológicas: por evolución, y como decía Darwin, sin intervención divina(que, al parecer, es la única alternativa posible al darwinismo), pero en este caso "degolpe", y en un "hombre moderno". Para Tattersall,las habilidades de los neandertalesen la talla de la piedra, aunque sorprendentes, eran algo estereotipadas; muy pocasveces, si alguna, elaboraban instrumentos utilizando otras materias primas. Muchospaleontólogos ponen en cuestión su grado de especialización venatoria.Sin embargo, hay una forma muy distinta de valorar las capacidades de losneandertales y que, curiosamente (casi sorprendentemente), no se basa en las "firmescreencias", sino en la investigación científica. Francesco d'Errico del Instituto dePrehistoria de Burdeos, Joâo Zilhao del Instituto Arqueológico de Portugal y otrosinvestigadores franceses que han trabajado en el yacimiento de "la Cueva del Reno" deArcy, han desmontado la teoría de "la recogida": el material de adornos y utensiliosóseos de los neandertales estaba rodeado de restos y esquirlas que indicaban que habíansido hechos allí mismo (Bahn, 1998)Pero no importan las pruebas. Los darwinistas "duros" parecen ser "inasequibles aldesaliento".Los neandertales debían tener alguna inferioridad, y hay que encontrarlaaunque se tenga que recurrir a los argumentos más pintorescos. He aquí los de WesleyNiewoehner, de la Universidad de Nuevo México en Alburquerque y comentados así enla revista Nature (Clarke, 2001):Los neandertales, macizos y bien musculados,probablemente tenían unos dedos demasiado gruesos para hacer uso efectivo detecnología avanzada de la Edad de Piedra o para realizar tareas de destreza comograbar. /.../ Esto da peso a la idea de que los humanos modernos recientes sustituyerona los neandertales por su superior uso del mismo tipo de herramientas. /.../ Así, aunquelos neandertales pudieron probablemente fabricar y usar herramientas complejas, nopudieron hacerlo muy a menudo o muy cuidadosamente, (?) y no fueron capaces detareas mas sofisticadas como grabar o pintar, que fueron desarrolladas por loshumanos modernos.Como no parece que estos despropósitos merezcan un comentario, volvamos a losdatos del registro fósil: La cronología de las dos culturas apoyan el carácter autóctonode la Chatelperroniense. Para Anne-Marie Tiller y Dominique Gambierexiste un vacíoantropológico durante el período Auriñaciense europeo entre hace 40 y 35.000 años o,al menos, un problema para identificar los escasos fósiles disponibles. Pero parececlaro que el nacimiento del Chatelperroniense fue anterior al Auriñaciense. En cuanto ala "discontinuidad" morfológica, no parece tan clara. Para Tillier y Gambier (2000) losrestos humanos auriñacienses presentan cierta robustez y conservan caracteres"arcaicos" (Porque "el viejo" de Cro-Magnon, no era de morfología estrictamente"moderna"). Por otra parte, los últimos neandertales eran más gráciles que losprimeros, de modo que el cráneo de Saint Cesaire tiene más semejanzas con el de unhombre moderno que el neandertal de La Chapelle-aux-Saints, 15.000 años másantiguo... En definitiva, es más que posible que el hombre de Neanderthal no haya sido"sustituido", sino que sus características se habrían diluido, a lo largo de más de 10.000años de contacto e intercambio, en una población de morfología más grácil muysuperior en número. Muy probablemente, “la sangre" de los neandertales continúa entrenosotros.Las pruebas de “características intermedias” y los indicios de mestizajes seencuentran repartidos en restos fragmentarios por Europa central y del este (Predmost yBrno en Moravia, Vindija en Yugoslavia…) y un discutido ejemplar (por ser infantil) enPortugal, pero mucho más evidentes en fósiles muy abundantes y completos de Orientepróximo, donde los neandertales han coexistido, se han mezclado y compartido cultura,modo de vida y rituales con hombres de aspecto parecido a la morfología “moderna”, esdecir, de cráneos más redondeados, entre hace 100.000 y 35.000 años. Entre estos, elhallazgo en Kebara (Arensburg y Tillier,1990) de un enterramiento neandertal de hace60.000 años, en el que encontró un hueso hioides, de difícil fosilización por sufragilidad, es un indicio tan indiscutible como innecesario, (dadas las pruebas tanantiguas de un comportamiento dirigido por la planificación y la coordinación) de laexistencia de un lenguaje articulado, porque sobre él se sitúan las cuerdas vocales. Peroni esta prueba parece ser suficiente. Para Richard Klein (1989) de la Universidad deChicago, todavía era necesaria una evolución neurológica para llegar a la modernidadcompleta. Este absurdo dogmatismo que lleva a inventarse unas supuestas “mejoras”progresivas en la organización cerebral de las que no existen las menores pruebas notiene, en realidad, ningún contenido científico y sí mucho de prejuicio sobre la lógica dela “sustitución” de los menos “aptos” justificada por una supuesta superioridadintelectual, como refleja claramente la frase con que Ian Tattersall (2000) finaliza suargumentación sobre este tema: Aunque los lingüistas le han dedicado muchas horas deespeculación, se nos escapa cómo surgió el lenguaje. Pero sabemos que un serequipado por capacidades simbólicas es un rival extraordinario…EL MENSAJE DEL ADN Y LA MANIPULACIÓN DE LAINFORMACIÓNEl estudio de ADN rescatado de fósiles de neandertales como el histórico“Feldhofer” encontrado en Alemania en 1856 o el de un resto infantil del norte delCáucasoapoya la ampliamente admitida pero todavía controvertida visión de que loshumanos modernos tuvieron poca o ninguna mezcla con los Neandertales, segúnWilliam Goodwin de la Universidad de Glasgow y sus colegas (Gee, 2000). Estaaparente confianza en los datos contrasta con el espíritu crítico con que se acogenpruebas mucho menos frágiles (en el más estricto sentido). Porque el ADN esextremadamente frágil y degradable tras decenas de miles de años de de fosilización delos huesos. Por otra parte, las probabilidades de “contaminación” en estos huesos sonenormes, tanto por la manipulación como por ADN del entorno (en un puñado de tierrahay millones de bacterias y virus). Pero, incluso en el caso, extremadamenteimprobable, de que estos fenómenos no se hubieran producido, la comparación de lavariabilidad (polimorfismos) del ADN humano de hace 30.000 años, en poblacionesque habían sufrido un largo aislamiento, con la población actual, no sería especialmenteinformativa. Y esto pone de manifiesto, una vez más, que en el campo de la evoluciónpero muy especialmente en el de la evolución humana los resultados obtenidosmediante metodologías, técnicas o materiales limitados o discutibles se puedeninterpretar a gusto del investigador en función de lo que se quiere demostrar. Y lo quese quiere demostrar queda claro en la frase con que Paul Mellars (1998) zanja el debatesobre “El destino de los Neandertales”: La vehemencia de algunos científicos enreclamar la cercana relación con los Neandertales puede estar cercana a negar que laevolución humana está teniendo lugar en la actualidad. Es decir, que “la supervivenciade los más aptos” continúa.Pero la manipulación de los datos puede ir más lejos que la consistente en lainterpretación sesgada de datos discutibles. La hipótesis de la “Eva mitocondrial” deWilson y Caan (1992) que ya ha sido incorporada a los libros de texto, parece haberarraigado firmemente en la comunidad "oficial" de Paleoantropólogos aparentementedeslumbrados por su aureola de "ciencia dura", es decir, basada nada menos que endatos moleculares. Según tal hipótesis, el hombre moderno desciende, en su totalidad,de una "Eva" que habría vivido en África hace unos 200.000 años. Sus descendientes sehabrían extendido por el Mundo y habrían sustituido, o lo que es igual, exterminado, atodos los hombres (homínidos, en su terminología) previamente existentes desde Áfricaa Siberia, desde Europa hasta Extremo Oriente... Para esta, al parecer, extendidaconcepción se trataría, no ya de un extermino total como el de los pobres neandertalesaplastados por una población muy superior en número, sino del caso contrario: la"sustitución" total de poblaciones adaptadas biológica y culturalmente a entornos muyvariados (y algunos muy duros) por pequeños grupos inconexos procedentes de unmedio tropical. Aunque tal proceso resulta totalmente irreconciliable con el máselemental sentido común, está basado en datos "rigurosamente científicos": De lasprimeras comparaciones entre proteínas de especies diferentes brotaron dos nuevasideas: la de las mutaciones neutras y la del reloj molecular. Con respecto a la primera,la evolución molecular parece dominada por esas mutaciones fútiles que se acumulancon una cadencia sorprendentemente regular en los linajes supervivientes. /.../ Lasegunda idea, la de los relojes moleculares, surgió de la observación de que el ritmo decambio genético según mutaciones puntuales (cambios en determinados pares de basesde ADN) es tan regular, en largos períodos, que se las podría usar para datardivergencias de troncos comunes. /.../ El ADN que estudiamos reside en lasmitocondrias, orgánulos celulares que convierten alimentos en energía disponible parael resto de la célula. /.../ A diferencia del ADN nuclear, el de la mitocondria se heredasólo de la madre, sin más cambio que las eventuales mutaciones. La contribuciónpaterna acaba en la papelera, como quien dice, de los recortes. /.../ De ello se infiere,en pura lógica, que todo el ADN mitocondrial humano debe de haber tenido una últimaantecesora común.La asunción de todos estos postulados derivó en la construcción de un espectacularárbol filogenético que, si bien presentaba individuos de distinta procedenciaintercalados en diferentes poblaciones, tuvo una gran resonancia, tanto científica comoen los medios de comunicación: El origen del hombre moderno estaba en África, y el"reloj molecular" era concluyente: la "Eva mitocondrial", la primera mujer moderna,había vivido hace unos 200.000 años. El problema fundamental de estas conclusiones esque todos los postulados en los que se basa son absolutamente falsos. Las mitocondriasno son sólo la "central de energía" de la célula. Su ADN participa en procesos tanimportantes como el control de laapoptosis (muerte celular programada) fundamental,por ejemplo, en el desarrollo embrionario. Esto descalifica la supuesta neutralidad desus mutaciones, pero también el hecho de que algunas de ellas pueden causar gravesenfermedades neurológicas. En cuanto a la transmisión únicamente por vía materna,está desmentida por la comprobación de la transmisión de una enfermedad de ésteorigen por parte del padre. Pero, muy especialmente, la existencia de los supuestos"relojes moleculares", una entelequia totalmente contradictoria con la base teórica de laevolución por mutaciones puntuales y al azar, pero sorprendentemente asumida comoun hecho constatado, ha sido abordada, finalmente, de una forma rigurosa (Rodríguez-Trelles et al., 2001) analizando tres proteínas utilizadas habitualmente como "relojesmoleculares": La glicerol-3-fosfato deshidrogenasa (GPDH), la superóxido dismutasa(SOD) y laxantina deshidrogenasa (XDH). El estudio se llevó a cabo en 78 especiesrepresentativas de los tres Reinos multicelulares: hongos, plantas y animales. Lasconclusiones son: Hemos observado que: (1) Las tres proteínas evolucionanerráticamente en el tiempo y entre los linajes y (2) Los patrones erráticos deaceleración y deceleración difieren de locus a locus. La constatación de estos hechos hasacado a la luz la cuestión de cuán real es el reloj molecular o, más aún, si existen losrelojes moleculares. Datos verificables experimentalmente como estos, dispersos endistintas publicaciones, se acumulan continuamente sin tener, al parecer, la menorrepercusión en la rutina habitual de la elaboración de árboles basados en la evolución“por cambios graduales y aleatorios” que siguen haciendo uso de los supuestos “relojesmoleculares” para confirmar sus hipótesis. Pero eso no es todo: Otras críticas a losresultados de Wilson tienen que ver con el número de árboles obtenidos. Es bastantefrecuente que los autores no den el número total de árboles igualmente parsimoniosos,sino que se limitan a seleccionar algunos para su publicación (Barriel, 1995). Dehecho, utilizando los mismos datos, pero con una versión más reciente del programa deparsimonia, el norteamericano David R. Madison de Harvard, obtiene hasta 10.000árboles más parsimoniosos.Revelaciones de este tipo ponen de manifiesto que las ideas preconcebidas de unaevolución humana dirigida por competencias y “sustituciones” y dominada, al parecer,por una tal repugnancia por la idea del mestizaje, que éste no cabe en sus esquemasmentales, pueden conducir, no sólo a interpretaciones descabelladas, sino a auténticosfraudes en la práctica científica. Sin embargo, la “Eva mitocondrial”, cuya antiguedadse ha “precisado” últimamente en 143.000 años, (Caan, 2002), parece ser tan real paramuchos científicos como su contrapartida masculina, el “Adan” del cromosoma Y.Según Peter Underhill y sus colegas de la Universidad de Stanford, (Underhill et al.,2000) que han estudiado la variabilidad genética del cromosoma Y en más de 1000hombres de 22 áreas geográficas, todos los hombres actuales descienden de un “Adan”que vivió en África hace, exactamente, 59.000 años, según su “reloj molecular”. Estoplantea un problema, no despreciable, de un período de “desajuste matrimonial” de nadamenos que 84.000 años. Pero todo se puede explicar: Según Underhill, las “tribusdominantes” se quedaron con todas las mujeres (descendientes, a su vez, de “Eva”). Esmás, el 95% de los hombres europeos descienden de unos 10 “Adanes” procedentes dedistintas oleadas. Aunque estas afirmaciones emitidas con tal seguridad puedan sonar abroma, sus trabajos han sido publicados (es decir, “aceptados”) por las más prestigiosasrevistas científicas.Sin embargo, y dentro de los mismos esquemas conceptuales y metodológicos de laevolución darvinista, las conclusiones pueden ser muy diferentes. Alan Templeton de laUniversidad de St. Louis ha estudiado la variabilidad del ADN en varones y mujeres demuy diversas poblaciones. Para intentar clarificar los resultados, muchas vecescontradictorios, de los estudios de secuencias individuales, ha estudiado diez regionesde cromosomas autosómicos, además de cromosomas sexuales y mitocondrias. Susresultados son que, tras la primera emigración deHomo erectus, hubo una segunda entre400.000 y 800.000 años, otra hace unos 100.000 años y otra más reciente desde Áfricahasta Asia, con gran cantidad de intercambio genético entre grupos. Según Templeton:África ha tenido un gran impacto genético en la Humanidad, pero mi análisis no escompatible con un reemplazamiento completo(Templeton, 2002). Aunque estasconclusiones (por cierto, muy criticadas por los partidarios de la “sustitución) parecenmejor fundamentadas y más razonables que las anteriores, el problema sigue estando enla base conceptual. En la idea de una evolución gradual, continua y “progresiva” en laque se fundan los falsos “relojes moleculares”. Es cierto que existe una variabilidadgenética, por cierto, mínima, en polimorfismos del ADN que son neutrales, es decir,irrelevantes en el contexto de la evolución, y es (o parece) cierto que en las poblacionesafricanas existe una mayor variabilidad en algunos marcadores de este tipo que en elresto de la Humanidad, pero esto es sólo un indicio más de un remoto origen africano.Las impresionantes semejanzas genéticas de toda la Humanidad (King y Motulsky,2002) son, sin duda, un reflejo de una larga historia de encuentros e intercambiogenético que seguramente ha caracterizado a la especie humana desde su nacimiento, yno de un origen reciente del hombre “moderno”, porque, muy posiblemente, laevolución humana acabó, al menos por el momento, con la aparición de los primeroshombres, hace más de tres millones de años.LA LEY DEL MAS FUERTELas “firmes creencias” darwinistas no responden sólo a las de una concepcióncientífica caduca y ya obsoleta de la Naturaleza, porque en sus premisas y en susargumentos se pueden identificar, más o menos disfrazados de “objetivos” o de“políticamente correctos”, todos y cada uno de los rancios prejuicios culturales ysociales que alumbraron su nacimiento. La idea de que las cualidades humanas, lasvirtudes y los defectos, son innatas, se pueden encontrar hoy disfrazadas de disciplinacientífica bajo la denominación de “Genética del comportamiento humano”, un artificiototalmente rebatido por los conocimientos actuales sobre la expresión génica en la queni siquiera existe la, ya anticuada creencia, de una relación directa entre un gen y unasimple proteína y en la que el ambiente juega un papel primordial. Cuánto menor aúnserá la supuesta relación entre “los genes” y algo tan complejo, tan circunstancial y taninfluido por el ambiente (por el aprendizaje) como es el comportamiento humano. Sinembargo, esta pretendida disciplina científica parece contar con una consideracióncreciente en nuestro entorno cultural, aún cuando las aplicaciones de sus imaginariosdescubrimientos sólo pueden ser negativas: No se pueden sustituir, en todos losmarginados o inadaptados sus supuestos “genes defectuosos” por genes de triunfador ode “políticamente correcto”, pero sí puede resultar una causa de discriminación másgrave, más injusta y más falsa que cualquier otra, la consideración de que ciertosindividuos sean portadores de estos falsos genes “inadecuados”.Desgraciadamente, las informaciones sobre la extremada complejidad y de lo(mucho) que desconocemos de los fenómenos biológicos no resultan tan “periodísticas”como las simplificaciones dogmáticas de los científicos darwinistas o las noticias sobredescubrimientos espectaculares como los de “los genes del miedo” o de lahomosexualidad o, incluso, de la base genética de la marginalidad. Y lo realmentedramático es que esta concepción de la naturaleza humana está calando profundamenteen la sociedad porque confiere un carácter científico a muy viejos y muy nefastosprejuicios. Y así, se extiende a pueblos o culturas enteras la condición de“intrínsecamente perversos”, fanáticos o delincuentes, por naturaleza, porque lo llevanen sus genes. La hipocresía de afirmar que las diferencias creadas en el Mundo por unascircunstancias históricas concretas y acentuadas por un modelo económico aberrante (elmodelo del que surgieron las bases conceptuales del darwinismo) son “naturales”,oculta en realidad una cínica justificación de la situación y transmite una estúpidacreencia en la propia superioridad. Porque la competencia “está en la naturalezahumana” (Arsuaga, 2002), y los que triunfan son los mejores. Al parecer, la únicaposibilidad, no ya de éxito, sino de simple supervivencia, está en una competenciapermanente, y del mismo modo que en la teoría darwinista la supervivencia del “másapto” pretende justificar “con el tiempo” lo injustificable, la “libre competencia” serábeneficiosa para todos “con el tiempo” como se puede comprobar observando lasituación, cada día más dramática, en que se encuentra la mayor parte de la Humanidad.La desalentadora sensación que produce la aceptación de estos argumentos cargadosde conceptos vacíos, es de que estamos asistiendo a una crisis, no sólo ética (que es muyevidente), sino también intelectual. De que se ha extendido una especie de “perezamental” que impide profundizar, no sólo en la comprensión de los fenómenos naturales,sino también en las causas (en la raíz) de los graves problemas a los que se enfrenta laHumanidad y afrontarlos de una manera coherente. Porque, como hasta la persona mássencilla (o más “primitiva”) puede comprender, en toda competencia hay pocosganadores y muchos perdedores. Y, de seguir por este camino, el premio para losvencedores no va a ser, precisamente, envidiable.AGRADECIMIENTOS: A mi colega Armando González por las, siempreenriquecedoras, conversaciones sobre osteología humana y por sus aportaciones dedocumentación. (María está “muy ocupada”).BIBLIOGRAFÍAABBOTT, A. 2002. Proteomics: The society of proteins. Nature, 417:894-896.ARENSBURG, B. y TILLIER, A. 1990. El lenguaje del hombre de Neandertal. MundoCientífico, Nº 107: 1144-1146.ARSUAGA, J. L. 1999. El collar del neandertal. En busca de los primerospensadores.Temas de hoy. Madrid.ARSUAGA, J. L. 2001. El enigma de la esfinge. Las causas, el curso y el propósito dela evolución. Plaza Janés. Barcelona.ARSUAGA, J. L. 2002.ASFAW, B. et al., 1992. The earliest Acheulean from Konso-Gardula. 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...les mataria sin odio...
No voy a contestar nada, sólo criticar una cosilla sin importancia: la letra es una faena.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Para Reyes regálate este título: El evolucionismo en apuros de Silvano BORRUSO, Editorial CRITERIO/LIBROS, Madrid 2001. ISBN : 84-95437-02-3
Sólo tiene poco más de 200 páginas, pero te garantizo que vas a disfrutar con su lectura.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
¿Tienes la fuente o el archivo original del artículo? Tal y como está puesto es complicado de leer, hay que arreglarlo.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Googleando el título y el autor, la primera entrada.
Y también encontré el libro que contiene este capítulo. Mi regalo de Navidad para Valmadian, give me rep:
http://www.herbogeminis.com/IMG/pdf/..._sandinbis.pdf
Imperium Hispaniae
"En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."
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