El discurso (del 22 de octubre de 1996) del Beato Juan Pablo II a la Pontificia Academia de las Ciencias, no ha sido escrito (al parecer ni pronunciado) por el Pontífice; pruebas aportadas
Los datos aportados por este artículo, fácilmente comprobables en las mismas fuentes referidas, son una prueba evidente de que el Magisterio de la Iglesia no entra en la contradicción de ninguna clase. Pero lamentablemente también son pruebas de cómo el Magisterio puede ser el objeto de burdo deseo de manipulación y tergiversación, hasta el punto de ser falsificado un discurso atribuido al mismo Pontífice, supuestamente dirigido a un organismo tan importante como es la PAS. Veámoslo.
El 22 deoctubre de 1996 se produce, supuestamente, un discurso (se titula más bien como “mensaje”) de Juan Pablo II a los miembros de la PAS que fundamentalmente trataba el tema de la evolución. En el mismo se producen una serie de afirmaciones que saltaron inmediatamente a los titulares de la prensa internacional más influyente, a modo de ejemplo, con fecha ya de 24 de octubre, el diario conservador Il Giornale hace constar en los titulares que El Papa afirma que puede ser que descendemos de los monos, para La República El Papa ha hecho paces con Darwin. Al día siguiente Le Monde titula una editorial anónima con la sentencia Darwin rehabilitado por la Iglesia, etc., etc.
No obstante, la consecuencia más grave posiblemente consista en que, especialmente a partir de este mensaje, en tantas y tantas facultades de teología, publicaciones apologéticas y ensayos teológicos emitidos por autores de buena doctrina se ha introducido la enseñanza y aceptación implícita del hecho de la evolución como si este fuese una cosa sobradamente probada. Es más, como si el mensaje del Santo Padre constituyese una especie de dogma, o por lo menos como si se tratara de una encíclica o un documento similar.
Lejos de mí que considere un mensaje a la PAS un documento irrelevante; precisamente en eso está el problema, cuando se presenta ni más ni menos por lo que no es, como demostraré a continuación.
Al Beato Juan Pablo II se atribuye la siguiente frase (punto 5): Pío XII había destacado este punto esencial: el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él, pero el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios («animas enim a Deo immediate creari catholica fides nos retinere iubet»: encíclica Humani generis: AAS 42 [1950], p. 575).
¿Pero qué es lo que exactamente dijo Pío XII? Lo siguiente (HG, 29): Por todas estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente —pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios—.
O sea y resumidamente que el Magisterio no prohíbe que la evolución sea objeto de estudio por las personas competentes. ¿Acaso afirma Pío XII en HG lo que Beato Juan Pablo II supuestamente dijo que Pío XII había dicho? Como vemos, nada de nada. Y para que conste que tal afirmación desentona de todo el texto de la encíclica, no solamente del que mencioné, cito otros párrafos del mismo documento de Pío XII:
“Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados; y ello, como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la máxima moderación y cautela en esta materia.
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Algunos admiten de hecho, sin discreción y sin prudencia, el sistema evolucionista, aunque ni en el mismo campo de las ciencias naturales ha sido probado como indiscutible, y pretenden que hay que extenderlo al origen de todas las cosas, y con temeridad sostienen la hipótesis monista y panteísta de un mundo sujeto a perpetua evolución. Hipótesis, de que se valen bien los comunistas para defender y propagar su materialismo dialéctico y arrancar de las almas toda idea de Dios.
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Pero, aunque sabemos que los maestros y estudiosos católicos en general se guardan de tales errores, Nos consta, sin embargo, que aún hoy no faltan quienes, como en los tiempos apostólicos, amando la novedad más de lo debido y temiendo ser tenidos por ignorantes de los progresos de la ciencia, procuran sustraerse a la dirección del sagrado Magisterio, y así se hallan en peligro de apartarse poco a poco e insensiblemente de la verdad revelada y arrastrar también a los demás hacía el error.”
Es suficiente saber leer para darse cuenta que Pío XII se alejaba notoriamente de la afirmación según la cual “…el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él…”, mejor dicho, no se alejaba notoriamente, sino sencilla y llanamente no había dicho para nada lo que supuestamente se le atribuía, punto.
Tal engaño es borde e inadmisible. Los que lo hicieron, saben bien la importancia y el alcance de un documento magisterial como lo es una encíclica. Bien lo señalaba el mismo Pío XII (Humani Generis, 149:
“Ni puede afirmarse que las enseñanzas de las encíclicas no exijan de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema majestad de su Magisterio.
Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El que a vosotros oye, a mí me oye; y la mayor parte de las veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece ya —por otras razones— al patrimonio de la doctrina católica. Y si los sumos pontífices, en sus constituciones, de propósito pronuncian una sentencia en materia hasta aquí disputada, es evidente que, según la intención y voluntad de los mismos pontífices, esa cuestión ya no se puede tener como de libre discusión entre los teólogos.
Por los cual, nuestro predecesor, de inmortal memoria, Pío IX, al enseñar que es deber nobilísimo de la teología mostrar cómo una doctrina definida por la Iglesia se contiene en las fuentes, no sin grave motivo añadió aquellas palabras: con el mismo sentido, con que ha sido definida por la Iglesia.”
El Mensaje de Juan Pablo II a la PAS no chirría solamente en el citado párrafo, donde la discordancia es escandalosa, sino en varias expresiones más a lo largo de este, por colmo, breve mensaje. Recuerdo lo siguiente, de su punto 3:
“En su encíclica Humani generis (1950), mi predecesor Pío XII ya había afirmado que no había oposición entre la evolución y la doctrina de la fe sobre el hombre y su vocación, con tal de no perder de vista algunos puntos firmes (cf. AAS 42 [1950], pp. 575-576).”
Con todo lo que hemos señalado de la encíclica HG queda patente tal discordancia una vez más. Realmente es indignante este juego con las afirmaciones de un pontífice de la Iglesia. Las cosas, objetos y personas sagradas nos merecen máximo respeto a los católicos y no respetarlo es indignante y gravemente ofensivo.
Por último, la PAS tampoco se merece esto. Juan Pablo II recuerda en el inicio del mensaje:
“Al celebrarse el sexagésimo aniversario de la refundación de la Academia, me complace recordar los propósitos de mi predecesor Pío XI, que quiso rodearse de un grupo elegido de sabios, esperando que informaran con toda libertad a la Santa Sede sobre el desarrollo de la investigación científica, y que así le ayudaran en sus reflexiones. A quienes solía llamar el Senatus scientificus de la Iglesia, les pedía que sirvieran a la verdad. Es la misma invitación que os renuevo hoy, con la certeza de que podremos aprovechar la «fecundidad de un diálogo confiado entre la Iglesia y la ciencia»”
¡Qué más quisiera yo que la ciencia sirviera a la verdad! ¡Qué más quisiera!
Pero la verdad necesita honestidad, sacrificio y valor para defenderla. Necesita una información no trucada, no manipulada. Por ende, más de lo que muchos piensan, la ciencia tiene una antesala de filosofía que la inspira y en cierto sentido guía. El mismo Einstein afirmó que si no hubiese sido por la lectura de las obras filosóficas de Mach y Hume, nunca hubiera llegado a formular la Teoría de la Relatividad. Si ahora esta plataforma ideológica se ve perturbada por afirmaciones falsamente atribuidas a un pontífice, el engaño engorda exponencialmente y el eco del mismo corre por la Tierra a la velocidad de los medios de comunicación.
De todo lo dicho anteriormente, el engaño resulta probado en los datos teóricos aportados (textos citados disponibles en internet en la actualidad). Pero existe un testimonio, de momento anónimo, que confirma, mejor dicho explica, cómo pudo ocurrir esta manipulación. Un sacerdote que estuvo ese día en la audiencia papal para la PAS testimonia que, paradójicamente, el Papa ni siquiera estuvo en la audiencia señalada.
La información la facilita Hugo Owen, director de The Kolbe Center for the Study of Creation (la carta en inglés se puede leer aquí), que a su vez proviene de Dr. Dominique Tassot, el editor de la excelente revista francesa del Centre D'Études et Prospectives la Science (CEP). Tassot relata lo siguiente:
“El 22 de octubre de 1996, la comunidad científica y la mass media dieron cuenta del mensaje pronunciado por Beato Papa Juan Pablo II en la asamblea general de la Pontificia Academia de las Ciencias, con relación a las teorías de evolución. La parte principal de este mensaje, una pequeña frase que hizo de titular en muchos periódicos, es la que sigue: ‘Hoy… el conocimiento actual nos lleva ver en la teoría de la evolución más que una hipótesis.’
Esta frase fue interpretada inmediatamente como la aprobación del Santo Padre del principio de la evolución biológica… Sin embargo, ahora sabemos que Juan Pablo II nunca pronunció este discurso. Ni siquiera se había reunido con los miembros de la PAS porque la reunión planificada fue cancelada. La carta del citado sacerdote dice:
“Yo era un miembro de este simposio sobre la evolución. Beato Juan Pablo II NUNCA pronunció el discurso del 22 de octubre de 1996, atribuido a Su Santidad. El texto, sin la firma, fue entregado a los miembros de la PAS sin audiencia papal alguna. Después del evento, le pregunté al Padre Cottier, hoy cardenal. Él me dijo que él mismo escribió la parte del documento pero en el mismo intervino un secundo autor, insertando sus adiciones propias en el texto sin enseñárselas. (Eso era precisamente la obligación del Padre Cottier, teólogo oficial del Papa, leer todos los textos antes de ser firmados por el Papa.)
En consecuencia, el lector oficial no pudo llevar a cabo su misión, fue punteado. ¡De la misma forma Juan Pablo II nunca leyó o revisó el citado texto!”
No obstante, recordaré una última cita del comentado mensaje, una reflexión respecto a la validez de una determinada teoría: “La teoría prueba su validez en la medida en que puede verificarse, se mide constantemente por el nivel de los hechos; cuando carece de ellos, manifiesta sus límites y su inadaptación. Entonces, es necesario reformularla.”
Es, en definitiva, lo que sigo afirmando desde hace bastante tiempo -los hechos, la ciencia y la lógica nos indican que el lugar para la “teoría” de la evolución en la historia de la humanidad es su cubo de la basura. No hay otro lugar más digno para aquello que necesita de artimañas sin fin para su promoción.
Fuente: El discurso (del 22 de octubre de 1996) del Beato Juan Pablo II a la Pontificia Academia de las Ciencias, no ha sido escrito (al parecer ni pronunciado) por el Pontífice; pruebas aportadas
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