Los soldados invisibles de Hilario Omedes

Allá por los años 1932 y 1933 causó cierto revuelo en la prensa española una pretendida invención presentada por Hilario Omedes, del que se decía que era ingeniero. Nunca más se supo del caso, pero los titulares eran tan llamativos que sorprenden. Así, por ejemplo, en el Heraldo de Madrid del sábado 26 de noviembre de 1932 aparece la noticia en estos términos: Un ingeniero español inventa una coraza que hace invisibles las unidades de un ejército combatiente. Don Hilario Omedes basa su descubrimiento en el mimetismo. Un cañón dotado de placa invisible no sería advertido por el enemigo ni a doscientos cincuenta metros de distancia.

Dibujo de Hilario Omedes sobre su invento. Mundo Gráfico, 11-1-1933. Biblioteca Nacional.
El inventor, que al parecer había sido militar anteriormente, proponía dotar a las tropas de algo así como escudos miméticos capaces de hacer que unidades completas de combate se confundieran con el paisaje (no fue el primero, ni el último, en proponer tal cosa, ha habido patentes de sistemas que pretendían lo mismo a lo largo de todo el siglo XX). Ahora bien, camuflar un ejército entero ante las narices del enemigo tiene su miga, por mucho escudo mimético que se le añada. Omedes nunca describió con detalle su invención y, hasta donde he podido averiguar, no hay disponibles patentes de este ingenio en concreto. En la prensa se mencionaba que incluso podrían esconderse grandes piezas de artillería de los ataques aéreos. ¿Fantasía o invento práctico? Sea como fuere, el inventor se atrevía a dar algunos detalles de su tecnología. En Mundo Gráfico, el 11 de enero de 1933, comentaba:
[La idea se me ocurrió] estudiando el mimetismo de los insectos, o sea, su confusión con el medio para evitar el ataque de sus enemigos naturales. (…) No me es posible revelar el fundamento científico de la coraza invisible, porque ello equivaldría a divulgar un dispositivo cuya principal importancia radica en el secreto; solamente para satisfacer la natural curiosidad de toda información, le diré que el índice de refracción de la substancia de que se halla recubierta la coraza hace que ésta se comporte como un placa invisible, desapareciendo para todo observador y de una manera virtual cuantas personas o cosas se coloquen en su parte posterior. (…) Tengo la seguridad del resultado porque ya está experimentado de antemano, primero en pequeño, con una maqueta de unos 20 centímetros, y después con el aparato plegable que ha de examinar la Escuela Central de Tiro, con el que a 250 metros desapareció el tirador y no pudimos distinguirle ni con el auxilio de los más poderosos gemelos prismáticos.



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